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10: No hay peor ciego que el que no quiere ver

Al día siguiente...

5 de septiembre de 2022.

Explanada de Rectoría.

Era un día tranquilo en la universidad. El clima estaba soleado, y el cielo estaba caluroso.

Oliver y Marcelo estaban caminando en el lugar, tranquilamente. Oliver portaba una playera roja de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Portaba su mochila en su espalda. Marcelo portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro, un par de zapatos tenis blancos y su mochila en su espalda.

—Mira que todo ha salido a nuestro favor, Marcelo —dijo Oliver con una sonrisa en su rostro—. Cada vez más y más gente cree que Santino abusó de Alessia aquella noche en la quinta.

—Así es, hermano —dijo Marcelo sonriendo—. Créeme que las drogas hicieron muy bien su trabajo. Lo mejor es que nadie sospecha de nosotros.

—Tienes razón —dijo Oliver sonriendo—. Te aseguro que nadie sospechará de nosotros. Hay que encargarnos de que todo salga como queremos. Que todo el mundo crea que Santino Alarcón es un violador.

—Tienes razón, Oliver. Pero te prevengo que hay gente que no cree que Santino abusó de mi hermana —dijo Marcelo—. Aunque se cuentan con los dedos de una mano, hay personas que sospechan de ti.

—Pues hay que eliminarlas —dijo Oliver con una frialdad e indiferencia que dejaron completamente sorprendido a Marcelo—. Hay que quitar a esos incrédulos de nuestro camino, aunque eso implique mancharnos las manos de sangre.

Marcelo se quedó un poco pensativo después de haber escuchado las palabras de Oliver.

—Tienes razón, Oliver… —dijo tranquilamente.

Los dos chicos siguieron caminando con relativa tranquilidad. De repente, aparecieron Soraya y Lorenzo, quienes caminaron hacia Oliver y Marcelo. Soraya portaba una blusa azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Portaba su mochila en su espalda. Lorenzo portaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla blanco, un par de zapatos tenis negros y su mochila en su espalda.

—Hola, chicos. Ya me enteré de que trasladaron a Santino en el tutelar de menores —dijo Soraya sonriendo.

—Sí, Soraya —dijo Oliver sonriendo—. Y dicen que si algo sale mal, será su fin.

—Espero que así sea, chicos —dijo Lorenzo con una sonrisa maliciosa—. Espero nunca volver a ver a ese tipo.

—Dicen que podŕian juzgarlo como adulto, si es posible —dijo Marcelo.

—No lo creo, Marcelo —dijo Soraya—. Santino aún es menor de edad, así que no creo que lo juzguen como adulto.

—Pero lo que sí, es que le van a dar una larga condena, junto con el rechazo social —dijo Oliver—. Aceptémoslo. La vida de ese mequetrefe está completamente destruida. Alessia lo va a odiar. Todo el país lo va a odiar.

—Lo malo de esto, es que hay que encargarnos de todo aquel que sepa la verdad de lo que pasó en la quinta —dijo Soraya—. Y nos vale si tenemos que mancharnos las manos de sangre.

—Así es —dijo Lorenzo.

—Por cierto, quiero hablar con Oliver a solas, por favor —dijo Soraya.

—Sí, como quieras. Vamos, Lorenzo —dijo Marcelo amablemente.

Marcelo y Lorenzo decidieron alejarse de Soraya y Oliver, con tal de que estos dos tuvieran una plática privada.

—¿Está todo bien, Soraya? —preguntó Oliver preocupado.

—Es que el idiota de Jeremías no me deja en paz, Oliver —dijo Soraya molesta—. Dice que tengo que tener sexo con él. El idiota me amenazó con que, si no le cumplía, te iba a denunciar por violador. ¿Qué voy a hacer?

Oliver se quedó pensativo después de haber escuchado las palabras de Soraya.

—No te queda de otra, Soraya. Tienes que matarlo —dijo tranquilamente, dejando sorprendida a Soraya.

—¿Y cómo voy a hacerlo? —preguntó Soraya sorprendida.

Oliver tomó a Soraya de la mano y se la llevó a un lugar privado.

—¿Qué haces, Oliver? —preguntó Soraya.

—Tienes que deshacerte de Jeremías hoy mismo —dijo Oliver—. Y te voy a dar lo necesario.

Oliver abrió su mochila y sacó una pistola negra con silenciador, era la misma con la que mató a Carlos.

—¿Una pistola con silenciador? —preguntó Soraya impresionada, al ver la pistola.

