Capítulos ciento catorce "Cumpleaños"
Me desperté despacio, sintiendo una frialdad en el lado de la cama donde debería estar Hannah. Solo encontré un desorden de sábanas, lo que hizo que mi corazón latiera más rápido. Me levanté de un salto y fui directo a la habitación de Melody, pero ella no estaba allí. Con el ceño fruncido, me despeiné el cabello y bajé trotando las escaleras, llamandola.
—¡Melody! ¿Cariño,Dónde estás?
Fue entonces cuando escuché una voz que hacía que mi corazón se detuviera: la voz de Hannah cantando suavemente desde la cocina. El ritmo de mi corazón se aceleró, y me dirigí rápidamente hacia el origen del sonido. Al entrar en la cocina, la vi de espaldas, cocinando con una gracia que era completamente suya, moviéndose al ritmo de su canción.
Melody estaba sentada en la barra y, al verme, exclamó con alegría —¡Papi!
Hannah se giró hacia mí, con una dulce sonrisa en su rostro. Me quedé paralizado, sin poder creer lo que veía. En un segundo, atravesé la cocina y la abracé con fuerza. Sentí sus brazos rodeándome, algo sorprendida.
—¿Qué ocurre, Scott? —preguntó con suavidad.
Me separé ligeramente para mirarla a los ojos.—Estabas en el hospital —dije, con la voz quebrada—. En coma. Creí que nunca ibas a despertar.
Ella me miró extrañada y negó con la cabeza.—Eso solo debió ser una pesadilla, cariño. Nunca estuve en el hospital.
Miré a Melody, buscando alguna confirmación, pero ella también parecía desconcertada. Regresé a Annah y la mire sin poder creerlo, pensando en que solo quería hacer una cosa.Tomé las mejillas de Hannah entre mis manos y la besé con urgencia, separando nuestros labios pero manteniendo nuestros rostros juntos.
Ella acarició mis mejillas, notando mis lágrimas.—Cariño, todo está bien —susurró, tratando de consolarme. —estoy aquí, no me he ido.
—fue horrible, yo...creí que te perdería —admití.
—me tienes para rato aún, Scottie Pottie —dejó un pequeño beso en la punta de mi nariz qué me hizo sonreír. Necesitaba verla, no iba a dejar de hacerlo y disfrutar de cada gesto suyo, como por ejemplo,la forma en que arruga su nariz con ternura cuando se enoja.
Entonces, al abrir mis ojos, la vi de nuevo con la garra del berserker enterrada en su costado, sangrando profusamente.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó, horrorizada—. Creí que me amabas.
Miré la ventana a mi costado, donde me reflejaba y vi que traía puesto el traje de berserker, manchado de sangre. Retrocedí, negando con la cabeza, mientras la escena se desvanecía y la pesadilla se apoderaba de mi mente.
—Annah —la tomé en mis brazos —perdóname, no quise hacerlo —lloré, mientras observaba otra vez como se esforzaba en mantener los ojos abiertos —no, no por favor, no otra vez, no me dejes —la abracé con fuerza —¡NO ME DEJES!
Desperté abruptamente en mi habitación, empapado en lágrimas y sudor. Miré a mi lado y vi que estaba vacío. Hannah seguía en el hospital. Nada fue real. El dolor y la desesperanza me abrumaron, y lloré desconsoladamente, sintiendo que estaba perdiendo la esperanza de recuperar a mi amor.
Cuando finalmente me calmé, recordé que tenía una pequeña persona a mi cargo que no debía verme así. Me dirigí al baño y me di una ducha rápida, tratando de sacudirme la pesadilla. Bajé a la cocina, sintiéndome extraño en mi propia casa, y preparé un buen desayuno.
Luego, subí nuevamente para despertar a Melody con ternura.
—Buenos días, princesa —le susurré, acariciándole el cabello.
La pequela se desperezó y me sonrió. —Buenos días, papi.
—Te hice un desayuno super especial —admití acariciando su mejilla.
