33
Ben se levantó rápidamente de la cama de Estefanía mientras se ponía la playera que anteriormente estaba en el suelo.
—¿Qué sucede? —preguntó la rubia.
—Laura, creo que está en problemas —se puso la chaqueta y estaba saliendo de la habitación por la ventana justo cuando Estefanía le habló.
—Ben —el pelinegro se detuvo sin voltear—. Si te mete en problemas, mándala al diablo.
Claramente no iba a dejar que esa pelirroja le hiciera algún mal a Ben.
El pelinegro no respondió, solo salió por la ventana cerrando la misma para luego subirse a su moto negra y arrancar camino al lugar que le habían mencionado en el mensaje.
***
Laura escuchaba sus propios latidos, sentía su respiración pesada y apenas podía mantener los ojos abiertos, veía doble y todo se escuchaba amplificado pero lejano a la vez. Las costillas le dolían al respirar.
¿Qué hacía ahí? No recordaba mucho, solo recordaba a Lucía… un pequeño fragmento de una conversación y que la anteriormente mencionada le había dicho algo sobre Ben. ¿Ben? ¿Porqué mencionaría a Ben?.
Quería mantener los ojos abiertos, había visto muchas películas y cuando el protagonista estaba herido y cerraba los ojos se moría, no quería morir, no aún.
Por algún motivo el sueño la seducía, como una trampa para ratones, le decía que se sentiría mucho mejor si descansaba un rato.
Hasta empezaba a pensar que no era tan mala idea, la cabeza le daba vueltas, y vueltas, y más vueltas, estaba por dormirse pero unas rápidas pisadas llamaron su atención.
—¡Laura! —la grave voz de Ben la sobresaltó—. Mierda ¿qué diablos te pasó joder?
Ben sostuvo la cabeza de la pelirroja y la puso sobre sus piernas, de su boca salía sangre, en su mejilla derecha tenía un moretón y la blusa levemente levantada dejaba ver una marca rojiza que seguramente se volvería un moretón en un rato.
El chico agarró su teléfono y empezó a marcar rápidamente.
—¿Q-qué… haces? —la débil voz de Laura apenas fue más que un susurro.
—Llamo a la ambulancia, mierda, te dije que no fueras con tu maldita hermana —dijo desesperado y enfadado, pero también preocupado.
—No… no quiero ir al hos-pital.
—Me vale verga Laura, esto no está a discusión.
Ben hizo la llamada, le respondieron que intentaría llegar lo más pronto posible, pero que les tomaría más de cinco minutos seguramente, y era obvio, estaban en medio de una carretera.
—Maldición Laura, mantente despierta, ¿ok? Llegarán pronto —aquella frase había sido principalmente para él, si era sincero estaba con los nervios de punta.
—Deja de maldecir… joder —en otra situación Ben se hubiera carcajeado de aquello, pero en esos momentos no le salió más que una mueca.
—No hables.
Su corazón latía velozmente, y estaba seguro de que Laura odiaba los hospitales, admitía que no eran el mejor lugar de todos para pasar tanto tiempo ahí.
Sentía sus ojos húmedos, pero las lágrimas no salían, supuso que la preocupación opacaba la tristeza, pero estaba frustrado también, y muy, muy enojado.
Llevaban alrededor de siete minutos en ese silencio, Laura estaba a nada de desmayarse y Ben intentaba mantenerla despierta mientras hablaba un poco o la movía levemente.
Las sirenas de la ambulancia se empezaron a escuchar y en menos de que se diera cuenta ya habían cuatro enfermeros en la habitación.
—Hay que bajarla, joven —dijo uno de los enfermeros—. ¿Podrías…?
No hizo falta que terminara la pregunta ya que Ben al instante se paró y cuidando de no hacerle más daño a Laura la cargó para empezar a bajar por el elevador.
Al bajar la pusieron en una camilla y la subieron a la ambulancia, Ben también subió y se quedó a su lado en todo el camino hasta que al llegar al hospital se tuvo que quedar en la sala de espera.
***
Ya habían pasado alrededor de tres horas cuando finalmente llegó un doctor con una hoja.
—Familiares de Laura… sin apellido —mencionó el doctor un poco confundido pero manteniendo la seriedad y el profesionalismo.
—Yo —se acercó al hombre de bata blanca—. ¿Cómo está?
Se sentía raro, apenas el día anterior había estado en el hospital con Laura, ¿acaso atraía a los hospitales o viceversa?
—Estable, tiene una costilla rota, múltiples golpes en la zona abdominal y… ¿Recién sale de un problema mental, de amnesia, pasó por un coma o algo similar? —preguntó.
—Sí.
—Oh, bueno, entonces no es nada —apuntó algo en la hoja que llevaba en la mano—. Entonces todo el daño es físico, ¿sabe qué le ocurrió?
—No.
—De acuerdo. La paciente está descansando, está anestesiada pero puede pasar a verla. Habitación cincuenta y seis todo recto a la derecha.
Con la misma el hombre se fue y Ben se dirigió a la habitación que le habían mencionado.
Al entrar la observó, no estaba tan mal, lo único que era visible era el pequeño moretón en la mejilla, pero de resto estaba intacta.
Se acercó a la camilla y se sentó junto a ella.
—Maldición Laura, juro que si me vuelves a hacer venir a un hospital luego de esto te… mierda, no te podría matar —suspiró.
—¿Porqué no? —el susurro de Laura lo asustó, mantenía los ojos cerrados.
—¿No se suponía que estabas anestesiada? Mierda, casi me provocas un infarto.
Los ojos de Laura se abrieron lentamente posicionándose sobre Ben, mirándolo con mucha atención, como si lo estuviera analizando.
—No me has respondido.
—Ash… me daría lástima, ya pasaste por muchos hospitales —se cruzó de brazos, se recostó en el respaldo de la silla y desvió la mirada mostrándose serio.
—No debes estar aquí, está vez no es tu culpa así que te puedes ir.
Se quejó cuando se intentó incorporar un poco y Ben se apresuró a mantenerla acostada.
—¿Acaso eres estúpida? Tienes una costilla rota, no te puedes mover. Idiota —murmuró.
—No me has respondido.
Ben se volvió a sentar, y luego de un momento de silencio respondió.
—No quiero.
—¿No quieres qué?
Puso su vista sobre Laura y con un semblante serio y mirada levemente nerviosa volvió a responder.
—No quiero dejarte.
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