Capítulo 8
Llamo a Sergio cuando Carla me deja en la rehabilitación para informarle de que Tobías rompió el cristal con el puño para sacarme del coche. Eso explica la sangre, sin embargo, aún queda el interrogante de la otra sangre. ¡Mierda! Debí preguntar si había alguien más con él. Le cuento lo que he descubierto.
—¿Estaba solo?
—No sé.
—¿No decías que ibas a averiguarlo?
Resoplo.
—Sí, sí, pero se me olvidó. Sólo vi lo del puño y le pregunté si fue...
—¡¿Que le preguntaste qué?! —Grita. Empieza a decirme por qué no debería contarle nada a él, pero me aparto el móvil de la oreja hasta que se calma—. Apenas lo conoces, Érica. ¡Por Dios!
—Sergio deja de decime qué debo preguntar y qué no —le digo más calmada de lo que lo hubiera hecho ayer. La verdad es que desde que Tobías y yo quedamos me siento muy bien y quiero seguir así.
—Érica, si quieres que te ayude en esto tendrás que seguir mis consejos. Aquí el criminólogo soy yo.
Vuelvo a resoplar.
—¿Sabes? Odio cuando te pones así. ¿Te crees un sabelotodo o qué?
—Tú piensas que, si él está implicado en eso, te lo va a decir por las buenas. ¡Te va a engañar!
—¿Por qué piensas que está implicado? ¡No ves que me salvó!
Se produce una pausa y la aprovecho para respirar hondo.
—Mira, Sergio, no quiero discutir. Además, quiero contarte algo. ¿Puedes venir hoy a casa?
—Sí, te recogeré de la rehabilitación.
Colgamos con una breve despedida y me fumo un cigarro antes de entrar.
~
Cuando son las diez y media salgo y llamo a Sergio para ver dónde está. Nos encontramos en una calle donde ha podido pararse y me subo a su coche. Durante el camino hablamos sólo de la rehabilitación. Le digo que voy mejorando.
—Pero ayer pasó una cosa. Tobías creyó que era por el ejercicio, pero ya me ha pasado varias veces después del accidente.
Sergio alza una ceja.
—¿Tobías?
Le ignoro por ahora.
—No dejo de tener alucinaciones y las últimas han sido con mis padres biológicos. —Le narro y al ver que no dice nada, le llamo—: Sergio —me mira.
—Perdona, te estoy escuchando —mira otra vez hacia delante.
—Mamá estaba enferma.
Justo llegamos a la puerta de casa y aparca el coche justo enfrente.
—¿Estás recordando cosas o eso forma parte de la alucinación?
—Eso era un recuerdo. Ella tenía dolores de cabeza, no sé qué puede ser.
—Lo investigaré. ¿Has recordado su nombre?
—Se llama Elia. Creo..., creo que está... No sé qué pensar, Sergio, yo...
Se me llenan los ojos de lágrimas y sollozo un poco. Nos sentamos en el sofá.
—¿Lo has recordado también? —Sabe a lo que me refiero.
—No, pero tuve una alucinación y ella estaba llena de sangre, muy pálida...
—Eso no tiene nada que ver —me interrumpe.
Intento pensar en que cuando soñé papá y mamá lloraban. Yo era una niña y no comprendía bien la situación, sólo sabía que algo iba mal. Me quedo callada y Sergio está pensativo. El silencio empieza a ser largo por lo que me acomodo en el sofá.
Sergio lo interrumpe de repente.
—Si fuera miembro de la policía podría buscar su nombre y ver qué mujer cuadra con ese historial médico —hace una gran pausa.
—O podríamos... ¡decirle a Eva que lo busque! —Decimos al unísono.
Reímos un poco. Creo que es la primera vez que nos pasa esto. Normalmente somos diferentes en lo que respecta a nuestros pensamientos.
—¿Crees que querrá? —Le pregunto bajando la voz.
—Háblale de lo que te ha pasado durante la sesión de mañana y pídeselo —le miro con cara de que eso no será tan fácil—. Venga, Érica, tú ponle cara de pena.
—Es fisio, Sergio, no sé si tendrá acceso a eso. Y, además, ¿no me dices que no hable de estas cosas con la gente?
—Pero ella no tiene nada que ver en el accidente.
Gruño. Sólo puedo hablar del accidente con quien a él le interesa, ¿no? No obstante, lo reflexiono. Quiero saber quiénes eran mis padres. Es lo que más quiero ahora. Estos sueños, alucinaciones o lo que sean me están comiendo la cabeza. ¡Quiero saber todo lo que pasó!
—¡Vale, lo haré! —Exclamo y le señalo con el dedo—. Pero solo porque quiero saber quiénes son.
Sergio sonríe maliciosamente. Nos quedamos en silencio un par de minutos.