—¿Preparaste Waffles? —sus ojos brillaron con emoción.
—mm...tal vez —presioné suavemente su nariz sacandole una risita.
La levanté en brazos y la llevé abajo para desayunar. Mientras comíamos, hablamos de cualquier cosa, y yo disfrutaba cada momento con mi hija. La observé detenidamente, dándome cuenta de lo mucho que se parecía a Hannah. Tenía sus mismos gestos, su misma dulzura.
—Papá, ¿por qué estás tan callado? —preguntó, ladeando la cabeza.
—Solo estaba pensando en lo afortunado que soy de tenerte —respondí, sonriéndole.
Mi ensimismamiento se rompió cuando Melody me miró con una sonrisa pícara.—Papi, hoy es un día muy importante.
—¿Por qué, mi amor? —pregunté, intrigado.
—¿No te acuerdas? Hoy es el cumpleaños de mamá y del tío Stiles.
La realidad me golpeó de nuevo, y sonreí con tristeza.—Tienes razón, princesa. Hoy es un día muy importante.
Me incliné y le di un beso en la frente, prometiéndome a mí mismo que haría de este día algo especial, aunque el dolor aún estuviera presente.
Mi hija me miró con sus ojos brillantes.—¿Podemos llevarle flores a mamá hoy? Sé que le encantan las margaritas.
Asentí, tratando de mantener la voz firme.—Claro que sí, pequeña. Le llevaremos las flores más hermosas que encontremos.
Melody sonrió ampliamente, y ese pequeño gesto me dio la fuerza que necesitaba.Después de desayunar, nos preparamos para ir al hospital. Durante el trayecto, mi niña me hizo preguntas sobre el cumpleaños de Hannah y Stiles cuando eran niños.
—¿Mamá y el tío Stiles siempre celebraban sus cumpleaños juntos? —preguntó.
—Sí, siempre lo hacían. A veces, incluso tenían dos pasteles, uno para cada uno. Era una gran celebración —le conté, tratando de mantener el tono ligero.
—¿Y cuál era el pastel favorito de mamá? —insistió.
—Le encantaba el pastel de chocolate con fresas. Siempre decía que no había mejor combinación —dije, sonriendo al recordar.
—¿Podemos llevar uno al hospital, papi? Así le cantamos el feliz cumpleaños a ella y al tío Stiles.
Asentí ante su idea.—Claro que sí, pequeña. Vamos a comprar el pastel y se lo llevamos.
Fuimos a la pastelería y escogimos un hermoso pastel de chocolate con fresas, tal como le gustaba a Hannah. Melody no podía contener su emoción, y yo también sentí un renovado sentido de esperanza y alegría mientras nos dirigíamos al hospital.
Al llegar, Melody corrió hacia la habitación, y yo la seguí de cerca con el pastel en mis manos. Entró y se lanzó a los brazos de Stiles, deseándole un feliz cumpleaños con una sonrisa radiante.
—¡Feliz cumpleaños, tío Stiles! —exclamó.Stiles la abrazó con cariño, riéndose.
—Gracias, pequeña. ¡Me alegra verte tan feliz!
—Tengo algo para ti —dijo Melody, sacando un dibujo de su mochila. Era un dibujo de "Roscoe", el preciado Jeep de Stiles, con él y Melody parados junto a él.
—¡Es hermoso! —dijo con una sonrisa amplia—. ¡Gracias, Mel! Voy a enmarcarlo y ponerlo en mi habitación.
La pequeña se acercó a la cama de Hannah y, con toda la ternura del mundo, dejó un beso en su mejilla.—Feliz cumpleaños, mamá. Te traje flores y un pequeño pastel, tu favorito.
También les deseé a ambos un feliz cumpleaños.—¡Feliz cumpleaños, Stiles!.
Stiles sonrió, agradecido, mientras Noah asentía con una sonrisa. Me incliné sobre la cama y presioné mis labios suavemente contra la frente de Hannah.
—Feliz cumpleaños, amor —le susurré, con la voz quebrada de emoción.
