Capítulo 4: "Nuevos vecinos"
¡Hola a todos! ¡Gracias por leer! Y ahora sí, el capítulo de hoy...
UUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU
Luego de una larga semana de clases, había llegado el fin de semana para nuestros héroes. Eran las nueve de la mañana del sábado, y Amaya estaba acostada en su cama, queriendo volver a conciliar el sueño que el sonido de un camión le arrebató, pero simplemente no podía.
— ¿Y ese ruido? — Se preguntó Amaya a sí misma un poco molesta.
De mal humor, la ojirubí se dirigió hacia la ventana de la habitación que compartía con su hermana, ubicada en el segundo piso. Al prestar más atención, se percató de la presencia de un camión de mudanzas estacionado en una vivienda de dos pisos que estuvo deshabitada desde hace mucho tiempo, la cual se encontraba justo en frente de su casa. Las paredes celeste claro y el tejado azul, que lucían muy modernos, hacían muy evidente que alguien nuevo iría a vivir allí.
— ¿A quién se le ocurre mudarse un sábado a la mañana? — Se volvió a preguntar Amaya con indignación, mientras que veía como dos chicos de unos veinte años bajaban varios muebles, algunos notoriamente antiguos como espejos de marcos dorados y armarios de pino.
— ¡Amaya! ¿Podrías bajar un segundo? — Llamó Analía a la menor de sus hijas desde la planta baja.
— ¡Sí mamá, ahora bajo! — Contestó Amaya también gritando.
Obedeciendo las órdenes de su madre, la joven bajó las escaleras y buscó a Analía con la mirada hasta que la vio en la cocina, cuyos muebles y decoraciones eran principalmente de color rojo (el horno, la campana y la alacena) y muy pocos otros de color blanco (el refrigerador, la mesada, los azulejos de la pared, el fregadero, entre otros).
— Buenos días ma, ¿para qué me necesitas? — Saludó Amaya algo confundida a su madre.
— Buenos días hija, acabo de preparar una tarta de frutos rojos para llevársela a los nuevos vecinos, pero estoy muy ocupada para ir hasta allí y tu padre y tu hermana fueron al supermercado — Explicó Analía mientras sostenía una tarta tarta de queso cubierta de frambuesas y arándanos —, ¿tú podrías dársela de mi parte?
— Claro que sí — Dijo Amaya con una sonrisa.
— Gracias hija, no sabes cuánto te lo agradezco — Agradeció Analía con alivio. — Ellos viven en la casa del frente, la del techo azul, cruzando la calle.
— Está bien, pero primero iré a ducharme y a cambiarme — Dijo Amaya mientras que miraba el pijama que traía puesto.
— De acuerdo, pero no te tardes — Dijo Analía mientras que agarraba un trapo, la adolescente asintió y se fue rápidamente a su dormitorio.
Luego de darse una ducha de agua tibia, Amaya decidió utilizar un suéter color coral y un pantalón rojo, acompañado de unas zapatillas blancas. Con el cabello seco, lacio e increíblemente cuidado, se colocó sus gafas de marco rojo y bajó hasta la cocina.
— Ya estoy lista — Avisó Amaya mientras que su madre la miraba de arriba a abajo.
— En verdad te has arreglado — Dijo Analía algo sorprendida.
— Solo un poco más de lo normal — Dijo Amaya con una sonrisa algo avergonzada.
— Te ves muy bonita de todas formas — Dijo Analía enternecida, para luego entregarle la tarta. — Aquí tienes.
— Ahora vuelvo, trataré de tardar lo menos posible — Dijo Amaya con la tarta en sus manos.
Analía abrió la puerta para que su hija pueda salir de la vivienda, la joven miró tanto a la izquierda para asegurarse de que no hubiera vehículos cerca y cruzó la calle. Estando en la acera del frente, tocó el timbre de la casa de los nuevos vecinos y fue recibida por una señora.
— Buenos días, mi nombre es Amaya y vine a traer esta tarta que les envía mi madre, ya sabe, para darles la bienvenida al vecindario — Se presentó Amaya de manera amigable pero respetuosa de igual forma.
