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Capítulo 3: Un destino de suplicios.

Después de las fiestas de navidad y año nuevo, comenzaban las actividades escolares y también se reanudaban los eventos deportivos. Pablo y Alfredo habían progresado en el vóley bol, sin embargo, en las finales perdían el duelo, aunque no era motivo para ponerse tristes, sino todo lo contrario. Para ser la primera vez, había sido el dúo sorpresa de muchos jugadores.

Pablo terminaba de ducharse y cambiar sus ropas casuales, Abigail lo esperaba en el portón principal del colegio, puesto que habían quedado en visitar una cafetería nueva que se inauguraba en la colonia Roma. Era evidente que la chica estuviera atraída por Pablo; aunque él tenía un muro imaginario que evitaba corresponderle, ya que Estrella a pesar de irse a estudiar a Europa, todavía conquistaba su memoria. Al llegar al café, Pablo coincidía con una conocida de hace mucho tiempo; nada menos que Daniela; que por supuesto, venía acompañada por Diego.

- Te va a encantar este lugar –aseguraba Abigail- aquí en la Roma sirven los mejores cafés de la ciudad.

- Se ve que tiene buena pinta –le decía Pablo- gracias por invitarme, pero es de caballeros pagarle la cuenta a las mujeres...

- ¿Eres tú Pablo? –Interrumpía Daniela.

- Dani... ¿Daniela? –Pablo se impresionaba-. Y yo que pensaba que no nos veríamos más.

- ¿Y qué es lo que te llevó aquí a la Roma?

- Es un país libre... te presento a Abigail –acercaba a su acompañante- Abi, ella es una muy antigua conocida. Iba conmigo en la primaria y parte de la secundaria.

- Hola Daniela. Mucho gusto.

- Igualmente Abi... ¿quieren sentarse con nosotros? Ahí viene Diego con las bebidas.

- Ah, sí... Diego.

- Amor, te daría las gracias si me echas una mano. –De pronto, Diego miraba a Pablo sin enojo ni alegría-. Así que andan los fantasmas rondando por aquí.

- Sí... ya me doy cuenta.

- Vengan con nosotros. –Daniela se adelantaba con Diego.

- Por tu expresión, parece que tuvieron problemas en el pasado –mencionaba Abigail en voz baja- si quieres le decimos que no.

- Es una larga historia Abi, no te preocupes... tal vez el tiempo los hizo cambiar. Vamos.

- Así que –comenzaba a hablar Diego- ya vienes con una pareja.

- Este... si tú quieres llamarlo así.

- Era de suponerse –sonreía Diego- pero siéntate, la etapa de inmadurez ya pasó, así que ya no voy a chingarte la vida.

- ¿En dónde están estudiando? –Daniela calmaba las tensiones de Pablo y Diego.

- En la vocacional, cerca de Tlatelolco. Y ustedes están...

- Diego está en los planteles de universidad nacional y yo estoy en el colegio iberoamericano.

- Ah, de billete –Abigail bromeaba- yo también quería estudiar en la privada, pero mis padres están pagando algunas deudas.

- ¿Y te das el lujo de venir a una de las zonas más caras de la ciudad? –Diego decía- Vaya problema económico...

- Yo voy a pagar la cuenta, gracias por preocuparte. –Pablo respondía sintiendo que Diego ofendía a Abigail.

- Sigues siendo sutil con las chicas Pablo –Daniela le sonreía- es una bendición que no te hayas convertido en un hombre idiota.

- Me lo imagino... esta clase de hombres no te gustaba en la secundaria.

La tarde pasaba rápidamente mientras los cuatro conversaban; y aunque el ambiente era rígido, parecía no existir ninguna falta de respeto o enojos innecesarios por parte de Daniela ni de Pablo, salvo una que otra indirecta; Diego se comportaba de una forma irreconocible, ya que nunca le hizo una mueca o molestia a Pablo.

Así como pasaba la tarde, transcurría un año. Ya era el cuarto semestre, horario de talleres escolares. Pablo ya no jugaba más al vóley bol, debido a que en ese momento se interesaba más en el teatro. Miguel y Alfredo también estaban en el taller; aunque casi siempre acabando las horas de dicha clase, se reunían en los jardines del colegio con Luis, Agustín y Johana. Natalia se juntaba con Abigail; dando un momento para juntarla con Pablo.

