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Al día siguiente...
16 de agosto de 2022.
Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica.
Era un nuevo día. El cielo estaba nublado, y el clima estaba caluroso, pero las nubes estaban tan grises, que podían soltar su lluvia en cualquier momento.
El cielo estaba despejado, el clima estaba caluroso. Era un nuevo día en la ciudad.
Habían pasado días desde que Santino había terminado su relación con Soraya, debido a los problemas que ella le había causado. Santino se encontraba con Oliver en la cafetería de la facultad, ambos estaban sentados en una mesa.
Santino portaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis negros. Oliver portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.
—No sabes cómo lamento que estés pasando por esto, Santino —dijo Oliver un poco preocupado.
—No te preocupes, Oliver. No pasa nada —dijo Santino tranquilamente.
—¿Cómo te sientes después de haber terminado con ella, Santino? —preguntó Oliver.
—Me siento más tranquilo, mucho más animado… —dijo Santino tranquilamente—. De hecho, dormí como hace mucho tiempo no lo hacía, Oliver.
—Me gusta escuchar eso, hermano —dijo Oliver sonriendo—. Pero, ¿no tienes miedo de que tome alguna represalia en tu contra?
—No, no le tengo miedo… —dijo Santino ya molesto—. A base de maltratos, algunos golpes y ataques de celos, Soraya Díaz de León me quitó tanto, que hasta me quitó el miedo. ¿Qué te parece?
—Así son esas relaciones tóxicas, hermano… —dijo Oliver tranquilamente—. Hay novias que te aman incondicionalmente, y que harían hasta lo imposible, con tal de vernos felices. Pero también, hay locas tóxicas que nos hacen daño. Y nos quitan tanto, que hasta nos quitan el miedo.
—Tienes razón, Oliver —dijo Santino tranquilamente—. Tienes toda la razón. Pero la vida sigue, hay más peces en el mar.
—Lo sé, lo sé… —dijo Santino tranquilamente—. Hay más peces en el mar, pero tendré que esperar.
Santino sabía perfectamente que habían más peces en el mar, y tenía que esperar lo necesario para volver a enamorarse.
—Por cierto, dicen que mataron a ese tal Carlos Montalvo... —dijo Santino, poniendo un poco nervioso a Oliver—. Dicen que ayer le dieron como cuatro balazos, y su asesino desapareció.
—Lo sé... No sabes cómo lamento que le hayan hecho eso a ese pobre chico... —dijo Oliver con tristeza—. Digo, yo sé que ese chico consumía drogas casi siempre, pero no se merecía que le hicieran eso. Nadie merece que lo maten de esa forma.
—Sí, nadie se lo merece... —dijo Santino con tristeza.
—Como sea, espera el tiempo que sea necesario, Santino —dijo Oliver amablemente—. No necesariamente tienes que conseguirte novia ahora mismo. Sé muy bien por lo que estás pasando, y no me gustaría que consiguieras novia tan rápido. Esto va a necesitar algo de tiempo. No sé cuánto vaya a llevar: días, semanas, o quizá meses. Pero debes ser paciente, hermano. Te lo digo por experiencia.
—Lo sé, Oliver. Lo sé… —dijo Santino amablemente—. Bueno, me voy a casa. Nos vemos.
—Está bien... —dijo Oliver amablemente—. Nos vemos. Cuídate.
Santino se levantó de la mesa y se despidió de Oliver; se fue caminando hacia su casa. Aún se mostraba triste, tras su rompimiento con Soraya. Entendía que debía esperar a sanar su corazón, si quería volver a tener pareja.
De repente, apareció Daniela, la chica que vio a Oliver en la cama con Soraya. Ella portaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón blanco y un par de zapatos tenis negros. Se acercó molesta a Oliver, se sentó en su mesa y lo confrontó sin pensarlo dos veces.
—Hola, Daniela. ¿Pasa algo? —preguntó Oliver tranquilamente.
—¡Eres un idiota! —exclamó Daniela molesta.
—¿Qué te pasa? —preguntó Oliver temblando—. No me has dirigido la palabra desde hace días, y esto es lo primero que me dices. ¿Por qué estás de mal humor?
—¡Es increíble que sigas hablando con Santino como si nada, después de haberte metido con su ex novia Soraya! —exclamó Daniela molesta.
—No te enfades, hermanita —dijo Oliver aún temblando—. Sólo quería mostrarle la clase de persona que era su novia. Quería que la conociera realmente.