Melody, siempre atenta, notó la emoción en el ambiente y propuso con su voz dulce —¿Podemos cantarle el feliz cumpleaños a mamá y al tío Stiles?
Todos asentimos, y con Melody liderando la canción, comenzamos a cantar "Feliz Cumpleaños". La habitación se llenó de una calidez y amor que casi podían sentirse en el aire. Al terminar la canción, la niña se inclinó hacia su madre una vez más.—Te amamos mucho, mamá. ¡Despierta pronto! —Mientras nos acomodábamos alrededor de la cama de Hannah, se acercó a mí y susurró —Papi, ¿crees que mamá escuchó nuestra canción?
Le acaricié el cabello y le sonreí.—Estoy seguro de que sí, princesa. Estoy seguro de que lo sintió en su corazón.
Cuando Stiles y Noah me pidieron hablar en privado, sentí un nudo formarse en mi estómago. Nos alejamos de la cama de Hannah y nos dirigimos al pasillo.
Mi suegro fue el primero en hablar, su tono era serio y su rostro mostraba una tristeza que apenas podía ocultar.—ha pasado un mes y Hannah no ha despertado. No ha habido mejorías ni indicios de que lo vaya a hacer —dijo, pausando como si buscara las palabras adecuadas para continuar.Mi corazón empezó a latir con fuerza, temiendo lo que estaba por venir.—Scott, Stiles y yo hemos estado pensando... —continuó, respirando hondo—. Tal vez sea hora de desconectarla.
Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. Mi mente se negó a procesar lo que acababa de escuchar.—¡No, por favor! —suplicaba con desesperación—. ¡No pueden hacer eso! No puedo perderla en esta vida también.
Noah me miró con compasión, pero su voz permaneció firme.—los gastos son demasiados y se nos está acabando el dinero. No podemos seguir así indefinidamente.
Trataba de pensar en alternativas, alguna manera de evitar esa terrible decisión.—Podemos buscar otras opciones, otros hospitales, perdirle dinero a Derek, cualquier cosa... —dije, mi voz llena de desesperación.
El sheriff negó con la cabeza, su expresión llena de tristeza.—Hannah no merece estar así. Es egoísta de nuestra parte mantenerla en este estado —sentí su voz quebrándose un poco—. Mañana vamos a desconectarla.
Las palabras golpearon mi corazón como un martillo. Me sentí abrumado por la desesperación y la impotencia.—¿Cómo se lo voy a decir a Melody? —pregunté, mi voz apenas un susurro—. ¿Qué hay de ella? No le pueden hacer esto a su madre.
Stiles, siempre el más cercano a mí, puso una mano en mi hombro.—Scott, sabemos que esto es lo más difícil que hemos tenido que enfrentar, pero no podemos seguir así. Mañana... mañana la desconectarán.
La realidad de la situación me golpeó con toda su fuerza. La idea de perder a Hannah, de decirle a Melody que su madre no volvería, era insoportable.—No puedo... —murmuré, las lágrimas empezando a correr por mis mejillas—. No puedo hacerlo. No puedo perderla. No puedo dejar que mi hija pierda a su madre.
Noah y Stiles intercambiaron una mirada de tristeza y comprensión. Sabían que no había palabras que pudieran aliviar mi dolor en ese momento.—Scott, vamos a estar aquí contigo, apoyándote en cada paso del camino —dijo Stiles con voz suave—. Lo haremos juntos.
Asentí, aunque la desesperación seguía oprimiendo mi pecho. No tenía otra opción más que enfrentar lo inevitable. Me tomé un momento para intentar recomponerme, sabiendo que tenía que ser fuerte por Melody, aunque cada fibra de mi ser se resistía a la idea de despedirme de Hannah.
La presión y el dolor se volvieron insoportables. Sentí que me faltaba el aire, todo se empezó a poner borroso. Los rostros de Noah y Stiles se desdibujaron y, antes de darme cuenta, caí al suelo, perdiendo la conciencia.
