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🍁 𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑿𝑽/ 𝒄𝒂𝒇𝒆 𝒂𝒎𝒂𝒓𝒈𝒐🍁

El corazón es algo lleno de ironía, aquellos pálpitos, aquellos latidos, uno a uno se acelera por algo tan superficial como una persona, y de igual manera, deja de palpitar por la misma.

Larry

Las palabras resonaron en su cabeza, en su pecho, en sus manos temblorosas y en su forma de pasar el peso de un pie a otro para contenerse y no golpear a Aron.

 Se dio la vuelta y salió de la oficina a grandes pasos, buscando llegar a la salida lo más pronto posible, con la mandíbula apretada y repitiendo en su mente las palabras pronunciadas por Karina.

Se sentó en un banco frente a aquel gran edificio, que conocía de memoria, de lado a lado. Durante mucho tiempo, su único objetivo fue intervenir en la vida de Karina. Nunca imaginó que terminaría siendo su guardaespaldas, pero supo sacar provecho de ese cargo. Sin embargo, había ciertas personas que complicaban las cosas.

Se acarició el mentón con una leve sonrisa al recordar todo lo que había logrado. Sin embargo, esta desapareció rápidamente al levantar la mirada y ver a Aron invitando a Karina a subir a su auto. Se dio cuenta de que su progreso estaba siendo desafiado por la competencia.

Colocó sus manos en la banca para levantarse y soltó varios bufidos mientras caminaba en dirección opuesta al auto de Aron. Podía imaginar todo lo que estarían haciendo juntos, desde tomarse de la mano hasta darse un beso. Sacó un reloj de bolsillo y comenzó a jugar con él nerviosamente mientras entraba a una cafetería, la cafetería de MeyerBigg.

Se sentó en su rincón habitual, alejado de todos, era el sitio al que recurría cuando necesitaba reflexionar, ya que en casa era imposible. Podría optar por beber o fumar, pero su obsesión por el café se lo impedía, era lo que siempre necesitaba para aliviar el estrés.

Cada taza para cada dolor, así sobrellevaba las cosas. Un sorbo por la desilusión, otro por el desprecio y uno más por el resentimiento hacia aquella mujer. Dejó escapar una risita; el café revelaba su lado más mezquino, exponiendo su locura fruto de la desesperación. Nadie lo reconocería en ese estado, solía ser amable, extrovertido y solidario, pero en momentos como esos solo podía ser alguien egocéntrico, arrogante y egoísta, debía actuar así, era necesario poner su propio interés por delante o perjudicaría a más de una persona. 

Después de todo, ¿quién podría culparlo? ¿Quién podía recriminarle ese hecho? ¿Quién podría decirle que se controlara? Él ni siquiera era quien dice ser, y para este punto ni él mismo se reconocía. Tenía una gran presión encima, actuaba como se le exigía, no como se supone que actuaría Larry... Oh, cierto... ni siquiera se llamaba Larry en realidad.

Se retorcía en su asiento entre sus pensamientos y las bellas maneras en las que imaginaba su liberación, cada vez quería tirar algo contra la pared, cada vez más solo quería acabar con todo lo que se le atravesara, cada vez más escapaba de su realidad y rozaba con los dedos aquel sueño de liberarse de las cadenas impuestas por su familia.

Aun así, por más cerca que estuviera de ese sueño, tendría que bajarse de aquella nube, tendría que hacerlo él solo, de lo contrario su madre se ocuparía de bajarlo de allí, y posiblemente no tenga fuerzas para contar la anécdota de como volvió a su realidad.

Ahí, en un café, rodeado por desconocidos, sosteniendo con fuerza en sus manos la taza de café, con sus ojos perdidos en aquella luz que cada vez se hacía más lejana, se obligó a reprimir ese deseo de liberación, mientras se daba cuenta de que todo sería más fácil si solo se tratara de él.

Se obligó a recordar las razones por las que estaba allí, la razón por la que tenía un arma en su poder, el suicidio no sería una opción, y aunque sería una liberación asegurada, solo conseguiría tirar a la basura por lo que ha trabajado, ¿pero por qué no cometer un homicidio? Soltó una risa de manera irónica, cerró sus ojos, echó su cabeza hacia atrás, respiró hondo para luego volver a su taza de café y terminarla sin importar cómo el caliente líquido bajaba por su garganta, quemando cada parte hasta bajar por completo. Después de todo eso necesitaba una manera de reprender a su mente por aquellos pensamientos.

En la elección de liberarse y seguir encadenado, nunca tuvo poder de elegir, nunca tuvo opción, era seguir así, o seguir así, quería decir que se había acostumbrado, pero aún no podía hacerlo, aún no podía acostumbrarse al miedo constante de fallar, al miedo de no alcanzar lo necesario y terminar afectando lo que realmente era importante para él.

Se levantó de su asiento lentamente, como si nunca hubiera querido hacerlo. La verdad era que no quería irse de ese momento sereno, que hablaba de lo que realmente lo hacía sentirse él mismo, o lo que se suponía que era él.

Miro a su alrededor, todos venía a platicar, a sonreír y a disfrutar el sabor de un café, él solo venía a saborear su amargura, a entender que su destino solo era ser el ave enjaulada que se había cansado de buscar su libertad.

Mientras caminaba hacia la caja registradora, escuchaba a algunos reír de una manera tan genuina; podía sentir cómo en su pecho se ejercía una presión, no podía ni siquiera recordar la última vez que pudo reír así.

Pago cada café con las penas que había soltado en ellos y salió con la reflexión de siempre, la que le prohibía todo y lo dejaba dominado por la voluntad de personas con un objetivo que no lo beneficiaba por completo, pero le daba las migajas con las que había vivido desde siempre.

