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II

Polaris Noelle

Tres días más tarde, aburrida de estar encerrada en la habitación que me habían cedido los Piratas Corazón mientras estuviera bajo sus cuidados, decidí aventurarme a salir. Nadie me había negado la opción de pasear por el lugar y mi falta de interacción humana (pues solo hablaba un pequeño rato con Ikkaku-san y Law-san en sus visitas rutinarias) me empujaba a buscar algo de vida lejos de esas cuatro paredes.

Sin hacer movimientos bruscos, bajé de la cama y me puse la bata. No podía caminar con la normalidad que me gustaría debido al corte de mi costado derecho, pero Law ya había dado el visto bueno para que me pusiera en pie y anduviera por la estancia. De tal manera, asumí que un corto paseo por la embarcación no me mataría.

Abrí la puerta y el pasillo, oscuro y silencioso, me engulló al instante.

—¿Hay alguien? —Cerré al salir del cuarto—. ¿Law-san? ¿Ikkaku-san?

Nadie respondió.

Me decanté por seguir caminando hasta tropezar con alguien. Fue un trayecto más que curioso porque aquel túnel no acababa en ningún punto. Solo se prolongaba más y más, como si no hubiera un final. Todas las luces que encontré eran artificiales. Algunas de ellas parpadeaban cada tantos segundos y la idea de que no estuviéramos en la superficie cobró peso.

El cansancio ya me atizaba cuando el recorrido se bifurcó y, al girar hacia la derecha, apareció una sala amplia y espaciosa en la que, finalmente, había formas de vida.

—¡Noelle-san! —gritó una de las personas que ocupaban la mesa principal. La mujer que me llamaba no podía ser otra que Ikkaku, y así lo ratifiqué al ver cómo se levantaba y me saludaba con su alegría de siempre—. ¿Estás mejor?

Ella se apresuró a venir a mi encuentro. Me tendió su brazo para no tener que esforzarme a la hora de caminar.

—Gracias —Le di las gracias y seguimos andando—. ¿No estábamos en un barco?

—Bueno, en realidad es un submarino. Es algo extraño para unos piratas, pero no deja de ser nuestro hogar —Descifró la incógnita—. ¿Cómo te encuentras?

—Bien. No estoy tan mareada.

Ikkaku respiró mejor tras oírme decir aquello. Era importante que los mareos descendieran en número y en magnitud. Su descenso suponía que mi mente tenía unas condiciones más favorables para que los recuerdos fluyeran cuando estuvieran preparados.

—Aun así, no deberías haber salido de tu cuarto. Todavía estás en observación. Tus heridas no se han curado —Me riñó, y con conocimiento de causa.

—Lo sé. Solo necesitaba pasear un poco —Intenté disfrazar mi poca responsabilidad.

Sin darme apenas cuenta, habíamos llegado a la gran mesa que presidía el salón. Un apetitoso olor me golpeó y, solo entonces, distinguí unas cocinas en el flanco izquierdo.

—¿Quieres comer con nosotros, Noelle-chan?

El chico que me lo preguntó llevaba un gorro que simulaba a un pingüino. A su lado, otro chico traía puesto un gorro de ... ¿Orca? ¿O tiburón? No supe muy bien de qué se trataba, pero lo que sí me quedó claro era que aquellos accesorios formaban parte de su atuendo habitual por la comodidad con la que se desenvolvían aún llevando unos gorros tan extraños y característicos.

—¿Puedo? —Dudé.

—¡Por supuesto! —exclamó Ikkaku.

Me indicó qué lugar tomar en la mesa y corrió a ayudarme para que la herida no supusiera un mayor problema.

—Yo soy Penguin y él es Shachi —Se presentó el chico del pingüino en la cabeza—. ¡Hakugan, Jean Bart, venid aquí! —gritó a unos compañeros que se asomaron desde las cocinas—. ¡Ella es la invitada del Capitán! ¿No queríais conocerla?

Estos también me saludaron, pero dijeron que estaban terminando de preparar la comida y que nos acompañarían enseguida, así que me senté al lado de Ikkaku y subrayé un detalle de la presentación de Penguin-san.

—No sé si "invitada" es la palabra ... —comenté.

—Claro que lo eres —Estableció Ikkaku rápidamente.

—Me arrancó el corazón —Le recordé el desagradable suceso.

El hueco en mi pecho estaba ahí y la desazón que sentía cada noche al no sentir los latidos de mi corazón hacía que me viera todavía más sola.

—Pero lo tiene a buen recaudo —replicó Shachi—. El Capitán es muy desconfiado y siempre es precavido con los desconocidos, pero te lo devolverá antes de que te des cuenta.

—Sí. Ladra mucho y muerde poco —Secundó Penguin con una grata sonrisa.

—¡Eh, vosotros! —clamó alguien—. ¿Por qué hacéis tanto rui... ?

Giré mi tronco todo lo que el costado me permitía. Law me identificó en aquella mesa antes de terminar su reclamo.

—¡Capitán! —lo llamó Penguin, feliz de ver a su superior—. ¡Venga a comer con nosotros!

Con el ceño fruncido y su típica cara de recelo, obvió la invitación de su compañero y se concentró en mí.

—¿Qué haces fuera de tu cuarto? —cuestionó, bastante incómodo con ello.

Apreté los labios.

Salí porque él nunca me negó la posibilidad de atravesar su submarino, pero temí que, si le preguntaba, me lo prohibiera tajantemente. No pretendía investigar su nave ni poner trampas ocultas o informar a un enemigo inexistente acerca de las rutinas de los Piratas Corazón. No obstante, Trafalgar Law me observaba como si fuera capaz de hacer hasta la última de esas cosas.

