Zac 1/1
Capítulo con alto contenido sexual, si no es tu tipo por favor solo no lo leas y no reportes nada. Contenido +18. En buena onda no reportes si no te gusta. Comenten, les leo…
Observo como mi hermana menor se pasea de un lado a otro en medio del salón con el celular en la oreja y su otra mano masajeando su sien. Viste unos vaqueros y una de mis camisas ¿Por qué rayos la tiene? Decido ignorar eso y concentrarme en lo que dice con frustración. Es increíble que haya crecido tanto en tan pocos meses.
Apenas tiene catorce años y parece de unos diecisiete, alta, rubia, en conclusión se parece a mí solo que ella tiene coño, senos que no son grandes pero tampoco son pequeños. He tenido que romperle la madre a uno que otro chico que cree poder manipular a mi hermana, error, quién puede manipular a Fernanda ese soy yo. Le he enseñado que nadie debe decirle qué debe hacer y al parecer está madurando. Piensa como una chica mayor y no como una cría.
Sonrío malicioso ante ese acto.
Cuelga la llamada y tira el teléfono a la pared que tiene frente. Se enojó y yo me voy a enojar si me dice que no ha conseguido lo que quiero.
—Malas noticas…—la corto. Me levanto del sillón cómodo y la encaro.
—Te dije que sino lo conseguías te la verías conmigo…— se acerca a mí y rueda los ojos. Es de mi altura.
—¡Hice todo lo que pude! No fui al colegio por ti, hermanito. Mentí a mis padres por ti y esa perra que no quieres decirme su nombre. Mira Zac…— ya va con su drama. Joder odio cuando se pone a la defensiva.
—Y te agradecería todo eso sí hubieras conseguido lo que quería. ¿Qué tan difícil es conseguir girasoles?— cuestiono. Entorna los ojos, me está insultando en su mente lo sé, su forma de mirarme y la mano masajeando su muñeca me lo dice.
—Joder, Zac. Lo que pides no está en temporada ¡Entiéndelo!. Además, yo no quería hacer nada de esto… sabes que odio que traigas a tus conquistas a casa ¿Qué no lo comprendes?— mierda. Cometí un error y lo estoy pagando.
Resulta que Fer se enteró o más bien me atrapó a mí follando con Andrea y ahora no puedo quitarmela de encima. Habla y habla, me da unos sermones que los saca del diario de nuestra madre.
Alboroto mi cabello que ya está algo crecido, debo ir a cortarlo antes que crezca aún más. Miro el reloj en mano, ya va siendo hora.
—Escucha, hermanita— mi voz sale amenazante y tosca —No tienes derecho a meterte en mi vida privada y mucho menos en decirme a quién puedo o no follar. Vete con tus amigas o encierrate en tu cuarto que debo ir a traerla. Sí ella sabe que ha pasado en ésta casa, te prometo Fernanda que dejaré de ser tu hermano para toda la vida.
Le doy una mirada que mata, en estos instantes me está odiando y desea verme muerto. Camino a la salida de la casa y me detengo al escuchar su exclamación.
—Creí que la querías. Creí que por un momento de tu jodida vida ella había entrado y curado lo que una vez te rompieron pero veo que no. Tú me prometes dejar de ser mi hermano si le digo… yo te prometo que dejaré de ser tu hermana si no se lo dices.
Sus palabras me valen mierda, jamás dejé entrar a nadie y no cambiará eso. Sacudo la cabeza y retorno mi rumbo. Entro al vehículo que pongo en marcha directo a la casa de la castaña.
Las calles están algo transitadas por lo que me retrasan y llego cinco pasadas las ocho a la casa de la chica. Bajo del auto y camino en dirección a la pequeña casa, cuando llego encuentro una moto aparcada frente a la puerta, hundo las cejas. ¿De quién es?
Ignoro eso y toco el timbre y la puerta constantemente y con desesperación. Antes que puedan salir respiro profundo y olvido la estúpida pelea con mi versión barata. Brandon abre la puerta, se ve cansado y somnoliento.
—Hola, ¿Vienes por Kayla?— habla con voz ronca.
—Sí.
—Está ocupada solucionado un problema, puedes pasar y esperar no tardará— ofrece. Éste chico siempre me ha caído bien. Entro a la casa acogedora, está un poco desordenada pero sigue teniendo la misma apariencia.
