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35

Joder, siempre la terminaba cagando, y justo cuando había avanzado un paso con Laura había retrocedido veinticinco más, ¿acaso era idiota?.

Sin decir nada se separó de Laura y salió de la habitación, sacó su teléfono y marcó al primer número que se le ocurrió.

—¿Qué pasa Ben? —la voz de Estefanía sonaba apagada pero en esos momentos el pelinegro estaba muy distraído como para notarlo.

—La cagué —soltó de una.

—Espera, ¿qué? Explícate.

—Laura y yo nos besamos…

—Y ella no quería, bravo, te felicito —ironizó.

—No, de hecho, ella fue la que me besó —se explicó.

—Y el problema es que...

—Luego le dije que no esperara que me comportara como un cursi.

—Ben… ¿Eres idiota?

—¡No lo sé! Me pidió que me fuera y eso estoy haciendo.

—Alto, regresa, Ben. Si una chica te dice que te vayas ¡no lo hagas! Es una especie de prueba, si te vas es que no te importa, si te quedas… quizás te de una oportunidad más —¿Porqué las mujeres eran tan complicadas? Enserio que era mucho más fácil decir que no se fuera—. Ahora ve, y no la cagues de nuevo, imbécil.

—Oh… entonces por eso estabas enojada conmigo la otra vez —afirmó.

—¡Tú solo ve antes de que sea tarde!

Ben colgó la llamada y entró de nuevo al hospital, era demasiado problema hacer todo eso. De hecho, empezaba a pensar que sería mucha mejor ignorar todo aquello hasta que simplemente desapareciera.

Al llegar a la habitación de Laura se topó con una chica de cabellos castaños y ojos color miel, estaba junto a Laura hasta que sorpresivamente le dio un pequeño pico de labios dejando a la pelirroja totalmente desconcertada.

—¿Quién mierdas eres tú? —Ben entró completamente al cuarto y alejó a la chica castaña de Laura en un acto posesivo.

Se puso frente a Laura viendo a la desconocida con los brazos cruzados.

—No te importa. Bueno, Lau, me avisas que dices —le guiñó un ojo a la mencionada y dándole una mirada de reojo al chico salió.

—¿Quién era ella? —preguntó sin paciencia.

—Creí haber dicho que te fueras —Ben le lanzó una mirada de advertencia que de cierta forma la intimidó—. Solía ser mi compañera de la escuela. No sabía que era lesbiana.

Ben la siguió observando en su lugar, veía como se relamía los labios y luego ponía expresión de disgusto para empezar a limpiar sus labios insistentemente con el dorso de la mano.

—Tenía labial de cereza —susurró—. Odio la…

Detuvo sus susurros cuando Ben la agarró de la barbilla y la besó, lamía y mordía sus labios en varias ocasiones haciéndola jadear por lo bajo.

Al separarse Laura estaba más roja que su propio cabello.

—No quiero que alguien más te vuelva a besar, nadie. ¿Se fue el sabor a cereza? —preguntó indiferente, Laura asintió desviando la vista—. Bien.

Se fue a la silla y se recostó en ella, cerró los ojos y mantuvo el rostro sereno hasta que finalmente se durmió, eran aproximadamente las ocho de la mañana, y no habían dormido en toda la noche. Bueno, Ben no había dormido en toda la noche.

Laura observaba a Ben dormir mientras su rostro se mantenía caliente y rojo, muy rojo. Se maldijo internamente, se suponía que debía alejarse de Ben.

Por otro lado estaba algo sorprendida, Lilith, así se llamaba la chica que había estado ahí hacía tan solo diez minutos.
Solía molestarla mucho en la escuela, pero jamás se había imaginado que era porque le gustaba, de hecho, jamás se había imaginado que fuese lesbiana. Tenía muchas amigas en la escuela, demasiadas en realidad.

“Me gustas, dame una oportunidad y te prometo que te mostraré lo mucho que he cambiado en estos años”. Eso le había dicho, y en verdad le agradecía a Ben por haber llegado.

Había sido algo raro saber que no la había olvidado, y había sido muy extraño que supiera dónde estaba, aunque no le sorprendía del todo, su padre era uno de los mejores doctores de el hospital en el que se encontraba, por eso nunca iba a él, por temor a encontrarse con ella.

También le había mencionado que se había pasado a su escuela hacía unas semanas, y que de no ser por el director nunca se hubiera enterado de aquello.
Ahora estaba bastante nerviosa y…

—Deja de verme, no me dejas dormir —susurró un malhumorado Ben.

—Lo siento.

Vio sus manos y empezó a jugar con ellas, era una especie de tic nervioso que tenía desde la infancia.

—Oye…

—¿Qué te había dicho? —la interrumpió.

—¿Ah?

—Deja de jugar así con tus dedos, joder haz caso a lo que te digo —se volteó apoyándose en su costado derecho viendo a Laura.

Al instante obedeció. Vaya control que tenía sobre ella, pero si era sincera ya era puro instinto, había aprendido a hacer lo que la gente le dijera para evitar maltratos, aunque eso nunca funcionaba ya que habían seguido, y seguido, la gente la solía intimidar de una forma que le causaba miedo. Pero con Ben era diferente.

Sí, tenía esa facha de chico malo que en cualquier momento te podría golpear con un bate con clavos, pero por algún motivo él no la asustaba, la intimidaba mucho, pero no le causaba miedo.

Sabía que estaba segura con el, lo sentía y lo veía, pero también sabía que si seguían con todo aquello nada iba a terminar bien.

—¿Porqué me ves tanto? —preguntó la pelirroja con nervios.

—¿Porqué te pongo tan nerviosa? —cuestionó mientras aún la veía—. Acaso… ¿te gusto?

A oídos de Laura esa pregunta fue hecha por la curiosidad y burla que Ben tenía hacia ella, pero también identificó algo de… ¿esperanza podría ser?

—… ¿Tú? —Ben asintió—. ¿A mí? —Ben volvió a asentir—. ¡¿Qué estupideces dices?!

Un jadeo salió de sus labios al sentir una punzada en su costado izquierdo. Había olvidado por qué estaba ahí.
Ben no se sintió mal, de hecho, sabía que mentía, estaba demasiado nerviosa.

—Que pena, tú sí me gustas a mí —se recostó en la silla con los ojos cerrados simulando tranquilidad.

Después de unos segundos Laura explotó en risas mientras se agarraba la costilla porque le dolía.

—Buena broma.

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