Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 4: El esplendor de la vida adulta.

La primavera de 1963 abría caminos hacia nuevas amistades universitarias para Pablo. Cabe recordar que en la vida, gente va y gente se queda; el tiempo se encargaba de acomodar a las personas adecuadas para Pablo. Luis y Agustín almorzaban en la cafetería de la universidad cuando hacían señas a Pablo, quien fuera acompañado por cuatro nuevos amigos de su carrera como ingeniero electrónico. Roberto era el amigo más cercano de su salón, y siempre estaba acompañado de su novia Michelle; y como se realizaban trabajos en equipo durante todo el curso, los acompañaba también el más aplicado de la clase y su contraparte, el típico estudiante que se volaba las clases: Fernando y Epifanio respectivamente.

- Cabronazo –Luis reclamaba en tono bromista- nomás consigues banda y te olvidas de los viejos.

- ¿Qué onda Huicho, Agus? –Pablo saludaba.

- Parece que nos estás saludando muy forzosamente –Agustín pensaba de igual forma, a tono de broma- siéntate acá... no seas rudo, ¿nos presentas a la banda?

- Ellos son Roberto, su novia Michelle, Fernando y Epifanio.

- Perdón, con todo respeto, el último nombre no me lo voy a memorizar.

- Ah bueno, si ese es el caso, para los cuates son el Betus, la Michi, el Fercho y el Pifas.

- Seguro que así nos van a nombrar tus viejos amigos –reía Roberto- mucho gusto carnales.

- ¿Qué estudian ustedes dos? –Michelle tenía curiosidad por los amigos de Pablo.

- Yo estudio derecho, mi reina –Luis le respondía.

- ¿Qué? ¿Estoy pintado acaso? –Roberto se sorprendía un poco pero Pablo lograba explicarle.

- No lo culpes... siempre ha sido bien guarro este buey.

- Menos mal –reía Michelle- ya me estaba asustando.

- Y ustedes –Agustín llamaba a Fernando y Epifanio- no comemos, acérquense a la banda.

- Es que tenemos que presentar el proyecto del transistor –Fernando decía- exponemos en dos semanas.

- ¡Ah, está bien! –Epifanio no se preocupaba-. Total, ya sólo nos faltan las conclusiones, mejor fúmate un tabaquito.

- Pues, siento que me va a caer bien el famoso Pifas –Luis murmuraba a Pablo- pero tiene pinta de que no se aplica.

- Se vuela las clases, pero quién sabe cómo le hace para sacar por lo menos el ochenta por ciento en los exámenes. ¿Me creerás que su papá tiene un estudio de música?

- Por eso se juntan conmigo –presumía Fernando- me cae que ya le hago de profe a estos tres.

- Oye, pero no me ha dicho tu otro amigo qué estudia –Michelle decía.

- ¿Me hablas a mí? –Agustín respondía-. Perdón, yo estoy estudiando psicología... para poder sonsacar sus secretitos.

- Vamos a pedirle al mesero una pizza grande.

Una de las etapas más resaltantes de la etapa adulta temprana, es decir, a principios de los veintes, fue cuando entre Pablo, Luis y Agustín formaban una banda de música en mayo de 1964, que se nombraba La Catrina; y aunque era la etapa de las baladas tempranas, el rock en su etapa de transición, y en ese tiempo los Beatles, eran escuchados hasta en los lugares más arrinconados de la ciudad, no era mala idea ponerle a la banda un nombre un poco psicodélico.

Era más que obvia la importancia de Epifanio para que les prestara su estudio de música; y no se trataba de intentar ser famosos; de hecho, a Pablo no le agradaba la idea de estresarse por firmarle autógrafos a fanáticos. Más que nada, la verdadera razón de crear el grupo y grabar sus canciones como 'hobby', era el humilde acto de plasmar recuerdos.

También al momento de crear música, siendo Luis el guitarrista, Pablo el bajista y Agustín el vocalista, se juntaba su hermano Enrique como el baterista; y a su vez, los amigos de Enrique, Cesar y Rodolfo, tocaban el piano y el órgano respectivamente. Exactamente los ingredientes para crear sus memorias por medio de música psicodélica.

La niña de la montaña, tocaba su gran trompeta antaña, mirando el crepúsculo recordaba a su amor, y la luz de la luna reducía su dolor... el niño del valle la fue a visitar, y en su cama de piedra una flor fue a dejar, y aunque ella se encuentre fuera de este mundo, su calor le brindará al mirar la misma luna.

Bueno, aquella composición se titulaba La Ausencia. Compuesta por Pablo, eran los signos más resaltantes para dedicarle la canción a su difunta amada Estrella... y con la tecnología analógica del disco de acetato, Epifanio les presentaba el disco, en su lado A y su lado B... eran ocho canciones grabadas.

- ¿Seguros que no quieren saltar a la fama? –Les preguntaba Epifanio.

- No mames –Luis se oponía- formamos el grupo para hacer recuerdos, no para presumir que somos de la farándula.

