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Christian

Hace 2 años y medio...

Estoy aburrido de escuchar el mismo disco de música todos los días. ¿Quién lo diría? Escuchar a Imagine Dragons a diario por dos semanas llega a fastidiarte.

Tomo el maletín y lo lanzo en la cajuela del auto antes de volver a cruzar la calle. La tienda de música a la que voy cada semana está en una pequeña calle del centro de Seattle.

Suelo venir con regularidad y por lo menos una vez al mes me paso a la librería de al lado por alguna historia de suspenso. Lo que sea que me mantenga ocupado para ignorar a mi molesto compañero de departamento.

— Buenas tardes — Saludo al chico de los discos.

Voy entre los estantes con los últimos éxitos y busco entre las bandas de rock, aunque termino revisando los últimos CD's del pop.

— ¿Nada que te guste? — Me pregunta desde el mostrador.

— Busco algo nuevo, que sea bueno y divertido de escuchar.

— Pero que no sea rock — Se ríe señalando los estantes que revisé.

— Si.

— Tengo algo aquí que podría gustarte, tal vez no es tu estilo, pero créeme que tiene muchas buenas canciones.

El chico me extiende un CD de Bruno Mars y lo tomo no muy convencido de su sugerencia. ¿Canciones de amor para mi melancolía?

— Genial — sonrío con sarcasmo.

El chico pasa el disco por el escáner y le entrego un billete para que lo cobre. Me lo entrega en una bolsa con el logo de la tienda y salgo rápido hacia la librería de al lado.

— Buenas tardes — Me saluda el hombre.

— Buenas tardes señor Welch.

— ¿Cómo te va, Christian? ¿Qué tal los negocios?

He venido lo suficiente para conversar con el señor Welch de negocios, por lo que sé, en sus mejores tiempos fue consejero de la Policía.

— Excelentes, compré la pequeña empresa en la que invertí y ahora voy a venderla por el doble de lo que pagué por ella.

— ¡Vaya! — Welch suelta un silbido de sorpresa — Eres un genio, chico.

— Gracias, pero no es lo que me apasiona.

Me alejo del mostrador para ir hacia la vitrina, dónde están anunciados los éxitos literarios del momento. Chick Lit y romances.

Me inclinó hacia la vitrina para tomar un libro, cuando de pronto alguien se detiene por fuera de la tienda y apoya la cabeza en el vidrio para ver mejor.

Vaya... Es una chica preciosa.

Su cabello corto castaño y rojizo es lo primero que veo, pero cuando levanta la vista para recorrer la vitrina me deja paralizado.

Los ojos azules más claros y brillantes que haya visto jamás. Ni Mía, ni Elena, ni ninguna otra chica de ojos claros que haya conocido tiene ojos tan impresionantes.

— ¿Y qué es? — Escucho la voz de Welch.

— Perdón, ¿Qué me preguntó?

— Decía que ¿Qué te apasiona en realidad?

Lo escucho, pero soy incapaz de apartar mi vista de la chica frente a mi. Acuna su rostro con las manos para evitar que el brillo del sol la encandile y por un momento creo que me ve.

Vuelve a apartarse, mira hacia los lados y apoya las manos en la cadera. Tengo la impresión de que va a entrar a la librería, pero de pronto de gira y sigue caminando.

— ¿Christian? ¿Estás bien? — Dice Welch con una risita.

— Si, yo... Si — Balbuceo — Estoy bien.

Y por ridículo que parezca, vuelvo a la librería dos días después esperando ver a la chica de los ojos azules, más o menos a la misma hora que la última vez.

Dos días más estuve arriba del auto vigilando la calle, pero después de una hora me siento totalmente estúpido de estar ahí.

La siguiente semana, el jueves para ser exacto, entro a la librería y recorro los estantes sin prestar atención a los títulos. Solo tomo libros al azar y vuelvo a ponerlos en su lugar.

Mi corazón se acelera cuando por fin la veo. De nuevo esta en la acera, mirando los libros de la vitrina con el ceño fruncido y suelto el aire que no sabía que retenía.

Ella apoya la mano en la perilla de la puerta para entrar, cuando alguien la llama desde la otra acera y gira para hablar con una chica joven que le sonríe.

— ¡Date prisa Ana!

— ¡Ya voy!

Ella se aleja para ir con la chica y ambas caminan por la calle. Ana. Se llama Ana y debe de trabajar en algún lugar aquí cerca.

— Viene seguido por aquí — Dice Welch — Compra libros de romance adulto, ya sabes...

Él sonríe de una forma divertida y solo puedo imaginar que se refiere a libros eróticos.

— ¿Trabaja por aquí cerca?

— Probablemente, la veo pasar casi todos los días. Y siempre con amigas, ningún chico a la vista.

Welch señala hacia fuera con la cabeza y apenas soy consciente de que me ha visto actuar como un idiota por lo menos un par de veces.

Me despido de él y salgo de la librería para ir a casa. Como de costumbre, Elliot trajo a alguna pobre chica al departamento y tengo que ponerme los audífonos para poder concentrarme en mi lectura.

Resisto lo más que puedo para no hacer de nuevo el ridículo frente a Welch, pero la siguiente semana voy de nuevo con la excusa de comprar un libro de música que necesito para la escuela.

No es realmente indispensable, pero es la excusa perfecta para ir. De nuevo vago entre los estantes y miro el reloj que tiene Welch en la pared detrás de él. Es tarde, probablemente no vendrá.

Tomo el libro que ubiqué desde que llegué y me dirijo al mostrador a pagar. Welch lo mete en la bolsa mientras me susurra un “mejor suerte para la próxima”.

Sujeto la perilla y tiro de ella para salir, pero una figura pasa a mi lado tan pronto como la puerta se abre. Es ella, Ana.

Me quedo inmóvil sosteniendo la puerta mientras ella va directo a los estantes de los libros de romance. Welch carraspea y es entonces que suelto la puerta.

Él señala hacia Ana con la cabeza, alentándome a hablarle pero sigo paralizado junto a la puerta. La veo elegir un libro sin dudarlo y regresa a la caja a pagar.

— ¿Tienes todo lo que necesitas? — Welch sonríe.

— Si, supongo que si — Dice ella sin entusiasmo.

Me paro detrás de ella pensando en una buena frase para abrir conversación y no quedar como un gran idiota, pero apenas abro la boca, la puerta de la librería se abre.

— ¡Ana! ¡Tragos! — Grita una chica de cabello negro y rizado.

— Hoy no puedo, le prometí a Kate que saldríamos.

— ¿Segura? ¡Será divertido!

— Mañana Regi — Ella sonríe hacia Welch cuando le entrega su cambio.

Y me quedo ahí, como un idiota cobarde sin saber qué decir cuando se topa de frente con una chica preciosa.

— Ahí va mi oportunidad — Digo cuando ella ha salido del local.

— Tranquilo, mi amigo. Lo que ha de ser, será.

Welch se estira para palmear mi hombro y salgo de la librería con paso lento. En la otra esquina se enciende el letrero de un bar llamado Lori's, así que camino hacia ahí para tomarme un trago.

Pero vuelvo a verla, al día siguiente, saliendo de mi departamento. Y lejos de estar furioso, me golpeo a mi mismo por no haber tenido el valor de hablarle cuando tuve la oportunidad de hacerlo.

Siempre me retiro, dejo que Elliot gane o se salga con la suya. Pero ya no, con ella no.

Ella es mía.

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