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Capitulo ciento treinta y tres "La última batalla"

Salimos de la habitación y comenzamos a buscarlo, recorriendo todos los pasillos y habitaciones del hospital. Finalmente, llegamos al último lugar que quedaba por revisar: la morgue.

Subimos al ascensor y bajamos, sintiéndonos cada vez más inquietos. Cuando las puertas se abrieron, me sentí como en una película de terror, el piso estaba desolado y en penumbras.

Tomé a Melody en mis brazos, sintiendo una creciente intranquilidad.—Odio la oscuridad —murmuré mientras salíamos del ascensor y avanzábamos por el pasillo.

La atmósfera era pesada y cada paso resonaba en el silencio.Finalmente, llegamos a una ventana que daba a la morgue y vi a mi padre observando un cuerpo en una camilla de metal. Sentí un nudo en el estómago al verlo allí.

Apoyé una mano tras la cabeza de Melody, haciendo que se apoyara en mi hombro.—No mires, Mel —murmuré suavemente.

—¿Por qué? —preguntó con la misma suavidad.

—Confía en mamá —respondí, acariciando su espalda. No quería que viera el cadáver, suficientes traumas tenía ya como para agregarle uno más.

Stiles me tocó el brazo, su voz temblaba mientras señalaba la etiqueta en la camilla. Me volví lentamente y vi el nombre inscrito con letras claras: Donati Donovan. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al reconocer el nombre.

—No puede ser... —murmuré, mi voz apenas un susurro, mientras los ojos se me llenaban de lágrimas.

La realidad se asentaba lentamente, y el peso de la situación caía sobre mis hombros. Mi hermano también se dio cuenta de la magnitud del momento, sus lágrimas acumuladasen sus ojos amenazando con salir.

Stiles y yo intercambiamos una mirada llena de dolor y confusión. Donovan había sido una parte dolorosa de nuestro pasado, y ahora, verlo aquí, en una morgue, nos dejó sin palabras. El hecho de que su cuerpo estuviera en el mismo lugar que nuestro padre aumentaba la gravedad de la situación.

Stiles abrió la puerta lentamente, llamando la atención de nuestro padre, observándonos con una mezcla de sorpresa y preocupación. Nos quedamos en el umbral, tomándonos un momento para reunir el coraje necesario antes de entrar.

Caminamos con lentitud hacia la camilla donde reposaba el cuerpo de Donovan, y nos detuvimos frente a papá. La atmósfera estaba cargada de tensión, y el silencio era casi palpable.

—La historia que Theo me contó en la biblioteca —empezó él, su voz rasposa y débil—. Eso fue lo que pasó, pero no le pasó a él.

Stiles intentó mirarlo a los ojos, tratando de absorber las palabras de nuestro padre mientras asintió lentamente.—Sí —dijo Stiles, su tono tratando de ser firme, aunque su voz temblaba ligeramente.

—Stiles, Hannah, no puedo protegerlos si no me dicen la verdad —susurró, su preocupación evidente—. ¿De verdad sintieron que no podían decirme?

—No podíamos decirle a nadie —dije, la angustia en mi voz.

—¿Pensaron que no creería que fue en defensa propia? —preguntó nuestro progenitor, su mirada fija en nosotros.

—¿Y si no lo fue? —inquirió mi hermano, su voz cargada de incertidumbre—. ¿Y si te dijera que quería que muriera? —En ese momento, intenté cubrir los oídos de Melody lo mejor que pude, para protegerla del dolor que la conversación estaba causando.

—Te creería —dijo él, su tono resignado—. También creo que querer a alguien muerto y matarlo son dos cosas muy diferentes.

—¿Y qué tal si un juez no piensa igual? —Stiles continuó, su preocupación reflejada en su rostro.

—¡Al diablo con el juez! —exclamó nuestro padre, restándole importancia al sistema de justicia.—Hijos, fue en defensa propia y destruiría toda la evidencia para protegerlos si fuera necesario —admitió con una resolución clara—. Quemaría la estación de sheriff por completo.

—Pero... ¿esto no me convierte en una mala madre? —inquirí, el peso de la culpa pesando en mi pecho—. ¿Qué ejemplo le estoy dando a Melody?

—No eres una mala madre, Han —dijo Stiles, acercándose a mí—. El error lo cometí yo. Como dije antes, estuviste en el lugar y momento equivocados.

—Pero, soy cómplice —protesté, la culpa aún rondando en mi mente.

—No, no lo eres —aseguró Stiles con firmeza—. Yo asumo toda la responsabilidad. —Miró al hombre frente a nosotros con determinación.

