11 Solo un trago
HOPE
Al parecer mi idiotez y falta de sentido común cuando ella claramente me dijo que no estuviera cerca de Daliah, nublan mi mente, porque aquí estoy, pero ya no tan cerca de la barra como para que ella me vea, sino justo abajo del primer piso en una mesa, sola.
Llevaba media hora sola sentada con mi bebida calentándose entre mis manos, honestamente este bar no es nada barato, con lo que me gasto en dos tragos me puedo comprar una botella, pero una botella y sola en casa, no parecen ser buena combinación, al menos aquí sé que no voy a terminar ebria.
—Disculpe señorita —me dice uno de los hombres de seguridad—, la jefa la solicita.
—Dile que no estoy interesada —se ve y vuelve a venir.
—Señorita —lo miro ahora un poco molesta—, la jefa le manda esto —deja dos copas del martini seco que estoy bebiendo en la mesa. Al parecer si voy a terminar ebria.
—Gracias, pero no pienso quedarme mucho tiempo y tampoco quiero terminar ebria, no esta noche.
Rechazo los tragos y él se los lleva preocupado y sorprendido ¿Quién rechaza tragos de la dueña? Probablemente alguien loco o muy enamorada de otra persona, que aunque no le haya hecho caso, aquí está, esperando que por casualidades del destino e invocación divina, aparezca para verla de nuevo.
—Primero te vas temprano, luego rechazas un polvo, ahora un trago y me haces bajar.
—Yo no te invoque, tú bajaste porque has querido —sonríe de lado.
—Otra vez mal de amores.
—Diría que mal de recuerdos, tengo añoranza por un pasado que extraño demasiado ¿Tú no la extrañas? —su semblante cambia y la sonrisa se le borra de apoco, mi pregunta la ha afectado.
—Cada día —responde seria mirando al frente, sentándose a mi lado—. Que manera la tuya de matar el momento ¿Esperas que ella venga? —asiento— No quiero mi bar destrozado, Hope —me mira seria— y no me importa el poder que tenga, si tengo que meterla presa lo haré.
—¿Si sabes que mis madres son las mejores abogadas y yo también soy abogada, verdad? —sus hombros se relajan vencida.
—Así que eres abogada entonces.
—¿Cómo se conocen? Porque ella no es tu más grande fan.
—¿No te ha dicho cómo nos conocemos? Vaya, Mati, es de verdad bien cerrada.
Me sonríe de lado y solo me deja más dudas sin despejarme nada, estoy comenzando a odiar la manera que ambas tienen de hacer las cosas, solo me generan dudas.
—¿Ustedes tuvieron algo?
Levanta una ceja y se acomoda mejor a mi lado, parece bastante divertida con la situación de que yo no sepa de que mierda habla cada una y eso me está estresando un poco bastante. Toma un sorbo de mi copa, por el lado que tiene la marca de mi labial.
—Dile a tu principessa que...
—Hope —dirijo mi mirada a la mujer que se aparece frente a nosotras y Daliah a mi lado dibuja una gran sonrisa—. Vamos a casa.
—¿Qué haces aquí? —nos sostenemos la mirada.
La castaña parada frente a mí es la última persona a la cuál pensaba o la verdad tenía ganas de ver hoy, pero sé que no está aquí por arte de magia, "alguien" le dijo dónde encontrarme.
—Vamos que te llevo a casa.
—Tu casa no es la mía, Al.
—Hola —Daliah, se levanta estirándole la mano—, no nos han presentado, soy Daliah.
—Alma —le dice mi hermana sin darle mayor importancia.
—Vamos —interrumpo el contacto de sus manos y tomo mis cosas. Ellas no dejan de verse, así que tomo la mano de Al y luego la empujo a salir—. Ni se te ocurra fijarte en mi hermana —la amenazo—, o la que va a destrozar tu bar seré yo.