- En eso tiene razón Huicho –defendía Agustín aquella idea humilde- estamos haciendo carrera en la universidad, la banda es sólo diversión.

- Y así también sirve que mi carnal se desahoga de todos los bates que las viejas le han hecho, ¿verdad Pablo?

- Este –Pablo pensaba- no tenías por qué ser tan explícito Quique. En fin, en este vinil al menos ya serán inmortales nuestras voces, aún si nos morimos.

- Ahí cuando gusten les grabo más canciones.

- Pues vámonos porque mañana tengo una boda de un primo y tengo que levantarme temprano. –Agustín se despedía.

- Sale Agus, Pablo –Luis hacía lo mismo- feliz fin de semana.

Ya cuando se iban los amigos de Pablo, Enrique proponía salir con su hermano para que también conociera a sus amigos más de fondo. Cesar y Rodolfo, todavía no hablaban mucho porque no conocían bien a Pablo, y para que aquella banda de música durara más, consideraba Enrique que debían de 'romper el hielo'.

- Vamos a un bar a echarnos unas cervezas chingonas –Enrique proponía- ¿qué les parece?

- Me parece buena idea –por fin hablaba Rodolfo- tú pinche Cesar, no seas indio y di algo.

- No sé si pueda...

- Ya vas a empezar de reina pendejo –Enrique le bromeaba- ándele cabrón, yo te las invito.

- Sí mano, no seas culero –Pablo le decía- así sirve que nos conocemos.

En aquél verano de 1964, Pablo, su hermano y los amigos de su hermano salían de fiesta a un bar cerca de la colonia San Rafael. Por ahí también coincidían con los amigos de universidad de Pablo, Roberto y Michelle, a su vez que Rodolfo quedaba de verse con su hermana Nancy.

Esta última sería clave en la vida de Pablo, ya que empezaba a surgir dentro de sus sentimientos, algún desorden sentimental.

- ¿Michelle? –Pablo saludaba-. Nomás me vacilaste... ¿no que tenías que prepararte para los exámenes?

- Y sí me preparé, sólo que tengo tiempo.

- Parece que ya se conocen ustedes –Rodolfo decía- este mundo es muy pequeño.

- Es novia del matado, el que va en mi salón.

- No, pues de tal palo tal astilla, ¿eh, amiguita? Por cierto, me tomé la molestia de invitar a mi hermanita. Les presento a Nancy.

- Hola, un placer conocerlos, caballeros.

- Muy modesta tu hermanita –Cesar siempre buscaba un paréntesis para provocar a su amigo- nadie en el sesenta y cuatro dice 'un placer caballeros'.

- A ver cabrones, ya traje las chelas –Enrique presentaba una charola con bebidas alcohólicas- y para las damas un Martini seco.

- Ese es mi brother.

Enrique notaba que Pablo observaba a Nancy... y conocía perfectamente la mirada, así que en el transcurso de la fiesta le ayudaba a tener contacto por medio del juego de 'la botella'. Era uno de esos juegos de castigo, verdad y atrevimiento. Era también una señal inicialmente buena que Pablo y Nancy se hablaran cada vez más. Todavía a mediados de los años sesenta en México se escuchaba aunque sea en su ocaso, a las estrellas del rock and roll en latino, y perfecto complemento para que los dos se fueran a la pista a bailar.

- Ese pinche Pablo me va a quitar a mi hermana.

- No cantes tanta victoria –reía Enrique- es banda mi carnal y todo, pero siempre la anda cagando con las viejas. Pero al menos en el juego de la botella gozó su castigo dándose unos lengüetazos; pendejo para ligar, pero todo un besador.

Al menos en esa noche, Pablo merecía aunque sea charlar un poco con Nancy mientras los dos subían al segundo piso del bar en el balcón para observar una noche despejada.

- Para decirme que no sabes bailar, dominas la música de los rebeldes.

- Yo pensaba que era música universal. –Bromeaba Pablo, haciendo reír a Nancy.

- No seas tonto... así se llama el grupo, los rebeldes del rock.

- Ya comenzamos a contrastar Nan... yo soy de la beatlemanía.

- Está muy despejado el cielo –se recostaba Nancy en un sillón del balcón- y eso que vivimos en ciudad... imagínate si estuviéramos en el campo.

- Aprovecha para buscar una estrella fugaz –Pablo quería decir palabras románticas, pero Nancy no captaba la indirecta- para que te cases con el primer hombre que veas en este momento.

- ¿A poco crees en los deseos concedidos? –Nancy reía y suspiraba-. Por aquello de las dudas, mejor deseo ese perro de Peluche gigante que vi en la Merced.

- Juguemos algo. –Nuevamente Pablo trataba de lanzar indirectas románticas-. ¿Qué dirá tu novio si nos ven aquí mirando estrellas?

- No tengo novio, la regaste... me va a mí. ¿Qué experiencia tuviste con la última chica que te gustaba?