Me dejo caer en el sofá de la sala y espero a que Kayla pueda salir de dónde quiera que esté. Espero que salga pronto. Unos reclamos llaman mi atención, otros gritos me confunden. Me pregunto por qué llamaría a Scarlett y por qué no tiene su celular. Es algo que debo saber hoy.
—¡Yo no te pedí que vinieras! Estás idiota si crees que hice eso o que cambiara de opinión sobre ti. Lárgate, infeliz que no quiero verte en mi casa— grita la fémina con voz fuerte aunque débil.
Unos pasos pesados y rápidos hacen que vea a las escaleras, un chico vestido de negro baja las escaleras con cara de mala leche y tras él Kayla que está igual o más enojada que el chico. No sé quién es. El chico toma su mochila que estaba tirada en el suelo y sale dando un portazo, Kayla por otro lado coge un zapato de la mesita al lado y lo tira a la puerta.
Okay, ésto está más raro que políticos dando donaciones. La castaña toma su cabeza en manos y se apoya a la pared que tiene atrás. No sé ve bien y se lo he dicho pero no me hace caso.
—¿Estás bien?— hago acto de presencia. Ella rápidamente abre los ojos y los clava en mí.
—¿Qué haces tú aquí?— dice enojada.
—Te dije que pasaría por ti a las ocho. Ya son más de las ocho…— le hago saber. Maldice todo a su paso.
—Bien. Vamos, espera— entra al comedor se despide de sus hermanos y viene conmigo.
—¿A dónde me llevas?— salimos de su casa para montar el vehículo que nos espera afuera.
—Casa, iremos a casa. Tranquila, no te haré nada de lo que tú no quieras— digo con tono seductor, parece no hacerle gracia pues está tan seria.
—Si lo dices, ojalá tu plan sea rápido… tengo muchas cosas que hacer y mira que tú no estabas en ellas— habla borde, no siempre se comporta así, hoy que sabía que saldríamos debería estar alegre y toda la onda.
—Debes dormir, Kayla…
—¡Ya, joder! Lo sé, no eres mi padre para decirlo.
Decido pasar por alto su hostilidad, llegamos a casa en veinte minutos, la casa está alejada de la de ella. Al bajar me doy cuenta que toda la casa está a oscuras lo que significa que Fer se ha ido. Les dije a las empleadas de mi madre que se fueran antes de hora y pues mis padres como siempre están de viaje haciendo negocios. Nunca están en casa. Tan cliché.
—¿Estás solo?— inquiere abriendo la puerta. Una notificación de mi celular avisando un mensaje. WhatsApp de un número desconocido.
«Ya lo pensé mejor, no seré tu cómplice más. Jódete pero no la jodas a ella».
Reconozco al remitente. Cómo tenemos dinero para gastar se ha comprado otro celular. Le dejo en visto, pronto olvidará este lío.
—Hey, te estoy hablando. Si estarás con el celular mejor me voy.
—No, es Fer. Descuida eso no pasará— hace una mueca quedándose parada en medio del camino al salón.
—¿Qué harás? ¿Ver una película hasta quedar dormido?— no entiendo su tono indiferente y con ganas de cambiar el ambiente a uno mejor y que la Kayla de hace un día regrese pregunto digo:
—¿Por qué estás así? ¿Pasa algo?— da un suspiro dramático.
—Solo no tengo ánimos, Zac. Por favor que sea rápido todo— pide desganada. Con acabar todo por petición de ella.
—Bien, vamos a la terraza ahí nos espera una buena pizza— digo. Le indico por dónde, esta casa a comparación de la que visitó hace meses atrás es diferente. No están grandes mediana pero bien que se puede perder.
Subimos por las escaleras al llegar a la terraza que está decorada por Fer, le pedí que lo hiciera. Un mesa con un mantel blanco, dos sillas y una vela en medio. Aparte que se ha puesto muy romántica o sacó la idea en Pinterest que puso más velas en vasos de vidrio en camino a la mesa. No está mal.
—¿Y…?
Ella se gira para verme, su actitud enojada con el mundo me está cansando. Creo que invitarla a salir fue mala idea, no entiendo de su enfado.
—Si crees que te diré: "¡Wow, Zac! Es tan bonito, no era para tanto." Te hubieras ahorrado tu esfuerzo— zanja ajena a la situación —Estás equivocado. Solo hagamos lo que tengamos que hacer y luego me iré porque no querrás irme a dejar a casa.
