23-Veintitrés
¿Qué para decirles? He regresado a mi celular vejestorio, resulta que he encontrado información jugosa sobre el plan siniestro que llevaremos acabo Scarlett y yo. No podía pasar otro segundo más sin un aparato, temía a que mis hermanos se dieran cuenta de ello además, que no puedo comunicarme con otras personas excepto que lo haga con señales de humo.
Trago tres pastillas, dos para fiebre y una para migraña porque no se me ha ido el puñetero dolor. Scarlett me ve como si tal fuera un fenómeno que deben investigar los científicos rusos. Guardo la botella de agua y me acomodo en el sillón de su auto.
Es extraño estar sentado junto a ella en su auto después de casi cuatro años.
—¿Tú te drogas o qué?— cuestiona con desdén. Bufo.
—No. Tengo dolores más horrendos que tú recién levantada…— bromeo y la risa se me sale. Ella entorna los ojos.
—Kayla tú nunca cambias—. ¿Qué? Ella es quién no madura.
—Uy, perdón. Ya. ¿Estás segura qué es lo mejor?— tecleo en mi laptop. Estamos en el parking de la universidad, tengo clases y no puedo faltar mayormente que están muy reñidas los horarios.
—Sí, ¿Dime cuándo fui linda contigo?— niego con la cabeza, no la veo pero estoy segura que su gesto es nuetro.
—Tienes razón, nunca fuiste ni serás linda conmigo. Solo digo que si tienes el tiempo necesario. ¿Tú no estudias?— poso la mirada en ella, mira hacia a la entrada del campus.
—Claro que lo hago, sino estudio no podré humillarte…— sonrío —Sólo que hoy me tomé el día y creí que tú harías lo mismo—. Qué ella tenga dinero no quiere decir que todos lo tengamos.
—Se te olvida que no me gusta ser mantenida.
—No debiste irte de Brasil. Tal vez nada de esto te hubiera pasado— dice nostálgica.
—… Puede, ¿Sabes? No me arrepiento de nada de lo que me pasó. Conocí a personas y aunque me llevé sorpresas ya no cometeré el mismo error— guardo mis cosas.
—Digo lo mismo. Pasaré por ti antes de las tres, te enviaré un mensaje, ahora bajo— ya sabía que tanta amabilidad no duraría mucho tiempo.
Acomodo mi mochila y mis lentes en el puente de mi nariz, los dolores han conseguido que vea borroso por lo que he recurrido a ellos. Salgo de su costoso auto y antes de alejarme y adentrarme al campus le muestro ambos dedos medios. La veo sonreír. Camino en dirección al otro lado del campus. Éste día va a hacer tanto satisfecho como gracioso.
*****
Miro el reloj a cada segundo que pasa, creo que la preocupación me ha hecho olvidar mis dolores. Voy a perderme casi cuatro a tres horas de clases pero valdrá la pena. Sé que mi querida y mejor rival llegará y cumplirá su palabra, lo sé, además que sus constantes papeles entregados por sus mandaderas lo han confirmado.
El sonido viejo y conocido de mi celular me saca de mi ensueño.
«Ya estoy afuera, apúrate que no tengo tu tiempo»— bufo y ruedo los ojos. Observo la hora en el celular, faltan cinco minutos para que ésta clase se termine.
«Dame siete y estoy allá. No te vayas, desgraciada»— si ella puede tratarme mal yo también.
El profesor parece que no quiere dar por terminada la clase pues sigue hablando con más ganas pero como la vida me ama tanto (o eso quiero creer) el timbre suena en señal que debo largarme. Cojo mis cosas y salgo de ahí en dirección a la salida.
Voy corriendo todo lo que me dan las piernas, atravieso los pasillos el área verde y los edificios altos, el pecho me sube y baja tan rápido que hiperventilo. Paso de largo con unos chicos que no conozco, habla y me detengo de golpe cayendo al suelo de rodillas.