—¿Tengo prohibido salir? —le pregunté.

—No quiero que husmees —Se posicionó.

Tal y como supuse.

No quería generar un problema para él ni para el resto de su tripulación. Ellos estaban siendo cordiales conmigo, pero, si no era del gusto de su capitán, solo acataría lo que él decidiera y no me quejaría del aislamiento. Ya era una carga para ellos.

Sin más que pensar, me incorporé.

—Chicos, será mejor que vuelva a ...

—¡Ni hablar! —chilló Ikkaku de repente. Se puso en pie, enfurecida—. Capitán, ¿qué cree que va a hacer? Sigue convaleciente. Además, íbamos a comer. Mejor hacerlo todos juntos —Expuso sus argumentos.

Por las caras de Penguin y Shachi, intuí que tampoco apoyaban el parecer de Law. Su malestar no se reflejaba con la misma intensidad que en el caso de Ikkaku, quien podría haber comenzado una pelea con su capitán únicamente por lo que ella consideraba una injusticia descomunal. Yo apenas había visto unas pocas interacciones entre Trafalgar y ella, pero era más que evidente que Ikkaku era una fuerte influencia en las decisiones del Capitán y, en aquella ocasión, sentí a la perfección cómo la ira de la chica calaba en el espíritu de Law.

Él se tragó lo que quería decir y dio su brazo a torcer porque pelear con Ikkaku-san no debía ser uno de sus pasatiempos preferidos.

—Haced lo que queráis —Accedió, a pesar de lo poco que le gustaba tenerme suelta por su base—. Me voy a mi despacho —confesó antes de volver hacia el pasillo.

—¿No se queda? —inquirió una Ikkaku mucho más relajada, incluso preocupada por haber hablado en un tono incorrecto—. Prometimos que comeríamos juntos más a menudo.

Trafalgar Law ni siquiera se giró hacia su subordinada.

—Hoy no, Ikkaku.

Y desapareció en la oscuridad de aquel submarino.

Fue tan solo un momento, pero la culpa me embriagó.

—Siempre tan sombrío ... Con lo bien que lo pasamos cuando estamos todos reunidos —dijo Ikkaku mientras se sentaba.

—Está más preocupado que de costumbre. No tiene ganas de divertirse —explicó Penguin.

—Por lo que pasó en Rain Cros, sí ... —Coincidió Shachi.

—¿Y qué pasó? —Me pronuncié yo.

—¿Sigues sin recordar nada? —preguntó Penguin.

—Tengo la mente en blanco —Les revelé—. Como si no hubiera vivido antes de despertarme en vuestro submarino.

Había lástima en sus rostros. A pesar de no conocerme, empatizaban conmigo y, algo todavía más importante, confiaban en mí. Sabía que Law se mantenía neutral y que, aunque trataba de ocultarlo, seguía teniendo sus reticencias a mi historia. Al no poder comprobar de manera científica si ese hueco en mi memoria era real, todo lo que le quedaba era fiarse de mí, de una persona en la que no confiaba por razones más que lógicas. Por eso, que sus compañeros no tomaran mi relato con escepticismo, me conmovía profundamente.

—Pero recuerdas tu nombre y tus poderes —alegó Shachi, esforzándose por animarme.

—Sí —Afirmé y probé a sonreír, pues esos chicos no se merecían contemplar la ansiedad en mis facciones—. Al menos, eso sigue siendo mío.

—¿Y qué clases de poderes son esos? —Curioseó Penguin.

Llevaba varios días a la espera de conocer qué había tras aquel suceso en Rain Cros. Sin embargo, valoré su intento por cambiar de tema y hablar de algo más alegre, menos deprimente.

—¿Tenéis un vaso de agua?

Shachi no tardó en ofrecerme el suyo.

—Toma.

Rodeé el recipiente con mis dedos y me preparé para activar esa parte de mi organismo.

—¿Eran poderes de hielo? —Titubeó Penguin.

—No exactamente. Puedo bajar la temperatura de todo lo que toco —El agua se congeló al cabo de dos segundos, sacando suspiros de asombro entre mis espectadores—. ¿Veis?

—¡Se ha congelado! —exclamó Ikkaku, verdaderamente sorprendida.

—Es increíble —Me halagó Shachi.

—También puedo devolverlo a su estado natural o generar un ambiente frío si me lo propongo —Añadí a la lista.

—¿Y a qué te dedicas? ¿También eres pirata? —dijo Ikkaku-san sin ninguna clase de maldad—. Con unos poderes así, muchas tripulaciones querrían tenerte entre sus filas.

Tímida, contesté con lo único de lo que disponía en plena sequía de memorias.

—No ... No estoy segura.

Los tres callaron, conscientes de que la falta de conocimiento sobre mi vida hasta entonces iba más allá de lo que pudieran imaginar.

—Vaya. Debe de ser muy frustrante no tener ningún recuerdo de tu vida —contestó Shachi, alicaído.

—Sí, pero estoy segura de que recordaré quién era —Aseguré, tratando de continuar estoica ante la inseguridad con la que me despertaba cada mañana—. Es imposible que todos esos recuerdos hayan desaparecido —Razoné.

—¡Esa es la actitud, Noelle-chan! —Me apoyó Ikkaku—. ¡Jean Bart, trae un plato para ella! —Le pidió a su compañero, que no salía de la cocina.

—¡Marchando!








02/06/2024

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