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13-Trece

¿Alguna vez te haz sentido basura? piensas que no eres suficiente para nadie por más que te esfuerces. Qué no eres capaz de llenar a esa persona, siempre serás el segundo plato mientras que otro es el plato fuerte. En ese instante que alguien te rechaza y tú autoestima es basura, baja, y lo único que deseas es estar sola; llorando a mares reprochandote el por qué eres así. Pero el único problema eres tú mismo.

Ahora comprendo que por más que me disculpara con ella, por todas las lágrimas que derramé 365 noches por tres malditos años seguidos, que dejara de ser yo por fingir ser ella la cual andaba linda y campante por las calles muerte. Mientras que las chicas  y yo sufrimos tanto su perdida, ella nos reemplazó con otras, estoy segura que nada volverá hacer como antes. Y, tanto ellas como yo deben saber la razón, por lo que subo al auto de Liam con cara de mala leche y tiro mi bolsón a la parte trasera.

Cuando el auto se pone en marcha alguien toca el vidrio, fastidiada con todo el mundo bajo la ventanilla encontrando a Damián con unas gafas de sol que lo hacen ver guapo, más de lo que ya es, una sonrisa ladina adorna su rostro arrogante.

—¿Qué quieres ahora?— digo borde —Si es por el trabajo de literatura tenlo por seguro que te doy respuesta lo antes posible. Ahora vete y dame tu número así puedo contactarte— le tiendo mi celular para que lo coja y pueda registrarse, lo hace. Los hermanos y Justin van en el auto de Zac. Claro, no querían perderse el drama.

—¿Sabes?, de eso no quería hablarte. Kaylee entró a la universidad el año pasado y te recomiendo no cruzarte con ella— espera. Hundo las cejas, él me entrega de nuevo mi celular sin revisarlo lo guardo.

—¿Quién rayos es Kaylee?
Su risa no se va y ya está fastidiando más de lo debido.

—Por favor— suelta hostil —Es la chica con la que hablabas allá adentro— señaló con la mirada la librería —Tómalo como quieras, solo te digo que te cuides las espaldas. No tiene fama de ser buena persona— dijo metiendo sus manos por los bolsillos delanteros de su jeans negro. Alguien quien tiene la reputación por los suelos no es el indicado para decir esas palabras. Incluyéndome.

—¿Lo dice la persona que atemoriza a las secretarias de la universidad sin  mencionar a los universitarios?— me acomodo en el asiento para verlo mejor. Él eleva ambas cejas,  espesas y con su dedo índice baja un poco sus gafas, sus ojos se clavan en los míos.

—¿Quién te dijo eso?, sí sabes que soy terrible entonces aléjate de mí. No me agradas para nada y solo te digo que Kaylee no es muy soportable que digamos. Ahí tú si quieres pasar una mala temporada— coloca las gafas de manera correcta   y se va. Aturdida por su discurso tan motivador subo la ventanilla y Liam enciende el auto para luego salir del parking.

No sé qué pensar, no sé qué hacer y lo peor de todo ésto es que aún no supero la indiferencia de ella. Quiero gritar y destruir todo a mi paso, deseo tanto en estos momento, la rabia y la tristeza se mezclan en mi sangre que no puedo pensar con claridad y ajustar mis ideas. Soy poca cosa.

—Lo siento, Kayla. De verdad— la voz de Liam me saca de mis pensamientos terribles. No respondo, por ahora tengo que estar callada o descargaré mi ira en la primera persona inocente que se cruce en mi camino y no sería justo.

La pregunta que anda por mi cabeza es ¿por qué no la vi antes?, ahora entiendo las voces. Estaba en cada lugar que yo estaba y me torturaba. Había planeado todo, seguramente ella el primer día ya había notado mi presencia ahí, y busco el momento justo para atacar sin yo tener refuerzos. Vale, parezco de esa mujeres de las películas de acción analizado sus planes aunque no estoy lejos de ello.

—Listo— avisa. Apaga el auto y sin dudarlo ni un segundo salgo del auto, solo espero que ella esté ahí decorando sus uñas con un carísimo acrílico. Scarlett siempre fue de salón de belleza. Nuestra relación nunca fue excelente pero nos llevamos mucho mejor, que ahora. Claro, ella está en otra universidad. Toco el timbre, los chicos ya están a mi lado esperando al igual que yo. Toco el timbre y golpeo la puerta con insistencia. Pasa más del tiempo a mi gusto hasta que una de la  empleadas abre la puerta y frunce el ceño.

