12-Doce
Lenguaje +18.
Al día siguiente a la fiesta despierto con insomnio crónico además que el cuerpo me tiembla todavía ante aquél tremendo susto que pasé. Jamás vuelvo a entrar a una casa del terror. Jamás, aunque me paguen millones, no lo haría. Sé que no es real, ¡vamos! que te asustan.
Hoy no voy a estudiar, como dije antes, tres a cuatro días voy a la semana, y, cuándo voy es por algo. Salgo de casa a las siete y regreso a las siete o seis de la tarde. Además que tengo tareas hasta la coronilla, al menos ya he adelantado algo.
No he vuelto a ver a Zefora y Becca, no sé si sean visto y solucionado sus problemas. Ellas sí fueron a estudiar hoy. Espero que entre ellas no pase nada, Becca es una gran persona y no es justo que Zefora la trate de esa manera tan cruel.
Si preguntan por Zac, bueno, creo que él es un rollo aparte que sabemos cuál es el epicentro de nuestra relación. Él es… la verdad no sé qué es; claro un chico. ¿Qué es para mí?, un buen amigo con el que tengo sexo y luego lo olvido y cada que me rescata de mis problemas lo quiero más. No sé en realidad si él siente lo mismo que yo, aún así quiero seguir como estamos. Claro que no solo para encuentros carnales. Las veces que compartimos juntos, las hemos pasado genial.
Debo concentrarme y dejar de pensar en ello, es lo mejor. Ahora voy directo a la librería de siempre que hemos quedado con Liam para terminar los ajustes de la fiesta. Aún no estoy segura que lleguen muchas personas, intentando no perdemos nada. Bien, dinero. Al menos el alcohol estará ahí y podré tomar hasta que ya no haya en el barril o quede tirada en el suelo como vagabunda.
Son al rededor de las tres y cuarenta y cinco de la tarde. El sol brilla tan caluroso y el viento tiene un sabor agrio mezclado con ácido. Los rayos del sol queman demasiado, siento que la piel me arde y prenderá fuego de un segundo a otro. Espero que Liam venga pronto y no tenga que esperar demasiado, hace mucho calor y no soportaré estar metida en unos jeans.
Entro al local, suena la campanilla tras de mí. Busco con la mirada al chico, al final de gastar mi vista ahí lo diviso sentado hasta el fondo en una de las mesas con otro chico que no logro distinguir quién es.
Paso por la cafetería por un frapuccino, camino en su dirección y el tipo es nada más y nada menos que Zac, vaya, que ironía. Jalo el líquido por el popote/pajilla haciendo ruido, ambos se giran a verme, tomo asiento al lado de Liam.
—Hola—, digo y sigo deleitándome con el postre.
—¿Por qué tardaste tanto?—, cuestiona el chico a mi lado.
—Vine a buena hora, no te quejes. Ya, a lo que vinimos que el sol quema— tomo mi mochila y saco mi portátil.
—¿Qué harán?— la voz de Zac se presenta con ese tono atractivo mezclado con egocentrismo. Lo miro, me ve. Trago grueso.
—Planear algunas cosas, ¿tú qué haces aquí?— Me vuelvo hacia Liam —Se suponía que solo éramos los dos— digo desganada. Introduzco la contraseña. Debo comprar otra portátil ésta ya está vieja.
—Zac está de paso, ¿verdad?— paso la mirada al susodicho que asiente—¿Ves?, ya se va.
—Vine con Fer, anda por ahí. Se perdió—, señala el centro del local. Río, la librería es enorme. Muy enorme.
—¿Ya se tardó?, quiero saludarla. Hace mucho que no la veo— confieso tecleando y mirando en la pantalla.
—Mucho, se fue hace diez minutos y no ha vuelto—, comenta Liam mirando su reloj de mano. Agarro el vaso de plástico y tomo. ¡Mmm!, delicioso.