Camina con pasos ligeros a la mesa y se acomoda en una de las sillas. Respiro hondo para no perder la cordura. Me acomodo igual y le sirvo del vino que le robé a papá de su colección y espero que no se dé cuenta o seré chico muerto. Levanto la mirada encontrando a Kayla con las manos en la cabeza y negando.
—¿Estás bien? ¿Te duele algo?
—No, estoy bien. Solo olvídalo— coge la copa y bebe de un tirón. Le sirvo un pedazo de pizza que está aún caliente.
—Come o se te enfriará. ¿Qué tal la universidad hoy?— mi horario de clases esta semana me impidió verla en cada clase por lo que no pude vigilar sus pasos.
Se queda en silencio un poco y con la mirada fija en la oscuridad del vacío atrás de mí. Cuando voy a hablarle abre su boca y responde:
—Ya sabes, lo normal. Corro de allá para acá, impidiendo que me dejen afuera o perderé la clase— sigue sin mirarme. Mastica lento y sin ánimos. Creo que me estoy volviendo loco.
Ahora me arrepiento de invitarla, ¿En qué carajos estaba pensando? La Kayla que tuve el último día no está y le doy la razón a Andrea. Dejo la comida por un lado y me resigno en mi lugar.
—Kayla, en serio. ¿Te encuentras bien? Estás diferente…— antes que pueda seguir me interrumpe.
—Zac, por favor. No insistas, créeme cuando te digo que estoy bien—. Asegura con su voz apagado, le sucede algo y su tono me lo dice. Toda ella me lo dice solo que su boca no sabe mentir bien. La conozco tan bien, más de lo que ella supone.
—Me molesta que estés descargando tu ira y todo lo malo que te pasa conmigo. Sabes que estoy para ti, Kayla— repito las palabras que no pude evitar soltar. Joder, ya no se siente cómodo decir aquello.
Se incorpora en el asiento y con un gesto molesto y sobre todo fastidioso habla:
—Ahora, si te molesto ¡Perfecto! Me voy. No estás para soportarme, ni yo misma. Así que déjame decirte que fue una estupidez grandísima haber venido acá. Feliz noche Zac, saluda a tu hermana por mí.
Se levanta de la mesa yendo a la salida a zancadas. Me levanto antes que pueda seguir. La tomo de la muñeca y atrayéndola a mi pecho. Es bajita y me gusta. Su rostro queda a la altura de mi pecho, la arrincono contra la pared y tomo su cara entre mis manos.
Nos retamos con la mirada, sus ojos que siempre brillan a la hora de estar junto a mí están apagados. Ya están dilatada de forma muy diferente. Su cuerpo emana mucho calor, más de lo debido. Rozo sus labios con los míos y los abre a la espera que la bese.
Sonrío para mis adentros. Sé que a la hora de estar conmigo no puede controlar sus impulsos y se deja llevar por mí, eso me hace sonreír. Es tan ingenua. Sin soportar más la distancia la beso. La beso de forma furiosa sin llegar a tanto. Sus labios están calientes, toda ella está muy caliente. Meto mi lengua en su boca para saborear su deliciosa cavidad. Aunque odie admitirlo sabe bien.
Sus pequeños brazos rodean mi cuello profundizando el beso, bajo mi boca por su cuello, ¿Por qué está hirviendo en fiebre? le muerdo la clavícula la oigo gemir en silencio. Estoy consiente en lo que provoco en ella.
Tomo el borde de su suéter azul de tela fina y lo saco por la cabeza, tiene las mejillas rojas y los labios rosados. Con sus manos toquetea mi abdomen como siempre lo hace, la ropa va haciendo estorbo y los besos suben de tono. El calor ya se hace más insoportable y si no entro en ella lo antes posible me volveré loco.
La tomo entre mis brazos y con cuidado la dejo sobre el suéter, sus ojos me parecen bonitos. Nos miramos ella como siempre lo ha hecho, con ansias, amor y entrega mientras que yo de forma neutral bajo una máscara.
La beso, la beso tan profundamente que su boca pequeña se encaja a la mía. Están sorprendente como toda ella encaja conmigo, como si fuéramos el uno para el otro. Sus manos desabrochan el vaquero que traigo y con sus piernas se ayuda a sacarlo. Le muerdo la piel, bajo los besos húmedos en línea recta por todo su pecho y estómago.
