🍁𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑿𝑽𝑰𝑰/ ¿𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒐 𝒂𝒚𝒆𝒓?🍁
Tenemos miedo y sufrimos por el pasado, mientras que el futuro solo espera una cosa, que sigas vivo para poder ser mostrado.
Dominic
Abrió lentamente los ojos, dos esferas azules que le temían en ese momento a la luz, pero se abrieron de manera exagerada al reconocer rápidamente el lugar en el cual se encontraba, era su habitación, se sentó lentamente mientras con una de sus manos acariciaba una de sus sienés, miro la hora y suspiro lentamente, eran las nueve de la mañana y no recordaba cómo había llegado a su apartamento, pronto sintió una punzada en su cabeza y se acarició la frente, lo que lo hizo darse cuenta de que había estado ebrio, cerro sus ojos con fuerza y trago hondo por un momento.
¿Cuánto bebí?
Era la única duda que tenía en ese momento, la única en la que podía centrarse a pesar del fuerte dolor de cabeza. Había llegado a la conclusión de que estaba solo, por lo que no debía preocuparse demasiado. Seguramente era su tía quien se encargaba de todo. Sin embargo, de repente percibió el dulce aroma de la sopa, la sopa que cura las resacas, justo lo que necesitaba.
¿Quién está en mi cocina?
Estaba seguro de que no sería otra persona que no fuera la mujer a la que llamaba tía. Aun así, se levantó y caminó lentamente hacia la cocina de su apartamento, cegado por el gran olor. Al llegar a la cocina, se sentó en el mesón mientras bostezaba y, sin mirar quién cocinaba, se dejó caer sobre aquel frío mesón, poniendo su mejilla en él y sintiendo cómo la sensación de frío se transportaba por su mejilla hacia el resto de su cuerpo.
— Veo que ya despertaste, buenos días, bombón – dijo aquella persona que estaba en la cocina junto a él.
Dominic levantó lentamente el rostro, confundido. Cerró sus ojos y los enfocó en la persona que le había dado los buenos días. La voz le resultaba familiar, pero definitivamente no era la de su tía. Comenzó a forzar la vista mientras sentía que la luz le lastimaba un poco los ojos y le dolía la cabeza. Cuando finalmente logró ver quién era, su rostro palideció por completo. Era la pelirroja. Se levantó de golpe, soltando un quejido por el dolor, pero eso no le impidió caminar hacia aquella mujer. Le tomó del brazo y la jalo bruscamente para mirarle el rostro y confirmar que se trataba de ella. Sus ojos desiguales lo miraron con confusión, lo cual solo le produjo más euforia.
— ¿Qué haces aquí? – fue lo único que salió de los labios de Dominic los cuales comenzaron a temblar de la ira.
— Claramente, no estoy robando, así que no seas grosero – dio una sonrisa suave – no debería dar un mal ejemplo doctor.
El tono de la mujer sonaba burlón ante las acciones de Dominic. Él no sabía cómo responder, el dolor de cabeza no lo dejaba pensar con claridad, y podía sentir como le hervía la sangre. A pesar de ello, mantuvo la calma, soltó el brazo de la mujer y la miro fijamente a los ojos, luego paso esa mirada por todo su cuerpo de manera juzgadora. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ella estaba completamente desnuda, solo cubierta por un delantal de cocina que resaltaba sus curvas entre su largo cabello ondulado y rojizo.
Se pasó una de sus manos por el cabello echándolo hacia atrás, aun repitiéndose que debería mantener la calma. Le dio una última mirada y se dio la vuelta. Se obligó a regresar al mesón y sentarse lentamente asimilando todo esto. Puso ambas manos en su rostro y soltó un grito lleno de estrés mientras se esforzaba por recordar cómo había llegado allí, o más bien por qué la mujer estaba allí. Era su departamento, pero aquella mujer no tenía derecho ni autoridad para estar ahí.
Y como un tsunami destruyendo ciudades, llegaron sus recuerdos destruyendo paciencias, paciencias que de por sí ya eran inexistentes.
La noche anterior
Permanecía en su consultorio tomando whisky. ¿Cuántos había tomado? Ya no lo sabía. ¿Por qué estaba tomando? Eso sí que lo tenía claro. Más allá de beber, estaba brindando por las veces que lloró por alguien que no valía la pena, como Karina, y por las veces que tuvo que congelar sus sentimientos para no resultar herido. El alcohol le ayudaba a dejar de sentir, a adormecer el dolor que le provocaba recordar esos malos momentos. Pero al mismo tiempo, le recordaba lo débil que era por dejarse llevar por las emociones. Aunque en ese momento, parecía la única forma de hacer frente a sus emociones, se odiaba a sí mismo por no poder manejarlas sin ayuda del alcohol.
Mientras más bebía, más recordaba, más recapitulaba cada situación. Estaba ebrio, pero eso no le impedía comprender que nunca estaría con Karina y que incluso Larry podría lograr más que él a pesar de ser un mentiroso manipulador. No sabía por qué lo detestaba, tal vez solo era por su capacidad de fingir ante todos, pero ya no soportaba fingir.
Como siempre en medio de su dolor con ayuda del alcohol fue mal aconsejado y recurrió a la misma persona que una vez lo tuvo así, destrozado y desecho gracias a las mentiras y la manipulación que abrió un abismo entre él y las personas que amaba o alguna vez había amado, tomo su teléfono y dejo un mensaje patético a aquel número el cual no recordaba cuantas veces había bloqueado en sano juicio y desbloqueado en medio de su embriagues.
