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7 Acorralada

HOPE


Han pasado demasiadas cosas en la vida de todos. Me recibo el año entrante pero entre mis estudios he estado yendo al bufete a trabajar junto a ellas, mis madres, para de a poco ir tomando sus lugares en la firma, en cambio la clínica que abrió con tanto esfuerzo Tricia, fue a parar a manos de Alma, que la compró con ayuda de nuestras mamás, claro.

Ahora frente a mi de espaldas la mujer de mi vida ¿De qué se alimenta esta mujer? decir hermosa es poco, está lo después de eso. El cabello castaño oscuro casi negro largo apenas cae de manera sutil y suave, sus ojos verdes con pestañas grandes dibujan el contorno de esos rubies que posee, para generarme una arritmia aún más fuerte, lo que lleva puesto le queda entallado al cuerpo y su perfume me deja atontada, por eso no tengo el valor del voltear a verla.

«Dios se que no soy tu favorita, pero dame fuerza para resistir mi impulso de querer besarla ahora mismo y llevármela en el auto a algún lugar romántico y cursi para así jurarle amor eterno».

—Hola —le digo a Matilde, ella parece la más cambiada de todas, es la más hermosa, pero también se ve fría y distante.

—Hola —la saluda sin un ápice de emoción mientras termina de registrarse—. Gracias —toma la llave electrónica—, nos vemos luego —me dice pasándome por al lado mirando su teléfono.

—Vaya, si que ha cambiado —dice mi hermana a mi lado— ¿Pediste una habitación al lado de la suya para hacer pijamada de adultas? —le pregunta sugerente moviendo las cejas le regalo una mala cara— ¿Qué? Oh, vamos, bebita.

—Me voy a mi habitación.

—Nuestra.

—Mía, llamé y cambie la reserva —toma sus llaves y le saca la lengua alejándose.

—¡No te vas a librar de mí! ¡Somos hermanas, Hope! —me dice riendo.

De camino a mi habitación, tropiezo con alguien por ir mirando el teléfono, pido disculpas cuando veo papeles esparcidos por el suelo y la persona dueña de los mismos se agacha rápidamente a levantarlos sin dirigirme la palabra, solo se agacha a recogerlos en silencio. Ambas vamos a tomar el mismo papel y nuestras manos se rozan, mirándonos por primera vez, pero claro que esa piel ya la conozco.

—Oh, perdón, perdón no te vi.

—Sí, lo sé —responde la dueña de esos ojos verdes que ahora parecen tener una mirada que me cala el alma.

—Toma este es el último ¿Te trajiste temas para estudiar?

—Sí, rindo dos días después de que lleguemos, no puedo perder el tiempo, pero las tías me insistieron en venir.

—¿Qué tía?

—Tu mamá y Julia, si ambas me hablaron supuse que era importante.

—Lo es, mamá le tiene preparado algo a mi mami —Matilde sonríe, al escucharla decir "mi mami"— ¿Qué? ¿Cómo les dices tú?

—Mamá Juliana y mamá Pauline. Pero es tierno que les sigas diciendo "mami" —se para y me toca la cabeza como si fuera mucho más grande que yo.

«Qué carajos. Si ella es más chica que yo  y  ¿tierno? No soy tierna».

Me quedo algo cabreada con la actitud de Matilde, pero al verla de nuevo noto que ella conserva la misma actitud de siempre, fría, distante, callada y observadora, parece que nada le interesa en absoluto, esta físicamente ahí, pero se nota en cuanto ves su mirada que está a miles de kilómetros de aquí.

—¿Qué le pasa a tu hermana? —le pregunto a Matt, llegando a su lado.

—¿A Mati? —él asiente— Desde que mi abuela falleció ella se cerró más, ni mis madres, ni mi hermana han logrado atravesar esa barrera que ella ha puesto. Si antes Matilde era cerrada, ahora es hermética, poco sabemos de su vida, de lo que hace y demás. Pero si te hizo algo no lo tomes personal, ella ahora —la señala— es así y te pido disculpas en su nombre.

—No me hizo nada, o eso creo. Gracias Matt.

—¿Jugamos un partidazo luego? Traje la pelota —me pregunta con una gran sonrisa.

—Recién llegamos y estás tan listo para perder —sonríe—, pero claro —le doy unos golpecitos en el hombro.

No puede evitar mirar varias veces a Matilde ¿Cómo no verla? Tiene un pantalón de jean gris oscuro, una blusa suelta blanca, y una mano apoyada en el respaldar de su silla, mientras frunce el ceño mirando el teléfono, parece más grande de la edad que tiene en realidad, pero sigue siendo más chica que yo por casi cuatro años.

—Toma —Alma me da una servilleta—, ya limpié el charco de baba, no te hagas problema —suspiro hastiada—. Ve a hablarle.

—No.