Le muerdo el ombligo y jadea, la miro, tiene la vista en el cielo que está oscuro y azul, le desabrocho el jean que trae, tomo el borde de la gruesa tela y sus bragas bajándolos con lentitud. Rozando su piel pálida y ardiente con las yemas de mis dedos. Tiro las prendas por un lado.
Me separo, me desnudo ante su atenta mirada que me come con erotismo y me vuelve loco como la primera vez que la ví a mi merced. Dejo por un lado los prejuicios, lo malo y solo me concentro en ella y su maravillosa desnudez que me endurece como solo ella lo sabe hacer.
Me acomodo sobre su cuerpo, con las rodillas le separo las piernas acomodándome en medio de su centro de deseo. Jadea y tiembla al sentir el roce de nuestros cuerpos. Con agilidad le quito el sostén blanco que tiene y cubre la mayoría de sus senos. Quedamos desnudos uno con el otro. La noche es fría pero el calor que emanamos nos cubre.
Acerco mi nariz a la curva de su cuello e inhalo su aroma embriagador, el olor a su perfume se siente a lo lejos, su olor natural me enloquece y con las ganas de hacerla mía tan salvajemente le muerdo la piel sin llegar a ser brutal.
Aunque quiero acabar con todo ésto no puedo, quiero saborearla, disfrutar de su vulnerabilidad y hacerla mía por tercera vez. Le beso su piel, la marco como mía y nada más. Quiero que solo yo pueda tenerla así; desnuda y excitada. Acuno uno de sus senos entre mi mano. Lo masajeo, la torturo así como ella hace conmigo. Sus montículos cafés me llaman, me invitan a saborearlos y no me niego a su llamado. Beso con delicadeza su pecho para luego pasar mi lengua por sus montículos sensibles y erectos. Gime fuerte por la sensación que le doy. Tomo mi tiempo para morderlos a mi antojo.
Sus pequeñas manos se enredan en mi cabello, sus piernas rodean mi cintura. Mi erección duele y si no la tengo piel a piel voy a morir. Siempre lo hemos hecho con protección hoy será la excepción. Tomo mi pene erecto solo por ella y lo ubico en su entrada húmeda, ahora soy yo quien gime alto. Es maravilloso sentirla sin ninguna capa que nos separe.
Nos torturo, la quiero sentir por lo que de una sola estocada fuerte y precisa la empalo. El pequeño cuerpo de Kayla tiembla bajo el mío. La beso antes de embestirla por segunda vez. Apoyo mi peso en mis brazos, y la penetro con devoción, pasión y amor.
Nuestros cuerpos se unen en uno solo y la sensación, el sabor y la excitación cada vez es más delicioso que la anterior. Mi respiración se acelera, ella gime y jadea, se sostiene de mis hombros y susurra mi nombre. Me calienta más, retengo mis gemidos besando sus labios que saben a vino.
Un pequeño temblor sacude mi cuerpo y disfruto de estar dentro de ella, la tomo con delicadeza como si se rompiera entre mis brazos y temo que pase eso. Sus caderas se mueven de arriba abajo buscando más fricción por lo que muevo mis caderas en círculo sin dejar el ritmo pausado y torturador que nos sacude a ambos.
—¡Oh, cielos!— jadea. Sus brazos pierden la fuerza y sus músculos se tensan bajo mi cuerpo. Quiero llegar junto a ella cosa que no es tan difícil.
Busca mi boca con desesperación, nos besamos con erotismo y sensualidad provocando que cierre los ojos y me pierda de sus gestos de placer. La sigo empalando, abro los ojos, tiene los ojos cerrados y la boca entreabierta dejando salir sonidos de placer. Echa la cabeza hacia atrás y su cuerpo se arquea con violencia llegando al orgasmo. No tardo mucho en llegar al clímax.
Me corro dentro de ella y ¡Joder! Qué bien se siente sentirla al natural. Me quedo sobre de ella disfrutando de la sensación embriagadora del orgasmo, es tan malditamente delicioso y comprendo que solo con ella me corro de ésta manera tan erótica y devastadora. Solo ella puede enloquecerme tan brutal. Solo Kayla puede hacer que me corra dentro de ella y me nuble los cinco sentidos.
Mirándola a los ojos beso sus labios y declaro con sinceridad.
—Te quiero.
—Lo sé…— susurra sin dejar su tono enfadado. Me grabo cada una de sus facciones delicadas, y, hermosas.
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