2 ¿Todavía provoco algo en ti?
HOPE
Imprimí de nuevo los contratos, los volví a colocar en una carpeta y personalmente los dejé por JM Company, como me había pedido mi reciente "jefa". Al llegar de nuevo a la sucursal de Disney donde todos sonríen felices, miro a su secretaría y a la puerta de la oficina de Matilde, que antes perteneció a Julia, lo sé porque más de una vez acompañé a mamá a venir a verla y más de una vez me acostaba sobre los sillones de esa oficina mientras ellas conversaban y yo no las escuchaba tapando el ruido de sus voces con mis auriculares.
—Hola, vengo a dejarle estos papeles a Matilde Albrecht.
—Abogada —dice la chica con una enorme sonrisa—, la estaba esperando.
—¿De verdad?
—Claro esta es la factura de la tintorería —me pasa una factura—, la señorita Matilde me pidió que se la emitiera a su nombre cuando viniera, —lee un postick— por el baño de refresco. Así lo escribió.
—Bien, te lo transfiero.
—Acá no, yo no manejo dinero. Tiene que bajar e ir al departamento de contabilidad con la boleta, ahí ellos van a cobrarle y esto —toma la carpeta— ya mismo lo entrego —se levanta y se dirige a la oficina de ella, dejándome parada con la boleta, así que me voy a pagar.
Me marcho después de pagar y de nuevo estoy en el estacionamiento frente a mi auto, me subo me siento sin poder poner siquiera en marcha mi auto. Me tomo un momento para poder recapitular cada decisión que tomé y me llevo a alejarme de ella. Confieso que siempre he tenido una añoranza nuestro breve pasado juntas de como hubieran sido las cosas, si no la cagaba y seguíamos juntas, tal vez viviríamos haciéndolo como conejos en todos lados, porque química sexual entre nosotras era lo que sobraba, pero había algo más, había amor.
Mientras sigo divagando en mis pensamientos y lamiendo las heridas que yo misma me provoqué, veo a Mati bajar y subirse al auto que está detrás del mío, la noto suspirar y morderse el labio inferior a través de mi espejo retrovisor, entonces busca algo en su teléfono y sonríe, como me encanta tener la vista que estoy teniendo ahora de ella, extrañaba su sonrisa, más de lo que creía ¿A quién le sonríe de esa manera? Entonces mi teléfono suena.
—Hay una clausula para arreglar en los contratos —recibo su mensaje seco, no creo que le sonría a mi chat.
—Hola, buenas tardes —le respondo casi de inmediato, viendo su reacción por el espejo retrovisor y me arriesgo para ver si es por mí por quién sonríe, le mando la imagen de un vaso de agua.
—¿Qué quiere decir el vaso con agua?
—Es para tus mensajes todos secos.
Entonces confirmo que sí, efectivamente es por mí por quién sonríe y se ríe, ya que la veo reír por el espejo retrovisor y dejar el teléfono un momento antes de volver a tomarlo.
—No estoy para tus jueguitos, Antonopoulos —me responde seria, pero estoy viendo la sonrisa por el espejo, sé que al menos la hice reír—. Mañana voy por tu oficina a ver el tema, te aclaro que no es porque quiera verte, la tía me ha pedido especial cuidado con no dejar nada que pueda filtrarse en algún dispositivo que se pueda hackear.
—Ya me has aclaro muchas veces que no es porque tú quieras verme ¿es necesario aclararlo cada vez que hablamos? —le veo suspirar y llevarse una mano a la frente—. Te espero mañana por mi oficina entonces ¿algún refresco que prefieras tomar? tal vez quieras devolverme el favor y quiero saber con que vas a manchar mi ropa.
—Café muy caliente —me manda con una sonrisa—. Nos vemos mañana —la veo dejar el teléfono a un lado, sin intenciones de volverme a responder.
—Descansa, Matilde y espero que el día de hoy no haya sido tan agotador, perdón nuevamente por el baño de inmersión con el refresco. Por cierto ya pagué la factura de la tintorería que tan amablemente le dejaste a tu secretaría para mí.
La veo leer mi mensaje, escribe y borra varias veces, hasta que al parecer decide no responderme nada. La sigo viendo a través del espejo retrovisor, ambas sonreímos, pero algo borra mi sonrisa al instante, una mujer sube del lado del copiloto y sin tardar mucho se acerca a ella dándole un beso bastante apasionado que hace que la sangre me hierva ¿son celos? claro que sí. Lo peor es que ella no la frena, sino que le corresponde el beso y eso me molesta como no creí que me molestaría, después de todo no tengo derecho a que me moleste, lo sé, lo tengo muy en claro y quiero irme, pero arrancar ahora sería revelar que la estuve viendo todo este tiempo y no quiero parecer una puta acosadora de mierda.
