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4 ¿Qué hago aquí?

HOPE


Un mal presentimiento, eso era lo que respiraba desde el momento en el que mi madre y mi tía, tuvieron la genial idea de unirnos en sagrado contrato laboral, con el amor de mi vida, que por excelencia, según yo, me odiaba.

Volteo a ver a la mujer que llegó a mi lado y quiero increparle de dónde y cómo ella y Mati se conocen, pero algo me dice que si la acorralo con preguntas no va a decirme la verdad o no me dirá todo.

—Hola —le digo con una gran sonrisa.

—¿Subimos? —acaricia mi brazo.

—Claro.

—¿Esta noche me vas a acompañar a tomar algo? Después de todo mañana es fin de semana y no creo que trabajes.

—Tal vez si trabajo, después de todo no sabes ni siquiera a lo que me dedico.

—Tienes razón apenas nos conocemos, cambiemos eso —acaricia mi pierna con todo el descaro, y comienza a subir su mano por mi entre pierna, pero me paro.

—¿Vienes?

Le digo mientras camino hasta el guardia en la escalera, ella le hace una seña con la cabeza y me deja subir. Casi que se apresura y llegando al primer piso me toma la mano frenandome, para llegar a mi boca y besarme, bueno besarme de una manera tierna y superficial no va con ella ese concepto, lo acertado seria decir que me comio la boca y yo me separé de ella que apenas me dio espacio para respirar, entonces bajó a besos por la mandíbula hasta mi cuello.

—¿Me cojeras en la escalera? Porque te advierto que el sexo público no es una de mis fantasías.

—Estás de suerte porque justo tengo una habitación subiendo la escalera detrás de aquella puerta —señala una puerta que apenas se nota en la pared solo por una cerradura sin pomo de este lado.

—Ser tan fácil tampoco, va conmigo —le susurro al oído y dejo un beso en su mejilla.

Me dirijo a dónde habíamos estado la primera vez que viene, me siento primero en los sillones de cuero negro, me saco el saco y antes de que ella tome asiento muy cerca de mí lo dejo a mi lado, lo que la causa gracia y le saca una pequeña risa.

—¿Si sabes que un pedazo de tela no me detendrá, cierto? —se ríe negando, toma la tablet que está sobre la mesa y me mira—. Voy a pedir algo para que tomemos.

—¿Puedo pedir yo o te gusta tener el control en todo? —ella levanta una ceja y dibuja una media sonrisa, pasándome la tablet, veo el menú de tragos y pido algo para comer, necesito no tener tan vacío el estómago, para llenarlo con alcohol y más con ella cerca—. Listo.

—Si quieres comer algo, supongo que esta vez no tienes que irte a la media noche, cenicienta.

—¿La comida demora en llegar más de una hora? Deja que cancelo la órden —le pido la tablet pero ella no me la entrega.

—¿De verdad te iras en una hora, otra vez? —su sonrisa flaquea y me observa casi que indignada diría yo.

—Convenceme de quedarme más de una hora entonces —muerde su labio inferior, seguro que está acostumbrada a que tanto hombres como mujeres pidan más de una hora con ella.

Acepta la órden pidiéndo su trago, y se acomoda sobre el sillón para verme directamente, su mirada no me intimida, no como la mirada dueña de unos ojos verdes de hace un momento que me vio a la cara y me dijo con algo de rabia y posesión que era de ella.

Sonríe divertida al ver que no ha causado el efecto de ponerme nerviosa, se acaricia el cabello con la mano libre ya que con la otra se sostiene la cabeza, se cruza de piernas y el vestido que lleva puesto se le sube unos centímetros, logrando que por un milisegundo mi mirada se dirija a sus piernas.

—Al menos provoco que me mires las piernas, por un momento llegué a pensar que eres hetero —suelta sonriendo.

—Tengo de esos en mi familia, son mis hermanos —ella se ríe.

—¿Por qué estás aquí hoy? no llegaste como la primera vez, devastada ¿Qué es esta vez?

—¿Tienes que saber todo lo que pasé? Que importa porque estoy aquí, solo lo estoy.

—Me gustaría saber, ya que parece que lo que menos vamos a hacer entre nosotras es coger hasta que quedarnos dormidas —sonríe viéndome directamente—, bueno al menos no hoy, pero espero que eventualmente estés en mi cama desnuda.

—Bueno al menos confirmo que si me quieres dar y no consejos.

—Por supuesto, yo no voy con rodeos. Me gustaste desde que te vi en cuanto cruzaste la puerta, no pude sacarte los ojos de encima y dije tengo que hacerla mía. Esto de la conversaciones no es mi fuerte —exhala de manera pesada—, no te ofendas, pero no me interesa hacer amigas, ya tengo de esas y no me las quiero coger, eso te lo aseguro. Entonces dime ¿Qué haces aquí? Sino has venido a buscar sexo.

—¿La verdad? —ella asiente— no lo sé, pero ahora que lo pienso mejor, si fue una terrible idea venir aquí en primer lugar.