- Le dije que me gustaba, pero parece que me rechazó porque le habló a la pinche policía.

- No chingues, Pablo –Nancy decía y reía de imaginarse el suceso- pero si te estoy conociendo y eres muy lindo.

- Eso está bien que pienses –Pablo bromeaba- generalmente me creen un acosador o peor tantito... un pendejo.

Para Pablo, la noche se le hacía fugaz por lo bien que disfrutaba al conversar con Nancy; por una parte había que agradecerle a ella, que él ya no era el hombre triste que quedaba atrapado en aquellos tiempos donde Estrella había fallecido. Se estaba curando, pues, de una llaga que si bien no partía en dos su alma, tenía una cortada muy profunda, y sin embargo, esa cortada estaba cicatrizando.

Al llegar a su casa, Pablo apagaba la luz mientras miraba entre los vidrios de su recámara el cielo estrellado que parecía que no se apagaba en la madrugada de aquél verano. Pablo sentía una mano en su rostro... y al voltear miraba que se trataba de su hermanita Karla.

- ¿Qué pasa carnalita? ¿No puedes dormir?

- No tengo sueño... además quería saber si estoy en lo correcto. Otra muchachita que estás merodeando, ¿no es así?

- Tienes doce años... ¿cómo es que conoces de los flechazos?

- Este –pensaba y luego bromeaba Karla- no conozco, me dijo Quique.

- Este buey chismoso.

- Estoy feliz por ti. Eso significa que ya dejaste descansar a Estrella.

- Mmmh...

- Perdóname –se disculpaba Karla después de sentir un silencio incómodo- no quise hacerte sentir mal...

- Tenía que suceder, no te disculpes Karla... la vida continúa. Gracias por decirme eso, me he dado cuenta que ya estoy listo para dejar que Estrella vaya adonde tenga que ir.

Ya era noviembre de 1964, una fecha especial por tratarse del cumpleaños de Luis. Se realizaba una fiesta el viernes 6 de noviembre, para aprovechar el fin de semana. Como él era muy sociable, invitaba a más de sesenta personas, incluyendo a Pablo, Agustín, Roberto, Michelle, viejos amigos como Johana, Jorge y Azul, que por cierto, esta última vacacionaba, y por supuesto; amigos de Enrique, eran bienvenidos.

Aprovechando que tenían la banda de música, en la fiesta se realizaba el famoso 'toquín', como decían los jóvenes de la época. Cantaban composiciones propias y algunos covers de bandas famosas de aquél entonces.

Pablo se sentía a gusto al ver que Nancy disfrutara de sus canciones, y más cuando la mayoría eran composiciones propias, pero... ¿realmente ella observaba a Pablo? En tanto a los viejos amigos, al terminar el toquín se daban abrazo como saludo inicial.

- ¿Quiubo pinche George? –Saludaba con entusiasmo Luis.

- Aquí andamos Huicho, es un milagro, pero la amistad nadie lo chinga.

- Feliz cumpleaños Huicho –Azul le regalaba un disco de 'A hard days' night'- espero te guste. Lo compré en una plaza comercial en Tokio.

- ¡Uy, me diste en mi punto débil! –Se alegraba Luis-. Me trajiste a los Beatles.

- Le debes unos cigarros –por su parte, Johana le recordaba a Luis- era de ella cuando salió al mercado.

- ¿Y tú cabrón? –Jorge le gritaba a Pablo-. Ya ni saludas, puto.

- Sigues igual de pinche naco –Pablo se defendía a tono de broma- qué bueno que vinieron, atrás hay chelas y adentro están los tequilas.

Después del toquín, Luis sacaba de su sala un tocadiscos y colocaba un vinilo de música mambo, así que todos los amigos entre borracheras, algarabías y bailes, no paraban de divertirse hasta las últimas horas de la madrugada de sábado.

- Beto, amor... sácame a bailar –Michelle decía- esa canción me gusta.

- Esa va contra mis reglas... el mambo de Politécnico, ¿bailarlo yo? Soy de la UNAM.

- Ay, no seas ojete. Hazlo sólo por mí.

- Nomás por usted, chula. –Roberto se paraba a bailar con su novia.

- Ya que no hay pareja para nosotros, hagamos la bola, ¿no?

- Vas Quique –Cesar empujaba a Enrique en medio de la multitud para que hiciera un solo de baile- usted lo pidió.

- ¡Qué le vamos a hacer! –Rodolfo se animaba a bailar el mambo-. Yo le entro compa, hazte a un lado.

- ¿Qué onda Nancy? –Pablo tomaba la iniciativa-. Vamos a bailar para que no te me agüites.

- Pero no sé bailar eso –luego, Nancy cambiaba de opinión- juega pues, nada más ten cuidado porque yo piso fuerte.

Luego de una hora de baile, Agustín llamaba a Pablo para beber tequila, mientras tanto, para no quedarse sola, Luis sacaba a bailar a Nancy.

- No sé, Huicho... no tenía dinero para darte un regalo.

- Eso es lo de menos Nan, tú dale al cotorreo. –Decía Luis, y lástima por Pablo, porque inmediatamente sonaba un bolero clásico-. Bailemos esta de Eydie Gormé.

Menos mal que Pablo estaba con Agustín adentro de la casa de Luis, porque inconscientemente, la canción estaba provocando que los labios de Luis y Nancy se acercaran para darse un beso, pero de no ser por los amigos metiches que lo cargaban en bola para aventarlo a la piscina, Luis hubiera hecho lo peor que pudiera hacerle a un amigo: Besarse con la chica que Pablo pretendía.

Agustín lograba observar, y sólo porque no se fijaba que el gandalla iba a ser Luis, hubiera guardado el chisme, pero aun así Pablo no le creía porque para él, su teoría era que un buen hombre tarde o temprano iba a ser correspondido, y cómo Pablo trataba muy bien a Nancy, creía que llevaba las de ganar; en otras palabras, se estaba durmiendo en sus laureles.

- Te la van a bajar, pinche Pablo –decía entre copas Agustín- dale llegue, a las viejas les gusta ir al puto grano.

- Nel, no hemos salido más que un par de días y eso fue ya hace mucho –Pablo entraba en la negación- todavía debo dejar que me conozca más.

- Pues por lo poco que vi, ya casi se da agasajo con un fulano.

- ¿A poco? –Pablo reía, porque no le creía-. De todas formas si así fuera, tú me interrumpiste el baile con ella para tomarnos la botella, no te hagas pendejo, Agus.

- Está bueno pues... tal vez fue mi imaginación, pero ya llevas un strike.

Pudo haber sido un momento exacto, pero desde ahí, cada que Pablo invitaba a Nancy a salir, siempre había una excusa que ponía para no quedar. 'Que me invitaron a una reunión y ni siquiera yo lo sabía', 'que llega mi tío de San Luis Potosí y tengo que atenderlo', 'que mi mamá salió y yo tengo que hacer servicio en la casa'. Así de discretamente cruel era Nancy con Pablo durante siete meses.

Obviamente Pablo se percataba que después del quinto o sexto intento, ya cualquier proposición para salir con ella iba a generar un pretexto nuevo. Se suponía que Pablo aplicaba el sistema de tres veces, pero al estar dormido en sus laureles por ser el 'hombre bueno', trataba de dar un margen más amplio. En una reunión, que fue lo que terminó con las opciones de ser aceptado, Pablo no podía evitar escuchar a Michelle y a Nancy hablar precisamente de él.

- Oye, pero ya le has puesto muchos peros a Pablo. ¿Tú sabes todo lo que hace para que lo aceptes?

- Pues es muy lindo y todo –Nancy decía- lo que me comentas que un día encontró una carta mía de amor y creyó que hablaba de él. Lamentablemente estoy enamorada, pero no de Pablo.

- Nancy, Pablo será un repelente de mujeres, pero no es pendejo –aconsejaba Michelle- y otra cosa también. Pablo es mi amigo, y no me gustaría que lo lastimes con pretextos.

- No sé cómo lo tomaría si le digo las cosas al chingue su madre, quizás ya se dio cuenta y por eso ya casi no me ha invitado... pero tal vez al rato se da algo.

- No es algo sincero, Nancy... parece que lo usas como un segundo plato, si quieres seguirle poniendo mil y una excusas, adelante... pero te recomiendo que si el que te gusta no es Pablo, pues dale el remate final, pero no lo hagas sufrir.

Para agosto de 1965, Pablo y Enrique conversaban con unas cervezas, amenizando un día soleado de fin de semana. Karla ya era una adolescente que sabía conseguir información; y si la conversación aquella, no mataba a Pablo, sí lo hacía la noticia que hasta el momento fuera la más fuerte.

- ¿Qué onda Karlita? –Enrique decía-. Échate la primera chelita.

- No mames pinche Quique –Pablo respondía- no le hagas caso. Hasta los veinte.

- Par de 'ejemplares que tengo'. Oigan, les tengo una noticia... pues fuerte.

- A ver carnalita, suéltala –Enrique prestaba atención- ¿es el novio? Pa' partirle la madre.

- No, es de la tal Nancy.

- Una noticia fuerte –Pablo pensaba- empieza a preocuparme eso, ¿de qué trata?

- Se los digo, sin anestesia para ti Pablo... Michelle es prima de una amiga mía, no digo su nombre para que no lo usen en mi contra –ponía barreras Karla, y continuaba- y me comentó que en efecto, Nancy está enamorada de alguien de esta misma casa y no eres tú Pablo. Eres tú, Quique.

- ¡Ah chinga! –Pablo sentía un mareo-. Me hubieras puesto la anestesia... ¿es en serio?

- Miren, nosotros tres somos los que mejor nos llevamos... y creo que una verdad por más dolorosa que sea, va a hacerlos recapacitar.

