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Lo mejor para el mal humor es estar con tu chico.

—El jueves me levanté al medio día, me bañé y me cambié y al llegar di un beso a mis padres y encontré a Leah sentada en mi lugar, no podía creer que mis padres lo permitieran. Luego saludé a Leah desde el otro lado de la mesa y ella me devolvió el saludo con una sonrisa falsa.

—Buenos días, Leah. —saludé.

—Buen mediodía, Liv. —saludó ella con una sonrisa falsa.

—Sí, como sea, lo extraño es que todavía estés aquí ya que te levantaste temprano y el chófer te podría haber llevado con tus padres. —manifesté.

—Me parece que te falta información, Liv. —dijo ella.

— ¿De qué hablas, Leah? —cuestioné.

—De que mis padres ayer en la noche se fueron directo al aeropuerto Internacional Eleftherios Venizelos ya que se encuentran en la ciudad de Heraclio y no volverán por unas tres semanas. —me miró con una sonrisa arrogante en su maldito rostro.

—Ava, no pongas otro plato, por favor. —me limité a decir—. Padres, no les he podido decir antes ya que recién me levanto, pero no me quedaré a almorzar ya que me han invitado Acacia y Andrew, así que ya me voy para no llegar más tarde. ¡Ah! Y luego me quedaré con Connor, veremos la maratón de la saga Crepúsculo. No sé a qué hora llegaré, pero les dejaré saber. Chao, madre, chao, padre. —besé las mejillas de ambos—. Y chao, Leah, nos vemos en la noche.

—Pero, hija, podemos hablar. —manifestó mi madre.

—Sí, madre, cuando regrese de la casa de mi novio, chao.

Salí de mi casa a toda velocidad, ya estaba cansada, hastiada de las contemplaciones de mi padre hacia su hermano menor, quien se la pasaba a lo grande —porque estos viajes no eran de trabajo, sino que eran simples antojos de mi tía—. Ya estaba cansada, no podía estar en paz en mi propia casa.

Llegué a las rejas de la casa de Connor, los chicos de seguridad me conocían y me dieron paso a la mansión de Connor, al llegar estacioné mi auto al lado de su Ferrari y vi que mi amor me esperaba en la puerta, corrí hasta llegar a él —y me trepé como un koala.

—Hola, amor. Perdón por venir sin avisar, pero me surgió un imprevisto y no quería quedarme en mi casa. —le expliqué apenada.

— ¿Qué pasó ahora, nena? Ven y me cuentas en mi cuarto. —dijo Connor.

— ¿Pero y tus padres qué dirán? —pregunté.

—Tranquila, no están, se fueron y hasta la noche o hasta mañana no regresarán. —respondió.

—Eso es bueno. —dije—. Nada, es que estoy cansada de las contemplaciones que le tiene mi padre a mi tío. Constantino se fue con su mujer a Heraclios de viaje de placer y dejaron a Leah en mi casa por tres semanas hasta que ellos regresen. Hoy al llegar al comedor la encontré sentada en mi lugar y mis padres no le dijeron nada, también con una sonrisa de victoria me contó que se quedaría en mi casa y que yo la tengo que llevar al instituto, esa fue la gota que rebosó el vaso. Mentí y dije que tus padres me invitaron a almorzar y que luego me quedaría la tarde aquí contigo viendo la saga de Crepúsculo y que no sabía a qué hora llegaría, que los llamaría para decirles cuándo volvería, pero no sé si voy a poder aguantar a Leah. —expliqué con la voz cansada.

—Bueno, nena, tranquila. Ahora estamos juntos y podemos hacer lo que quieras, pero primero lo primero, nena, ¿comiste? —inquirió Connor.

—No, no comí, al enterarme de la noticia me vine para tu casa, amor. —respondí.

—Bien, yo tampoco he comido, ¿qué quieres?

— ¿Puede ser una ensalada cesar?, ¿Vos, amor, ¿qué vas a comer? —cuestioné.

—Un bife grillado de pollo con papas fritas, ahora mismo le digo a Aretha que cuando esté listo lo traiga al cuarto. —manifestó.

—Bueno, amor, te espero.

Regresó en un suspiro.

—Hey, ¿qué prácticas? ¿Carreras? Que fuiste y viniste tan rápido. —pronuncié entre risas.

—No, pero tengo un incentivo para querer estar en mi cuarto todo el día. —replicó.

—Aparte, usted, Señor Megalos, me debe algo, y como no hay ningún adulto podemos aprovechar tu cuarto. —dije pícaramente.

—Mhm, eso me gusta mucho, nena. —estaba por besarme cuando golpearon la puerta—. Sí, ¿quién es?

—Soy Aretha, niño Connor, traigo la comida que pidió. —Connor se levantó y le abrió la puerta, luego entraron dos chicas cada una con una bandeja y la dejaron sobre el escritorio.

—Gracias, pueden retirarse. —dijo Connor.

—Sí, Señor. —respondieron las chicas y se fueron, cerrando la puerta detrás suyo.

Terminamos de comer y propuse ver una película mientras hacíamos la digestión, nos sentamos en el sillón y comenzamos a mirar cuál íbamos a ver, hasta que elegimos una de terror llamada La monja.

Al terminar no estuvo tan buena, pero estábamos en ese cómodo sillón, con las cortinas cerradas y pusimos cualquier película al azar para que nadie pudiera escuchar nuestros ruidos. Connor estaba distraído con el mando cuando me senté a horcajadas en él y comencé a besar su cuello mientras mis manos deambulaban libres por todo su cuerpo, metidas debajo de su ropa y tocando su exquisita piel.

Mi boca abandona su cuello y sube hacia sus labios, besándolo desesperadamente, su lengua invade mi boca y comienzan a jugar con mi lengua, moviéndose vivazmente sin detenerse ni un segundo, mis dedos están en su suave y sedoso cabello rubio, lo halo a mi antojo y él gime cuando lo hago. Me alejo de sus labios mientras le quito su remera, viendo su torso desnudo y me excito aún más.

Acaricio su pecho y abdominales marcados, mis labios trazan un camino desde su cuello y comienzo un lento descenso, besando, chupando y lamiendo su pecho a mi paso, él jadea, lo miró a sus ojos celestes y están dilatados con lujuria y placer, los míos deben de estar igual. Volvemos a besarnos con voracidad, él me está devorando a mí y yo a él. Me aparta ligeramente mientras me quita la blusa y la tira en el piso, sus manos desabrochan mis jeans con urgencia y me los deja abiertos, yo solo quiero más de Connor. Se separa de mí y me mira.

—Eres tan hermosa, Liv, y eres toda mía, solo mía.

—Sí, amor, lo soy, al igual que tú eres solo mío y de nadie más.

Su boca regresa a la mía mientras me agarra del trasero, elevándome del sillón y camina por su cuarto hasta dejarme en su escritorio, suelta mis labios, se agacha y me quita los jeans de una sola vez, quedó delante suyo solamente en conjunto interior mientras lo veo pasar la lengua por su labio inferior y para rematar mordiéndolo, -un gesto el cual fue súper sexy-. Cierra la puerta con llave y cuando regresa se cuela entre mis piernas y me besa insaciablemente, como un fuego voraz consumiendo todo a su paso, sus manos viajan por mis muslos, una de ellas se mete dentro de mis bragas y gimo fuertemente cuando siento su dedo dentro de mí, acariciando todo a su paso. Yo estoy frenética, ardo de adentro hacia afuera.

Mete otro dedo y yo abro más las piernas para darle más acceso y le escucho susurrar a mi oído.

—Dios, nena, estás tan mojada que te lo quiero hacer ya mismo.

Sus palabras me encantan, despiertan la parte salvaje de mí, mientras sus dedos comienzan a embestir con fuerza cada vez más rápido, siento que estoy a punto de colapsar de placer, mientras que con su mano libre desprende mi sujetador, dejando mis pechos libres. Connor baja su boca para cubrir mi duro pezón, chupar y lamer, haciéndome perder la cabeza.

Sus labios conectaron con los míos, cubriéndose por completo, esta vez me besó lento, explorando tranquilamente todo a su paso cuando abrí mi boca para él. Su mano intensificó el beso sosteniéndome la nuca, mientras lamia, succionaba y mordía mi labio, se sentía jodidamente bien, su boca sabía a menta, era un puto ángel mentolado que me besaba y me hacía gemir. Sentí cómo mi sangre se calentaba al punto de ebullición, haciéndome querer más de él.

Connor me miró intensamente con sus ojos celestes, los cuales reflejaban la hermosura del océano, rompiendo nuestro beso de ensueño.

—Liv, ¿qué sientes por mí? —preguntó.

—Que me enamoré perdidamente de ti amor, nunca volveré a ser la misma de antes, porque ahora y para siempre te quiero a mi lado, amándonos, sonriendo, siendo felices, eso es lo que siento por ti, Connor. Cambiaste mi mundo, eres todo para mí, y una parte de mí te pertenece. —respondí.

—Nena, sabes que no soy bueno con las palabras, pero yo me enamoré, mi corazón te pertenece, Liv, antes, ahora y por siempre, no se vivir sin que tú estés presente. Me haces falta todo el tiempo y no quiero dejarte ir nunca, porque como te dije, eres mía, por siempre mía, nena.

—Menos mal que no eres bueno con las palabras ya que podrías escribir un cuento de amor, nuestro cuento de amor. —sonreí.

Se acercó nuevamente a mí y me besó, profunda y dominantemente, amaba la manera en la que me encendía de inmediato, me llevaba de un extremo al otro en un segundo. Sus manos ahuecan mis pechos y yo gemí en respuesta, su dura erección estaba contra mi estómago, y sentía la necesidad de tocarlo, así que lo hice.

Sobre el pantalón pasé mi mano por su dureza y él jadeó audiblemente en mi boca, lo que me incitó a ir más allá. Metí mi mano dentro de su pantalón, dándome cuenta de inmediato que no llevaba bóxer, ¡vaya sorpresa la mía! Pero me recuperé rápidamente, moviendo mi mano de arriba hacia abajo por su pene percatándome de la suavidad.

Llevé mi mano libre a los botones de su pantalón, se lo saqué y él me llevó a la cama dejándome ahí acostada y expuesta, rápidamente se sacó sus jeans, mi centro ardía al verlo desnudo frente a mí, ya quería tenerlo dentro de mí. Se posicionó entre mis piernas y pasó sus dedos por mis labios para introducir dos dedos, gemí y comencé a mover mis caderas, él sonrió sacando sus dedos y luego con su boca fue dejando lengüetazos desde mis muslos hasta atacar a mis duros pezones, y me envistió, duro y hasta el fondo.

No podía parar de gemir, porque el placer era infinito, -como tocar el cielo con las manos-, cada vez aumentaba el ritmo de las penetraciones, yo lo seguía al compás con mis caderas que se movían con frenesís, unas cuantas penetraciones más y nuestros cuerpos estaban rígidos, estábamos en el punto máximo de placer cuando nuestros orgasmos llegaron los dos a la misma vez, los dos caímos rendidos y con la respiración agitada. Connor me envolvió apasionadamente en un beso que demostraba el amor que nos profesábamos el uno por el otro, me quedé acostada un ratito más sobre su pecho, acariciando su suave cabello mientras él me besaba en las mejillas, boca y cuello.

—Miré la hora en mi celular y me sorprendí al ver lo rápido que había pasado el tiempo.

Amor, me tengo que cambiar e ir a casa, sino mi madre me matará. —dije de prisa.

—Está bien, nena, ¿antes no quieres darte un baño? —preguntó con una sonrisa.

—No, picarón, porque cuando esté en el baño tú te meterás a bañarte conmigo, y sabes que no solo será un baño. —respondí riendo.

Me di un buen baño y me cambié rápidamente.

—Bueno, amor, ya estoy lista. —anuncié.

—Vamos, nena, te acompaño a la puerta. —dijo y nos encaminamos a la salida—. Ve con cuidado, mira que ya está oscuro.

—Sí, amor. —le sonreí y nos despedimos con un beso apasionado, me subí al auto y salí como Rayo McQueen.


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