27
Era pura oscuridad, no veía más que eso. No sabía cuánto tiempo había estado ahí pero se sentía como una eternidad.
Se lamentaba por estar en la misma situación. Había escuchado unos murmurios lejanos, había veces que los oía, pero no reconocía ni las voces ni las palabras.
De repente la oscuridad empezó a aclarar pasando a grises y luego a blanco, de última la habitación de un hospital. Respiró profundamente viendo a su alrededor.
Una puerta se abrió y ahí estaba Ben con una charola llena de comida, lo vio levantar la vista para luego escuchar como toda la comida caía al suelo.
El pelinegro no pensó en nada y solo se acercó a Laura con los ojos brillosos y la estrechó entre sus brazos con fuerza.
—Perdón —susurró—. Enserio lo siento —sollozó—. Perdóname, por favor.
Se separó de ella y sujetó su cabeza con ambas manos acomodando unos mechones rebeldes. Laura asintió con una sonrisita.
—Extrañé tus ojos —acarició sus párpados—. También extrañé tu voz, habla, por favor.
—Ben —dijo con la voz rasposa—. ¿Cuánto tiempo pasó?
—Una semana, la más larga de mi vida —la vio con un brillo en los ojos que casi hace saltar de alegría a Laura.
Sin duda la actitud de Ben confundía a Laura, él nunca se portaría así con nadie, o al menos no con ella. Pero también le alegraba, si estaba así era porque le importaba.
También estaba feliz porque esta vez no había estado sola, alguien había esperado a que despertara, y aunque estuviera molesta con él por haber causado su coma nuevamente también estaba muy feliz con él.
Pero ahora al ver lo que le había provocado creía saber cuál era la respuesta a los problemas que tenía, ahora sabía que debía hacer. Se debía alejar de Ben.
Desde un inicio lo supo, pero solo quería ignorar ese sentimiento de peligro por un simple capricho, pero por ignorar aquella sensación se había metido en ese lío, no quería que volviera a pasar.
Dejando aquel tema de lado ella se sentía horrible, físicamente. Sentía como si miles de rocas pesadas hubieran caído sobre su cuerpo, también sentía una opresión en el pecho y un insoportable dolor de cabeza.
Laura apartó suavemente a Ben que aún seguía acariciándole los cabellos. No tenía ni idea de que juego quería jugar Ben pero ella no iba a ser ni un juguete, ya sabía que los chicos como él, los que se acuestan con una chica diferente cada dos noches, solo eran buenos con las chicas a las que querían en sus camas.
—¿Qué pasa? —preguntó Ben al notar como lo apartaba.
Antes de que Laura pudiera responder el doctor entró a la habitación mientras revisaba unos papeles.
—Ben, mira, sé que… —se detuvo cuando vio la comida en el suelo y elevó la vista—. Laura.
El hombre se acercó a la chica que lo recibió con una gran sonrisa, le dio un beso en la frente y luego la abrazó suavemente, como si de una muñeca de porcelana se tratara.
Ben, a pesar de saber que aquel hombre era el doctor, no pudo evitar sentir algo de celos. A él lo había apartado, ¡y a él lo dejaba hasta darle un beso!.
El pelinegro decidió salir de la habitación sin decir palabras, necesitaba ir a fumarse un cigarrillo y como estaba en un hospital no podía hacerlo dentro, tenía que subir al techo.
Tanto Laura como el doctor observaron al chico salir de la habitación y desaparecer por el pasillo que llevaba al elevador, ni uno le tomó mucha importancia ya que tenían que hacer unos chequeos.
—¿Cómo te encuentras, Lau? —preguntó el hombre.
—No muy bien, me duele todo —se sinceró—, mayormente la cabeza.
—Eso es normal, al recibir todos los recuerdos de golpe pueden provocar una… leve alteración cerebral, pero no te preocupes, lo peor ya pasó —con esas palabras intentó tranquilizar a la chica.
—¿Lo peor?
—Sí. Volviste al coma por una semana, tuviste muchas convulsiones en las que casi se te detiene el corazón y corrías riesgo de no volver a despertar. Si eso no es lo peor entonces no se que sea —talvez había sido muy directo.
Laura procesaba esa información más lento que una computadora sin internet, sin duda se había perdido de mucho durante esa semana que había “faltado”.
—¿Cuándo me podré ir?
—Para empezar hay que llevar el registro de la actividad cerebral por el próximo mes para comprobar que no hayan… —buscó la palabra— evoluciones y que no puedas entrar en un nuevo coma. Podrías quedarte aquí dos semanas y luego volver a tu rutina normal pero tendrías que venir diario a hacer un chequeo por las siguientes dos semanas —explicó.
Laura asintió algo desanimada, ya había pasado mucho tiempo en aquel hospital y eso solo la ponía de malas.
Odiaba los hospitales, eso lo había recordado. Para empezar había estado presente cuando su abuela paterna –la única que le mostraba afecto– había fallecido, y para terminar había ido muchas veces en su niñez por los golpes que su padre y madre le proporcionaban con la excusa de que se caía.
Rogaba porque esas dos semanas se pasaran lo más rápido posible, tampoco le gustaba la sensación de las agujas incrustadas en su piel.
—Te dejaré ya, Lau —estaba por irse pero recordó algo y se volteó a verla.
—¿Qué pasa? —preguntó al notar como la veía.
—Sobre ese chico… no es malo. Cometió muchos errores pero la está pasando mal —comentó.
—No le importo, no lo tengas en mente.
—Se quedó aquí la semana que estuviste en coma, llegó al punto de bañarse aquí y dormir aquí, solo se iba para asistir a clases. Sí le importas, Laura. Espero que no desperdicies eso —con la misma dio media vuelta y salió de la habitación.
Esas palabras rondaron por su mente mientras veía el techo, el control del televisor estaba lejos y no tenía su teléfono a la mano, eso significaba que no podía escapar de sus pensamientos ni aunque quisiera.
La puerta blanca se abrió y cerró delicadamente dándole paso a cierto pelinegro que observaba a Laura sin ni una expresión aparente. ¿Dónde había quedado el Ben de hacía unos minutos?.
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