- De acuerdo Karla, pero si yo casi no me llevaba con Nancy –se extrañaba Enrique- y Pablo que tantas putas ganas le echó, ¿así le paga la culera? Me hace ver como si estuviera traicionando a mi propio hermano y la verdad esto se lo tengo que decir a como dé...

- ¡No digas pendejadas, Quique! –Interrumpía Pablo-. No tienes la culpa de nada.

- Pablo –Karla tomaba suavemente la barbilla de su hermano- por favor, si no quieres salir lastimado... ya no la busques.

- Gracias, Karlita. No sabes lo que ésta puta verdad está destruyendo dentro de mí, pero es una forma de purgar mis errores. Ya decía yo que ella me ponía pretextos tan aberrantes para no salir.

Música del grupo La Catrina de 1965:

Me pagaste con tu cobardía a base de puñaladas, y con este corazón desgarrado me rematas, cuánto amor te entregué para que me devuelvas el dolor, cuánto veneno me aplicaste al saber que amabas a mi hermano. Invéntame otra excusa, para poder evitar así mí presencia, qué al fin y al cabo olvidarte no será gran ciencia.

Como en los viejos tiempos, sólo que ya en la universidad y con amigos diferentes en su mayoría, repetían los amigos de Pablo, Luis y Agustín, el viaje a las playas de Veracruz. Al invitar a Roberto a la playa, obviamente llevaba a Michelle y también asistía Nancy y una amiga suya de nombre Samanta.

Al tener los amigos la mayoría de edad, muchos viajaban en automóviles respectivos, y no podía faltar la bebida alcohólica o el cigarro. Pablo no era una persona resentida con Enrique, así que lo invitaba también a la reunión en la playa, llevando a Rodolfo a la reunión. Desde el momento en que los amigos se pusieron de acuerdo para distribuir lugares en tres automóviles, Pablo hizo todo lo posible para que al menos no llevara a Nancy en su auto; era un hecho que había aplicado una famosa ley del hielo discretamente.

La playa cercana a Tuxpan, era precisamente el punto de encuentro de Luis y de Pablo, en tiempos de Iván, Johana, Azul, Jorge, Estrella, entre otros. Seguía igual aquél lugar secreto de las amistades, sin un cambio en el territorio, el mismo par de palmeras que apoyaban para amarrar la hamaca, el mismo río esperando a que la gente se refrescara; y la misma sinfonía de las olas que golpeaban las morenas arenas libres de cualquier basura o desecho.

- Pasan los años y esto no ha cambiado –Luis se alegraba- a ver cabrones, vamos a bajar las tiendas de acampar y los tequilitas.

- ¿Todavía existen los troncos donde solía amarrar mi hamaca? –Pablo se sorprendía.

- Es un sitio secreto –Luis guiñaba el ojo- tendrían que pasar años para que alguien se atreva a construir algo aquí.

- A revivir los viejos tiempos –Agustín suspiraba- que los nuevos vean que aquí uno se la pasa chingón.

- Y tendrían que pasar años para que Agustín deje de hacerse pendejo y nos ayude –bromeaba Pablo- órale culero, ayuda a bajar las cosas.

Enrique sabía contenerse cuando miraba a Nancy, y trataba de cerrar cualquier tipo de contacto con ella para no traicionar sentimentalmente a su hermano. Aunque, accedía para convivir con Roberto y Michelle. Una vez que desempacaban maletas y demás, Nancy y Samanta eran las primeras en refrescarse en las orillas del mar. Rodolfo las acompañaba, con intensión de 'pescar a Samanta', aunque claro que él era el perfecto tipo de hombre cómicamente rechazado.

Aunque Epifanio no había podido viajar con ellos, les había prestado a Pablo y a Luis un pequeño fonógrafo para escuchar el reciente disco que había grabado su grupo.

- ¿Ya los revolcó la ola? –Decía Enrique.

- Cállate buey –se defendía en tono de broma Rodolfo- ni creas que no me acuerdo de cuando te caíste en un lago.

- Échenme una chelita, ¿no? –Samanta se unía al grupo-. Una bien fría.

- Si quieres compartimos mi cervecita –coqueteaba Rodolfo- y algo más.

- ¿Ya vas a empezar de cachondo? –Respondía la chica.

- Huicho, ¿por qué lo invitaste? –Nancy bromeaba-. Pinche bofo, ni quien te dé para las tunas. Hermano cachondo que tengo.

- ¡Voy a caminar un rato para bajar la panza! –Pablo hacía lo posible para evadir a Nancy.

- Ese Pablo se engenta fácilmente. –Reía Agustín y luego le gritaba- ¡Me voy a comer tus langostas! ¿Está bien?

- ¡Chíngatelas! –Pablo respondía a distancia, y luego se decía en voz baja-. Lo que menos quiero es estar con esa culera que nomás se burla de mí.

