Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Damián 1/1

No estoy seguro que sea lo correcto y la verdad es la primera vez que no estoy seguro de mis acciones. Siempre he tenido la fuerza y el valor para hacerle frente a los problemas que se vienen o que yo provoco, sé que no es lo correcto pero es mejor que vivir la vida común y corriente que vive la mayoría de las personas.

La vida es para disfrutarla, experimentar y gozarla de mil maneras que no te puedes imaginar y eso yo hago. No de la buena manera pero lo hago, mis hermanos ya me han advertido que una falta más y ya no pondrán sus manos al fuego por mí pero es lo que quiero. Por mi culpa es que estamos en ésta situación, que aunque la hemos sabido llevar hay uno que otro problema por ahí.

—Ah sí que una chica ¿Eh?— pregunta Ben una vez que ha escuchado toda la historia. A veces me pregunto por qué soy amigo de él si somos todo lo contrario.

—Sí, pero no digas nada, ni si quiera a tu mascota —le advierto. No soy de contar mi vida privada, de lo que no, o sí me pasa.

Mi amigo moreno apoya su cuerpo en la vitrina y sonríe de lado, sé que quiere decir algo. Esa su sonrisa que ya conozco desde los quince,  la conozco bien. Giro los ojos en rendición y lo ánimo.

—Vamos, pregunta, que no te quedarás satisfecho nunca…—  me interrumpe antes de completar mi oración.

—¿Qué tiene ella que no tengan las demás?—  eleva una ceja y se cruza de brazos. Respiro profundo para poder controlar mi instinto animal. Tengo problemas a la hora de controlar mi enojo y eso me ha traído más problemas.

—No lo sé— dudo —Es como un gusto culposo de los malos, es sencilla lo que la hace más bonita. No es una belleza como tal, pero su sencillez y ser realmente ella la hace bonita— explico. Tuerce los labios.

—Damián, ella no es, créeme. Solo quieres hacer daño como siempre y no te juzgo, pero te darás cuenta que esa chica es una más.

—No estoy desesperado en encontrar a alguien.

—Eso no parece.

Asiente lentamente procesando la información cuando va a abrir la boca el tipo robusto dueño del local con el que tuve problemas no hace muchos días sale del pasillo oscuro para dejar ambos celulares sobre la vitrina.

—No debería dártelos para darte una lección pero sólo porque me agradas lo hago— habla con voz ronca. Hago una mueca ante su confesión.

Me importa si le caigo bien o no.

—Como digas, solo dámelos y ya— musito. Coloca los celulares en una bolsa de papel y me los entrega de mala gana. Sabía que aún podía conseguirlos.

Ay, tu lado amable me dan ganas de vómitar.
Quiero ver lagrimas.

Cállate, nadie te pregunta.

—Programa una cita para hoy a las nueve, traeré a alguien— pido tomando la bolsa de papel y metiéndola en mi mochila. Asiente. Coloca sus brazos tatuados sobre el teclado para confirmar.

—A las nueve por dos, ¿te lo harás tú?— me mira él y mi amigo.

—Sí, pero ya sabes que es de fantasía para mí—, afirma con un asentamiento. Salimos y caminamos por la calle desalojada mientras mi amigo me hace preguntas sobre la chica que según él me ha puesto estúpido y estoy equivocado. Tal vez así sea pero hasta que no pase lo contrario o sienta algo diferente... seguiré creyendo que sí es.



*****







08:00pm.

Toco el timbre de la casa de Eloísa, espero que salga luego, no tengo su tiempo. Aunque me guste la chica no tengo la paciencia suficiente para esperar. Odio esperar. Tardan unos segundos largos en abrir la puerta pero lo hacen.

Maya, la chica alta, morena y que conozco de yace tiempo.

—¿Kayla?—  lame  una paleta de madera untada de vete tú a saber.

—Sí, ¿Está?—  ambas chicas comparten un poco de su físico, y,  un acento no muy marcado.

—Claro, pasa…

—Prefiero…

—Que pases, joder. Odio a las personas que se hacen los difíciles y lo sabes— me abre paso. Incómodo entro a la casa pequeña pero acogedora que destila confianza, amor y apoyo mutuo.