—¿Era necesario que te metieras con su novia, Oliver? —preguntó Daniela molesta.
—Es que no había otra forma —dijo Oliver tranquilamente—. Es mi mejor amigo, quería abrirle los ojos.
—Te metiste con su novia y te la llevaste a la cama —rugió Daniela molesta—. ¿Y todavía te atreves a decir que eres su mejor amigo? ¡No cabe duda de que eres un hipócrita, Oliver!
—Soraya es la mala persona, no yo —dijo Oliver.
—Soraya era una mala persona, en eso estamos de acuerdo —dijo Daniela molesta—. Pero tú, ¡eres igual o peor! Dices que Santino es tu mejor amigo. Ya deja de disimular el odio que siempre le has profesado.
—¿Odiarlo? —preguntó Oliver, y se echó una gran carcajada—. ¿Cómo crees que voy a odiarlo? Es mi mejor amigo, como ya te lo dije. Sabes que sería incapaz de hacerle daño. Créeme, hermanita.
—¿Y qué hay de lo que le hiciste, Oliver? —preguntó Daniela molesta—. ¡Entre tú y Soraya le hicieron mucho daño a Santino!
—Claro que no, hermanita. Sólo le abrí los ojos y le mostré la clase de persona que es —dijo Oliver burlón, mientras se levantaba de la mesa—. Como sea, ya me cansé de esta conversación. Yo me voy de aquí, ahí te ves.
Tras levantarse de la mesa, Oliver se alejó de Daniela y se fue de la cafetería. Ella se encontraba molesta con él, debido a lo que había hecho aquella noche en su casa, además del odio que él le profesaba a Santino.
***
Horas más tarde...
Casa de la familia Lattanzio.
Oliver se encontraba en su casa, después de haber tenido un largo día en la escuela. Estaba sentado en su cama, haciendo tarea con su laptop. De repente, alguien tocó el timbre de la casa. Oliver se levantó y salió de su habitación, para después dirigirse hacia la puerta, y abrir.
Y resultó ser Lorenzo, quien portaba una camisa a cuadros de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos. Oliver lo miró de reojo.
—Vaya, hasta que al fin te dignas a presentarte en mi casa, Lorenzo... —dijo Oliver molesto.
—Vamos, Oliver. Estaba ocupado haciendo tarea —dijo Lorenzo.
—Y yo estoy haciendo la mía. No sé por qué vienes mientras estoy ocupado —dijo Oliver molesto, aunque se iba calmando poco a poco—. Como sea, entra.
Lorenzo entró a la casa, y él y Oliver fueron a la habitación del chico. Oliver se sentó en la cama y siguió haciendo su tarea con la laptop, mientras que Lorenzo empezó a sacarle plática.
—Vamos, Oliver. Deberías estar feliz —dijo Lorenzo sonriendo—. Al fin, Santino terminó con Soraya. Ya tienes el camino libre con ella.
—Sí, lo sé, Lorenzo. Pero no es la chica a la que quiero —dijo Oliver, mientras seguia haciendo su tarea, sin ni siquiera voltear a ver a Lorenzo.
—¿Entonces? ¿Cuál es la chica a la que quieres, hermano? —preguntó Lorenzo, mientras se sentaba en la cama, cerca de Oliver.
—¿Quieres saber quién es? —preguntó Oliver, mientras seguía haciendo su tarea.
—Bueno… —dijo Lorenzo.
—Alessia Landeros —dijo Oliver, dejando sorprendido a Lorenzo—. Es la chica a la que quiero.
—¿La nueva amiga de Santino Alarcón? —preguntó Lorenzo sorprendido.
—Sí, es ella —dijo Oliver, mientras volteaba a ver a Lorenzo—. ¿Por qué estás tan sorprendido, Lorenzo?
Lorenzo repsiró profundamente antes de responder.
—Porque esa chica que acabas de mencionar, es mi ex novia —dijo tranquilamente—. Terminé con ella hace seis meses, después de haberle puesto el cuerno.
—¿Ves? Alessia Landeros es la chica que me gusta —dijo Oliver burlón—. Yo jamás la engañaría con otras chicas, así como tú lo hiciste.
—Sí, pero me cuesta trabajo dejarla ir… —dijo Lorenzo un poco molesto—. No puedo olvidarme de un año de noviazgo así como así, esto requiere tiempo.
