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🎄27-Veintisiete_Parte uno❄️

El jueves veinticuatro de diciembre del presente año mis planes eran fáciles y sencillos de realizar; quedarme durmiendo hasta que el cuerpo se quejara -mediodía-,  comer y ver TV,  leer o algo así.

Pero resulta que mis hermanos tienen diferentes planes  para mí. Maya vino a despertarme a las seis de la mañana porque según ella los supermercados cierran más temprano que de costumbre en estas fechas y pues mi hermano mayor... él no sé qué tiene que hacer pero de seguro que es importante.

Con las ganas por los suelos voy a la ducha, me lavo y salgo en media horas porque me tomé el tiempo de dormir unos cinco minutos sentada en la tapa del WC. Del armario saco un short de tela rojo a mitad de los muslos y una camisa holgada de hombro caído. Lista y sin sueño amenazando los ojos, bajé encontrando a Maya hablando por teléfono.

Levanta su dedo índice pidiendo un minuto. Voy a la cocina y tomo un tazón con frutas comenzando a tragar, de la despensa cojo unas Springles que me hacen olvidar el mal humor. Es que vamos, yo siempre estoy de mal humor, y no entiendo por qué, debe ser porque mi creadora así lo quiso, ahora la odio a ella. Bueno, prosigamos con mi vida. Como y como, así como trago así engordo. La mayoría de la ropa ya no me queda.

—Deja de comer  y vámonos—  miro a mi hermana que está con el ceño ligeramente fruncido y una cesta en la mano.

—Ya te alcanzo— le aseguro, ella se aleja. Tomo la cafetera y sin servir en una taza o algo,  inclino la jarra en hacia mi  boca. Algunas gotas se caen en el pecho y otras se me resbalan por la comisura. Con el dorso de la mano limpio mi boca y una servilleta de papel mi pecho.

Corro hacia la salida. Maya está esperándome en el auto, subo y arranca sin esperar a que me coloque el cinturón de seguridad, porque mi hermana amada le importa poco la seguridad. El camino está muy transitado y los claxon suenan y suenan.

—¿Dónde se metió Brad?— pregunto sacando la cabeza por la ventanilla del auto como niño pequeño. Se suponía que este día estaríamos juntos, pese a que muy pocas veces lo estamos.  La mano de Maya me palmea la espalda para que me siente correcto.

—No lo dijo. Creo que fue a visitar  a un amigo Raymond...— suena el claxon con desesperación.

—Yo creo que miente, no sé. A veces creo que Brandon es gay. ¿Tú no?— cuestiono incrédula. Ella suelta una risotada y se limpia una lágrima imaginaría.

—No, estoy segura que nuestro hermano le gustan las mujeres— Seguimos a hablando de él y cualquier tema de estudios y poniéndonos al día sobre todo. Cuarenta y cinco minutos después llegamos al supermercado que está atestado de personas con carritos de compras llenos de comida, te toda clase.

—Toma un carrito— Indica mi hermana señalando la esquina donde están apilados correctamente. Hago lo que dice y juntas hablando de chistes sobre ambas avanzamos por el pasillo. Qué divertido es estar juntas.

Caminamos por los pasillos mientras que ella coge algunas cosas y las coloca en el carrito de compras. Hablamos y caminamos, a mitad del camino nos quedamos paradas frente a un estante debatiendo si llevar galletas de chocolate o vainilla. Tal vez si alguno de nosotros sabría cocinarlas no tendríamos que comprar.

—¿Vainilla o chocolate? ¿Chocolate o vainilla?—  pregunto subiendo y bajando las cajas de galletas bajo la mirada de Maya. Se rasca el mentón.

—Las dos, llevemos las dos— echo las cajas al carrito y seguimos. Caminamos por los pasillos.

—¿Qué harás para cenar?— entablo conversación.

—¿Harás?— eleva una ceja, suena incrédula —Gracias por la ayuda— sentencia sin dejar pasar por alto su tono condescendiente.

—No es para tanto. Además, es lo que te mereces después de despertarme en mis vacaciones—  contraataco.

—Perdón, su majestad— coge unas chucherías  —Yo también estudio.

Llegamos a los refrigeradores donde saco un pack de coca cola, yogurth de todos los sabores y jugos de naranja.

—Entonces... ¿Qué harás?—  vuelvo a preguntar.

—Esta vez nada. Con Brad decidimos comprar la cena en un restaurante, sería mejor y más delicioso— responde. Con todo lo necesario y el carrito vomitando cosas vamos a la cinta/caja registradora, donde hay muchas personas y largas filas.

—Es la mejor decisión que he escuchado hoy— me burlo. Ambas reímos llamando la atención de los demás. Nos quedamos serias y guardamos la risa para cuando salgamos.

Mi hermana se encarga de hacer la cena para Noche Buena y aunque no sabe mal, es mejor encargar comida en un restaurante. Solamente comemos pollo en salsa barbacoa y arroz blanco con jugo y ya. No es la gran cena del año pero nos gusta. Sobra decir que Maya no puede cocinar grandes comidas como un pavo relleno o similar, además que no contamos con el tiempo. Al menos ella. Porque seamos sinceros, ni Brandon ni yo la ayudamos porque somos unos terrible hermanos. Cena de un restaurante es mejor que comer lo mismo de hace un año. Lo único bueno y  delicioso que le sale es el ponche de frutas.

Las cajas registradoras están adornadas con luces parpadeando, pino artificial y campanas rojas y blancas de papel con brillantina. Los minutos se pasan y las personas se tardan. ¿Cómo dejan todo a última hora?. La mayoría de personas acá tienen famila y podían mandar a otra un día antes a hacer las compras, pero no. Decidieron hacerlo justo hoy.

—¿Qué hora es?—, miro mi Huawei Watch Gt2.

—Las... diez con cinco— respondo. Asiente. Falta una persona para que podamos pasar. Llevamos mucho tiempo acá y mira que ya me estoy aburriendo.

—¡Mierda!—  exclama derrepente captando la atención de los demás. Se lleva la mano a la frente —Lo siento— se disculpa.

—¿Qué?

—Olvidé la canela y la  leche. Iré a por ellos— la tomo del brazo evitando que siga.

—Iré yo, no voy a quedarme aquí sola con tanta gente extraña rodeandome.

—No te van a secuestrar.

—Tú no lo sabes. Espera ya vengo— salgo de la fila.

—¡No tardes!— levanto el pulgar. Corro por los pasillos esquivando personas y a niños que juegan en el suelo o tocan las cosas.

La verdad no sé dónde está la canela y si quiere leche en polvo o líquido. De la estantería tomo una caja de leche en polvo y unas rajas de canela. Doblo el pasillo para dar a los refris. Tomo la leche, al girarme sobre mi eje quedo con la boca abierta, los pies pegados al suelo y la impresión taladrando mi alma.

«¿Brad?»— pienso. A un metro casi, de distancia está mi hermano. Segurisíma que es él, tiene el porte de mi hermano; alto y poco musculoso con sus típicas botas negras, jeans y playera. El cabello negro lo reconozco desde lejos y no se diga ese porte de pingüino que tiene.

Verlo acá no es lo que me sorprende, sino con quién está y lo qué están haciendo. Ladeo la cabeza como perrito al no entender y digerir lo que está pasando a un metro de mí. «Esto causará problemas». ¿Desde cuándo y por qué?

Resulta y acontece, que mi hermano está con una chica comiéndole la boca y si fuera cualquier chica no estaría fuera de órbita. Emma y Brad. Brandon y Emma. Mi hermano la coge de la cintura mientras que ella tiene sus brazos al rededor de su cuello. Un trago amargo me pasa por la garganta y termina en mi estómago.

¡Ella es menor de edad! Podría ser su tercera hermana. Claro está que andan acá de contrabando. Las cosas se me caen de las manos resonando en el suelo. Salgo de mi shock, cojo las cosas y me escondo tras el estante que tengo junto a mí. Ellos se giran a ver.

El corazón me va a mil y las ideas y consecuencias resuenan en mi mente. Él es amigo de sus hermanos, él trabaja con Ray y... y... Damián. Oh, mierda. Damián cuida mucho a su hermanita. Para él no hay otro tesoro más preciado que no sea ella. La cuida la... ama. ¡Brad, ¿En qué mierda te metiste?!

Recuerdo que he dejado a Maya solla, corro aún con la imagen al natural de ellos dos besándose con calidez, no se borra y me siento pésima. No sé en qué está pensando mi hermano y cuánto tiempo tiene de estar con ella pero tengo en claro que problemas serios nos traerá.

—¿Por qué tardaste tanto?— espeta Maya cuando llego a su lado. Tiene pocas cosas en el carrito.

—No... no encontraba la canela— miento en  un hilo de voz. Aún no me lo trago y no dejo de pensar en ello. Maya hunde las cejas confundida.
–Iré al otro lado— decido irme se ahí.

Estar cerca de ella y no poder decirle es estar traicionando nuestra confianza. Sé que no comparto mucho con ella pero sabe todo de mí como yo sé de ella. Siendo sincera hace tres meses, justo el tiempo que llevo en la universidad que él terminó con su ex novia y nunca pasó por mi mente que él ya tuviera otra, en especial ella.

¡Emma, santo cielo!

Salimos del supermercado, yo aún en shock pensando eso y Maya enojada conmigo por tardar tanto y por mi cambio de humor tan repentino. Llegamos a casa al mediodía y me alegra haber comido sin medida, pude resistir mucho.

—¿Qué te pasa, Kayla?— indaga  mi hermana mayor ya cansada de mí, una vez que ha dejado el vehículo en el garaje y estamos en la cocina.

—Debo decirte algo pero no quiero que te lo tomes a mal— informo.

Su gesto se endurece y yo trago grueso. Ella está del otro lado de la barra de la cocina sacando los víveres de la cesta y dejándonos sobre la madera.

—Ya, si es sobre Esther ten la certeza que puedes confiar en mí o espera que llegue Brandon para hablar con él, no tengo...

—¡Brad tiene novia!

Suelto cortándola, Maya  abre la boca en "O" y deja una lata sobre la barra.

—¿Qué?

—Así como lo oyes, pero no una cualquiera. La chica debe tener unos diecisiete o dieciséis años.

—¿Qué?— vuelve a repetir, sin poder creerlo.

—¿Solo eso dirás?—  zanjo sentándome en uno de los taburetes.

—No. A ver... debiste ver mal.

—Por supuesto que no. Conozco a la chica y para colmo, ambos hermanos de ella son amigos de Brad, uno de ellos estudia conmigo en la universidad y no es nada agradable que digamos— explico.

—Anda, cómo tú— tuerce los labios.

—¡Hey! No estamos hablando sobre mí, sino de él. Imagínate lo que se armará si sus hermanos se enteran.

Deja caer su cadera sobre el borde de la barra y niega. No sé si de frustración o de desesperación. O algo más qué eso.

—Sí. No  diremos nada, esperemos que de la boca de él salga. Es nuestro hermano, estoy segura que no hará nada de lo qué pueda afectar a la chica.

—Concuerdo.

—Bien, por ahora ayúdame a guardar todo ésto, mientras tanto llamaré para pedir la cena.

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