Capítulo 20
En el momento en que aparece con papá atado de manos y apuntándolo con un arma, tanto Sergio como yo nos quedamos inmóviles. No obstante, él reacciona primero e intenta hacer fuerza contra Tobías. Éste último es más fornido, se revuelve y además alza su puño para golpear a Sergio.
Me siento impotente. No sé qué hacer para salir de esta.
—No te lo volveré a repetir, ¡tira el maldito teléfono!
Empuja a papá, que pierde el equilibrio y cae de rodillas. Sin más preámbulos dejo el móvil en el suelo y levanto ambas manos. Desvío la mirada hacia los dos que se están peleando. Mi ex está quemando toda su adrenalina. El padre de Tobías los observa con suma atención, esperando algo. Tobías empieza a ganarle y acaba por hacer una maniobra en la que Sergio queda en el suelo cogido por el cuello. Mi corazón da un vuelvo. Está ahogándole.
—¡Tobías, para! ¡Lo vas a matar!
Su agarre no cesa. Sergio hace lo posible por detenerle, le araña los brazos e incluso la cara, pero no hay manera. Estoy a punto de lanzarme hacia Tobías cuando su padre saca un arma y dispara al aire. Me encojo por instinto y cierro los ojos. Al abrirlos, me doy cuenta de que Tobías ha dejado de ahogarle y le presta atención a su progenitor.
—Basta de tonterías. Ya veo cuáles son tus planes, hijo mío, eres la deshonra de esta familia —hace una pausa, en la que se toma su tiempo para mirar con desprecio a Tobías—. Qué bien que hayas escogido este lugar para reunirte con la hija de mi traidor. Así cuando lo mate estará cerca de su tumba.
Ahogo un grito. Miro a mi padre y sé que es el momento de pasar a la acción. Sergio sigue en el suelo y Tobías está sobre él, reteniéndolo. Saco la navaja y en un movimiento rápido se la coloco a Tobías en el cuello. Mi expresión no dice otra cosa más que rabia e ira.
—¡Suelta a mi padre!
—Érica, no quieres matarme, quítame esto del cuello.
En un milisegundo vislumbro a Sergio sonreír. Seguramente se está riendo de las palabras de Tobías. Fulmino con la mirada a su padre.
—No voy de farol. Es mi padre o él, para mí es fácil la elección —lo señalé con la barbilla—, ¿qué eliges tú?
—Niñata tonta, ¿qué crees que estás haciendo?
—¡Suéltale! —Grito mientras clavo el filo de la navaja en la piel de Tobías.
—¡Érica! —Chilla él, es muy probable que esté empezando a sangrar, pero eso no me va a detener.
—Está bien —cede, levantando las manos y dejando libre a mi padre.
Rápidamente, se incorpora y viene hasta donde estoy yo. Le insto a que tire el arma, no obstante, su rostro se retuerce en una maléfica expresión de alegría cuando me apunta desde su posición.
—Ahora suelta a mi hijo.
—Tira el arma.
Niega.
—Érica, haz lo que dice —me susurra mi padre. Le hago caso, él lo conoce mejor que yo.
Libero a Tobías, quien se levanta y deja en paz a Sergio. Miro el arma blanca que tengo en mi mano y me doy cuenta de que tiene un hilo de sangre. Alzo la mirada para ver el pequeño corte de Tobías, apenas un arañazo. Se ha quedado a un lado del enfrentamiento, más cerca de mí que de su padre.
Mi ex se pone en pie, al tiempo que la pistola se mueve hasta apuntar a mi padre.
—¡¡NO!! —Casi me desgarro la garganta cuando suena un disparo.
Mi corazón se acelera. Tobías ha empujado a su padre, intentando que el arma se desviara. Las sirenas de policía suenan demasiado lejos de mi alcance. Sergio me llama, pero le oigo como si estuviese debajo del agua. Me volteo hacia mi padre y veo que su hombro está sangrando.
—¡Papá!
Las lágrimas caen de mis ojos a borbotones y me nublan la visión. Él asiente, dándome a entender que está bien, pero le han disparado... Sergio me intenta decir algo. Sólo soy capaz de ver los ojos de papá, de alguna manera, en ellos me veo a mí misma cuando tenía siete años. Mi pecho se infla y desinfla descontroladamente.
—Érica, tranquila, la bala sólo le ha rozado —me toma por los hombros e intenta que lo mire—. Se pondrá bien.