- Ahí viene tu chica fanática –Agustín le bromeaba- te dejamos con ella.

- ¿Cómo crees? Estábamos bien en el relajo...

- No pongas pinches pretextos –Luis le reclamaba- querías vieja... sírvete.

- Adiós amiguito... me cuentas detalles. –Johana se llevaba a Agustín y a Luis.

- Es tu oportunidad. –Le decía Natalia en el oído de Abigail.

En los jardines, el escenario se pintaba como si se fuera a anunciar un momento romántico; entre la incomodidad, el silencio y el deseo, efectivamente la historia se escribía.

- Gracias por dejarme conocerte.

- Algún día deberíamos ir a otro café. –Pablo le sonreía- ya ha pasado más de un año... desde aquél día que fuimos a la Roma.

- Pablo, yo...

En ese momento, Abigail, con el rostro colorado, algunas lágrimas de nerviosismo y pasión, sostenía el rostro de Pablo, le plantaba un beso en los labios; y de inmediato sus piernas la traicionaban para huir de él.

Pablo estaba sorprendido, y aunque sentía gratitud por aquél roce, todavía tenía en su memoria la sonrisa de Estrella... aunque verbalmente no se habían hecho novios, sus caricias, sus besos, sus abrazos y sus acciones en general, hacían pensar a la gente que Pablo y Estrella eran pareja. A la hora de la salida de la vocacional, Pablo coincidía con Abigail en un parque exterior a una cuadra del colegio. Pablo era todo un caballero, así que le pedía al señor que vendía paletas, dos de hielo sabor a limón, y le invitaba a la chica, mientras se sentaba a su lado.

- Hola... por fin te encontré –Pablo ofrecía el detalle- toma, disfrútalo porque es la última que tenía el paletero.

- Perdóname... perdóname por actuar mal la otra vez.

- ¿Por eso te escondías de mí? No tengo por qué molestarme por un beso tuyo, debo reconocer que tuviste mucho valor para tomar la iniciativa cuando las mujeres generalmente no lo hacen.

- Muchos meses pasaron... creo que ahora sabes que te he amado en secreto –confesaba Abigail- tu simpatía siempre hacía sentirme bien.

- Abi –Pablo le tomaba la mano- no quiero lastimarte, estoy con alguien que ya va a regresar en unos meses... y ese alguien es una chica que siempre fue muy amable y me apoyó en mis momentos más deprimentes. No puedo pagarle mal saliendo contigo a sus espaldas.

- Lo sabía –Abigail se colocaba sus manos en su rostro para llorar- no soy atractiva, no soy la mujer que te mereces.

- Abigail, perdóname –Pablo le ofrecía un pañuelo y una flor a la chica, a lo francés- no quería precisamente esto... no quería hacerte llorar...

- Lo sé –Abigail interrumpía- sólo que es inevitable... es parte del amor, no tienes la culpa de que ella sea más atractiva.

- Abigail, tú eres atractiva –Pablo abrazaba a Abigail- en cierta forma me recuerdas a ella... pero más atractiva eres por ser honesta conmigo, por valorarme, después aguantar meses y meses un amor callado que tenías hacia mí. Eres muy hermosa, y de no ser por mi relación, habría sido el hombre más afortunado del mundo.

- ¿Escuchas eso? –De pronto, Abigail ponía atención a un vals de fondo en el parque- antes de darme por vencida, me gustaría que valoraras mis esfuerzos bailando conmigo.

- Levántese, mi princesa –Pablo actuaba como un príncipe- ¿me permite concederle esta pieza?

- Por supuesto, mi príncipe. –Abigail tomaba su mano-. Gracias por todo, Pablito.

Nada mejor que el tema de la bella durmiente de Tchaikovski para bailar en un parque florido y un atardecer de julio de 1961. Abigail cada que pasaba una nota musical de la canción, sentía el deseo de volver a besar los labios de Pablo. Por su parte, él también pensaba que a pesar de todo, Abigail merecía ser premiada por su honestidad y el amor puro que sentía por él, así que en algún momento, ambos acercaban sus rostros y sellaban el baile con un cálido beso; esta vez no sorpresivo, esta vez, no el beso robado que genera dudas... este beso sí era apasionado, aunque lamentablemente significaba un beso furtivo de despedida.