—Esa chica me gusta, Lorenzo. ¿O qué? ¿Me vas a decir que quieres recuperarla? —retó Oliver a Lorenzo.
—¿Qué estás diciendo? ¡Por supuesto que no! —exclamó Lorenzo sorprendido—. Quiero decir que acepto que esa chica te gusta. Así que te voy a ayudar a conquistarla, y a quitar a Santino de tu camino.
Oliver quedó sorprendido al escuchar las palabras de Lorenzo.
—¿Así que tú también odias a Santino tanto como yo, Lorenzo? —preguntó.
—Sí, también lo odio —dijo Lorenzo—. No es por nada, pero detesto a ese chico desde que se hizo amigo de mi ex novia. Así que si así lo decides, cuentas conmigo para quitar a ese tipo de tu camino. Yo te ayudaré, Oliver.
—Entonces serás tú el que me ayude, ¿no es así? —dijo Oliver.
—Como gustes, hermano —dijo Lorenzo.
Lorenzo se acercó lentamente a Oliver, y trató de plantarle un beso en sus labios. Pero Oliver lo detuvo de inmediato.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó Oliver sorprendido—. ¡A mí no me gustan los hombres!
—Vamos, Oliver. Yo sé que te gusta… —dijo Lorenzo con una sonrisa seductora—. Yo sé que sí.
—Tú no perdonas nada, Lorenzo —dijo Oliver ya molesto—. Yo jamás entablaría una relación como esa con un hombre. Me conoces perfectamente. Yo no soy gay.
—Vamos, yo sé que querrás. Pero no por ahora… —dijo Lorenzo—. Prefiero esperar el tiempo que sea necesario.
—Eso ni en tus sueños, Lorenzo —dijo Oliver molesto.
Oliver no soportaba la idea de entablar una relación homosexual con un hombre. Y mucho menos en el momento en que deseaba quitar a Santino de su camino para conquistar a Alessia.
De repente, sonó el celular de Oliver.
—Lo siento, me están hablando. Tengo que contestar —dijo Oliver.
—Ve —dijo Lorenzo.
Oliver se levantó de la cama y se alejó de Lorenzo. Revisó su celular, y vio que había recibido un mensaje por WhatsApp. El mensaje decía:
Anónimo
"Espero que esta noche me des el dinero que prometiste, Oliver Lattanzio..."
El chico quedó indignado después de haber leído ese mensaje.
—No, ahora mismo te voy a poner fin, Carlos... —dijo molesto.
Oliver sabía que debía poner fin a los chantajes de Carlos, y quería encontrar la manera de hacerlo.
***
Más tarde…
Casa de Jeremías.
Jeremías vivía en la calle Tlatelolco, en una casa grande y marcada con el número 525. El chico estaba afuera, portando una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis negros. Soraya apareció, portando una blusa roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.
—Hola, Soraya… —dijo Jeremías sonriendo—. Veo que no has olvidado parte de tu trato.
—Y yo me doy cuenta de que tampoco has olvidado tu parte, Jeremías… —dijo Soraya burlona, mientras sacaba un fajo de biletes de 500 pesos y se lo daba a Jeremías—. Toma un poco más de dinero. ¡Y no te daré maś, ya se me acabó todo!
—No te preocupes si no quieres darme más —dijo Jeremías—. En estos momentos, voy a hablar con la policía, y les voy a contar todo lo que tú y Oliver le hicieron a mi hermana.
Jeremías sacó su celular para el bolsillo derecho de su pantalón. Soraya enfureció, se lo arrebató y lo aventó muy lejos.
—¡Ni creas que te voy a dejar hablar con las autoridades, idiota! —gritó molesta.
—¿Era necesario que aventaras mi celular? —preguntó Jeremías impresionado.
—No te preocupes, puedes comprarte uno nuevo, si es que no te gastas el dinero en drogas y alcohol, como siempre lo haces —refunfuñó Soraya.
—Bueno, si no puedes pagarme con dinero, puedes pagarme con otra cosa… —dijo Jeremías burlón.
—¿A qué te refieres? —preguntó Soraya.
Ni corto ni perezoso, Jeremías se acercó a Soraya. La sujetó de la cintura e intentó besarla.
—¡Suéltame, qué estás haciendo! —gritó Soraya, mientras Jeremías trataba de besarla.
—¡Lo vas a disfrutar, Soraya! —exclamó Jeremías mientras trataba de besar a Soraya por la fuerza—. No me digas que no te gusta...