—De todos modos, investigaré con los recursos que tengo —tuerce la boca—. Menuda mierda, podría ayudarte más si estuviera en comisaría. Maldita sea.
—No te preocupes, ya estás haciendo mucho por mí. Y deberías volver al trabajo.
Pone los ojos en blanco.
—Tengo que irme. Es hora de comer.
Se levanta del sofá y camina hasta la entrada.
—Sergio, es en serio. Vuelve al trabajo y si hay algo que investigar ya se ve, pero por ahora estás perdiendo el tiempo.
—Vale, volveré. Adiós, Érica.
Le despido con la mano y empiezo a preparar la comida. Sergio es demasiado precavido. Aún no hay casi nada para investigar, debería hablar quizás con el camionero. Es posible que la sangre sea suya al intentar ayudar a Tobías a sacarme del coche.
~
Un nuevo día amanece y Clara me recoge de casa. Le explico que ayer fui a casa de Tobías y que pasamos la mañana juntos. Ella se pone a bromar sobre qué pasó. Le cuento lo que me sucedió corriendo y ella piensa como Tobías: que es cosa del ejercicio o del accidente. Le pido que sólo me traiga a la rehabilitación esta semana porque no quiero quitarle más tiempo. Ya me las apañaré para ir a la rehabilitación la semana que viene. Me dice que ha hablado con el jefe de mí y que él le ha comentado que puedo empezar cuando quiera.
—Tengo que cambiar las citas de rehabilitación para por la tarde, cuando acabe el trabajo, y empezaré la semana que viene, díselo.
Clara asiente. La he notado nerviosa cuando hablaba de su conversación con el jefe.
—Sabes que el jefe ha dejado a la novia.
Lo dice de súbito. Abro la boca de par en par. ¡¿Cómo?! Hace ya que no sé nada de ellos, pero no me esperaba que estuviesen mal. Creo que me estoy oliendo algo.
—¡Lo sé! ¿Tienes algo con él?
—¡No! Érica, por Dios —hace una pausa y baja el tono de voz—. Pero me lo ha dicho él mismo, en persona y eso me da por pensar. Creo que nunca ha dejado de gustarme. Sólo he ignorado ese sentimiento, ¿entiendes?
Me tapo la boca con las manos. ¡Acabo de descubrirlo todo!
—Lo sabía.
—Pero no saquemos conclusiones aún —me interrumpe—. Es mejor esperar a ver qué pasa.
Gruño en mis pensamientos. Esto me pasa por no trabajar: ¡no me entero de nada! No suelo ser cotilla, sin embargo, hacía tiempo que me olía que ella seguía enamorada de él y lo que pasó la mañana de antes de mi accidente dejaba un gran interrogante en su historia de amor. No se lo digo, pero creo que al jefe le gusta Clara. Si se lo ha hecho saber en persona, es por algo.
En todo que me bajo del coche, comienzo a ponerme nerviosa porque no sé si Eva estará dispuesta a hacer lo que le voy a pedir.
Tras veinte minutos de espera, nos saludamos y empieza la sesión. Ella me habla de que este viernes su novio la va a llevar de fin de semana a un lugar sorpresa por su segundo aniversario. Aprovecho el tema para inventarme que el aniversario de mis padres es también esta semana y de esa forma le empiezo a contar que soy adoptada. Ella, al principio, se sorprende porque no lo sabía. Después, me sincero con que sólo recuerdo que mi madre biológica se llama Elia. Esta vez se lleva la mano a la boca, como impactada.
—¿De verdad que no recuerdas nada?
—No... Mis padres no pudieron saber nada sobre mi pasado. Nunca he intentado averiguar por qué, temo que sea algo malo.
—Vaya, lo siento mucho.
Asiento.
—Lo que más me gustaría saber es al menos sus nombres completos. Mi verdadero apellido, ¿sabes? Para así poder saber si siguen... —Se me corta la voz y empiezo a ponerme triste—. Ya sabes, vivos.
—Oh, por supuesto que deben de seguir vivos, ten esperanza.
—No sé. Recuerdo que mamá estaba muy enferma.
—¿De qué?
—No sé el nombre de la enfermedad. Tenía dolores de cabeza muy fuertes, apenas tenía fuerzas, el cansancio la podía a veces y su apetito era casi inexistente. Últimamente no dejo de darle vueltas a lo que he recordado porque de pequeña no recordaba nada de nada.
—Debió de ser traumático.
La frase que acaba de decir deja un hueco en mí. ¿Qué ocurrió? Joder, tengo que pedírselo, ahora. No va a querer hacerlo, seguro que no. Debo intentarlo. «Vamos, Érica». El silencio ha inundado nuestro espacio.
—Creo que podría tener cefalea tensional. Muchos pacientes la sufren.