— Buenos días querida, es muy amable de su parte — Agradeció de manera amable la mujer que la atendió, mientras que a la vez agarraba la tarta.
— Me alegra que le haya gustado, señora — Dijo Amaya de manera dulce —, ya debo irme.
— No te vayas tan rápido, sería estupendo que nos acompañes — Dijo la señora con la mirada triste, tratando de convencerla.
— No me gustaría ser molestia ni incomodar a nadie — Dijo Amaya algo avergonzada.
— Ay querida, tú no molestas a nadie — Dijo la señora de manera pacífica. — Y deja de decirme señora o de tratarme de usted, me siento más vieja de lo que soy, dime Clarissa o si quieres Clari.
— Como digas, Clarissa — Dijo Amaya con una pequeña sonrisa, quien finalmente optó por ingresar a la vivienda.
Clarissa era una mujer de tez blanca, cabello color miel y ojos celestes. Se mantenía delgada y bastante joven a pesar de tener cuarenta y siete años. Ese día vestía una camisa celeste y blanca a cuadros, unos jeans azules y zapatillas blancas, una atuendo bastante moderno en la perspectiva de Amaya, y su cabello estaba amarrado en un moño algo despeinado.
Ambas caminaron hacia la cocina. Amaya contemplaba los pasillos de paredes pintadas en un tenue verde menta, las cuales estaban decoradas con fotografías antiguas, diplomas y dibujos que parecían estar hechos por niños, eran dibujos de gatitos y de toda la familia de cabello castaño y ojos azules, estaban algo desprolijos pero estaban enmarcados y colgados como si fueran obras de arte expuestas en un museo.
— ¿Te gustan?, son los dibujos de mis pequeños — Dijo Clarissa con la voz enternecida.
— Disculpe el atrevimiento, pero... ¿usted tiene hijos pequeños? — Dijo Amaya algo sorprendida.
— De hecho no, ellos ya son muchachos muy atractivos, pero en mi corazón siempre serán mis bebés — Dijo Clarissa sonriendo levemente y diciendo esto último con una gran nostalgia en su tono de voz.
— Son muy adorables — Dijo Amaya apreciando los dibujos con la mirada brillante, Clarissa solo asintió con una sonrisa que mostraba sus dientes.
Finalmente y luego de mirar los cuadros, tanto Clarissa como Amaya llegaron a su destino. La cocina era muy elegante, estaba pintada y amueblada con una alacena de madera, blanca al igual que el horno, el refrigerador, la mesada y el fregadero, la mesada y la barra era de mármol levemente azulado y las paredes eran de color celeste pastel. Allí se encontraba un hombre alto y algo robusto, tenía tez morena, cabello castaño claro lacio, poca barba y ojos azules.
Utilizaba una camiseta azul claro y unos joggins negros, acompañados de sus zapatos del mismo color. Se lo veía muy saludable a pesar de tener cuarenta y siete años, al igual que Clarissa.
— ¿Quién era, cariño? — Preguntó el hombre con tranquilidad, mientras que daba vuelta a la tortita que estaba cocinando en la sartén sin voltear a ver a las recién llegadas.
— Es esta dulce jovencita que nos ha traído una tarta para darnos la bienvenida — Dijo Clarissa con alegría.
— Buenos días — Saludó Amaya con respeto y algo de timidez.
— Hola, ¿qué tal? — Saludó Esteban de manera amigable, volteando a verlas con una sonrisa.
— Mira querida, él es mi marido Esteban — Presentó Clarissa a su esposo. — Cielo, ella es Amaya, nuestra vecina.
— Mucho gusto en conocerte, Amaya — Dijo Esteban con amabilidad.
— Lo mismo digo, señor — Dijo Amaya conservando su timidez.
— Eres demasiado formal, solo dime Esteban — Dijo Esteban con una sonrisa pacífica.
— Lo que usted diga — Dijo Amaya un poco avergonzada, Esteban y Clarissa solo se miraban mientras sonreían.