—¡Pues depende de la persona! —exclamó Soraya mientras trataba de zafarse de Jeremías.
La joven golpeó a Jeremías en el estómago, para que éste la soltara. El chico decidió alejarse de ella un poco.
—¡En tu vida vuelvas a hacer algo como lo que acabas de hacer! —le gritó muy enojada.
Jeremías trató de ponerse en pie, después del puñetazo que Soraya le dio.
—Tú sabes si quieres cooperar, Soraya —dijo adolorido—. Pero después no te quejes, si las autoridades se enteran de lo que tú y Oliver le hicieron a mi hermana hace tiempo.
—¡Ya te he dicho que nadie te va a creer, Jeremías! —dijo Soraya muy molesta—. ¡Aparte, eso ya pasó hace mucho tiempo!
—Pues yo no olvido nada, Soraya. Tengo memoria de elefante —dijo Jeremías—. Espero que tú también la tengas.
Al final, Jeremías decidió alejarse de Soraya y entró a su casa. La joven se quedó desconcertada, después de lo que había pasado entre ella y Jeremías.
—¿Acaso Jeremías trató de besarme por la fuerza…? —preguntó estupefacta.
La chica decidió irse de la casa de Jeremías, y se dirigió hacia otra parte. Con cada momento que pasaba, su miedo aumentaba cada vez más, y no sabía que hacer al respecto.
***
Más tarde, esa misma noche...
Parque La Pérgola.
Ya era de noche. El cielo seguía nublado, pero ya no llovía. Todo se encontraba tranquilo, mientras que algunas personas aprovechaban para salir al parque, con tal de hacer algo de ejercicio.
Aprovechando que era de noche, Santino y Alessia se encontraron en el parque, ambos estaban sentados en una banca, platicando. Alessia portaba una blusa blanca de tirantes, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—No sabes cómo lamento que tengas que pasar por esto, Santino —dijo Alessia un poco preocupada—. Lamento que tengas que soportar los celos de Soraya.
—Sí, es que te comento que hoy me dijo que quería regresar conmigo —dijo Santino un poco molesto—. Pero yo le dije que no, que ya no quería saber nada de ella.
—Sí, es que así se comporta un ex novio, después de que lo terminas —dijo Alessia un poco triste—. Hace hasta lo imposible por volver contigo.
—Cierto. Le dije que era lo peor que me había pasado en la vida —dijo Santino un poco triste—. Y me dio una cachetada en respuesta. Es ahí que decidí que no la quiero volver a ver en mi vida.
—Te entiendo, Santino… —dijo Alessia tranquilamente—. Es que aún sigues molesto con ella, por todo lo que te habrá hecho. Aunque no descarto que quiera chantajearte para que regreses con ella.
—No, qué va… Yo no voy a caer ante los chantajes de Soraya —dijo Santino tranquilamente—. No me importa lo que pase, no voy a regresar con Soraya de ninguna manera.
—Así es, Santino… —dijo Alessia tranquilamente—. No te dejes vencer ante todo lo que te diga o haga Soraya.
—Sí, prefiero vivir en el presente y dejar a esa chica en el pasado —dijo Santino—. Hoy decidí que quiero empezar de cero…
—Y puedes contar conmigo para ello —dijo Alessia.
La chica empezó a poner su mano derecha, en la mano izquierda de Santino, aumentando el nerviosismo de éste. Poco después, decidió quitarla a ver el nerviosismo de Santino.
—Lo siento, es que me dejé llevar... —dijo Alessia con una leve sonrisa.
—No te preocupes, no pasa nada... —dijo Santino nervioso y con una sonrisa tímida—. Es que me dejé llevar.
Es ahí que Santino aprendía a sanar sus heridas. Y sentía que la amistad que mantenía con Alessia, lo mantenía tranquilo, y le impedía pensar en todo lo que había sufrido con Soraya.
—Sé que apenas nos estamos conociendo, pero muchas gracias por tu amistad, Alessia —dijo Santino sonriendo.
—Muchas gracias por tu amistad, Santino —dijo Alessia sonriendo—. En verdad, tú y yo nos estamos haciendo buenos amigos.
—Así es, Santino. Y los amigos están en las buenas y en las malas —dijo Alessia sonriendo.
—Muchas gracias por tus palabras, Alessia —dijo Santino sonriendo—. De verdad significan mucho para mí.
