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15

Ximena intentó responder a eso pero las palabras no salían de su boca, se notaba que le costaba respirar. No toleraba ver sangre.

Ben tomó papel y lo puso en las manos de Laura haciendo algo de presión para que la sangre se detuviera un poco en lo que llegaban a la enfermería.

-Aprieta -ordenó.

Laura hizo lo que le dijo con un bajo quejido de dolor. Ben se hincó frente a ella dándole la espalda mientras ambas chicas lo veían.

-Son mis manos las lastimadas, puedo caminar -mencionó en voz baja.

-Caminas muy lento, la enfermería está lejos y no planeo demorar mucho. Tengo cosas más importantes que hacer -rodó los ojos impaciente.

La pelirroja se subió a la espalda de Ben sin protestar más y él empezó a caminar. Se detuvo en el marco de la puerta y sin voltear le habló a Ximena.

-No te quiero ver cerca de rojita nunca más. ¿Te quedó claro?

Ximena no pudo responder ya que Ben siguió su camino sin esperar más. Caminaron unos dos minutos y Ben fue el mismo que rompió el silencio.

-No te quiero ver cerca de ella. Busca otras amigas o yo que sé, pero no te acerques a ella -no fue sugerencia ni pregunta, fue una orden.

-¿Porqué? -preguntó en voz baja.
-Solo yo te puedo hacer daño, eres mi juguete y de nadie más. ¿De acuerdo?. No respondas, no me interesa -habló demasiado serio.

-Yo decido con quién juntarme y con quién no, lo siento pero no te haré caso -se regañó por disculparse.

No hablaron más, Ben siguió caminando y unos dos minutos después ya estaban entrando a la enfermería, pero estaba vacía. En el escritorio había un pequeño letrero que mencionaba que la enfermera había tenido unos asuntos y se había tenido que retirar antes.

"¿Porqué mierda tienen una enfermería si la enfermera nunca está?" pensó un Ben muy malhumorado.

El pelinegro dejó que Laura bajara de su espalda y se sentara en una camilla, buscó por unos minutos un botiquín y al encontrarlo jaló una banca y se sentó frente a la pelirroja.

Tomó cuidadosamente una de las manos de su contraria y le quitó el papel para luego agarrar una pequeña botella de agua y limpiarle la sangre de la mano. Luego agarró un algodón y lo humedeció con alcohol para pasarlo por los cortes de la mano de Laura.

La chica soltó unos quejidos de dolor y sus ojos se cristalizaron y Ben lo notó. No pensó y simplemente las palabras salieron de su boca.

-Dime o pregúntame algo, no pienses en el ardor -siguió desinfectando aún cuando se arrepintió de hablar.

Siempre había sido un chico que hablaba sin pensar, por ello solía estar callado y en una esquina del salón, no era muy sociable y estar con otras personas se le complicaba mucho, por ello prefería alejar a las personas antes de encariñarse y herirlas con sus palabras.

-¿Porqué fuiste al baño de... chicas? -preguntó Laura conteniendo la respiración por el dolor.

-La maestra se extrañó de que no estuvieras, me mandó a buscarte y la verdad hoy no quería pelear más con nadie -explicó tranquilo.

-¿Porqué me ayudas siempre? -esa pregunta le carcomía la cabeza día y noche.

Se encontraba vendando la mano de su contraria pero al oír dicha pregunta sus movimientos se pasaron, estaba pensando en una respuesta. Una vez que hubo pensado la respuesta continuó con lo que hacía.

-No sé -confesó-. Antes de que sea consiente de que te ayudo ya lo estoy haciendo -empezó con la otra mano.

-¿Te caigo... bien?

-No. No sé porque te ayudo pero tengo en claro que no me caes bien. Eres mi juguete, solo estás para distraerme así que no te acostumbres o te encariñes que cuando me aburra te botaré como lo hago con todas -y así finalizó de curarla-. Ahora sí me voy, adiós.

-Gracias Ben -susurró.

Ben hizo un movimiento de mano sin voltearse para afirmar que la había oído, y una vez que desapareció Laura se puso a pensar en que no era nadie especial para él, solo era una chica más que tarde o temprano iba a botar.

Observó las vendas en sus manos y suspiró.

Una pequeña niña pelirroja se encontraba en su habitación con el pantalón, blusa y manos llenas de sangre, tenía unos pequeños cortes curveados en ambas manos y de sus ojos no dejaban de salir lágrimas.

Había tenido un día terrible, sentía que no estaba para nada bien y también sentía una gran envidia hacia alguien que no sabía quién era en esos momentos.

-¡Señorita! -una mujer vestida de mucama apareció en la habitación palideciendo por la sangre y por como se veía la pequeña-. ¡¿Se encuentra bien?!

-Haz silencio Nana, a mamá no le gusta el ruido innecesario -dijo agotada.

-¿Innecesario? Te estás desangrando -replicó pero aún así obedeció, no quería meter en mas problemas a aquella pequeña niña.

-Estoy bien, Nana.

-Que bien ni que nada, nos vamos al doctor en este momento.

Una pequeña lágrima cayó por su mejilla al descubrir que al menos si le importaba a alguien antes, le aliviaba saber que antes tenía a alguien que la cuidara y que la protegiera, que se preocupara por su bienestar.

Si le decía "Nana" era porque para Laura era muy cercana, tal parecía que conocía bien la situación con su familia y que sabía cómo era su madre.

Le encantaría saber quién era pero no sabía su rostro, también se encontraba borroso lo cual era de pésimo agrado. No le ayudaba en absolutamente nada el hecho de recordar pero que los rostros estuvieran borrosos.

Se preguntaba si llegaría a recordar nombres y rostros, quería saber quiénes eran parte de su pasado, y a la vez no. Por lo que sabía su pasado no había sido el más bonito, no sabía si era buena idea recordar aquellos momentos.

Por otra parte solo le quedaban dos meses, si quería recordar lo debía hacer rápido, el tiempo avanzaba y acababa, no tenía tiempo eterno y eso era lo que más la asustaba. Sabía que se arrepentiría si no recordaba, pero sabía que también se arrepentiría si lo hacía. Estaba entre la espada y la pared.

Se sentía atrapada en exceso.

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