— Toma asiento, querida — Animó Clarissa a Amaya.
— Bien — Dijo Amaya en un tono dulce, ubicándose en un banco de madera color blanco y bastante alto, al frente de la barra que se encontraba en la cocina.
— ¿Tortitas? — Le preguntó Esteban a Amaya, enseñándole una pila de tortitas bañadas en caramelo y decorada con fresas y arándanos, servida en un plato de porcelana blanca y un tenedor al costado.
— Claro — Dijo Amaya mirando las tortitas con los ojos iluminados, mientras que Esteban le acercaba el plato repleto de las mismas.
— ¿Gustarías algo de tomar? — Preguntó Clarissa amablemente.
— Un té estaría bien — Respondió Amaya con tranquilidad.
Clarissa solo asintió con la cabeza, para luego dejar la tarta en la mesada y cargar la tetera con el agua del grifo, la cual caía rápidamente.
— Y cuéntanos, ¿en qué parte del vecindario vives? — Preguntó Clarissa con curiosidad, mientras que dejaba la tetera sobre la hornalla y miraba a Amaya.
— Vivo justo aquí al frente, en la casa de techo rojo — Explicó Amaya, manteniéndose serena.
— Guau, esa casa es muy bonita — Dijo Clarissa bastante asombrada, para luego comenzar a mirar detenidamente a Amaya.
— Oye, ahora que te veo bien eres demasiado joven, ¿cuántos años tienes?
- Tengo dieciséis años, estoy cerca de los diecisiete - Confesó Amaya con tranquilidad, tratando de ocultar los nervios que tenía.
- Debes estar en sexto año de secundaria, ¿no es así? - Dijo Clarissa aún conservando el asombro, a lo que Amaya asintió. - ¿Y qué planeas hacer luego de tu graduación? Ya sabes, seguir una carrera universitaria, un profesorado, ese tipo de cosas.
- Me gustan los libros desde que soy una niña, así que posiblemente estudie algo relacionado como profesora de literatura o tal vez maestra, la inocencia de los niños es algo que debería perdurar para siempre, y no quitárselas con dispositivos electrónicos a tan corta edad - Dijo Amaya hablando como si fuera una profesional.
Clarissa miró a su esposo mientras realizaba un puchero, pero no uno triste, era uno que demostraba sorpresa, a ambos les sorprendía la madurez de la joven.
- Suena como una buena carrera, aspiras alto y al parecer tienes bastante potencial - Admitió Esteban aún boquiabierto.
- Esteban tiene mucha razón, esperamos que puedas cumplir tus sueños - La alentó Clarissa esbozando una cálida sonrisa. - Hablando de aspirar alto, me recuerdas demasiado a uno de mis hijos.
- Pensé que era solo yo - Dijo Esteban también sonriendo, ambos habían pensado en lo mismo.
- ¿De verdad? - Preguntó Amaya algo avergonzada.
- Por supuesto que sí, los dos tienen grandes expectativas y piensan cumplirlas - Admitió Esteban, orgulloso por los planes de su hijo.
- Hasta podrían hacer una bonita pareja - Se sinceró Clarissa mirando con cierta ternura a Amaya, para luego mirar a su marido. - ¿Verdad, cielo?
- Así es cariño, estoy de acuerdo contigo - Dijo Esteban también ilusionado.
Los ojos del matrimonio brillaban llenos de ilusión, finalmente le habían encontrado una pretendiente al menor de sus hijos.
- Y... ¿por qué creen que yo podría gustarle a su hijo? - Preguntó Amaya, quien estaba más avergonzada que antes y con sus mejillas rosadas.
- Tienes algo, no sé qué es pero ese algo, esa especie de chispa que veo en ti, lo volverá loco de amor con solo verte - Dijo Clarissa hablando con ternura.
- Por cierto, debemos llamar a los chicos para desayunar - Le recordó Esteban a su esposa, quien sonrió con picardía.