Era obvio que Santino empezaba a sentir algo por Alessia, pero prefería callarse, pues recientemente había terminado con Soraya, y entendía que primero debía amarse a sí mismo. Y sabía que el camino no sería fácil.
***
Más tarde...
Casa de Jeremías.
Jeremías se encontraba en su casa, barriendo el piso, mientras escuchaba música en su bocina. Escuchaba rap en español. De repente, alguien tocó el timbre de la casa, y el chico se dirigió hacia la puerta para abrirla. Se llevó una sorpresa, al ver que se trataba de Oliver, por lo que no dudó en hablar con él.
—¿Oliver Lattanzio? —preguntó impresionado—. Cielos, yo pensaba que nunca irías a una colonia como ésta.
—Tú debes ser Jeremías, ¿no? —preguntó Oliver tranquilamente.
—Sí, soy yo... —dijo Jeremías.
Oliver entró a la casa de Jeremías y lo confrontó de inmediato.
—¿Así que te estás metiendo con Soraya? —preguntó burlón—. Porque ella me dijo que la andabas chantajeando, y que le andabas sacando dinero.
—¡Eso es mentira, Oliver! —dijo Jeremías sorprendido—. ¿Cómo vas a creerle a esa loca? ¿Prefieres creerle a una muchachita rica, que a un vato humilde como yo?
Oliver sostuvo a Jeremías de la playera y lo sometió contra la pared.
—Soraya me estaba contando que querías sacarle dinero, a cambio de no revelar información delicada acerca de ella —dijo muy molesto—. Así que será mejor que mantengas la boca cerrada, y no se te ocurra decir algo, si no quieres que yo mismo te haga ver tu suerte.
—¡Tienes que entenderlo, Oliver! —gritó Jeremías—. ¡No sabes lo que tengo que hacer para proteger a mis amigos! ¿Acaso crees que quiero meterme con alguien por gusto?
—No, y yo no tengo por qué entender de razónes —dijo Oliver muy molesto, mientras seguía sometiendo a Jeremías contra la pared—. Así que más vale que seas un buen chico y te alejes de Soraya. Porque si no, vas a saber de lo que soy capaz.
—A mí me vale de que seas capaz —dijo Jeremías muy molesto, mientras Oliver dejaba de someterlo—. Te aseguro que no eres capaz ni de matar una mosca.
—Haz lo que quieras, Jeremías —dijo Oliver burlón, mientras se alejaba de Jeremías—. Pero luego no digas que no te lo advertí.
Tras haber amenazado a Jeremías, Oliver decidió marcharse de la casa. Era obvio que había tenido un día difícil, y quería terminarlo: no sin antes buscar a Carlos para acabar con él.
***
Más tarde...
Parque Hundido Amado Nervo.
Daniela, Ángel y Katia estaban en el parque hundido Amado Nervo, platicando tranquilamente mientras paseaban.
Daniela portaba una blusa gris de tirantes, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Ángel portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Katia portaba una blusa roja de tirantes, minishort de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.
—Es increíble que ya hayan pasado días desde que tu hermano terminó con la mía, Katia —dijo Ángel con un poco de tristeza.
—Así es, Ángel. Y en lo personal, estoy feliz. Pero, ¿por qué tienes esa cara? —dijo Katia un poco triste.
—Es que ya pasaron días desde ese incidente —dijo Ángel angustiado—. Pero a veces tengo miedo de que Soraya pueda hacer algo al respecto.
—Relájate, Ángel. Todos conocemos a Soraya —dijo Daniela tranquilamente—. Pero esta vez, no dejaremos que se salga con la suya. No vamos a permitir que regrese con Santino.
—Tienes razón, Daniela —dijo Katia sonriendo—. Mi hermano ya tuvo suficiente con esa chica, así que vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para evitar que regrese.
Ángel empezó a sonreír un poco después de haber escuchado las palabras en Katia y Daniela.
—Me encanta cuando las cosas salen bien —dijo sonriendo—. De verdad que yo tampoco voy a permitir que mi hermana siga arruinándole la vida a Santino.
—Es bueno saber eso, Ángel —dijo Daniela sonriendo.
—Me sorprende que te pongas del lado de mi hermano, en vez de defender a tu hermana —dijo Katia sonriendo—. Qué bueno que estés defendiendo a mi hermano. Eso habla muy bien de ti, Ángel.