—Puede que esté hablando con alguien. O un chico, sabes que tu hermana es muy bonita— elogio el buen trabajo que hicieron sus padres con ellos dos. Los padres no son feos, de hecho la mamá es más atractiva que el papá.
—Si es así la mataré—. Sentencia dando un golpe a la mesa con puño cerrado. ¿Qué?, ¿ahora está celoso después de que el enseñó –literal– a follar?
—¿Celoso?— bromea Liam con fastidio. Quisiera ver la cara de Zac, pero no lo hago. Sí, estoy segura que puso lo ojos en blanco y abrió la boca como pez.
—No. La mataré por ligar cuando viene conmigo, no tengo paciencia para esperar a que el mosco quede atrapado en la telaraña de la tarántula. ¿Me explico?— rio ante su tono fresa muy de mujer. Éstos jamás van a cambiar.
—Como tú digas, Fer dos— musito.
—Te equivocas, Kayla— me corrige, elevo la mirada confundida, hundo las cejas.
—¿En qué?—, cuestiona Liam acomodando el aparato tecnológico frente a él y revisar algunas cosas.
—Yo no soy «Fer dos», ella es una copia barata de mí. ¿No la haz visto?. Soy yo en versión mujer, solo que ella es rubia y no tiene polla. Después de eso es idéntica a mí. Hasta en los gestos. ¡Joder!— muerde su labio inferior. Tanto Liam como yo ocultamos las ganas de reír.
—No la culpes a ella, culpa a tu padre por soltar a minis Zack's versión femenina—, corrijo terminando mi delicioso frapuccino. Me lanza una mirada fría que se puede interpretar de miles de formas.
—Qué va. Ya no me lo recuerdes.
Apoya sus brazos sobre la mesa dispuesto a ver el panorama que no ofrece mucho. Veo mi celular, solo han pasado quince desde que vine. A lo lejos veo a otro cuerpo acercarse a nosotros, no lo reconozco hasta que doy quién es; Justin.
Respiro y suelto el aire en forma de suspiro. Zac me ve de reojo como diciendo: «¿desesperada, muñeca?».
Lanzo una mirada que dice: «¿… y a ti que te importa?», luego él menea las cejas, –esas cejas que me cautivaron mucho antes de todo este lío– «Nada que no se solucione a oscuras».
Parpadeo y frunzo los labios; «¿Cómo qué?», él parece pensar su respuesta, hasta que sus pupilas se dilatan y su iris brille: «Lo mismo el día que baje tus calzones».
Vale, nuestra relación de solo amigos ya no es la misma desde aquel día lejano.
Sin quedarme atrás pestañeo fingiendo sueño y lamo mis labios: «Ese día está muy lejos, muñeco». Sonríe a boca cerrada: «Si tú lo dices».
Bufo y estiro mis brazos cortando la comunicación que solo nosotros pudimos presenciar y ustedes en primera fila. Con palomitas ¿cierto?
—Hola, chicos. ¿Qué hacen?— saluda Calel sentándose frente a mí, o sea lado izquierdo de Zac. Él parece molesto.
—Nada. Pasando el rato porque queremos—
responde Liam sarcástico sin despegar su mirada de la pantalla. Los dedos bailan sobre el teclado.
—Tranquilo, solo socializaba, creo que no estás de humor— hace una mueca. El silencio se apodera en la mesa, algo tenso e incómodo. Con un tenedor de plástico podría cortarse. Miro al fondo del lugar y diviso la cabellera rubia de Fer.
Está muy entretenida hablando con un chico alto creo que de su edad. Fer no es enana igual que yo. Tiene la misma estatura que Zac, bueno, unos centímetros abajo. Es alta, casi los dos metros, dos metros en quince años. Yo media 1,40 a los quince. Por misericordia de Dios mis huesos se retiraron.
—Listo. Ya está— anuncia mi amigo pasando dos veces la mano por el cabello negro y sedoso que posee.
