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Feliz Cumpleaños Liv.

El miércoles veintiuno mi madre y padre me llevaron el desayuno a la cama mientras que Ava estaba en el cuarto con una torta espectacular blanca y rosa decorada con flores, mariposas, y las velas con el número dieciocho encendidas. Entre los tres me cantaron el Feliz Cumpleaños.

—Hija, antes de soplar las velas acuérdate de tus tres deseos. —dijo mi madre y pensé en cuales podrían ser.

Número uno, que Connor y yo nos amemos para siempre, número dos, dentro de un tiempo o cuando el destino lo diga poder formar una familia, y número tres, agradecer a Dios por tener unos padres tan maravillosos como los que tengo.

Tomé aire y soplé las velas, luego mi padre me dio una cajita de terciopelo azul.

—Este es mi regalo para vos, Princesa, espero que te guste. —me entregó la cajita y al abrirla tenía las llaves de un auto.

— ¿Qué auto es, papá? —pregunté emocionada.

—Para una Princesa, un Lamborghini Aventador color dorado. — respondió con una gran sonrisa.

— ¡Ahhhhhh! —chillé y comencé a saltar en mi cama, me bajé y besé a mi padre, colgándome de su cuello.

— ¡Hija! ¿No quieres ver mi regalo! —dijo mi madre.

—Oh, sí, por supuesto, madre. —me senté nuevamente en la cama y mi madre se sentó a mi lado.

—En estas dos cajas, Liv, hay mucha historia. Es un juego de joyas muy valioso, un par de aros, un colgante, una esclava, y un anillo, son todos de oro veinticuatro quilates con incrustaciones de piedras ónix y diamante. Pertenecieron a tu tatarabuela y desde ella pasaron de generación en generación, siempre es dado a la mayor de las mujeres. —explicó.

—La historia comienza así. —comenzó mi madre—. Un Conde de la élite inglesa vino a Grecia y al ver a tu tatarabuela quedó fascinado y enamorado de ella. Él se quería casar con tu tatarabuela, pero ella era una plebeya, así que la Familia Real Inglesa llamó al Conde, dándole dos opciones, o sacarle el título de Conde o que desistiera de casarse con una plebeya griega. Él no lo pensó dos veces, renunció a su título y vino a vivir a Grecia, se casó con tu tatarabuela, ellos se amaron y fueron felices hasta que le llegó la muerte, pero antes su hija heredó las joyas que según tu tatarabuela le dieron amor eterno. Esas mismas son las que hoy heredas tú, Liv, y espero que el amor eterno esté para siempre contigo y Connor. Hasta el día de hoy la mujer que porta algunas de esas joyas tendrá amor y felicidad por siempre. —hizo una pausa para sonreír—. Feliz Cumpleaños, hija, que seas feliz y todos tus sueños se realicen, te amamos tu padre y yo, nunca te olvides de eso.

—No, mamá, no me olvidaré nunca, pero basta que estoy a punto de llorar por tanto cariño y por la emoción. —ambos me besaron.

—Nos retiramos hija así te cambias y puedes ir a ver el regalo de tu padre, que como te conozco sé que te mueres por ver el auto. —dijo mi madre riendo.

—Me conoces muy bien, y me pondré el anillo y la esclava. Gracias por todo a los dos, los amo. —me acerqué a ellos, los besé y les di un abrazo.

Me di un baño rápido, e puse unos jeans color blanco chupín, unas botas negras con tacón alto hasta las rodillas y un suéter de lino perla con escote bote. Me maquillé resaltando mis ojos, delineé con color negro y luego me aplique máscara para pestañas negras, también sombra negro agua, me pinté los labios de rosa y el cabello lo dejé suelto. Además, me apliqué mi perfume predilecto, Carolina Herrera 212.

—Perfecta. —sonreí mientras me miraba en el espejo.

Bajé corriendo las escaleras y me detuve en la cocina un momento para tomar unos tragos de café, luego me apresuré a ver mi auto.