Voy a vómitar...

»—Ya la llamo, no tardo— sube las escaleras sin dejar de pasar la lengua por la paleta. Me siento en el sillón cómodo de la sala a observar y esperar. Hay una fotografía junto a la mesa del televisor. La tomo y observo.

Son ellos tres más pequeños, los dos mayores eran adolescentes y Eloísa apenas una niña que viste un vestido azul con lunares blancos y unas orejas de Mickey Mouse. Parece tierna, no lo es en persona.

—Hola— saludan llegando hasta mí —¿Nos vamos?— alza las cejas esperanzada.

—No, si quieres nos quedamos aquí a ver un programa aburrido y de mala calidad— el sarcasmo aparece. Entorna los ojos. No puedo evitar ser así.

—Hey, si me hablarás así mejor no voy y consiguete a alguien más— reprocha. Paso las llaves de la moto de una mano a otra.

—Tú ganas, aunque no prometo nada, no lo puedo dejar.

—Si lo intentas me basta— sonríe.

—Ya dije que tú ganas, ¿No te basta eso?— digo molesto. Esta chica sabe sacarme de mis casillas de forma muy rápida para mi gusto. Niega y salimos de ahí.

Al acercarnos a la puerta una voz masculina se hizo presente provocando que paremos de golpe.

—Confío en que no le harás nada, Damián. O si no te las verás conmigo— advierte Brad cruzado de brazos y con semblante amenazador. Lo entiendo, está saliendo su lado protector. Yo también lo tengo con Emma.

—Ten por seguro que la cuidaré más de lo que te imaginas. Tal vez no vengamos en la noche.

—Solo cuídala— repite una vez más. Salimos de ahí y nos montamos en la moto donde he venido.

Sus pequeños brazos rodean mi cintura y su cuerpo se acopla al mío cómo dos piezas de un rompecabezas. Perfecto. Acelero y salimos de ahí. La primera vez que la tuve tan cerca como ahora sentí las ganas de cogerla de la cintura y besarla pero me controlé. Sabía que no era lo correcto.

Seguí manejando con precaución cosa que no hago muy a menudo. Llegamos treinta minutos antes  al local donde he hecho la cita. Aparco la moto y bajamos. La miro observar el local con ojos de borrego. Trae su cabello en una coleta lo que me permite apreciar sus delicadas funciones.

—¿Aquí no fue donde…?— la corto antes de que pueda seguir.

—Sí, aquí fue. Tranquila, los tipos no nos harán nada, son de confianza— tomo mi mochila y entramos al local. La campanilla suena cuando la puerta se abre.

—Si son de confianza ¿Por qué te golpeaban la otra vez?— se pasea despacio observando todo.
—¿Qué hacemos acá?— frunce el ceño quedando parada frente a un pósters de tatuajes.

—Lo de la otra vez es una larga historia que es una estupidez. Ahora, ten y gracias por sacrificarse por mí aunque no lo merecía— voy a ella y le entrego la bolsa de papel. La toma con desconfianza.

Ay, pero qué romántico.

¿Por qué no vas a dormir?

—¿Qué es?

—¿Siempre eres tan cotilla?—, abre la bolsa y una sonrisa se le dibuja en su rostro. Sus ojos brillan y sé que quiere abrazarme. No mide sus acciones y se lanza para hacerlo, dudo pero rodeo su cuerpo algo voluptuoso, el aroma de su cuerpo me envuelve.

Hundo mi cara en la curva de su cuello inhalando el perfume embriagador que emana. Es una mezcla de alcohol y canela. No es de un perfume de un frasco, es su aroma natural.

Ya, me rindo. Adiós.

Por fin.

—No sabes cuánto he necesito mi celular estas dos semanas.

—¿Tienes cita ahora?— habla  Javier tosco y mira a Eloísa de arriba a abajo.

—No. A las nueve.

—¿La tomarás?

—No, voy a llamarte cuando ya— bramo. Se aleja sin despegar la mirada de la chica que aún admira su celular como si no fuera el suyo.