—¡Mierda!— exclamo por el dolor. Unos converse que ya he visto y unos tacones altos que cuestan más que mi casa hace que levante la vista.
El corazón se me oprime.
—¿A dónde vas?— lo odio. Se comporta tan terrible que me duele el alma. Jamás había experimentado un dolor semejante.
—¿Y a ti qué te importa?— suelto aún en suelo. La chica que lo acompaña se ofrece a ayudarme, declino su ayuda. No quiero nada de ella. Cuando ya estoy a su altura puedo ver su indiferencia, lo conozco y sé que ya no es igual.
—No fue mi intención hacer que te cayeras— se disculpa Andrea. Uy, sí. ¡Tengo tanto qué decir! No es el momento.
—¿Ah, sí? Ya he caído más veces por otras personas y duele más que esté dolor— miro al chico que capta mi indirecta.
—Kayla…— el sonido de mi celular, lo saco. Otro mensaje de Scarlett con buenísimas palabras ofensivas.
«Joder, nerd. Ya va más del tiempo que pediste. Si no estás acá en un minuto vete caminando pedazo de idiota, apresura esas patas de gallina culeca que tienes»
—Jódete inútil. Ya voy, espera o te las verás conmigo. Tranquiliza tu drama, inservible persona— grabo un audio y lo envío. Los dos pares de ojos no se apartan de mí, es incómodo.
—Ya tienes celular— la voz de Andrea se presenta. Con ganas de fastidiar todo a mi paso asiento.
—Sí, Zac no temas por ocultar lo que tienes ahí, al fin y al cabo no soy nadie—. Sin más que decirles corro de nuevo a la salida. Duele mucho, y lo acepto. Estoy celosa pero mis sentimientos no valen la pena ahora, hay algo más importante que mi estúpido corazón.
Llego a la salida del campus, el Mercedes Benz de Scarlett resalta en la entrada, arruina mis ojos. Corro y monto.
—Al fin te dignas, ¿Qué es más importante que esto?— pregunta arrancando el motor.
Quisiera decirle la verdad pero el plan de mejores amigas no lo tenemos y es mejor seguir con lo que estamos a que ella se burle por millonésima vez de mí, por ser tonta y todo su paquete. La verdad ni yo me entiendo, debo dejar de sentir esto. Tal vez es solo una amiga a dicho él y así sea. Ha demostrado que me quiere y creo, creo en sus palabras sinceras por lo que los jodidos celos que vayan a fastidiar a otra persona porque tengo mejores cosas que hacer como para preocuparme quiénes son las amigas de Zac, ¿no?
—Nada, solo conduce— respondo. No añade más, se dedica a manejar en total silencio mientras esquiva autos y acelera para llegar a buena hora. Hasta el más mínimo de los detalles está planificado, nada puede salir mal.
Tras un recorrido larguísimo donde mi compañera de vehículo se quejaba de por qué estudio hasta la punta del mundo. No le dije nada, es imposible charlar pacíficamente con ella. Ella soltaba un insulto y yo dos, así nos estuvimos hasta llegar a donde estamos.
Aparca a una cuadra abajo del pequeño restaurante café, no fue fácil convencer a la dueña de hacernos dejar lo que realizaremos de tanto insistir nos dijo que sí, luego le pagaríamos el desastre o nosotras mismas nos encargabamos de limpiar. Scarlett se encargaría de mandar a unas empleadas de su padre acá para poder salir.
Creo que nos vió cara de pobres (al menos a mí) porque no tardó mucho en dar la autorización.
Entramos al local, las personas están situadas en sus posiciones, la femenina se encarga de ver que todo está bien y nada salga mal. Ahora estoy dudando que si cumplirá su palabra o no, luego me golpeo mental porque la veo entrar al local tan despampanante como siempre.
Miro en dirección a Scarlett que entiende mi lenguaje visual y se esconde tras la barra de la cocina. Se acerca a mí, su sonrisa que hace un tiempo deseaba ver, ahora la desprecio con todo mi ser. Aquí y ahora se definirá quién es superior a la otra.