—Así es —dijo Ángel.
—Por cierto, ¿Lorenzo Covarrubias aún no te ha pedido que seas su novia, Katia? —preguntó Daniela.
—No, todavía no… —dijo Katia amablemente—. Todavía estamos tratando de conocernos mejor. Aún no es tiempo de que seamos novios, pero quizá más tarde sí.
—Ya todos sabemos que todavía no es tiempo, Katia —dijo Ángel sonriendo—. Aún es temprano para que ustedes sean novios. Es cuestión de tener algo de paciencia.
—Sí, Katia —dijo Daniela—. Primero conozcanse mejor, y ya después vean qué pasa.
—Tienen razón, chicos —dijo Katia.
Mientras seguían platicando, los chicos siguieron pasando tiempo en el parque. Katia aún no estaba segura de ser novia de Lorenzo, pues recientemente estaba apoyando a Santino después de la desastrosa ruptura que había tenido con Soraya.
***
Más tarde...
Residencial Anáhuac Quinto Sector.
Oliver estaba en la colonia Residencial Anáhuac Quinto Sector, con tal de encontrarse con Carlos y poner fin a sus chantajes. Caminaba por la calzada Tenochtitlán, con una mochila gris en su espalda. Se dirigió hacia la zona de trenes, con tal de encontrar a Carlos. Al fin lo encontró cerca de unos trenes abandonados, se acercó a él y empezó a platicar.
—Vaya, Oliver. Eres más puntual de lo que creía —dijo Carlos burlón—. Yo creía que no ibas a llegar.
—Claro que sí lo hice, no creas que no —dijo Oliver burlón—. Como sea, quiero hacer esto rápido. Entre menos tiempo pase aquí, mejor.
—Bueno, a lo que vamos. Dame el dinero que tengas, wey —dijo Carlos.
—Aquí te va… —dijo Oliver tranquilamente—. Sólo prométeme que vas a borrar las fotos que nos tomaste a mí y a Soraya.
—Palabra —dijo Carlos.
Oliver no se fiaba de Carlos, y pensaba que aún si le entregaba el dinero, él subiría las fotos a internet.
—¿Qué estás esperando, Oliver? ¡Entrégame el dinero ahora mismo! —gritó Carlos molesto.
—Está bien, está bien, ya te lo voy a dar —dijo Oliver molesto—. Pero cuidadito y no cumplas con tu palabra.
Sin más que decir, Oliver se quitó la mochila y la puso en el suelo. La abrió, y sacó una pistola negra con silenciador.
—¿Ya me vas a entregar el dinero? ¿Por qué tardas tanto? —preguntó Carlos desesperado—. Bueno, como te vas a tardar mucho, será mejor que suba las fotos a internet. Para que todos sepan la clase de chapulín que eres.
Oliver volteó hacia Carlos y lo miró de reojo. Tenía la pistola negra en su mano derecha.
—¿Dinero? ¿Cuándo te dije que iba a darte dinero? —preguntó burlón—. Yo sólo vine a darte plomo, para que me dejes en paz.
Carlos vio la pistola en la mano de Oliver, y se asustó mucho.
—¿Qué vas a hacer? ¡No, no lo hagas! —gritó desesperado—. ¡Te juro que voy a borrar las fotos! ¡Pero no me hagas nada!
—¡Ya es demasiado tarde, Carlos! —exclamó Oliver.
—¡No lo hagas, no! —chilló Carlos.
Ya era demasiado tarde. Oliver le apuntó con su pistola a Carlos, y sin pensarlo dos veces, le disparó en la frente. No contento con eso, le dio otros tres disparos en el pecho y uno en el abdomen. Carlos recibió los disparos, cayó al suelo y murió al instante.
Oliver recogió el celular de Carlos del suelo, y se dio cuenta de que las evidencias eran ciertas.
—¿Así que querías exhibirme delante de todos, Carlos? ¡Pues qué lástima! —susurró burlón.
Tras haber matado a sangre fría a Carlos, Oliver guardó el celular del chico el bolsillo derecho de su pantalón. Y guardó la pistola de vuelta en su mochila.
—Sabía que era fácil quitar de mi camino lo que me estorbara... —susurró mientras volteaba a ver el cadáver de Carlos.
Se colgó la mochila y se fue del lugar tranquilamente, como si nada hubiera pasado. Simplemente iba por ahí, sin arrepentirse de lo que había hecho.
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