—¿Cita? ¿Para qué?— está claro que es cotilla desde nacimiento. ¿No podrán cambiarla sus hermanos?

—Me haré un tatuaje— respondo tomando un folleto de muestra. Hace una mueca de dolor y se acerca a mí. Le quito la bolsa y la guardo en mi mochila, es fastidioso tener las manos ocupadas.

—Sé que lo odias pero responde. ¿Duele mucho?— pasea sus ojos por los dibujos que se muestran.

—No… bueno para mí ya no. Siendo sincero la primera vez no dolió. ¿Por qué? ¿Te quieres hacer uno?— la miro a los ojos. Le sostengo la mirada por un tiempo extenso donde ya no puede más y baja la cabeza.

—Sí… no me convence.

—Vamos, será rápido y no lo sentirás.

—¿Y si mis hermanos lo miran?

—Será pequeño.

—¿Dónde?

—Donde tú quieras…

—En un lugar secreto, puede ser la cadera o por un área de ahí.

—Suena bien. Ahora elige.

—Aún no he dicho que sí.

—Joder, Eloísa. Tú sabes colmar mi límite.

—¡Lo siento! Aún no sé, tengo miedo a que mis hermanos lo sepan. En especial Brad. ¿Tú cómo reaccionarias si Emma lo hiciera?

Uy, no tengo palabras pero lo más seguro es que yo mismo se lo borraría a lo brusco o le cortaría el pedazo de piel.

—La dejo encerrada por un mes sin salir de su cuarto; sin comida y minerales— respondo sincero —Pero tú no eres ella, además que mi hermana es menor de edad, tú ya no, por lo que puedes decidir. Vamos, no pasará nada.

—Bien, lo hago porque yo quiero no porque me haz convencido— me señala con su dedo índice acercándose al mostrador. Claro, pero ni ella se lo cree.

Miramos por el resto del tiempo los dibujos, aún no estoy seguro de qué dibujar en mi piel. Es algo que se te queda de por vida y tiene que ser perfecto para que no pierda su belleza y siga teniendo el significado. Los tatuajes son como un matrimonio. Tines que elegir el correcto porque sabes que no puedes abandonar a tu pareja.

Como si eso fuera realidad.

¿No que ya te ibas?

Al final de una larga lucha entre ella y los estilos se decide por una hoja de otoño. Yo por otra parte opto por un árbol seco. Llamo a Javier para que aliste todo y así lo hace, pasamos a los cubículos donde hay dos sillas y las máquinas para poder teñir nuestra piel.

Celeste, una chica que también trabaja acá entra a uno de los cubículos para hacerse cargo del tatuaje de Eloísa. Ella le indica a Eloísa cómo recostarse en la silla, preguntándole en qué parte del cuerpo lo quiere y,  si es mayor de edad. No se ve  que tenga dieciocho años, se ve menor. Oprime los labios, la  duda reflejada en sus ojos. Acercándome le doy un casto beso en los labios.

—Aún hay tiempo para el arrepentimiento—  acaricio el omóplato de su rostro. Sonríe. Esa sonrisa que tanto me gusta ver.

—Sí, estoy segura. Tengo miedo a que duela, nada más— asegura en un susurro aterrado. Esta vez soy yo quién sonríe.

—Respira y trata no pensar en ello, no dolerá ya verás. ¿Dónde te lo quieres hacer?— sus mejillas se tornan rojas y no entiendo por qué.

—No te burles, sé que estoy fea y no lo tienes que decir— baja el tono avergonzada. Elevo una ceja. —Acá —miro dónde indica.

Es la parte de cadera, cerca del hueso y el tiro de las bragas. ¿Cómo se cree fea? Seguro que no tiene espejos en su casa para navidad le regalaré uno para que vea que sus padres y Dios hicieron un buen trabajo a la hora de fabricarla.

—Ahí será—. La chica le dice que se baje el tiro del jean y que relaje el cuerpo.

Ya sé lo que debo hacer; me desnudo el torso y para que Javier pueda hacer su trabajo. Eloísa se tatuará la parte derecha y yo la izquierda. Giro a ver a Eloísa que está con los ojos cerrados, más no digo nada.