—Creí que no vendrías— habla sentándose en una de las mesas, si dejo que se siente ahí no podrá llevarse a cabo el plan.
Una llamada entra en el celular, sé lo que significa. Con una gran bocanada de aire abro mi boca para decir:
—… Ven, he dejado mis cosas en otra mesa ¿Te molesta?— señalo atrás. Ladea la cabeza para ver en la dirección.
—No.
Se levanta de ahí, nos acomodamos en la mesa indicada y los nervios por decirle un montón de insultos que he guardado y ensayado exclusivamente para ella corcomen mi boca. Retengo los impulsos y me dejo ver cómo la niña estúpida que fuí una vez.
—Kayla, sé cómo te sientes y te entiendo pero también entiendeme a mí— inicia a hablar. ¿Cómooo? Quién se murió y revivió fue ella no yo.
Creía que no estaba libre de culpa, siempre estuve equivocada con todo y ahora me doy cuenta de ello. Ella está mal de la cabeza, muy mal porque si solo quería alejarse de mí y las demás lo hubiera hecho por las buenas y nada de esto hubiera pasado. No, decidió jugar mal.
—Lo sé y más por eso quiero enmendar el pasado. Perdóname por favor, sabes que yo te quiero y eres mi única amiga, la persona que me conoce mejor que nunca—. ¡Blah! Sí me están odiando por tan hipócrita lo entiendo.
Ella hace un gesto acompañado de un puchero, la veo con detenimiento, tiene unas ojeras bajo el maquillaje, sus ojos demuestran cansancio y está un poco delgada. Sí hubiera estado en el plan nerd y en los peores momentos de mi vida creo que estaría rogándole de rodillas para que me perdone y agradezco que no hubiera sucedido así. Esta soy yo, soy un poco bipolar pero así me quieren las pocas personas que tengo a mi lado.
—¿Desean algo?— pregunta una de las camareras con uniforme. Es una chica casi de mi edad o un año más.
—Un vaso con agua —pido, había olvidado por completo mi fiebre, los labios me queman.
—Un frapuccino —pide, se va la chica. —Kayla créeme que quiero arreglar las cosas, solo contigo, con ninguna más. Eres tan miserable que te has ganado mi lástima y compasión—. Hija de… la sangre se me calienta más y si no controlo la fiebre de mi cuerpo puede darme un desmayado o algo así.
Es tan repugnante, ¿Cómo pude ser amiga de ese ser tan basura? La odio más que ayer. Controlando mis instintos más salvajes aprieto el celular en mi mano y respiro cabizbaja. Debo mostrar que me tiene a sus pies o no podré lograr nada. Sé que ella no viene a arreglar las cosas, sé que ella trae un sucio pañuelo blanco que está reutilizando conmigo si pretende que puede machacarme como se le antoje está muy equivocada. Ya lo hizo una vez y no pensaba con la cabeza fría ahora sí. Pienso y razono con la cabeza caliente y no voy a sentir lástima por ella porqué lo que vamos hacer no es nada de lo que nos hizo pasar estos tres años.
—Sí, haré lo que tú digas para poder recuperar tu amistad. Creo que voy a morir sin estar junto a ti, fuiste mi primera amiga al venir acá y perder una amistad así no es bueno— mi voz se corta.
—Lo sé y es tan patético. Te refugias en esos chicos porque te quieres sentir amada. Yo te daré una segunda oportunidad…— la interrumpo.
—Pero…— no me deja terminar y sigue.
—No digas nada, te mereces que te amén y nadie mejor que yo, nunca fuiste suficiente para nadie inclusive para tus hermanos— espera, retrocedan. ¿Acaba de mencionar a mis hermanos?
»— Por lo que he decidido darte a ti y tanto Brandon como la otra se merecen que yo arregle las cosas. Pretendo ocupar…— se interrumpió —Digo, que tú familia también sufre por ti.
