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7-Siete

Domingo:








El domingo despierto cinco pasadas las siete, hice todo mi aseo personal y bajé a desayunar junto con mis hermanos; Brandon tiene descanso y Maya no tiene clases. Preparé mi desayuno ya que los infelices hicieron su propia comida y la mía no, vale que debo hacer algo por mi cuenta.

Preparé pan tostado con mermelada y un café con leche. Juntos nos sentamos a la mesa para comer mientras platicábamos hasta que mi hermano dijo:

—Kayla, ¿qué harás para tu cumpleaños?— trago grueso. Para ellos es un milagro que ya no esté en plan nerd. De modo que su entusiasmo es comprensible y encantador.

—Sobre eso, Liamharáunafiestaen sucasa—  digo lo más rápido que puedo, ellos se ven entre sí  confundidos.
—La noche que me quedé con él decidimos hacer una fiesta. Claro si no se enojan—  sorbo mi café.

—De hecho nos alegramos. Parece que Intecap no nos soltará éste mes y Brad estará del turno de doce horas, por lo que dejamos todo en tus manos— informa   Maya mirando cómplice a mi hermano. Ellos poseen una conexión la cual no comporto con ninguno de los dos y odio eso. No los entiendo, joder. Por otra parte me alivia al saber que no se enojaron, la otra se siente triste, pese a que ellos no estarán.

—Sí, solo dinos qué necesitas y veremos...— Brandon mira a Maya —¿Verdad cultura Azteca?— hace un movimiento de cabeza dn dirección de su cómplice.

—No me llames así, tonto— se queja ella y yo río.

—Gracias, chicos. Aún no tenemos nada en concreto pero les diré—  aviso poniendo una de mis mejores sonrisas. Seguimos comiendo en total tranquilidad, mi hermano dice que el motor del carro está fallando y lo llevará al mecánico.
Maya se compromete a revisarlo pero Brad niega. Mi hermana aún no se gradúa, capaz y chocamos con un poste.

Media hora más tarde los tres nos levantamos, mi hermano fue a descansar,  yo subo a mi habitación. Recibo un mensaje de Zefora diciendo que nos veamos, le digo en la librería a las once, acepta. Tomo mi mochila sacando las pocas tareas que tengo, agarro mi portátil y la guardo. Vestida de color negro de pies a cabeza salgo de casa no sin antes informar a las autoridades de casa. Camino hacia el centro de la ciudad con toda la confianza del mundo, aquella confianza que no tenía hace tiempo y admito que se siente bien...

Al llegar al lugar destinado, entro; una pequeña campanilla anuncia mi llegada, el lugar está vacío, pocas personas y silencio. Busco con la mirada a Zefora pero no la encuentro. De modo que decido por acomodarme en una mesa al fondo mientras llega.

Saqué mis libros y portátil, enciendo el sistema. Busco el libro de literatura inglesa, encuentro lo que busco y comienzo hacer los deberes. No pasan más de diez minutos cuando una femenina se sienta frente a mí.

—Hola, lamento llegar tarde...— curvo la boca hacia abajo.

—¿Tú?, ¿disculpándote?. El mundo se va a acabar— me burlo provocando que ella me fulmine con sus hermosos ojos grises. Zefora es guapa, una guapa pelinegra.

—Prefieres a mi otra yo, está bien. Por mi no hay problema— rio por lo bajo. Ella lo dijo no yo —¿Qué haces?— inquiere alejando el aparato de mí.

—Literatura. Decidí comenzar con lo fácil.

—Vale, yo hago lo de telecomunicaciones—  asiento ante su propuesta. Seguimos con lo nuestro mientras que ella me cuenta cómo le fue con Alex y el helado. «Prefiero a las mujeres, los hombres son aburridos.» Fueron sus palabras, no las mías.

Terminamos cada una nuestras tareas. A mitad del camino Zefora propone comer algo, así que decido ir por un frapuccino y pizza a la cafetería, mientras espero una voz llama mi atención.

—¡No, no te creo!— ríe —Está claro que eres una imbécil, no voy a poder ser igual que tú. ¡¡Toma ya!!— el corazón me da un vuelco al escuchar esa voz y sus últimas palabras. Suena... suena... suena como Es, esas eran sus palabras cada que estaba sorprendida. Jamás cambiaba de palabras. Y odiaba que lo dijera.