Obviamente al siguiente día, su gran amigo Luis le decía de todo, no podía faltar también la presencia de Natalia, defendiendo por su parte, la felicidad de Abigail; y aunque los regaños y reclamaciones fueran tan fuertes, Pablo tenía la idea firme de dejar libre a Abigail por el compromiso que él tenía con Estrella.

- Pinche Pablo, la vieja te estaba tirando los chones y tú sólo dices... 'Es que le soy fiel a Estrella'. Pablo, está en España, y vaya yo a saber si la culera te puso los cachos con un gachupín, o peor; uno no tiene comprada la vida, se cae el avión, se infarta... toquemos madera.

- Perdóname Huicho, pero aún si pasara eso, Abi no es plato de segunda mesa para utilizarla y ponerle también los cuernos. Además Estrella está en Inglaterra, no en España.

- Ay, Pablo. –Natalia estiraba la mano y abofeteaba a Pablo-. ¡Esto es por ser un puto! Eres un desconsiderado, ¿no sabes cómo lloraba por ti Abigail?

- ¿¡Me estás forzando a tener una relación sin mi consentimiento!? –Comenzaba el enojo entre Pablo y Natalia-. Mira Naty, yo sé que Abigail es tu mejor amiga... merecía mucho más de lo que estuvo a mi alcance, pero tengo educación y mientras yo tenga una relación con Estrella a larga o corta distancia, no me apartaré de ella. ¿Les gustan patanes mujeriegos que las usan y las maltratan? Qué lástima porque así no me educaron.

- Yo sólo tengo una pregunta –Luis suspiraba- ¿cuándo te consideró Estrella su novio? Ahí te lo dejo al costo. Unos fajes y unos besos no significan que Estrella sea tu novia, nunca lo hizo oficial... la aventura del Tajín por lo menos a mí, no me dice nada.

- De veras que eres pendejo Pablo –Natalia daba la media vuelta- ella te valoró, lástima que por esas cachondeces, no hayas podido ver más allá de tus deseos de tener una mujer.

- Al rato no te quejes conmigo de '¡ash!, es que no me valoran las mujeres' –a pesar de ser muy rudo, Luis tenía intenciones de aconsejarlo- si hay alguna otra mujer que le gustas, ¡sírvete! Ni modo, ya la cagaste... ya hiciste emputar a Naty, no queda de otra, la vida sigue. Ánimo Pablito.

Nunca lo supo Pablo, pero era evidente que la charola de oro sólo pasaba una vez... tal vez no lo aprovechó por estar en plena época de la adolescencia. O quizás por haber herido inconscientemente el corazón de una mujer tan noble como Abigail, le esperaban muchos retos en el futuro.

Transcurrían seis meses más, exactamente miércoles 3 de enero de 1962, justo cuando las fiestas decembrinas habían acabado. Una llamada telefónica hacía brincar de alegría a Pablo, porque Estrella ya había regresado a terminar los últimos momentos de la preparatoria.

- Hermanito –su hermana Karla, le mostraba el teléfono a Pablo- te buscan en el teléfono.

- ¿Quién habla?

- Una chica, creo que regresó del extranjero.

- Ah chinga... échame ese teléfono, es ella –Pablo tomaba el teléfono- Karlita, esto es privado, sal a jugar.

- Cada vez me da más miedo cuando la adolescencia se acerca a mi vida... te dejo con tu crush.

- Sí diga...

- Hola Pablo –saludaba Estrella desde el teléfono- ¿me extrañaste?

- Cada minuto, Estrellita, no he olvidado nada de ti.

- ¿Estás seguro? No sabes qué día es mañana, ¿o sí?

- Este... ¿jueves? –Pablo se preguntaba.

- Es obvio que no me mereces –Estrella comenzaba a reír- mañana es mi cumpleaños.

- ¡Qué pendejo soy! –Pablo se colocaba la palma de su mano en su rostro de manera fuerte-. No puedo creerlo.