Juntos, Stiles y nuestro padre metieron el cuerpo en la heladera de nuevo, el sonido metálico de la puerta de la morgue cerrándose resonando en el ambiente.

—Mami, ¿ya puedo abrir los ojos? —preguntó Melody, aún apoyada en mi hombro y con los ojos cerrados como le había pedido.

—Sí, cariño —respondí suavemente, acariciando su espalda.

Ella se incorporó lentamente, abriendo los ojos y sonriendo al ver a su abuelo. —¡Abuelo! —exclamó con alegría, estirando sus brazos hacia él, a pesar de estar en mis brazos.

Nuestro padre, con una sonrisa débil pero sincera, extendió la mano hacia Melody. Sus ojos se llenaron de ternura al ver a su nieta tan emocionada.

—¿Qué hay del cumplimiento de la ley? —preguntó Stiles después de unos segundos de silencio.

—Lo de Kira fue un error —respondió nuestro padre, con un suspiro. —Creo que apenas estoy aprendiendo a ser flexible.

—Y... ahora todo desaparece —afirmé, sintiendo el peso de la situación.

—El problema es que deben cargar con ese peso. Es algo común entre los oficiales de la ley: un error fatal, una pareja que muere, uno que queda paralizado —dijo nuestro padre. Recordé la historia que nos contó Donovan antes de morir y asentí. —Chicos, ustedes cargan todo el tiempo y a veces no te vuelves a sentir bien hasta que... hay un contrapeso.

—¿Cómo qué? —inquirí, buscando una forma de entenderlo.

—Como cuando, en lugar de tomar vidas, logras salvar a alguien —asintió con gravedad. —Algo así puede ayudar. Puede que solo sea un momento —se acercó a nosotros, con una expresión comprensiva. —Miren, el conflicto real que tienen es entre su cabeza y su corazón. Su cabeza sabe que el único crimen que cometieron fue sobrevivir, pero su corazón, aunque cree que fue un homicidio.

—Pero siento que es más que culpa —admitió Stiles, su voz temblando. —Siento... siento que he perdido algo, algo que no puedo recuperar —dijo con dolor. Melody, a quien había bajado, se acercó a su tío y tomó su mano en un gesto de consuelo.

—No lo harás —dijo él con firmeza. —No por completo, pero un poco sí. Si te perdonas a ti mismo, eso no siempre es lo más fácil del mundo, así que debes empezar por perdonar a alguien más, alguien que posiblemente lo necesita.

—Alguien como Scott —afirmé, mirando a mi mellizo. Él no había hecho el esfuerzo de perdonar a Scott, aunque yo sí. —Yo ya lo hice.

Papá se acercó y tomó a Stiles del hombro antes de abrazarlo con ternura. Luego se separó y me abrazó a mí. Sentí el calor y la seguridad de su abrazo, y me di cuenta de que, aunque la carga era pesada, no estábamos solos en ello.

Salimos de la morgue y Melody, que iba muy feliz, se detuvo abruptamente en medio del pasillo. Alzó un poco su rostro y comenzó a olfatear el aire con curiosidad.

—¿Qué pasa, cariño? —pregunté, notando su extraña actitud.

—Es papi —dijo sorprendida, mirando hacia donde estaba el aroma.

—Él estuvo aquí —me miró con los ojos abiertos de par en par.

—¿Scott estuvo aquí? ¿Cuándo? —inquirió Stiles, visiblemente confundido.

—No lo sé —dijo ella, frunciendo el ceño mientras intentaba seguir el rastro. —Pero su aroma desaparece casi por completo. Apenas lo percibo.

Miré a Stiles con preocupación. Sabíamos que Scott estaba ocupado con los preparativos en casa, pero si Melody podía detectar su aroma, eso significaba que había estado aquí recientemente.

Suspiré y le dije a mi padre —Creo que debería ir con él.

—Ve tranquila, hija —dijo papá con una sonrisa tranquilizadora—. Estoy bien.

—Vendré luego —aseguré mientras tomaba la mano de mi pequeña y me daba la vuelta para irme.

...

Estaba en la cocina, picando vegetales mientras la pequeña Melody revolvía la mezcla para las galletas en un cuenco grande, ambas estabamos de buen humor para cocinar. La música sonaba en el fondo, y cuando comenzó "Like a Prayer" de Madonna, ambas nos miramos y sonreímos.

—¡Es nuestra canción! —exclamó mi pequeña, emocionada.

—¡Sí! Vamos a cantarla juntas —respondí, dejando el cuchillo a un lado y secándome las manos.