«¡¡Toma ya!!» las palabras resuenan en mi cabeza. No importandome nada, camino en dirección de la voz con pasos temblorosos y la respiración a mil, en uno de los pasillos hay un grupo de chicas de espaldas hacia mí hablando entre sí. Varias rubias y una pelinegra con mechas rojas. Me quedo por unos segundos esperando a oír de nuevo su voz pero nada.

—Escuchar y espiar conversaciones ajenas es un delito. ¿Sabías?— sofoco un grito y brinco en mi lugar. Doy media vuelta encontrando un atractivo rostro, como si lo tallaron los mismos ángeles. Pero ángeles caídos como Patch.

—¡Casi me matas, tonto! ¿quién lo dice? ¿tú?— me cruzo de brazos. Sonríe de lado provocando que todo yo se derrita como mantequilla en la sarten. Al parecer se da cuenta de ello ya que corta la distancia entre nosotros.

—No lo digo yo, lo dice la ley. ¿Nerviosa, NERD?— se mofa. Ya no hay espacio entre nosotros. La tensión se puede cortar con un cuchillo, nerviosa jamás. Mucho menos con él. ¿Verdad? Trago grueso reuniendo todo el valor que llevo en las venas.

—De ti nunca Calel, ¿qué mierda haces acá? ¿estás siguiendome?— elevo una de mis cejas cuestionando su comportamiento. Vuelve a sonreír mostrando sus perfectos dientes; mi vientre se contrae. Me golpeo mentalmente por derretirme a sus pies una vez más.

Camina más hacia adelante, yo hacia atrás provocando que mi espalda choque con uno de los estantes de libros:
—Veo que ya no eres la nerd que conocí y, admito que esta versión tuya me gusta más que la anterior. Kayla, perdóname por favor. No sabes la tortura que paso cada noche sin tu perdón— informa colocando sus enormes manos al rededor de mi cintura. ¡Joder, que Justin es guapo!

—¿Tú sufres?. Yo estaba jodida mucho antes que ustedes hicieran aquello, pero no les importó y derrumbaron lo poco que tenía. No me vengas con tu sufrimiento de quinta que no lo voy a creer, ... y aunque no debería ser tan fácil...

Me detengo, no quiero dar mi brazo a torser pero verlo así; vulnerable y atractivo el corazón se me encoje. Significaron para mí mucho más de lo que puedo reconocer, los populares revolucionaron algo, y, aunque arruinaron parte de mi vida no podría seguir condenando a cada uno de ellos. Vale.

¿Desde cuándo soy amable?. Nunca. Jamás de los jamás.

—¿Kayla?— su voz me trae de vuelta.
Lo veo.

—¿De qué hablábamos?

—Nada olvídalo. Antes que te vayas debo hacer algo o me arrepentiré el resto de mi vida— dice para sí mismo. Frunzo el ceño confundida. Antes que pueda hablar sus enormes manos halan de mí atrayendo nuestros cuerpos.

Su boca empala la mía, su lengua se abre paso para luego adentrarse en mi cavidad bucal. «Resiste, resiste. Maldición te dije que resistieras.» Toqueteo su abdomen formado por tanto ejercicio. Sigo al compás que demanda su boca sabe a mentol y toma de mascar con un dejo de chocolate.
Nuestras respiraciones se aceleran y las manos del chico cobran vida propia buscando algo más que un beso.

—¡Ejem!, por si no lo saben están en una librería no en un bar o motel— una tercera voz se hace presente. Ambos nos separamos de golpe, Justin me abraza por la cintura y susurra:

—Coloca tu cabeza en mi hombro— voy a protestar, sin embargo es en vano. Hago lo que dice cosa que me frusta.

—Nadie te llamó, vete por dónde saliste—  ¿quién demonios es? Debo aclarar que es una chica.

—Calma tus nervios, Justin. Nada más las chicas y yo queremos saber quién es la afortunada— al decir esas palabras un montón de risas resuenan en el espacio. Forcejeo para poder salir y defenderme pero Justin no me la pone fácil. Cálculo que son tres o cuatro chicas.

—Amy, vete. No es de tu incumbencia...—  la chica suelta una carcajada, no la conozco.