- Tranquilízate, cariño... no somos pareja para obligarte... aún. ¿Cómo has estado?

- Pues aquí... echándole ganas. La escuela no es tan fácil como en los primeros semestres, pero ahí la llevo. ¿Qué tal tu viaje de regreso?

- Traje conmigo a un blanquito –decía de manera seria Estrella- Se llama Edmond.

- Oh, ya veo –Pablo transformaba su voz alegre en un tono cortante- sí, claro... los europeos son muy apuestos...

- ¡No es cierto, Pablo! –Reía Estrella-. Respira profundo...

- ¡Vaya puta broma! Casi me infarto, literalmente me ibas a romper el corazón.

- Para compensarte, ¿puedes venir a mi casa? Necesito mi regalo.

- Nunca me dijiste qué querías de regalo –Pablo no interpretaba las pistas de Estrella- pero mañana lo compro.

- Mi regalo no es algo que se compre. Yo quiero un novio de regalo, por eso quiero que vengas, regalito mío.

- Fui aceptado por una mujer. –Pablo se emocionaba-. Voy ahora mismo si quieres...

- No Pablito... tiene que ser el sábado, porque es un momento especial... vamos de día de campo.

- Eres muy misteriosa Estrellita... debo decírtelo –Pablo le decía- me dejaste dos años para decirme la respuesta que al menos fue buena; quieres que no te vea hasta el sábado, seguramente la sorpresa es muy buena, ¿verdad?

- Todo lo sabrás ese día amor, en fin –Estrella preparaba su despedida- tengo que colgar porque mamá quiere hacer una llamada. Te veo el sábado.

- Estoy muy ansioso, pero está bien, tendré paciencia –Pablo también se despedía- cuídate mucho, te quiero.

Efectivamente había una sorpresa para Pablo esa tarde de sábado 6 de enero de 1962; una sorpresa que no fue preparada por Estrella, sino por la vida misma. El día esperado, el día de ensueño se transformaba súbitamente en una pesadilla y jugarreta mal obrada por el destino mismo.

El teléfono sonaba en la casa de Pablo para solamente escuchar malas noticias por parte de los padres de Estrella. Llagas cruzadas se trazaban en el corazón de Pablo al escuchar cada palabra acerca del viaje de Estrella donde nunca más volvería. Recordando las palabras accidentales de su amigo Luis en el momento en que había rechazado a Abigail, Pablo comenzaba a darle sentido a su vida.

Una vena ligeramente inflamada había arruinado todo, justo cuando Estrella terminaba de arreglarse, esa vena había estallado en su cerebro provocando un malestar y una pérdida de conciencia súbita a tal grado de dejarse caer al suelo con la cara abajo. Los médicos al llegar simplemente habían meneado de un lado a otro sus rostros, perdiendo todo tipo de esperanzas; esa vena fue quien puso dieciocho años con dos días de vida, un punto final y una cruz más en el panteón francés... ¿y Pablo? ¿Por qué sufría desdenes del amor? Las mujeres lo rechazaban y cuando al fin una le decía que sí, resultaba que se moría a los dos días.

Era justificable, era comprensible, era lo más natural el modo de reaccionar de Pablo cuando salía a su jardín y se dejaba caer de rodillas para emitir el más fuerte de sus gritos y expulsar todo su llanto en un mar de lágrimas. Inmediatamente Karla y Enrique lo envolvían en sus cuerpos para consolar un alma herida. El resto de sus hermanos lo rodeaban y sus padres simplemente le ofrecían la mano para levantarse.

- Me duele verlo así –Karla decía con voz quebrada- mi hermanito es tan bueno, como para sufrir.

- No ha querido hablar con nosotros –Enrique le decía a su mamá- creo que en estos casos, los hermanos no somos los apropiados.

- Déjenme con él a solas –su madre decía- cierren la puerta.

- ¿Qué clase de broma es esta, mamá? –Pablo por fin hablaba-. Hoy era el día en que la iba a ver, en el campo... no en la tumba.

- Debes ir al funeral, hijo –su mamá le recomendaba- si tanto amabas a esta niña, lo menos que puedes hacer es despedirte de ella.

