6
Mientras más pastel comía más sentía que se podía hacer adicta, era simplemente lo más delicioso que había comido hasta ahora.
Iba ya por la segunda rebanada cuando Ximena habló entre risas.
—Tranquila, Lau. Pareciera que no habías comido pastel en la vida —se rio un poco más—. Eres como un tierno perrito, tus ojos son tan grandes y hermosos —alagó de repente.
La pelirroja se atragantó un poco, era lo más lindo que le habían dicho desde que había despertado y se sentía mejor de lo que había creído.
Observó a la pelirosa con sus brillantes ojos y desvió la vista con un pequeño sonrojo.
—T-tus ojos también son bonitos —señaló.
—¡Gracias! Los heredé de mi mamá, me dice “mi pequeña esmeralda” —dijo sonriente.
La pelirroja se sintió mal de repente, pero no por culpa de la chica o algo así. Se sintió mal por no recordar cómo era su relación con su madre, si vivía con ella, e incluso si aún vivía.
Se sentía tan sola.
Su tiempo en la cafetería se había hecho muy cómoda, habían decidido dejar de lado la vida de Laura y hablar sobre Ximena. La pelirroja había descubierto muchas cosas interesantes sobre su nueva amiga.
Era hija única de una pareja millonaria, en realidad era de cabello rubio, tenía una agradable relación con sus padres, quería estudiar para ser artista y conocía a todos los de la preparatoria, claro que eso no significaba que se llevara bien con todos.
Se estaban despidiendo cuando Ximena recordó algo que le debía decir a Laura.
—Oye.
—¿Sí?
—No te acerques a Ben, solo le interesa jugar con las mujeres y luego hacer de su vida un infierno. Por favor, hazme caso —suplicó.
—… De acuerdo —aceptó algo confundida.
—Gracias —se despidió con un abrazo y se fue dejando a la pelirroja sola.
Esa última advertencia la había hecho sentir curiosidad sobre ese chico, sabía que no era buena idea meterse con él por lo que Ximena le había dicho, pero algo en ella la hacía querer saber más de aquel desconocido.
—No creo que sea tan malo —susurró para ella misma.
Aunque más bien quería convencerse de ello, sabía que sería el diablo en persona, pero quería hacerse creer esas palabras.
Caminó de regreso a la preparatoria para luego ir a su casa, era la única forma en la que sabía ir y no quería arriesgarse a perderse.
Ya era algo tarde, había salido a las dos de la preparatoria y había estado alrededor de dos o tres horas en esa cafetería. Para afirmar la hora vio su teléfono.
4:45 PM.
Era algo tarde, el sol empezaba a ocultarse y por primera vez la chica notó que anochecía muy temprano.
El cielo estaba pintado de azules, naranjas y morados, el sol bajaba lentamente mostrándose hermosamente ante los ojos de todos y los pájaros volaban hacia los árboles.
Nadie observaba ese escenario, solo la pelirroja. Era la primera vez que veía un atardecer, o al menos así lo creía ella por la falta de memoria.
El cielo, el sol y los colores que se mostraban combinaban con ella al cien por ciento haciéndola ver como una parte fundamental de ese espectáculo natural.
Estaba pasando al lado de un callejón bastante oscuro, pero veía tan atentamente el hermoso cielo que apenas se dio cuenta de ello.
Alguien la jaló hacia él interior de ese oscuro lugar aprisionándola entre la pared y su cuerpo. Era un hombre de apariencia desagradable, bajo, gordo y de ropa gastada.
—¿No tienes algo para mí? —preguntó el hombre con voz repugnante.
—S-señor, yo no lo conozco. Aléjese de mí, p-por favor —intentó mantener la calma.
—Eso es lo que lo hace divertido, linda. No nos conocemos —se acercó a su pálido cuello—. ¿Acaso no te parece… excitante?
—Suélteme, por favor. ¡Ayuda! —gritó mientras lágrimas empezaban a inundar sus ojos.
—Calladita, preciosura. No querrás que las cosas se pongan más difíciles —advirtió mientras le cubría la boca y ahogaba sus gritos y sollozos.
Empezó a lamerle el cuello y a acariciarle el trasero por sobre el pantalón mientras la pelirroja solo lloraba.
Un recuerdo invadió su mente.
—Maldito infeliz… —le dieron un golpe en la mejilla—. ¡Por favor, déjame ir!
Las manos masculinas de un chico alto y muy musculoso se movían sobre su cuerpo, bajo la falda de su corto vestido rojo y sobre la tela roja que cubría sus pechos.
—Lo vas a disfrutar, Laura. Déjate mimar por tu primo, ¿si? —le daba besos por su cuello.
Volvió a sus cinco sentidos gracias al golpe de aire frío que le recorrió el pecho cuando el hombre desgarró su sport negro dejándola en sostén.
Su camisa estaba en el suelo completamente rota y sucia y de su sport apenas habían rastros, sentía la asquerosa lengua del hombre pasar por sus clavículas y el inicio de sus pechos.
Era un mar de llanto hasta que de repente se separó bruscamente de ella.
Un chico alto lo jaló y lo empezó a golpear fuertemente mientras lo agarraba del cuello de la camisa para mantenerlo en el suelo.
La pelirroja lloraba fuertemente sentada en el piso y apoyada en la pared mientras se cubría con sus brazos, aún no había dejado de llorar, tenía el recuerdo en su mente y lo que había sucedido recientemente no la ayudaba a olvidarlo.
Notó que el hombre ya estaba inconsciente en el piso mientras sangraba, el chico alto no dejaba de golpearlo y la pelirroja se dió cuenta de que si seguía golpeándolo lo iba a matar.
—Para… —susurró —. Para por favor… lo matarás —habló ligeramente más alto.
Se acercó al chico de chaqueta de cuero y lo agarró del hombro con la mano temblorosa para luego jalarlo para indicarle que parara.
—Te lo suplico… detente… ¡Alto! —el chico se detuvo.
Volteó a verla lentamente dejando ver el rostro del chico con el que había chocado en la mañana. Le sorprendió bastante el hecho de verlo ahí, le había salvado de ser violada.
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