Siempre hay una zorra.
Connor y yo salimos besándonos, demostrando nuestro amor en la foto, festejando la amistad, nuestro amor y su cumpleaños.
Después de que todos se marcharan supuestamente me iría con Aly a su casa, o al menos eso creían mis padres, pero realmente me fui con Connor a nuestra cabaña y le di mi regalo, era una cadena con cada una de nuestras iniciales.
—Gracias, amor, es hermoso, ¿me ayudas a ponerla? —manifestó Connor mientras se giraba. Me paré en puntillas -pareciendo una bailarina clásica- y él se rio descontroladamente, luego al terminar de abrochar el ganchito de la cadena le di un puñetazo en el hombro, lo cual le dio aún más risa.
—Listo, ya me voy. —anuncié.
—No, nena. —me tomó de la cintura y me acercó a él dándome un delicioso y profundo beso, donde nuestras lenguas danzaron, explorando toda la cavidad. Nos separamos por falta de aire, mirándonos con deseo y amor, él me agarra el trasero y me sujeto de su cuello, envolviendo mis piernas en su cintura, Connor camina conmigo hacia la cama, me deja caer en el colchón y se cierne sobre mí, contemplando mi rostro y mi cuerpo.
—Eres hermosa, ¿sabes? —y como rara vez me pasa, me sonrojo, apartando la mirada de la suya, él me obliga a mirarlo.
—Me encantas, te amo, Liv. —dice Connor y comienza a besar mi mandíbula, bajando por mi cuello hasta llegar a mis pechos, los saborea a su antojo, luego vuelve a mi boca y sin despegarse de ella se acomoda entre mis piernas, acoplándonos a la perfección, sus manos juguetonas tocan desde mis caderas hasta llegar a mis mejillas, sin dejar un milímetro de piel sin ser explorado.
Yo hundo mis dedos en su pelo negro, mirándolo fijamente a sus ojos, beso sus mejillas, su barbilla, cuello hasta que llego al lóbulo y succiono esa parte, él suelta un jadeo.
—Liv, quiero que me mires cuando te penetre y comience a hacerte mía. —pronuncia, sus ojos avellanas miran directamente a los míos, sin esperarlo se hunde en mí dolorosamente despacio, mi cuerpo reacciona a él cerrando los ojos por la excitación—. Liv, nena, mírame. —abro los parpados y lo miro, cuando comienza a moverse más profundo sin dejar de mirarme, mis gemidos se escuchan en toda la cabaña, nuestros cuerpos son uno, cada vez se mueve más rápido y arqueo mi espalda de puro placer, cuando siento que estoy llegando al clímax, un orgasmo arrollador viene a mí, unas penetraciones más y él llega al orgasmo, me besa y se acuesta a mi lado, nos besamos y me toma las manos.
—Amor, creo que necesitamos una ducha. —me sonríe de lado, guiñándome un ojo, asiento siguiéndolo a la ducha. No hace falta contar que aparte de ducharnos tuvimos otra ronda, ¿no?
Todavía faltaban dos meses para mi cumpleaños y ya había hablado con mis padres de que quería hacer, mi padre como siempre me complacía en todo lo que pedía. Desde que era una niña me decía que los cumpleaños eran un día especial, que pidiera lo que quisiera y él me lo daría, y era verdad, una vez pedí un caballo y mi padre me lo regaló, obvio que no siempre tenía la aprobación de mi madre, y esta vez no fue la excepción.
—Mami, tú te encargas de la torta, la comida y todo para el almuerzo el día de mi cumpleaños.
—Sí, Liv, yo me encargo de que el almuerzo sea espectacular. —respondió mi madre.
—Gracias, los amo a los dos, son los mejores padres de todo el mundo. —chillé y le di un beso a mi madre y otro a mi padre, alegremente me fui a mi cuarto.
Al entrar cerré la puerta, agarré el celular e hice una videollamada al grupo.
—Hola, chicos.
—Hola —dijeron todos al unísono—. ¿Qué dijo tu padre?
—Tengo ganas de llorar... —pronuncié mientras hacía pucheros súper tiernos.
—Amor, eso no importa, ya veremos dónde lo podemos hacer, quédate tranquila. —dijo Connor cuando una gran sonrisa apareció en mi rostro y comencé a hacer un baile ridículo.
— ¡Este es el baile de la victoria! Nuestros dieciocho lo celebraremos en TROYA. —anuncié.
—Buenísimo. —dijo Alex.
— ¿Qué buenísimo? Va a ser épico, chicos —le corrigió Angelo.
—Nos vemos mañana en el instituto, tenemos que planear muchas cosas. —sonreí.
—Eso de planear muchas cosas ya da miedo, Liv, que sea normal, sin tantas cosas y pasándolo genial, con eso basta. —dijo Bastiaan.
— ¿Estás loco, Bastiaan?, lo haremos en TROYA con lugares VIP, ¿y no quieres preparar nada? Aly, ¿qué tiene en la cabeza tu novio? —se quejó Basha.
—Bueno, mañana hablamos. Besos grandes, chicos, y uno muy mojado para Connor. —dije y todos se quejaron, me reí de ellos y corté.
Luego de ducharme me acosté en la cama y comencé a pensar en la conversación que tuve con los chicos y en que había visto el rostro de Aly como si estuviera triste, pero ya eran la una de la madrugada, quizás Aly ya estaba durmiendo y lo único que recibiría sería un insulto por su parte. Aun así la duda seguía en mí, no era de equivocarme con los sentimientos y menos con los de mi mejor amiga, mañana antes de la primera clase hablaría con ella.
Como todos los días mi amor pasó a por mí, despedí a mis padres con un beso y me retiré para ir al instituto, al subir al auto saludé a Connor con un beso tierno y suave, pasando mi lengua por su labio inferior y acariciando su cabello, nos separamos por falta de aire.
—Hm, qué lindo recibimiento, nena, haces que el día se ilumine con tus besos. —susurró Connor. Sonreí al ver sus hermosos ojos.
—Qué exagerado eres, Connor, pero sí que sabes cómo conquistarme.
Al llegar al instituto vimos a los chicos todos reunidos excepto Aly, lo cual me daba mala espina.
—Hola, chicos, ¿cómo están? —saludé.
—Hola. —saludaron todos.
—Estamos muy contentos ya que vamos a celebrar sus cumpleaños en TROYA. —dijo Alex, quien es el más fiestero de todos.
—Hey, Bastiaan. —me dirigí al chico.
—Sí, Liv, ¿necesitas algo? —preguntó Bastiaan.
—Sí, quiero saber dónde está Aly. —pregunté.
—Se encuentra en la cafetería, dijo que iba por un zumo de frambuesa. —respondió Cande.
—Gracias, Cande. —pronuncié.
—Bastiaan, ¿podemos hablar a solas? —cuestioné luego de unos segundos.
—Sí, claro, Liv, vamos antes de que suene el timbre. —replicó Bastiaan.
—Hey, ¿adónde vas, amor? —aventuró Connor.
— ¡Connor, no seas tan metido!, nos vemos en clases, bebé. —chillé—. Ven, Bastiaan, vamos a la biblioteca, allí no nos molestará nadie.
—Ok, vamos.
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