La voz de Madonna llenó la cocina mientras las dos comenzabamos a movernos al ritmo de la música, cantando con entusiasmo.

"Life is a mystery, everyone must stand alone..."

Giraba y me movía con gracia, agarrando a Melody de las manos y dando vueltas por la habitación. La risa de la niña era contagiosa, y pronto ambas estabamos cantando a todo pulmón, con el cabello volando y los pies moviéndose al ritmo del beat.

"I hear you call my name, and it feels like home..."

Scott entró en la casa, atraído por el sonido de la música y las risas. Se detuvo en la entrada de la cocina, observando la escena con una sonrisa en los labios. Ver a Hannah y Melody tan felices, tan despreocupadas, le llenó el corazón de calidez.

Vi a Scott desde el rabillo del ojo pero no dejé de cantar. En lugar de eso, me moví hacia él, aún con la canción en los labios.

"When you call my name, it's like a little prayer..."

Me acerquŵ y, sin dejar de cantar, lo abracé, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello. Scott respondió al abrazo, rodeándome con sus brazos y levantándome ligeramente del suelo, girándome con cuidado mientras Melody seguía cantando y bailando a nuestro alrededor.

"I'm down on my knees, I wanna take you there..."

Scott se unió a la diversión, moviéndose al ritmo de la música conmigo en sus brazos. El momento era perfecto, lleno de amor y felicidad, y sentía que cada palabra de la canción estaba dedicada a él.

"In the midnight hour, I can feel your power..."

Cantaba con más fervor, mi voz clara y llena de emoción. La cocina se había transformado en un escenario de felicidad pura, donde cada nota parecía brillar con el amor y la conexión que compartíamos.

"Just like a prayer, you know I'll take you there..."

La canción llegó a su fin, pero la magia del momento permaneció. Scott y yo nos miramos a los ojos, sin necesidad de palabras, mientras Melody aplaudía y reía, sin saber que había sido testigo de un momento profundamente significativo.

—Te amo, Scott —dije suavemente, aún en sus brazos.

—Y yo a ti, Annieh —respondió él, bajándome con cuidado pero sin soltarme.

El aroma de las galletas en el horno y el calor de la cocina eran testigos de un amor que, a pesar de todo, seguía siendo fuerte y verdadero.

—¿Estás de buen humor? —preguntó Scott, su voz suave y llena de cariño.

Lo miré con una sonrisa que reflejaba mi felicidad. Sin decir una palabra, me incliné hacia él, mis labios buscando los de Scott. El beso que compartimos fue tierno pero cargado de una pasión sutil, un delicado equilibrio entre ternura y deseo que parecía encapsular la profundidad de su conexión. Nuestros labios se encontraron con suavidad, el calor de nuestro aliento entrelazado, mientras nuestras manos se aferraban a la otra con una ternura inquebrantable.

—¿Cómo está tu padre? —preguntó, al separarse ligeramente pero manteniendo su cercanía.

Aún en sus brazos, pasé su dedo distraídamente por el pecho de Scott, acariciándolo de manera casual mientras pensaba en la respuesta.—Sobre eso, pasó algo curioso hoy —comencé, mi voz relajada y llena de complicidad—. Cierta lobita sintió el aroma de su padre en el pasillo.

Él suspiró, una mezcla de resignación y comprensión en sus ojos. Asintió lentamente, como si estuviera procesando el momento.—Fui al hospital —explicó—. Los vi, y no quise interrumpir. Era un momento íntimo Hannah entre ustedes.

Lo observé atentamente, mi expresión cambiando a una mezcla de comprensión y un toque de diversión.—Sí, voy a hacer como que te creo —dije con una sonrisa juguetona, mientras mis dedos seguían trazando suaves círculos sobre su pecho—. Pero porque confío en ti.

Scott me miró con una mezcla de gratitud y alivio. Nuestros ojos se encontraron en un intercambio silencioso de entendimiento y apoyo. Sin soltarme, me abrazó con más fuerza, como si quisiera encapsular el amor y la confianza que sentía en ese momento.

El abrazo entre nosotros se volvió más profundo, un símbolo tangible de nuestra conexión. Los ruidos del hogar, la música de fondo, y el aroma de la cena en el horno parecían desvanecerse, dejándonos en nuestro propio rincón de paz y complicidad. La calidez del contacto entre ambos era una promesa silenciosa de amor y apoyo incondicional.

Nuestra hija se acercó corriendo, su rostro iluminado por una sonrisa traviesa.—¡No se olviden de mí! —exclamó con una mezcla de risa y dramatismo, sus ojos brillando con diversión.