—¿Sí?— sus ojos pasan de uno a otro. Tal vez crea que vinimos a hacer una masacre.

—¿Está Scarlett?, necesito hablar con ella. Dígale que la busca Kayla— hablo con tono tosco. La mujer nos permite pasar a la sala reluciente, Scarlett siempre tuvo dinero apesar que sus padres sean divorciados. Desde el inicio lo manejó bien, a veces pienso que esa chica en realidad no tiene corazón.

Nos acomodamos en el sillón beige se tres plazas y esperamos, para mi sorpresa no tarda en bajar y acercarse. Lleva un vestido a las rodillas color granate increíblemente peina y poco maquillaje que de costumbre. Ella es hermosa, más que yo pero su maldad la hace ver fea.

Bueno, cualquier cosa es más bonita que yo.

—Ve al punto de una vez. Tengo que salir— exige, ahí quise darle un puñetazo por arrogante y ser la jefa. Su mirada pasa a los chicos que me acompañan, vale lo entiendo. Muchos testigos.
—¿Quienes son?, la rubia y el otro. A esos dos ya los conozco…— luego se corta y se fija más en la rubia. Suelta una risa divertida y ve a Zac.
—¿Es tu gemela?, jamás lo dijiste— se mofa. Cierro los ojos en reproche.

—¡Ya!. No vine acá para que te burles, ellos no son importantes. Scarlett, debes creerme lo que tengo que decirte…— me corta.

—Lo que de ti venga, me importa una jodida vida —, se cruza de brazos.

—¡Esther está viva!—, suelto sin retenerme a pensar con qué tono de voz se lo diré. Su rostro se descompone, sus labios bien delineados y untados de lápiz labial mate se curvan abriéndose en "O". Parpadea varias veces y deja caer sus brazos de lado.

—…¿Qué…?— balbucea. No se lo cree y no la culpo si yo estaría en su posición estaría igual o peor. Una de las cosas que siempre me gustó de ella es que mantiene la compostura en temas así; delicados, llenos de presión.

—Lo sé. Créeme, yo misma la vi, con estos ojos que algún día se los comerán los gusanos.

—Eso no puede ser. Tú mientes, te quieres vengar de todo lo que te hice estos tres años. ¿Sabes qué? no va a funcionar. No tengo conciencia— coloca uno de sus dedos en mi pecho. Le tomo la muñeca y la acerco a mí.

—No es mentira, Scarlett. Jamás jugaría con algo así y lo sabes muy bien. Ahora escúchame— no deja de verme, como si tal buscara un atisbo de mentira.
—Hace tiempo escuchaba su voz, creí que eran cosas mías hasta que hoy. En la librería que es parte de la universidad la vi. Ya no es la misma. Su carácter toda ella ya no es igual a la Esther que tuvimos de amiga—. Comenté, ella sin saber qué hacer se deja caer al sofá personal con su mente perdida entre las galaxias.

La entiendo, yo quedé en shock al verla caminar y todo, frente a mí. Le cuento de inicio a fin lo sucedido, sé que me escucha aunque parezca pérdida. Sus ojos se agrietan y una lágrima deja salir. Dejo que procese la información. No la había visto derramar lágrimas desde el día que la vimos conectada a muchos cables y morir. Aunque jamás estuvo enterrada ahí. Luego de un larguísimo silencio recuperó la noción y habló:

—Debo verla, tienes que llevarme Kayla. Tiene que escuchar que sufrimos por su ausencia y  tal vez así cambie de opinión. Bueno de nosotras de ti jamás lo hará— bufo. Jamás cambiará. Tomo su rostro entre mis manos obligándola a mirarme.

—Ella ya no cambiará. Scarlett, créeme, prometo llevarte para que la veas porque te lo mereces pero olvida la idea que la harás cambiar ella ya no será la misma de antes y ahora que lo digo en voz alta creo que jamás lo fue. No hablaras con ella para nada. Te aseguro que te arrepentirás. Mañana voy a la universidad, pasaré por ti quince faltando las siete, iremos en tu auto— le digo y afirmo. Forcejea para soltarse de mi hasta lograrlo, deja caer su espalda hacia el respaldo.

—Estás loca  si crees que irás en mi auto. Vete en el tuyo— crispa.

—Si lo tuviera no tendría que mendigar que alguien me lleve. Deja tu maldad a un lado y por primera vez en tu jodida vida haz una obra de caridad. Te aseguro que será la primera y última— apoyo los codos contra mis piernas. Entorna los ojos sin tener escapadas.

—Tú y tus hermanos tienen trabajo, suficiente dinero para comprarte uno. Bueno, bien. Lo haré pero no lo hago porque tú me dígas, sino porque tal vez el futuro no se porte mal conmigo por tratarte mal —su tono vuelve  a ser pesado e insoportable.

—Cállate, versión Barbie en tiempos de angustia. Me llevarás, solo te advierto que se olvidó de nosotras. Nuestros lugares ya los ocuparon— me levanto, veo a los chicos que no han dicho nada. Camino a la salida, sostengo los pasos atrás de ella —Ella pudo regresar, pero nosotras no. Nada cambiará el sentimiento mutuo que tenemos: odiarnos. Adiós, Scarlett— y antes de irme pasé mis manos por su cabello sedoso alborotando su perfecto peinado y cabellera. Río y salgo corriendo de ahí.

—¡Me las voy a cobrar, idiota!—grita furiosa. Sus palabras me dan risa. Debía cobrarme de alguna manera todo lo que me hizo. Subo al auto. Necesito llegar pronto a mi casa. Necesito una cerveza fría.

*****

Cruzo la puerta, suelto la mochila y lo que había retenido estás últimas dos horas y medias lo dejo salir. Mis barreras ya no son tan fuertes como antes, sacaron el ladrillo más fuerte que había construido para que todo se derrumbara en un abrir y cerrar de ojos. La casa está en completo silencio. No sé dónde están mis hermanos y tampoco lo quiero saber.

Mis lágrimas salen a cántaros de mis ojos, grito frustración y tiro todo lo que está sobre el mueble de la entrada; las fotos, la lámpara, las llaves y alguna prenda de color. Lloro, lloro, lloro y lloro. No puedo detenerme. La rabia invade mi sistema y no puedo pensar con claridad. La sangre me hierve y creo que en algún momento voy a prender fuego. Sorbo muchas veces mi nariz.

—¡¿Por qué?!, ¡Todo este maldito tiempo viviste, sabías que estábamos ahí! ¡Te odio! ¡Te odio!— grito fuera de mí. De una patada tumbo la mesita que está junto al sillón y las cosas caen en un estruendo que a mis oídos les agrada. Sé que voy a arrepentirme pero no puedo parar.

»—¡Yo te quería, te quiero! Debías hablar. No hacer esa mierda. TE ODIO—. El televisor calló acompañado de un vidrio ser roto. Razonar, esa palabra no existe ahora para mí. Destruía todo a mi paso, sin importar qué es y qué importancia tenga. Jamás me había sentido así, tan poca cosa, tan ingenua. Eso fuí. Una ingenua que se dejó manipular por alguien que no vale la pena.

Me destruyó sí. Sufrí sí. Me odié todos estos años ¡sí!. Subí las escaleras dejando hecho mierda allá abajo. Entré a mi habitación, agarré la esquina del colchón tirándolo a un lado de la habitación. Las lágrimas mojan mi rostro y la rabia crece más. Tomé la única foto que tenía de ella; la tomó un desconocido ese día había sido mejor que los anteriores pero ahora me doy cuenta que todo fue tan falso, tan falso como las tetas y el culo de las Kardashian.

—¡Tú me arruinaste, ahora te toca a ti que pagarlo! ¡Ésto no se quedará así.
Rompí la fotografía en miles de pedazos, agarré la silla que forma parte de mi escritorio y la lancé por la venta. El estruendo inundó mis tímpanos y el ¡Crash! resonó por todo el lugar. Ahora me daba igual todo, lancé los pedazos de papel por la ventana.

—¡Nuestra amistad es la herida y yo el Tequila!—grité por la ventana. Algunos de los vecinos salieron a ver el desastre y rápido me ubicaron. Cabe decir que la alarma suena como loca maniática. Agarré una de las mochilas vacías del armario de la estantería tomé todas las latas en aerosol. Bajé y salí de casa, corrí por el callejón a la salida de la calle, las personas me veían y no me importó. Aún seguía llorando, ya no lágrimas de arrepentimiento y tristeza sino lágrimas de coraje, frustración y rencor.

Corrí lo más rápido que pude, llaraba. Yo ya elegí mi bando ahora era el turno de ella. Quiere jugar a las destructoras, bien. Seré la hermana menor de las alemanas. Hace tiempo, (aún con nuestra amistad) Esther y yo veíamos un programas alemán, el incitador de ello fue Maya. El punto es que el programa se trataba de tres hermanas alemanas las cuales se tenían envidia una a la otra. Las dos mayores que eran gemelas eran las que más se odiaban y tenían celos de ellas mismas. Se golpeaban entre ellas hasta que la mayor de las tres le dijo a su gemela que eligiera un bando, recitó las mismas palabras:

«—Nuestra sangre y relación es la herida, soy  la sal. ¿Tú qué bando eres?»

Al final de todo el trayecto las gemelas casi se matan entre sí. Pero la hermana menor planeo sus estrategias y acabó con las dos quedándose con la herencia de ellas y antes de quitarles su vida dijo:

«—Nuestra sangre y relación es la herida. Yo soy el tequila».

Obviamente ganó, porque el tequila hace más efecto que la sal y o el aceite. Por lo que soy equipo Tequila. Al llagar al cementerio entro directa a buscar la pila de la supuesta tumba. La encuentro con facilidad, la última vez que estuve aquí fue para despedirme y la desgraciada aún vive. Me arrodille ante ella y lloré con más fuerza. Ahora todo se aclara; el por qué sus padres jamás vinieron a dejar flores.

Nada.

—¿Sabes cuántas veces vine acá a llorar?, todas esas veces que me maldecía una y otra vez por tu estúpida muerte falsa. No te lo voy a perdonar porque miles de veces intenté quitarme la vida por ti, muchas lo logré…— mi voz se quebró.
——Mi hermano me salvó. Mis hermanos sufrían también y no me dí cuenta hasta ahora. Y te toca que pagar por cada vez que paré en el hospital, por cada golpe en la cabeza, por cada burla, insulto, hematomas y sobre todo cada par de anteojos que compré. Infeliz.

Saqué los aerosoles agite y pinté la lápida de color azul. El olor inundó mis fosas nasales provocando que dejara de llorar. Seguí hasta que el pedazo de piedra quedará totalmente cubierto. Saqué otra lata y escribí tan claro y legible que pude.

«Arde en la tierra, perra».

Sé que esto no soluciona nada, de alguna manera calmó la rabia y los nervios que alternaban  mi sistema y hacen que mi cuerpo tiemble. Cogí una lata en cada mano iniciando a cavar al inicio de la lápida, la tierra está húmeda y el césped verde se levanta con facilidad.

—Tú no eres la misma, yo tampoco. Te odio y jamás lo dejaré de hacer.

La tierra a mi lado ya es mucho y mi vestimenta está toda embarrada de tierra, mis brazos negros,  ni hablemos de las uñas. El celular comenzó a sonar y a sonar, lo ignoré pero lo tuve que coger porque no dejaba de sonar.

Brad

«¡Mierda!»—pensé. Descolgué la llamada.

—Hola.

—¿Estás bien?, me han llamado de la estación para decirme que la alarma de la casa suena y nadie la apaga y que la ventana de tu cuerto se quebró. Maya ya va para allá, la llamé y salió de Intecap— lloré.

—Sí estoy bien. Tenemos que hablar, hermanito— dije. Y en verdad lo necesito. Necesito que me abrace.

—Ve a casa, pediré el resto del día…— no, menos eso.

—¡No!, esperaré a que llegues. Solo no me dejes, por favor— supliqué. Se despidió de mí con notable preocupación. Mi mundo se derrumbó, más de lo que Tony hizo, debo hablar con él.

Pero antes de cualquier tontería u acto que vaya a hacer por inercia, dejándome llevar por lo mal que me siento ahora debo calmarme y analizar con la cabeza fría que es lo que debo hacer.

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