Ella para mi suerte arranca el auto, yo me agacho tirándome sobre el otro asiento para que las luces no me delaten que todo este tiempo estuve aquí escondida viéndola por mi espejo retrovisor, una vez que saca el auto la veo manejar con esa mujer pegada a su cuello.
—Necesito un trago o varios.
También me voy intentando no pensar en que seguramente ella está ahora teniendo sexo, entregando su cuerpo a otra, pero no puedo sacarme de la cabeza esa escena, ni siquiera puedo centrarme en recordar su sonrisa por mis mensajes.
—Hola, cariño —se acerca una mujer a mi lado a la barra donde estoy bebiendo sola— ¿puedo acompañarte?
—No.
—Guau que directa. Igual me quedo —me guiña un ojo y pide un trago—. Supongo que el motivo por el cual bebes esta noche es por mal de amores —Por primera vez volteo a verla para responderle y me quedo callada, sin poder responderle— ¿El gato te comió la lengua? —me sonríe y la cicatriz en el costado de sus labios se marca aún más— Creo que no fue el gato, sino mi cicatriz. Heridas de guerra —me dice intentando dibujar una sonrisa—. Lindos ojos por cierto, la heterocromía completa, es lo menos común solo afecta al 1% de la población mundial.
—Lo sé. Lamento haberme quedado viéndola por demasiado tiempo. Yo invito lo que sea que estes tomando —saco mi cartera para pagar— y sí, mal de amores, por eso mismo es mejor que me vaya antes de... —veo entrar al amor de mi vida junto a esa mujer que le comió la boca en su auto. La mujer a mi lado sigue la vista a mi mirada.
—Parece que tu mal te encontró.
—Creo que debo irme.
—En realidad puedes quedarte —toma mi brazo—, prometo que no voy a hacer preguntas personales, ni te dejaré tomar más de la cuenta, sé tratar con heridas de guerra, aunque la tuya no se ve como la mía.
Desvío la mirada para verla, su mano se desliza por mi brazo a mi mano y me sonríe. Tal vez necesito compañía que no haga mil preguntas y una desconocida en este momento parece ser la compañía perfecta incluso con el amor de mi vida aquí también en compañía de otra.
—Y toma —me da el dinero—. Jean Pier, esta noche no le cobres nada.
—Sí, jefa.
—¿Jefa?
—El bar es mío, un gusto —me sonríe—, soy Daliah —extiende su mano.
—Hope, un gusto —la estrecho y ella la lleva a su boca para besar el dorso, lo que me ruboriza.
—Te aseguro que el gusto es mío —me guiña un ojo—. Entonces ¿Te quedas?
—Solo una hora.
—Más que suficiente, se pueden hacer muchas cosas en una hora —se levanta y toma mi mano—. Vamos a la zona VIP, desde ahí tendremos una mejor vista de todo aunque no tendrán buena vista de nosotras ¿Es lo que quieres verdad? —asiento y subimos las escaleras.
Ahora puedo admirar mejor a la mujer que delante de mí sin soltar mi mano, tal vez tiene miedo de que cambie de opinión y antes de que ella lo note yo ya esté en la puerta, y razón lleva porque lo pensé. Reparo en ella, debe estar cerca los treinta y pico, viste de manera modesta, pero su ropa exuda marca cara, y lo sé bien porque mis madres visten caro, entonces sé reconocer la calidad de la tela con solo rozarla, su cabello largo y lacio cae por su espalda casi llegando a su cola, a su firme cola que el pantalón de mezclilla negro deja ver, sus brazos que se exhiben por la blusa color crema sin mangas están bien marcados y también logro ver algunas cicatrices en su brazo derecho aunque lo lleva tapado con una tatuaje de girasoles, se voltea a verme con sus ojos grandes marrones, debo admitir que son hipnóticos y fue lo que me hizo quedarme callada en primer, luego reparé en su cicatriz cuando ella lo mencionó, porque ni siquiera lo había notado, pero por más hermosa que es, y por más hipnóticos que sean sus ojos, pertenecen a la persona con los ojos verdes más lindos que he visto en mi vida.
—¿Puedo sentir tu mirada a mi espalda? —veo por inercia su brazo y ella repara en eso—. Si tanta curiosidad te da saber a que se deben mis cicatrices, puedo contarte la historia.
—Dijiste que no hablarías de nada personal.
—Dije que no te haría preguntas personales, yo responderé solo algunas y de esto puedo contarte un poco —mira su brazo—. No muerdo Hope, bueno al menos no por ahora —me guiña un ojo—. Pero si quieres saber cuando lo hago tengo una habitación disponible, muy, muy cerca.