Cuando abrí los ojos, me encontré en una camilla en una habitación diferente. Melody estaba a mi lado, con su carita llena de preocupación, y mi madre, estaba junto a ella.
Parpadeé, tratando de entender qué había pasado.—¿Qué... qué pasó? —logré preguntar, mi voz ronca.
Melissa me miró con una mezcla de alivio y preocupación.—Te desmayaste, Scott. El estrés y la presión fueron demasiado para ti —explicó, sin entrar en detalles específicos, consciente de que Melody no sabía nada y que yo era quien debía contarle.
La pequeña me miró con los ojos llenos de lágrimas.—Papá, tenía miedo. Creí que también te iba a perder a ti —dijo, su voz temblorosa.
La tomé en mis brazos, tratando de consolarla aunque yo mismo estaba roto por dentro.—Estoy aquí, pequeña. No te voy a dejar. Todo va a estar bien —le aseguré, acariciando su cabello.
Después de un rato, cuando me sentí lo suficientemente fuerte, regresamos a la habitación de Hannah. Sabía que tenía que hacer algo que jamás querría hacer, pero era necesario. Me arrodillé frente a Melody, tomando sus pequeñas manos en las mías.
—Melody, hay algo muy importante que necesito decirte —empecé, tratando de mantener mi voz firme—. Mamá ha estado dormida por mucho tiempo, y los doctores piensan que no va a despertar.
Sus ojitos se llenaron de lágrimas y me miró con una mezcla de confusión y miedo.—¿Qué... qué quieres decir, papá? ¿Mamá no va a despertar nunca?
Sentí un nudo en la garganta, pero sabía que tenía que ser fuerte por ella.—No lo sabemos con certeza, pero los doctores creen que... que sería mejor dejarla ir. No queremos que siga sufriendo, amor. Esto no es justo para ella.
Melody empezó a llorar, abrazándome con fuerza. Mi corazón se rompía con cada sollozo de mi pequeña.—No quiero que mamá se vaya —dijo entre lágrimas—. No quiero que se vaya.
La abracé con fuerza, tratando de darle todo el consuelo que podía.—Yo tampoco quiero, cariño. Pero tenemos que ser fuertes y pensar en lo que es mejor para mamá. Ella siempre estará en nuestros corazones, y nunca dejaremos de amarla.
Melody sollozaba en mis brazos, y la realidad de la situación me golpeó con una fuerza implacable. Miré a Hannah, tan tranquila, tan inmóvil, y la idea de dejarla ir me resultaba insoportable.—Papá, no podemos dejar que mamá se vaya —insistió, su vocecita rota por el dolor.
Mis propias lágrimas comenzaron a caer mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas.—Lo sé, pequeña, lo sé —dije, mi voz quebrándose—. Pero no queremos que siga sufriendo. No es justo para ella.
La abracé con más fuerza, sintiendo cómo el peso de la desesperación y la tristeza nos envolvía a ambos. En ese momento, toda la fortaleza que intenté mantener se desmoronó. Los sollozos comenzaron a escapar de mi pecho, incontrolables y dolorosos.
—Te prometo que siempre estaremos juntos, que siempre la recordaremos y la amaremos —dije entre lágrimas—. Pero ahora tenemos que ser fuertes, por ella, y por nosotros.
Nos quedamos allí, abrazados y llorando, nuestras lágrimas mezclándose mientras intentábamos encontrar consuelo en el amor que compartíamos. La pérdida de Hannah dejaba una herida profunda y sangrante en nuestros corazones, y el dolor era insoportable. La realidad de enfrentar el futuro sin ella era algo que ninguno de los dos estaba preparado para aceptar.
En ese momento, solo podíamos aferrarnos el uno al otro, buscando fuerza y consuelo en medio del abismo de nuestra desesperación. El amor y los recuerdos que compartimos con Hannah serían nuestra fortaleza, pero en esos instantes de crudo dolor, todo parecía un sueño imposible de alcanzar.
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