—¿En serio?, no te creo— digo cuestionando su trabajo, se lleva una mano al pecho en señal de ofendido.
—¿Disculpa, niña perfecta?—, suelto una risotada. Dudar del trabajo de Liam es tan estúpido como no lavarse los dientes después de dormir. Doy un pequeño golpe a su brazo en modo de disculpa.
—Vale, lo siento. Ahora … ¿qué hace falta?—inquiero revisando el celular, tengo un mensaje de Zefora diciendo que se va a suicidar del aburrimiento. Río. No respondo, se va a enojar más así.
—Nada, mañana Alejandra se va. Tamara llevará el equipo de sonido. Cristal ya ha empezado con la decoración— informa.
—¿Tamara?— undo las cejas en confusión. Los otros dos chicos frente a nosotros solo nos ven al pendiente de más información.
—Sí, es la chica pelirroja que trabaja conmigo en los edificios— Oh, hasta hoy supe el nombre de ella, seguramente es la misma chica con la que estaba el día que lo llamé.
—Es la chica que gritaba cuando te llamé—afirmo con una sonrisa de lado —Eso explica muchas cosas— su sonrisa lo dice todo. Lo sabía, sabía.
—Cuando tú llamaste estábamos acabando…— ¡Puaj!, no lo dijo, ¿cierto?. Aún odio que hablen de sexo frente de mí. Es un tema que jamás voy a procesar, joder que lo detesto.
—Calla, no sigas. No pedí detalles— recrimino con cara de asco. Los tres chicos de burlan de mí.
—Eso en ti jamás cambiará— comenta Justin sin parar de reír.
—Hola, cuñada. Hasta ahora te veo—, volteo, Fer, guapa como siempre. Lleva un short azul tiro alto a mitad del muslo y un suéter de lana color beige, y un moño desaliñado.
—¡Fer!, siéntate— pido con emoción. Fer desde el principio me agradó mucho, es sincera y natural, no pretendo agradar mucho menos fingir algo que no es; simplemente pervertida como su hermano. Coge una de las sillas y toma asiento en la cabecera de la mesa.
Seguimos hablando por un buen rato como buenos amigos que jamás seremos. Liam y yo preparamos todo y, solo falta que el día esperado llegue y todo listo. Ojalá no salga nada mal. Medía hora más tarde en la que seguimos charlando de partidos de fútbol (menos Fer), la rubia se queja al no saber nada.
Su hermano mayor le dice que vea los partidos y así podrá opinar, solo nos ve con cara de mala leche. Lo siento, me gusta el fútbol. A los minutos una figura masculina se acerca hasta donde estamos, tan indiferente como siempre. Me ve y habla:
—Mañana iba a buscarte, pero ya qué…— busca algo en su mochila de hombro. Sí, Damián. Saca una hoja en blanco, la tomo.
—Escribí los menos comunes, que sus libros son buenos. Tú y tu amigo pueden elegir, podré trabajar con cualquier autor— anuncia con voz fría, borde y hostil de siempre.
—Está bien, te avisaré en el campus. Por cierto, ¿qué haces acá?— elevo las cejas pidiendo explicaciones. Rueda los ojos y en lanza una de sus miradas superiores y calculadoras.
—No todo gira a tu alrededor, Eloísa. Vine porque necesito algo de acá, te vi y ya—, siempre con su típica rivalidad, rivalidad que pretendo nunca perder. Al tiempo que voy a responder con un insulto mayor. Una chica rubia mediana, tez blanca y cara regordeta acompañada de otras chicas camina en dirección de nosotros. (A la salida)
Quedo en shock, mi vista está fija en aquella chica tan hermosa e inocente a la vez, viste un jeans con rotos en la rodilla y una blusa azul. Me pongo de pie, observando cada rasgo fino que la definía tan vulnerable y hermosa. Está más diferente de la última vez. Ríe, los hoyuelos de sus mejillas aparecen y no puedo creer que esté ahí. Caminando en dirección a ve tú a saber, restriego mis manos en los ojos para comprobar que estoy soñando despierta, pero en efectivo es ella. Ella está ahí, caminando con chicas completamente desconocidas para mí. Parece que no sucedió nada del pasado que fue una simple pesadilla y lo que tanto anhele las noches llorando a mares se cumplió. Qué mis ruegos acompañados de gimoteos, súplicas y sobre todo arrepentimiento fueron escuchados y me la devolvieron.
—¿Kayla?.
—¿Eloísa?
—Responde, carajo.
Sacudo la cabeza.
—Es ella. La estoy viendo, chicos. Es ella. Es… Esther— digo en hilo de voz apuntado con la mirada.
Se acerca a la mesa donde estamos, levanta la vista y queda ahí; como si alguien la haló del brazo impidiendo que sugiera caminando. Sus ojos demuestran sorpresa al igual que los míos, aunque su iris se agranda. No parece tan sorprendida como yo. Solo estamos a una distancia que no es impedimento. Me abro paso al chico que está frente a mí, aún sin salir de mi shock, me abalanzo sobre ella y rodeo su torso con mis brazos.
La abrazo como si mi vida dependiera de ello, no importa lo loca que me vea abrazando a una completa desconocida para todos los testigos de éste maravilloso momento, para mí. Hundo la cabeza en el hueco de su cuello, su aroma cambió, ya no es el mismo. Es, siempre fue más pequeña que yo. Cierro los ojos disfrutando de su presencia, de su cuerpo contra al mío, de su piel tocando la mía (vale, parezco pervertida) los disfruto. Pero ella no responde a mi afecto.
—Kaylee, ¿conoces a esta chica?— esa voz rompe el momento. Me separo de ella y la veo a los ojos. Ya no lleva sus anteojos tan horribles, ya no viste como antes. Ya no es la Esther que yo conocí y perdí.
—Sí—, responde con tono borde. Ve a los chicos, luego a mí —¿Quienes son? ¿qué haces tú aquí?— pregunta señalando atrás. Sacudo la cabeza saliendo de mi shock.
—Esther, no sabes cuánto te he extrañado. Tu partida nos dolió mucho, pero estás aquí y… cuando les diga— llevo una mano a mi frente sin poder creerlo. Entonces es ahí; eleva una ceja cuestionando mi comentario.
—Ni se te ocurra ir de chismosa porque no sabes de lo que soy capaz— wow. Alto ahí. No, ¿acaso me amenazó?. Mis músculos se tensan y dentro de mí se remueve algo.
—¿Por qué? Sabes lo que sufrimos todas por tu muerte…—, espera. Pon un stop que estoy regresando caseth mil años atrás. No murió, lo que significa que…
—¿Por qu-e fin-giste … tu mu-erte?
Balbuceo. Ella se cruza de brazos con notable fastidio.
»—Dime, Esther— exijo —¿Por qué no cogiste el teléfono y llamaste? ¿por qué todo este tiempo nos engañaste con tu muerte? todas perdimos una parte de nosotros, en especial yo. ¿Recuerdas la palabras que dijiste? ¿recuerdas lo que me hiciste jurar? Habla.
Por otro lado, ella gira los ojos y bufa cansada de mí.
—Ese no es mi puto problema. Te lo merecías por perra; pensabas solo en ti, siempre querías ser el centro de atención. Pero ¿sabes qué?, mi muerte nunca fue real. Te merecías pagar por cada mierda que me hiciste.
El enojo creció en mí, mezclado con culpabilidad, autoestima baja y sucia. Las chicas atrás de ella rieron siniestras. En cambio, los chicos y la única chica –luego de mí– estaban callados y boquiabiertos ante esto. Pero, Fer se paró de la silla y dijo al ver que no abrí la boca para defenderme.
—¿Quién mierda eres tú?, si no te callas de una buena vez te quitaré esas mechas rubias de bote que tienes— dijo viéndola de arriba a abajo con asco.
—¿Quién te llamó?, deja que tu amiguita se defienda. Y la única rubia plástica eres tú. Si no no cierras la boca te la partiré— habló y amenazó la mismo chica qué habló al principio. Fer rió y encarando.
—¿Ah, sí? Para que sepas y te duela soy rubia natural. Y, la única que saldrá toda desgreñada aquí serás tú y tus amiguitas falderas. ¿Qué?, ¿crees que no sé cómo romperte la madre? ¿crees que no sé cómo dejarte chimuela?
La chica dió un paso al frente encarando a Fer, por supuesto. Ella era más pequeña que la rubia y no tendría problema en darle una paliza sin tanto esfuerzo.
—Fer— la llamó su hermano — Ya basta. No es asunto tuyo, no soples más el fuego— la reprendió su hermano. Ella se giró.
—Ni lo sueñes, hermanito. Si le rompen la nariz yo le rompo la cara a la tipa— sentenció. Ambas se retaron con la mirada, claro que Fer en pocas palabras es: la versión de Zac.
Varias cosas se cruzaron por mi cabeza en ese instante tan vergonzoso y humillante pero la que tenía más clara que el agua es que debía abrir la boca que me dieron para poderme defender. No mentiré, en el fondo me dolieron sus palabras. Esther ya no era la misma.
—Esther, dime el por qué de todo lo que hiciste. Cumplí a pie de la letra lo que tú me dijiste. Sufrí mucho más de lo que te imaginas…— ella soltó una carcajada malévola y miro hacia la salida.
—¿Cómo la ves? Tú y todo lo que te rodea me vale poco, así como me importó hace ya cuatro años. Nunca fuiste importante para mí y es hora de decírtelo— escupió con sorna —Escucha, Kayla. Nuestra amistad murió, se esfumó. Un día lo tienes y el otro ya no, así que no me busques, no me mires, nada, no quiero tener contacto contigo. Como ya no hay nada que ocultar, ¿Sabes por qué fingí?.
No respondí. Nadie lo hizo.
»—Ya estaba harta de tus jodidas palabras, solo tú y nada más tú. Cierto, morí de infarto al corazón de la rabia que me dió verte. Pero todo eso se acabó, te odio y siempre lo haré. No eres más que una basura que fue fácil de tirar y olvidar. Nadie en este mundo con sus cinco sentidos te querrá. Eres el cero a la izquierda, ba-su-ra— sus palabras me hirieron. Mi todo yo sé rompió una vez más.
No todo acababa ahí. Lo primero que tenía que hacer era salir de ahí, 2) tengo que busca a Scarlett, 3) llorar a solas y 4) y más importante, olvidarme que una vez ella fue mi amiga.
—Métete tus p*tas palabras por el hoyo más grande que tengas, pendeja— y sí, fui yo.
—¿Quieres jugar?. Bien, si tú eres gata yo puedo ser la perra más odiada que destruirá tu jodida vida— me acerqué y la encaré —No preguntes, quién, porque sabes el nombre y apellido. Esther— dije.
—Vámonos, Kayla. Tenemos cosas mejores que hacer— dijo Liam lanzando una mirada asesina a todos. Miré a Zac y los chicos para que salieran. Ellos comprendieron.
—Cuida tus espaldas, cuando menos te lo esperes tendrás tu cabello teñido colgando de un cable eléctrico— pasé por su lado empujándola con el hombro, se tambaleó. Los chicos, incluido Damián me siguieron hasta la salida, afuera de todo lo asfixiante que estaba viviendo.
—¿Qué harás ahora?— cuestionó Liam.
—1) Llévame a casa de Scarlett, 2) planear cómo joderle la existencia a la inútil, desgraciada perra de Esther.
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