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—Gracias —susurró con lágrimas saliendo de sus ojos aún.
—Como sea —dijo fastidiado viendo al hombre tirado.
La chica ahora solo tenía su sostén puesto aparte de sus pantalones y se cubría los pechos con sus brazos, claro que eso no servía de prácticamente nada.
Lo peor era que aún le faltaban como diez minutos de camino hasta su casa.
El chico notó aquello al voltearla a ver nuevamente mientras pensaba en la única solución razonable.
—Mierda —susurró antes de quitarse su chaqueta de cuero y estirar su brazo para dársela—. Ten.
—Gracias —susurró de nuevo.
—Será mejor que la cuides, era mi preferida. Adiós —salió del callejón con las manos en los balsillos de su pantalón.
La pelirroja notó que tenía unos tatuajes en su brazo derecho que estaban unidos con los de su mano.
Laura reaccionó al notar que iba en la dirección en la que quedaba su casa así que apresuró el paso mientras se ponía la chaqueta que le quedaba bastante grande.
Llegó al lado del chico y empezó a caminar un poco más atrás.
—Deja de seguirme —dijo el pelinegro deteniendo su paso, la chica hizo lo mismo.
—No te estoy siguiendo, mi casa queda por ahí —se justificó.
—Estoy caminando muy lento y tú vas aun más lento que yo solo para seguir detrás de mí, podrías adelantarte —sí, talvez sí lo estaba siguiendo.
—¿Cómo te llamas? —cambió de tema.
El chico caminó hacia ella haciendo que retrocediera hasta que chocó con un poste, el chico se acercó más y luego dejó sus rostros a escasos centímetros. El pelinegro tuvo que inclinarse para estar a la altura de la chica.
—Ben —respondió y luego se alejó empezando a caminar de nuevo.
Las alarmas de peligro sonaron en la cabeza de Laura recordando que era él el chico al que no era recomendable acercarse según Ximena. Decidió dejar de seguirlo.
Después de ocho minutos por fin había llegado a su casa, le envío un mensaje al doctor avisándole que había llegado y luego se dirigió a su habitación.
Se quitó la chaqueta que tenía puesta y la observó. Se la pegó a la nariz sintiendo un aroma delicioso y masculino, simplemente perfecto.
Dejó la chaqueta en su silla y se dirigió al baño para prepararse para dormir, afortunadamente no le habían marcado tarea.
En una calle vacía se encontraba un chico alto de cabello negro y ojos azules lleno de tatuajes, se maldecía internamente por haberle dado su chaqueta a la que consideraba una niñata.
Lo peor era que la había salvado de una violación, y no por ser ella, sino porque lo habría hecho con cualquier chica.
La historia era simple, talvez él fuera un puto mujeriego que se acostaba con las chicas y luego las botaba, pero jamás las violaría, ellas se entregaban porque querían no porque las obligaran.
Él había sido producto de una violación, su madre había tenido una grave hemorragia interna por lo fuerte de dicho suceso y había pasado todo su embarazo en el hospital, de ahí su odio a los violadores.
Al golpear al hombre que besaba a la pelirroja él había imaginado u obligado a pensar que era el que había violado a su madre. Mujer que nunca lo despreció o abandonó por ser hijo de un hombre que la lastimó tanto.
Estaba por visitar a su madre, pero algo se había presentado y le había pedido que no fuera. Pero joder, ya estaba a la esquina de su casa como para que le dijera que no se encontraba en ella.
Ahora estaba caminando de vuelta a la suya maldiciendo a absolutamente todo lo que veía a su paso. Literalmente a todo.
En su mente apareció repentinamente la imagen de esa chica, “rojita” como la había apodado él. Admitía que era linda, algo atractiva y quizás hasta sexy, pero eso no evitaba que hiciera su vida un infierno si se la topaba, como con todas.
Ahora lo que él no quería era que estuviera pegada a él como forma de “agradecimiento por salvarla de una violación”. Aunque talvez él quisiera ver esos ojos de oro fundido una vez más.
Se maldijo internamente por sus pensamientos.
El cielo ya estaba oscuro y no veía que hacer para entretenerse en lo que iba a casa nuevamente, había planeado quedarse con su madre y ahora iba a tener que caminar otra hora para ir a su casa.
Bajó la cabeza viendo sus tenis negros moverse a paso tranquilo, sacó una cajetilla de cigarros y luego agarró uno para después encenderlo y llevarlo a sus labios.
Exhaló una gran cantidad de humo y siguió con su camino.
El despertador de su teléfono sonó indicando que debía prepararse para ir a la preparatoria, la pelirroja lo apagó perezosa y luego se sentó en la orilla de la cama con sus ojos somnolientos y el cabello algo enredado.
Vio un zapato frente a ella y mantuvo su vista ahí pensando seriamente si debía o no debía ir a la primera clase.
—Joder —susurró levantándose.
Se dio una ducha fría para luego ponerse unos shorts de mezclilla negros, una chamarra gris y sus tenis blancos. Arregló su mochila y cuando estaba por salir de su habitación observó la chaqueta de cuero sobre su silla.
La tomó y rápidamente bajó para dirigirse a su preparatoria.
Llegó luego de unos quince minutos y entró al edificio con la cabeza gacha, sentía la mirada de todos sobre ella pero esta vez no susurraban, solo veían.
—¡Maldición, dejen de joder! ¡¿No tienen que follar con alguien o qué?! —gritó una voz masculina que no supo reconocer.
Todos dirigieron su vista hacia él y rodaron los ojos para volver a sus asuntos.
—Gracias —dijo tímida cuando el chico de cabello castaño se acercó.
—No te preocupes, odio a todos aquí para ser sincero —sonrió un poco—. Soy Chris, tú debes ser Laura.
—Si.
—Como que no eres muy habladora, ¿o sí? —preguntó burlón.
En menos de veinticuatro horas ya había escuchado esa frase dos veces, vaya sorpresa.
—Es que no te conozco —evidenció.
—Bueno, soy Chris, uno de los tres chicos más populares de esta preparatoria —presumió a broma.
—¿Uno de los tres más populares?
—Si, yo soy el número tres como el “nerd sexy”, luego está Gustavo como el “chico bueno” y en primer lugar está Bien, el típico “chico malo”. Y hablando de él será mejor que le devuelvas su chaqueta pronto —anunció—, es su preferida y no deja que nadie la toque.
—¿Cómo sabes lo de la chaqueta?
—La tienes en los brazos y no creo que uses algo tan grande.
—Cierto, ya me voy entonces.
—De acuerdo, nos vemos luego —se despidió.
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