¿Muchos pacientes? ¡Joder! Así será más complicado buscarla.
—¿Crees que podré descubrir de alguna manera quién era ella?
—¿Te refieres a averiguar su apellido y su historia?
Asiento con ímpetu.
—Quizá en comisaría.
Me rasco la nuca como dándole a entender que no es algo viable.
—Sí, lo he pensado, pero yo y la policía no nos llevamos muy bien. No investigaron apenas el accidente dejando muchas incógnitas sin resolver que podría derivar en un intento de asesinato.
—Érica, ¿me estás diciendo que intentaron matarte? Es algo muy grave.
—Lo sé, pero... No sé cómo explicarte. ¿Puedes venir esta tarde a casa? Sergio sabrá cómo explicártelo todo.
—¿Sergio? ¿Tu ex?
—Sergio me está ayudando a recoger pruebas para luego llevarlas a la policía —miento en lo que respecta a la policía.
—Ah, vale. Pero me es imposible ir esta tarde, hoy trabajo todo el día. ¿Esta noche?
Asiento. Nos quedamos calladas.
—Lo que más me importa de todo es conocer el nombre de mi madre. Nos abrirá muchas puertas como el lugar donde nací.
~
Una vez terminó la sesión, le pedí que me pusiera el resto de las sesiones de la semana que viene en adelante por la tarde. Dice que a las nueve estará en mi casa. Le he dicho mi dirección. Parece que está interesada en saber de mi historia. Espero que así quiera echarnos una mano.
He llamado a Sergio para que cuando saliera de trabajar viniera a casa. Llegará a las ocho y media. No le he contado mucho. Seguro que piensa que es inadecuado lo que he hecho. Toca el timbre. Le he dicho a mi madre que venían dos amigos a visitarme. Cuando abro la puerta, me estalla un interrogatorio en la cara.
—¿Has averiguado algo? ¿Por qué no me dices las cosas por teléfono? Me has tenido en ascuas todo el día.
—Pasa, va a venir Eva.
—¿Cómo que viene Eva? ¿Le has pedido eso? ¿Nos va a ayudar?
Le tapo la boca y le digo que se calle.
—¡Deja de hacer preguntas!
Lo subo a mi habitación de la mano y deprisa. Dentro, le explico todo. Sergio no ha dejado de interrumpirme con preguntas como «¿y qué te ha dicho?» o frases como «tiene mucho interés». Sobre las nueve alguien más toca al timbre. Bajo a por ella, pero antes mi madre aparece y le abre la puerta. Las presento y subimos a mi habitación. Le digo que Sergio ya está aquí. Cuando abro la puerta, Sergio está sentado en mi cama y le digo a Eva que se siente donde quiera. Lo hace al lado de Sergio por lo que yo opto por sentarme en la silla del escritorio y ponerme enfrente suyo. Al verse, él se levanta y ella parece que se queda extrañada por su gesto. Será por el tiempo que llevan sin verse. Se saludan y empezamos a hablar:
—Sergio, cuéntale lo que tenemos.
Mi ex empieza a contarle la historia omitiendo algunos detalles como las manchas de sangre y todo lo que respecta a pruebas del siniestro. Se centra en mis recuerdos y en convencerla de que hay algo detrás de todo esto. Eva escucha atentamente y asiente de vez en cuando con la cabeza. Cuando Sergio termina su monólogo, hablo yo:
—Por eso, necesitamos conocer los nombres de mis padres verdaderos. Podríamos averiguar muchas cosas de mi pasado que aún no he recordado. Tengo demasiado por recordar: todo mi pasado y qué ocurrió en el accidente.
—¿Y qué puedo hacer yo aquí?
Capto la mirada de Sergio y éste comienza a hablar:
—Verás, no sé si Érica te lo ha dicho o no —yo niego con la cabeza—. Creo que existe la posibilidad de buscar a la madre de Elia en el historial médico.
A Eva le cambia la expresión de la cara por completo.
—Lo primero, eso es confidencial, información privada que reservamos...
—Pero es su madre.
—Bueno, en ese caso... ¡Aun así yo no pienso hacerlo! Si me pillan sacando información...
—Lo haremos nosotros —la corto.
Sergio y Eva me gritan casi al unísono:
—¡¿Qué?!
—No es para tanto, nos colamos y buscamos. Además, Sergio tú ya tienes experiencia con estas cosas.
Sergio niega ligeramente con la cabeza mientras esconde una sonrisa.
—Yo debo irme, chicos, mi novio me estará esperando para cenar. Veré que puedo hacer para ayudaros a entrar sin que os pillen. Creo que hay un despacho que está desocupado ahora. Vamos hablando.
Sergio y yo asentimos y la despedimos hasta mañana.
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