—Ahora veo que las une con "Mati"
—dice divertida con una gran sonrisa—, la posesividad claro está. Descuida —me guiña un ojo— siempre habrá lugar en mi cama para ti —intenta acercarse a besarme y me aparto— ¿Me haces la cobra? —mi hermana nos mira y Daliah se acerca de pronto tomándome de la cintura dejando un beso en mi mejilla— Te veo pronto, porque si algo sé es que vas a volver —levanto una ceja mirándola incrédula— ¿No quieres saber cómo conozco a tu, principessa? ¿Así es como la llamabas o no? —tenso la mandíbula y a punto de golpearla mi hermana me toma de la muñeca y niega, Daliah conoce más de lo que pensaba a Matilde.
—¡¿Cómo la conoces?!
—Cariño, a mí no me grites, menos en mi bar y menos sino estamos en una cama desnudas dándonos placer. —se acerca a susurrarme— Ahora vete con la ricura que te ha venido a buscar, porque no sabes lo mucho que se me acaba de antojar un trío.
—Que asco, es mi hermana.
—Yo no tengo problema si ustedes quieren.
—Púdrete, Daliah.
—Nos vemos pronto.
Se separa y me guiña un ojo, le tira un beso a mi hermana que le levanta una ceja y me mira como diciendo ¿Qué bicho le picó a esta? Me subo a su auto y a medida que avanzamos hablo por fin.
—A mi edad, ya no necesito niñera.
—Ni yo niños que cuidar.
—¿A qué hora te llamó, Matilde, para que vinieras por mí?
—No me llamó, me mandó un mensaje —la miro—, y no fue ella, fue Bianca que estaba preocupada —miro por la ventana— ¿Por qué, Mati, me tendría que llamar? ¿Quién era esa mujer? ¿Qué tienes con ella?
—Por nada a la primer pregunta, Daliah a la segunda pregunta, nada a la tercera pregunta.
—Desde que Matilde ha vuelto a tu vida haces estás cosas, desapareces, no respondes los mensajes y...
—Alma —la freno—, no vayas por ahí sino quieres que terminemos discutiendo. No soy la misma que hace años, sabes muy bien como terminé la última vez que bebí hasta quedar completamente ebria, sé ponerme un freno.
Ella fija su vista al frente y no dice nada más hasta que llegamos a mi departamento, estaciona y no le saca la traba a las puertas, volteo a verla.
—¿Tendré que salir por la ventana? Porque es tarde, estoy cansada y de verdad no me apetece.
—No quiero perderte, Hope, no quiero tener que ir a buscarte a bares borracha, no quiero pasar de nuevo por lo que pasamos hace años.
—¿Y crees que yo si quiero?
—Prométeme que si trabajar con ella es demasiado, si ves que te lleva al límite le dirás a las mamás —suspiro cerrando los ojos—, sino lo haré yo.
—¿Es una amenaza? Porque sabes muy bien que así conmigo no consigues nada y solo lograrás que me aleje de ti.
—Lo sé, pero prefiero que te enojes conmigo con tal de no perderte a que te pierdas de esa manera —le saco en su descuido la traba a la puerta y abro.
—Gracias por tu fe ciega en mí —ironizo mis palabras, mientras intenta tomarme el brazo—, pero ya soy una maldita adulta y no necesito supervisión ni de ti, ni de Bianca, ni de las mamás ¡Siento que me asfixian! —le grito furiosa— Déjenme en paz, puedo lidiar perfectamente con mis malas decisiones y errores, así me arda la vida en ello —cierro de un portazo y me voy.
Alma se marcha luego de un rato, le escribo un mensaje a mi mejor amiga furiosa, pero no se lo mando, respiro y lo dejo en borrador. Abro el chat de Matilde y solo veo su foto, tengo tantas ganas de llamarle, de escribirle y ni siquiera estoy borracha, solo quiero hacerlo, solo quiero ser con ella lo que solíamos ser antes, solo quiero recuperarla, pero eso es imposible, lo supe en la biblioteca en el cumpleaños de Julia, aún en el remoto caso de que ella me perdonara, siempre seré esa Hope que le falló.
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