Tal vez para la mayoría, Pablo ocultaba su molestia, pero Luis conocía muy bien la expresión... y cuando pensaba en aquél momento en que casi besaba a Nancy, lastimando sin querer los sentimientos de Pablo, sentía que debía contarle lo sucedido para no tener secretos que en algún momento salieran a la luz.

- Así que estás lleno –Luis alcanzaba a Pablo y caminaban en las orillas de la playa- yo creo que estás evadiendo a alguien.

- No es que la obligue a que me acepte... si no el hecho de lastimarme con mi propio hermano.

- Pablo, tú sabes que nunca nos hemos guardado secretos ¿verdad? –Luis introducía la polémica.

- ¿Acaso resulta que la culera me quiso joder también contigo?

- Ella y yo nunca fuimos nada, pero, ¿recuerdas mi fiesta de cumpleaños?

- No sé lo que me quieras insinuar, ya escúpelo –Pablo sentía ansiedad- no me salgas con acertijos.

- Sin anestesia Pablo, casi me traicionan las hormonas y por poco nos besamos Nancy y yo, de no ser porque nos interrumpieron –Luis confesaba- nunca supe que desde ese día, tú ya andabas tras de ella... eso sí, agradezco que me hayan interrumpido...

- ¿Me estás diciendo esto por capricho? –Pablo se enojaba-. Pinche Luis, tenemos años de ser amigos, ¿¡qué chingados pretendes!?

- ¡No estoy presumiéndote ni mucho menos! –Luis se defendía-. Tal vez en aquél entonces no sabía que andabas tras de ella, pero en cuestión de tiempo me enteré... y me sentí ojete. ¡Sentí que te estaba dando en la madre! Y más te iba a chingar si guardaba el secreto. Quiero expiar mi error, dame duro con la pinche cubeta... pero nunca me digas que te estoy presumiendo.

- No te preocupes –Pablo era muy sarcástico- ya sólo falta que se haga lesbiana y quiera chingarse a mi hermana.

- No estás tomado, ¿verdad Pablo?

- Buena idea será emborracharme para olvidar esto. Ni mi hermano ni tú tienen culpa de nada... a Nancy sólo le gustaba jugar conmigo. Siempre lo he sabido... no hay mujer en el mundo que no cambie a quien le da toda su vida por irse con el primer pinche patán guapo que vea... Huicho, muy amigo y demás, pero eres un patán de primera, y por eso te siguen.

- ¡Qué bueno que te desquites! –Luis se tranquilizaba y aconsejaba-. Pero no confundas la patanería con asertividad... no confundas ser caballeroso con ser un lamehuevos. Pues vamos Pablo... a tomarnos unos tequilas para hacerte olvidar o recordar mejor a la culera.

A la caída de la noche, Pablo y sus amigos convivían mientras las botellas de licor se consumían lentamente. Prendían la fogata mientras platicaban de temas en ciertos modos secretos, asaban algunos malvaviscos para cortar el efecto del alcohol. Nancy poco a poco se percataba que Pablo no la trataba con pinzas como en otras ocasiones, aunque eso no le impedía convivir con los demás; al final de la historia y según pensaba Pablo: ¡Qué importa la vida de alguien de quien no se es interesada!

A un par de horas, antes de que el sol volviera a nacer, Pablo se sentaba en la hamaca tomando una botella de tequila sin ningún refresco para rebajar el efecto del alcoholismo. Nancy salía para buscar abrigo en una tienda de acampar que había instalado Agustín como bodega, y observaba pensativamente a Pablo.

- Ya casi amanece –Nancy iniciaba la conversación- ¿no piensas dormir?

- No. –Pablo respondía cortantemente.

- ¿Qué te pasa? En lo que va del viaje no me has hablado.

- Perdón si fui entrometido... deberías convivir más con Quique, ya sabes, para que los dos comiencen...

- Pablo, yo no quise...

- ¿¡Burlarte de mí!? –Pablo alzaba la voz-. Verme la cara mientras casi te besabas con mi amigo... ¿a qué juegas conmigo, Nancy? Te gusta mi hermano, casi te follas a mi mejor amigo. ¡La verdad, que pinche casualidad! Darme en el mero punto débil pretendiendo a mi propio hermano y a quien fuera mi mejor amigo.

- Perdóname Pablo, pero una no manda en el amor... si se enamora, se hace y es todo...

- Sí, claro, ¡¡y mientras tanto, no tienes el valor para decirme que no me aceptas!! En mi vida lo que más odio es que no me digan las cosas como son... odio los pretextos, las excusas, los peros, como los que me pones... ¿no te escuche alguna vez hablar con Michelle de mí? –Pablo exponía aquella conversación que accidentalmente había escuchado-. Ella tiene razón. Me utilizas como segundo plato.

- Pablo, lo que yo busco, no está en ti, entiéndelo –justificaba Nancy- eres lindo y todo, pero... sólo puede haber amistad entre nosotros.

