1 La amo
HOPE
¿Qué tengo de diferente yo con el resto del universo? que de verdad en serio, amo a mi jefa, caí enamorada de ella incluso antes de siquiera saberlo. La amo tanto que a veces sueño que cae fatídicamente de un risco ¿Qué te tiene de fatídico caer de un risco? Que yo soy quien la empuja y ¿Qué tiene de natural empujarla de un risco? Que la gravedad es natural, si supiese volar no caería, porque en mi sueño aterriza en mi cama, entre mis brazos, y definitivamente eso es lo más fatídico ya que la última vez que ambas estuvimos juntas la lastimé de la peor manera, por imbécil que soy, porque no hay otra cosa por la cual yo haya perdido a tan divina mujer, todo fue pura y exclusivamente, mi maldita culpa.
Pero esto no siempre fue así, yo estaba en paz con la idea de que ella y yo ya no estuviéramos juntas ¿dolía? cada día ¿la extrañaba? jamás deje de hacerlo. Pero no tenía opciones, la iba a ver de nuevo y a la final de la última hora, ella se convertiría en mi "jefa".
¿Qué mal yo he hecho para merecer esto? Me pregunté en cuanto subí al ascensor, luego de hacer el ridículo en su oficina. Entonces comencé a recordar mi castigo por tantos males que en realidad si había hecho y me deje de hacer reclamos estúpidos a Dios.
—¿Cómo te fue con Mati? —es lo primero que dice mi mejor amiga y cuñada al teléfono.
—Bian, me quiero morir, hice el ridículo ¿y sabes que es lo peor? —le digo saliendo del ascensor— que ella aún sigue moviendo cada puto punto de mis cimientos como si nos hubiéramos separado ayer y no hace años.
—Me dices lo que ya sabemos todos ¿Alma ya te llamó?
—La acabas de invocar —veo la llamada entrante— te dejo porque sino se pone pesada y no parará de llamarme hasta que hable con ella —llego al estacionamiento y apoyo mi cuerpo contra mi auto y mi cabeza sobre el techo—. Me fue mal, es más lo que sigue a mal —ella se ríe—. Que bueno que te haga gracia, mi desgracia.
—A ver cuéntame que pasó.
Hace un momento.
Mi mamá me había dicho que ahora que llevaba un tiempo trabajando en el bufete y como abogada que se dedica a la parte empresarial, mi tía Julia quería que yo trabajara con Matilde y llevara algunos temas de la empresa que eran delicados contratos millonarios, ya que si bien tiene a la parte legal, prefiere que los números grandes manejarlos con alguien de mucha confianza de la familia ¿adivinan quién es ese alguien de confianza, no? ¿cuantas posibilidades había de negarme a decirle a mi tía y mi madre que no? Diablos ni siquiera suena fácil ¿saben que ellas son mujeres imponentes?
Pero lo intente, lo juro por mi vida que traté de negarme y así es como terminé aquí, frente a JM Company, por tomar el ascensor para subir a ver a la mujer de la cual llevo enamorada desde mis inicios gay, mi primer beso, y quizás mi único amor, ya que lo que siento por Matilde Albrecht, es mucho más que una calentura, eso se los aseguro.
Ahora es cuando llego al piso y se me olvida respirar, el clima es de sonrisas y buen humor, muy diferente de cuando mi tía venía a la empresa, todos le tenían miedo y Dios y yo sabemos que hasta yo le temía a esa mujer, pero pese a la imagen que proyecta es la tía más consentidora que he tenido siempre junto a su genial esposa, la Vicky, que ella es igual de consentidora, pero en la versión amorosa, como lo era Tricia.
—Buenos días, soy Hope Antonopoulos y vengo a ver a Matilde Albrecht —me anuncio con la secretaria— tenía una cita programada con ella para las nueve.
—Antono... me puedes repetir el apellido —por qué mamá tenía que tener un apellido tan complicado e impronunciable y por qué mami, no puso primero el de ella, siempre es lo mismo.
—Mejor te lo escribo —me da un papel.
—No es necesario, ya te encontré por el nombre, la señorita la está esperando, la anuncio y puede pasar —llama con una gran sonrisa, me anuncia y corta—. Dice que pase.
—¿No me acompañas? —ella me mira extrañada— Digo para anunciarme, no sé cual es su oficina.
—No es necesario, es la que tiene su nombre el la puerta, la única con doble puerta. Ella la espera, vaya, le aseguro que no muerde —me dice con una sonrisa.
Bueno Hope a ser profesionales —me digo a mi misma—, no hay porque comportarse de manera estúpida, no creo que ella recuerde la última vez que estuvimos muy cerca y así entré a su oficina, luego de que me diera el permiso de entrar al golpear la puerta. Escuchar su voz me erizó la piel y no la de los brazos debo decir, ella siempre hace estragos en mí.
Respiro hondo, paso y ahí estaba ella, mi crush de toda la vida, sentada leyendo algo en la computadora con un traje ajustado al cuerpo, las piernas cruzadas, el ceño apenas fruncido, tiene anteojos, el cabello tomado y esos ojos verdes que parecen traspasar mi alma en cuanto me miran. No puedo evitar clavar mi mirada en sus labios, ella se cruza de piernas y se remueve incomoda, creo que soy demasiado obvia.
—Hola —dice seria y sin un ápice de emoción—, pasa y por favor toma asiento, si me das un momento que termino de chequear algo y ya te atiendo.
Hice caso a sus palabras y me senté frente a ella, dejando mi maletín a mi lado en el suelo. Dirigí mi mirada a detallar la oficina y cualquier cosa, para obligarme a no mirarla, porque sé que si lo hago de nuevo, si caigo en el error de verla, me quedaría prendada en ella, en lo hermosa que luce, en la mujer que se ha convertido y se daría cuenta que en todos estos años lo único que mi mente ha logrado hacer con ella, es meterla en cada punto de mi corteza cerebral, y grabarla a fuego por cada recoveco de mi mente, porque pienso en Matilde más veces en el día de lo que me gustaría y aún llevo en mi billetera como un dije de la suerte, una de sus cartas que a veces releo y un dije que nos dimos hace tiempo, demasiado tiempo, entre nosotras hay más historia de que la nuestras familias creen.
—La tía me dijo que vendrías.
—Sí, me pidió traerte los contratos personalmente que me dio para revisar.
—Sí, es algo neurótica con eso, aunque le dije que no hacía falta involucrarte, pero entre ella y tu mamá no han dejado de insistir —comenta algo frustrada y me la quedo viendo en cuanto sus ojos y los míos hacen contacto, pero soy la primera en romper el contacto visual, con lo último que pasó no me atrevo a mirarla a los ojos— ¿los tienes aquí? —pregunta tajante ¿será que ahora solo tendré esta versión de ella y jamás me regalará una sonrisa?
—Sí, sí, perdón —que imbécil, me reprendo a mi misma por quedarme como idiota viéndola—. Aquí están —saco las carpetas y se las extiendo, ella comienza a revisarlas y para de golpe como recordando algo de repente, levantándose para darme la espalda.
—Disculpa mi falta de modales —me dice— ¿quieres tomar un café, té o algo fresco? —ladeo la cabeza un poco y me le quedo viendo el trasero que se le marca tan bien con el pantalón que tiene puesto—. Hope —voltea a verme frunciendo el ceño—, estás demasiado distraída —bufa algo molesta—. Mira, tengo demasiado trabajo hoy ¿puedes concentrarte por un momento o vuelves luego?
—Puedo concentrarme.
—No parece — deja una botella de mi refresco favorito sobre el escritorio con un vaso de vidrio y vuelve a su lugar a leer los papeles que le deje, pero vuelve a levantar la mirada y mirarme suspirando—. Están bien, más que bien diría yo, ellas tenían razón.
—¿Eso es un problema?
—En parte sí. De ahora en más trabajaremos juntas, en realidad no juntas, tú trabajaras para mí — bufo con una risita— ¿algún problema con eso? — mi actitud no le ha gustado una mierda.
—¿Serás mi jefa? —se queda callada y aprieta su quijada, quizás soné demasiado arrogante.
—Sí, después de todo voy a pagarte por tus conocimientos y muchas opciones la verdad no me quedan —deja sus anteojos a su lado y sé que sino me arranca ahora mismo la cabeza con las manos es porque la sangre mancharía el suelo y ella odia la mugre—. Escucha, Hope —dice mi nombre de manera bastente amarga—, por mí fuera ni siquiera habría sugerido tu nombre, pero las tías insistieron, y créeme hice todo lo posible para negarme, pero cuando el imbécil de abogado a cargo del departamento legal filtró información y nos cagó un cierre, tu nombre apareció como el oasis del desierto, aún así me negué y cuando no tuve más excusas de porque no te quería trabajando PARA mí, tuve que ceder, pero que te quede claro que lo que menos quiero es verte la cara —dice seria, tajante y con algo de rabia. Respira profundo y vuelve a su compostura ¿tanto me sigue odiando?—. Deja nuestro pasado donde debe estar, ese es un error que no pienso volver a cometer —frunce el ceño y se tensa, sé que miente lo acabo de ver, se olvida que la conozco más que a ella misma, y nosotras, lo que tuvimos, fue todo, menos un error—. Si no vas a poder con esto, hablaremos ambas con ellas y...
—Sí, puedo.
Aunque parezca odiarme, no voy a desperdiciar la oportunidad de verla de nuevo, siento que si esta vez me marcho, será una despedida para siempre y no quiero que sea para siempre, tal vez si hago las cosas bien pueda recuperarla, algo de todo lo que sentía por mí debe quedar, me niego a aceptar que ella ahora solo me odia y aunque sé que tuve la culpa de mucho, de todo en realidad, también sé que no soy la de antes y que haberla perdido por ser una idiota, ha sido el error más caro que me tocó pagar.
—¿Tregua? —digo con el tono de voz más suave que puedo tener.
—Tregua, Antonopoulos.
Me levanto para extenderle la mano y en los nervios, tiro el refresco sobre el escritorio, mojando los papeles que les acabo de dejar, mojando su ropa, su teléfono y casi la laptop, ella me mira exhalando y cerrando los ojos. Me acerqué a ella para intentar limpiarle los pantalones y pronto su mano me agarra la muñeca y me aparta.
—Solo vete de mi oficina, trae de nuevo estos papeles y déjaselos a mi secretaria —suelta mi mano.
Me paro nerviosa, por su toque, por la cagada que me mandé de tirar el refresco, por sentirla cerca, porque siempre que la he tenido cerca, nunca he sabido como reaccionar y esta vez no ha sido la excepción. Tomo mi teléfono y salgo casi que corriendo de la oficina, llego al ascensor, donde aprieto el botón repetidas veces como si esa acción lo fuera hacer llegar mucho más rápido y aquí estoy ahora en el estacionamiento, lamentándome sobre mi auto con mi hermana al teléfono, que ni siquiera se ha reído de la situación como pensé que quizás lo haría.
—¿Y sabes qué es lo peor? —suspiro— que parece un buen vino, mientras más pasa el tiempo mejor le sienta, Dios si la hubieras visto Al, te juro que me entenderías. Fui una completa y total idiota, y no sabes cuanto me arrepiento de no haberte escuchado antes, la perdí como una imbécil.
—Hope —ella suspira intentando buscar las palabras del otro lado de la línea.
—Yo estaré bien, lo prometo, solo tengo que ver al amor de mi vida frente a mí, de vez en cuando y frenar las ganas que tengo de besarla, de arrodillarme ante ella y pedirle perdón hasta que me perdone y disimular todo el amor que llevo acumulando desde hace años que me late en el pecho cada vez que la veo así sea por foto —me separo del auto y entonces me doy cuenta de que me dejé mi maletín en su oficina—. Al, debo irme, tengo que volver a buscar el maletín que deje en su oficina. Dios este puto día no está saliendo para nada como lo planee.
Le corto y volteo para encontrármela a ella parada a mi espalda, revisando su teléfono ¿desde cuándo está ahí? ¿qué tanto escuchó? miro las puertas del ascensor cerrarse y supongo y espero, que apenas haya llegado y no escuchara mi cursi declaración de amor. Bajo la mirada a sus manos y veo mi maletín.
—Sigues siendo igual de distraída —deja el maletín frente a ella en el suelo, para finalmente guardar su teléfono mirarme—. Te dije que tenía un día ocupado hoy y tengo que bajar a traerte tu maletín.
—Iba a subir por él.
—Llegaste al estacionamiento sin darte cuenta que no lo traías ¿tanto miedo me tienes que huyes de mí?
—No te tengo miedo.
—Pues deberías —me dice sosteniéndome la mirada—. Ya no soy la ingenua chica que desde los 15 años que se moría por ti.
—¿A qué viene todo eso?
—Solo quiero aclarar ese punto, no volveré a dejar que me lastimes —vuelve a sacar su teléfono, para distraerse con algo sin mirarme—. Recuerda dejarle las carpetas a mi secretaría no es necesario que me arruines otro traje, adios.
Así como vino, caminó hasta el ascensor con su andar seguro y se marchó, me sostuvo la mirada de manera altiva de brazos cruzados y juro que antes que las puertas de ese ascensor se cerraran, ella soltó un largo suspiro que si alcance a ver. Al parecer no soy la única afectada y eso me da alivio, pero sé que ella me hará las cosas de muchas maneras, menos fácil.
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