26
Ben despertó al lado de Laura, el cielo estaba oscuro y la chica en la camilla seguía como antes, dormida. Observó como parecía estar más pálida y saber que estaba así por su culpa solo lo hacía sentir mal. Estaba seguro que Laura lo iba a odiar, si es que despertaba.
—Ben —el doctor del día anterior entró a la habitación—. Ve a clases.
—¿A clases?
El pelinegro volteó a ver el reloj sobre la mesa al lado de la camilla.
6:02 AM.
Había pensado que era de noche, no se había fijado en la hora el día anterior en que se había dormido. Pero tenía que asistir a clases ya que su madre le había prácticamente duplicado que al menos se graduara de la preparatoria. Y como a su madre no le podía negar nada ya que la amaba se había prometido no faltar a sus clases.
—Sí, a clases. Yo me encargaré de cuidar de Laura, ya lo hice cuatro años y puedo hacerlo todo el tiempo que se necesite —mencionó mientras se acercaba al suero y le inyectaba algo.
El pelinegro lo meditó un poco pero luego accedió, Laura estaría en buenas manos y apenas saliera de clases la iría a ver, nadie perdía.
—De acuerdo.
Ben se paró del suelo de dónde estaba sentado y se quitó la manta que misteriosamente había llegado a él. Le acarició los cabellos a Laura a forma de despedida y luego salió de la habitación.
No tenía su moto ahí por lo que tendría que caminar hasta su casa, no habían taxis y el primer autobús del día salía a las siete de la mañana.
Sentía el frío mañanero mover su cabello y pasar por sus brazos, también traspasaba levemente su preciada chaqueta de cuero negro y sus tenis. Vaya que había frío.
Sus pasos de detuvieron y vio al cielo que empezaba a aclararse mientras pensaba seriamente en volver al hospital, pero desechó esa idea tan pronto como llegó.
Al llegar a su casa lo primero que hizo fue ver la hora en el reloj en la pared.
6:46 AM.
Se le hacía tarde. Se dio una ducha de agua fría y luego se vistió con una musculosa negra de cuello de tortuga, unos pantalones de mezclilla claros junto con sus botas Timberland. Agarró su chaqueta de cuero y con el cabello mojado salió de su casa con las llaves del lugar y de su moto.
Arrancó la motocicleta y fue camino a la preparatoria. En menos de quince minutos ya había llegado al edificio, tres minutos antes de las siete y media.
Se estacionó y bajó de su moto para luego ir a la puerta de la preparatoria. Ya no habían alumnos en los pasillos ya que estaban en sus aulas pero aún así Ben aceleró el paso para llegar a tiempo.
Justo cuando sonó el timbre él iba entrando al salón con el profesor siguiéndole de cerca. Se fue a su asiento hasta la última fila y se cruzó de brazos mientras se recargaba en el respaldo del asiento.
Ya era la segunda clase del día y la cosa no podría ir más aburrida, Ben no dejaba de pensar en Laura y en cómo estaría solo rogaba porque estuviera bien.
Una chica entró al aula, tenía cabellos castaños y ojos verdes, caminó hasta el escritorio de la ahora profesora y le susurró unas cosas que nadie más que ellas dos pudo escuchar.
—Benjamín, el director te llama —anunció la mujer.
No sabía que había hecho, empezó a repasar en su mente todo lo que había hecho la última semana pero aparte de follar a chicas y molestar a Laura no había hecho nada más.
Confundido se levantó de su asiento y agarró su mochila para luego empezar a seguir a la castaña que iba adelante de él. Cuando se detuvieron frente a una puerta Ben se fijó en que no era la de la oficina del director, y lo sabía por las incontables veces que había sido llamado a ese lugar.
—Esta definitivamente no es la dirección. Es… ¿el salón de música? —comprobó aún más confundido.
—Mira, llevo mucho tiempo intentando hacer esto pero simplemente no puedo —dijo la chica con la cabeza hacia abajo y con las mejillas sonrojadas mientras jugaba con sus manos.
—¿Hacer qué? No tengo todo el día —se cruzó de brazos fastidiado.
La chica lo pensó un segundo y cuando Ben iba a volver a hablar ella lo interrumpió con un beso algo inexperto, se notaba que había “practicado”, si a besar tu mano se le puede decir así.
Sin lugar a duda estaba confundido, de hecho estaba pensando en si le seguía el beso o la apartaba. Y de repente Laura apareció en su cabeza con sus ojos brillantes y una sonrisa que nunca había visto en ella, si quería que esa sonrisa alguna vez fuera dirigida a él tendría que reprimir sus impulsos sexuales. Eso estaba claro.
Apartó a la chica con brusquedad mientras se limpiaba los labios con el torso de la mano.
—¿Qué mierda crees que haces? —preguntó furioso.
—Yo…yo solo quería… —dijo con los ojos brillosos.
—No me vengas con el cuento de la chica tímida, sé muy bien a cuántos te has follado —reclamó con asco, aunque él no podía decir mucho ya que estaban en las mismas.
—Pues bien —su tono de voz cambió drásticamente a uno más sensual.
Observó como la chica empezaba a desabrocharse la camisa rosa que llevaba encima dejando ver unos grandes pechos. En otro momento se hubiera dejado llevar pero justo ahora solo pensaba en una pelirroja.
—No, yo no pienso… —su teléfono lo interrumpió.
Laura está grave.
Con ese solo mensaje Ben olvidó todo, olvidó que había una chica semidesnuda frente a él, olvidó que estaba en clases y olvidó su promesa con su madre. Al instante salió del aula y se dirigió a su moto empezando a conducir a toda velocidad hacia el hospital.
Al llegar solo pudo caminar o más bien correr hacia la habitación de Laura y cuando intentó entrar unas enfermeras se lo impidieron. Se acercó apresurado a la ventana de la habitación y observó a Laura convulsionando y a muchas enfermeras y el doctor intentando controlarla.
De pronto se detuvo y Ben se preocupó más, sus ojos se humedecieron y observó el interior de la sala esperando un indicio de que Laura estaba bien.
El doctor volteó en su dirección y mientras él se imaginaba lo peor el hombre solo le levantó el dedo pulgar indicando que todo estaba en orden.
Ben soltó el aire que había estado reteniendo y una única lágrima cayó por su mejilla. Juraba haber sentido su corazón detenerse.
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