–Por favor— habla con arrogancia —Somos amigos. O al menos eso dijiste para llevarme a tu cama ¿no?. Deja el drama, queremos conocer a la chica— deja su tono hostil. Hasta acá. Forcejeo y logro separarme del chico provocando que algunos papeles se caigan.

—Kayla, para ti y tus amigas falderas. Y como dices; soy afortunada por el hecho que Justin está conmigo no por ser un pasatiempo como tú, sino por el hecho que sigue conmigo a pesar que yo lo odio— suelto mirándola a los ojos. Es pelinegra alta de tez blanca.

Su rostro se contrae y sus acompañantes ponen los ojos en blanco. ¡Punto para la nerd!, o eso creo.

—Qué bajo haz caído, Justin. Ruegas por una chica, creí que todas caían— se mofa. Sus amigas no se quedan atrás ya que ríen burlándose de mí y él. Tengo dos opciones; no decir nada y quedarme callada esperando que el chico me defienda o sacar mi lado salvaje y borrarle la sonrisa de perra engreída.

—¿Qué estás haciendo aquí, Kayla? ¿Justin? ¿Qué hacen los dos juntos?— la voz de Zefora aparece entre la multitud con cara de asombro. ¡Lo qué faltaba!, sé que ella entenderá.

—Creo que te han descubierto, Justin. Seguramente es una de tus conquistas— habla por primera vez una de sus amigas. Es rubia. Nadie le dijo que hablara, mi amiga la mira mal.

–Tú cállate que nadie pidió tu opinión. Y ustedes dos me van explicando qué mierda hacen juntos— pide la pelinegra. Joder, que el día va de bien a dame un tiro porque no quiero dramas. El lugar se queda en silencio, silencio muy incómodo.

—Nada, no hacíamos nada. Vámonos de aquí— pido desganada abriendo paso entre la multitud. Zefora me sigue, recojo el pedido en la cafetería y ocupo mi antiguo lugar seguida de la pelinegra. Tomo mi libro tratando de concentrarme otra vez pero no puedo. Estoy segura que escuché la voz de ella, algo estúpido porque ella está muerta, yo vi cuando murió. No puede ser.

—Vas a decirme realmente lo que hacías tú y él— sacudo la cabeza. Por supuesto que no se tragó eso de ''nada''. Suspiro, dejo todo sobre la mesa y doy un trago al frapuccino de galleta.

—Tal vez piensas que estoy loca o algo similar, pero... Creí escuchar la risa y voz de Esther, fui a buscar pero no encontré nada, ahí Justin me encontró; empezamos a hablar, hablar y luego me besó— la cara de Zefora es cómica, abre sus ojos a más no poder.

–¡¿Qué?! ¡¿Te besó, el hijo de...?!— antes que pueda seguir meto el trozo de pizza a su boca, las miradas de los presentes se posan en nosotras. Sonrío, ella muerde, mastica y traga.

—Qué buena amiga eres, de todo lo que dije solo eso escuchaste, bien. Te digo que estas invitada a mi fiesta de cumpleaños en casa de Liam.

—Acepto. Volviendo con Justin, se suponía que tú estabas enojada con él y sus amigos, no tengo nada en contra de tus actos pero la boca se usa para hablar y arreglar las cosas, el sexo no— ahora soy yo quien abre los ojos demasiado sorprendida.

—Sigo enojada con ellos, ¡vamos! que se veía guapo y atractivo. Soy mujer y tengo ojos, un beso no hace mal, reina del drama.

—Por supuesto que no hay nada de malo con los besos, lo malo es que tú se lo seguiste. ¿Dónde quedó Zac o Liam?. No niegues que te gusta Zac, y no te culpo, el chico está bueno. Muy bueno. En realidad no tan bueno.

Me lleva la que me trajo.

—Zac sigue ahí, justo donde se destruyó todo. Aunque no lo creas, me sigue gustando y lo quiero...

—¿Pero...?

—Necesito un arma y darme un tiro lo antes posible. ¿Por qué parezco una cría de quince años?— ella sorbe de mi café.

—No lo sé. Y si no mejoras te prometo  Kayla que te las veras conmigo. Por lo tanto, háblame de tu fiesta.

















¿Qué creen sobre la voz que escuchó Kayla?
Gracias por esperar, para las nuevas lectoras: ¡Bienvenidas, panteras!

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