— ¡Es hermoso, papá! ¿Puedo ir en él al Instituto? Por favor, quiero ir en mi Lamborghini. —le rogué.

—Claro que sí puedes ir, hija, acá están todos los papeles a tu nombre, solo tienes que llevar tu permiso de conducir y puedes ir al instituto con él, pero eso sí, respeta todas las normas de tránsito, ¿entendido? —explicó mi padre.

—Sí, papá. —me subí a mi auto y bajé la ventanilla para mostrarle a mi madre el anillo y la esclava—. Gracias a los dos, son los mejores padres del mundo. Si viene Connor díganle que me fui en mi auto al Instituto, nos vemos para almorzar. ¡Madre, acuérdate de la cena esta noche! —grité ya a punto de irme.

—Ya está todo listo, Liv. —aseguró mi madre, dejándome más tranquila.

—Ok, mami, chao. —me despedí con una sonrisa y puse en marcha el auto.

Realmente ese auto era maravilloso, pero como se lo prometí a mis padres no me pasé del límite de velocidad aunque el auto me pedía a gritos que acelerara. Puse mis canciones preferidas, que para mi sorpresa ya estaban en la memoria de éste, y no pude evitar sonreír ya que estaba segura de que mi padre lo había mandado a hacer.

Al llegar me estacioné y me quedé dentro del auto ya que los chicos aún no habían llegado, a los tres minutos escuché el rugir de un auto y se trataba del Ferrari de Connor. Mi novio se estacionó y se bajó del auto mientras yo hacía lo mismo con una sonrisa inmensa en el rostro. De verdad estaba muy feliz, hoy era mi cumpleaños y ya me habían dado dos regalos maravillosos, el auto que siempre quise tener, y mi madre me sorprendió con la historia de esas joyas, una historia de amor eterno en la cual me veía identificada con el amor que nos teníamos Connor y yo. Me quedé apoyada en el auto con la cabeza perdida en mis pensamientos y con la mirada fija en mi amor, que se acercaba a mí.

—Hola, nena, Feliz Cumpleaños. —Connor tomó mi rostro y me besó dulce, tierna, y vorazmente. Al separarse de mí fijó la mirada en el auto.

—Qué regalito, nena, un Lamborghini. —reconoció con una sonrisa—. Mi regalo no supera el valor del auto, pero lo mandé a hacer con mucho amor y pensando en nosotros, ya que representa lo que siento por vos. —dicho esto me entregó una bolsita de terciopelo y al abrirla encontré un relicario, todo en oro y plata, con nuestras iniciales entrelazadas grabadas al frente y detrás y con una pequeña dedicatoria: Mi amor, Feliz Cumpleaños. Todo tuyo, Connor.

—Ábrelo —me dijo. Lo abrí y había una foto nuestra besándonos.

—Gracias amor, es hermoso, ¿puedes ponérmelo?

— ¿Ahora...? No creo que este sea el lugar, nena. —me miró con una sonrisa de lado y me guiñó el ojo.

—Qué tonto que me pongas el relicario, bobo, ya lo sé.

Los gritos de mis amigas nos sacaron de nuestra burbuja de amor mientras que los chicos me cantaban Feliz Cumpleaños. Cande, Aly y Basha se abalanzaron sobre mí, dándome besos, abrazos de oso, y cada una a su forma me desearon lo mejor en el día de mi cumpleaños.

—Gracias, chicas, de verdad que las amo y me encanta que seamos amigas. —dije y me volvieron a abrazar, cuando fueron sacadas abruptamente por los varones. El primero en abrazarme, darme un beso y desearme Feliz cumpleaños fue Angelo, luego fue el turno de Bastiaan, quien me abrazó y me besó en ambas mejillas, y le dio lugar a Alex, quien me abrazó, me besó las mejillas y me cargó mientras me cantaba el Feliz Cumpleaños, aunque fue interrumpido por Connor.

—Hey, Alex, no te pases, ella es mi novia así que deja de cargarla. —bramó Connor.

—Ay, bueno, señor celoso. —todos comenzamos a reírnos de Alex y Connor.

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