Scott y yo nos separamos brevemente, mirando a Melody con sonrisas amplias. Scott tomó a Melody en brazos, envolviéndola en un abrazo cálido y protectivo. La pequeña se acomodó en su pecho, sus brazos rodeando el cuello de su padre mientras reía alegremente.

—Nunca nos olvidaríamos de ti, pequeña —dijo Scott con voz llena de amor, mientras la alzaba y la mantenía cerca de él.

Me uní a ellos, deslizando mis brazos a su alrededor, formando un abrazo familiar y completo. Con ternura, incliné la cabeza para besar la mejilla de Melody, y Scott hizo lo mismo, ambos compartimos pequeños besos en la suave piel de nuestra niña.

Melody se reía, disfrutando de la atención y del amor que le mostrabamos.—Te amamos mucho, ¿sabes? —le susurré, mis labios aún tocando su mejilla.

—¡Sí, lo sé! —respondió, su risa contagiosa llenando la cocina.

Los tres nos abrazamos en un apretado y amoroso abrazo, el calor de nuestra cercanía irradiando una sensación de seguridad y felicidad. El momento era un reflejo de la unidad y el amor que compartíamos como familia, cada uno sosteniéndonos en un vínculo indestructible.

La cocina volvió a llenarse de las risas y el cariño de mi pequeña familia, un recordatorio de los momentos simples y preciosos que construyen nuestra vida juntos.

Después de que Melody se retiró a su habitación para jugar, la cocina quedó en silencio, sólo interrumpido por el suave zumbido del refrigerador y el susurro de la brisa entrando por la ventana. Me giré hacia Scott, que parecía sumido en pensamientos profundos. Había algo en su expresión que me preocupaba.

—Hannah, ¿nunca vas a dejarme, verdad? —preguntó de repente, su voz temblando ligeramente.

Lo miré, sorprendida y preocupada por la intensidad de su pregunta.—¿Por qué me dices esto? —le pregunté, tratando de entender la fuente de su angustia.

Él me miró con ojos llenos de una vulnerabilidad que rara vez mostraba.—Annah, por favor, respóndeme —insistió, su voz ahora más urgente, casi desesperada.

Sentí un nudo en mi pecho al verlo así. Su miedo era palpable, y quería hacer todo lo posible por calmarlo.—Jamás voy a dejarte —dije con firmeza, acercándome a él.

Scott suspiró profundamente, como si una gran carga se hubiera levantado de sus hombros.—Eso me tranquiliza bastante —dijo, una pequeña sonrisa asomando en sus labios.

Aunque sus palabras parecían aliviarlo, yo seguía sin entender completamente la razón detrás de su pregunta.—No te entiendo —dije, buscando respuestas en sus ojos.

Mi prometido bajó la mirada, su voz cargada de una tristeza que me rompió el corazón.—Es que... bueno, Stiles, Malia, Lydia, Liam, Kira... no tengo a nadie, cada uno siguió su camino —confesó, y pude sentir el peso de su soledad en cada palabra.

Levanté mi mano y acaricié suavemente su mejilla, mi toque lleno de consuelo y amor.—Me tienes a mí —dije, esperando que mi presencia pudiera ser suficiente para aliviar su dolor.

Scott me abrazó con fuerza, apoyé mi cabeza en su pecho, escuchando el latido constante de su corazón. Ese sonido siempre me había dado consuelo, un recordatorio de su presencia, de su amor y de la vida que compartíamos.

—Siempre estaré aquí para ti, Scott —respondí suavemente, mis palabras una promesa eterna—. Eternidad, ¿recuerdas?

Scott asintió, sus ojos cerrándose mientras disfrutaba del consuelo de tenerme en sus brazos. Sentí cómo su cuerpo se relajaba poco a poco, y supe que cualquier duda o temor que había tenido se desvanecía, reemplazado por la certeza de que, sin importar lo que el futuro trajera, siempre nos tendríamos el uno al otro.

En ese momento, me di cuenta de la profundidad de nuestra conexión y de lo afortunados que éramos de tenernos. No importaba lo que el mundo nos lanzara, juntos éramos invencibles. Mientras estábamos allí, abrazados en la cocina, supe que nuestro amor era verdaderamente para siempre.

Scott se separó de nuestro abrazo, soltando un muy bajo siseo que percibí aunque estoy segura de que él no quería que yo me enterara.

—Debo ir al baño —dijo con una sonrisa apenas perceptible antes de girarse y subir a nuestra habitación.

Suspiré, sintiendo un nudo de preocupación formarse en mi estómago. Decidí darle unos minutos antes de seguirlo. Subí las escaleras lentamente, mi mente llena de pensamientos sobre lo que podría estar molestándole.Me asomé por la puerta del baño y lo vi sin la camiseta, con la herida a la vista. Todavía no se curaba del todo.

Me acerqué en silencio y suavemente tomé la gasa de su mano para ayudarlo.—Esto me preocupa —admití mientras limpiaba con cuidado la herida, sintiendo el dolor que él intentaba ocultar.

Él me miró con una mezcla de gratitud y resignación en sus ojos.—Lo sé, por eso no te dije —respondió, su voz apenas un susurro.

Miré la herida más de cerca, notando los bordes enrojecidos y la ligera hinchazón.—¿Cuánto tardará en curar? —inquirí, la preocupación evidente en mi voz.

Scott suspiró y desvió la mirada, claramente incómodo con la situación.—Cuando todo el wolfsbane salga de mí —dijo, su voz llena de frustración.

Sentí una oleada de impotencia y rabia al escuchar sus palabras. Theo iba a pagar por lo que le hizo.

Terminé de limpiar la herida y apliqué un vendaje fresco, mis manos temblando ligeramente.—No sé qué haría si te pasara algo grave, Scott —admití, mi voz temblando con la emoción contenida.

Él levantó la mirada y tomó mi mano con suavidad, sus ojos reflejando la misma preocupación y amor que sentía por él.—Voy a estar bien, Han —dijo con firmeza—. Lo superaré.

Me puse de puntas apoyándome en su pecho uniendo nuestros labios en un beso, su brazo rodeó mi cintura sosteniéndome con firmeza. Subí mis manos por su cuello hasta sus mejillas profundizando un poco el beso.

—¿Podrían no comerse el uno al otro? Hay niños en esta casa —dijo Stiles desde la puerta del baño, sus brazos cruzados y una expresión divertida en su rostro.

Nos separamos rápidamente, ambos sintiendo un calor subiendo por nuestras mejillas.

Scott me soltó suavemente y se giró para enfrentar a mi hermano, mientras yo intentaba componerme y hacerme la desentendida.—¿Stiles, alguna vez has oído hablar de la privacidad? —inquirió, tratando de mantener un tono serio, aunque la sonrisa en sus labios lo delataba.

Mi hermano se apoyó en el marco de la puerta, su expresión mitad divertida, mitad exasperada.—Oh, claro, privacidad. Si saben que tenían la puerta abierta ¿no? —Rodó los ojos y luego nos miró fijamente—Tienen suerte de que fui yo y no Melody quien los encontró. La pobre habría pensado que su padre se comía a su madre.

Me reí a pesar de la incomodidad, y Scott negó con la cabeza, suspirando.—Estamos bien, Stiles. Solo... bueno, intentando algunas cosas nuevas —dijo, lanzándome una mirada cómplice.

—¿Cosas nuevas? ¿Cómo qué? ¿Cómo meterle a mi hermana la lengua hasta el esófago? —preguntó, su tono sarcástico llenando la habitación.

Me reí nerviosamente mientras Scott se ruborizaba y trataba de contener una sonrisa.—No, Stiles, no era exactamente eso —dijo, tratando de recuperar la compostura—. Y más bien, hubiera sido al revés. —dijo con una sonrisa traviesa.¡Scott! —exclamé avergonzada, dándole un codazo.

Stiles soltó una risa y nos miró con una sonrisa burlona.—Bueno, me alegra saber que las cosas se están poniendo interesantes por aquí. Solo recuerden, la próxima vez cierren la puerta.

El castaño se acercó y miró la herida en el torso de Scott, frunciendo el ceño.

—¿Aún no ha sanado? —preguntó, examinando la herida con preocupación.

El alfa suspiró, mirando la herida con una expresión resignada.—A veces me toma más tiempo —murmuró, encogiéndose de hombros.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, intrigada por la presencia de Stiles.

Tomé gasas limpias y, con cuidado, vendé la herida de Scott. Después, le pasé su remera, ayudándole a ponérsela mientras él se acomodaba.

—Gracias —dijo, con una sonrisa agradecido.

—¿Supieron lo del hombre que mataron en la torre de comunicaciones?—dijo con un tono casual. —Me detuve en seco, mirando a Stiles con sorpresa. —creo que descubrí algo —sacó su celular mientras nos acercabamos a él.

—¿Quieres mi ayuda? —inquirió Scott, con una sorpresa que intentaba disimular.

—Sí —respondí, sintiendo que era el momento de unir fuerzas—. Dijiste que puedes encontrar pistas que yo no. —Él asintió —miren esto —puso el vídeo —
Es cuando el técnico llegó. Lo ves entrar, luego entra la oficial Clark. Después, algo muy grande y rápido sale de la torre. Luego sale Clark, y finalmente los paramédicos sacan el cuerpo del técnico.

El video mostró cada escena con claridad, desde la llegada del técnico hasta la aparición de la figura desconocida y la salida apresurada de Clark.

—Bueno, ¿qué no vi? —preguntó Scott, mirando a Stiles con atención.

—Hannah —dijo Stiles— ¿Podrías...?

—Sí, yo te explico —asentí volteando hacia Scott —. Entraron dos personas: el técnico y la oficial Clark. Luego, algo grande y rápido aparece y sale de la torre. Después, solo sale Clark, y finalmente, los paramédicos llegan para llevarse el cuerpo del técnico. Entonces, entraron dos personas y salieron tres.

—revisé las grabaciones, no entró una sola persona a ese edificio antes que el técnico en todo el día —agregó mi mellizo —así que, ¿De dónde salió la cosa grande y rápida?

—hay otra entrada —afirmó el alfa luego de pensarselo unos segundos.

...

Fuimos a las torre de comunicaciones para explorar el lugar y descubrir donde estaba la otra entrada.

—¡Chicos! —dije cuando vi la marca de unas garras en un gabinete cercano y debajo había un charco de sangre.

Ambos se acercaron con rapidez a mí —¿notan algo? —inquirió Stiles.

—veo sangre —respondió Scott lo obvio.

—miren a donde va —señaló con la luz de la linterna un punto debajo del mueble.

Scott se acercó e intentó mover el gabinete, golpeé el hombro de Stiles obligándolo a ayudarlo.

—uno, dos, tres —murmuró mi hermano al tiempo que levantaban el mueble.

—Creo que no debimos traer a Melody aquí —comentó Scott, mirando de reojo a nuestra hija.

—¿Tú crees? —alcé una ceja, mientras tomaba en brazos a Melody, que estaba temblando ligeramente.

—Este lugar me da miedo, mami —dijo ella, aferrándose a mí.

—Lo sé, cariño —le dije suavemente—. Vamos a intentar terminar rápido aquí. Lo más importante es que te mantengas cerca de mí y estés segura.

Scott y Stiles se acercaron a la entrada oculta, una alcantarilla que había sido rota para proporcionar acceso. La oscuridad y el ambiente húmedo en el interior no eran acogedores, pero sabíamos que era necesario explorar para encontrar lo que estábamos buscando.

Mientras ajustaba a Melody en mis brazos, trataba de calmarla con susurros reconfortantes. La tensión en el aire era palpable, pero nuestra determinación de encontrar lo que necesitábamos y salir de allí a salvo nos mantenía en movimiento.

—Vamos a bajar —anunció Stiles, y se adentró en la alcantarilla con Scott siguiéndolo de cerca.

—Cariño, es tu turno —le dije a Melody mientras la dejaba en el suelo, con cuidado de no asustarla más.

Melody miró hacia abajo con aprensión, su pequeño cuerpo temblando ligeramente. —Mamá, tengo miedo —dijo con voz temblorosa.

—Papi está ahí abajo —le expliqué, tratando de transmitirle confianza.

—Aquí estoy, Cariño, baja —dijo Scott desde el fondo de la alcantarilla, extendiendo los brazos para recibirla—. Estaré aquí esperándote. No dejaré que nada te pase.

Ella asintió con la cabeza y comenzó a bajar las escaleras con cuidado. Cada peldaño parecía una eternidad para ella, pero finalmente, Scott la tomó en sus brazos y la sostuvo con ternura y seguridad.

Cuando fue mi turno, descendí con precaución, sintiendo el frío y la humedad del lugar. Finalmente, me uní a ellos en el fondo de la alcantarilla, donde Scott y Stiles ya estaban listos para continuar con la búsqueda.

Nos adentramos a aquel lugar, bajó la luz ultravioleta pudimos ver una bruma negra, eso indicaba que había una quimera por aquí. La seguimos con precaución hasta dar con una palabra en el piso. —¿Qué es eso? —murmuró Scott acercándose.

—Parece latín —comenté observando el grabado.

—sostén la luz, tomaré una foto —el alfa me pasó a Melody y sacó su celular. De repente la luz comenzó a moverse hasta irse por completo —Stiles, no muevas la linterna.

De repente se oyó un ruido como de inyección y Stiles cayó al piso con una mano en cuello.
Saqué mis alas lista para usarlas de escudo con Melody y conmigo, mientras volteaba, era Tracy.

Scott comenzó a pelear con ella, luego llegó otra quimera este parecía tener electricidad —¡Scott detrás de ti! —gritó Stiles.

Quería pelear para ayudarlo pero no podía, tenía que proteger a mi hija, me odié por traerla, debí quedarme con ella en casa.
El alfa tomó a Tracy por el brazo e hizo que clavara sus garras con veneno de kanima en el pecho del otro chico. Por el impacto los dos salieron volando, el chico quedó enfrentado a Stiles —es horrible ¿no? —comentó mi hermano con sarcasmo.

Scott se transformó y gruñó hacia una de las paredes de la cual salió Corey —bien —Theo se acercó a nosotros —tal vez no están listos para enfrentar a un alfa. —reconoció —sobre todo uno que huele el miedo.

—tiene colmillos —dijo Corey asustado.

—reí acercándome a mi chico —ay Corey, no tienes que tenerle miedo, ¿No ves que es un cachorrito? —Le acaricié la mejilla de Scott, quien gruñó suavemente pero sin malicia.

Melody, que estaba abrazada a mí, rió suavemente, al ver la interacción. Su risa me dio un poco de alivio en medio del caos.

—¿Qué hiciste? —preguntó Scott observando a las quimeras.

—encontré amigos nuevos —respondió Theo con una sonrisa sarcástica —No me gusta el rechazo.

—hola Theo —lo saludó mi hermano al verlo cerca.

—Stiles —con un tono casi casual mientras se acercaba a una frase en latín grabada en el suelo. Con un movimiento brusco, rompió el piso —te irás de aquí pensando que debes preocuparte por mí —dijo caminando lentamente hacia Scott —pero no es así, de hecho, estamos en el mismo bando. Porque esa cosa —señaló el techo —es por la que debemos preocuparnos, tu manada y la mía volveremos a la escuela y fingiremos que somos normales pero a la noche pelearemos por nuestras vidas.

—¿Qué es eso? —pregunté, tratando de mantener mi voz firme.

—no es una quimera —respondió, su voz cargada de misterio.

—hay un chico debajo de todo —nos recordó Scott —como nosotros.

—no más —dijo Theo, su tono definitivo y sombrío.

Theo y las quimeras se marcharon, dejándonos en un silencio tenso. Scott se apresuró hacia Stiles, y viendo que el efecto paralizante del veneno de Kanima estaba desapareciendo, lo ayudó a sentarse contra la pared. Melody y yo nos acercamos.

—él sabía lo que significaba y no recuerdo las palabras —se lamentó Scott, su tono reflejando frustración.

—Damnatio Memoriae —dijimos Stiles y yo al unísono, nuestras voces resonando en el aire.

—Significa la condena de la memoria —expliqué, acariciando con suavidad los rizos de mi pequeña Melody.

—Creo que significa que lo que crearon los Doctores del Miedo, lo que sea que sea la última quimera no es algo nuevo —agregó mi hermano, con una expresión de preocupación en su rostro—. Es algo muy viejo, muy antiguo.

—No crearon una nueva criatura —dijo Scott, comprendiendo de inmediato la gravedad de la situación.

—Resucitaron una —completó mi mellizo, su voz firme a pesar del evidente temor en sus ojos.

—Entonces, estamos lidiando con algo más peligroso de lo que pensábamos —dije, tratando de procesar la información.

Scott dibujó un círculo en la tierra con su dedo, su expresión grave—. Necesitamos ayuda. Si Theo tiene su propia manada, necesitamos reunir a la nuestra. Hay que recuperar a los demás.

Stiles frunció el ceño, su voz llena de escepticismo—. ¿Los demás? ¿Kira, que está luchando con un espíritu zorro asesino dentro de ella? ¿Malia, que no nos habla a ninguno de los tres? ¿Lydia, que está en la casa Eichen? ¿Liam, que casi te mata? ¡Ah! Y mi hermana, la loca con poderes explosivos, que tiene una hija, tu hija.

—¡Oye! —exclamé al unísono, sintiendo cómo la indignación subía dentro de mí—. La loca está aquí presente. Y para que sepas, mis poderes ya no están explosivos.

—también son nuestros mejores amigos —dijo Scott volteando a verme con una dulce sonrisa que correspondí.

—¿Ah sí? ¿Cómo? —quiso saber Stiles.

—uno por uno —miró el círculo en la tierra y luego alzó la mirada hacia él.

—¿en serio no me vas a pedir eso?

—eres parte de la manada —dijo

Me arrodillé junto al círculo, llevando mi mano hacia él—. Hagámoslo juntos.

Stiles, después de un momento de duda, hizo lo mismo. Nuestras manos formaron un círculo más grande alrededor del original, creando el símbolo de nuestra manada, un escudo de unidad y fuerza.

—¡Es el tatuaje de papá visto desde arriba! —exclamó Melody con asombro.

Scott sonrió y se inclinó hacia ella—. Es un símbolo de nuestra manada, cariño. Siempre estamos juntos, pase lo que pase.

Melody sonrió y asintió, sintiendo el orgullo de ser parte de algo tan especial.

Scott ayudó a Stiles a ponerse de pie y juntos comenzamos a caminar de regreso a la salida. El aire frío de la noche nos envolvía, pero había una determinación renovada en cada uno de nosotros.

—aún odio ese tatuaje —dijo Stiles a medida que nos alejabamos

—Lo sé —respondió Scott con fastidio.

—A nosotras nos gusta, ¿verdad, Mel? —dije, sonriendo hacia mi hija.

—¡Sí! —exclamó Melody, abrazando a su padre—. ¡Es el mejor!

Stiles miró a Melody con una sonrisa resignada y luego a Scott—. Bueno, supongo que si a ella le gusta, entonces no está tan mal.

Scott sonrió y le dio una palmadita en el hombro a Stiles—. Exactamente.

Stiles me miró con una expresión de curiosidad.—Oye, Han, ¿cuándo le dirás a papá que te tatuaste? —preguntó de repente.

—¿Cómo sabes eso? —respondí, sorprendida de que supiera sobre el tatuaje.

—Se te alzó la blusa y lo vi —comentó—. ¿Un lobo? ¿En serio? ¿Y qué es esa frase?

—La frase es "Eternidad" —respondí bajando la mirada a mi costado donde reposaba el grabado.

—¿Eternidad? —repitió, su tono indicaba que no entendía del todo.

Asentí, tocando la tinta negra del lobo y la palabra escrita en un elegante estilo de caligrafía. El lobo, con sus detalles intrincados, parecía estar en movimiento, rodeado por un halo de estrellas diminutas. La palabra “Eternidad” estaba inscrita debajo, en un arco elegante que seguía la curva de mi costado.

—Es para Scott —expliqué—. Es una promesa. La idea es que, sin importar los desafíos que enfrentemos o lo que pase en nuestras vidas, siempre estaré a su lado. Es una forma de recordarle y recordarme a mí misma que nuestro vínculo es inquebrantable.

Mi hermano observó el tatuaje, comprendiendo lentamente el significado detrás de él. Sus ojos se suavizaron y asintió lentamente.—Es... una forma hermosa de mostrar tu compromiso —dijo finalmente—. Pero, ¿estás segura de que papá no se enojará al verlo?

—No lo sé —admití—. Pero siento que es algo importante para mí. Es una declaración de lo que siento, no solo por Scott, sino también por la familia que hemos construido juntos.

Stiles miró a Scott con una expresión seria, sus ojos reflejaban una mezcla de advertencia y preocupación.—Tienes un tesoro de mujer ahí —dijo con firmeza—. Más vale que no le hagas daño, o llenaré tu trasero de wolfsbane, serbal y muérdago.

Scott levantó una ceja, sorprendido pero reconociendo la seriedad en la advertencia de Stiles.—Entendido —respondió Scott, con una sonrisa que no ocultaba del todo su nerviosismo. —Te lo prometo, no tengo intención de herirla.

Stiles asintió con satisfacción, su mirada no se desvió de Scott mientras hablaba.—Buena respuesta. Porque, créeme, no estoy bromeando. Lo que sea necesario para protegerla, lo haré.

Melody, un poco desconcertada, miró a Stiles y luego a su padre, frunciendo el ceño.

—¿Por qué el tío Stiles quiere hacerle daño a papá? —preguntó, con una mezcla de preocupación y confusión en su voz.

Stiles se inclinó para mirar a Melody a la altura de sus ojos, tratando de suavizar la situación.—No, no quiero hacerle daño a papá —dijo con un tono más tranquilo—. Solo estaba bromeando, pero creo que me pasé.

Scott se agachó también, poniendo una mano reconfortante sobre el hombro de ella —Cariño, él no me hará daño —aseguró. La pequeña se aferró a la mano de Scott mientras le sonreía, confiando en que todo estaba bien.

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