- Ahora mismo los llamo - Dijo Clarissa con simpatía, pasando por la arqueada que unía la cocina con el comedor y acercándose a la escalera que estaba en el último espacio mencionado, para así llamar a sus hijos. - ¡Niños! ¡El desayuno está listo!
- ¡Ya bajamos! - Respondieron dos voces masculinas lo suficientemente alto como para que se escuche desde abajo.
- Estoy segura que serán de tu agrado - Dijo Clarissa regresando a la cocina, muy orgullosa de sus pequeños.
- Al parecer sí - Dijo Amaya, tratando de disimular sus nervios.
No mucho tiempo después, uno de los hijos del matrimonio bajó las escaleras y caminó hacia la cocina.
- Ya llegamos mamá, o bueno, al menos llegué yo - Dijo el menor de los hermanos, el cual había bajado primero con una sonrisa mientras estaba debajo de la arqueada, hasta percatarse de la presencia de la castaña. - Oh, no sabía que teníamos compañía.
- Una encantadora compañía, mi niño - Dijo Clarissa aún enternecida.
Al estar la arqueada al frente de la silla donde se encontraba Amaya, la última mencionada volteó lenta y tímidamente.
Sus ojos no lo creían; el hijo menor de la pareja era Connor, quien utilizaba una sudadera azul rey, unos joggins de un azul mucho más apagado y pantuflas del mismo azul rey.
Entonces, ¿los padres del joven aceptaban su relación?
- ¿Connor? - Preguntó Amaya sorprendida.
- ¿Amaya? - Preguntó Connor igual de sorprendido -, ¿qué haces aquí?
- He venido a darles la bienvenida, como buena vecina que soy - Explicó Amaya con una leve sonrisa.
- Espera un segundo, ¿ustedes ya se conocen? - Preguntó Clarissa confundida.
- Así es mamá, somos mejores amigos desde hace mucho tiempo - Dijo Connor con una leve sonrisa -, y también olvidé avisarle sobre la mudanza.
- No hay problema Connor, despreocúpate - Dijo Amaya amigablemente.
- Sí mi niño, siéntate a desayunar - Animó Clarissa a su hijo.
- Muy bien - Dijo Connor con una sonrisa que mostraba sus saludables dientes, sentándose en la silla que estaba a la derecha de Amaya. - Espero que no te moleste que esté al lado tuyo, Ams.
- Para nada - Dijo Amaya también sonriendo, pero con la boca cerrada.
- Buenos días, familia - Saludó Ciro con entusiasmo, quien recién llegaba a la cocina utilizando una sudadera color cian, unos pantalones color tierra y pantuflas también cian. - Guau, no sabía que mi cuñada también estaría aquí. Buenos días para ti también, Amaya.
- Buenos días, Ciro - Saludó Amaya con tranquilidad.
- ¿Tú también conoces a Amaya, Ciro? - Preguntó Esteban mientras que abría sus ojos como platos.
- La pregunta ofende papá, ¿cómo quieres que no conozca a mi cuñada? - Dijo Ciro manteniendo una sonrisa que mostraba sus dientes y su tono burlón mientras que se ubicaba en la punta de la barra, cerca de su hermano menor.
- No es tu cuñada Ciro, ya te lo dije más de cien veces - Dijo Connor con frialdad.
- Y más de cien veces te he dicho que podría serlo - Dijo Ciro con insistencia.
- Eso mismo le estábamos comentando a Amaya - Dijo Clarissa, quien agarraba la tetera y servía el agua hirviendo en las tazas que estaban en la mesada - Sería tan bonito verlos juntos.
- ¿Ves, Connor? Hasta mamá lo acepta, el lento eres tú - Dijo Ciro manteniendo aún su sonrisa burlona.
- Agh Ciro, deja de molestarnos - Dijo Connor algo indignado, cruzado de brazos.
Tanto Connor como Amaya estaban muy sonrojados, esta última miraba al suelo con timidez.
- En fin, creo que ha sido mucha plática, vamos a desayunar - Dijo Clarissa dejando el té servido en una taza de porcelana blanca frente a Amaya, cuyas mejillas volvieron a su color natural.
- Muchas gracias - Agradeció Amaya respetuosamente.
- No hay de qué, querida - Le dijo Clarissa a Amaya, para luego mirar a sus dos hijos. - ¿Y ustedes qué tomarán, chicos?
- Un café cortado, por favor - Pidió Connor, quien estaba algo cansado.
- Y yo un café puro, en verdad necesito energía - Dijo Ciro frotándose los ojos.
- Oh, mis niños están cansados de estudiar - Dijo Clarissa apenada por los chicos -, ahora mismo les preparó sus cafés.
- Gracias - Agradecieron los dos jóvenes casi sin fuerzas.
- Y díganme, ¿ustedes dos van a la misma escuela? - Les preguntó Clarissa a Connor y Amaya, mientras que agarraba dos saquitos de café y los colocaba en dos tazas.
- Así es - Dijo Amaya hablando muy calmada.
- Se nota que les envían mucha tarea, en verdad se ven agotados - Dijo Esteban mirando los rostros de los más jóvenes.
- Sí, pero creo que ese es el rol que un estudiante está obligado a cumplir - Dijo Amaya de manera positiva, la pareja solo asintió.
- Tengan chicos, sus tazas de café - Dijo Clarissa, dejando el café cortado para Connor y el café puro para Ciro, servidos en tazas de porcelana blanca, exactamente idénticas a la del té de Amaya.
- Y también su torre de tortitas - Dijo Esteban, mientras dejaba frente a sus hijos dos torres de tortitas cubiertas en caramelo y sobre ellas abundantes fresas y arándanos, servidas en platos también de porcelana blanca y acompañadas de dos tenedores.
- Extrañé demasiado esto - Dijo Ciro mirando su desayuno con algo de nostalgia.
- Yo igual - Dijo Connor mirando sus tortitas, a ninguno de los dos le gustaba que sus padres estuvieran tanto tiempo lejos y disfrutaban mucho cuando se encontraban en casa.
Los integrantes de la familia de ojos azules, en compañía de su invitada, comenzaron a desayunar.
Mientras que esta última cortaba las tortitas con tenedor y cuchillo, se encontraba sumida en sus pensamientos.
- Cielos, en verdad esto se siente incómodo - Pensó Amaya algo nerviosa. - Espero que no descubran lo enamorada que estoy de Connor, me daría mucha más vergüenza de la que ya tengo.
- Mis padres arruinando todo otra vez, los amo y aprecio demasiado pero no me gusta que molesten a Amaya con esas cosas de que somos novios o que podríamos serlo - Pensó Connor de mal humor, mientras que pinchaba un trozo de las tortitas.
- Estas tortitas son geniales - Dijo Amaya encantada con el desayuno, después de probar un trozo de las finas tortitas preparadas por el mayor de los ojiazules.
- Me alegra que te gusten - Dijo Esteban sonriendo con orgullo -, lo mismo digo de la tarta de frutos rojos.
- Gracias, se lo haré saber a mi madre - Dijo Amaya con una cálida sonrisa.
- ¿A tus padres les gusta la cocina? - Preguntó Clarissa con curiosidad, para luego tomar de su té de manzanilla.
- La adoran, para ser sincera - Dijo Amaya, ahora intentando soltarse un poco más en la conversación y cortando otro trozo de tortitas -, ellos han trabajado en panaderías desde que son muy jóvenes, y ahora ellos tienen su pastelería "Exquisiteces dulces", aún no ha abierto por remodelaciones, pero muy pronto reabrirá.
- Suena muy interesante - Dijo Esteban interesado en el tema, sosteniendo su taza de café. - A mi madre siempre le ha gustado la repostería, pero nunca se dedicó a eso.
- ¿Y por qué no pudo?, si se puede saber, claro - Preguntó Amaya intrigada pero de la manera más respetuosa posible, con su taza de té con limón en la mano.
- Mis abuelos trabajaban en una mueblería, la cual fue entregada a mi madre como herencia y ahí trabajamos unos diez años - Explicó Esteban con algo de seriedad, para luego sonreír levemente. - De igual forma y aunque me aburría el trabajo, le tengo afecto a la mueblería, allí fue donde conocí a Clarissa.
