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10-Diez

Dos días después:









Éstos últimos días se fueron volando, apenas y veo a mis hermanos, menos de lo acostumbrado. Al parecer los días anteriores solo fueron para calentar huesos y cerebros porque ahora estamos con más tareas de lo acostumbrado, corto/exámen corto/laboratorios sobre corto. Algunos son sorpresa y otros no, he quedado despierta hasta las dos de la madrugada para terminar alguno que otro tema sin completar y adelantando tareas para no estar  corriendo de allá para acá.

En biología me está yendo muy bien, de maravilla mejor dicho. Mi ensayo ya está terminado e imprimido. Hoy justamente lo entrego, espero que esté bien o sino lo tendré que repetir y analizar mis ideas no es muy agradable que digamos.

La fiesta está mejor planeada y hemos comprado la mitad de las cosas, claro, la progenitora de Liam no sabe que haremos una fiesta las semanas que ella esté de gira por su trabajo. Con Zac es otra cuestión, nos hemos visto más de lo que me gustaría contar, y aunque se ha mantenido al margen para no verme sigo nerviosa a su lado. La otra vez se dió cuenta que lo veía.

Cómo meneaba los labios para dar su comentario sobre el tema en discusión; parecía que lo hacía a propósito, sus comisuras se elevaban tan lento y provocativo que tuve la idea de besarlo ahí mismo y meterle la mano ahí abajo. Pero las cosas no son como la relación de Eric Zimmerman y Judith Flores, Zac no iba a parar la clase solo para que yo lo besara a mi antojo. Seríamos expulsados.

Al notar que yo lo veía se dió la vuelta en el taburete una vez que acabó.

—Una foto dura más, si me sigues viendo de esa manera vas a desgastarme y, mira qué tengo muchas cosas por delante y tú eres una de ellas— por un momento quedé rígida ante su confesión y al ver que no respondía añadió:

»—¿Recuerdas cuando baje tu short al mismo tiempo tus calzones?— sus labios sacaron una sonrisa sacarrona.
—¿Te comieron la lengua los leones?— dijo con ego.

—No. Y no te veía como tú crees— mentí —En el árbol había una paloma, la estaba admirando.

El río bajo pero fuerte.

—Solo que el viento se llevara el árbol, porque ahí jamás hubo uno. Admítelo, Kayla— su personalidad había cambiado, era más egocéntrica que antes. Le mostré mi dedo medio y me giré para ver a la maestra escribiendo en el pizarrón digital.

Odie ese día. Lo odie.

Por otro lado, en las demás clases me estaba yendo bien, aún no le decía a Brad sobre lo que hice y debo hacerlo. Cómo el mes de octubre ya estaba en sus últimos días, la celebración de Halloween estaba más cerca. La mayor parte de estudiantes estaban emocionados por eso y hablaban sobre una fiesta que siempre se hacía.

En las papeleras y otras partes ya estaban las invitaciones de la fiesta y algunos concursos como el mejor disfraz y cosas así. Y, como la universidad se dividía en dos, el primer campus tendría que organizar todo; o sea que Zefora y Becca estaban incluidas ahí. Yo me salvaba de eso. Je.

El rector ya había contratado equipo de sonido, DJ y toda la onda, ya hasta habían algunos adornos en los pasillos para ese evento. Faltaban dos días, pero al aparecer estaban tan emocionados como a un niño darle dulces.

Hoy me correspondía mi clase extra; literatura. Por lo que al final de la jornada no tendría que correr para alcanzar a Equipo LGBT para que no se fuera sin mí. Entre y dejé caer mi trasero en una de las butacas del medio para tener mejor panorama.

El profesor que rodeaba los setenta años ya está  ahí sentado en una silla de madera vestido de manga larga y bien peinado. Cada que entro a este salón siempre imaginé al profesor Jurado, –así se llama– darle un ataque al corazón y morir en el podio. Desgraciadamente no sucedía.

Comenzó a dar su clase, nos preguntó el libro que habíamos leído más de cinco veces a cada uno. No éramos muchos, tal ves unos veinticinco. Todos respondieron; los clásicos de amor, Flor Azul, etc. Llegó mi turno, era una de las últimas.

—Carazamba— respondí en tono neutral, la mayoría se giró para verme, en ese momento creí que estaban poseídos por la manera en lo que lo hicieron. Todos habían dicho lo mismo menos yo, claro, aún faltaban.

—¿Por qué?— preguntó el anciano desde abajo.

—Demuestra que el amor (prohibido o no) tendrá dos caminos pero el mismo destino; muerte— una risita se oyó y creí reconocerla.

—Interesante, lo dejaremos al final— comunicó, los murmullos aparecieron, nadie sabía la existencia de ese libro. Claro, si Thor lee el marqués de Sade, los campesinos también. No. Yo ya había leído los libros mencionados pero no llamaron mi atención.

—El Cuaderno Dorado— la voz llamó mi atención, busqué del otro lado del enorme salón verlo y ¡encontrado!. La cabellera alborotada de Caleb Anderson resaltaba entre todos, pero no fue la única. A tres butaca lado derecho pero abajo estaba otra cabellera alborotada, excepto que pelinegra. ¡Damián Dawson!.

¡Ambos estaban acá!

Sacudí la cabeza, espera. ¿Caleb, leía?. Es un popular idiota sin cerebro bien desarrollado, ¿cómo él leería un libro como El cuaderno dorado1? (gran libro por cierto). No quité la mirada de ninguno de ellos, se dieron cuenta de la pesadez de mi mirada y al mismo tiempo giraron para ver, me pillaron. Uno sonrío egocéntrico y el otro reprobatoria.

El anciano seguió hasta terminar, luego se paró en medio de su escenario personal y me buscó con la mirada. Al encontrarme se acercó a la primer fila de butacas, nadie sentado ahí.

—Jovencita, diganos por qué ha leído ese libro criollista— me sorprendió que lo conociera, luego me di un tiro en la mente. Él estudió para eso.

—Sé que la mayoría de los libros mencionados acá hablan sobre el amor, no tengo nada encontra de sus gustos, cada uno es diferente. Pero, Carazamba es la excepción. Trata sobre el amor, pero de un punto de vista diferente, ella aún siendo hermosa tenía un pasado oscuro y que la atormentaba. Él, aunque jamás reveló su identidad, luchó para alejarse de ella porque sabía que terminaría como los otros sí llegaba a tener algún tipo de relación con ella.

La risita se escuchó de nuevo, está vez sí supe de quién era; Damián.

—¿Qué es tan gracioso, señor Dawson?— inquirió el anciano. El susodicho acomodó su cuerpo, lamió sus labios y dijo:

—¿Por qué ese libro es diferente a los demás?, simplemente no entiendo el punto de vista de ella— comenta gélido. Llevaba puesta su típica ropa negra.

—Todos aquí leen ese libro por ser de una gran escritora: Jane Austen. No dan oportunidad a otro. Todos los libros de amor cómo son los ya mencionados siempre terminan en final feliz, y la verdad yo ya me harté de los finales felices.

¿Creen qué fuí yo?

¿Creen qué fue Damián?

No se muevan, regresamos en el siguiente… Nah!, algo así no es de esperarse.

La presencia de Caleb se hizo presente ante su comentario que para la mayoría –qué va, todos– fue irrespetuoso. La autora tiene el doble de mi edad muerta. ¡No exageren!.

—Buen punto en los finales felices—añadió el maestro, se volvió hacia mí: —¿Nada más por ser diferente en el amor, lo leyó?

Me acomodé.

—No. Por la aventura que se desarrolla entre la ciudad de Livingston pasando por lagos, ríos hasta la selva para llegar a la frontera de México. Carazamba era muy hermosa, más de lo que podemos imaginar,  seducía a todos los hombres con esa mirada felina que tenía, nadie se comparaba a ella, ni Elizabeth, ni  Caterine, mucho menos Anastasia Steele—afirmé.

—¿Qué tan terrible era su pasado?, ¿peor que Christian Grey?— sí, el fastidioso de Damián.

—No. Tenía una larga lista de víctimas, fue a la cárcel por su primer asesinato, que fue por defenderse. Todos la deseaban pero nadie era capaz de acercarse a ella, sabían que acabarían como los demás—   contraataco.

—No olvidemos que el escritor era un romántico, pero siempre tuvo un lado malvado para que sus novelas dieran una belleza a sus personajes, cómo lo es María— Caleb no se quedó atrás.

—¿Quién rayos es María, ahora?— en ese momento quise tirarle todos mis libros a la cara por ser un idiota de los grandes.

—Carazamba es María, imbécil. Léelo y luego me cuentas qué tal— respondí.

—No es necesario, se ve a simple vista que no es bueno.

—Lo que no tienes bueno son tus gustos, idiota.

—Tú cierra la boca, nadie te incluyó.

—Fíjate que no paga impuesto por abrir la boca— esta vez hablé yo. El por qué, simple, su actitud me sacó de casillas. Mientras nos insultabamos los tres el resto del salón se quedó en silencio para presenciar nuestro debate de libros viejos y honor.

Kayla vs, Damián.

Caleb vs, Damián.

Damián vs, Kayla y Caleb.

El anciano sonó una bocina de viento y los tres nos callamos. Aturdidos.

—El trabajo de ahora para después de tres clases de ésta, será trabajar en pareja para escribir una reseña de cinco páginas sobre el libro del otro, pero no de los que mencionaron acá. Esos ya perdieron su emoción. Excepto ustedes tres— nos señaló con el dedo índice arrugado.

»—Como tienen diferentes visiones trabajarán en trío. Arreglen su trabajo como puedan y, sino lo hacen juntos no les aceptaré el trabajo. Califico como grupo no individual. Así es que, póngale fuerzo que no será fácil ganarse la nota pasable.

Terminó, al mismo tiempo que el tiempo se acabó. Cogí mis cosas y fui una de las primeras en salir. Perfecto, ahora pasaré tiempo con dos grandes imbéciles, mejor no  hubiera hablado. En el salón continuo sale Zefora observando su celular. Espero, lo guarda y se camina a mí.

—¡Hey!, ¿ya haz conseguido tu disfraz?— juntas caminamos hacia la cafetería. Es el último receso.

—No, no vendré disfrazada. No mucho me gusta esa celebración, ¿tú?— en el camino varios chicos me ven.

—Tampoco, creo que vendré de bato loco— reímos. Becca ya está sentada en la mesa de siempre esperándonos.

—Te quedaría bien, ¿por qué todos me ven?— tomamos asiento frente a la pelinegra de lentes de pasta.

—… Aún lo preguntás— habló esta vez Rebeca —Tuviste una pelea en literatura. Tú y otros chicos— la miro incrédula.

—¿Qué?.

—Subieron un vídeo de tu pelea en la página de la universidad, ¿no lo haz visto?—, Zefora saca su celular, busca algo y cuando lo encuentra me lo da.

En efectivo, alguno de los espectadores grabó toda la pelea y la subió a la página. Blanqueo los ojos.

—¿Por qué peleabas?— intervine la pelinegra.

—Esos dos que no tienen bien desarrollado el cerebro. Hablando de ellos… tengo que irlos a buscar. Nos vemos en la salida. Adiós— acomodo mi mochila y salgo. Voy directo a la mesa del fondo de la cafetería dónde sé que se encuentran los populares. Caleb y Justin hablan, parecen molestos. Me dejo caer en la banca, ellos posan su mirada en mí.

—¿Qué haces acá?—, Justin hace acto de presencia.

—Porque lo desee no— respondo —Vengo para saber qué libro vamos a redactar. Flor Azul, no, ya mucho— digo. Otro cuerpo se sienta a pocos centímetros de mí. Damián.

—Hasta que los encuentro. Hagamos esto rápido, no quiero pasar mi tiempo libre con esto— ¿Quién se cree para dar órdenes?.

—El sentimiento es mutuo— se defiende Caleb.

—Tu nombre— inquiere  el tipo de negro.

—Caleb, ¿y tú?.

—Tienes nombre de niña. Damián.

—Tú de puto.

Trato de no reírme, reprimo las ganas hasta que lo consigo.

—¡Dejen de pelear, niñitas!— musito. Justin se levanta y se va dejándonos a los tres.
—Decidamos el libro, y en dónde nos veremos.

—¿Lolita?, es bueno. Trata un poco de todo— comenta con hastío y bebe de su Coca cola.

—¿Sólo porque tú dices?— cuestiona Anderson haciendo un ruido con sus uñas y la mesa.

—¿Tienes otra idea mejor?, habla.

—La campana de cristal— me sorprende saber que Caleb sepa tanto de libros.

No debo juzgarlo.

—No tiene sentido, ¿qué dices, Kayla?

—Préstame tus lágrimas. Es doloroso y no superas el final— doy mi opinión pero parece que a ninguno le gustó mi sugerencia —Váyanse al demonio— recrimino —Así no llegaremos a ninguna parte, chicos.

Damián al parecer tuvo una idea ya que sus ojos brillaron. ¡Raro!. Se levantó de su asiento y desde su altura nos observó y dijo:

—Haré una lista de algunos y te la iré a dejar a tu trabajo o si te veo acá, ¿okay?— miré a Caleb si aceptaba y éste asintió.

—Bien.

Sin decir nada más se largó y yo igual dejando solo a Caleb. Será un gran esfuerzo por tal de no golpearlos con mi pequeño puño sino se comportan.

*****



Al salir de la universidad tuve la idea que pasáramos por los almacenes a buscar los disfraces, nunca me gustó esa fiesta pero lo que más me gusta es ver cómo las demás personas van vestidos. Así que, en el auto de Equipo LGBT+Q  fuimos al centro de la ciudad para ver qué tal, teníamos poco tiempo para conseguirlos y a estas alturas estarían tan caros como si la misma Sophia Stallone los hubiera usado.

—Becky, ¿tienes algo en mente?— eleve la ceja ante el nombramiento de Zefora hacía la chica.

—La verdad, no tengo ánimos de ir. Ya dije que jamás había ido a una fiesta y estar entre mucha gente…— hizo una mueca  —No voy—. Entramos a un almacén grande que tenía varios trajes.

—Escúchala, Kayla. Suena igual que tú, en plan nerd— se burla. Entorno los ojos.

—Lo sé, por eso no quiero que te quedes en tu casa leyendo o viendo alguna serie ridícula en la televisión. Te vienes con nosotras, ya verás que se pondrá bien— la consuelo pasando disfraz tras disfraz y no encontrar nada

—Te lo dice una experta. Cada fiesta que iba, terminaba desnuda— confiesa Zef con tono burlón y legendario.

Becca ríe. Seguimos buscando algunos que llamen nuestra atención, mientras que hablamos de cualquier tema. Después de media hora ambas pelinegras encontraron algo y yo no. Creo que iré con mi ropa de siempre.

Se fueron a los cubículos, yo quedé sentada esperando en un sillón blanco. La primera en salir fue Becky, ja, Becky. Lleva puesto un disfraz de bruja, pero revelador. Muy, muy revelador.

La mini falda que restaba cada costura era de encajes negros y le quedaba cuatro dedos arriba de la rodilla. La blusa o más bien, camisa de tirantes tenía un escote "V" hasta llegar a su ombligo y unos guantes hasta el codo. Sus largas piernas se ampliaron a la tela y su torso se ajustó a la camisa dándole un aire sexy.

«¡Llamen a Chicago fire, qué habrá un incendio!»pienso.

  —¿…Y?.

—¡Señor, que yo me quedo corta contigo! ¿dónde está la Rebeca que suelo ver?. Becca estás increíble. Te ves bien, más que bien— elogio. Ella de inmediato se sonroja y niega. La otra cortina se abre dejando salir a Zefora con su vestuario igual de provocador que Becca.

Zefora por otro lado se fue a lo que realmente es; ¡Diabla!, la falda color rojo se ajusta a la cintura estrecha  y sus piernas, los picos que caían dejaban deseando ver más y la camisa –igual de tirantes– con escote corazón resaltó los pechos que tiene de infarto. Más bien es un crop top, deja a la aire su abdomen y una diadema con los cuernos.

—Zefora te ves increíble— manifiesta la bruja sexy que tengo de amiga. La nombrada se volvió para ver a la pelinegra y justo ahí. Ahí. Vi de nuevo esa mirada que una vez me lanzó a mí. Sus ojos lujuriosos aparecieron.

—Tiene razón Becca, estás increíble, pero creo que ya deberán cambiarse o al menos tú Becca— digo levantándome del sillón.

—¿Por qué?, Zef, aún no me da su opinión. ¿Está mal?— da una vuelta sobre su eje.

¡Niña, ella te come con la mirada!—grité. Zefora se relamió los labios.

—Te ves bien— fue lo único que dijo.
—Iré a cambiarme— anunció entrando de nuevo al vestidor. Respiré profundo, si alguna no se iba aquí saldrían llamas y no inocentes.
















Pido disculpas, creí que este capítulo trataría del cumpleaños 🎂 de Kayla pero no. Y bueno, Lunes 8 sí lo es. De modo que dejaré un espacio acá para que que feliciten.


¡¡Feliz cumpleaños, Kayla  🎂!! Te quiero tan-too.

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