- ¡Y ahora sí te justificas! Merecer la amistad sólo pasa si se es aunque sea un poco sincera, y tú no lo fuiste –Pablo reía sarcásticamente- seguramente te gustó tanto verme la cara de sufrimiento por cada cita que me cancelabas...

- ¡Pues entonces no tomes mi amistad y punto! –Nancy alzaba la voz-. ¿Sabes algo? No fue buena idea que nos presentaran. No sabes digerir la respuesta de cuando alguien te dice que no quiere nada contigo... y yo estoy en mi derecho de rechazarte.

- Estás en tu derecho, pero no es para que me estés dando largas y más largas... y menos para que quieras con tu 'enamoramiento involuntario' meterme en pedos con Enrique y Luis. Pero consideraré lo que dijiste... dejo de luchar por ti, no tomo una amistad contigo.

Pablo tenía entre sus cualidades, separar las situaciones. El hecho de romper todo tipo de lazo con Nancy, incluso como amigos, no impedía que él aprovechara los días de vacaciones. Sí hubo veces que Samanta quería provocar sensación de culpabilidad en Pablo por haberle puesto punto y final a todo lo que unía con Nancy, pero no obstante, ya el corazón de Pablo estaba prácticamente en la congeladora.

- Me comentó Nancy lo que le hiciste ayer –Samanta se sentaba junto a Pablo- ella es mi amiga y no permitiré que la lastimes.

- Yo nunca la lastimé, Sam –Pablo se defendía- sólo le pedí que no me hablara con rodeos, pero siempre se escuda de mí... y como sabe que tuve la razón, se enojó conmigo.

- Bueno, cada quién su versión. Sólo te aviso, cabrón.

- Tus amenazas... yo me las paso por los huevos. Defiende a tu amiguita... pero eso no cambia, que ella jugó con mi corazón; y lo peor es que tú ya lo sabías. Al fin que ya sabes que 'soy un repelente de mujeres pero pendejo no estoy', ¿no lo crees? –Pablo se levantaba, se alejaba de Samanta y continuaba con la algarabía con el resto-.No se vayan a terminar mi botella de aguardiente, ¿eh culeros?

- ¡Pues tú que no vienes! –Agustín respondía.

Las vacaciones nuevamente transcurrían en un abrir y cerrar de ojos; del mismo modo que los días transcurrían, más allá de pasar navidad y año nuevo con su familia, ir a las dos primeras bodas de sus dos hermanos mayores, de estar casi todo el tiempo concentrándose para sus estudios y de grabar con su grupo lo que fuera su tercer disco de hobby en junio de 1966. Ya transcurría casi el año desde que Pablo y Nancy ya no se miraran, ni se hablaran, ni se cruzaran por coincidencia. Por una parte, Pablo aprendía a dejar ir a Nancy de su mente sentimental con mucha tranquilidad y con paciencia; pero también aprendía que era todavía peor la experiencia con Nancy que con Daniela en aquellos viejos tiempos.

Pablo se arreglaba para asistir a la ceremonia de graduación, ya que estaba por concluir su carrera como ingeniero electrónico. Pero en ese fin de semana de julio de 1966, cuando se preparaba para salir, se encontraba con una anciana que se le hacía extraña. Si se recorriera un año atrás, que fue en los tiempos de las vacaciones, Pablo juraba que había visto a aquella señora en la playa.

- Se me hace usted conocida –Pablo iniciaba conversación- ¿qué no la vi hace un año en Veracruz?

- Te he estado cuidando todos estos años –la anciana respondía- mi nombre es Julia.

- ¿Cuidando? Ni que fuera usted mi ángel de la guarda... o mi 'cupido' que me jode a cada rato... perdóneme por la palabra, pero como que siento que me acosa con lo que usted me acaba de decir.

- Se puede decir que soy como un ángel de la guarda. No puedo ser tu cupido porque no veo que tengas hilo rojo en tu meñique.

- ¿A poco usted cree en eso del hilo del amor y esas cosas?

- Soy santera, hijo –la vieja Julia revelaba sus aptitudes- tu aura refleja soledad... pero esa soledad no es provocada por ti, hijo. Ya es tu camino natural, vas a sufrir al principio, pero con el paso del tiempo sabrás por qué la vida te encomendó ese camino.

- Seguramente –Pablo sonaba un poco sarcástico- lo del hilo rojo es tal vez lo único que le creo, porque de por sí en el amor ando de la chingada, pero tengo amigos... y si como usted dice... la soledad es mi imán, sólo puede pasar si practico el eremitismo, o si de plano sufro un naufragio en una isla desierta. No señora... la soledad no es una obligación.

- Estás en tu derecho, no negaré lo que piensas de lo que te dije. Eres joven, y tu juventud es lo que te hace muy fuerte, pero también te ciega de algunas cosas que pueden ocurrirte en un futuro. Que tengas una feliz graduación.

- Oiga, ¿pero cómo sabe que...? –Pablo volteaba y le golpeaba un fuerte viento, y justo después notaba que la anciana ya no estaba-. Ah chinga... ya desapareció.

