Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8: Pablo, el salvador de los solitarios.

En la isla, aparentemente debiera ser abril de 1976, siendo otoño austral. Ese día estaba presagiado para no ser dichoso; a pesar de la rutina al recolectar frutos y peces, así como el cuidado de los perros, Pablo creía que debía intentar trasladarse para seguir ayudando a la gente que necesitaba cambiar su destino, pero a la vez, ya quería experimentar el viaje a la fuente del futuro que Julia le había tenido en advertencia; una forma muy discreta de prohibirle viajar a aquella fosa. Si se considera que había transcurrido alrededor de cuatrocientos días, supuestamente en el mundo de la civilización ya había pasado cuatro siglos, y la curiosidad por observar su lugar de origen, cuatrocientos años después, no lo dejaba vivir en paz.

Pablo realizaba actividades deportivas como cada mañana al pasear a sus ocho perros; recordando que la perrita Stacy había tenido cachorritos hacía casi un año atrás. Por ser un otoño austral, había dejado de llover, por lo que Pablo ya tenía racionado su pozo de agua de lluvia que había recolectado, y procuraba ahorrar su consumo. Al parecer ya tenía dominio del ambiente de la isla, y no se sentía ya del todo como si fuera un náufrago.

Al llegar a su cabaña, lo esperaba Nicolás con un rostro desencajado... y era por eso que el día no iba a ser dichoso. Se trataba de Julia, pues a pesar de haber dominado la habilidad de viajar por el tiempo, la edad no perdonaba y a los que serían sus noventa y seis años, estaba lista para partir; no sin antes hablar con Pablo y Nicolás.

- ¿Cómo se encuentra, señora? –Pablo se sentaba a lado de la cama donde reposaba la anciana.

- La muerte me está esperando, tarde o temprano tenemos que estrecharle la mano a la huesuda, ¿no lo crees, Pablo?

- Eso significa, que tarde o temprano, me volveré a quedar solo en esta isla, porque sin ofender... pero Nicolás pese a su apariencia de niño, supuestamente ya es de la tercera edad.

- Despreocúpate, Pablo –a pesar de estar dando sus últimos alientos, Julia no dejaba de sonreír- ya vendrán diez personas, aunque en diferente año. Y tú serías lo equivalente a un patriarca... así que escúchame con atención: El primer náufrago, se llama Fernando, y se estima que llegue en junio de 1977... espero que para ese entonces, ya hayas solucionado el problema de tu amiga Abigail. Posteriormente, llegarían cuatro náufragos más en 1986, aunque en diferentes meses; todos ellos niños de entre diez y quince años. Al comienzo del tercer milenio, llegarían tres más, y te aseguro que los últimos dos lo harían antes de que a ti te toque partir de esta vida.

- Bueno –decía Nicolás, queriendo dar un poco de gracia al escenario funesto- en una de esas sí logro conocer a ocho de los diez.

- No te emociones tampoco, Pablo –continuaba Julia con su discurso- tan de malas es tu situación amorosa, que la primera mujer que llegase aquí, lo hará a los tres meses después de tu partida.

- Ay, señora Julia –reía Pablo, a pesar de su tristeza- aunque fueran mujeres, yo ya seré un pinche anciano loco... usted ha sido como mi maestra, no sé todavía si estoy listo para cambiarles el destino a la gente en las fuentes del tiempo.

- Lo suficiente –suspiraba Julia, cada vez con respiración más lenta- recuerda que yo tuve el poder de traerlos a la isla, y tú tienes el poder de viajar al pasado y ayudar a la gente a corregir su rumbo, de tal manera que su desenlace fatídico simplemente se convierta en un 'hubiera'.

- Quién dice que el pasado no se puede cambiar, ¿verdad? –Pablo decía-. Y creo yo imaginar que estas personas que van a venir, tendrán diferentes funciones en las fosas.

- Es correcto –afirmaba Julia- quisiera guiarte un poco más... pero ya no tengo... más tiempo.

- Con eso tengo, señora... puede usted relajarse y descansar.

Julia había fallecido un 16 de marzo de 1976, y al momento de enterrarla, colocaban su memoria a lado de la tumba de Edmundo. Sin embargo, Pablo al preguntar el poder de Nicolás sobre las fosas, descubría cosas turbias, y era por dicha razón que Nicolás ya no quisiera meterse con las fuentes.

- ¿Usted tiene algún propósito con las fuentes? –Decía Pablo.

- Yo ya no quiero que la gente me vea, porque Julia traía a quienes podían verla a esta isla, cuando el destino no se podía cambiar en mundo civilizado... tú puedes cambiar el destino de las personas para bien sin necesidad de traerlas a la isla; pero yo...

- Algo no le gusta, ¿verdad? –Hablaba Pablo después de un silencio.

- Yo evito destinos fatídicos, pero a costa de otro destino fatídico –respondía Nicolás en voz alta- esa otra tumba, perteneciente a Edmundo, fue mi causa... quien fuera su esposa, tuvo la 'bendición' de poder ver mi presencia. Edmundo tenía otra oferta de trabajo en Chicago, y según en el destino original, él iba a mandar a su esposa e hijo para que se adelantaran... pero iba a ocurrir un accidente aéreo en el que ambos perderían la vida... no quería hacerlo y fue involuntario, pero yo maté a tu amigo... al advertirle a esa mujer. Ella me creyó después de varios intentos, y convenció a Edmundo de tomar la oferta a Melbourne, ya de ahí, creo que sabes lo que pasó. Dos casos más ocurrieron en 1943 y en 1958... y después de eso, ya no quiero volver a tener el poder de las fosas.