—Sí, la misma con la que maté a Carlos —dijo Oliver tranquilamente—. Hoy mismo acabas con la vida de Jeremías.

—Así será, Oliver... —dijo Soraya tranquilamente.

Soraya no lo pensó dos veces, y tomó la pistola de Oliver. Estaba decidida a cumplir con la orden del chico.

—Ah, de preferencia, dale un disparo en la cabeza —dijo Oliver.

—¿Por qué? —preguntó Soraya.

—Porque quiero que todos crean que se suicidó —dijo Oliver—. Colocas estratégicamente la pistola en su mano, una vez que lo mataste. ¿De acuerdo?

Soraya asintió. Estaba decidida a deshacerse de Jeremías, sin importarle las consecuencias.

***

Más tarde...

Tutelar de Menores.

Había mucha gente en el tutelar de menores. Varios jóvenes y menores de edad estaban en el lugar, debido a los delitos que habían cometido. Todos vestían camisas y pantalones color beige, además de zapatos.

Pero el caso más grave era el de Santino. Éste se encontraba en su celda, triste y desolado. Estaba profundamente triste tras haber sido acusado de violación, y deseaba demostrar su inocencia a como diera lugar.

De repente, un policía se acercó a Santino para hablar con él.

—Tienes visita, Santino… —dijo.

Santino salió de su celda y salió acompañado por el policía, para dirigirse hacia el área de visitas del tutelar. Ahí estaban su mamá y Katia, sentadas en una mesa y preocupadas por él. Katia portaba una blusa gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.

—¡Mamá, Katia! —sollozaba Santino, mientras corría hacia donde estaban sus familiares.

Katia y su mamá se levantaron de la mesa y corrieron hacia Santino para abrazarlo.

—¡Santino! —exclamó Katia.

—¡Hijo, Santino! —exclamó la mamá.

Las dos le dieron un fuerte abrazo a Santino, mientras empezaban a llorar.

—¡Soy inocente mamá! ¡Te lo juro! —exclamó Santino llorando.

—¡Ya lo sabemos, hijo! —exclamó la mamá llorando.

—¡Todos sabemos que tú serías incapaz de hacer algo así, Santino! —exclamó Katia llorando.

—¡No sé qué está pasando aquí! —exclamó Santino llorando—. ¡Les juro que yo no le hice nada a Alessia!

—Lo sabemos, hijo. Sabemos que tú eres inocente —dijo la mamá.

—No puedo creer que algunos amigos te haya traicionado de esa forma… —dijo Katia llorando.

La familia se separó y se sentó en la mesa, con tal de seguir hablando.

—¿De qué estás hablando Katia? ¿Cómo que mis amigos me traicionaron? —preguntó Santino confundido.

—Es que tú sabes que alguien la violó en esa fiesta… —dijo Katia preocupada—. Pero alguien va a declarar en tu contra, y te acusa de abuso sexual. Y lo peor, es que alguien es Alessia Landeros.

Santino quedó completamente sorprendido tras haber escuchado las palabras de Katia.

—¿Cómo que me denunciaron? ¿Acaso Alessia cree que yo la violé? —preguntó completamente estupefacto.

—Sí, hijo… —dijo la mamá preocupada—. Esa chica cree que tú la violaste, pero todos sabemos que no fue así.

—Estoy segura de que alguien más la violó, pero no fuiste tú, Santino —dijo Katia preocupada—. De hecho, yo alcancé a ver a alguien en el cuarto de Alessia.

—¿En serio, Katia? —preguntó Santino.

—Sí. Pero yo estaba muy lejos, así que no pude ver de quién se trataba —dijo Katia.

—Sí, hijo. Y si de algo podemos estar seguras, hijo, es que alguien abusó de Alessia y te tendió una trampa…

—No es posible… —dijo Santino confundido—. ¿Cómo que mis amigos me hicieron esto? ¿Qué clase de amigo me traicionaría de esta forma?

—No sabemos, Santino… —dijo Katia muy preocupada—. Pero me imagino que alguien muy cercano a ti te está haciendo esto. Y no sabemos de quién se trata…

—¿Un amigo muy cercano a mí? —preguntó Santino totalmente confundido—. Eso no es cierto, no creo que Oliver haya sido capaz de hacerme esto. Es mi mejor amigo.

—No lo sé, hijo —dijo la mamá—. Vi que uno de los malandros le estaba diciendo a mi hija que alguien te denunció. Creo que se llamaba Jeremías.

—¿Uno de los amigos de Carlos? —preguntó Santino.

—Sí, hijo. Al principio yo creí que estaba mintiendo, pero poco a poco me di cuenta de todo esto… —dijo la mamá.

—Y si todo resulta ser cierto, yo creo que Oliver te traicionó, hermano —dijo Katia totalmente estupefacta.

Satino quedó completamente perplejo y estupefacto, después de haber escuchado todas esas palabras.

—¿Oliver me traicionó...? —preguntó—. No puede ser, no es posible...

Era obvio que poco a poco, iba a darse cuenta de la que hace la persona que tenía por mejor amigo. No sabía cómo reaccionar, ni que decir, pues estaba sorprendido con lo que había descubierto.

***

Más tarde...

Plaza Fiesta Anáhuac.

Ángel y Daniela estaban en Plaza Fiesta Anáhuac, paseando tranquilamente. Ángel portaba una playera azul de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Daniela por su parte, portaba una chamarra de mezclilla azul sobre una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos, además de portar un bolso beige.

Los dos chicos estaban platicando.

—No puedo creer que le esté pasando esto a Alessia… —dijo Ángel completamente triste—. Me cuesta trabajo creer que alguien haya abusado de ella, sin importarle que estuviera ebria

—Sí, Ángel —dijo Daniela con tristeza—. Pero peor aún, que todos le estén echando la culpa a un chico inocente.

—Así es, Daniela. Todos le están echando la culpa a Santino por ello —dijo Ángel triste.

—Y que lo digas, todas las redes lo están atacando. Mira… —dijo Daniela.

Daniela sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón, y le mostró Facebook a Ángel. En la pantalla del celular se mostraba una foto de Santino, así como múltiples comentarios de odio.

"Fuera violadores de la UANL"

"Santino Alarcón es un violador"

"#JusticiaParaAlessia"

"Alessia no tuvo la culpa de su violación. Que Santino pague por lo que hizo"

"Fuera Santino Alarcón de la UANL"

Ángel y Daniela quedaron completamente horrorizados, después de haber leído los comentarios que estaban en la foto de Santino.

—No puedo creer lo que estaba viendo… —dijo Daniela con tristeza—. No me imagino cómo se han de sentir ambas familias.

—Sí… —dijo Ángel angustiado—. A Alessia la violaron, y están culpando a Santino. Y no sabemos quién es su verdadero violador.

—Yo tampoco… —dijo Daniela con tristeza—. Todos creen que Santino es su violador, pero nadie sabe que fue otra persona quien la violó. No sé quién la estaba tocando esa noche, sólo puedo decir que no alcancé a ver la silueta del violador…

—Así será muy difícil atraparlo… —dijo Ángel angustiado—. Yo sólo deseo que se limpie el nombre de Santino algún día.

—Yo también, Ángel… —dijo Daniela angustiada.

Los dos chicos se sentían muy mal con lo que estaba pasando. Pero aún así, tenían las esperanzas de que atraparan al verdadero violador de Alessia, y así limpiar el nombre de Santino.

***

Más tarde...

Parque La Pérgola.

Oliver se encontraba trotando en el parque, y había cambiado su atuendo. Portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. 

—Vaya,  nada como una buena rutina de ejercicio por la tarde —dijo mientras trotaba.

De repente, alguien se cruzó en su camino. Y no era otra que Katia. Oliver se detuvo, mientras que Katia se le acercó rápidamente.

—Hola, Katia. ¿Qué ocurre? —preguntó Oliver amablemente.

Katia se acercó a Oliver y le dio una fuerte cachetada que casi lo tira al suelo.

—¡Eres un maldito bastardo, Oliver! —le gritó Katia llena de ira.

Oliver quedó completamente sorprendido después del golpe que recibió.

—¿Qué te pasa, Katia? —preguntó sorprendido, mientras se sobaba la mejilla izquierda.

—¡No te hagas el tonto, Oliver! —gritó Katia llena de ira—. ¡Sé que tú traicionaste a mi hermano! ¡Sólo te burlaste de él!

—¿Traicionar a tu hermano? ¿De qué estás hablando! —preguntó Oliver confundido.

—¿Ya se te olvidó? —gritó Katia molesta—. ¡Fuiste tú quien violó a Alessia Landeros esa noche! ¡Y no contento con eso, la manipulaste para que le echara la culpa a Santino! ¿Cómo pudiste burlarte de mi hermano de esa forma?

Oliver simplemente se echó a reír después de haber escuchado las palabras de Katia.

—¿Qué es tan gracioso, Oliver? —preguntó Katia molesta.

—Oh, por supuesto que no estás mintiendo… —dijo Oliver con tono de burla y lleno de cinismo—. Por supuesto que yo abusé de esa chica esa noche. Fui yo quien le destruyó la vida. Y encima de todo, me di el lujo de encontrar un chivo expiatorio para que pague por esa culpa. ¿No es divertido, Katia?

Katia quedó horrorizada tras haber escuchado las palabras de Oliver.

—Dios mío, cuánto cinismo… —dijo horrorizada.

—Pero me imagino que no lo sacaste de cualquier hijo de vecino —dijo Oliver burlón—. No sacaste esa información de cualquier tonto, sino de alguien muy especial. Y es alguien se llama Jeremías Ocampo. ¿O me equivoco?

—¿Cómo? ¿Qué estás diciendo, Oliver? —preguntó Katia horrorizada.

Oliver soltó una carcajada malévola.

—Me lo dijo un pajarito —dijo con tono de burla—. Sé muy bien que estabas hablando con ese chico acerca de lo que vio en esa fiesta. Me imagino que te estaba contando lo que le hice a Alessia, con lujo de detalles. Y me imagino que también utilicé drogas para facilitar el trabajo. No cabe duda de que Jeremías es más astuto de lo que parece.

—¿Cómo sabes todo eso? —preguntó Katia horrorizada.

—Porque mis amigos me lo dicen todo —dijo Oliver tranquilamente—. Ellos vigilan a todo aquel que sepa de lo de la fiesta, hasta el más mínimo detalle. Y te aseguro que no deberías hablar con nadie acerca de lo que pasó. Porque tu familia podría estar en grave peligro, al igual que todos los soplones.

Después de esa advertencia, Oliver decidió alejarse de Katia y continuar caminando. Katia quedó completamente horrorizada tras haber escuchado la brutal advertencia de Oliver.

—¿De qué es capaz Oliver Lattanzio? —preguntó horrorizada, mientras volteaba hacia él—. ¿En qué carajos se ha convertido?

Simplemente veía cómo Oliver se alejaba, sin ni siquiera voltear hacia ella. Y tenía entendido algo: Oliver no era el mejor amigo de Santino, sino su peor enemigo.

***

Esa noche…

Casa de Jeremías.

Aprovechando que ya era de noche, Jeremías se encontraba en su casa, limpiando la sala. Portaba una playera blanca de mangas cortas, short deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Se encontraba barriendo el piso con su escoba.

De repente, alguien tocó el timbre de la puerta. Jeremías caminó hacia ella y la abrió. Y vio que Soraya era la que estaba tocando. Ella portaba una blusa negra de tirantes, pantalón deportivo blanco y un par de zapatos tenis blancos.

—Hola, Soraya —dijo Jeremías.

—Hola, Jeremías —dijo Soraya—. Es que me dijiste que viniera…

—Muy bien, entra si quieres… —dijo Jeremías.

—Espero que no se te ocurra volver a chantajearme —dijo Soraya molesta.

—Vamos… —dijo Jeremías.

Soraya entró a la casa de Jeremías, y quiso caminar un rato. Jeremías caminó hacia ella, y la abrazó por la cintura, con tal de tener sexo.

—¿Qué te pasa, idiota? —preguntó Soraya molesta—. ¿Otra vez quieres llevarme a la cama?

—¿Y para qué crees que te cité aquí, Soraya? —preguntó Jeremías, mientras seguía abrazando a Soraya por la cintura—. Sólo quería hacerte mía una vez más.

—¡Suéltame de una vez, carajo! —gritó Soraya molesta.

—¡Ya te dije que no, Soraya! —gritó Jeremías ya molesto—. ¡Te dije que vas a ser mía, quieras o no!

Jeremías seguía sujetando a Soraya, mientras ésta trataba de zafarse. De repente, Ángel entró y se acercó a los dos chicos, para salvar a Soraya.

—¡Deja en paz a mi hermana, maldito! —gritó Ángel.

Separó a los dos chicos, y le dio un puñetazo a Jeremías, rompiéndole la nariz. Soraya se acercó a Ángel.

—¿Estás bien, Soraya? —preguntó Ángel.

—Sí, gracias, Ángel… —dijo Soraya tranquilamente.

Jeremías se levantó del suelo y se acercó a Soraya para tratar de dominarla nuevamente.

—¡Ni creas que vas a volver a volver a atraparme tan fácilmente, perdedor! —gritó Soraya furiosa.

—¡Oh, claro que sí! —gritó Jeremías.

Jeremías trató de sujetar a Soraya por la fuerza, pero ésta le dio un cabezazo, que lo hizo alejarse de ella y tambalearse.

—¡Ni muerta volveré a estar con un muerto de hambre como tú! —gritó Soraya furiosa.

Jeremías dejó de tambalearse y se dirigió hacia Soraya.

—Pues entonces los voy a meter a la cárcel, a ti y atus amigos, Soraya —dijo molesto—. Ahora mismo, le voy a contar a la familia de Santino, lo que tú y Oliver le hicieron a mi hermana hace tiempo, además de contarle a Katia lo que le hicieron a Alessia.

Jeremías sacó su celular del bolsillo derecho de su short, pero Soraya se le acercó y le dio un fuerte rodillazo en los testículos, haciéndolo arrodillarse y tumbarse al suelo. El chico se retorcía de dolor. Soraya, muerta de ira, sacó una pistola del bolsillo derecho de su pantalón y le apuntó a Jeremías.

—¡Te advertí que no te metieras conmigo, si no querías ver de lo que era capaz, maldito muerto de hambre! ¡No más juegos! —le gritó muy enojada.

—¿Qué estás haciendo, Soraya? —preguntó Ángel sorprendido.

—¡No hagas esto, por favor! —susurró Jeremías—. ¡Piensa bien lo que estás haciendo! ¿Acaso te vas a convertir en una asesina?

—¡Claro que no, pero hay cosas como ésta, que me olbigan a hacerlo! —gritó Soraya, mientras seguía apuntándole con el arma a Jeremías.

Jeremías seguía retorciéndose en el suelo, sosteniéndose los testículos, debido al dolor que sentía. Soraya seguía apuntándole con el arma, y estaba decidida a disparar.

—¡Piénsalo! —susurró—. ¿De verdad quieres ir a la cárcel? Si quieres, puedo hablar con la policía, para contarles lo que vi en la fiesta… Tú y Oliver se van a ir a la cárcel. Cuando me recupere del rodillazo que me diste, le voy a hablar a las autoridades para contarles lo que ustedes hicieron en la fiesta. ¡Y los voy a refundir en la cárcel a todos ustedes! ¡Santino Alarcón es inocente!

Soraya enfurecía cada vez más conforme pasaba el tiempo.

—Es una pena que vaya a contarle todo a la familia Alarcón —dijo Jeremías burlón—. Todo mundo sabrá la clase de personas que son tú y Oliver. De mí te acuerdas, nena.

Harta de todo ese rollo, Soraya apretó el gatillo y le disparó en la cabeza a Jeremías, exactamente en la sien derecha. Éste recibió el disparo, y murió al instante. Ángel quedó sorprendido al ver el crimen.

—Encárgate del resto, Ángel —dijo Soraya mientras arrojaba la pistola al suelo—. Que todos crean que este idiota se quitó la vida.

Ángel no dijo una sola palabra. Simplemente veía cómo Soraya se iba de la casa de Jeremías, como si nada hubiera pasado. También tenía miedo, al saber que era cómplice de un asesinato.

***

Más tarde...

Parque La Pérgola.

Alessia caminaba por el parque, sin rumbo. Portaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.

—¿Cómo es posible que esté pasando por este infierno? —preguntaba con tristeza.

De repente, Katia llegó al parque. Encontró a Alessia ahí, y se dirigió hacia ella para enfrentarla por lo ocurrido.

—¿Katia...? —preguntó Alessia sorprendida.

Envuelta en ira, Katia le soltó una bofetada a Alessia.

—¿Cómo fuiste capaz de traicionar de esa manera a mi hermano? —preguntó furiosa—. ¿Sí sabes que está en la cárcel por tu culpa?

Alessia se recuperó de la cachetada que Katia le dio, y no dudó en enfrentarla.

—¿Dices que traicioné a tu hermano? —preguntó sorprendida—. Yo no lo traicioné, él fue quien lo hizo. Él me violó. ¡Me destruyó la vida!

—¡Yo sé que te violaron en esa fiesta, pero no fue mi hermano quien lo hizo! —gritó Katia molesta—. ¡Mi hermano no fue quien te violó, Alessia! ¡Entiéndelo!

—¡Claro que sí, Katia! —gritó Alessia ya molesta—. ¡Tu hermano fue quien me violó, Oliver me lo contó!

—¡Mentira! —gritó Katia molesta—. ¡Entiende de una buena vez que mi hermano no te violó! ¡Oliver es tu verdadero violador!

—¡Ya basta, no quiero seguir escuchando estas tonterías! —gritó Alessia molesta.

—¿Qué es lo que no quieres escuchar, Alessia? —vociferó Kaita molesta—. ¿No quieres escuchar la verdad? ¿No quieres escuchar que Oliver Lattanzio es tu verdadero violador? ¿Eso es lo que no quieres escuchar?

Pasaba el tiempo, y la furia de Katia aumentaba cada vez más.

—Pues haz lo que quieras, Alessia. No me importa que te moleste la verdad —dijo Katia más tranquila, pero todavía molesta—. Oliver es tu verdadero violador. Ese inmundo animal fue quien traicionó a Santino y lo metió a la cárcel injustamente. Muy pronto te darás cuenta de eso. Te lo prometo.

—¡Pues tú sigue defendiendo a mi violador todo lo que quieras! —gritó Alessia ya furiosa—. Defiéndelo todo lo que quieras, ¡pero nada me quita de la cabeza que Santino Alarcón fue quien me violó! ¡Y no hay nada que puedas hacer para demostrar lo contrario!

Katia simplemente se echaba a reír.

—Definitivamente de algo puedo estar segura. No hay peor ciego que el que no quiere ver —dijo tranquilamente—. Y si tú quieres seguir creyendo que Santino te violó, allá tú. Pero muy pronto irás descubriendo toda la verdad, te lo prometo. Ah, y dile al inmundo de Oliver que va a pagar por lo que les hizo a ti y a mi hermano.

Ya cansada de seguir discutiendo con Alessia, Katia decidió irse del parque, dejando sola a la chica. Era obvio que estaba muy dolida por lo ocurrido, y no podía perdonar la traición de Alessia.

***

Más tarde…

San Pedro Garza García, Nuevo León.

Colonia San Pedro 400.

Dos chicos estaban saliendo de la cancha del parque Las Mitras. Ambos chicos eran de piel morena y de baja estatura, además de ser delgados. Uno de ellos portaba una playera blanca de tirantes, short negro y un par de zapatos tenis blancos. El otro portaba una playera gris de tirantes, short negro y un par de zapatos tenis blancos.

—Es increíble que Oliver se esté deshaciendo de todos aquellos que fueron a su fiesta, Josué —dijo el chico de blanco.

—Sí, me cuesta trabajo creerlo, Pablo —dijo el chico de gris, conocido como Josué—. Ese vato de verdad que está loco.

—Sí. Pero, ¿por qué carajos está asesinando a todos los testigos de la fiesta? —preguntó el chico de gris, conocido como Pablo—. ¿Acaso está ocultando algo grave?

—Simón. Y es algo muy, pero muy grave —dijo Josué horrorizado—. Si no me equivoco, dicen las malas lenguas que abusó de una chica inocente. Y por eso es que está asesinando a varios testigos.

Ambos chicos seguían caminando tranquilamente.

—No puedo creer que ese tal Oliver Lattanzio esté matando a varios testigos —dijo Josué asustado—. De verdad que es un ser sanguinario. Y completamente despreciable.

—Y que lo digas, vato —dijo Pablo consternado—. No sólo abusó sexualmente de una chica inocente, sino que además, le echó la culpa a un chico que no tuvo nada que ver. Y ahora todavía se da el lujo de asesinar a muchas personas. Te lo igo, porque ayer se echaron a un vato por allá.

—Qué horror… Espero que todo se aclare, y Oliver Lattanzio termine tras las rejas —dijo Josué preocupado.

De repente, mientras ambos chicos seguían platicando, una motocicleta roja estaba llegando a toda velocidad, y el sujeto que estaba manejando, sacó una pistola negra, les apuntó a los chicos, quienes gritaban asustados. Les disparó a quemarropa, y ambos chicos cayeron muertos al suelo. El chico se quitó el casco, revelando que era Oliver.

—Fue mucho más fácil de lo que creía —dijo con una sonrisa malévola—. De verdad que hacer que esos tipos caigan como moscas, es mucho más fácil que la tabla del uno.

Después de haber matado a Josué y a Pablo, Oliver se puso su casco, guardó su pistola y empezó a manejar a toda velocidad.

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