Nos sentamos, en un sofá algo duro de cuero negro, que rodea una mesa redonda, y tiene razón desde aquí tenemos buena vista hacía abajo, pero desde abajo casi no se nota quién esta aquí arriba, el lugar está separado de las demás zonas VIP, y está al último de todo, lo que nos da mayor privacidad, ella se sienta primero y yo lo hago luego dejando un espacio considerable entre ambas.
—¿Qué quieres tomar?
—Lo que sea, sin alcohol, mañana trabajo temprano.
—Responsable, me gusta. Lindo traje por cierto —pasa su mano por la solapa de saco cerca de mi pecho— ¿No tienes calor? puedes sacarte el saco —le hago caso y lo dejo en medio de ambas marcando aún más la distancia entre las dos, lo que le saca una risa— ¿tanto miedo doy? Usan muchas palabras para describirme, pero intimidante no es una de ellas.
—No te tengo miedo —le digo sosteniéndole la mirada, años de practica desafiando a mi mamá, ella si es intimidante— ¿Cual es la historia detrás de las cicatrices? —reanudo desde lo dejo y dirijo mi mirada al salón abajo buscando localizar a mi amor de ojos verdes.
—Heridas de guerra, fui militar —la vuelvo a ver, eso no me lo esperaba y veo su sonrisa amarga—. Créeme las cicatrices no es lo peor de haber sobrevivido a un ataque sorpresa y una explosión.
—¿Qué es lo peor? —un mozo llega con una botella de champagne en una cubeta de hielo, una copa y un vaso con hielo y hojas de menta, más una jarra de jugo de frutas que va del rojo al naranja.
—Ver morir al amor de tu vida desangrada sin poder hacer nada —suelta con amargura llena su copa y se la lleva a los labios tomando un poco—. Eso fue suficiente para dejar el ejercito.
—¿Cómo pasaste de ser militar a tener un bar de ambiente? —trato cambiar de tema, porque veo en sus ojos dolor.
—Bueno —se ríe— esa si que es una historia interesante —me guiña un ojo y acaba de volver la seductora de recién—. Pero para saberlo tendrás que acercarte un poco más, porque es un secreto que no muchos saben.
Y de esa manera, cometí otro error creyendo que mi saco serviría como barricada, pero esta mujer estuvo en la guerra, detrás de una trinchera, vio morir el amor de su vida frente a ella y sobrevivió ¿Un saco como barricada? fue un juego de niños.
—Daliah no puedo —le digo cuando sus besos van por mi cuello y siento como sonríe antes de separarse dejando una mordida antes de separarse suspirando.
—¿No puedes o no quieres?
—No puedo.
—¿Es por ella? —mira a Matilde— Supongo debe ser la castaña, no veo que las rubias sean tu tipo —sonrío y asiento—. La mujer que está con otra mujer.
—Lo sé, pero tal vez la rubia solo sea una aventura.
—No lo creo —se ríe—, la castaña no se ve como alguien de una noche, esa mujer es para una relación formal ¿No crees?
—Lo sé, más que creerlo, lo viví de primera mano —digo cerrando los ojos con pesar.
—Eres increíble —acaricia mi mejilla—, espero que puedas recuperarla —me dice con una gran sonrisa—. Pero si ella no quiere, a mí me interesaría su puesto al menos por una noche contigo en mi cama. Por cierto desde ahora considérate miembro VIP, cada vez que vengas te harán descuento —me guiña un ojo—. Solo porque besas bien —pasa una mano por su cabello apoyando su codo sobre el respaldar sosteniendo su cabeza— y si te interesa algo más que tomar —relame sus labios— solo pregunta por mí. Ya es la hora —miro mi reloj— ¿Te acompaño a la salida?
—No, conozco el camino sola, y no creo que sea lo mejor que bajemos juntas.
Asiente y tomo mi saco parándome para colocármelo, antes de dejarme ir, se para y vuelve a besarme y vuelvo a corresponderle como la estúpida calenturienta que soy, esta vez la dejo invadir mi boca con su lengua, se separa y me sonríe.
—Definitivamente si ella no quiere, yo si. Besas muy bien —me regala un pico mientras sonríe, yo niego con la cabeza mordiendo mi labio inferior y bajo las escaleras.
Al llegar a la planta baja, los ojos que menos esperaba encontrar están clavados en mí como estacas, estoy segura de si pudiera apuñarme con la mirada, mínimo hundió sus ojos verdes en mí unas cuarenta veces, le sostengo la mirada y luego me enfoco en la puerta. Al pasar por su lado miro hacia arriba y veo a Daliah parada tirándome un beso desde donde acabo de dejarla, y si parada puedo verla, significa que quizás ella nos vio besarnos, encima la descarada me guiña un ojo y me tira un beso, a lo que Matilde frunce el ceño, y por un segundo creo ver como le tirita el parpado de un ojo. Tengo que salir de aquí antes de terminar muerta y desangrada, porque su mirada solo refleja homicidio
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