- No te culpo de la muerte de Edmundo –Pablo decía colocando la palma de su mano en el hombro- tal vez te cobraste una vida, pero se salvaron dos. Ni modo, a veces nos toca pagar un pequeño precio para poder salvar a quienes lo merecen; en la vida nunca es fácil tomar decisiones.

Transcurría una semana más, cuando nuevamente Pablo se trasladaba a los tiempos de Héctor para ayudarlo a evitar su soledad; con ayuda del hilo rojo, podía tener una pista para poder juntarlo con quien fuera su destino.

- ¿Para qué estoy siguiéndote? –Preguntaba Héctor.

- Para que puedas reunirte con la mujer que tanto has deseado; no andes chingando con preguntas y sólo confía en mí.

- No es como si te dijera que no interfieras en mi camino, ¿o crees que soy puto para tener valor de hablarle a esa mujer?

- Si no digo que seas puto –decía entre broma Pablo- es que eres pendejo.

Por fin llegaban a un café, en donde se suponía que trabajaba aquella mujer que supuestamente era el destino de Héctor. De inmediato, Pablo transformaba su rostro tranquilo en asombro; pues jamás iba a imaginar que aquella mujer destinada a Héctor, fuera nada menos que Lucía. Una vez más corroboraba aquél listón rojo visible para él, pero no para Héctor; y estaba en lo correcto.

Pablo sabía a partir de ahí que cuando estaba en el mundo civilizado, su hilo rojo no había tenido jamás una unión con ella, pero como un buen solidario, animaba a Héctor para que pudiera expresarle sus sentimientos. Cabía mencionar, que el chico conocía a Lucía desde seis meses después de la muerte civil de Pablo.

- ¿Qué pasó Héctor? –Se impresionaba Lucía-. Me gustaría saber cómo es que me encontraste.

- Pues... tal vez porque quería charlar un poco contigo.

- ¿Vas a querer un café o un té?

- Dame dos cafés expresos, uno para mi amigo.

- ¿Para quién dices? –Lucía ponía un rostro de duda.

- Para mi amigo, él se llama...

- Créeme que ella no puede verme –interrumpía Pablo- lo único que estás haciendo es cagarla, así que por favor, no menciones que estoy aquí o te verá la gente como un pinche loco. Recuerda que sólo tú puedes ver mi presencia.

- ¿Te encuentras bien? –Lucía continuaba la conversación.

- Lo siento mucho –continuaba Héctor- tal vez estoy muy nervioso porque por fin estamos hablando. El café quisiera dártelo a ti.

- Eres muy amable, Héctor; pero como empleada, no puedo consumir bebidas del establecimiento.

- Pues vamos a otro café cuando sea tu turno de salida.

- ¡A huevo cabrón! –Alentaba Pablo-. Esa es la actitud.

- Me gustaría... ¡ay Héctor! –Suspiraba Lucía-. Me recuerdas a mi último pretendiente, Pablo.

- Habla de ti –decía despacio Héctor a Pablo- ¿verdad?

- No quiero incomodarte, pero cuando él murió en un accidente aéreo, me arrepentí de no poder intentar amarlo –se lamentaba Lucía- creo que es hora de aprender mi lección.

- No te culpes –calmaba Héctor- puedes desahogarte para cuando estemos en la cita, yo te escucharé.

- ¡No te canceló! –Reía Pablo-. Parece que vas por buen camino.

Al salir del establecimiento, Héctor miraba fijamente a Pablo y empezaba a sentirse nervioso por escuchar la revelación de Lucía. Era como si Héctor estuviera viendo a un espíritu... por lo que era momento de hacer algunas aclaraciones.

- ¿¡Cómo chingados está eso de que moriste!?

- Eso es lo que creen... y en efecto, socialmente estoy muerto. Pero estoy en un lugar donde soy capaz de trasladarme a los tiempos pasado y futuro... y si no hubieras ido a ese café, créeme que el listón rojo que tienes, se iba a zafar de tu dedo; y tendrías un destino solitario.

- ¿Has visto mi futuro acaso? –Exigía explicación Héctor.

- He visto tu futuro original, y créeme que no querrías envejecer en la soledad. ¿Crees en lo que te estoy diciendo? Porque ya va a ser hora de que deje todo en tus manos.

- Puede sonar esto increíble... y me puedo ver pendejo por lo que acabo de enterarme... pero sí, te creo, o al menos tengo que creerte para librarla –suspiraba Héctor al decir la respuesta positiva- y ahora que lo pienso, creo que me has devuelto la suerte amorosa.

- Sólo fue un empujón. A partir de que me vaya, el destino es tuyo... tienes el listón rojo, se está rompiendo y sólo hay una fibra que te une a ella; así que si la cagas, ya te jodiste... por eso es que, ¿o te le declaras, o te le declaras?

- Voy a hacer el esfuerzo, y nuevamente gracias, Pablo. Supongo que querías mucho a Lucía y quieres que sea feliz; tu ayuda no será en vano.

- Cuídate mucho, amigo. –De pronto, un relámpago aparecía y hacía que se desvaneciera Pablo.

Para corroborar que la ayuda fuera exitosa, Pablo en ese momento, cambiaba a la fosa del futuro, pidiendo trasladarlo en un momento crucial de Héctor y Lucía. Había sido un éxito, el primer ser humano a quien le evitó un destino solitario, pues el lugar era en una iglesia para ser exacto; era un evento nupcial, y ahí estaba Héctor, vestido de un traje de gala de color azul oscuro. A sus ojos, tenía a Lucía vestida de seda blanca, con un ramo de flores que denotaban un color que combinaban con el de sus labios pintados. Héctor y Lucía se habían casado de acuerdo con la fosa del futuro, en una noche de diciembre de 1976.

A raíz de ese momento, Pablo tenía más empatía hacia la gente, y se introducía cada día a la fosa del pasado para ayudar a otras personas a evitar el destino de la soledad; exactamente, la soledad que no había podido evitar Pablo, lo estaba venciendo a través de la gente que podía cambiar ese pequeño destino. Aquél solitario anciano llamado Héctor, ya pertenecía a un tiempo clasificado en los 'hubieras' de la fosa del futuro.

- ¿Qué fue eso? –Decía Nicolás.

- Muchos éxitos rotundos –se sentía feliz Pablo- fácil, ya le he cambiado el destino de la soledad a diez personas.

- Parece que ya empiezas a familiarizarte con las fuentes. Ese era el cargo que Julia te quería dejar... por cierto, cómo la extraño.

- Dímelo a mí –decía Pablo con nostalgia- quizás alguno de los que pronto vendrán, podrá tener la misma habilidad que tenía la anciana Julia.

- Espero que ninguno tenga mi habilidad –luego, Nicolás cambiaba el tema- por cierto, hay un chico que necesita que yo lo salve, pero como te digo, su vida es a costa de otra.

- ¿Vas a matar otra vida para salvar esa?

- No lo sé, por eso te quería consultar –explicaba Nicolás- el tipo es novio de aquella chica que tú querías antes de Lucía, ¿cómo se llamaba? Ya no me acuerdo...

- Era Nancy, ¿qué con ella?

- Esa chica adora a ese sujeto... pero no merece que salve al novio, porque la humilla, la insulta... y hace todo lo referente a un machista con ella. Pero eso no es lo peor, si el chico muere, la tal Nancy se convertirá en una mujer que morirá en la soledad, ya ves que ella siempre anduvo tras los patanes y destruía a quienes realmente la valoraban.

- Vaya que la vida da muchas vueltas –lamentaba Pablo pero aceptaba la realidad- si salvas al novio, se la va a pasar chingándosela, y si alcanza su destino de morir, Nancy se convertirá en una mujer solitaria lo que le queda de vida.

- Así es Pablo... el novio morirá en dos meses reales, una droga lo pondrá cabrón y por falta de reflejos, se va a resbalar y se va a romper el cuello... ¿no es esa una muerte muy ridícula?

- ¡Demasiado ridícula! Además de macho, pendejo; pero la vida del otro sacrificado que no debe ni teme, no tiene por qué perderse –aconsejaba Pablo- y lo lamento por Nancy, porque por más que quiera que sea feliz, sus acciones le prohibieron ese mérito... ni modo, no cambies ese destino.

- ¡Qué bueno que seas imparcial con la gente! Ni modo, la suerte de la tal Nancy y de ese sujetillo está echada.

Cada que Pablo había ido con la intención de cambiarle el destino a Abigail, siempre se encontraba con una, con otra y con otra persona a quien pudiera salvar de las garras de la soledad eterna. Y nuevamente, Pablo se trasladaba al mes de enero de 1977; la fosa del pasado lo había trasladado a un panteón, en donde sorprendentemente observaba su tumba. En esta ocasión, Nicolás lo acompañaba en el traslado.

Todo parecía indicar que Nicolás tenía razón sobre lo que había comentado acerca de Nancy, porque ella deambulaba en ese cementerio desde que cuando al asistir al entierro de aquél muchacho que la maltrataba, coincidentemente se había encontrado con la tumba de Pablo... y esta vez tenía sensación de soledad y tristeza, dentro de su esbelta figura. ¿Cómo era posible que a pesar de lo atractiva, los hombres ya no la desearan?

- Ni muerto me dejas en paz, ¿verdad? –Lloraba Nancy en la tumba de Pablo-. Seguramente así me querías ver, sola... abandonada, no me acuesto con un macho y ya nadie me ha volteado a ver.

- Tu actitud hacia las personas que te valoraban, te está haciendo pagar –le decía Pablo mientras la miraba compasivamente- no entiendo por qué chingados me echas la culpa de todo lo que te pasa.

- ¿Y ahora de que te estás quejando, hermanita mía? –Aparecía Rodolfo detrás de Nancy.

- Su espíritu... me está maldiciendo y me está condenando a estar sola...

- La que se está maldiciendo eres tú –corregía Rodolfo- siempre fuiste tan bella, tan... de clase alta, siempre fuiste superficial y nunca consideraste los sentimientos de mi amigo, y así hiciste lo mismo con muchas personas que te valoraban.

- Pablo no era la clase de hombre con quien soñaba... odio tener que huir de gente que no está a mi nivel, ¡odio a la gente que no está a mi nivel!

- ¡¡Ya deja de decir pendejadas, Nancy!! Tenías miedo de enamorarte de Pablo, nadie te valoraba más de lo que él lo hacía, ¿le guardas rencor? ¿Lo culpas de tus desgracias que ahora pasas? ¿Lo culpas de un pinche machista que murió y aun así le lloraste? ¿Odias a Pablo aún después de muerto sólo porque no era una persona fisicoculturista como esos patanes que te han mojado el culo?

- ¡Tómala, cabroncita! –Se sorprendía Nicolás, y luego volteaba a Pablo-. Pues en algo tiene razón la chavala, la jodimos... pero de todas formas, de estar sola a estar sufriendo golpes, día tras día, es la misma tragedia.

- Quiero escuchar, seguramente algo quiere sacarle el Rodo. Esto se pone bueno.

- En su momento lo destruiste, Nancy –decía con decepción, Rodolfo- pero lo estás culpando de todo porque él es tu amor de closet... así es, como los putos de closet que no quieren admitir e incluso temen de los homosexuales; lo mismo te pasa a ti cuando pasa por tu cabeza el recuerdo de Pablo... ya está muerto, tuvo que pasar eso para que tuvieras que luchar contra ese sentimiento oculto... te enamoraste de su hermano para ocultar ciertas cosas... andarías con Quique, pero teniendo como objetivo estar cerca de Pablo, sin admitir tu conflicto; acéptalo y revélalo al público Nancy, si no lo haces, el fantasma de Pablo nunca desaparecerá.

- No, Rodo... no lo acepto; y no lo acepto porque nunca lo amé –decía Nancy con un rostro que denotaba falta de sinceridad- no pude amarlo... ¡¡y no puedo amarlo!!

- Que decepcionante –concluía Rodolfo preparándose para retirarse- mi sueño era que te casaras y tuvieras una familia como yo la tengo... pero rechazas a la gente que te valora y los pinches patanes de quienes te enamoras, ya no te desean... me das lástima, Nancy, porque te vas a quedar sola mientras tengas esa mentalidad y no cambies... ¡corrección a lo que dije! Esa es tu mentalidad por naturaleza... ¡¡no cambiarás nunca!!

- ¡¡No quiero volverte a ver, pendejo!! –Nancy le respondía a Rodolfo, y ella finalmente se marchaba.

- Pinche Rodo –Pablo decía con sorpresa- ese culero le picó el orgullo cabrón. Digo, si no es indiscreción; ¿Nancy cambia?

- Por desgracia no lo va a hacer. Ya vi su futuro y no es cambiante... algún día las fosas te darán la habilidad de ver también las auras de la gente, y Nancy tiene un aura ocre, apagada... tal como lo tuvo su novio o lo tienen los culeros de quienes a futuro ella se enamorará... pero poco a poco habrá un factor que terminará con su 'magia' provocativa, y deduzco que sabes de lo que hablo.

- Sí –afirmaba Pablo- la misma edad se encargará de aislarla del amor.

- Pues yo te dejo aquí –suspiraba Nicolás- según las fosas aquí iba a aparecer la tal Abigail, así que tendrás que esperar.

- Pues ya no queda mucho tiempo para que pase la supuesta desgracia –Pablo decía- ojala no sea muy tarde. Eso me pasa por ser tan solidario.

Transcurría el tiempo, la tarde se preparaba para dormir mientras el sol se ocultaba entre los edificios de la ciudad. Pablo se agachaba para contemplar su propia tumba, su epitafio que decía:

"A la memoria del Amigo Pablo... un príncipe azul fuera de tiempo, de parte de su madre Gloria Aguilar, su padrastro Moisés Abascal, hermanos y amigos. Recibe un cálido abrazo por parte de tu padre Felipe Durán, quien ya está contigo en el paraíso de lo insufrible.

Pablo Durán Aguilar. (27/08/1943-17/02/1975)"

Pablo podía tocar cualquier objeto, pero no podía levantarlo por ser un espíritu viajando a través del tiempo, así que simplemente tocaba su lápida. Pronto oscurecía, y Pablo se preparaba para partir, ya con resignación; cuando de pronto escuchaba una voz suave detrás de él.

- ¿Eres tú Pablo? –Era ella, Abigail.

- Abi... qué hermosa te has vuelto, seguramente tu hijita es igual a ti.

- Puedo verte –Abigail se le acercaba y trataba de abrazarlo, pero ocurría lo obvio- no es posible, ¿por qué no puedo sentirte?

- Mi querida Abi... no puedes sentirme porque ya no pertenezco a tu tiempo ni espacio, lo más que podemos hacer es hablarnos en esta bella noche... en un cementerio.

- ¡Ay Pablo! –Reía Abigail-. Siempre hablas poesías y lo concluyes con un disparate... no has cambiado desde que íbamos en la prepa.

- Gracias por recordarme –decía Pablo con gratitud- la vida te ha premiado con tu hermosa hija. Eres muy fuerte, una madre que a la vez ha sido un padre; obviamente la pequeña no me ve.

- Salí un poco tarde de trabajar –explicaba Abigail, mientras destapaba la lona de la carriola para mostrarle a su hija a Pablo- lamento tener que caminar con una pequeña en medio del cementerio a estas horas, pero tenía que dejarte este clavel en tu lápida... y también es un atajo para llegar a mi casa más rápido. Mi hija se llama Aline.

- No te justifiques... es muy preciosa la pequeña Aline.

- Pablo, ¿eres un fantasma? –Decía Abigail con un poco de preocupación-. ¿No pudiste descansar?

- Algo así... digamos que soy un viajero del tiempo. Necesito que me creas, Abigail.

- De pronto te noto angustiado por mí.

- Escúchame Abigail –Pablo se tomaba un respiro- faltan sólo tres días para que acabe enero, y quiero desviarte de un destino fatídico que puede ocurrirte... te veo en una tienda de regalos en el centro de esta ciudad; no será tu culpa, pero una sola distracción... un pestañeo hará que la niña se vaya a la calle y la pierdas a causa de un accidente.

- Pablo, ¿por qué estás asustándome? ¿Cómo es que sabes que voy a ir a la tienda de regalos? Mañana es fiesta de cumpleaños de la primita de Aline.

- Por favor, créeme –suplicaba Pablo- no vayas con la pequeña Aline a la tienda de regalos, permanece con ella al menos hasta que pase este mes... no pude saber qué fecha exacta será... pero mi presagio es en cualquier día de este enero. Cuídala... porque de otra forma, vivirás el resto de tu vida... sola, sin sentido a la vida; y no lo mereces, Abigail. No mereces tener una vida de desdicha.

- Pablo, tranquilízate por favor –Abigail se acercaba y a pesar de no poder tocar a Pablo, ponía su mano como si entre almas se tocaran- no tengo por qué dudar de ti. No voy a exponer a mi hijita en esa calle, tengo muchas cosas en casa para regalarle a mi sobrina... sí Pablo, yo creo en ti.

Pablo regresaba del trance de la fosa, y a pesar de haber creído Abigail en sus palabras, todavía tenía la preocupación de no ser escuchado del todo. Los perros se acercaban a Pablo para lamerle, creyendo que así pudieran evitar que la preocupación fuera mayor. Sin embargo, Nicolás invitaba a Pablo a sentarse mientras servía té de limón, porque daba entender que todo dependía de las decisiones que Abigail tomara.

- Parece que ya advertiste a esa mujer sobre su futuro –informaba Nicolás mientras bebía el té- si quieres, podemos seguirla mañana... pero te voy a advertir algo.

- No me gusta la cara que pones, Nicolás.

- Le diste armas a la tal Abigail para cambiar su destino, y sólo ella puede decidir si utiliza esas armas o no lo hace... pero tú ya no podrás interferir.

- ¡Ah chinga! ¿Cómo que no podré interferir? –Pablo tenía dudas.

- A partir de mañana, ella ya no podrá percibirte. No sé si te percataste en aquella boda entre Héctor y Lucía. Héctor ya nunca te miro... nunca te habló.

- Ahora que lo mencionas... es cierto. De hecho, dudo que me haya incluso recordado.

- Tal vez no te vean, pero nunca pueden olvidar tus actos hacia ellos... de haberlos rescatado de su destino solitario.

Esa noche, la preocupación de Pablo con la duda de si Abigail realmente le creyera o no, evitaba que pudiera dormir tranquilamente; al amanecer, se sentía agotado... por lo que antes de planear viajar de nuevo a la fuente del pasado, se introducía a las aguas dulces de su estanque artificial para tomar un baño de agua fresca.

No obstante, Nicolás aparecía repentinamente mientras inhalaba y exhalaba al apenas correr para informarle a Pablo, que aquella vieja amiga de Abigail, Natalia, la había convencido para salir al centro a comprar el regalo; entonces Pablo quería tener una ligera esperanza de que al menos, Abigail pudiera verlo y evitar la hecatombe.

- ¡¡No te hizo caso, cabrón!! –Decía Nicolás con actitud preocupante-. En estos momentos están yendo al destino donde supuestamente atropellarán a su hija.

- ¡¡No mames!! –Pablo inmediatamente se dirigía a las fosas del tiempo-. No me creyó entonces del todo la culera.

- ¡No la culpes! –Exclamaba Nicolás mientras corría junto a Pablo-. ¡Una amiga de antaño la convenció para que saliera a esa tienda!

- ¿Vieja amiga? –Después, Pablo recordaba-. ¡¡Pinche Naty!! A ver si por su culpa no sucede esa pendejada... ya decía yo que esa cabrona no era muy buena influencia.

Día 29 de enero de 1977: Era el día que Pablo pedía a la fuente del pasado, trasladarlo justo en la tienda; ahí estaban las dos... por una parte, Natalia, quien enseñaba cada estante a Abigail; y por otra parte, ella estaba emocionada de ver los detalles de los adornos y juguetes infantiles. Pablo, trataba de hablarle, pero ya no notaba su presencia.

- ¡Abigail, tu hija ya se salió a la calle! –Gritaba Pablo sin éxito alguno- ¡¡Escúchame, Abigail!! ¡Aline ya se salió a la calle!

- ¿Qué te parece esta muñequita? –Decía mientras tanto Natalia a Abigail-. De seguro tu sobrina va a adorarla más que el peluche que le compré en su cumpleaños pasado.

- Es muy hermosa, vamos a ver más muñequitas... aunque también quiero ver si le compro un vestidito artesanal.

- ¡No te cruces a la calle, pequeña! –Pablo miraba de lejos a la hija de Abigail persiguiendo una pelota de hule, luego volteaba a Abigail entre lágrimas y la desesperación-. ¡Acuérdate de lo que te dije, por favor! ¡¡Yo ya no puedo hacer nada!!

- Pablo, hiciste lo que pudiste. –Nicolás también esperaba el fatídico destino, ya que el semáforo marcaba luz verde y la hija de Abigail ponía su primer pie a la avenida.

- Voy a aprovechar para comprar un libro de Pablo Neruda, para las clases que estoy dando a mis alumnos –decía Natalia, sin saber que había hecho reaccionar a Abigail- espérame aquí.

- Pablo Neruda... ¿Pablo? ¿Aline? –Abigail salía corriendo para buscar a su pequeña-. ¿Qué clase de madre soy? ¡¡Aline!!

- ¡Maldita sea! –Natalia también se preocupaba-. ¡¡Te ayudo a buscarla!! ¡¡Aline!!

- No lo va a lograr –se lamentaba Nicolás- muy tardía la reacción.

- ¡¡Allá está!! –Natalia encontraba a la pequeña en medio de la avenida, mientras era cuestión de segundos para que un mar de automóviles se le viniera encima.

- ¡¡Sálvenla!! –Abigail gritaba en desesperación mientras corría hacia la avenida esperando que sus esfuerzos fueran en vano, y la gente corría también para tratar de auxiliarla.

En la fosa del futuro, Nicolás y Julia en tiempos anteriores, habían presagiado que un camión azul atropellaría a la pequeña; y ese camión ya estaba a unos metros de distancia... lo suficientemente corto para que fuera imposible que el conductor realizara una maniobra y salvara a la pequeña Aline; sin embargo, un joven se vestía de capa de héroe cuando rápidamente recogía a la niña y se aventaba con ella a la acera.

Nicolás se extrañaba de lo sucedido, ya que había jurado que aquél joven, en el tiempo alterno no estaba en la avenida; y por ende, el accidente había sido inevitable. Al levantarse de la acera, se revelaba el rostro... y era nada menos que la persona a quien Pablo había ayudado a encontrar su felicidad: Héctor.

- ¡Aline, hijita! –Abigail abrazaba fuertemente a la pequeña, quien lloraba naturalmente del susto-. Gracias señor. ¡No merezco ser madre después de este error que casi cuesta la vida de mi bebé!

- Usted es simplemente humana –le sonreía Héctor- la vida, el destino o si cree en Dios, él mismo está dándole una oportunidad de ser feliz. Cuídela mucho, porque otra oportunidad pudiera ya no presentarse.

- Tengo que irme a casa –decía con respiración quebrada Abigail- ven pequeñita... necesitamos calmarnos un poco.

- ¡Mami, miedo, mami! –La pequeña Aline abrazaba a su madre mientras lloraba.

- ¡¡Perdóname, amiga!! –Natalia comenzaba a llorar de remordimiento y se dejaba caer de rodillas al suelo-. Si no te hubiera convencido de venir, no estarías asustada de esta manera... soy una mala amiga, una estúpida... ¡tienes todo el derecho de dejar caer tu peso de recriminación en mí!

- Levántate, mi querida Natalia –Abigail daba la mano a Natalia y la abrazaba- ven conmigo a casa... también necesitas relajarte. No tienes la culpa de nada, simplemente no lo sabías.

- Creo que te vas a enojar –decía Natalia con un poco de calma- pero... al parecer que ya no estoy para ir a una fiesta infantil, después de lo que pasamos.

- Lo importante es que Aline está conmigo.

Pablo sonreía con lágrimas en los ojos, mientras veía cómo Abigail, la pequeña Aline y su amiga Natalia caminaban mientras se alejaban del lugar de los hechos... más aun así, tenía mucho que preguntarle a Nicolás.

Al trasladarse nuevamente a la cueva, Pablo se sumergía inmediatamente a la fosa del futuro; y efectivamente, aquél cruel destino de Abigail perdiendo a su hija, pasaba a ser un 'hubiera'. Eso ya aseguraba una larga vida para aquella niña.

- ¿Cómo fue ese momento? –Preguntaba Pablo-. Yo no hice ni madres, ¡no me veía Abigail por más que le gritaba!

- Fuimos los dos, Pablo –afirmaba Nicolás- no sé si recuerdas que tengo la habilidad de salvar una vida a costa de otra... y la primera en años y la última vez que pude utilizar pero no lo hice, sucedió cuando falleció aquél hombre patán de tu amiguita Nancy... pero por otro lado, le cambiaste el destino a ese tal Héctor.

- Si hubieras salvado al amor de Nancy, hubiera muerto la pequeña Aline... ¿acaso ella era la vida inocente? No debo sentirme bien por sacrificar la felicidad de Nancy, pero gracias a eso, ¿evité perder una vida inocente?

- Es correcto, pero puede a veces haber errores en mis habilidades que ni rescatan una vida, y que aun así se pierde la otra vida inocente –Nicolás se sentaba a lado de Pablo y ponía su mano en su hombro- dime una cosa, Pablo. ¿Qué hubiera sido de Héctor si no se hubiera casado con Lucía? Él estaba en la avenida, coincidente con Abigail, porque había visitado una tienda de muebles para el matrimonio.

- Si no hubiera conocido a Lucía, seguramente andaría el cabrón lamentándose por ahí, como en mi futuro alterno: Mi 'hubiera'.

- Puedes seguir aprovechando tu habilidad para cambiar un destino solitario por un final feliz en la gente; según la anciana Julia, en este año va a naufragar otra persona... y tú serás como su mentor.

- Pero si tú eres el más viejo –justificaba Pablo- digo, pese a que físicamente no dejaste de ser el niño de nueve años.

- Dudo llegar al siguiente siglo, tú todavía eres joven física y mentalmente. ¿Sabes lo que te espera en esta isla, mientras vivas?

- Estoy listo. –Decía finalmente Pablo.

Finalmente las profecías de la ya difunta anciana Julia, comenzaban a cumplirse. Un 20 de junio de 1977, Pablo y Nicolás rescataban a quien fuera el primer náufrago, llamado Fernando. Se decía que el muchacho de veintitrés años había sido víctima de su complexión tosca y su color canela, algo que no era normal en su natal Argentina.

Con el tiempo, Pablo enseñaba a Fernando a realizar labores de náufrago superviviente, como encender la fogata a través de la fricción, a distinguir frutos sanos de los venenosos, a cuidar a los perros, y finalmente entre otras cosas, permitía que construyera su propia cabaña a lado suyo.

- ¡Vaya! –Decía Pablo.- Te quedó chingona tu cabañita... algún día te pediré que remodeles la mía.

- Estudié arquitectura –sonreía Fernando- de cualquier manera, a diferencia de vos, yo no llegué vacío... ya estaba preparado para enseñarme a acostumbrarme a esta isla. Por cierto, luego me explica bien eso de la relatividad.

La habilidad de Fernando era similar a la de Julia... a pesar de ya no verla en vida, Fernando adornaba de algunos corales la tumba de la anciana; y aprovechaba para también hacer lo mismo con la tumba de Edmundo. Pasaban los años, y como había predicho Nicolás, no iba a llegar al tercer milenio, ya que en diciembre de 1985, pese a su apariencia de niño, sus órganos vitales sí sufrían vejez, y sus riñones repentinamente fallaban... era tiempo de la despedida.

- La anciana Julia me pasó la batuta, y ahora yo te la paso a ti –decía Nicolás en su lecho, aunque a diferencia de Julia, sus palabras eran más fluidas- tengo una teoría diferente a la de Julia. No sé si realmente la isla trascienda a un año luz por día, o si las fosas nos regalan tiempo de presagio al futuro mientras más tiempo pasamos. Tal vez la isla es sólo una 'máquina de tiempo'.

- Amigo Nicolás –decía Pablo tomándole la mano- tengo cuarenta y dos años de edad... y nunca entendí lo que se fumaba la anciana Julia. Igualmente yo pienso lo que usted...

- ¿Qué pasa chaval? Acércate a escuchar nuestras locuras –bromeaba Nicolás a Fernando- te veo cara de pregunta, exactamente como la de Pablo cuando llegó.

- ¿Eso significa que nunca pasaron como mil años desde que naufragué? –Se preguntaba Fernando.

- Nadie lo sabe –respondía Nicolás- les confieso... a los tres meses de naufragar, quise salir, pero había algo alrededor de la isla que no lo permitía. Lástima que no haya arma de fuego... porque aquella vez yo encontré una, con sólo una bala. Al disparar, el fuego se expandió formando un remolino naranja, y la isla en el ojo de ese remolino; como si estuviéramos girando... de ahí la ocurrencia de la anciana Julia. Puede tener razón, o tal vez es lo que yo creo... que la isla es flotante como una máquina del tiempo, pero nadie que no sea elegido puede entrar para comprobarlo.

- Es como si estuviéramos en otro planeta, para que lo entiendas –Pablo explicaba a Fernando- olvídate de los tiempos.

- Utilicen sabiamente las fuentes –aconsejaba Nicolás- recuerden que según la anciana Julia, iban a llegar cuatro niños en menos de un año. Queda en sus manos.

- Muy bien amiguito –Pablo aceptaba- para tener el poder de las fosas es porque nos haremos responsables de mejorar la calidad de vida de nuestra gente en el mundo civilizado.

- Con esto, creo que puedo dormir tranquilo... y seguir jodiendo a la anciana Julia en la otra vida.

Esa noche, fallecía Nicolás y dejaba un gran espacio en la isla. Ya eran tres tumbas las que se juntaban, y ahora era tiempo para Pablo en ser el 'patriarca' de la isla. Precisamente entre la primavera y el verano de 1986 llegaban las cuatro personas del presagio, y en sí esas cuatro personas eran niños de no más de quince años y no menos de diez.

Al transcurrir los años, Pablo cada vez se sentía más feliz porque estaba formando una escuela de humanismo para utilizar las fuentes y ayudar a la gente al momento de trasladarse. Sin embargo, Pablo se trasladaba en 2 de noviembre de 1990 para ver a Abigail y a una crecida Aline de catorce años. Y era justo en esas fechas cuando se visitaban las tumbas de los muertos por celebrarlos, así que ella estaba precisamente dejando ofrenda a Pablo en su cenotafio.

- ¿Quién era este señor, mamá? –Preguntaba la adolescente.

- Era una persona muy importante para mí –le contaba Abigail- puede sonar raro lo que te voy a contar, pero a veces existen fenómenos que la misma ciencia no puede explicar; su inscripción dice que se nos adelantó en 1975... pero gracias a él, estás aquí... me salvó de vivir mi vida solitaria, y te salvó de una muerte segura hace ya trece años.

- La estás confundiendo Abigail –comentaba Pablo, obviamente sin ya ser percatado por Abigail- ha crecido tu hija... está muy bonita y muy sana.

- ¿Será posible que un fantasma me haya salvado? –Tenía dudas la joven Aline-. ¿Tengo algún propósito para estar viva?

- A tus preguntas, hija... la primera respuesta es, no precisamente un fantasma, más bien, Pablo es como si fuera nuestro ángel guardián –luego, Abigail recordaba- nunca pude olvidarme de Pablo, ni siquiera tu padre pudo reemplazar ese hueco de mi alma... y menos cuando nos dejó a las dos enfrentarnos ante muchas adversidades. Para mí, Pablo es un mártir que en vida sufrió, pero no desquitó su coraje ante nadie, sino todo lo contrario; ayudó a mucha gente a tener una segunda oportunidad de vivir... y de vivir feliz.

- Bueno, parece que ya arreglaste un poco el discurso –reía Pablo mientras se sentaba en el epitafio, obviamente invisible para Abigail y su hija- no te preocupes, Abi... tu hija sabe que le dijiste la verdad.

- Bueno, acomódame las flores debajo de la cruz, hija –decía Abigail- te espero en el coche, mientras le pagó al cuidador.

- Sí, mamá –Aline se quedaba para acomodar la ofrenda y sonreía- gracias amigo Pablo, hiciste feliz a mi mamá y me hiciste vivir.

A pesar de no ser visto, pero sí agradecido, Pablo decidía seguir su camino y su tarea; ya en siglo veintiuno, todos los náufragos que Julia había salvado, se juntaban entre convivencias, meditaciones y por supuesto, viajes a través del tiempo para utilizar sus habilidades y ayudar a quienes lo necesitaban.

Pablo simplemente envejecía hasta tener setenta y seis años de edad; Fernando era su mano derecha al coordinar a los demás elegidos en los traslados por las fosas de tiempo, que a su vez, aquellos cuatro niños, ya convertidos en adultos de entre cuarenta y cincuenta años, instruían a los jóvenes que habían naufragado en el año 2000, para mentalizarse a ser también elegidos a rescatar destinos.

En su último traslado a su tumba del mundo civilizado, de lejos miraba a una Aline ya en su etapa adulta con su marido, acompañados por una Abigail, ya en etapa senil, considerando que tenía la misma edad que Pablo; y mejor satisfacción no podía tener, porque tres jóvenes, quienes fueran una mujer y dos hombres también acompañaban a las dos mencionadas; pues eran hijos de Aline.

Estaban precisamente parados los seis agradeciendo a Pablo en el cenotafio. Y con esa vista, Pablo decidía retirarse de sus labores de ayuda para dejarle todo a sus discípulos de la isla. Con una condición física todavía estable, pero ya sin los reflejos que solía tener en su juventud, el ya anciano, se metía a aquella cabaña que había perdurado por cuarenta y cinco años; sacaba un cuaderno que había construido con hojas de palmera y con una pluma construida por él, con rama de árbol de mango y remojada en tinta de pulpo, comenzaba a escribir en aquél último recorrido, cómo vivían algunos de sus amigos en el 2020.

"Martes 24 de marzo de 2020:

¡Qué puedo yo decir de todos mis amigos y familiares que han vivido después de cuarenta y cinco años de ausencia! Mucha gente me menciona, pero otra no tanto. Tal vez ellos vivieron una vida que no me tocó vivir, pero que comúnmente viven en el mundo civilizado: Terminan sus carreras, trabajan, se casan, tienen hijos, nietos, en fin.

Mi amigo Luis ha hecho buen trabajo al cuidar a sus dos hijas y a sus cuatro nietos; es una pena que en 2018 haya fallecido Sandra por complicaciones de un cáncer en el esófago, pero mi amigo ha sabido sobrellevar la pena, y más que sufrir su pérdida, agradece que haya dejado de sufrir.

Agustín sigue visitando al Huicho con su familia. Cada que se ven, han hablado de mí... aunque a veces siguen preguntándose de mi desaparición; es obvio, un naufragio no se puede evitar, y menos puedo anticipar los hechos para aunque sea despedirme de ellos. Pero lo importante es que los perdoné y me perdonaron. Ese Agus, extraño darle sus macanazos.

Enrique y Karla: Mis queridos hermanos con quienes más me identifiqué también viven una vida de ensueño... y vamos a generalizar a los nueve que sobran. Claro que mi madre y mi padrastro murieron hace tiempo atrás; es muy difícil llegar a ciento cinco años de edad. Pero mi familia ha crecido mucho, por lo que cuento con cero hijos, pero soy recompensado con cuarenta y dos sobrinos, catorce sobrinos nietos y cuatro sobrinos bisnietos. Al menos eso es lo que me ha mostrado la fosa del tiempo.

Casi visité a todos los amigos y conocidos, desde la secundaria hasta mi trabajo: Diego, Jonathan, Alfredo, Natalia, Epifanio, César, Rodolfo, Mauricio, Abraham, Said, entre otros, y hablaría de ellos a detalle, pero sólo hice un cuaderno de dos hojas.

Daniela, Nancy y Lucía: Esas tres mujeres que quiera o no, significaron para mí, también desearía que vivan con bien. Daniela con su marido, sus dos hijas y sus seis nietos, me consuela que también esté yo en algunos de sus temas que tratan cuando conviven; sin duda alguna, en su tiempo no fui muy apreciado por ella, pero desde mi muerte civil, parece que reflexionó y me agradeció por haberle dado mi aprecio. Nancy... qué pena con ella, pero como decía Rodo, nunca cambió, siempre fue de gustos superficiales, teniendo novios tras novios apuestos, y también amantes que sufrieron un divorcio por su culpa... pero todo cae por su propio peso, y la edad se encargó de envejecerla sin darle la oportunidad de conocer un verdadero amor. Lo lamento por ella, es un corazón vagando que no pude salvar de su destino de la soledad. Y bueno, Lucía se arrepintió por no haberme intentado amar al enterarse de mi naufragio, pero siguió adelante, se reconcilió con mi familia, vive muy dichosa con Héctor y tuvo tres hijos; dos mujeres y un hombre. En este año esperan que nazca su quinto nieto.

Sin duda alguna, en esta isla no pueden caber todos los corazones solitarios del mundo, o bien, no tenemos la habilidad para rescatarlos de su destino solitario, pero me pregunto a mí mismo: ¿Estoy satisfecho, porque a pesar de no escuchar un 'te amo' en mi vida (salvo por Abigail), he logrado hacer que otros corazones sí lo escucharan? ¿O porque a pesar de no evitar mi tragedia en el avión, pude evitar una muerte de una niña que ahora tiene tres hijos? Por supuesto que estoy satisfecho... Abigail, en su momento te enamoraste de mí, pero te herí sentimentalmente, tal vez por eso pasé por muchas penitencias... pero al salvarte de un destino solitario, puedo decir que ya estamos a mano... y ahora yo te amo a mi manera.

Pablo Durán"

Fin de la historia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro