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Capítulo ciento veintisiete "Monstruo"

Mientras el ascensor descendía, sentía que todo mi cuerpo vibraba con una mezcla de adrenalina y miedo. Scott, aún recuperándose, respiraba con dificultad y Melody se aferraba a su mano, visiblemente asustada.Las puertas del ascensor se abrieron en la planta baja, y fue entonces cuando la vi. Una mujer con un camisón de hospital blanco y cabello negro lacio y largo. Algo en ella me resultaba extrañamente familiar, y sin pensarlo dos veces, la seguí.

—Mamá, ¿dónde vas? —gritó Melody, pero yo ya estaba fuera del ascensor.

Seguí a la mujer hasta una habitación oscura. Cuando se giró para enfrentarme, mi corazón se detuvo. Era mi madre. Ella me miró con horror en los ojos y comenzó a gritar.

—¡Eres un demonio! —clamó, su voz llena de pánico—. ¡No eres mi hija! ¡Quieres lastimarme!

—Mamá, por favor, no —le supliqué, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a correr por mis mejillas—. Soy yo, Hannah.

—¡No me hables! ¡No te entiendo! —gritó, sacudiendo la cabeza desesperada—. ¡Habla en español!

La sorpresa me dejó sin palabras. ¿Acaso no estaba hablando su idioma? Miré a mi alrededor y vi a mi yo de nueve años, observando a mi madre con lágrimas en los ojos.

—¿Por qué me dices eso, mami? —le supliqué—. Basta.

Mi madre avanzó hacia mí con una expresión de ira en el rostro. En el último momento, mi padre entró en la habitación y la apartó de mí, protegiéndome de sus garras.

—Claudia, por favor, es solo nuestra hija Hannah. No te hará daño —intentó calmarla, pero ella seguía convencida de que yo era un monstruo.

—¡Eres un monstruo! —vociferó, arañándome la mejilla antes de que mi padre lograra contenerla por completo.

Mi padre me miró con desesperación y me dijo—. Vete, Hannah.

Salí corriendo de la habitación con lágrimas en los ojos y me escondí en uno de los armarios de conserjería del hospital. Me acurruqué en una esquina, sollozando incontrolablemente.

—¿Hannah? ¿Estás aquí? —escuché una voz familiar y dulce.Una pequeña figura entró al armario y se acercó a mí. Al verme, se relajó visiblemente.

—Hannah, te estábamos buscando —dijo Scott, con sus ojos llenos de preocupación—. ¿Te encuentras bien?

Se acuclilló frente a mí y, al ver quién estaba allí, mi yo de nueve años se tiró sobre él, abrazándolo con fuerza. Scott no tardó en corresponder el abrazo, tratando de tranquilizarme.

—Tranquila, Han. ¿Qué ocurrió? —me preguntó con suavidad.

—Mi mamá... —comencé a explicar entre sollozos—.Ella piensa que soy un demonio.

Scott me miró fijamente, sus ojos llenos de determinación.—Tú no eres un demonio —me aseguró, pasando una mano por mi mejilla para secar mis lágrimas—. Eres un ángel.

—¿En serio lo crees? —pregunté, con la esperanza brillando en mis ojos.

Scott asintió con una sonrisa.—Sí, pero no le digas a Stiles que te lo dije —bromeó.

—Mi hermano es un pesado. No se lo diré —le respondí con una leve sonrisa.

—Tengo algo para ti —dijo Scott, metiendo su mano en el bolsillo y sacando una barra de chocolate—. Mi mamá dice que un poco de chocolate puede ayudarnos a sentirnos mejor.

—Gracias —murmuré, tomando la barra con timidez. La abrí y partí el dulce a la mitad, dándole una parte a Scott.

De repente, oímos que nos llamaban desde afuera.—¡Hannah! ¡Scott! —eran las voces preocupadas de Melissa y mi padre.

Scott tomó mi mano y me guió hacia la puerta. Salimos y nuestros padres, al vernos, se relajaron visiblemente.

—Encontré a Hannah, mamá —dijo mi entonces amigo.Mi padre se acercó y me abrazó, pidiéndome perdón.

De repente, todo cambió. Me encontré de nuevo en el hospital, en el presente, en medio del pasillo del segundo piso.

—¿Mamá? —la voz suave de Melody me devolvió a la realidad. Se acercaba con cuidado.

—Cariño —probó Scott, quien ya estaba recuperado.Los miré con lágrimas en los ojos y temblando. Él me abrazó casi de inmediato.

—Mi madre... mi madre creía que era un demonio —dije, con la voz rota.

Scott me miró preocupado.—Annieh, no te entiendo —me dijo—. Háblame en español.

Lo miré, confusa.—Estoy hablando español —le respondí.

Él negó con la cabeza.—No te entiendo —repitió.

La confusión y el miedo me envolvieron al escuchar que Scott no podía entenderme. Algo dentro de mí se rompió, y sin darme cuenta, una ráfaga de magia plateada salió de mi cuerpo, impactando directamente en Melody. El grito desgarrador de mi hija resonó en mis oídos, y Scott también gritó, rápidamente tomándola en sus brazos para protegerla.

—¡Μelody! —grité, desesperada.

Scott la miró con pánico y luego me miró a mí, sus ojos llenos de una mezcla de incredulidad y rabia.

—¡Mira lo que hiciste, Hannah! —exclamó, su voz resonando en mi cabeza—. Eres un monstruo.

Sus palabras me golpearon como una bofetada, y aunque no me di cuenta en ese momento, el tono y la acusación eran una alucinación, no la realidad. Pero en mi estado alterado, no podía distinguir la diferencia.

—¡No, por favor, no! —grité, llevándome las manos a la cabeza, intentando detener las voces y el dolor que me consumían—. ¡No soy un monstruo!

Scott no había dicho esas palabras realmente, pero el eco de mis propios miedos y recuerdos distorsionó la realidad. Sentí un nudo en el estómago al recordar las palabras de mi madre, aquellas que me atormentaban desde la infancia.

—No soy un monstruo —repetí para mí misma, intentando convencerme—. No soy un monstruo.

Scott se acercó más, arrodillándose frente a mí con Melody aún en sus brazos.—Hannah, escucha —dijo con suavidad—. No te dije eso. No pienso eso de ti. Estamos juntos en esto, y vamos a superar cualquier cosa, ¿de acuerdo?

Lo miré a Scott, viendo la sinceridad en sus ojos. Me aferré a esa esperanza, a ese amor que sabía que existía entre nosotros.

la culpa me abrumó. Había lastimado a mi hija sin quererlo, justo como mi madre a mí. Me di cuenta, con un dolor desgarrador, que ella tenía razón. Soy un monstruo.Di un paso atrás, negando con lágrimas en los ojos. Scott notó mi intención de irme e intentó tranquilizarme, su voz llena de angustia.

—¡Hannah, espera! No te vayas. Fue un accidente, no sabías lo que hacías. Melody estará bien. Quédate, por favor. —Su tono era desesperado, suplicante, pero no podía escucharle. La culpa me consumía demasiado.

—No puedo, Scott. No puedo estar aquí. —Mi voz temblaba y el dolor se reflejaba en cada palabra. La imagen de Melody inconsciente en sus brazos era insoportable.

Salí del hospital y comencé a correr, sin un destino fijo. Mi mente era un torbellino de emociones, y todo lo que quería era escapar del dolor, de la culpa. Sin darme cuenta, me encontré en el bosque. Mis piernas me llevaban automáticamente, alejándome de todo.De repente, sentí un cambio en el aire, una conexión con el entorno que nunca antes había experimentado. La luna brillaba intensamente sobre mí, y una fuerza desconocida se desató desde mi interior.

Seguí corriendo, las sombras de los árboles mezclándose con las lágrimas que aún caían. No sabía cuánto tiempo había pasado ni cuán lejos había llegado. Finalmente, mis fuerzas me abandonaron y me desplomé en el suelo, el pecho agitado y el corazón roto.

Las palabras de Scott, aunque distorsionadas, seguían resonando en mi mente. ¿Cómo podía haberle hecho esto a Melody? La imagen de su pequeño cuerpo inconsciente me perseguía, y el peso de la culpa me aplastaba.

Pov Scott:

El reloj parecía ir en contra nuestra. Los minutos se arrastraban mientras trataba de acomodar a Melody en la camilla. La habitación estaba en silencio, pero el ambiente estaba cargado con una tensión palpable. Malia, Lydia, Melissa, Theo y Stiles llegaron de manera casi sincronizada, como si algo los hubiera unido en esta crisis.

—¿Qué pasó? —preguntó Lydia, sus ojos recorriendo la escena con preocupación.

Tomé una respiración profunda, intentando ordenar mis pensamientos. La culpa y el desconcierto eran palpables.—Hannah salió del ascensor y, cuando la encontramos, nos habló en otro idioma —empecé, mi voz temblando—. No pude entenderla y se desesperó. Sin querer, usó su magia y... y Melody resultó herida.

Las caras de mis amigos reflejaban shock. Stiles fue el primero en reaccionar.—¿La dejaste ir? —preguntó, su voz cargada de angustia.

—No pude detenerla —respondí, sintiendo el peso de mi impotencia.

—Tengo que ir por mi hermana —dijo mi amigo, sacando las llaves del jeep con determinación.

—No —dije, deteniéndolo—. Iremos todos.

Melissa, con una calma preocupante, intervino.—Yo me quedo con Melody. Necesito asegurarme de que esté bien —dijo con firmeza.

No protestamos. Cada uno de nosotros tenía un papel crucial en ese momento. Salimos del hospital y nos dividimos en grupos para buscar a Hannah. La desesperación nos empujaba a revisar cada rincón, cada lugar que podría haber sido su refugio. Sin embargo, no había rastro de ella.Decidimos que Stiles debía informar a su padre sobre la desaparición de Hannah para contar con su ayuda.

Mientras tanto, fuimos a buscar ropa de Hannah para intentar seguir su rastro. Theo y Malia se impregnaron con el olor de unas camisetas que le pertenecían, y yo también traté de captar su aroma. A pesar de mis esfuerzos, no podía capturar el olor de manera clara. Algo en mi interior se sentía inquieto y confuso, un malestar que no podía ignorar.

Finalmente, salimos corriendo en direcciones distintas. Me dejé guiar más por mi intuición que por el olor. A medida que avanzaba, el bosque se hacía más denso y el aroma de Hannah se desvanecía. Pero había algo en el aire que me llevaba hacia un destino específico.Llegué al lago con cascada al que habíamos ido durante el verano. Allí, entre la belleza natural y el sonido relajante del agua, vi a Hannah. Estaba arrodillada en la orilla, mirando la luna con una mirada casi hipnotizada. Su llanto desconsolado flotaba en el aire, una tristeza profunda que rompía el silencio de la noche.

—Annah —dije, acercándome con cuidado—. Te estábamos buscando. ¿Por qué huiste?

Ella levantó la vista, sus ojos hinchados y rojos de tanto llorar. La tristeza en su mirada era palpable.—Vi a mi madre en el hospital —empezó a decir en español, su voz quebrada—. Por eso salí del ascensor. La seguí, pero resultó ser un recuerdo de cuando mi madre estaba internada unas semanas antes de morir. En ese recuerdo, ya no me reconocía. Decía que era un demonio que quería hacerle daño, que no me entendía y que era un monstruo. Ese día, tú me encontraste llorando escondida y tuvimos un momento muy bonito...—se detuvo un momento —Cuando lastimé a Melody, me sentí como el monstruo que mi mamá decía que era. Y cuando oí tus palabras, no pude soportarlo —dijo, sus lágrimas volviendo a fluir.

—Nunca te llamé así —le aseguré, mi corazón rompiéndose al ver su sufrimiento—. Y no soy precisamente la persona que debería hacerlo. ¿Olvidas que soy un lobo?

Hannah me miró con una mezcla de esperanza y desesperación. Mis palabras parecían estar comenzando a calmarla, pero sabía que el camino para sanar esta herida sería largo.

Pov Hannah:

Un respiro profundo se escapó de mis labios mientras me inclinaba ligeramente hacia Scott, buscando alguna forma de alivio en este torbellino emocional. La calma que había empezado a reestablecerse se vio interrumpida por un destello de nostalgia.

—Supongo que no tienes un chocolate en tu bolsillo, ¿o sí? —pregunté, intentando aligerar el ambiente con una broma.

Scott soltó una risa suave, una chispa de diversión cruzando su rostro. Recordaba el momento al que me refería, esa extraña pero reconfortante costumbre de mantener algo de chocolate a mano para cuando las cosas se ponían difíciles.

—Espera... ¿eso fue lo que viste? —preguntó, su expresión cambiando a una mezcla de sorpresa y preocupación.

Asentí lentamente, con una sonrisa que apenas pudo disimular la tristeza en mis ojos. —Sí.

Scott decidió cambiar de tema antes de que los recuerdos dolorosos pudieran retomar el control.

—mm...veamos qué tengo en mis bolsillos —dijo mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalón. De uno de ellos sacó un paquete de Reese's.

Mi sonrisa se amplió al ver el chocolate, y tomé el paquete que él me tendía. Siempre llevaba uno encima para estos momentos difíciles. Scott sonrió y admitió —Siempre llevo uno para estos momentos, como tú con mi inhalador.

Me reí entre lágrimas mientras mordía un pedazo del chocolate, sintiendo la dulzura y el consuelo en cada bocado. La atmósfera entre nosotros se suavizó con ese simple gesto. acariciando mi cabello mientras disfrutábamos de ese pequeño momento de calma. Sin embargo, pronto notó algo extraño.

—Cariño, tienes un mechón blanco de cabello —dijo, observando con curiosidad.

No pude evitar reírme ante su comentario. —Quizás me estoy convirtiendo en Cruella de Vil —bromeé, intentando aligerar la situación.

A pesar de la ligereza del momento, mi mente seguía preocupada por Melody. Finalmente, después de un rato, me animé a hacer la pregunta del millón que tanto le temía.

—¿Cómo está Melody? —la preocupación regresando a mi voz.

—Estará bien —respondió Scott con una calma que intentaba tranquilizarme—. Los médicos dicen que se recuperará sin problemas.

Me sentí aliviada, pero la culpa aún me atormentaba. No podía creer que había herido a mi bebé, y el dolor en mi pecho era casi insoportable.—No puedo creer que lastimé a mí bebé —dije, con la voz quebrada—. Nunca me lo voy a perdonar.

Scott tomó mi mano, intentando ofrecerme consuelo. —Hannah, no pienses así. Melody te necesita, y ella te perdonará.

Decidí que debía ver a Melody, aunque el temor de que ella no quisiera verme me mantenía en vilo. Regresamos al hospital, y nos detuvimos frente a la puerta de la habitación donde estaba nuestra hija. El miedo volvió a apoderarse de mí.

—¿Y si no quiere verme? ¿Y si está molesta conmigo? —pregunté, mi voz temblando.

Me miró con una mezcla de comprensión y firmeza. —No será así. Ella te necesita, y tú también la necesitas.

Asentí, sintiendo un poco de valor regresar. Entré en la habitación con cautela, mi corazón latiendo con fuerza. Melody estaba despierta, con Melissa a su lado. Me acerqué lentamente y me acomodé junto a ella con cuidado, procurando no hacerle daño.Acaricié su cabello, sintiendo cómo mi corazón se rompía aún más al ver su expresión temerosa.

—Lo siento, amor —dije, mi voz quebrada—. Lo siento mucho. No fue mi intención herirte.

Mi pequeña me miró con ojos grandes y asustados. —No me hagas daño —murmuró, su voz temblando.

No pude contener las lágrimas al escuchar sus palabras. —Nunca querría hacerte daño. Nunca podré perdonarme por esto.—dije, sollozando.

Desesperada, Melody miró a Scott. —Papá, ayúdame.

Las palabras de mi hija me atravesaron. Sentí una ola de dolor y desesperación. No quería que ella pensara que yo era un peligro para ella, que su mamá era un monstruo. Me desplomé al lado de ella, mi llanto llenando la habitación mientras Scott se acercaba para consolarla.

En ese momento, me di cuenta de cuánto necesitábamos encontrarnos, de cuánto debíamos sanar. La noche había sido dura, pero mi amor por Melody y el deseo de hacer las cosas bien me daban fuerza para enfrentar cualquier desafío.

Desesperada, comencé a hablarle, mi voz cargada de dolor y amor. —Melody, quiero que sepas cuánto te amo. Desde el momento en que te vi, supe que eres la luz de mi vida. Todo lo que he hecho, lo he hecho por amor a ti. Estoy tan arrepentida de lo que ocurrió, y quiero que sepas que nunca fue mi intención hacerte daño. Eres mi mundo, y haría cualquier cosa para protegerte.

Mis palabras fluyeron, sinceras y llenas de la desesperación por hacer que comprendiera mi arrepentimiento. Scott me miró, esperando que estas palabras pudieran penetrar la barrera que Melody había erigido.Finalmente, después de un rato, ella comenzó a ceder poco a poco. Su postura se relajó ligeramente, y giró lentamente para mirarme. Fue entonces cuando noté el pequeño moretón en su mejilla.

El impacto fue como una bofetada, y me retrotrajo a un recuerdo doloroso.Vi ese moretón y el dolor se intensificó. Recordé el arañazo que mi madre me había hecho en el mismo lugar, justo antes de que ella se fuera para siempre. La culpa se apoderó de mí nuevamente, abrumadora y dolorosa. Me sentí como si estuviera repitiendo la misma historia de dolor y malentendidos.

—Melly, amor —dije, mi voz quebrada—. Viste lo que pasó con el moretón en tu mejilla. Me recuerda a un arañazo que mi mamá me hizo cuando era pequeña. Ella también me lastimó sin querer, y eso me hizo sentir como un monstruo. No quiero que tú sientas lo mismo.

Mis lágrimas caían libremente, y mi corazón se rompía al ver el daño que había causado. Mi culpa se sentía infinita. Miré a Melody, esperando que pudiera ver lo mucho que me arrepentía y cuánto la amaba.Finalmente, después de un momento de tensa espera, Melody levantó la vista hacia mí, su mirada suavizándose un poco.

Aunque aún había dolor y desconfianza en sus ojos, parecía que estaba comenzando a entender, aunque sea de a poco.Scott me tomó de la mano, apretando con fuerza, dándome el apoyo que necesitaba en este momento tan crítico.

El ambiente en la habitación seguía cargado de una tensa espera. Melody, aún temblorosa, movió la cabeza, sus rizos rebotando libremente con el movimiento. Con una voz quebrada, dijo —Mami, me duele.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al escuchar su dolor. La pequeña se fue soltando de los brazos de Scott de a poco, y mi corazón se aligeró con cada movimiento que daba hacia mí.

—Melody, cariño —dije, mi voz temblando mientras extendía los brazos hacia ella—. Ven aquí.

Finalmente, Melody se soltó completamente de Scott y se acurrucó contra mí. Sentí una oleada de alivio al tenerla de nuevo en mis brazos. La rodeé con fuerza, tratando de transmitirle todo el amor y arrepentimiento que sentía. Incliné mi rostro hacia el suyo, sintiendo cómo mi corazón se aliviaba al tenerla tan cerca.

Comencé a cantar suavemente, mi voz temblando pero llena de ternura. Elegí una canción que sabía que le gustaría —You are my sunshine, my only sunshine... —canté, con el corazón desbordado de emoción.

Melody, al principio, parecía aún afectada, pero a medida que la canción avanzaba, sus lágrimas comenzaron a disminuir. Mi voz era un consuelo en la tormenta de emociones que nos rodeaba. —You make me happy when skies are gray... —continué, mientras acariciaba su cabello con ternura.

Scott observaba desde un lado, su rostro lleno de preocupación pero también de esperanza. Se acercó lentamente y se sentó a nuestro lado, buscando su propio consuelo en la escena que se desplegaba frente a él.—Melly, mami te ama más de lo que las palabras pueden decir —dije, con un nudo en la garganta mientras seguía cantando—. Lamento mucho haberte hecho daño. Nunca querría hacerte sufrir.

La pequeña comenzó a relajarse más en mis brazos, su respiración se volvía más tranquila. Me miró con esos ojitos que aún mostraban un poco de tristeza, pero también comenzaban a reflejar una chispa de perdón.—You'll never know, dear, how much I love you... —canté, con la esperanza de que cada palabra llegara a su corazón.

Scott, conmovido por el momento, se inclinó hacia adelante. —Dulce Melodía—dijo, su voz suave—. Tu mamá realmente te ama. Ella siempre ha querido lo mejor para ti. Lo que pasó fue un accidente, y ella está muy arrepentida.

Melody me miró y, a pesar del dolor, sus labios esbozaron una pequeña sonrisa. —Mami, ¿me vas a cuidar siempre? —preguntó con una voz aún temblorosa.

—Siempre, cariño —respondí, abrazándola con más fuerza—. Siempre te voy a cuidar. Eres mi tesoro más grande.

El ambiente en la habitación comenzó a relajarse lentamente. Melody se acurrucó más cerca de mí, sus pequeños brazos rodeando mi cintura mientras yo seguía cantando. Scott se quedó a nuestro lado, ofreciendo su apoyo y amor silencioso.

Mientras mi voz se desvanecía en los suaves acordes finales de la canción, noté que los pequeños suspiros de Melody se habían hecho más profundos y regulares. Sus ojitos se cerraron lentamente, y su respiración se volvió tranquila. La pequeña se había quedado dormida en mis brazos, su cuerpo relajado y en paz.

Una sonrisa suave se dibujó en mi rostro al ver la serenidad de mi hija. No podía evitar recordar aquel momento en el que Melody, recién nacida, había estado en mis brazos por primera vez. En aquel entonces, era un pequeño ser frágil y precioso, y ahora, mientras la miraba dormir, veía a una joven niña, una verdadera princesa con su propio corazón y espíritu.

Coloqué un beso delicado en su frente, sintiendo la calidez de su piel y el latido tranquilo de su pequeño corazón. Cada vez que miraba a Melody, me recordaba de la promesa que le había hecho: ser su guía, su protector, y su mayor apoyo.Scott se inclinó para ver a nuestra hija dormida, una expresión de alivio y amor en su rostro.

—Ella está bien ahora, Cariño —dijo suavemente, su voz cargada de ternura.

—Sí, lo está —respondí, acariciando el cabello de Melody con un cariño profundo—. Me alegra verla así, tranquila.

Scott asentó, y luego se dirigió a mí, su expresión llena de comprensión. —¿Te sientes mejor?

—Un poco —dije, mi voz apenas audible—. Aún tengo mucho que hacer para enmendar las cosas, pero este momento me da esperanza.

Nos quedamos en silencio, contemplando a Melody mientras dormía plácidamente. Era un silencio lleno de promesas no dichas y de la esperanza de un futuro mejor.

...

Al día siguiente, fui a casa para hablar con Stiles. No podía seguir cargando con este peso sola, lo de Donovan en serio me estaba afectando. Sabía que teníamos que enfrentar la verdad, y cuanto antes lo hiciéramos, mejor.

—Stiles, ya no puedo —le dije, entrando en su habitación sin previo aviso. Él levantó la vista del celular y me miró con preocupación—. Tenemos que decirle lo que pasó con Donovan.

Stiles dejó su celular de golpe y negó con la cabeza. —No podemos, Hannah. No aún.

—¿Por qué no? —insistí, sintiendo la frustración burbujear en mi interior—. Ya, en serio, esto me está afectando y Scott empieza a sospechar.

Mi hermani asintió, pero su expresión seguía siendo de preocupación. —Lo sé, pero sabes cómo va a reaccionar. No estamos listos para eso.

—En el momento en que se lo diga, sŵ que perderé su confianza, pero es el precio a pagar —dije con determinación, cruzando los brazos.

Él apretó los labios, buscando las palabras adecuadas. —Hannah, esto no tendría que ser así. Fue un accidente.

—Pero no tenemos pruebas, ¿o sí? —pregunté, desesperada por alguna solución.

Stiles bajó la mirada, evitando mis ojos. —No, pero hay alguien que estuvo allí. Un testigo.

Lo miré fijamente, sintiendo el miedo crecer dentro de mí. —¿Quién?

Suspiró profundamente antes de responder. —Theo. Él lo sabe, Han. Sabe lo que hice.

Me quedé inmóvil, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. —No lo puedo creer... —negué —Tenemos que decirle a Scott ahora, antes de que sea demasiado tarde —dije, dirigiéndome hacia la puerta con una determinación renovada.

Stiles me agarró del brazo, deteniéndome. —¿Estás loca? Si le decimos ahora, podríamos perderlo todo.

Lo miré con ojos llenos de determinación. —Estoy siendo inteligente. Scott confía en Theo porque él lo manipula. Yo lo sé, y si no se lo decimos nosotros ahora, que aún tenemos la oportunidad, vamos a perderlo para siempre.

Mi mellizo negó con la cabeza, pero podía ver la duda en sus ojos. —No, no lo harás. No ahora.

—Michief, ¡esto está afectando mi relación!—exclamé, sintiendo las lágrimas arremolinarse en mis ojos—. Cada vez que duermo, hablo en otro idioma. Tengo magia que no sé controlar ni de dónde salió. Estoy alejándome de mi hija, y por si fuera poco...

Me interrumpí, sin poder contener las lágrimas. Stiles me miró con preocupación y culpa. —Hannah...

—No podemos seguir así —dije con voz temblorosa—. Scott merece saber la verdad, y nosotros necesitamos liberarnos de este peso. No podemos dejar que Theo tenga poder sobre nosotros. Si seguimos guardando este secreto, solo le estamos dando más control.

Él asintió lentamente, finalmente aceptando la gravedad de la situación. —déjamelo pensar ¿Sí?

—bien,pero no te tardes mucho.

Levanté la vista hacia Stiles, sabiendo que lo que iba a decir a continuación solo complicaría más las cosas. —Scott sabe que Donovan me atacó en el hombro —confesé, sintiendo el peso de mis palabras caer entre nosotros.

Stiles se tensó y me miró fijamente. —¿Qué? ¿Le dijiste algo más? ¿Sabe que es una quimera?

Lo miré incrédula, sin poder creer lo que acababa de escuchar. —¿Donovan es una quimera? —Stiles asintió, confirmando mis peores temores. Suspiré, tratando de mantener la calma. —Le dije que Donovan me había atacado, nada más.

Mi hermano se pasó una mano por el cabello, claramente angustiado. —Esto es peor de lo que pensaba. Si Scott descubre que Donovan era una quimera y que lo maté, nunca me lo perdonará. Y tú... tú podrías estar en peligro también.

Me acerqué a él, tratando de encontrar una solución. —Stiles, tenemos que contarle todo. No podemos seguir viviendo con esta mentira. Scott necesita saber la verdad, incluso si duele. No podemos dejar que Theo use esto en nuestra contra.

—dame un tiempo, solo eso te pido —suspiró claramente frustrado.

—si —musite yendo hacia la puerta de su habitación.

—¿y ese mechón blanco? —frunció el ceño al ver el cambio en mi cabello.

—pues, no lo sé —me encogí de hombros. —apareció luego de que...bueno, del incidente con Melody.

—quiero que dejes de leer el libro de los doctores del miedo —fue firme en su decisión —te está afectando mucho y de maneras que francamente comienzan a asustarme y también a Scott —admitió.

—si, no me opondré a eso.

...

Holi! Como están? Les está gustando la novela? Quiero aclarar algo que olvidé en el capítulo anterior, Hiperión será interpretado por Jared Padalecki.

Es que entre nos, él es un Dios 🤭😍🥰

Y dejó este gráfico:

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