- Apenas antier, me aceptó –Pablo se desahogaba- ni siquiera me dieron la oportunidad de darle un beso formal... uno solo aunque sea...

- Lo importante es que te aceptó, hijo –su mamá lo abrazaba- el amor no se mide en tiempo, se mide por la honestidad, por la lucha y por el valor sentimental que le tengas a la persona que amas... no importa que la muerte se la haya llevado físicamente, sabes que ella está en algún lugar cuidándote. Hijo, confróntalo; asiste al velorio, al entierro, a los rosarios, llévale una flor de despedida. Si la valoraste en vida, valórala también estando dormida por siempre.

La noche de sábado fue larga para la familia, amigos y seres cercanos a Estrella. Asistían Luis, Azul, Johana, Jonathan, Agustín, Jorge, Iván y Briseida; exactamente los que habían ido en aquella excursión a las playas de Veracruz y el Tajín. Los padres y hermanos de Estrella se sentían devastados, pero observaban a Pablo con gestos de agradecimiento por acompañar a su difunta chica.

Pablo tenía un clavel en sus manos; y por el amor que a ella le tenía, se la colocaba en sus manos cubiertas por unos guantes tan blancos como las alas de un ángel. Levantaba el velo y besaba los labios helados de Estrella, para después hincarse en la cama donde reposaba.

El entierro fue el domingo 7 de enero, en una mañana muy fría como el entorno, donde familiares, amigos y conocidos le hacían un último ritual de despedida. En la casa de Estrella, Pablo, Luis, Jonathan y demás, platicaban de los recuerdos que vivían en aquellos tiempos; cuando Estrella compartía su vida.

- Todavía guardo la fotografía de cuando fuimos al Tajín –Luis mostraba la imagen- no sé ustedes, pero aquél día, santo madrazo que se dio Estrella cuando trató de bajar a un gato de la palmera, ¿se acuerdan?

- ¿Cómo no recordarlo amor? –Reía Azul-. Hizo un acto de caridad porque el gato cayó en su espalda.

- Esta niña sí pintaba para darnos en la madre en los estudios cuando se fue a Europa.

- Era muy traviesa mi niña –Pablo la recordaba entre lágrimas- no me vean así... ella me aceptó como novio, así que ya chingué aunque sólo hubieran pasado dos estúpidos días.

- Yo recuerdo cuando éramos niñas -Briseida veía de lejos su niñez- me jugo una pinche broma creyendo que su muñeca tenía vida. Viví una auténtica película de terror.

- No sé ustedes –Jonathan opinaba- y con todo respeto para la difunta, Pablito; pero ¿no crees que Estrella se pasó de lanza cuando te dio el sí justo dos días antes de lo inevitable?

- Nadie tiene comprada la vida Johnny –reía Pablo para amagar su tristeza- sí suena algo ojete, pero sé que dices eso para amenizar un poco este momento.

- Yo me acuerdo de algo muy peculiar –Agustín miraba el cielo- esa vez que fuimos a Veracruz... me dijo, 'más vale que no me demandes, voy a violar al pinche Pablo'. Eres un cabronazo, si no fuera por su viaje ya estarías con ella desde hace dos años.

- La verdad te viste bien pendejo –le decía Jorge a Pablo- pudiste ligártela en Veracruz, en una de esas ni se iba sólo para estar contigo.

- Yo qué iba a saber que se nos iba a adelantar así... mi linda Estrellita, lo importante es que ya pertenece a la constelación. Ahora que no es época de lluvias, saldré a la terraza para mirar el cielo y platicar con ella.

- Traje unos cafés para quitar el sabor amargo –invitaba Iván- ya tiene azúcar.

- Me va a dar diabetes así como los preparas Iván –Luis bromeaba- está bien... a su salud, y brindemos por nuestra hermanita que ya se convirtió en una angelita.

- ¿Qué se siente ser novio de un ángel? –Briseida hablaba con voz cortada.

- Me siento el cabrón más afortunado del mundo –suspiraba Pablo- pero no la tengo en carne y hueso, así que no le deseo esto ni a mi peor enemigo.

- Ánimo yerno –interrumpía el padre de Estrella- como su padre te digo, Estrella odia que se preocupen por ella. Ya sólo falta un semestre para que entres a la universidad.

