8
La pelirroja caminaba por los pasillos de la preparatoria en busca de aquel chico de cabellos negros, sabía que debía alejarse de él y lo iba a hacer, pero antes necesitaba devolverle la chaqueta que le había dado.
Pasaba frente a muchas puertas de aulas vacías pero se detuvo enfrente de una en la que escuchó un leve suspiro, se asomó y encontró lo que no esperaba.
Ben estaba entre las piernas de una chica rubia de cuerpo prominente, le besaba el cuello y el inicio de los pechos con facilidad ya que la rubia no tenía blusa. La chica soltaba suspiros y jadeos.
—Oh… amm, lamento interrumpir, pero te quería devolver esto —habló tímidamente en un tono suficientemente alto para que Ben la escuchara.
—Maldición —soltó la rubia al notar como el pelinegro volteaba la cabeza.
El chico se acercó a la pelirroja para agarrar la chaqueta de sus manos mientras la veía fijamente. Se acercó al oído de la chica frente a él para susurrarle.
—No te acerques a mí sí no quieres salir herida, solo te la paso esta vez porque era mi chaqueta pero interrumpiste algo importante —se alejó de su oído—. Nos vemos luego linda, tengo cosas que hacer —le habló a la rubia mientras veía a la pelirroja.
Ambas observaron como el chico salía de ese aula para alejarse por el pasillo completamente vacío.
—Tenias que venir a joder, ¿verdad, rojita?. No me sorprendería que te gustara Ben, pero malas noticias para ti —se puso la blusa y se acercó a Laura—, él será mío. Así que ya estás advertida y no te quiero cerca de él.
La pelirroja vio seriamente a la rubia irse sin tomarle importancia a lo que decía, aquel chico no le gustaba y de todas formas no se iba a acercar a él. Y sabía a la perfección que si esa rubia la volvía a amenazar no iba a retener sus palabras.
Sería muy tímida o callada, pero no se iba a dejar pisotear por nadie más. Iba a hacer oídos sordos con lo que los demás dijeran de ella e iba a ignorar a todas las miradas que le dirigieran.
“Ok, Laura. Si te vuelves a intimidar por alguien te das una bofetada. O le pides a Ximena que lo haga” pensó la pelirroja.
Al mencionar a la pelirosa en su mente recordó que no la había visto, el timbre sonó y decidió buscarla cuando su clase terminara.
—Joder —dijo con furia al ver su horario.
Le tocaba natación.
Estaba en los vestidores al lado de la piscina, veía el bañador negro en sus manos pensando en si se quedaba en los vestidores oculta o si salía y enfrentaba sus miedos.
Un toque en la puerta llamó su atención.
—Laura, solo tú faltas. Sal ya —mencionó la maestra de natación por fuera del cubículo en el que se encontraba.
—S-si, ya voy.
De no ser por eso se habría quedado ahí, pero ya no podía ocultarse. La tenían en cuenta y no sabía si alegrarse o no.
Se puso el bañador de una pieza y se amarró el cabello en una coleta baja algo despeinada.
Salió de los cubículos encontrándose con las chicas y chicos de su clase en extremos separados, se acercó a la orilla de la piscina y notó que el fondo era muy profundo.
Tragó saliva y el estómago se le revolvió, sentía los latidos de su corazón en la garganta y su boca se secó, la pesadilla le volvió a la mente y le costaba trabajo respirar, como si se estuviera ahogando sin hacerlo.
—Pero miren a quien tenemos aquí, ¿le temes al agua, rojita? —dos chicas se acercaron a ella, una castaña y otra de pelo negro.
Laura se obligó a ignorarlas completamente a pesar de lo nerviosa que estaba.
—A nosotras no nos ignoras, fenómeno —habló brusca la castaña.
La pelinegra le susurró algo al oído a su amiga y al instante soltaron unas risitas cómplices, risitas que Laura no notó por sus nervios.
—Oye —reprendió la castaña.
La pelirroja harta de todos sus parloteos se volteó dándoles la cara, pero su sorpresa fue grande al ver cómo la empujaban por el hombro para que cayera al agua.
—¿Porqué no me quieres? —preguntó su voz a una mujer de cara borrosa.
—Por que no eres tu hermana —seguidamente la empujó por el hombro.
Luchaba por salir a flote pero no lo lograba, sus ojos pesaban y luego de unos minutos se rindió. Su cuerpo flotaba en el agua mientras sentía su corazón ir cada vez más lento.
Todo se volvió negro.
Reaccionó por el agua en su cuerpo, la sensación le traía recuerdos y su corazón latía velozmente por el miedo. Movía los brazos al notar que no alcanzaba el piso y el agua entraba a su boca haciendo que se atragantara.
Las dos chicas reían fuertemente y los demás veían, unos se reían y otros solo observaban sin intenciones de ayudar.
El sonido de alguien tirándose al agua resonó en sus oídos vagamente, sintió como unos brazos la alzaban y su respiración seguía agitada mientras intentaba conseguir la mayor cantidad de aire posible. Se agarró al cuello del chico que la tenía y ocultó su cara en su cuello mientras calmaba su respiración.
El chico salió de la piscina con ella en brazos y todos los que reían dejaron de hacerlo al ver quién la cargaba. La pelirroja sintió como el chico caminaba tranquilamente por el lugar hasta salir de ahí.
—Soy Gustavo, solo por si tenías la curiosidad —habló el chico amablemente.
Laura no respondió, seguía intentando tranquilizarse por la situación pasada, pero luego de unos minutos ella habló en susurros.
—¿A dónde vamos? —preguntó sin moverse y con la voz apagada.
—A la enfermería, quiero confirmar que estés bien —la vio de reojo con una pequeña sonrisa—. Me gusta tu cabello, eres la primera pelirroja que veo.
El chico intentaba subirle el ánimo a aquella chica sabiendo que no se encontraba en sus mejores momentos, milagrosamente estaba pasando por el aula de natación y había escuchado las risas junto con los bruscos movimientos del agua, por curiosidad había entrado y notó a la pelirroja intentando nadar.
No la conocía pero sabía que algo no andaba bien, y al notar que nadie la ayudaba y que no parecía estar fingiendo la ayudó, y al instante cayó en cuenta de que la habían tirado. No hacía falta pensar mucho.
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