11
Ben iba caminando por las calles vacías de la ciudad, ya eran alrededor de las ocho de la noche y el volvía de la casa de una de sus conquistas.
Se la había pasado bastante bien en realidad, la chica era hermosa, sexy y era una diosa en la cama, pero sus gemidos eran demasiado agudos.
Cualquier otro chico se hubiera sentido incómodo al recibir un “te amo” salir de los labios de esa chica junto con su orgasmo, pero él no. Simplemente había soltado una risa burlona y se había ido no sin antes decir que él no a ella. La había dejado llorando desnuda en la cama.
Iba fumando un cigarrillo, después de unos minutos cuando se hubo terminado lo tiró al piso viendo cómo su pie lo pisotear a para apagarlo. Alzó la mirada y se encontró con una cabellera pelirroja enterrada entre los brazos pálidos de la poseedora de esos cabellos.
Con solo ver sus rojos cabellos la había reconocido, la reconocería a muchos metros de distancia, simplemente era imperdible.
—Debe ser una puta broma —soltó sin pensar.
La pelirroja levantó la cabeza lentamente mostrando sus gemas llorosas al chico, ahora no solo tenía miedo de no volver a casa, ahora también tenía miedo de que Ben le hiciera algo.
—¿Qué mierda haces aquí, rojita? —preguntó el pelinegro indiferente pero molesto a la vez.
—Y-yo me perdí —respondió en voz baja y con un tartamudeo.
—¿No sabes volver a tu casa? —Laura negó—. ¿Qué estúpida no sabe volver a su propia casa? Enserio que cuando creo que no puedes ser tan idiota me sorprendes.
Esas palabras hirieron a Laura haciendo que pájara la mirada intentando retener las nuevas lágrimas que amenazaban por salir.
Una pequeña pelirroja estaba frente a una mujer con aretes de perla que hacían juego con su gargantilla y con su vestido negro y beige, se veía muy elegante.
La cabeza de la pequeña niña estaba inclinada hacia abajo mientras las lágrimas salían de sus ojos, intentaba que la mujer no las viera pero fue un intento inútil.
—¡¿Porqué no aprendes de tu hermana?! ¡Al menos ella no se equivoca con una simple canción de piano! Enserio que cuando creo que no puedes ser tan idiota me sorprendes —expresó la mujer con odio.
—L-lo siento yo… no volverá a s-suceder —dijo la pelirroja en sollozos.
Una mano se estrelló contra la mejilla de la pequeña dejándola anonadada, su piel se empezó a tornar roja y sus ojos se abrieron de par en par mientras su cabeza se mantenía ladeada. La marca de los costosos anillos que poseía la mujer quedó marcada en su mejilla.
—¿Qué he dicho de llorar? ¡No lo hagas!
—¿Me estás escuchando? —el tono de voz impaciente del pelinegro la sacó de sus pensamientos.
—¿Q-qué dijiste?
—Que me digas tu dirección, te llevaré a tu casa —dijo con una rodada de ojos.
Laura hizo tímidamente lo que Ben le pidió, Ben soltó un largo suspiro. Aquella dirección no era la más cercana precisamente y no sabía cómo había llegado hasta ahí.
Llevaban una hora caminando, no habían pasado taxis y ambos teléfonos ya estaban muertos, solo les quedaba seguir caminando. Laura había caminado ya mucho tiempo, se había saltado el almuerzo y llevaba varias horas sin descansar lo suficiente, empezaba a sentirse cansada.
Sus ojos se le cerraban involuntariamente y sus pasos eran torpes, habían veces en los que se desviaba y Ben le debía hablar para que reaccionara.
—¡Mierda, contrólate! —gritó al notar que se volvía a desviar—. ¡¿Cuánto puto tiempo caminaste para estar así?! —detuvo sus pasos encarándola.
—No sé, empecé como a las tres de la tarde —bajó la cabeza.
—Debes preocuparte más por tu salud, enserio que eres idiota —resopló.
No era que le interesara, pero si no hubiera caminado tanto en esos momentos no estarían juntos y él no se vería en la obligación de llevarla a su casa. No era su obligación realmente, pero no podría dormir con la conciencia limpia si la dejaba a su suerte, la podrían violar o algo similar.
Volvieron a caminar en un silencio incómodo, aunque Ben no lo notaba ya que estaba demasiado concentrado insultando a aquella pelirroja en su mente.
Notó que Laura volvía a desviarse y hasta ahí llegó su paciencia.
—Joder —susurró deteniéndose para luego agacharse frente a Laura—. Sube.
Laura lo vio perpleja.
—¿Q-qué?
—Que subas. Al paso que estás yendo vamos a llegar a la una, y yo ya quiero ir a mi puta casa a dormir —dijo de mala gana.
—Nadie te está obligando a llevarme —susurró desviando la vista y con el ceño fruncido.
—Si, mi conciencia me está obligando. No pienso esperar a que un tipo te viole como la otra vez, conociendo lo idiota que eres no podrás cuidarte sola. Ahora sube antes de que cambie de opinión.
La pelirroja se subió tímidamente a su espalda luego de pensarlo un poco. Las manos de Ben se posicionaron en sus muslos y Laura abrazó el cuello de su contrario fuertemente por el miedo a caer mientras enterraba su cabeza en su cuello cerrando fuertemente los ojos.
—Me ahogas.
—P-perdón.
Luego de una hora más ya habían llegado a la casa de la pelirroja, sus brazos colgaban a los costados de Ben y su cabello cubría el hombro del mismo y su tranquila respiración chocaba con el cuello de Ben. Se había quedado dormida.
—Hey —dijo Ben seriamente para despertarla—. Despierta —se movió un poco—. ¡Laura!
Por primera vez había dicho su nombre y se sentía bien hacerlo y oírlo.
—No pensé que supieras mi nombre —susurró Laura adormilada.
—Yo sé muchas cosas, pero eso no significa que quiera y deba hacer uso de ellas. Y ya bájate, pesas mucho —rodó los ojos.
En realidad ella pesaba lo normal, no pesaba no mucho, ni poco, su peso era soportable. Laura se bajó completamente sonrojada por dichas palabras, no se había considerado alguien gorda, no estaba en su peso ideal y quería bajar más, pero no había pensado ser alguien gorda.
—Pudiste haberme dejado caminar —refunfuñó.
—¿Y tardar dos horas extra? No gracias. Ahora entra, ya me voy —se dio la vuelta y empezó a caminar en dirección a su casa.
—¡Gracias! De nuevo —susurró lo último.
Vio como el pelinegro se iba y luego entró a su casa para finalmente comer algo y dormir.
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