—¿Por qué no? ¿Acaso ahora muerde o te da miedo que se repitan los —le guiña un ojo y le tira un beso— del pasado y confirmes que te sigue gustando?

—No pareces mayor que yo, ni tienes pinta de psicóloga, o de ser dueña de una clínica con tanta tontería que sale de tu boca.

—¿Qué te digo? Me gusta el perfil bajo —sonríe—. Yo voto porque vayas a hablarle.

—Déjame en paz.

No me sigue hostigando más, todos almorzamos y la mayoría parte a sus habitaciones a descansar pasarán el fin de semana aquí, y muchos han venido desde lejos en avión, están exhaustos. Comienzan a desparecer a medida que terminan de comer. Me levanto a tomar un plato de postre de la mesa central y a mi lado aparece la castaña de ojos verdes de sus sueños.

—¿Tengo algo? —me pregunta curiosa Matilde y la observo extrañada buscando saber de que le habla— Es que te ha sido difícil sacarme la mirada, por eso me lo preguntaba.

—Emm no —que imbécil y poco disimulada fui, ella me notó.

—Bien, gracias —me sonríe—. Me pasas la salsa de chocolate por favor —La tomo y al momento de pasársela me toma llevándome detrás de las puertas que están en el salón para cruzar y ser cerradas con traba— ¿Sabes una cosa? —me acorrala detrás de la puerta sobre la pared y siento mi corazón latir acelerado— Llevo pensando en estos un buen rato —mira sus labios y los toca con su indicie— y desde que te vi en la recepción he tenido ganas de probarlos de nuevo ¿Puedo? —me sonríe acercando su cuerpo y siento su cálido aliento a milímetros de mi boca.

—¿Estás jugando conmigo?

—¿Esto te parece un juego? —me da un beso corto que al separarse dilata sus pupilas— ¿Sabes que es lo más difícil de haberte besado? —niego sin poder emitir palabra y eso la hace sonreír a la de ojos verdes que sabe que tiene el control— Que ni siquiera he podido encontrar a alguien para replicar tus besos —toca sus labios—, tus ojos —acaricia su mejilla—, tu sonrisa ¿Por qué tenías que ser irrepetible, Antonopoulos?

—No... no lo sé... perdón, yo lo lamento.

—Te perdono, claro que te perdono, con una ligera condición —sonríe acortando la distancia entre nosotras y me besa, cuando intenta apartarla, toma mi mano y las entrelaza, para tomarme por la  nuca con la otra y comenzar una danza de saliva, besos y lengua que me quita el aliento—. No es como la primera vez.

—¿Ah no?

—Es aún mejor —me toma de la cadera pegándome a ella dejando besos en mi cuello, que me alteran el ritmo cardíaco—. Cuatro años, Hope, cuatro años sin verte más que de lejos, de casualidad o de pasada —la mira— ¿Por qué me has hecho eso? —no sé que decir— Habitación 213, a las 8. No me falles, ya no soy una niña.

Une nuestras bocas, en un beso necesitado impaciente y con verdadero hambre, se separa de golpe y se va, dejándome congelada sin llegar a entender qué acaba de pasar. Salgo algo shockeada, miro a Matilde que está sentada mirando su teléfono como estaba hace un rato y se ve inalterada, pero con los labios algo hinchados, busca con la mirada a su hermana que al verme me guiña un ojo y levanta una copa en mi honor, salgo a tomar aire antes de que me de un paro cardiaco aquí mismo y soy demasiado joven para tener una arritmia o un infarto.

—Ya no es una niña ¿Verdad? —veo a Alma a mi lado.

—No.

—¿Trajiste silla de ruedas? Porque Mati va con todo.

—¿Qué?

—Si no te citó a su habitación, lo hará —le aprieta el hombro— y solo Dios sabe que clase de cosas te va a hacer esa "niña". Que envidia, disfrútalo, te hace falta con ese humorcito que te cargas a veces.

Se mete antes de que pueda decirle algo. Miro hacia adentro y Matilde ya no está sentad, de hecho no está, por lo que supongo que se fue a su habitación, miro a Matt que conversa con mis hermanos y me saluda con la mano y una gran sonrisa señalando la pelota, tan igual a su hermana físicamente, pero tan distintitos, todos pensaban que él y yo hacemos buena pareja, y yo, yo me enamoré de ella.

Luego de jugar con él un rato a la pelota subo a bañarme, tengo que llegar a verla a ella y sigo tan nerviosa por lo que sé que puede llegar a pasar que me subida en el ascensor me paso dos veces mi piso ¿Yo de verdad quiero eso? sí, pero no solo quiero tener sexo para luego seguir nuestros caminos, sé que no voy a poder sacármela de la cabeza, si con un beso la llevo pensando años, si estamos juntas será aún peor, cada segundo libre en mi cabeza lo va a habitar. Yo quiero más, con ella lo quiero todo.

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