20
Ximena y Laura se encontraban camino a su penúltima clase del día que era natación, la pelirroja se encontraba muy nerviosa a tal punto que le sudaban y temblaban las manos.
Para disipar el temor la pelirroja optó por hablar con su amiga, luego del golpe que se habían dado en clase de baile no había parado de disculparse pero sentía la necesidad de hacerlo una vez más.
—Enserio lo siento —dijo de repente y su contraria soltó una risita divertida—. Es que debí fijarme y yo…
—Lau, tranquila, ya te dije que estoy bien —la abrazó amistosamente por los hombros—. Solo no eres buena en baile y ya, no hay de que preocuparse.
La pelirroja suspiró pesadamente pensando en un pretexto para no estar en la clase, podía decir que tenía su periodo, pero conociendo su mala suerte seguro que algo pasaba.
Entraron al salón y luego se fueron a los baños para cambiarse de ropa, se pusieron sus trajes de baño y luego salieron.
Laura observó la gran cantidad de agua que había en esa piscina, y por la experiencia anterior ya sabía que era muy profunda. Solo rogaba porque no la tiraran.
—Bueno chicas, entren al agua que calentaremos un poco —mencionó la profesora al ver a todas ahí.
Las chicas presentes empezaron a meterse al agua a excepción de Laura, ella estaba en el borde de la piscina viendo su reflejo ondeante por el movimiento del agua.
En su cabeza se reproducía tanto el sueño como el recuerdo y ni uno de los dos la tranquilizaba, luego observó a todas las que estaban dentro de la piscina y notó sus caras tranquilas y sonrientes.
—Vamos Lau, debes aprender a nadar pronto. Recuerda que mamá y papá llegan hoy —recordó una pequeña niña de ojos azules.
—Es que tengo miedo —dijo con la mirada baja.
—Si pero… —el sonido de una puerta la interrumpió.
Una mujer y un hombre salieron hacía la terraza de la mansión, ambos vestían ropas elegantes, joyas y relojes caros, y ambos llevaban el rostro borroso. Como siempre.
Ambas niñas se callaron al instante, se pusieron una al lado de la otra y mostraron la mayor seriedad posible, aunque la pequeña Laura se mostraba más temerosa que seria y tranquila.
—¿Aprendieron a nadar? —preguntó el padre sin más rodeos.
—Sí —respondió la de ojos verdes.
La otra niña no respondió y sintiendo sus manos empezar a temblar las ocultó detrás de su espalda mientras intentaba calmarse respirando profundamente.
—¿Laura? Tu padre te hizo una pregunta. Responde —ordenó la mujer.
—N-no… —apenas mencionó eso sintió un fuerte impacto en su mejilla izquierda.
En su mejilla se marcaba de rojo la gran mano de su padre, los dos anillos que llevaba se marcaron más y la cara de Laura se mantuvo volteada mientras su padre le hablaba.
—Eres una decepción para esta familia.
Laura despertó de su ensoñación cuando la voz de la profesora se hizo presente. Ella seguía al borde de la piscina sin meterse al agua aún.
—Laura, entra. La clase debe empezar —dijo la profesora.
La pelirroja se acercó unos cuantos pasos más pero todos los recuerdos golpearon su mente con tal fuerza que la hicieron retroceder mientras negaba.
—Lo siento… no puedo —habló con un tono de voz bajo, tembloroso e intranquilo. Se soltaría a llorar en cualquier momento.
Empezó a correr hacia los cambiadores escuchando las risas supuestamente disimuladas de sus compañeras, pero no le importó. Se puso unos shorts, un suéter y sus tenis y aún con el traje de baño salió al mismo paso que antes mientras todos seguían riéndose.
Caminaba por los solitarios pasillos de la preparatoria mientras las lágrimas empezaban a inundar sus ojos y mojar sus mejillas.
No lloraba solo por el recuerdo anterior, lloraba por absolutamente todo lo que le había pasado hasta ese momento. Había despertado sin familia, prácticamente toda la preparatoria se burlaba de ella, todos los recuerdos que tenía eran espantosos y el chico que le gustaba solo la ayudaba para luego lastimarla con sus palabras.
Ben le gustaba, ella lo sabía pero lo negaba, nadie se enamoraría de alguien que se burlaba de ella. Todo estaba tan mal, rogaba por recordar todo de una vez y luego poder volver con su familia, o al menos ir reclamarles por todo el daño que le habían hecho.
Parecía que su hermana no era mala con ella, la había intentado ayudar o al menos eso había parecido, solo rogaba porque algo bueno le sucediera pronto.
Llegó hasta la cancha de fútbol, ya estaba vacía ya que la clase de los chicos ya había acabado, se sentó en una de las gradas mientras olía el delicioso aroma del pasto y la tierra.
Solo ahí se permitió desahogarse aún más, sus sollozos se hicieron presentes mientras lloraba con más intensidad, se sorbía la nariz cada cierto tiempo y cubría su cara con sus manos, un pequeño puchero inconsciente se hizo presente en sus labios y solo dejó de prestar atención a su alrededor.
El pelinegro caminaba hacia la cancha de fútbol para fumar un poco, lo habían sacado de su clase por dormirse y pese a haber sido mandado a dirección el hizo caso omiso de aquella orden.
Al llegar observó el campo y al fijarse más de los sonidos escuchó unos bajos sollozos a su derecha. Volteó y se encontró con aquella roja cabellera que tanto conocía ya.
Suspiró pesado pero rendido a la vez, estaba claro que nunca se iba a librar de aquella pelirroja que ni sus pensamientos abandonaba. ¿Porqué pensaba tanto en ella? No lo sabía pero había dejado de carcomerse la cabeza por ello desde hacía tiempo.
Empezó a caminar hacia ella sin que se diera cuenta mientras sacaba un cigarrillo de su bolsillo y al sentarse al lado de la pelirroja lo encendió bajo la atenta mirada llena de sorpresa por parte de ella.
—¿Y ahora porqué lloras? —expresó con falso aburrimiento, en realidad estaba algo interesado.
Esperaba una respuesta común que cualquier chica daría como “mi novio me cortó”, “el que me gusta tiene novia” e incluso “reprobé una materia”. Las primeras dos lo hicieron molestar y descartó la última ya que aún no entregaban calificaciones. Pero la respuesta que recibió lo sorprendió un poco.
—Por todo —se sinceró.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro