Capítulo 6. La última vida como se conoce.
Eran los comienzos del año de 1970, donde era más frecuente la comunicación entre Pablo y Lucía; y no era raro tratándose de alguien que intentaba de conquistar a la chica de sus sueños, sin importar el qué dirán. Eso porque en un pasado, Lucía había tenido aventuras sexuales con Agustín.
Un 24 de enero se organizaba una fiesta de cumpleaños para la madre de Pablo, quien en ese entonces cumpliera cincuenta y cinco años de edad. Karla y Enrique eran por obvias razones quienes organizaban una fiesta muy juvenil. Por supuesto que los amigos de Pablo no podían faltar a un evento importante... sobretodo tratándose de Luis, pues desde la infancia conocía a la familia de Pablo y qué mejor el momento para reafirmar su espacio dentro de la familia numerosa. Para ese entonces, los amigos del momento eran Luis, Agustín, Edmundo, Janet y Lucía. Tal vez ese fue el momento en que Pablo más interactuaba con Lucía mirándose mutuamente a los ojos.
- Ay, hijito –decía la madre de Pablo- créeme que me estoy divirtiendo mucho en la fiesta que me organizaron entre tú y tus hermanos.
- Bueno, ma... era necesario tener a la familia contigo.
- En quince minutos los quiero fuera de mi cocina, porque va a ser la hora de bailar el mambo que a mí siempre me ha gustado.
- Tu mamá no ha cambiado –Luis suspiraba- ese mambo siempre me persigue.
- Al igual que el balero que me regalaste. Así es compa... la numerosa familia reunida de nuevo como en los viejos tiempos... sólo que con más sobrinos qué cuidar.
- Bueno, yo no te conozco más que hace unos pocos ayeres –Agustín opinaba- pero este ambiente está chingón.
- En fin, voy al jardín. Ese Edmundo, Janeth y Lucía están con sus cigarros y no vayan a maltratar mi pasto.
- Pretextos, cabrón –reía Agustín- ándele pues, vaya a 'cuidar su pasto con Lucy'.
Pablo nunca sabría si su actitud era muy evidente cuando reaccionaba ante la presencia de Lucía, pero al menos Edmundo y Janet se percataban.
- ¿Qué pasó man? –Decía Edmundo-. Aquí hay tabacos... y si te aventuras más, tenemos cannabis.
- ¡Ni se te ocurra prender tu puta mota porque te corro a chingadazos de mi casa! Es fiesta de mi mamá, no una comuna hippie.
- Bonita la noche, Pablo –Lucía hablaba- ¿quieres verla un rato?
- Este... supongo que sí, mientras se prepara la pista para el mambo.
- Sospecho algo muy interesante en Pablo –secreteaba Janeth a Edmundo- lo voy a comprobar metiéndome a la cocina.
- Me parece buena tu idea –luego, actuaba Edmundo- sí, yo también tengo frío, te acompaño, Jan.
- No aguantan nada, ¿verdad? –Reía Pablo-. Nunca había visto una noche tan bonita... a excepción de los lugares cerca de donde vivo, claro.
- Algún día me vas a llevar a Querétaro, ¿verdad?
- Te lo prometo, Lucy... claro que es cuestión de ponerse de acuerdo. –Luego, Pablo sacaba una galleta y se la daba a Lucía en la boca-. Estas galletas las hizo Karlita como regalo para mi mamá, ¿te gustan?
- Están muy sabrosas, Pablo... yo también te daré una en la boca, a ver, di 'ah'.
Pasaban horas de la noche, acontecimientos como partir el pastel, bailar el mambo, entre otras cosas; Lucía ya se despedía para retirarse a descansar. Obviamente Pablo por ser el pretendiente la llevaba a su casa en su entonces nuevo Renault 4, y no podía faltar el mal tercio de Agustín. Al menos los amigos ya se retiraban, aunque la familia de Pablo todavía estaba en la fiesta disfrutando entre licores, pasteles, botanas y bailes.
- Tienes unas manos muy bonitas –decía Pablo mientras le tomaba una a Lucía- parecen como... de una princesa. Algún día iré al salón de belleza para que me cortes el cabello y me acaricies suavemente.
- Me estás chiveando –reía Lucía- gracias por invitarme a la fiesta de tu familia.
- Perdón si hago una escala rápida, el Agus ya no aguanta... y yo tampoco –Pablo detenía el auto- no nos vayas a ver.
- Ay, Pablito, cómo crees.
- Ya te sabes el truco –secreteaba Agustín- en cuanto la dejes en su casa, a la trompa... no se me vaya a rajar haciendo puterías.
- Vamos a ver si no me da un chingadazo.
Al llegar a la casa de Lucía, Pablo estaba listo para realizar su movimiento, pero salía el padre de Lucía con un carácter fuerte y arruinaba el momento.
- Nos vamos a ver pronto, ¿verdad princesa? –Decía Pablo.
- Así es... mi príncipe.
- ¿¡Qué horas son estas de llegar!?
- Adiós Pablo. –Lucía con un movimiento ligeramente nervioso, desviaba el rostro para simplemente despedirse con un beso en la mejilla-. Ya voy, papá.
- Su puta madre –Pablo se lamentaba- ese pinche viejo me lo arruinó.
- ¿Qué pasó? –Agustín decía-. No me digas que ya te rajaste, cabrón.
- Su padre salió emputado y ya me desvió la cara... ya será para la otra.
Al transcurrir de los días, Pablo seguía en contacto con Lucía por medio de llamadas telefónicas, postales o alguna que otra cita a la peluquería donde ella trabajaba, pero como aquél contacto que tuvieron después de la fiesta de la mamá de Pablo, ya no hubo próxima vez.
De repente Lucía se comportaba indiferente con Pablo, no respondía llamadas telefónicas de él, no respondía cartas, cancelaba citas cuando Pablo visitaba a su familia en la Ciudad de México. Y la razón era simple, pues Agustín comentaba que Lucía ya estrenaba un novio; y Pablo no entendía a Lucía, porque el chico con quien salía, en algún momento había recibido críticas de la misma Lucía, que era un idiota, que era muy chaparro, que parecía caricatura coreana, etcétera.
En esos tiempos, cabía recordar que Pablo y Agustín habían abierto un negocio de peluquería, por lo que Pablo también tenía ocupaciones que reducían tiempo para tratar de salvar la poca ya de relación que tenía con Lucía.
- Es que igual la cagaste –Agustín decía- cuando te agarra la timidez al momento de besarla, es cuando una mujer dice, 'este pendejo no rifa'.
- ¿Le has escrito cartas o la has llamado? –Luis preguntaba-. Digo, si ya tiene novio, ¿entonces pa' que chingados pierdes tu tiempo?
- Confieso que hasta ahora que me enteré de la situación, trataba de llamarla, de escribirle, pero nomás no pelaba –lamentaba Pablo- pero ya con lo que me dijiste, Agus, acabo de atar los cabos.
- Cambiando de tema –decía Agustín- pues no chato... no hay ventas, y tenemos que pagarle al pinche locatario.
- Pues yo soy quien está sacando el barco a flote, pero si se me acaba el capital ahí te las arreglas.
No todo era mal momento para Pablo; resultaba que Arturo, el novio de Karla, conseguía entradas para ver un partido de futbol, considerando que era temporada de copa mundial; los invitados: Enrique, Pablo y por obvias razones, Karla. No era común asistir a un partido de titanes, en primera fila a lado de los medios de comunicación; en donde con el pasar del tiempo, este fuera reconocido como el partido del siglo.
De hecho, ese era el primer y único momento en que Pablo asistía a un estadio de futbol, viviendo el calor y la pasión futbolera de otros aficionados. Irónicamente, a Karla no le gustaba el futbol, pero no era mala idea salir y distraerse un poco, ya que estaba confirmada una boda que se realizaría meses más tarde.
Satisfacción total al ver un resultado de cuatro a tres, a favor Italia, y después de tanto grito, tanta alegría y tanta fiesta en el estadio, Pablo y compañía escogían ir a Xochimilco para pasar una tarde-noche agradable entre comidas y cervezas.
- No soy amiga del futbol –confesaba Karla- pero fue mi mejor día en muchos años de mi vida, gracias cariño.
- No tienes que agradecerme, amor –respondía con un beso Arturo- claro que me hubiera gustado estar contigo sin malos tercios, pero tenía cuatro boletos.
- O sea que nos invitas nomás por pinche tacaño y no desperdiciar boletos –bromeaba Enrique- ya decía yo que los cuñados no terminan bien su soltería.
- Tacaño o no tacaño, ahí fuimos de gorrones, carnal.
- Ya no te enojes Quique –Karla reía mientras lo calmaba- mira, tómate una chela para que ya no te encabrones.
- Sólo así lo calmas, hermanita.
- Estamos disfrutando con tus hermanos, con quienes mejor te llevas, porque para diciembre, adiós soltería –decía Arturo- ¿quién se fleta para ser padrino de lazo y de anillos?
- Necesitamos a la madrina –aclaraba Enrique- si la consigues, yo seré de lazo.
- Pues ya qué queda, yo seré el de anillos.
- ¿Y si le dices a Lucy? –Karla proponía.
- Pone puros pretextos –Pablo respondía- y ya tiene a su novio que antes creía un 'pendejo', tan bien que iba la conversación... dile a una amiga tuya, a una prima, qué sé yo.
- Eso significa que si conseguimos a la madrina aceptan, ¿cierto? –Decía Arturo.
- Exactamente –Pablo afirmaba- todo por ver a Karlita feliz.
Música del grupo La Catrina de 1970:
El velo tan blanco como la nieve tú llevas; cambiarás de costumbres y a tus hijos esperas. El tiempo no se detendrá aunque te cueste dejarme; tu marido te espera y es mi deber alejarme. Aunque vivan felices tu llevas mi sangre; y es mi deber conocer que a quien amas sea un buen hombre.
Todo estaba listo para el mes de diciembre de 1970. Las campanas de una de las iglesias situadas en Santa María de la Ribera, eran testigos de un casamiento más en la familia de Pablo; y quién diría que la décima de los doce hermanos fuera a realizar su boda. Era precisamente la octava en casarse, por lo que todavía seguían solteros Pablo, Enrique y los dos gemelos que eran once y doce respectivamente.
Evidentemente asistían los hermanos y los primos, pero fuera de la familia sólo estaban invitados Benjamín y Luis por razones especiales... por ejemplo, el primero había contribuido en ayudar a la familia cuando Enrique y Ricardo estaban en prisión en 1968, y el segundo era por cuestiones de antigüedad en la amistad. Pablo había pensado invitar a Lucía y Janet, pero Lucía como siempre, no se cansaba de buscar cualquier pretexto para no quedar, y Janet como toda una 'amiga', cancelaba también la invitación.
Una persona más o una menos, no evitaría que la fiesta resultara ser un éxito rotundo con la música salsa a la hora de las vísperas del baile. Los padres de la novia estaban felices porque su pequeña Karla estaba viviendo la felicidad. No podía faltar el brindis, la hora del delicioso banquete y el alcohol no era novedad en una familia que era fiestera.
- Hijos de su puta madre –decía Benjamín- estos mezcales sí que me pusieron pendejo.
- Pues el novio es de Oaxaca –Pablo explicaba- aun así ya te trae entre ojos mi tía Beca, porque sacaste al maestro de la pinche salsa.
- ¿Se divierten? –Se juntaba Karla junto con su ya marido Arturo.
- Pues aquí, pinche Beny, ya se está acabando los mezcales. –Reía Enrique-. ¡Ay carnalita! Nos ganaste, espero tengas como diez hijos.
- ¿Se los damos, amor? –Bromeaba Karla.
- Y que les cambie los pañales a todos... estoy de acuerdo, bebé.
- ¿Cómo va el estreno del matrimonio? –Luis se juntaba con Pablo y compañía-. Todavía me acuerdo cuando ni dientes tenías. Felicidades a los ya esposos... ponlo en chinga con los quehaceres, Karlita.
- No le des ideas.
- ¡Ese trío de locos! –También se juntaba el primo Ricardo y abrazaba a Karla-. Primita linda, hermosa... muchos días de estos.
- Ay Ricky, me vas a hacer llorar –Karla recibía con calidez el abrazo- no vienes pedo, ¿verdad?
- A calzón quitado lo acepto... es mejor un briago querendón que un primo sobrio que te molestaba cuando éramos niños.
- Creo que ya te has vuelto querendón después de salir del bote. –Al bromear Pablo, veía a la anciana saliendo del salón-. Si me disculpan, voy al baño... por cierto, ¿en qué momento se te ocurre un salón con los pinches baños que están hasta el otro lado del jardín?
Y entonces, Pablo salía a los jardines... tal como la anciana quería, pues de no hacerlo, ésta ya hubiera desaparecido. Todavía al salir del salón de fiestas, pasando el inmenso jardín oscuro, y aún más allá de los sanitarios, había otro jardín más solitario, y era ahí donde se detenía la anciana; lógicamente Pablo se sentía perseguido y molesto.
- ¡Señora, con todo respeto! –Pablo le reclamaba-. No ha dejado de seguirme desde hace años, ¿qué quiere de mí?
- Te espera el azul del océano –la anciana Julia pronunciaba- a ti te ha elegido.
De repente, como si se tratara de un viento salido de la nada, hacía a Pablo cerrar los ojos; y al volverlos a abrir, la anciana ya no estaba presente. ¿Y qué querría decir con eso de 'el azul del océano te ha elegido'? Por el momento, Pablo no estaba prestando atención a los acertijos que Julia le daba.
Karla y Arturo eran marido y mujer, y muchas aventuras les esperaba a partir de aquél momento de celebración. Todavía habían pasado la navidad y el año nuevo en la Ciudad de México; sin embargo, a Arturo le habían ofrecido trabajo en Monterrey, y siendo un 18 de enero de 1971, Karla se preparaba para irse junto con Arturo. Este suceso era muy importante, ya que ese era el último día en que Pablo veía a Karla.
- Muchas felicidades carnalita, cuñado –Pablo decía- yo ando chambeando en Querétaro, pero me queda cerca... en cambio ustedes se van hasta el norte, bien pinche lejos.
- No te preocupes Pablito –abrazaba Karla a Pablo- siempre hay un plato en la mesa, nada más que sí vas a tener que hacer esfuerzos para visitarme. Me la he pasado chingón con ustedes.
- Ya oficialmente se separa el trío de locos –lamentaba Enrique- ojala nos des muchos sobrinos.
- Aún lejos, siempre habrá un trío de locos.
- Gracias por su confianza –Arturo hablaba- será difícil estos primeros cinco años, pero también haremos el esfuerzo por visitarlos a ustedes.
En aquél momento, Pablo sentía que toda la gente en su alrededor formaba su propia vida, y no podía quedarse estancado. Su amigo Agustín le proponía formar otro negocio en el área de maquillaje, moda y estética.
No tenía nada que ver con el profesionalismo de ambos, ya que Pablo era ingeniero y Agustín era psicólogo; pero, si de riesgos se trataba, ambos coincidían en que el éxito era saborear las mieles de la victoria, el fracaso era dolor y no intentar era peor que el mismo fracaso.
- ¿Qué onda cabrones? –saludaba Luis-. Tenía que ver con mis propios ojos eso de que iban a formar otro changarro. Creo que la pinche peluquería no les sirvió
- Chale, no le llames changarro... es un bebé, es una empresa chiquita.
- ¡Aquí y en China es un changarro! ¿No crees Pablo?
- Al chingue su madre, mientras me genere lana, todo está bien. Sigue siendo peluquería pero ya tiene más servicios.
- ¿Pero cómo le vas a hacer? Chambeas en Querétaro, recuerda que negocio de lejos es negocio de pendejos –en cierta forma Luis trataba de aconsejar a Pablo y a Agustín- pinche Agus, no le vayas a cometer fraude.
- ¡Cómo crees! A los carnales no se les hace eso.
Como inversionista del negocio, Pablo al principio luchaba por conservar el negocio... pues era muy difícil el arranque, de tal forma que Pablo apenas tenía para subsistir. No obstante, aquél negocio generaba ganancias monetarias en ciertas temporadas... al menos Pablo podía sentirse realizado porque estaba generando empleos y estaba logrando hacer funcionar una microempresa.
Conforme pasaban unos meses, tal vez la única falla era el hecho de que los trabajadores no duraban mucho tiempo, debido a que Agustín, quien fuera el socio que vigilara el negocio, imponía jornadas incómodas. En uno de aquellos días entre semana, cuando Pablo trabajaba en Querétaro, Agustín recibía a otro candidato para ser estilista; y como el mundo parecía ser tan sólo un pequeño huevecillo, a quien aceptaba era a Lucía.
Ya en fin de semana, Pablo se sorprendía cuando de nuevo el destino hacía que él y Lucía volvieran a cruzarse. Tal vez ya no era el mismo iluso de antes, pero ya con ciertas precauciones decidía volver a meter en su vida a Lucía por aquello de que algo sentimental se diera entre los dos; y por eso, más que por otra razón, Pablo daba la última palabra para que Lucía laborara.
- Muchas gracias, Pablo –decía Lucía- no sabes cómo necesitaba este trabajo.
- Bueno, quien te atrapó fue Agus, yo sólo di el visto bueno... así que prepárate porque hoy es temporada alta.
- Empieza por limpiar tu estación de trabajo –ordenaba Agustín- trata de no estropear los lugares de los maquillistas ni de los confeccionistas.
- ¿Quieres venir un momento? –Pablo atraía a Agustín en una oficina privada para socios.
- A lo mejor ya se te arma con la Lucy, cabrón.
- No mames, ¿la contrataste sólo porque soy el único de este planeta que no se la ha cogido?
- Vamos, te estoy haciendo un favor –Agustín trataba de calmarlo- esa vieja no es pa' que te enamores.
- Pendejo... si la acepté sólo fue para que trabajara, además no quiero ser uno del montón que sólo se la lleva a la cama.
- Tal vez la Lucy algún día te va a dar el culo... pero de eso a que ella te pueda amar como tal, lo dudo. Y así como eres ahora... ni el culo te va a querer dar.
- Mira Agus –decía Pablo- mejor déjame solo... no vaya a ser que las paredes oigan y ella esté enterada de esta pinche conversación.
La realidad era que había pasado tiempo de no verse entre Pablo y Lucía, así que a la hora del cierre del negocio, un muchacho de aproximadamente veintidós años de edad preguntaba por Lucía. Y de nuevo Pablo sentía que se iba con el rabo entre las piernas; y es que este muchacho, llamado Cristian, era nada menos que el novio de Lucía.
- Hola bebé –saludaba con un beso en los labios a Lucía- ¿cómo te fue?
- ¡Ay amor! –Decía Lucía-. Es el negocio de dos de mis amigos... los presento: Pablo, Agustín; él es Cristian, mi novio, tenemos un mes.
- Mucho gusto. –Entre los tres se intercambiaban los saludos.
- Ven cuando quieras, amigo Cristian –en un cuerpo que servía para camuflar los celos, Pablo ofrecía sonrientemente- de vez en cuando echamos el cotorreo en el local.
- Gracias valedor –luego, Cristian tomaba de la mano a Lucía- vámonos antes de que el tráfico nos chingue.
- ¡Adiós Pablo, Agustín!
Inmediatamente después de retirarse Lucía y Cristian, Pablo volvía a dar queja.
- ¿Y así querías que me la cogiera, pendejo? Su novio es un pinche monstruo, y ya no soy bueno para partir madres... y menos sólo por el caprichito de bajarle a la novia.
- Yo no sabía que tenía novio –hasta Agustín se sorprendía- estoy como tú, no seas culero... los mismos días que llevas de no verla, yo los tengo.
- ¡Pues ya lo sabes! Ya no me andes tentando.
Música de La Catrina de 1971:
Lo amas lo suficiente, lo que no hiciste conmigo; le muestras tu cariño efervescente, que no mostraste conmigo. Ha pasado tanto tiempo de no habernos mirado, y ahora que te encuentro, ahora es cuando me entero, cuánto lo has amado.
Una de las maneras para que Pablo pudiera desahogar la pena, era mediante la reunión con su grupo La Catrina. Siete años había cumplido el grupo de haber presentado sus canciones en algunos bares, y de haber grabado discos como hobby. Pablo conservaba cada uno de ellos, y así era como conservaba a quizás los únicos amigos que tenía.
- Pues otro disquito más para la banda –avisaba Epifanio- ¿seguro no quieren que le diga a mi papá que los publique?
- No hay necesidad de eso –Luis decía- si así la hemos pasado bien en estos siete años, mejor destapo un vinito tinto.
- Vale la pena ponernos una peda para celebrar el aniversario de La Catrina –Enrique explicaba- y luego Pablo, ¿es cierto que le dieron chamba a Lucy?
- Pues sí... al fin y al cabo tiene derecho a chambear.
- Pero Pablito anda caído –Agustín hablaba- la morra tiene galán, y se consuma otro rechazo amoroso.
- Pero no te pongas así –decía César con fin de consuelo- a esa pendeja si te la coges te puede pegar una sífilis.
- Ya no hablen de pendejadas y mejor celebremos; que al cabo a eso vinimos –cortaba el tema Rodolfo- neta que sí hubiera sido chingón ser famosos.
- Tú y tu fama, cabrón –Reclamaba Enrique- confórmate porque nos hemos divertido durante siete años.
- Y los que faltan. –Luis complementaba-. Por cierto, este vinito está bueno, ¿eh?
- Pues brindemos por La Catrina –levantaba la copa Epifanio- ¡a su salud a todos!
- A huevo, ¡salud! –Todos levantaban la copa.
Unos meses más tarde, el grupo Catrina había ido a presentarse en una fiesta de fin de semana después de algunos días sin hacerlo. Los jóvenes de la época realmente admiraban a un grupo que pese a no llamar la atención a algún representante de fama, componían e inventaban sus propias canciones. Pablo nunca se percataba que entre la multitud, estaba Lucía, Janet y por obvias razones, Cristian también.
Para Pablo era uno de sus días más dichosos, ya que al fin sentía que una actividad suya llamaba la atención a cientos de personas en aquella algarabía. Ciertamente, las canciones que presentaba en aquél mayo de 1971 eran del año, pero también presentaban canciones escritas desde hace unos años atrás; y ya que la letra era de Pablo, había algunas canciones dedicadas a Lucía, Nancy, Abigail, Estrella y Daniela: Sus cinco mujeres principales que habían marcado su vida. Terminando la presentación, mientras Pablo iba a la bodega a guardar su bajo eléctrico, se encontraba precisamente con Lucía, quien se sintiera un poco atraída por la música del grupo.
- Hola Pablito –sorprendía Lucía- tu tocada salió chingona.
- ¡Qué sorpresa Lucy! Gracias por el halago, pero entre tanta puta gente no logré verte para saludarte.
- No te preocupes, Pablo... ya nos estamos saludando.
- Muy bien –después de un silencio breve, Pablo continuaba- ¿en dónde dejaste a Cristian?
- Cris está ahora con Jan. Si quieres ahorita los llevo a mi mesa.
- Gracias Lucy –negaba discretamente Pablo- pero tenemos otras tres fiestitas que animar.
- Oye –Lucía decía con una voz un poco temblorosa- la letra de las canciones son tuyas, ¿verdad?
- En su mayoría, siempre somos Huicho y yo, y una que otra lo compone Agus, ¿por qué?
- Pablo... me hubiera gustado que me compusieras una de tus canciones.
- A mí también... pero pinche Cris se me enoja y qué hago –Pablo decía de una manera satírica- si quieres le puedes decir que me escriba su poema y ya la transformamos en canción.
Lucía nunca se percataba de la actitud de Pablo, era más frío su comportamiento; pareciera que era ahora él quien atacaba con la indiferencia; pero también Pablo no podía engañarse a sí mismo, pues la ceniza que tenía en su corazón por ella había vuelto a avivar la llama del enamoramiento, y más cuando la tenía como su empleada. De cualquier forma, Pablo era muy disciplinado en cuanto a negocios y tenía en mente de la prohibición de amor entre patrón y trabajadora.
Se contaban los días, y Pablo nunca dejaba de ver aquella rutina de su negocio, donde a la hora del cierre Cristian recogiera a Lucía mientras se besaban delante de él; pero en un sábado por la noche, cuando Pablo se quería dar el lujo de comer en un restaurante de categoría por generar buena ganancia, no podía evitar atestiguar una pelea entre la pareja. Lógicamente para no tener que ser tachado como espía o un simple chismoso, se ocultaba discretamente y trataba de evitarlos, pero no tenía una salida fácil, por lo que tenía que aguantar la discusión.
- ¡Yo no sé qué pinches celos te están agarrando, pero no andaba de perro con Janet!
- ¿Entonces piensas que nací ayer? –Decía Lucía-. Yo te vi cómo la sentabas en las piernas... ¡y niégamelo, cabroncito!
- ¡Sólo fue de a cuates! –Justificaba Cristian- ¡Qué pendejada que te enojes así! No me conoces.
- ¿Es una amenaza? –Preguntaba Lucía para dar la espalda a Cristian y tratar de dejarlo-. Qué pena contigo, poco hombre.
- ¡Espera, y escúchame! –Jalaba Cristian a Lucía-. Así que no tengo derecho a cotorrear con Janet, pero tú sí andas aflojando con tu patroncito Pablito, ¿crees que soy pendejo?
- No estoy aflojando y ni me interesa Pablo, pero pienso que él es más hombre que tú porque no anda con esas mamadas de ligarse a la mejor amiga de la novia.
Después de alejarse la pareja, Pablo se recargaba en la pared y tenía claro lo que había escuchado; Lucía no estaba enamorada de él, ¿pero por qué había tantas insinuaciones ocultas en ella? Como aquél momento en que le dijera su deseo por tener una canción dedicada a ella por parte de Pablo.
En la segunda mitad de 1971, Pablo últimamente no frecuentaba al negocio; después de lo que había vivido de la represión estudiantil de 1968, le informaban que en ese entonces estaban reprimiendo otra vez en el famoso jueves de Corpus Cristi; y por su seguridad lo mejor era permanecer lejos de la capital. Además, la carga de trabajo en la empresa donde trabajaba era de alta demanda para ese momento.
Luego de cuatro meses de ausentarse, regresaba al negocio para seguir cuidando de sus ganancias para darse cuenta que Lucía ya le había renunciado a Agustín, porque se había ido con Cristian a trabajar para un bar.
- ¿Realmente se fue? –Preguntaba.
- Valedor, de por sí la hija de la chingada estaba faltando mucho. Me estaba generando puras putas broncas.
- Me hubieras consultado para al menos aceptarle su renuncia. La última vez que la vi, el novio casi la madrea... y ahora resulta, ¿no?
- Pinche Pablo –decía Agustín con un suspiro- la neta no sé cómo puedes fijarte en una vieja así. No te valora, Pablo... no te valora.
- Nunca fijé esperanzas con ella. En fin, ¿es cierto que otra vez andaban tras estudiantes?
- ¡Y no sabes cómo! Se puso culero a dos cuadras de aquí, por el colegio Normal –decía Agustín- la verdad qué bueno que no viniste todo este tiempo porque entraron y nos hicieron un desmadre en el negocio. Me mataron a dos clientes por ser estudiantes y clausuré una semana entera hasta que se bajara el pinche desmadre.
- Como hace tres años, le costó la vida a nuestra querida Rosalía. Estos gobiernos de hoy en día, si no les haces reverencia te parten tu madre... tal vez eso explique el por qué no gané mucho en estos días, y luego que la Lucy se va de masoquista con el puto ese de Cristian, ¿pero seguro que ya todo está en orden?
- Sí, el movimiento no duró tanto como hace tres años... pero estuvo creo igual de cabrón que lo ocurrido en Tlatelolco.
- Ni hablar, lo único que queda es echarle huevos, quiero vivir de este negocio.
La llegada del año de 1972 iniciaba con buenas noticias: Enrique, hermano de Pablo, estaba saliendo con una chica llamada Elisa; y se puede decir que era una noticia buena y sorpresiva a la vez. A contraste de Pablo, Enrique se daba el lujo de tener y cambiar de novias, pero en esta ocasión ya había entregado un anillo de compromiso.
Pablo sentía alegría, pero a la vez admitía sentir envidia por su familia porque ya cada quien hacía su propia vida; y como esta misma vida lo veía venir, Pablo era el único de los doce hermanos que no encontraba el amor... bueno, si consideramos a los dos gemelos menores, quienes en ese entonces tenían dieciocho años, ellos no estaban casados, pero tenían pareja e incluso compartían hogar mientras estudiaban la universidad, con la promesa de un matrimonio después de terminarla. Y en cuanto al progreso personal, distaba del éxito, pues su negocio no iba como él esperaba.
- Les tengo una buena noticia –Enrique anunciaba a Pablo, a su madre y a su padrastro- le acabo de proponer matrimonio a Elisa.
- Muchas felicidades, hijo –se alegraba la madre- ¿ya tienen la fecha?
- Será el 13 de mayo –respondía con alegría Elisa- y ya estoy emocionada.
- Así es madre, esa es la buena; pero el seis de mayo nos casaremos por el registro civil.
- ¿Y tú Pablo? –Decía el padrastro en tono de broma-. Nunca te hemos conocido una novia... a ver si no me sales puto.
- Siempre hay un tío solterón en la familia... pero no un puto –se notaba que Pablo se ofendía con la broma- muchas felicidades Quique, felicidades Elisa.
- Tú eres el principal invitado –luego, Enrique susurraba a Pablo- papá no quiso ser ofensivo, lo que pasa es que ya está bien pedo y su bromas son... tú sabes, ¿no?
- Quique te quería para padrino –lamentaba Elisa- pero, ya viste cómo es la iglesia... tienes que estar casado para todo.
- Usted no se preocupe, cuñada –Pablo ofrecía- lo que requieran, aquí pueden contar conmigo.
Música del grupo La Catrina de 1972:
El cielo concede a mis cercanos la bendición que me ha arrebatado; han encontrado el amor mientras yo caigo derrotado. Soy una persona invisible a las buenas causas; se van con su felicidad entre otras cosas. Ahora resulta que el mártir sacrifica su vida y su amor, para que otros gocen mientras este vive en su dolor. Cada quien con su amor, cada quien con su vida; yo me quedo en el olvido, a morir solo, entre mi oscuridad y mi soledad.
No era descabellado que en el grupo La Catrina, cada uno de los integrantes; comenzaran a conocer a sus amores. Dos meses antes, Agustín sorprendía a todos al decir que se había casado porque su pareja esperaba mellizos... Luis estaba en planes de contraer matrimonio, mismo que hacían Epifanio, César y Rodolfo. Para Pablo era ya una incomodidad tener que convivir con todos, pues se sentía de sobra al observar que era el único en no encontrar el amor. Tal vez por eso había escrito la canción desolada y aun así, nadie del grupo notaba que se había compuesto a sí mismo.
Nombrando a las respectivas parejas: Dolores era la ya esposa de Agustín, Sandra era prometida de Luis, Matilde era prometida de Epifanio, Lorenza era de César, Diana era de Rodolfo... y Pablo, simplemente no tenía a nadie; y a pesar de todo, se aferraba a sus amistades.
- Muchas felicidades, eres un chingón –Luis le decía a Agustín- y como puedes ver, yo ya también estoy en pláticas para casarme. ¿No es así Sandy?
- ¡Ay sí! Planeamos hacerlo en junio.
- ¡Que no empalme con la nuestra porque también planeamos ese mes! –Argumentaba alegremente Matilde- quien quite y la hacemos en conjunto.
- Ah chinga –decía Epifanio- no vamos a compartir el protagonismo.
- Nah, es broma cabrón –reía Luis- eso sí, me preocupa que si la luna de miel es larga, no me pueda presentar.
- ¿Y por qué entonces no nos invitó usted a su boda? –Reclamaba en forma de broma Sandra.
- Fue tan de repente –lamentaba Agustín- van a nacer mis hijos en seis meses... ni siquiera hubo fiesta. Fue registro, boda por iglesia y cada quién a chingar a su madre.
- Bueno –contaba Dolores- al ser un embarazo de alto riesgo, decidimos tomar ciertos atajos... pero no se preocupen, a los bautizos sí estarán invitados.
Pablo sólo se quedaba callado y fingiendo una sonrisa, mientras se iba a la cocina para evitar tantos amores empalagosos, sólo para encontrarse con César y Rodolfo con sus respectivas parejas.
- Híjole, mi Lore –lamentaba César- nuestra vida va a cambiar y tendré que salirme de la agrupación.
- Mi vida, me gusta tanto cómo tocas música... no los abandones.
- Sí, cabrón, no te pases de verga –reclamaba en tono de broma Rodolfo- no nos abandones.
- ¡Pero sigamos jugando el dominó! –Diana al parecer gustaba de juegos de mesa-. El que pierda paga la comida en cualquiera de nuestras bodas.
- ¡Pablito! –César le llamaba-. ¿Quieres venir compa?
- Sólo voy por un poco de cognac.
- Pues ya que estás ahí, sírvenos por fa.
Realmente se sentía incómodo Pablo al estar rodeado de parejas. Los únicos que faltaban eran Enrique y Elisa, porque estaban preparando lo referente a la boda, entre vestido, pláticas nupciales y otras cosas. Después de servir las bebidas, Pablo decidía salir al jardín a despejar su mente mientras su mano temblaba al no aguantar tantos temas de amor, futuro, hijos, y un largo etcétera.
- Sí, claro... al fin y al cabo este es mi puto destino. Quique se casa, Agustín ya hasta mellizos espera, ¡todos ya tienen un futuro planificado y yo de pendejo y jodido me he quedado atrás! ¡Hasta mis padres piensan que primero me hago puto antes de encontrar siquiera a una mujer que me ame! –Se reprochaba Pablo, aventando su copa ya vacía y luego se calmaba para lamentar su mal momento-. No les deseo mal, pero temo que al hacer sus vidas, yo me vaya a quedar completamente solo. Soy un mal tercio de cinco parejas... a lo mejor esto es lo que me advirtió aquella anciana cabrona cuando me dijo que dizque me espera el mar y no sé qué pendejadas más.
Por fin llegaba el día de la boda aquél 13 de mayo de 1972. Nadie podría ser más feliz que Enrique a lado de Elisa. No todos los once hermanos del festejado asistían a la celebración, pero sí en su mayoría. Y aunque Karla aparentemente no había podido asistir por cuestiones de trabajo, había enviado por medio de paquetería los presentes para los recién casados.
Luis y Agustín se sentían agradecidos al ser considerados como parte de la familia, además de hacer lo mismo con sus respectivas parejas. Pablo seguía suspirando por observar que todos, absolutamente todos sus amigos estaban en la transición de una nueva etapa, por lo que detrás de una sonrisa, estaba el temor a ser relegado.
- Y después va la mía, ¿eh? –Decía Luis-. Híjole, Pablo... tenemos que hacer lo posible para conseguirte a alguien, porque te nos quedas.
- No hay mucha prisa con eso –respondía Pablo- además, dicen las lenguas que en toda familia siempre hay un cabrón que se queda como tío solterón.
- De todas formas, ahora que salgan los esposos, les vamos a dar las gracias.
- Lástima que Pifas, César y Rodo no hayan podido venir –lamentaba Agustín- es que todo pinta que este año está lleno de bodas.
- Por cierto –Pablo cambiaba el tema y se dirigía a Dolores- ¿cómo van esos mellizos?
- Nacen en octubre... van a ser parejita.
- ¡Qué lindo! –Sonreía Sandra- si mi Huicho se anima y me hace hijos, quisiera que fueran buenos amigos.
- Entonces ya lo sabes Pablito –Luis decía a modo de broma- te damos un año para que consigas a tu mujer, o te rifamos... cabrón, sólo faltas tú, y mientras tus valedores se van a cambiar de pañales, tú te vas de pachanga... no, no se vale.
- Pues ya veremos.
Los aplausos comenzaban por parte de los invitados al salir los recién casados a proponer brindis, y posteriormente empezaba el clásico vals donde bailaban los novios y posteriormente bailaban los respectivos padres de los novios, para después intercambiar el baile la novia con su padre y el novio con su madre.
La fiesta pintaba colorida, entre banquetes atractivos, bailes de la época, y por supuesto, una fiesta muy bien elaborada para una boda. Pablo de cierta manera olvidaba un poco ser el único que no tuviera la suerte del amor, y procuraba divertirse; pues un ser querido estaba en las vísperas de su felicidad y por el momento era lo más importante en su vida. Pero también por parte de su trabajo, debía salir de viaje; por lo que debía irse temprano.
- Esta es tu noche bro –Pablo felicitaba a Enrique- sí te conté que tengo una comisión en Chiapas y el vuelo es a las ocho de la mañana, ¿verdad?
- ¿Cómo? ¿Ya te vas cabrón?
- Mira que hice lo posible para no perderme la pachanga... además el vuelo es a las ocho, pero la anticipación, pues tú sabes, como dos horas antes en el aeropuerto. Es un milagro que esté aquí hasta esta hora.
- Ni hablar. –Luego, Enrique se juntaba con Elisa-. Querida... el alma de la fiesta ya se nos va, tiene que estar en el aeropuerto a las seis de la mañana.
- Nos hiciste un gran honor en venir –agradecía la esposa- y como dice tu hermano, es un milagro... sólo tienes cinco horas para dormir.
- Ahí me cuentan cómo salió todo. Sean felices y háganme el favor de no hacerme tío tan pronto... que con varios de mis carnales, ya tengo un chingo de sobrinos con quiénes lidiar.
- Abrígate carnal porque hace un frío cabrón y está lloviendo –sonreía Enrique- y con respecto al amor... ya te rifaremos, como dice tu cuate Huicho.
Veinte minutos que hubiese esperado Pablo y vería después de mucho tiempo a Karla, quien al final de todo sí alcanzaba a llegar a la boda de Enrique. Obviamente acompañado de su esposo Arturo y una hija de apenas tres meses llamada Eileén.
- ¡Qué milagrazo hermanita! –Enrique abrazaba a Karla-. Ya te perdiste el vals, la hora del almuerzo... llegas a la una de la madrugada, lo cual es una odisea.
- Gracias a Dios logramos terminar los pendientes... y también necesitaba conocer a mi querida cuñada.
- ¿Tú eres la tercera loca del clan que dice Quique? –Bromeaba Elisa.
- O mejor dicho... ya no es tan necesario, ya tan rápido y ve como me trata tu esposa.
- ¡Extrañaba tus pinches bromas! Pero sí –decía Enrique- ya te conoce como la tercera loca... ¿o no te acuerdas de nuestros viejos tiempos como trío de locos?
- De hecho tu esposa concuerda conmigo –bromeaba Arturo- tenía planeado bautizar su grupo así en el momento en que conocí a Karlita.
- Quiero presentarles a mi bebé –Karla sonreía- su nombre es Eileén.
- Tan guapa como la madre –halagaba Elisa- nos estamos tardando, cariño.
- Pinche Pablo, nos dijo que nos tardemos.
- Por cierto, parece que Pablo no vino –Karla notaba la ausencia de Pablo- ¿me perdí de algún disgusto o algo entre ustedes?
- Pablo se fue justo hace unos veinte minutos –lamentaba Enrique- eso le pasa por ser ingeniero. Su vuelo es a las ocho de la mañana... en domingo.
- No lo topamos –decía Arturo- luego lo visitaremos... creo que vive en Querétaro, ¿no?
- Lo importante es que logró divertirse –se resignaba Karla- nosotros que vivimos hasta el norte... es una desventaja. Ahí me le mandas abrazos.
En efecto, Pablo tenía muchas ocupaciones, que ya había anticipado varias celebraciones en duda de asistir. Después de todo, su trabajo era de disponibilidad absoluta, a pesar de tener muy buen sueldo como incentivo. El año de 1972 había sido el parte-aguas de una vida cambiante para Pablo, ya que sus amigos de edad se iban de uno en uno a seguir sus caminos de la felicidad. Pues para Pablo, a pesar de tener muchos 'cuates', sus verdaderos amigos eran precisamente con quienes formaran el grupo La Catrina.
Y así en orden cronológico abandonaban sus tiempos de soltería, y Pablo como un buen amigo, asistía a cada una de las bodas. Salvo la boda a escondidas de Agustín, ya Pablo había asistido a la boda de su hermano en 13 de mayo, asistiría a la boda adelantada de su amigo Luis el 27 de mayo, luego, hasta el 24 de junio se llevaba a cabo la boda de César, y sólo una semana después se casaba Epifanio. Por último, hasta el 15 de julio se casaba Rodolfo... y era así como simplemente Pablo aseguraba que todos tenían un alma gemela, pero él simplemente era especial porque no tenía una. ¡Qué deprimente! Observar que todos los de una generación hacían sus vidas, sus futuros, sus familias, y él por más que intentaba encontrar al amor ideal, no podía. No podía ni encontrar al amor porque la respuesta siempre era un no, un 'ya tengo novio', un 'no puedo'; no podía hacer su vida ni su futuro, porque Agustín exigía dinero para alimentar un negocio que no iba muy bien, y Pablo como inversionista, no veía inversión sino un gasto y ya estaba en deudas con medio mundo. Es así como a finales de julio, Pablo tenía una amarga reunión con Agustín, pero quedaban en buenos términos.
- Agus... has sido muy buen amigo pero un pésimo socio –Pablo era demasiado sincero- la noticia que tengo que decirte es la siguiente: Hoy renuncio al negocio, porque la neta ando bien jodido y las deudas me están tragando como no tienes idea.
- ¿Has pensado en la liquidación de los empleados? –Preguntaba Agustín.
- No te estoy diciendo que cierres la peluquería, o tienda de maquillaje y moda. Si tú crees que puedes levantarla, adelante... pero ya comió de mi sangre y cuando debería tener por lo menos el milloncito, tengo setenta mil... pero que debo a medio mundo; y lo lamento, pero al menos para mí, este negocio es un cáncer para mi economía. Y de todas formas, no hay un nombre mío firmado ante notario; pues soy un socio fantasma.
- Pues ya ni modo –admitía Agustín- si andas chingado, lo entiendo. Gracias por tu confianza de todas maneras; y gracias por desear que esto salga adelante... así que cabrón, si quieres volver a este changarro, aquí estaré.
- Bueno, con respecto a la banda... también sé que tienen ocupaciones, y creo que será necesario separarla.
- Eso sí no me gusta –reclamaba Agustín y notaba a Pablo angustiado- porque La Catrina será inmortal contigo o sin ti, conmigo, o sin mí, con Huicho, o sin él... no te vas a deshacer de los amigos tan fácilmente, porque yo sé que te duele que todos estemos casados menos tú. Ninguna mujer en 1972 busca príncipes azules, una cosa es ser bueno y otra cosa es ser pendejo... tienes que sacar un poco de ese macho alfa que hay en los humanos.
- De acuerdo Agus –Pablo lagrimeaba y comprendía- temo que perdí el control emocional, pero trataré de hallar la fórmula para ser feliz sin necesidad de buscar faldas. Cuando se pueda seguiré tocando en La Catrina.
- Nuevamente gracias por confiar, si estás en el suelo... yo mismo me encargo de levantarte, todos los de La catrina te vamos a levantar.
Y así fue como los días de emprendedor de Pablo llegaban a su fin. Agustín tenía una vida de ensueño en su matrimonio con Dolores, así como el resto de sus amigos... y ya que Pablo era comprensible cuando le aconsejaban, al rendirse ante el amor y saber que sus antiguos amigos ya tenían ocupaciones que lo dejaban en segundo plano, decidía rehacerse de amistades con gente cercana en su trabajo.
Obviamente sus nuevos amigos eran más jóvenes. Sus nombres eran Mauricio, Said y Abraham, y eran amigos del trabajo que aún tenían vida soltera, lo suficiente para que Pablo pudiera encajar en el círculo. ¿Qué se podía decir de ellos? Apenas tenían la edad de Karla aproximadamente; Pablo se sentía como si estuviera en el mítico país de nunca jamás, ya que podrían pasar generaciones y él seguiría viviendo su vida juvenil con otros amigos cada vez más jóvenes.
- Salud por ser cumpleaños del nuevo miembro –decía Abraham- pinche Pablo, eres como nuestro papá, cabrón.
- Sólo cumplí veintinueve años, en fin... no te nos empedes porque es domingo y mañana tenemos mucha chamba.
- Te voy a hacer una pregunta sin ofender –Mauricio complementaba- te noto muy contento de repente... hasta hace unos días te veías, no sé, apático, triste.
- Hay que darle la vuelta a la página. Toda mi generación encontró su felicidad, a su alma gemela, mientras que a mí me dio el destino puro pito... yo ya me veo como un extra en sus vidas, y por eso decidí buscar algo más; no sé, amigos que no me consideren como segunda opción.
- Y estás en el lugar indicado –suspiraba Abraham- ¿sabes? Desde que tengo memoria, yo no he tenido novia. No quiere decir que nunca haya besado bocas o tenido sexo, para eso son los juegos prohibidos o los burdeles, pero nadie en mi vida feliz me ha dicho 'te amo', y no siento necesidad de que me lo digan.
- Yo nunca he tenido novia –Said también contaba sus experiencias- bueno, es que nunca he encajado biológicamente para amar a una mujer.
- Sumario de todo esto –Mauricio complementaba- Said es puto.
- ¡Ah! Voy a creer eso. El súper fortachón de la planta es...
- No, Pablo... es en serio –respondía Said- Mau tiene razón, soy homosexual, tengo un novio que vive en Santa Rosa Jáuregui.
- Y acá tu servidor –decía Mauricio- ya no puedo confiar en las viejas culeras después de que me dejaron en el altar haciendo el ridículo hace cuatro meses.
- Fue muy tocado ese tema en abril... pero no suponía que fueras tú. En fin, brindemos por el club de los perdedores. –Pablo levantaba su cerveza.
- Por cierto –recalcaba Abraham- dicen las lenguas que al jubilarse el gerente de planta, pronto entrará otro.
- Ya ves cómo es la cosa –se quejaba Said- en este pinche país lejos de dar oportunidades al talento joven contratan a un compadre o familiar desde afuera... no saben picar piedra.
El mundo parecía ser muy chico, pues quién diría que el gerente de planta del trabajo que ejercía Pablo fuera nada menos que Edmundo. Entonces Said le atinaba a lo que intuía, porque casi siempre era imposible que un jovencito de veinticinco años tuviera un cargo tan importante; así que esto se resumía como un 'pum', pues el dueño de la empresa era nada menos que su padre.
Había que aplaudir que Edmundo fuera un buen profesionista, no había que quitarle méritos, pero la inquietud era el hecho de no haber comenzado desde cero a ejercer su profesión, y por lo tanto parecía que las broncas laborales lo iban a devorar.
- ¿Qué pasó Pablo? –Decía Edmundo después de salir de una reunión de presentación-. La vez que te felicité por tu trabajo nunca pensé había sido para que trabajaras aquí.
- Oh, sí... el mundo es una pequeña bola de cristal. Mis compañeros andan un poco decepcionados porque piensan que tu puesto fue regalado.
- Bueno, no es como si yo quisiera que me pusieran el camino fácil. A mi papá le costó treinta años levantar este changarro y no le puedo fallar.
- Pues como tu viejo amigo y ya ahora subordinado –Pablo decía entre sarcasmo y broma- bienvenido sea jefecito. Cuénteme de su vida soltera.
- Me casé hace un año exactamente.
- ¡Chinga tu madre!
- ¿Qué respuesta es ésta compa? Por lo que veo ya todos se subieron al tren del amor menos alguien aquí presente.
- Pues, ¿qué te digo? Ya mejor me enfoco en otras cosas más importantes.
- ¡Esa es la actitud, cabrón! –Continuaba Edmundo-. Veo que te llevas bien con Mauricio, Said y Abraham... les tengo un proyecto jugoso. De ahí sacarán un buen reparto de utilidades y les aumentaré el salario un veinte por ciento; pero eso sí, será un trabajo donde tengan que venir de dos de la tarde a diez de la noche, de lunes a domingo con descanso en miércoles. ¿Le entras?
- Yo como ya no tengo nada que socializar le entro, pero el resto ahí sí quién sabe. Pues a ver, échale –escuchaba Pablo- me gustaría saber cuál es la misión.
- Estamos produciendo tableros de aviones militares con última tecnología y necesitamos ingenieros de prueba para evaluar los funcionamientos de estos tableros. Posteriormente vamos a producir tarjetas para módulos espaciales, recuerda que el futuro es ahora y pronto tendremos que superar a esta tecnología analógica.
- Ya platicaré con ellos.
Pablo y sus nuevos amigos vivían aventuras que antes no imaginaban, viajando por varias partes del país para trabajar en aeropuertos militares. Nunca creía que pudiera pilotear un avión mientras trabajaba probando los tableros instalados... y con respecto a sus amigos, la diversión era algo que no siempre se daba a una magnitud tan grande. Era en ese momento cuando Pablo se reencontraba a sí mismo, y mediante varias reflexiones, se daba cuenta de que en realidad siempre había estado para la libertad.
¿Qué necesidad había de disgustarse por no conseguir a un alma que le dijera cuánto lo amaba? ¿Cuál era el punto de seguir a la sociedad como si fueran borregos en la tradición estudio-trabajo-familia? Y vaya que en los años de 1970 la costumbre era el matrimonio, y rara vez la gente decidía no tener compromisos maritales.
- ¡Qué chingón se ve el paisaje desde aquí! –Admiraba Mauricio-. Y estamos volando en una avioneta de paracaidismo.
- Nomás no te nos vayas a aventar –decía Said- el objetivo es probar los tableros.
- Así sí me chingo los fines de semana chambeando –Pablo se convencía- nunca sentí tanta libertad.
- Me pregunto si el jefe se dará cuenta si salto aunque sea una vez –insistía Mauricio- ya les había contado que el paracaidismo es mi hobby.
- Será para la otra, campeón –argumentaba Abraham- con el pinche vértigo que tengo, ni madres salto de aquí.
- No toda la puta chamba tiene que ser detrás de un escritorio –decía Edmundo, quien acompañaba a sus trabajadores- su apático gerente anterior de seguro no les dejaba salir ni a la esquina. Pero nunca supo que la ingeniería es vivirla... es ciencia pura. ¡¡Agarren cada uno su chaleco, pues las comisiones no sólo son para chambear!!
Otra gran experiencia de Pablo era que por primera vez experimentaba un salto en paracaídas a más de mil metros de altura. Pese a seguir pensando en una intermitente Lucía que de pronto le escribía y de pronto no, sabía ocultarla mientras se divertía. Era no pensar en el futuro, no olvidar el pasado y vivir el presente. Algo que Pablo había propuesto en el año nuevo de 1971.
Tal vez los jóvenes amigos que tenía, no eran tan sabios como para aconsejar a Pablo de todas sus desgracias amorosas o fracasos como empresario, pero la manera de solucionar toda clase de contratiempo era a través de la diversión. Pablo se sentía rejuvenecido, lleno de energía y valentía... y de cualquier forma le hubiera gustado que sus amigos de antaño como Agustín y Luis lo acompañaran en aquél gran salto que en cierta manera aliviaba la depresión del que padecía.
Su vida ya era ese nuevo proyecto de los tableros electrónicos, y un sinfín de actividades que lo hacían sentir útil. Por una parte eran los aviones, por otra parte eran los barcos e incluso, para dispositivos espaciales rusos. Total que un año transcurría entre viajes, vuelos, inmersiones marítimas, visitas a plantas espaciales, un verdadero trabajo de profesionistas.
- Ya reporté al director el éxito de este proyecto –decía Edmundo en una reunión de trabajo- los tableros se están exportando como pan caliente. Esto fue lo que me escribió el director de ingeniería: Hoy siendo miércoles 18 de julio de 1973 se inaugura el Laboratorio de Pruebas de la empresa y bla bla bla, conocen el choro.
- Tenemos nuestro propio departamentito –se emocionaba Said- a toda madre... nos tocó un gerente chingón.
- Su sueldo a partir del 31 de julio ya será el veinte por ciento más. Te lo dejo Pablo, serías el encargado de este pequeño departamentito, nomás no te pases de pendejo y no los esclavices.
- No es como si quisiera que me vieran como el jefe –agradecía Pablo- de todas formas haremos un gran equipo.
- A huevo Pablo –aclamaba Abraham- eres el viejo lobo de mar aquí... ya seguiremos tu ejemplo.
- Bueno, pues ya pueden venir con el horario habitual de lunes a viernes... la molestia que causé con la fijación del horario era para desarrollar el proyecto, y todo salió como se planeó. Me retiro, disfruten su nueva área de trabajo; eso sí, empiecen con la solicitud de pedido para llenarlo de equipos de prueba.
- Ni una molestia fue esto –agradecía Mauricio- saltar en paracaídas, explorar el fondo del mar, visitar a los gringos en una planta que le surte a la NASA... eso no es para nada molestia, todo esto para una simple tarea: Probar los tableros.
- Ya vendrán más proyectos, vaquero –Pablo sonreía- conozco a Edmundo desde hace mucho tiempo, y es apasionado a su chamba, a pesar de ser hijo del mero chingón de la empresa.
Música del grupo La Catrina de 1973:
Respiro la libertad desde las nubes, mientras la caída libre me emociona y quita mis preocupaciones... siento la paz dentro de una burbuja en el fondo del océano y recuerdo que esta burbuja que me encierra en realidad me conduce a otra libertad. Vivo el presente, recuerdo el pasado y no pienso en el futuro, ahora es la vida, mientras no esté ausente, el futuro ya dirá si en la fiesta estoy o no presente.
Después de tener un año de no verse, Pablo volvía a visitar a sus viejos amigos; sobre todo a Agustín y a Luis, pues se trataba del bautizo de los mellizos de Agustín, quienes fueran un niño y una niña respectivamente. Se había invitado a los amigos que conformaban la banda de La Catrina, pero después de la grabación de hobby, cada uno tenía sus propios compromisos; pues cabe recordar que a excepción de Pablo, ya todos estaban casados.
Agustín ya dejaba de jugar al empresario para convertirse en un psicólogo de renombre, y tan bien le había ido, que fundaba su propio consultorio; sumando a esto, su costumbre de ser ahorrativo, había comprado un terreno en Tepotzotlán y de ahí había construido su casa, a unas cuadras de donde vivía Luis, y donde precisamente estaba el evento. Era un sábado soleado de octubre de 1973, perfecto día para cocinar carnes en el asador del jardín; y para finalizar, estando Pablo de visita, no podía faltar su hermano Enrique con su respectiva esposa.
- Te rifaste chingón con las costillas –saboreaba Enrique- amor, tenemos que comprar este asador y armar unas carnes para cuando nos animemos a tener niños.
- Pues ahorra, porque ya no tardo en pedirte niños. –Bromeaba Elisa.
- Aquí salen las cebollitas –ofrecía Agustín mientras cargaba en una sofisticada cangurera a sus dos mellizos- antes de que estos glotones se los coman.
- Dame una. –Enrique no dejaba de comer.
- Pinche Quique, vas a engordar más de lo que ya estás –Luis decía a modo de broma- contrólalo Liz o te va a aplastar al momento del chaca chaca.
- ¡Luis, te estoy oyendo! –Sandra respondía.
- Yo estoy gordo, pero no ando latigueado.
- ¿No? Si no te vieran en la casa –reía Elisa- sobre todo cuando me encabrono.
- Uy, hermano... yo que tú me quedaba callado. Debo de agradecer en algo ser solterón.
- Aquí hay cervezas también –Dolores invitaba las bebidas en una hielera- no le den a Quique porque ya anda 'muy feliz'.
- Me extraña –decía Pablo con Sarcasmo- siempre he dicho que si te empedas en un bautizo, ya eres alcohólico.
Después del bautizo y la navidad, en enero de 1974 Pablo y Luis eran invitados a una reunión de ex alumnos de la secundaria. De treinta y tantos que cursaban la secundaria en ese entonces, habría que enfocarse sólo a los cercanos de Pablo. Un reencuentro con Antonio, Daniela, Tadeo, Sabrina y Lisbeth. Al menos Pablo no tenía que sentirse mal tercio con sus amigos, porque dicha reunión, sólo era de la generación, sin nadie más incluido.
- No mames, ya cuántos kilos sin verte –Luis saludaba a Tadeo- eso sí, la pinche jeta no ha cambiado.
- Es neta lo que dicen de los casados... las pinches esposas nos engordan como marranos, pero si tú, pinche Huicho, no estás muy delgado que digamos. ¿Y tú qué tranza Pablo? ¿Ya no nos vas a saludar de manita?
- Te voy a saludar pero a putazos –a modo de broma, Pablo lanzaba un ligero rodillazo en los glúteos- pa' que vea que ya no soy el pendejito de la secu.
- Párenle a su desmadre o nos cancelan la fiesta –Sabrina llegaba a saludar junto con Daniela- ¿cómo están todos?
- Un motivo para olvidar a Lucy –secreteaba Luis a Pablo- la lucha por Daniela, segunda parte.
- ¿Qué crees que estoy pinche sorda o qué? –Respondía Daniela-. Sin ofender, Pablo.
- No te preocupes Danita, esas cosas son de un pasado muy remoto –Pablo decía de un modo simpático- veinte chamacas me ayudaron.
- No sea usted celoso –Lisbeth decía en tono de broma- algo debes de recordar de ella.
- Nos vamos a sentar en esa mesa –informaba Tadeo- en lo que terminan de recorrer y saludar a toda la banda.
- ¿Qué onda? –Saludaba Antonio-. Yo pensé que no iban a venir... como aquella vez en Yautepec.
- Todavía te acuerdas, cabrón –Luis respondía- yo andaba de vacaciones y a Pablo ni lo invitaron.
- Ya ves que yo en ese entonces era la puta oveja negra.
- Se la perdieron esa vez; por cierto, me acuerdo en ese momento en el parque turístico que había dos pendejos con gafas y con pinches chamarras ridículas en pleno calor.
- Era la gripe. –Pablo insinuaba.
- ¿Y tú qué sabes?
- Ya me ha pasado también –Pablo arreglaba la conversación para no ser descubierto- allá está la banda, yo voy a seguir saludando a los demás.
- ¡Te vamos a pedir unos tequilas, de los que te gustan Pablo!
- Vale, Huicho.
Pablo continuaba saludando a su generación, y de forma inesperada se encontraba con Sandro, Alan y Diego.
- ¿Qué nos trajo el pajarito dorado? –Decía Alan.
- Sí, ya lo veo –Pablo decía en un tono a la defensiva- ya no soy el pendejo de antes, cabrón.
- No mames, pinche Pablo, ya estamos huevones como para andar chingue y chingue.
- Relájate, hombre –Sandro ofrecía una copa de vino- a tu salud, para que fumes la pipa de la paz.
- Menos mal, porque por ahí me deben para hacerles unos 'chescos'.
- ¿Qué paso compa? –Diego saludaba-. Si ya no nos vamos a meter contigo.
- ¿De cuándo acá el miedo? –Bromeaba Alan.
- Estuvo entambado el cabrón cuando fue lo del movimiento estudiantil... y mis respetos porque si salió vivo entre tanto maleante, no duden que pinche Pablo ya es cabrón.
- ¿Qué hacemos aquí paradotes? –Pablo concluía-. Vamos a la mesa con los demás, allá están... 'a fumar la pipa de la paz'.
El evento era especial para recordar tiempos memorables de la adolescencia. Sobre todo en la mesa de Pablo, Luis, Tadeo, entre otros. Había bailes de la época, convivencias y vivencias post-escolares; donde se contaban experiencias después de la última graduación. Y no era fácil acordar a más de treinta miembros para pasar una noche inolvidable de fiesta, desde el baile del Rock and Roll, hasta el apenas naciente género Disco. En cierto modo, había gente que se retiraba de la vida antes de tiempo.
Simplemente, existía una razón por el cuál se notaba el aparente hinchamiento de Tadeo en la fiesta de reencuentro de los ex alumnos de la secundaria. Se trataba de un cáncer de riñón que producía insuficiencia. Justamente llegaba la trágica noticia a oídos de Pablo en una tarde de domingo de mayo de 1974, mediante una llamada telefónica por parte de Antonio.
- ¿Qué tal Pablo?
- Milagro que hablas. ¿Qué sucede?
- Se trata de Tadeo, hoy acaba de fallecer por complicaciones del cáncer –lamentaba Antonio- Hoy la familia lo va a velar.
- Es una noticia fatal para la generación –también lo hacía Pablo- lo peor de todo es que hablando por quienes vivimos lejos, no podemos darle la despedida que debería tener.
- Claro que lo entiendo –suspiraba Antonio- no van a ir exactamente los treinta y nueve camaradas, pero sí gran parte de ellos: Diego, Luis, Antonio, Daniela, Lisbeth... entre otros.
- Si no es suficiente, me gustaría darle el pésame a la familia por algún medio, no lo sé... quizás pueda dedicarle una letra con el grupo de La Catrina. Ahora que lo recuerdo, Tadeo estaba algo hinchado de la cara cuando lo vi en la reunión de la generación.
- Es el efecto de la pinche diálisis... pero por una parte, es un consuelo que se haya ido y librado de tanto sufrimiento.
- De veras que me siento madreado con la noticia –lamentaba Pablo- seguramente no me perdonarían por no poder asistir.
- En buen pedo, te entiendo –justificaba Antonio- las obligaciones son primero; pues no se sabe cuándo uno va a dejar este mundo. Cuando te toca, ni aunque te quites... y cuando no, ni aunque te pongas.
- Gracias por hacerme saber. Mándales mis condolencias a todos los que vayan a asistir al velorio.
- Pues te dejo carnal. Las llamadas a larga distancia son muy costosas.
Música del grupo La Catrina de 1974:
Lo predecible de la vida es el misterio, la duda de cuándo será el día que pararemos en un cementerio. Somos seres egoístas cuando suplicamos a un amigo que no nos deje, sin importar el sufrimiento que le acompleje. Ahora te has ido sin mirar atrás, pero sé que algún día te nos unirás. Adonde vayas mañana estaré, y adonde estés ya mañana te visitaré. La vida es un juego de fútbol, y sí el silbatazo final te pidió retirarte, con la victoria llamada felicidad has de despedirte.
Pablo sin saberlo, esperaba un año lleno de desdichas a raíz de la muerte de Tadeo; y como la anciana Julia le había hecho entrever, parecía ser el principio del fin de su vida como la conocía.
¿A qué se refiere esto? Para el verano, Pablo visitaba a sus familiares en la Ciudad de México; pues había pedido días de vacaciones después de tanto trabajo. Luis, Agustín y Enrique, lo convencían para asistir a un bar, celebrando que Enrique había ganado un premio de competencia de quesos y vinos. Supuestamente para ayudar a su hermano, había invitado a Lucía y a su amiga Janet; y lo que pensaba Pablo que fuera su suerte, era que su pretendida había roto unos meses atrás su relación con Cristian.
- Enhorabuena, pinche Quique –levantaba su copa Agustín- gracias por invitarnos estos vinos que saben poca madre.
- Uy, y espérate a los quesos y carnes frías, están muy chingonas.
- Te la rifaste carnal –Pablo admiraba- si estuviera aquí Karlita, qué mejor.
- Prueben los espumosos –invitaba Agustín- para que la próxima vez que hagamos otro asado de carnes en mi casa, lo valoremos.
- No mames –corregía Enrique- los espumosos se llevan más con carne blanca.
- No dije qué tipo de carnes, tampoco me andes corrigiendo a lo pendejo.
- Bueno, los vinos están ricos y todo... pero a mí se me antojó una cerveza –Luis decía- así que con su permiso, voy a la mesa.
- ¿Por qué no trajiste a Cris? –Pablo le preguntaba a Lucía.
- No funcionó, Pablo. Era un puto desgraciado que sólo quería que hiciera lo que él quisiera.
- Ni modo –animaba Pablo- ya encontrarás a alguien que te valore.
- Es tu oportunidad –secreteaba Enrique- allá va solita para que la pesques.
- Ay, mi amiguita –suspiraba Janeth- le dolió lo que le hizo el pinche ojete de Cristian.
Conforme pasaba la noche, los efectos de las copas eran más notorios entre alegrías, anécdotas y posibles coqueteos. Aunque Pablo la cortejaba, Lucía no se sentía con ánimos para responder a los impulsos de éste; y justamente en ese bar 'aparecía el peine'.
Pablo había salido a la terraza del bar para fumar un cigarrillo, y por estar con los niveles de alcohol, se metía al baño a recuperarse como todo ser ebrio lo hacía. Al salir, miraba a Lucía hablando con Luis; por lo que se escondía para espiarlos, ya que tenía una ligera esperanza de que ella estuviera hablando de un enamoramiento hacia él... pero había sido sólo eso, lo que se transformó en una tragedia y quizás en una traición de amigos.
- Te he estado observando, Huicho –decía Lucía con una sonrisa- hay algo que me hace cosquillas en el estómago cada vez que platico contigo.
- Lucía, estás tomada –Luis justificaba- yo soy un hombre casado. Hubiera traído a mi esposa, pero está de viaje por lo de su maestría.
- Lo sé perfectamente, por eso quisiera experimentar por primera y última vez mis inquietudes contigo... y no te molestaré más. No sé cuánto tiempo pasó de estar enamorada de ti. –Fue en ese momento cuando Lucía se acercaba y le plantaba un beso a Luis.
Los impulsos no entendían nada de fidelidades o amistades al momento de hacer contacto sus labios. Pero cuando Luis abría los ojos, sabía perfectamente que había cometido un error. Ahí estaba quien fuera su amigo de hace muchos años... un desolado Pablo que trataba de justificar que posiblemente se tratara de un error o una alucinación. A metros de distancia, se podía notar el cuchillazo al orgullo, a la confianza y a la amistad de Pablo hacia Luis, pero trataba de ser comprensible y no armar alboroto; pues ya había aprendido de sus enfados que en su tiempo tuvo con Daniela, y posteriormente con Nancy.
- Contrólate, estás casado, cabrón –decía satíricamente Pablo- esos alcoholes pegan chingón, ¿verdad?
- Pablo, no es lo que piensas –justificaba Lucía- sólo estábamos...
- Lucía, no me expliques nada –interrumpía pacíficamente Pablo- al fin y al cabo ni que fuera tu novio engañado. Ve a divertirte con los demás.
- Los espero con los demás en la mesa. –Lucía se retiraba apenada.
- Pablo, yo trataba de explicarle que soy casado, ella se me balanceó y mis impulsos fueron... ¡Ah! –Suspiraba Luis-. Creo que te he traicionado.
- No te apures –decía con voz quebrada Pablo- no tienes la culpa de que Lucy se haya fijado más en ti que en mí. Pasó con Daniela y Diego, quien me andaba chingue y chingue... pasó con Nancy, quien se enamoró de mi carnal sabiendo que me lastimaría. Sé la clase de arpía que es Lucía gracias a ti.
- Pablo, eres mi amigo, tú eras quien debía andar con Lucía... no chingues veinte años de amistad por un encuentro furtivo.
- Yo no he chingado nada en nuestra amistad. Has jugado con fuego, y no creo que Sandra merezca que le seas infiel –justificaba Pablo- me vale madres si te coges a Lucy enfrente de mis narices, al fin que lo comprendo, ya que ella no es mi novia ni mucho menos... pero no puedo perdonar que estés arriesgando una vida de ensueño que tienes... y se llama matrimonio; algo que conmigo no ocurrirá ni en sueños.
- Pablo... te juro que nos perderemos de Lucía y de todo lo que esté entorno a ella.
- Sí –insinuaba Pablo- yo también. Disfruten la fiesta, yo me voy a casa... asegúrate de que Quique no maneje si está pasado de copas.
Ese era el último de los días en que Pablo veía a todos sus seres queridos. Al día siguiente, sin decir más, Pablo se despedía de su familia para regresar a Querétaro. Lo que sucedía era simple: No era sincero consigo mismo y fingía indiferencia en aquél suceso, tratando de defender lo indefendible, como la amistad con Luis.
El misterio se había vuelto realidad, ya que nadie volvía a saber de él; e incluso yendo a buscarlo, Pablo ya no vivía en el cuarto de quien fuera un médico que además de ejercer su profesión, hacía negocios rentando cuartos y departamentos. Transcurrían los meses en que Luis no sabía nada de él; y el arrepentimiento era el precio que debía pagar, independientemente de que su amigo le dijera que no habría problema. Lo sabía perfectamente, a un amigo nunca se le debía traicionar, besando a alguien que fuera de su interés, y aunque Lucía era la mayor de los culpables, el daño estaba hecho y por lo menos de parte de los amigos de Pablo, era una persona tóxica que no debía encajar en el círculo.
En algún momento, Luis visitaba lo que antes fuera el cuarto donde viviera Pablo, gracias a que el médico le había permitido revisar, y leía una frase que había escrito en una mesa con un objeto punzante.
- No hay un infierno mismo que la vida misma que se vive, fingir que no hay problema cuando a leguas hay traición... luchar por un amor que no te rendirá frutos, y la ley de este infierno y de los mal llamados amores, está clara; porque el malvado es amado y el bueno es olvidado. Estimado lector, lo leyó bien... el malvado es amado y el bueno es olvidado –después de leer la oración, Luis suspiraba- amigo Pablo, no fue mi intención.
En cambio Pablo, comenzaba a rehacer su vida ya en los últimos días del año con sus amigos nuevos de la empresa: Mauricio, Said y Abraham. Siempre había risas en aquél bar de un pueblo cercano a Querétaro, y aparentemente parecía ser que Pablo ya había borrado definitivamente a Luis, a Agustín, e incluso a su propia familia.
- Otro pulquecito de San Luis de la Paz –invitaba Abraham- está muy sabroso.
- A mí échame el mezcal –Mauricio pedía entre copas- cantinero, ponga unas dolidas en la rockola.
- Unas del recién fallecido José Alfredo –Abraham proponía cantar- la de 'la vida no vale nada'.
- Así es –Said decía mientras daba trago a su tequila-. ¡Qué bueno que usted hizo su vida de nuevo! He tenido imitaciones baratas de amigos que duran años, y después... a chingar a mi madre.
- Tampoco hay que ser tan exagerados –decía Pablo en condición ebria- si se lo dije a ustedes... fue porque ya les tengo confianza.
- Entonces tomemos la oferta de Edmundo –proponía Abraham- nos vamos a chambear a los laboratorios en Melbourne. Así sirve que ya te desapareces bien de esa perra llamada Lucía de la que nos comentas.
- ¡A huevo, pinche Abraham! –Mauricio reaccionaba-. Tus ideas siempre tan chingonas... aunque a veces son descabelladas.
- Viéndolo bien, voy a aceptar esa chamba –Pablo sonreía y recalcaba- y aunque la oferta fue sólo hacia mí... ya hablaré con el pinche Edmundo para que los cuele allá.
Era una decisión sabia de Pablo para cambiar definitivamente de aires; y aunque ya digería lo sucedido en el verano, todavía no podía estar en paz hasta definitivamente hacer que se lo 'tragara la tierra', y si de por sí lo estaba logrando estando a escasos doscientos kilómetros de distancia, lo iba a poder conseguir todavía a más de diez mil kilómetros.
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