Brad tenía y tiene razón, ella está mal, muy mal de loquera. Está celosa de lo que yo tengo, puedo ser pobre, fea, gorda y todo lo que deseen pero ella está celosa de mí. No tenía porque mencionar a mis hermanos en especial a Brad, ellos no tienen nada que ver con nuestra pelea de honores, dudé lo admito, dudé de las palabras de mi hermano pero ahora le creo todo.
Mi celular suena, es Scarlett. Con disimulo vuelvo la vista a ella, hace unas señas para que reaccione y siga con el plan. Asiento. Tomo del agua que he pedido. Ella da un sorbo a su frapuccino, «Ya te jodiste»— pienso.
—Entonces, ¿Seré de nuevo tu amiga? Cómo los tiempos anteriores, no me veo sin ti en mi vida—. Sueno arrepentida. No conocía que podía ser tan buena actriz, puede que me hagan un homenaje en Hollywood y mi nombre quede en una de esas estrellas.
«Sin exageraciones»— me reprende mi subconsciente.
—Claro, solo tienes que demostrar que de verdad quieres estar a mi lado.
Hundo las cejas.
—¿Cómo?— está sacando sus garras de zorra.
—Sí, si me demuestras que en realidad quieres ser mi amiga te daré ese derecho porque yo tampoco quiero acabar con la amistad de antes— ¡Ay que linda!
No sé quién es más hipócrita, ella está segura que ya he caído. Así que… ¿Quién se ganará un Oscar por mejor hipócrita?
—Y la mejor actriz de reparto por su buena actuación hipócrita es…
La verdad no sé quién ganaría, decidan ustedes.
—Entonces así será— digo. Las ganas de ir al baño me ganan por lo que me levanto y voy.
Entro a uno de los cubículos y hago mis necesidades, me toco la frente, ya no estoy tan caliente, mis mejillas no mienten. Hecho agua en mi cara…
—Kayla tenemos un problema. Bueno… tú, no yo— habla la chica por el audífono que nos hemos instalado antes de entrar acá.
—¿Qué? ¿Cuáles?— espeto. Seco rápido mi cara.
—Sal de ahí y velo tú misma, joder. Arráncale las greñas—. Con eso es más que suficiente. Salgo del baño, a medida que voy avanzando escucho unas voces más bien lamentos. Apresuro los paso y voy a las mesas encontrando en el escenario reproducirse varios vídeos míos.
Me paro frente observando todo lo que se reproduce de mí. Son vídeos míos cuándo estaba en el instituto cuando los populares o Scarlett me jugaban bromas y yo nada más lloraba y me maldecía. Miro incrédula a la rubia que aún sigue sentada en su silla con los brazos cruzados sobre su pecho y una sonrisa tan grande como la de Guasón y vaya que si se parece. Tiene los labios pintados de rojo.
Igual.
—Si creías que te dejaría acercarte a mí estás muy tarada. Sé que te mueres por ser mi amiga de nuevo pero eso no sucederá. Nunca fui tu amiga y nunca la seré así que te propongo algo— hace el intento en levantarse. Soy más rápida y me siento en la mesa.
—Habla, te escucho —le doy ánimos.
—Tienes dos opciones: la primera es que seas una buena chica y te mantengas y regreses al margen de esa estúpida chica que ves en el escenario. La segunda es que…— pausa —Sigas en éste plan que crees tener, el plan de niña rebelde que claramente no eres y pues si es así no te voy a dejar en paz. Tendrás que cuidarte la espalda. Kayla, jamás te quise...
—¿Ah, sí? Mira como tiemblo de miedo— me mofo —Nunca me quisiste a mí sino a mis hermanos. Qué lástima me das. Síguete engañando que no estás celosa de mí, no es por el dinero es por lo que tú no tienes; hermanos, una buena comodidad y libertad. ¿Crees que no me di cuenta?
La miro a los ojos, la he pillado asustada. Lo reconoce.
»—Brandon, que hermoso es que él sea mi hermano y el tuyo no. Quieres que él y Maya te traten como me tratan a mí pero…— sonrio con soberbia —Lamento decirte que la que da lástima aquí eres tú. Siempre velando por tener lo que tú no tienes, me importa una mierda tú fortuna, tú vestimenta de marca siempre seré la envidiada...
Abre su boca interrumpiendo mi discurso.
—¡Cállate! No es cierto, yo jamás quise nada de ti…— le tiro a la cara fotografías que hemos impreso.
—¿No? Ve por ti misma, ya no te engañes más y déjame decirte, quién debe tener cuidado, eres tú. Ya sufrí mucho, es tu turno desgraciada. Cubréte las espaldas.
Mira lo que le he tirado a la cara, sus ojos se empañan de lágrimas y pasa los dedos por una de las fotos. ¿Qué…? Scarlett no deja de elogiar y celebra el buen trabajo aunque no hemos terminado.
—No te tengo miedo. Nada de lo que dices es cierto y nadie te va a creer—, suelto una carcajada que he aprendido por Scarlett.
—Dejo qué sueñes. No voy a gastar energías contigo porque tú prefieres ver a escuchar.
No hago el intento en golpearla.
—Si no me crees, míralo aquí y ahora—. Señalo la pantalla del restaurante que está en el escenario.
Se reproduce un vídeo que nada más es enfocado a ella y mis dos hermanos, por suerte lo hemos encontrado en lo más profundo de los recuerdos llenos de telarañas. Es hace tres años, ella, las chicas y yo habías organizado una comida por la convivencia, en ese entonces una de las chicas no dejaba una cámara pues era nueva y andaba gravando todo y Scarlett se quedó con ella.
El vídeo se enfoca con ella abrazando a Brad con cariño, claro, mi hermano no es mala gente y le devuelve el abrazo pero con indiferecia como un desconocido. La miro, sonríe nostálgica y algunas lágrimas le salen. Okay, si los celos por Zac duelen no se imaginan los celos a por mí hermano.
—… Brad…—susurra. Pongo los ojos en blanco. Le doy una mirada a Scarlett y esta asiente, me alejo de la mesa a un distancia larga y del techo cae una pintura color negro, luego una gran cantidad de miel, aserrín, huevos y aceite de cocina.
Es la misma mezcla que Scarlett utilizó conmigo, recuerdo ese momento y ahora parece gracioso.
Esther chilla, las pocas personas que hay aquí se nos quedan viendo con horror, es una pelea y el que ríe de último tiene las de ganar. A ella siempre le a importado su apariencia por lo que atacaremos su punto más débil.
Scarlett, mi cómplice, sale de su escondite y un balde lleno de plumas de gallina y concentrado para aves. Se para junto a mí, nos reímos.
—Oh, Esther. Qué equivocadas estábamos contigo, solo te digo que no te metas más con ella porque te metes conmigo, estúpida de mierda.
Le echa encima el contenido del balde, nos insulta a por montones y solo causa gracia.
—No se quedará así…
—No, tenemos que limpiar tu porquería —. Me mofo y ambas reímos. Qué bien se siente.
—Yo que tú me iría antes que me cague en las bragas— le dice Scarlett con sorna.
—Y prepárate para las burlas en la calle— añade. Volvemos a reír.
—Nadie les creerá— ladra, trata de quitar todos los líquidos pero no puede. Pasará de rubia a pelinegra, la pintura es de metal.
—Y pensamos en eso por lo que estamos transmitiendo en vivo: Instagram, Twitter, YouTube y Facebook. Suerte y que no te coman las aves— me burlo. Sale dando zancadas.
Las chicas que están gravando nos dicen que ya han cortado las grabaciones y celebramos como locas. Nos fundimos en un abrazo sincero para después separarnos.
—Controlate, nerd—. Brama adoptando su actitud de mierda conmigo.
—Y tú controla tus hormonas, tarada. Qué tu gente venga luego o se complicará la cosa— digo borde.
—Tú no me mandas.
—Solo hazlo.
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