—Javier, haz bien tu trabajo si no quieres que te quiebre los huesos— amenazo, el pobre chico pasa saliva con terror.

El sonido de la máquina hace que gire la mirada para ver a la femenina recostada en la silla negra con los ojos cerrados y la mandíbula tensa. La segunda máquina inicia su función.

Pasan varios minutos dónde ambos marcamos nuestro cuerpo de por vida. En una que otra ocasión Eloísa abre los ojos fijándola en el techo oscuro del local, yo no aparto la mirada de ella. Puede que parezca todo un arrogante pero a la hora de admirar la belleza femenina soy un completo fan. Tras el tiempo ambos chicos terminan su trabajo. Bajo de la silla colocándome las prendas.

—¿Ha dolido?— inquerí acomodando mi vestimenta.

—No, un poco sí.
Lleva las manos a su broche.

—Déjame verlo.

—¿Por?

—Porque tengo las jodidas ganas de verlo, maldición —vocifero. Entorna los ojos retandome. Se desabrocha el jean y lo baja junto a las bragas que tienen dibujos de arcoiris y nubes.

—Si te burlas, soy capaz de borrarte esa sonrisa arrogante que siempre traes— ladra.

—Oh, cállate que tienes una voz chillante— me acerco para ver.

El dibujo es de unos siete centimetros de altura, la hoja otoñal se ajusta a su piel y la tinta negra solo hace que su piel pálida resalte más; como un llamado cínico. La sangre se corre hacha el sur y decido apartarme.

—Creo que el tatuaje es bonito, solo que la persona que lo porta es irritante— me mofo. Se coloca el vendaje.

—Tú no te quedas atrás, eres la persona más insoportable que he conocido y mira que he conocido varías. Ahora muéstrame el tuyo—  ordena acomodándose la ropa.

No respondo y hago lo que ella pide, me quito el vendaje y le muestro el tatuaje.

Se agacha un poco para observar el dibujo recién hecho. Pasan unos pocos segundos que ella lo ve para luego pasear las yemas de sua dedos sobre el delineado y llevo acabo una idea graciosa.

—¡Ah!— grito dándole un pequeño empujón. Ella se asusta y grita también alejándose de mí con cara de espanto. Estallo a carcajadas, coloco el vendaje y mi vestimenta.

—Hijo de…— se calla —Eres un desgraciado infeliz—. Me insulta diciéndome que no irá a mi funeral. No paro de reír por lo que acaba de pasar, debía hacerlo o moriría.

—Ya, no pasa nada. Tranquila, vamos— le digo tratando de animarla pero no puedo. Salimos de los cubículos para ir a la pequeña recepción.

Pago ambos tatuajes, cojo la mochila de la estantería  y salimos de ahí. Arranco el motor para ir al segundo lugar que le quiero mostrar y es peligroso. Ella dijo que le gusta el peligro, bien veré si es cierto. Aparco la motocicleta en un lugar seguro de la zona. El lugar está silencioso y sobre todo oscuro, solo con la luz de la luna.

De la mochila saco una linterna, Eloísa que es cotilla juzga el interior de la mochila y saca una gorra color negra y se la coloca.

—¿A dónde vamos? ¿Son latas de aerosol?—respiro hondo para controlar los insultos que tengo preparados para ella. Le abro paso entre algunas de las ramas de los árboles.

—Solo quedate callada y no digas nada. Ya lo verás— explico caminando por el camino estrecho, nuestros cuerpos se rozan —Por cierto, si te digo que corras corres— emite un "qué" confundida.

Después de una larga caminata a oscuras con el farol de la linterna que pronto se quedará sin luz llegamos al área restringida. Brincamos la cerca de malla para dar al terreno enorme. Llegamos a una pared.

—¿Te gusta el arte urbano?— abro la mochila para sacar las pinturas en aerosol.

—Sí, ahora tú estás siendo cotilla— se burla. Saco algunas latas y las otras las dejo en el suelo. Acomodo mi mochila en los hombros porque de un abrir y cerrar de ojos saldremos corriendo.

