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12

La pelirroja estaba despertando en su suave cama, curiosamente había dormido de la mejor manera ya que aquella pesadilla no la había atormentado. Se talló los ojos soltando un bostezo y vio al reloj de su cómoda.

8:00 AM.

Se despabiló de inmediato, se paró de la cama a tropezones y se dirigió al baño a darse una ducha veloz para empezar a vestirse. Iba media hora tarde.

Una llamada interrumpió su acción, estaba planeando ignorar ese sonido molesto pero decidió responder el teléfono, podría ser importante.

—¡Buenos días, Lau! —la emotiva voz del doctor resonó en sus oídos mientras se ataba los cordones de sus tenis negros—. ¿Cómo te fue tu primera semana en la preparatoria?

—Bien —mintió sin prestar atención del todo a las palabras del doctor.

—Que bueno, y ¿qué vas a hacer hoy? —aquella pregunta sacó un poco de curiosidad en Laura, se suponía que ir a la preparatoria.

—Am… ir a la preparatoria si es que me permiten el paso —mas bien preguntó ya que ya estaba algo confundida.

Una risa divertida sonó por el teléfono llegando a los oídos de Laura la cual detuvo su acción de inmediato y frunció el ceño claramente confundida.

—Lau, hoy es sábado —dijo el doctor cesando su risa—. Por lo tanto hoy no tienes clases, ni mañana tampoco, en estos días descansas de las tareas y los profesores —explicó tranquilamente notando que Laura no parecía haberle entendido al inicio.

—¡¿Enserio?! Rayos, ahora que ya me desperté —dijo cansada mientras volvía a ir a su suave, dulce y tentadora cama.

—Lau, en el caso de que ya estás vestida ¿porqué no sales un rato a pasear? —preguntó tranquilo—. Talvez te vuelva un recuerdo.

“¿Salir otra vez? Ni en sueños” pensó la pelirroja. Lo último que Laura quería y necesitaba era perderse de nueva cuenta y esperar que su “salvador con cigarrillos” hiciera acto de presencia para rescatarla una vez más.

Sabía que si lo volvía a ver o si él la volvía a ayudar las consecuencias no serían lindas, más de una persona le había advertido sobre Ben, e incluso él mismo le había dicho que se alejara antes de que le hiciera algo.

Si Ben se veía en la necesidad de ayudarla una vez más estaba más que segura de que no tendría filtro en las palabras dirigidas a ella, y que lo más probable es que esas palabras  la afectaran más de lo que ella creía.

Sin contar que, Ben era un detonador de recuerdos para ella, y la forma en la que recordaba con él contaba como forzarla, recreaba el peor momento sin querer y eso traía de vuelta ese recuerdo. Y en esos momentos solo tenía malos recuerdos.

—Bueno emm… creo que prefiero quedarme en ca… —el timbre de su casa sonó interrumpiendo por completo lo que iba a decir.

—Bueno, talvez ya no te quedes en casa —el doctor soltó una pequeña carcajada—. Disfruta estos dos días, Lau —con la misma cortó la llamada.

La pelirroja se preguntaba quién sería, solo Ben conocía su casa y aunque se negaba a creer que era él el que tocaba el timbre de su casa poco a poco esa idea no sonaba tan fallida.

Se acercó a la puerta y la abrió lentamente con temor a encontrarse con Ben, pero grande fue su sorpresa al encontrarse con una cabellera rosa.

—¡Hola, Lau! —saludó Ximena alegremente—. Te vez muy bonita, ¿vas a algún lado?

La pelirroja llevaba un suéter gris que le quedaba bastante grande, le quedaba como un vestido, tenía unos shorts negros cortos y sus tenis negros, su cabello seguía algo mojado y enredado.

—Hola, gracias y no, no voy a… ni una parte —dijo lo último con un suspiro deseando internamente que aquella pelirosa no la sacara de su casa—. Y ¿qué haces aquí? ¿Cómo sabes mi dirección?

—Bueno, te venía a invitar a ir al cine —y así las esperanzas de Laura se acabaron—. Y sobre lo otro… ayer me preocupé al no verte, le pregunté a algunos dónde vivías y Ben se hartó de chocar conmigo y terminó diciéndome tu dirección. Por cierto, ¿cómo sabe él tu dirección?

—Larga historia, ¿te parece que me peine y nos vamos? —preguntó inocente.

—Si, claro, yo te espero —sonrió.

Laura invitó a Ximena a pasar, subió las escaleras tranquilamente y se empezó a peinar, se hizo una media coleta con unos mechones fuera de ella, se puso algo de rímel y un poco de brillo labial.

Tomó un bolso negro pequeño para colgar en el hombro y metió el brillo labial, su teléfono, las llaves de su casa y una pequeña botella de agua que estaba en su cuarto.

Bajó las escaleras y se encontró con Ximena sentada en el sillón viendo a su alrededor.

—¿No tienes fotos con tu familia? Mi casa está repleta de ellas, hacen que los extrañé un poco menos —preguntó Ximena tranquilamente dirigiendo su vista a Laura.

Una pequeña pelirroja se encontraba bajando las escaleras de forma tranquila mientras veía sus pies moverse, sus cabellos despeinados mostraban que estaba despertando.

Al llegar a la sala de estar observó su alrededor, unas cuantas fotografías adornaban la chimenea, la mesa de centro y las paredes de esa habitación, una niña de cabellos rojos y ojos verdes esmeralda, a excepción de los ojos era idéntica a la pequeña de ojos ámbar.

También se mostraban dos figuras más altas que la niña, una masculina con el rostro borroso, dos manchas ámbar como la pequeña y el cabello castaño.

La otra que era por su contrario una silueta femenina se mostraba alta y delgada, su rostro tampoco era reconocible, sus ojos eran verdes y el cabello rojo estaba perfectamente peinado.

Finalmente lo entendió, era un retrato familiar. O al menos lo era frente a los que vieran la foto ya que faltaba alguien, la hija menor.

—Buenos días señorita Laura —habló una voz suave a sus espaldas, su rostro era borroso.

—Buenos días, ¿y mis fotos? —preguntó al no notar las fotos que antes estaban en la chimenea.

—Bueno… su madre las mandó a guardar en la mañana, cuando llegaron esas —señaló las nuevas—. Lo siento, señorita.

—¿Laura? ¡Laura! —la voz de Ximena la sacó de ese recuerdo—. ¿Qué sucede? ¿Estás bien? —preguntó preocupada.

—Si, si. Tranquila que estoy bien —sonrió.

—Es un alivio —suspiró—. En ese caso vamos, se hace tarde.

Laura asintió levemente entusiasmada y luego salieron de esa pequeña casa.

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