- Ay, cielo - Dijo Clarissa sonriendo algo sonrojada, aferrándose al brazo izquierdo de Esteban y recostando su cabeza en el hombro del mismo.
- En verdad se los ve como un gran matrimonio - Dijo Amaya admirando a la pareja.
- Pues, hemos pasado bastantes conflictos al pertenecer a clases sociales completamente distintas, pero ninguna otra cosa que pueda interferir en nuestra relación más allá de eso - Explicó Clarissa con tranquilidad mientras que Amaya la miraba con atención.
- ¿Y qué hay del escándalo que armaste cuando papá fue a comprar tortillas a la señora de la esquina, que según tú te tenía envidia y quería separarlos? - Preguntó Ciro algo confundido.
- Ciro, esas cosas no se dicen frente a la visita - Dijo Clarissa avergonzada por las palabras del mayor de sus hijos.
- No se preocupe Clarissa, la entiendo perfectamente - Dijo Amaya con una sonrisa comprensiva.
- ¿A qué te refieres con eso, Ams? - Preguntó Connor arquendo la ceja con confusión.
- Pues... - Dijo Amaya algo nerviosa.
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~ Recuerdo de Amaya ~
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- Destruir a los Pj Masks, destruir a los Pj Masks - Decían las dos chicas mientras se aferraban cada vez más a Catboy.
- ¡Suelten a mi Catboy! - Exclamó Ululette muy molesta, empujando a las dos chicas lejos del felino.
- ¿"Tu Catboy"? - Preguntó Catboy un rato después con curiosidad, mientras que le sacaba los aretes a una de las chicas que estuvieron encima de él anteriormente.
- Sí, tú eres mi Catboy, Gekko es mi Gekko, Robot en Pijama es mi Robot, lo digo de una manera afectivamente amistosa - Mintió Ululette algo nerviosa, mientras que le sacaba la pulsera a la otra chica que estaba arriba del ojiazul.
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~ Fin del recuerdo ~
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- Pues... veo muchas novelas y digamos que a los productores les encantan las escenas de celos, tanto así que ya se exceden - Excusó Amaya para que ninguno de los allí presentes se diera cuenta de lo que realmente pasaba por su mente.
- A mí también me encantan las novelas, ¿cuál podrías recomendarme? - Dijo Clarissa con ilusión.
- Estoy viendo una que es nueva, no recuerdo bien cómo se llamaba pero la pasan en el canal Angelcast - Recordó Amaya algo pensativa. - Los sábados y domingos emiten los capítulos que ya pasaron durante la semana.
- Ahora cuando terminemos de desayunar, la miraremos - Dijo Clarissa permaneciendo alegre e ilusionada.
- Por supuesto - Dijo Amaya con amabilidad.
Un rato después, todos ya habían terminado sus desayuno.
Clarissa retiraba las tazas de la mesa, mientras que Ciro hacía lo mismo con los platos y cubiertos.
Connor se ofreció a lavar esa mañana, pero se estaba frustrando con una mancha de té pegada en uno de los platos.
- ¿Te ayudo, Connor? - Preguntó Amaya algo preocupada, viendo como el moreno fregaba el plato con la esponja suave pero rápidamente.
- No gracias Ams, además eres la visita - Dijo Connor con una leve sonrisa, intentando que la mancha se fuera.
- Permíteme - Dijo Amaya con algo de seriedad, Connor le dio el plato y esta miró el objeto con detenimiento, para luego mirar a su mejor amigo. - ¿De casualidad hay bicarbonato de sodio?
- Eh, sí - Dijo Connor arqueando una ceja algo confundido, pero quien de todas formas buscó el sobre de bicarbonato en la alacena y se lo dio a Amaya.
La joven echó un poco de bicarbonato de sodio en la mancha, para suelo limpiarlo con la esponja húmeda que Connor había dejado en el fregadero y lo enjuagó con agua tibia, retirando así los rastros de té.
- No soy perro pero guau, eso fue genial - Dijo Connor mirando estupefacto el plato limpio, Amaya soltó una leve risita.
- Tampoco es para tanto - Dijo Amaya algo avergonzada, dejando el plato. - ¿Quieres que te ayude a lavar lo demás?
- No Ams, agradezco tu ayuda pero tú eres la invitada aquí - Dijo Connor serio pero amable, volviendo a agarrar la esponja y mirando toda la vajilla que aún se encontraba en el fregadero.
- Oh vamos Connor no seas así, aunque sea tú los lavas y yo los seco - Dijo Amaya inocentemente, mirándolo de manera tierna -, ¿sí?
El castaño la observó por unos segundos, contemplando con admiración los ojos rubíes de su opuesta, quien parecía saber que su mirada de cachorro abandonado era capaz de controlar mentes y ablandar corazones de piedra.
-Tú ganas, Ams - Dijo Connor aún sonriendo, dándose por vencido. - Yo lavo y tú secas.
- Está bien - Dijo Amaya esbozando una brillante sonrisa, mientras que Connor seguía lavando y ella agarraba un trapo para poder secar cada elemento de la vajilla.
No mucho tiempo después, todas las tazas, utensilios y platos estaban limpios, secos y brillaban como perlas de tanta blancura que tenían.
- Bien, ya hemos terminado - Dijo Amaya con entusiasmo.
- Sí, y mis manos parecen verdaderas pasas de uva - Dijo Connor viendo sus manos arrugadas de tanto lavar.
- Mira Amaya, ¿qué opinas? - Dijo Clarissa amigablemente, quien ingresaba hacia la cocina cargando un girasol de tamaño mediano dentro de una maceta.
- Es encantador - Dijo Amaya mirando con atención y ternura los amarillos pétalos de la flor.
- Entonces ten, es tuya - Dijo Clarissa entregándole la maceta a Amaya.
- No se hubiera molestado, Clarissa - Dijo Amaya cargando el girasol.
- Ay claro que no querida, te la doy como agradecimiento por la tarta y por haber compartido tiempo con nosotros - Dijo Clarissa mirando tanto a Amaya como al girasol.
- En ese caso, muchas gracias - Agradeció Amaya con serenidad, para luego mirar su reloj de mano color plateado. - Por cierto, ya debo irme a mi casa.
- ¿Te vas tan pronto? Quédate un poco más - Le suplicó Clarissa a Amaya.
- Déjala mamá, seguro tiene cosas que hacer - Dijo Connor con algo de seriedad, para luego dirigirse a la castaña. - Ven Ams, te acompañaré hasta la puerta.
- Como digas - Dijo Amaya sin problema alguno, para posteriormente dirigirse a la madre de su mejor amigo. - Adiós Clarissa, gracias por su hospitalidad.
- No hay de qué querida, mándale saludos a tu familia, en especial a tu mamá con esos pasteles tan sabrosos que hornea - Dijo Clarissa fantaseando con las demás preparaciones hechas por Analía.
- Así lo haré - Dijo Amaya pacíficamente, para posteriormente caminar junto a Connie hacia la sala de estar.
- Adiós Esteban, adiós Ciro - Se despidió de manera respetuosa Amaya de su posible suegro y de su posible cuñado, quienes estaban en el sofá viendo televisión. - Gracias por las tortitas.
- Hasta luego, Amaya - Se despidieron ambos.
- Luego le diré a Connor que te envíe más tortitas - Dijo Esteban, aún feliz del éxito de sus tortitas.
- Mándale saludos a todos de mi parte, en especial a, ya sabes - Dijo Ciro sonriente, y al decir las últimas palabras, guiñó un ojo.
- Como ustedes digan - Dijo Amaya con su clásica y meliflua voz.
Los dos adolescentes siguieron su camino hacia la puerta y Connor fue quien la abrió, quedando de esta forma él adentro y Amaya afuera de la casa.
- Tu familia es muy agradable - Dijo Amaya bastante alegre.
- Eres la primera persona que lo dice - Dijo Connor algo sorprendido.
- ¿Por qué? - Preguntó Amaya con curiosidad.
- A nadie en el antiguo vecindario les caían bien por ser "insistentes e insoportables" - Dijo Connor con algo de seriedad, resaltando sus últimas palabras y haciendo comillas con los dedos.
- Se nota que no los conocen, ellos son buenas personas y eso es algo que se ve a simple vista - Dijo Amaya con indignación.
- Lo sé Ams, pero hay gente que piensa así - Dijo Connor volteando los ojos por solo pensar en sus vecinos anteriores.
- Cambiando de tema, ¡estás en este vecindario otra vez! Greg se pondrá contento cuando se entere - Dijo Amaya sin poder ocultar su emoción.
- Es cierto, y ahora que estoy aquí no pienso separarme de ti, o bueno, de ustedes - Dijo Connor algo sonrojado.
- Oh gracias Connor, eres muy adorable, yo tampoco quiero que te vuelvas a ir tan lejos - Dijo Amaya enternecida. - Bueno, ahora debo irme a mi casa.
- Muy bien Ams, nos vemos luego - Dijo Connor con una leve sonrisa.
- Hasta pronto - Se despidió Amaya y, mirando de izquierda a derecha, cruzó la solitaria calle para llegar a su hogar, no sin antes sonreírle a su mejor amigo una última vez antes de entrar.
Connor suspiró profundamente e ingresó a la vivienda.
- Y dime Connor, ¿la chica de la que siempre hablas es Amaya? - Le preguntó Esteban a Connor cuando este último mencionado llegó a la sala de estar.
- Así es, papá - Confesó Connor algo avergonzado.
- ¿Y por qué no se lo dices? - Preguntó Clarissa con curiosidad, quien también estaba en el sofá al lado de Esteban.
- No lo sé, tal vez... tal vez soy poco para ella - Dijo Connor un poco apenado, agachando la cabeza.
- Qué baja autoestima, ni siquiera te has dado cuenta de cómo te mira - Dijo Ciro demostrando su hartazgo, mientras que cambiaba de canal con el control remoto -, yo que tú se lo diría.
- No es tan fácil como parece Ciro, soy pésimo demostrando mis sentimientos - Dijo Connor con seriedad.
- Podrías comenzar invitándola a salir - Recomendó Esteban algo pensativo.
- Y como no puedes ir con las manos vacías, regálale un libro - Sugirió Clarissa con una sonrisa soñadora.
- No es mala idea, pero no sé cómo, ni dónde, ni cuándo - Dijo Connor un poco desilusionado.
Esteban y Clarissa se miraron entre sí mientras que dos sonrisas picaronas se dibujaban en sus rostros, para posteriormente mirar al adolescente con esa misma expresión.
- De eso nos encargamos nosotros - Dijeron marido y mujer al unísono, seguros de sí mismos, provocando que Ciro también sonría y que Connor los mire extrañados.
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Fecha de estreno: 19/05/23.
Fecha de edición: 21/06/23.
Edición minúscula: 08/08/23.
Edición (2): 16 y 17/08/23.
Edición (3): 18, 19 y 21/08/23.
¡Volví!
Después de uno o dos meses sin actualizar (por decir algo), finalmente tenemos nuevo capítulo de "Amistad o Amor". <3
Eso sí, si ven el capítulo más extenso de lo que normalmente escribo, es porque literalmente escribí 4477 palabras (nunca llegué a este nivel).
Por si les interesa, también estoy trabajando en el capítulo 13 de "ROTA", solo que sigo bloqueada mentalmente.
Nuevamente, quería agradecer a L_laluna por ayudarme con este capítulo (muchas gracias, lo aprecio demasiado). <3
Y nada, espero que les haya gustado este capítulo.
¡Bendiciones, saludos y abrazos virtuales! 🙏🏻❤️ (。・ω・。)ノ♡(◕ᴗ◕✿)
Los quiero mucho. <3
- Atentamente, con cariño, Valen. ☆゚.*・。゚
💗💗💗
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