- Gracias señor. Usted fue un buen padre; se la llevó a Europa para que tuviera preparación y cultura –después Pablo acompañaba en sollozos al padre de Estrella- no se imagina cuántas ofertas femeninas rechacé sólo por tener ojos para ella, hice lo mejor que pude.

Todos los amigos de Pablo lo rodeaban y lo abrazaban en círculo. Lástima que el castigo le llegaba por haber roto un corazón tan dulce como el de Abigail.

Transcurría el semestre en un abrir y cerrar de ojos; la graduación del fin de la preparatoria era un momento muy especial, ya que así como los restos de una explosión se separaban, así lo hacían las amistades, porque tenían en mente estudiar sus respectivas carreras en una universidad fuera de la capital mexicana. Más aun así, el tridente perfecto conformado por Pablo, Luis y Agustín iba a soportar el destino. Azul y Luis no querían terminar su relación, pero era muy difícil mantenerla al saber que Azul había sido aceptada en una universidad en Yokohama. Por lo pronto, la fiesta de la graduación iba a ser el último recuerdo; y aunque no todas las amistades estaban en la misma vocacional, estaban ahí como invitados.

- ¿Sabes qué debo aceptar? –Luis le decía a Azul-. El hecho de no terminar nuestra relación por nuestros actos; fueron las circunstancias.

- Qué bueno que lo tomes así, amor –Azul le respondía- una relación a distancia no es sana, lo sabemos bien... tal vez nosotros hablamos de más, pero los corazones son tercos.

- Amor de lejos es para pendejos... disfrutemos juntos lo que nos queda y vamos a divertirnos con la banda.

- Tardaron mucho –Pablo invitaba a la pareja a sentarse- chínguense un tequilita.

- Bueno compañeros –Agustín proponía un brindis- sé que en la graduación, muchos no son de la generación, pero como cuates unidos, salud por terminar la preparatoria.

- ¡¡Salud!! –Todos en la mesa levantaban sus copas.

- Muy sentimentales estamos y no hemos bailado. –Proponía Iván.

- Toda tuya la pista, guapo –Briseida le decía- párense que la pinche noche es larga.

- Y ya que me dijiste guapo, te jodes y bailas conmigo.

- Me jalo la botella –Jorge tomaba el whisky- no vaya a ser que le den baje.

- Ándale borracho, ya que andan con las parejas, me toca bailar contigo. –Reía Johana.

Se decía que la noche era larga, pero cuando los amigos se divertían, el tiempo transcurría sin darse cuenta de ello, la fiesta terminaba, el salón cerraba y los invitados se iban a descansar. No se sabía a ciencia cierta si el grupo iba a volver a verse de nuevo, pero el tridente perfecto aún tenía mucho que contar. Pablo invitaba a Luis y a Agustín a pasar la noche en su casa.

- ¡Qué buenos momentos pasamos cabrones! –Agustín se sentía satisfecho-. La prepa se nos fue y se nos viene el chingadazo en la universidad.

- Lamento que Azul se tenga que ir de mi lado –por una parte, Luis se sentía un poco triste, pero por otra parte satisfecho- antes de las cogidas, prefiero su futuro sano y de éxito... es así como la recordaré.

- ¿Y tú Pablito? –Agustín lo veía pensativo-. Estás muy callado.

- Ya van a cumplirse siete meses –Pablo recordaba a Estrella- la banda no podrá reunirse en años, pero están en el mismo cielo... mi Estrella es otro tema.

- Mientras pienses en ella, piensa que está viva –Luis lo consolaba con una palmada en el hombro- este cielo no es suficiente como los recuerdos gratos de nuestro pasado.

- Siempre hablas con majaderías Huicho, y ahora me sorprendiste –reía Pablo- pero te daré la razón... mucha gente vive pero es olvidada. Eso no es vida; en cambio Estrella, sigue viva porque está en nuestra memoria.

Aunque eran diferentes profesiones, Pablo, Luis y Agustín ingresaban en la misma universidad; para ser más exactos, pasaban los exámenes de admisión en Ciudad Universitaria... complicados, pero con los puntajes suficientes para ingresar. Era momento de dar vuelta a la página.

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