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Los padres de ambas intentaron cubrirse el rostro ante la cámara, pero era inútil, ya habían sido grabados.
Laura y Lucía estaban en pésimas condiciones, aunque claro que Laura al haber recibido múltiples golpes y patadas en todo el cuerpo estaba aún peor.
Lucía seguía grabando, aún le faltaba un poco de aire por el golpe anterior pero estaba estable mientras que Laura estaba en el piso con apenas un rastro de conciencia presente.
—¿Q-qué haces? —preguntó el hombre nervioso y enojado.
—Sé perfectamente que un escándalo como este podría arruinarles la vida, estuve grabando todo, y si no nos dejan a Laura y a mí entonces este video pasará a manos de la autoridad —amenazó.
—No te atreverías —empezó la mujer—. ¡Te hemos dado todo!
—¿Y Laura qué? ¿Acaso soy su única hija? Les recuerdo que tengo una gemela, no soy la única que tiene la sangre de ambos en sus venas.
Laura escuchaba las voces a lo lejos, en eco, sentía los latidos de su corazón muy fuertes y un pitido en sus oídos la empezaba a atormentar.
—Yo volveré con ustedes, pero no me pueden tocar ni un pelo. Ni a mí ni a Laura, así que la dejarán en paz, seguiré con la empresa, guardaré todo este maldito secreto, pero solo si cumplen. Sino, enviaré este video a la policía y lo subiré a internet, no podrán comprar a nadie —su corazón latía desbocado.
Si no aceptaban las matarían a ambas en ese mismo instante, pero si lo hacían ambas quedarían libres de cualquier tipo de abuso.
—Ah, y no intenten borrar el vídeo, que será automático enviado a internet y se hará público —advirtió.
Los mayores de vieron mutuamente notándose atrapados, no tenían escapatoria y debían aceptar aquel trato sí o sí.
—Bien. Pero nos vamos, ahora. Y tú vienes con nosotros —respondió el hombre con la voz seria dirigiéndose a su hija mayor.
—Pero Laura…
—Vienes con nosotros o justo ahora se rompe el acuerdo.
Lucía observó a Laura y luego a sus padres, debía irse ya si no quería que mataran a su hermana. Sin que se dieran cuenta le envió un mensaje a Ben desde el teléfono de Laura que estaba junto a ella.
Hotel Lauren’s en la carretera del norte. Ven rápido y entra a la habitación 11, está abierta.
—De acuerdo.
Lucía se hincó junto a Laura y le dio un beso en la frente.
—Ben está en camino, resiste un poco más por favor —susurró.
Luego de aquello, Lucía y sus padres salieron de la habitación a pasos rápidos, mientras que los mayores estaban frustrados por su plan fallido, Lucía se sentía culpable por haber dejado así a su hermana.
***
Ben se encontraba en la habitación de su mejor amiga mientras de besaban ferozmente, las prendas de la chica empezaban a desaparecer con rapidez mientras retrocedían hacia la cama de la susodicha.
—Ben… —gimió Estefanía en un susurro—. ¿Qué te… pasa?
Le costaba hablar por los besos, lamidas y leves mordidas que el pelinegro le estaba repartiendo por el cuello y el inicio de los pechos dejándole marcas rojizas.
—Ben para… —no reaccionó—. ¡Para!
Ante el grito el chico la soltó bruscamente para luego jalarse los cabellos con frustración y enojo. Cuando Laura había decidido irse con su hermana había acudido a la mejor distracción que se le había ocurrido. El sexo.
Claro que no contaba con que su amiga notara su estado de ánimo.
—¿Qué sucede, Ben?
—Mierda —susurró—. Nada, no pasa nada.
—Ben, te conozco desde los seis años, por dios te conozco como a la palma de mi mano y sé que te pasa algo. Dime, no te juzgaré.
—Me gusta Laura —soltó de la nada dejando a Estefanía con la boca abierta.
—¿Qué?
Sentía su corazón doler, sentía como las mariposas en su estómago que siempre hacían acto de presencia cuando estaba Ben morían lentamente, sentía… no sabía que sentía, solo sabía que era horrible.
—¡Me gusta Laura, joder! —gritó aún más frustrado.
—¿Cuál es el problema? —dijo con cierta decepción en la voz.
—Que ella no quiere nada conmigo, que ella no lo sabe, que no me puede gustar nadie y que soy un maldito adicto al sexo que no podrá controlarse cuando un par de tetas le crucen por el frente —exclamó, estaba enojado consigo mismo.
Estefanía se había prometido que buscaría la felicidad de su amigo antes que nada, no podía permitir que su tristeza o sus celos la rompieran.
Ya había hecho lo posible.
—¿Cómo sabes que no quiere? De seguro ella está igual que tú y… si en verdad te gusta no tendrás que esforzarte en no ceder a tus necesidades sexuales, lo harás sin notarlo —mencionó en voz baja—. Y ya deberías superarlo, Ben, están apunto de romper el trato, tu padre no te puede obligar.
—Pero… no creo ganarle, se empeña demasiado en que me case con Berenice, es imposible —suspiró.
Su padre era un empresario famoso, y lo quería como esposo de Berenice, una perfecta candidata a dirigir su línea de empresas junto a la “decepción” que tenía como hijo.
—Ben, ignóralo, puedes decir que no, y si la cosa llega a mayores sabes que en estos tiempos organizar un matrimonio sin el consentimiento de los “novios” es un delito. Lo puedes denunciar —evidenció.
El pelinegro lo empezó a pensar, no era una mala idea en realidad, no había tomado en cuenta ese detalle. Lo único que necesitaba era saber cómo exactamente podía saber que sentía Laura por él.
Ya que pensaba en Laura, ¿dónde estaría? Se había ido con su hermana pero no sabía si había sido una buena decisión por parte de su rojita.
Necesitaba saber dónde estaba.
Cómo si sus plegarias hubieran sido respondidas le llegó un mensaje, vio que era de Laura. El doctor le había hecho el favor de añadir su número en el teléfono de Laura y viceversa, solo por si había un problema. Y en esos momentos parecía haber sido una buena decisión.
Hotel Lauren’s en la carretera del norte. Ven rápido y entra a la habitación 11, está abierta.
—Mierda.
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