Su teléfono no tardó mucho en comenzar a timbrar, así tontamente lo tomo en una de sus manos y contesto aquella llamada poniendo en altavoz, ahí fue cuando sonó aquella voz que siempre al escucharla era como si lo golpearan constantemente, lo martirizaba más su mente que el propio dolor físico, esa voz le recordaba desde que momento comenzó a involucrarse en todo un asunto llamado venganza, esa voz le recordó porque no podía estar con Karina.
— ¿Dominic? – comento aquella mujer al otro lado del teléfono.
— Rebeca, ven a mi consultorio – respondió con dificultad – es una orden.
Sin más, colgó, sin darle a la mujer, la oportunidad de negarse o aceptar. Sabía que vendría, a pesar de todo. Sabía con certeza lo que era suyo. Conocía que era una espina en el corazón para él, pero también conocía que él era una espina en el corazón de aquella mujer. Y como predijo, en pocos minutos resonaron tres suaves golpes en la puerta de su consultorio. Una mujer de buena silueta, con el cabello ondulado rojo hasta la cintura y una peculiar heterocromía, entró cerrando la puerta suavemente detrás de ella.
— Tienes que dejar de llamarme – comento la mujer al verlo en ese estado – y deja de tomar por dios
— Y tú tienes que dejar de contestar a mis llamadas - dio una sonrisa y levanto la botella de whisky – oblígame a dejar de hacerlo.
La pelirroja volteó sus ojos desiguales poniéndolos en blanco, sabía lo insoportable que era Dominic y lo extraño que se ponía cuando bebía, paso su mano por su largo cabello rojo y lo tiro hacia atrás para atarlo en una moña, volvió a mirarlo esta vez con el ceño fruncido, camino hacia él con la mirada fija en la botella, y una vez que estuvo frente a él, le arrebato el whisky de sus manos para ponerlo a un lado, puso una de sus manos en el escritorio y lo miro fijamente, era un desastre
— Las primeras veces no dije nada, me seguías amando, pero ahora amas a otra, estoy cansada de que me llames cada vez que ella te hace un desplante, hay algo aquí que algunos no tiene, pero a mí me sobra y es dignidad.
— ¿Segura? – respondió Dominic con un tono de burla.
El hombre soltó una risa, tal vez era el licor tenía tanta influencia en el que lo volvía más simpático, levanto su dedo índice y negó detenidamente con este, tomo el brazo de la mujer mientras se seguía riendo, la jalo hacia él haciendo que está para evitar caerse pusiera sus manos contra su pecho, dejo caer su vaso estilo highball en el que estaba tomando whisky para llevar su mano a la cintura de la mujer, que sin importar que él estuviera sentado y ella de pie, hizo que sus rostros se acercaran al punto de que sus narices se rozaran haciendo notoria la conexión entre ambos.
— Tú vienes aquí porque quieres, no se trata de si te amo o no – acaricio suavemente su pálida mejilla – dignidad tuvieras si dejaras de acudir a mis llamados.
— Pero yo sí te amo y eso es lo que no entiendes – retiro su mejilla de la mano de Dominic – no intentes seguir jugando con mis sentimientos, acudo a ti porque te amo.
— Aun así, no te importa entregarte a mí sabiendo que no es correspondido ese amor, ya vez como son las cosas, me amas y eso basta, yo la amo a ella y eso basta.
— Eres un... – no pudo terminar la frase debido a que los labios de Dominic le hicieron sentir el dulce sabor de la derrota en un beso.
Tal vez no era el beso más tierno, o tal vez el más sentimental, pero la mujer sabía que era su abismo, sabía que aunque antes de entrar se dijera a sí misma
«Me dejo de llamar rebeca si cedo a la tentación»
Seguiría cediendo, ya no recordaba cuantas veces por culpa de esto había dejado de llamarse o simplemente había perdido su identidad, en este momento solo podía sentir el sabor del alcohol entre su beso y la cálida lengua de Dominic jugando con la suya.
Sabía que esto solo era un juego, sabía que ella solo era su pañuelo para cuando no tenía en quién más refugiarse, y aunque intentara negarse ya se había resignado a perder, ya sabía que su destino sería ese, y realmente no se sentía mal con este, sentía que en el fondo ganaba en cada derrota que tenía Dominic, ya se había acostumbrado a ayudar a Larry a estar un paso adelante para disfrutar de que la derrota de Dominic.
Así que de igual manera se dejó llevar por los besos y caricias pasionales y así mismo sin darse cuenta ya habían salido del hospital y se estaba subiendo al auto con Dominic, camino al apartamento del hombre, donde sabía de sobra que harían, la manera en como sería tratada y lo placentero que sería, así como sabría la reacción del hombre al día siguiente y ese fuerte desprecio y repudio que sentiría hacia ella, negaría si dijese que estaba triste, estas eran las pocas oportunidades en las que podía sentirse de carne y hueso, no le daría el gusto a aquel hombre que supiera lo dependiente que era de el de manera sentimental, o al menos no le daría el gusto hasta que el mismo le hiciera gritar su nombre, aprovecharía estos momentos en los que él no es consiente de lo que está haciendo para desquitarse.
Aunque ahora su plan más haya de gritar su nombre, era probar sus límites, probar que tanto soportaría ante aquello que había trabajo por un buen tiempo, una rebeldía ante aquel poder dominante que solía ejercer Dominic en ella.
Sabía que iba a perder contra el deseo que le tenía, pero desde pequeña había sido criada para ser una buena chica, este no era uno de sus peores escenarios.
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