Suspiro y asiento. Unos agentes ayudan a mi padre y llaman a una ambulancia para que le atienda. Abrazo fuerte a Sergio y lloro en su hombro.
—¡Cuánto dramatismo! —Escupe Joaquín.
—Queda detenido. Tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que diga podrá ser utilizado en su contra —le informa un policía, al tiempo que lo esposa.
Tobías, por su parte también está siendo detenido. Antes de que el agente habrá la boca, Sergio se adelanta y le dice firmemente:
—Tobías, quedas detenido. Que te vaya bien en la cárcel.
Le da una sonrisa maléfica y se voltea de nuevo hacia mí, mientras el policía termina de darle su derecho a permanecer en silencio.
—Me he quedado en la gloria, así te lo digo.
Sonrío. No sé cómo lo hace, pero hasta en un momento como este consigue hacerme reír. Cojo su cara entre mis manos y le dejo un beso en los labios. Él se sorprende, aunque no tarda en seguirlo.
—Me alegro de que estés bien, Érica.
Nos acercamos a la ambulancia, donde están curando a mi padre. Sergio tenía razón, la bala únicamente le ha rozado. Dejo escapar el aire. Todo ha terminado bien.
Después de haber informado a mis padres de lo sucedido, de que me renegaran por haber quedado con Tobías sabiendo lo peligroso que era, se alegran de que tanto yo como mi padre biológico estemos bien. Subo a mi habitación junto con Sergio para recoger unas cosas e ir al hospital, donde han llevado a papá para hacerle un chequeo.
Mi ex (bueno, ya no estoy en posición de decir eso) me pide hablar un momento. Él se sienta en la cama y yo en la silla.
—¿Qué ocurre?
—Érica, lo que pasó... —Se detiene un momento y luego lo suelta todo atropelladamente—: No me dejaste que te explicara en su momento. Yo nunca besé a Eva. Se lo inventó tu mejor amiga, ya sabes que le gustaba y que quería que cortaras conmigo. Por su culpa, terminamos nuestra relación y...
—Shh —lo callo—, ¿has dicho Eva? ¿Besaste a Eva?
—¡Te acabo de decir que no! Tonteó conmigo, pero...
Suelto una risa.
—Así que por eso me preguntó por ti en la rehabilitación. Se sorprendió de que rompiéramos...
—¡Porque no me besó! No fue nada.
—¿Seguro? Sólo le vi la espalda cuando fui corriendo después de que mi "mejor amiga" me avisara.
—Que sí, de verdad. Te quiero más que a mí mismo, Érica.
Negué con la cabeza.
—Tienes que quererte.
—Yo me quiero, pero a ti más.
Me acerco a él mientras le susurro que yo también lo quiero cuando suena su móvil. Con pesadumbre, descuelga. Se aleja un poco hacia la ventana para oír mejor. Al finalizar, me mira confuso.
—Era el inspector, quiere verme en comisaría.
—¿Qué has hecho ahora?
—Nada —se encoge de hombros—. Te dejo en el hospital y me paso por allí. Luego voy de nuevo a por vosotros.
Asiento y nos ponemos en marcha.
El hospital me sigue pareciendo un lugar aterrador, con sus padres blancas y enfermeros de un lado para otro. Mi padre está mucho mejor, le han curado y tapado la herida, por el resto está perfectamente. Sonrió y le abrazo. Siempre me había preguntado cómo sería abrazar a mi padre biológico... Ahora lo sé. Es maravilloso, me siento en casa, a salvo, en otra época. Unas lágrimas ruedan por mis mejillas.
—Érica, no llores, estoy bien.
—Papá... Yo... Estoy muy contenta de que estés de vuelta. Ojalá mamá también estuviera.
Definitivamente estallo en un llanto y mi padre llora conmigo. Se abraza a mí con ímpetu y sollozamos juntos.
—Lo siento muchísimo, hija. Tu madre..., ella estaba muy enferma. Sufría mucho todos los días, cada día estaba peor y ese día estaba completamente ida. Quería hacerte daño, no era ella misma.
Me quedo en silencio, cavilando entre suspiros. No quiero decir nada. Papá me deja que me desahogue, me da tiempo y se lo agradezco. Es como estar entre la espada y la pared, entre querer a tu único lazo de sangre u odiarle por lo que hizo. Pienso mucho en mamá, en su situación, ahora que recuerdo mi infancia. Sé que no teníamos dinero y que la enfermedad iba a peor. Era horrible. Sin saberlo, mi corazón se había hecho añicos hacía mucho tiempo.
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