La verdad es que si sé que hago aquí exactamente, por primera vez en años provoqué en Matilde otra reacción que no es de desprecio, ella me prohibió volver a ver a Daliah y por eso estoy aquí, porque no tengo miedo a morir y porque busco provocarla, tal vez de esta manera es que logro llamar su atención. También estoy aquí porque ella no es mi amiga, no me quiere y al parecer no le interesa serme honesta y herirme si me tiene que decir la verdad, ya estoy un poco harta de la comprensión de mis amigos, para con ella Matilde, solo cometí un error tampoco es que le mate a la abuelita delante de sus ojos.

Me levanto para irme y ella toma mi mano.

—¿Qué quieres conmigo? se honesta —le cuestiono.

—No soy la mejor compañía para un corazón roto, a la primera oportunidad que tenga te tendré en mi cama, tampoco sirvo para hacer amigas nuevas, la verdad es que poco me interesa conocer sobre tu vida, solo te pregunté la primera vez que te pasaba porque si había alguna mínima posibilidad de llevarte a la cama la tomaría. Eres atractiva y me gustas, me gusta besarte, la suavidad de tu piel —acaricia mi mano— el sonido de tu voz que me lo imagine gimiendo mientras te penetraba con mis dedos, honestamente me costó un poco recordar tu nombre, porque la verdad tampoco me interesa como te llames, yo no repito más de una vez con la misma mujer. 

—Bueno si que fuiste honesta.

—Es mejor dejar las cosas claras —besa mi el dorso de mi mano—. Aparte somos adultas —suelta mi mano—. Búscame cuando quieras sacarte la calentura de encima, con gusto te daré una mano o dos —me guiña una ojo.

—No te preocupes que para sacarme la calentura, yo solita puedo.

—Espera —de un tirón aterrizo sobre sus piernas y atrapa mi boca, lleva una mano al costado de mi pierna y aprieta mi trasero, sin dar me un respiro, se separa de a poco mordiendo mi labio inferior—. Definitivamente la vamos a pasar muy bien cuando te decidas caer en mi cama —me da un pico y me arregla el saco—. Creo que es mejor que te vayas, ella acaba de llegar y no se va poner para nada contenta cuando te vea bajar —suelta una risita— ¿Quieres que te salude desde aquí cuando llegues a su lado como la otra vez?

—No.

—Una lastima —vuelve a darme un beso corto—. Por cierto, Hope, no le creas todo lo que te dice sobre mí, no todo es como ella cree. Ve, porque no quiero que destroce mi bar... de nuevo.

¿Matilde destrozó su bar? ¿por qué? si ella es la persona más controlada que conozco, bueno al menos delante de la gente, siempre mantiene una apariencia impasible, como si nada le afectara, podría ser una jugadora de poker profesional tranquilamente. 

Bajo las escaleras para encontrarme con mi verdugo, el lema "el que tenga miedo a morir que no nazca" me viene de maravilla ahora, porque definitivamente su cara dice "entra cuchillo, salen las tripas". Intento en mi estúpido intento por salir ilesa pasar cerca la barra entre las mesas, pero claro que lo que menos iba a hacer ella es dejarme salir, me toma de la muñeca y me saca afuera llevándome a la rastras, no quiere explotar en público, odia las escenitas así que muy disimuladamente me arrastra hacia afuera.

—Ya suéltame que me lastimas —me safo de su agarre.

—¡¿En qué has venido a ver a esa perra?! —se acerca a mí colocando una mano en la pared a mi espalda por el costado de mi cara, para susurrarme con rabia muy cerca de mi rostro— ¿Qué no te quedó claro de que eres mía?

—¿Desde cuándo? —la empujo para quitarla de en medio.

—Sabes desde cuando, desde que me hiciste decir tu nombre la primera vez —me mira furiosa—. Te odio —me dice—, te odio tanto.

—Que rara tu manera de decir... —te amo. Es lo que siempre le decía—. Es tarde y me quiero ir a dormir.

—Te llevo.

—No.

—Dije que te llevo, no te pregunté si querías o no.

—Okay —me rasco la ceja parando un taxi—. Ya bájale cinco rayitas a tu posesividad, te recuerdo que estás de novia y soy una mujer adulta y soltera, que puede hacer lo que le venga en gana con quién le venga en gana.

—Hazlo con cualquiera, pero no con Daliah, es peligrosa, idiota. Si tan solo vieras más allá de llevarme la contraría entenderías que te estoy cuidando.

—¿De quién exactamente? mírate, has venido a ver si estaba aquí, me has sacado a la rastras del bar y ahora me estás amenazando e insultando. Para ser alguien que odias, te preocupo demasiado —su semblante cambia y también su postura, al parecer mis palabras le recuerdan que en realidad se supone que no me soporta. El taxista toca bocina—. Debo irme.

Me subo, cierro la puerta y la veo parada aún en shock, quizás hasta ahora se da cuenta de que se salió de su papel, de que me besó, y de su escena de celos, porque eso son celos claros como el agua. El tiempo me cambio a la dulce Matilde por esto que es ahora al parecer, y no solo el tiempo, estoy segura de que yo también aporté.

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