—Cállate, Eloísa y solo pinta— alumbro la pared libre de pintura.

—Okay, me callaré aunque no te saldrá fácil—  ignoro sus palabras y trazo una línea de color negra por la pared.

El olor de las latas no tarda en aparecer y el dolor de la cabeza se hace presente para hacer competencia. Con la migraña taladrando mi cabeza sigo pintando la pared que ya no es para nada difícil para mí. Llevo pintando paredes desde los catorce al principio era muy díficil pero luego de tanta práctica a los veinte ya es pan comido.

La veo, está muy concentrada trazando y dibujando con tanta práctica que me sorprende. La gorra oculta el mal recogido de su coleta  provocando que algunos mechones castaños le caigan a los lados. Muerde su labio superior y sigue pintando.

A lo lejos escucho el chillido de llantas y miro la hora en el reloj de mi celular. Las once casi las doce. Ya comenzó lo bueno.

—¿Qué tanto me ves?— habla repentinamente sacándome de mi escaneo.

—Yo nada, no eres los maravilloso del mundo—  miento. Puede soy muy grosero, así soy y así moriré.

—Ni tú te lo crees. Voy a creerte para hacerte sentir mejor— se defiende sin apartar la mirada de su dibujo. Alumbro la pared. Tiene la cara de un gato.

—Los amigos son traicioneros.

—Sí, pero los amigos que tienes adheridos al cuerpo no mienten.

—¿Qué tan segura estás de eso? ¿Lo haz visto mucho?— se gira y camina en mi dirección para quedar a milímetros cerca..

—Lo he visto en ti y en otros…

—¡Por supuesto! Cómo olvidar que eres una acosadora. Me haz visto desnudo, debí suponerlo— contraataco. Sus mejillas se tornan rojas y aparta la mirada de mí.

—Eres la persona más insoportable que he conocido, Damián. Te odio.

—Ya me lo has dicho, estoy a costumbrado al odio. ¿Tú estás acostumbrada a la cercanía?— la  cojo de la cintura atrayéndola a mí. Interpone sus manos en medio de nuestros pechos.

—Sí, segura— trata de sonar segura. Le acaricio la parte baja de su espalda y siento cómo se estremece.

—Tu cuerpo dice lo contrario.

—Todos mienten.

Cuando voy a abrir la boca para hablar la sirena de la patrulla de la policía se hace presente al otro de la cerca y nos enfocan con sus grandes linternas.

—¿Es hora de correr?

—Sí, vámonos— la cojo de la mano. Los policías se brincan la cerca y gritan.

—¡Están en área privada, detenganse!— no volvemos a verlos.

La guío por el otro camino oscuro mientras que ella apenas puede correr. El camino no está bueno pero que ella no sepa correr así nos atrasa más. Los policías nos pisan los talones y tengo que jalarla del brazo con fuerza para que corra más rápido. La luz de la linterna se apaga y la tiro.

—… Joder. No dijiste que nos atraparían— jadea. Salimos de ahí para dar a la calle y los policías aún nos siguen y piden que nos encuentren del otro lado.

—Te gusta el peligro y la adrenalina así que no te quejes.

—Debías decirme…— nos detenemos en la calle. Veo a todos lados para ver si tene.

—Solo corre— opto por el camino a la izquierda. Corremos.  Entramos a un edificio abandonado que todavía los policías nos siguen.

Nuestras respiraciones están agitadas, nunca he huido de la ley, esta es la excepción. Tenía en mente dejarnos atrapar pero cambie de idea.  Los zapatos de los policías se escuchan más seguidos, saltamos los ventanales. Para escondernos tras una pared.

Todo está oscuro y la única luz que entra por el techo dañado es de la Luna. La lumbrera le pega en la cara.

—Esta es la salida más rara y buena que he tenido— declara con el pecho subiendo y bajando.

—Admites que te gustó y ese era el plan. No soy romántico, Eloísa y te haz dado cuenta de ello pero pretendo no hacerte daño.

—Yo… yo te digo que me gustas tanto que la idea me aterra.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro