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25

Ben no sabía cómo había llegado a esa situación, se encontraba en la sala de espera del hospital desde hacía una hora ya, y no sabía absolutamente nada de Laura.

El doctor finalmente volvió con una carpeta en las manos y una cara de preocupación, cosa que le sorprendió a Ben ya que los doctores parecían no tener compasión por los familiares de los pacientes.

Apenas había visto al hombre había sabido que era el hombre que había estado con Laura, ahora sabía más o menos de donde se conocían, pero no sabía por qué tenían tal relación.

—¿Qué tiene Laura? —preguntó apenas lo vio.

—Antes, necesito saber exactamente qué sucedió antes de que se descontrolara —preguntó seriamente.

El chico se tensó, no le quería decir que él casi la ahogaba.

—Yo… —el de bata blanca lo vio esperando una respuesta—. Yo la estaba molestando. ¡Pero nunca quise qué pasara esto!.

—Exactamente ¿qué le hiciste?

—Quería que me dijera algo y yo le grité y le apreté un poco el cuello… pero iba a parar… enserio —se sentó nuevamente ocultando su rostro entre sus manos mientras empezaba a llorar—. Yo no quería que le sucediera algo —susurró.

—Ya, ya. Te creo —dijo tranquilo—. Para entender lo que tiene debes saber todo, pero no sé si sean lo suficientemente cercanos. Y por lo que me dices no creo que se lleven muy bien ¿o sí?

—No somos los mejores amigos, pero créame cuando le digo que me preocupo por ella. Quiero saber —el doctor le creyó.

Se alivió usando vio al de bata blanca sentarse a su lado dispuesto a empezar a hablar.

—Hace poco más de cuatro años una mujer llegó a este hospital con una niña en los brazos, estaba toda mojada y estaba desmayada. Recuerdo que tenía muchos golpes bajo la ropa y unas marcas de manos alrededor del cuello —a Ben no le gustaba por dónde iba la cosa.

—Siga.

—La mujer nos dijo que necesitaba ayuda y que era urgente, estaba llorando. Recibimos a la niña y la mujer dejó un sobre, revisamos a la niña y su corazón no latía, la logramos salvar pero ella quedó en un estado de coma. Cuando fuimos a decirle a la mujer ella ya no estaba —el hombre suspiró intentando no mostrarse triste.

—¿Puede continuar? —el doctor asintió.

—Pasaron cuatro años en los que la niña estuvo en coma y absolutamente nadie vino a verla. Estaba sola. Hace unos meses despertó, quedó con amnesia. Laura es esa niña —confesó.

—O sea que Laura… —el doctor volvió a asentir—. Joder —susurró.

—No podía recordar todo de golpe, pero algunas personas la han llevado a recordar cosas y no de la mejor manera —Ben se sintió culpable—. No me dijo quiénes. Ahora parece haber recordado todo.

—¿Está despierta? —preguntó rápidamente.

—No, pero hay movimiento en su cerebro. Está inconsciente y está en estado crítico. Era muy peligroso recordar todo de esa forma, podría volver a quedar en coma, volver a olvidar todo o… no despertar nunca —el corazón del pelinegro pareció detenerse—. Solo queda esperar.

—¿Puedo… pasar a verla?

—Habitación trescientos diecisiete.

—Gracias.

Ben empezó a caminar a la habitación que le habían dicho, al entrar al lugar no pudo evitar sentirse aún más culpable.

Laura estaba pálida, llevaba su largo cabello rojo esparcido por la camilla y rogó por ver aquellos ojos ámbar que tanto le habían encantado.

Se sentó en una silla al lado de Laura viendo las agujas que atravesaban su piel.

—Perdón —susurró de nuevo—. No quería causarte esto… Laura despierta —rogó—. Juro que si lo haces aceptaré lo que siento… juro que si despiertas haré todo lo posible por conseguir tu perdón y por… enamorarte.

Que bien se sentía admitir por fin que aquella pelirroja le gustaba, aunque claro que la situación no era la mejor de todas.

—Despierta —sollozó.

Apoyó su cabeza en la camilla mientras agarraba la mano izquierda de Laura con nuevas vendas.

No lloraba muy seguido, su padre lo había educado diciendo que los hombres no lloran, pero en esos momentos le importaba muy poco lo que su padre le decía, quería llorar, gritar y romper todo. Se sentía tan culpable.

Él lo sabía, él había sido el culpable de todo aquello.

Intentó desviar su mente a otro tema pero solo pensó en como había sido la vida de Laura, y por qué nadie había ido a verla cuando estaba en coma.

Al instante empezó a pensar, había visto el número de Lucía Castillo en el teléfono de Laura, y debía admitir que tenían un gran parecido. Recordó los rumores de que Lucía no era hija única y sus nervios al hablar del tema. Y si Laura era la otra hija de los Castillo.

Dejó de pensar en eso, acercó su rostro al de Laura y se estaba dirigiendo a sus labios, pero luego pensó en que si llegara a besar a Laura lo haría cuando ella estuviera consiente, cuando ella pudiera disfrutar del beso tanto como él.

Desvió sus labios y le dio un beso en la frente.

Se alejó un poco y acarició sus cabellos con la mano derecha. Segundos después volvió a su posición de antes y siguió acariciando la mano de la chica mientras él se quedaba dormido.

Una enfermera iba entrando a la habitación cuando vio aquella tierna escena, aunque igual era triste.

El chico de cabellos negros estaba dormido apoyado en la orilla de la camilla mientras agarraba la mano de la chica, parecía haber llorado bastante tiempo ya que su rostro estaba rojo y sus pestañas se mantenían mojadas.

La chica dormía profundamente en la camilla, si no fuera por los cables la enfermera diría que era la bella durmiente.

Se sintió mal, se notaba que el chico quería mucho a Laura, se veía que él sufría. Se entristeció al pensar que la chica no despertaría nunca más y que el chico se quedaría solo con un recuerdo fantasma de la que en su momento había sido la chica de sus ojos.

Suspiró melancólicamente y le puso más sueros a Laura para luego salir de la habitación y encontrarse con todos decaídos. Ya todos conocían a Laura, después de haber pasado cuatro años en ese lugar quien no lo haría.

Todos estaban tristes de que volviera a la misma situación de antes, pero les reconfortaba que ahora tenía a alguien esperando a que despertara.

Ahora tenía compañía en la soledad que seguramente estaba experimentando de nueva cuenta.

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