Al llegar a la puerta del café, encendió su teléfono y vio el fondo de pantalla: una imagen de él y Lira. Eso lo hizo sentir miserable y comprender que al dejar que Karina se fuera con Aron, había causado muchos problemas, los cuales tendría que pagar con su sangre y tal vez también con la de su hermana, la única en la que podía confiar, la única que sentía como su lugar seguro, su todo...

Todo por una vida mejor para ti, todo para que nadie obligue a callar tú vos, todo para no seguir más esas reglas, estoy cerca de obtener lo que ella quiere, y una vez que lo obtenga podrá ser libre tan siquiera uno de nuestros...

Guardo su teléfono y metió las manos en los bolsillos de su pantalón, así mismo camino sin un rumbo, quería hacerlo así, entre más tiempo pudiera perder antes de asumir sus consecuencias, más tiempo podría respirar y sentirse vivo.

Con su típica mala suerte, comenzó a llover, las nubes se liberaban de esa pesada carga, ya que ellas podían hacerlo con total tranquilidad, el cielo lloraba y Larry hizo lo mismo.

Veía a todos con sus paraguas o algunos corriendo de una acera a otra buscando un techo para refugiarse de las gotas de agua que caían de manera rápida dando a entender una posible tormenta, aun así, él con su amor por la vida, caminaba por todo el medio de la autopista dejaría que la lluvia lo acompañara mientras se liberaba por un momento en medio de su llanto disfrazado por el escurrimiento celeste. Algunos autos pasaban por su lado intentando no atropellarlo, él solo pedía que uno lo atropellara.

En eso sus ojos verdes llenos de lágrimas se iluminaron con la luz de un auto, él abrió los brazos totalmente resignado, sus plegarias para ser atropellado al aparecer habían sido escuchadas, quería que su final llegara, y que si iba a llegar sería por él y no por otra persona, pero esa al parecer no era su decisión y sin darse cuenta se vio tirado contra la acera por un hombre.

Era el perfecto momento para gritar y patalear la razón por la que lo había salvado, era el momento para decirle sin ánimos de ser amable que lo mataría por no haberlo dejado morir en paz... pero el hombre no era alguien exactamente al que Larry pudiera decirle algo, no era el tipo de persona a la que debería faltarle el respecto y recriminarle la manera en como lo salvo.

Aquel hombre se levantó y de un solo tirón levanto a Larry. El hombre en altura media, aproximadamente más de dos metros, y aunque Larry fuera más alto, aquel ser vivo le ganaba en masa muscular, era ese tipo de matones que solo sabían matar con sus manos y que si quería podía estrangularlo allí mismo, lo peor es que tenía el permiso de hacerlo.

Pero en que estaba pensando cuando iba a dejar que un auto me atropellara... Hace un rato concluí que suicidarme no era la solución, qué estúpido.

Aun así, Larry no tuvo miedo. Después de todo, creció rodeado de este tipo de hombres, eran como familia. Pasó la mano por su cabeza y luego por su rostro. Lo miró detenidamente y sonrió. Asintió deliberadamente, sabía lo que se venía. Tendría que enfrentar aquello que había estado posponiendo y realmente buscaba mostrar poca importancia cuando, en realidad, sí importaba mucho. ¿Se lo merecía? Se merecía todo a los ojos de los demás.

Fue jalado por aquel hombre poco paciente a una camioneta estilo Hilux, una vez allí fue sentado en medio de dos grandullones los cuales lo ataron y amordazaron, tenían que tener precauciones, lo cual era estúpido, no escaparía para este punto, pero ellos no se confiaban mucho de eso, no después de lo sucedido.

Larry y un arma de fuego forman un complemento bastante fuerte y no importa qué tan grande seas, no puedes evitar un disparo. La última vez fueron golpeados y heridos por esa pareja, pero como era de esperarse, solo ser heridos y golpeados no deja totalmente inmune a Larry frente a esos grandes hombres.

Suspiró y se resignó a ver cómo se dirigían al último lugar al que quería llegar, al último sitio que deseaba ver, donde todo empezó. Su mente solo jugaba con mil formas de escapar, de evitar otra noche más, innumerables maneras de autolesionarse o de contribuir a su muerte y la de su hermana. Entrar en contacto con ese lugar y esa gente era su peor pesadilla, pero ya era demasiado tarde para planear algo... El efecto del café estaba causando estragos en él, como la sensación que experimenta una persona tras haber consumido drogas y haber desaparecido su efecto.

En cuestión de minutos ya estaban entrando a una gran mansion, la que se suponía que era suya por derecho, después de todo Larry no era pobre, solo era trabajador de los Meyer con propósitos más haya del dinero, proposito que segun ciertas personas, se hubiera alcanzado de no ser por el..

Fue sacado de aquella camioneta a lo brusco, se mostró reacio a dar algún paso, pero eso les valió tres hectáreas a aquellos hombres, lo arrastraron como si fuera un esclavo justo hacia su propia casa.

Generalmente sería llevado a su habitación de castigos, pero en vez de ir hacia las afueras, se adentraron en aquella gran casa hasta el estudio. Esto significaba que el castigo sería mucho mayor esta vez. Allí lo tiraron contra el suelo dejándolo a los pies de una mujer.

— Insolente – pronuncio la mujer con un tono fuerte.

— También te amo madre – respondió Larry confirmando su insolencia.

— Deberias estar con ella, pero en vez de eso vas por la calle jugando con la muerte.

— ¿Que asi no me has enseñado a vivir?

Larry recibió una escupa en su cara de aparente desagrado de parte de la que llamaba su madre.

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