La sorpresa de Pablo presentada durante aquella charla con la anciana Julia, al paso de los minutos lograba disolverla, y se iba con toda la familia rumbo al salón donde se iba a llevar a cabo su graduación. Toda su familia estaba presente, excepto con sus dos hermanos mayores por cuestiones de maridaje.

En el salón de fiestas, se entregaban diplomas, anillos, se lanzaban al aire los birretes y se bostezaba porque el típico maestro de ochenta años de edad pronunciaba su discurso a una velocidad figuradamente hablando de una palabra por minuto. Inmediatamente de la rockola colocaban música bailable. Aunque ya no estaba en auge, el rock and roll era lo que predominaba.

- Felicidades hijo –decía su padrastro- de aquí al éxito.

- Gracias pa.

- Así como yo fui a tu graduación... ¿me prometes que buscarás el tiempo para mis quince años en febrero? –decía Karla.

- ¿Qué pasó, Karlita? –Pablo le respondía jocosamente-. Si Quique, tú y yo somos el trío de raros entre los hermanos, a huevo que iré.

- Eso no se pregunta –respaldaba Enrique- ya ni confianza nos tienes.

- Préstenme tantito a su hermano –la madre interrumpía y se llevaba a Pablo para bailar la música 'alocada' como decían en aquellos tiempos- es el festejado pero también que por lo menos saque a su madre a bailar.

- Adiós Pablo. –Entre Enrique y Karla se reían de él, sin intención de ofender, obviamente.

Conforme pasaban las horas, el salón empezaba a vaciarse poco a poco, de tal manera que en la etapa final, ya se retiraban las familias y se quedaban varios de los compañeros de generación a seguir la reunión.

Todavía se tomaban ese lujo de ir a la zona rosa para buscar algún centro nocturno y celebrar el éxito de concluir la ingeniería. Roberto, obviamente su novia Michelle y Epifanio, acompañaban a Pablo a un bar llamado 'El Camarote'. Curiosamente en ese bar, trabajaba la prima de Epifanio; una mujer algo extraña, porque se decía también que tenía un negocio para adivinar el futuro, y por alguna razón lógica, ella siempre vestía con cualquier prenda que la hiciera ver como una gitana. Su nombre era Rosalía, tenía veintisiete años.

- Pifas, no te hagas pendejo y voltea –llamaba y silbaba la chica a Epifanio- ¿ya vas a empezar de pedote?

- ¡Ah chinga! –Epifanio se sorprendía-. Y yo que creía que estabas en Morelia, ¿qué haciendo acá Rosalía?

- Ya ves, trabajando. ¿Les sirvo algo?

- Dame una margarita por favor –pedía Michelle- tú amor, ¿quieres también?

- Sí, te acompañaré con otra –Roberto afirmaba- que sean dos.

- Les recomiendo de fresa, ya que andan ustedes dos de parejita romántica.

- ¿Tiene tequilita? –Pablo consultaba.

- Tengo la de Pepe el Pajarraco –decía Rosalía.

- ¿Pepe el qué?

- Es José Cuervo. –Decía Roberto dándole a entender que no captaba el chiste.

- Ah –Pablo ya captaba el chiste- deme uno doble amiguita.

- O sea –Michelle miraba extraño a Rosalía- creo que viste un poco... fuera de moda.

- Es mi prima –aclaraba Epifanio- viste así porque en las mañanas atiende un changarro de esos... que son adivinos.

- Seguramente me va a decir que no tengo hilo rojo –de pronto Pablo se acordaba de la anciana Julia- y hablando de hilos rojos... en la tarde, antes de la graduación, vi a la pinche vieja dizque adivina.

- ¿A poco? –se sorprendía Epifanio-. Ya sé, te dijo que no tienes hilo rojo y que vas a pasar tu vida solo.

- La verdad no creo en eso, pero... al menos sabe que he sido un repelente de mujeres.

- Pifas, tráete a tu prima para que nos prediga nuestro futuro... qué tal que me caso en un par de años con Michelle.

- Y por la iglesia, ¿eh amor?

- Te voy a cobrar, Betito. Y si le atina, será el doble. –Bromeaba Epifanio.

Dentro de los rechazos amorosos, Pablo respiraba un poco de felicidad al vivir su momento glorioso de titularse; aunque en sí, conseguir trabajo era complicado. Justo después de terminar la carrera, ayudaba a su familia con las labores de la casa. Cuando se trataba de eventos, Pablo se ofrecía en adornar un salón, una quinta o un jardín de eventos con sus conocimientos en la electrónica, como en aquél mes de septiembre, cuando se casaba una de sus hermanas. En las temporadas navideñas y de año nuevo, Pablo sacaba viejos juguetes para hacer un pequeño negocio en el garaje de su casa.

Pero eso sí, terminaba una etapa de aquél Pablo estudiante y ahora ya era tiempo de madurar y como dicen los adultos medianos, a buscar trabajo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro