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Capítulo ciento treinta "No soy un ángel"

Stiles cayó junto a mí en el suelo empapado, rodeándome con sus brazos con una fuerza desesperada. Su abrazo era cálido y reconfortante en medio del tormentoso caos que nos envolvía. Me aferré a él, mis lágrimas empapando su ropa mientras intentaba encontrar algún consuelo en su presencia.

-Lo siento, Han -dijo Stiles, su voz quebrada-. Lo siento mucho.

-No... no sé qué hacer -sollozaba, mi voz apenas audible entre la lluvia y mi propio dolor-. ¿Por qué está pasando esto? No puedo perder a Melody, no puedo.

Stiles apretó su abrazo, su pecho se movía con cada inhalación profunda, como si tratara de absorber parte de mi tristeza. Su apoyo era lo único que me mantenía a flote en ese mar de desesperación.-Vamos a encontrar una solución -dijo con firmeza, aunque la duda era evidente en sus ojos-. No podemos rendirnos. Tenemos que hacer algo.

Asentí, aunque la desesperanza seguía pesando sobre mí.Me levanté, sintiendo cómo el peso de la tristeza y la culpa se asentaba sobre mis hombros.

Stiles me miraba con una mezcla de preocupación y desespero.-¿Qué estás haciendo? -preguntó, deteniéndome en seco.

-Voy a despedirme de Melody -respondí, sin poder ocultar la angustia en mi voz.

Stiles dio un paso hacia mí, su expresión reflejando el dolor que sentía por mi situación.-No te des por vencida -me instó-. No dejes que esto te consuma.

-Perdí todo lo que amaba -dije, mi voz quebrándose-. ¿Qué más queda por hacer?

-A mí no me has perdido -dijo Stiles con firmeza-. Ni a papá.

-A ti no te he perdido, Stiles -le respondí, sintiendo que mi voz se desmoronaba-. Al final de la historia, solo seremos tú y yo. Papá tampoco nos creerá y...

-Conoces a papá -me interrumpió Stiles-. Sabes que no será así. Él siempre está ahí para nosotros, incluso cuando parece que todo está perdido.

Esta era mi condena, Stiles, y la aceptaría con resignación. No había más que hacer.

Fui a la casa de Scott, el camino parecía interminable. Al llegar, me detuve frente a la puerta y toqué con una mano temblorosa. Melissa abrió con una expresión de sorpresa que rápidamente se transformó en preocupación.

-¿Qué haces aquí, Hannah? -preguntó, su tono lleno de sorpresa y un atisbo de dolor. -creí que estabas con Scott.

Sus palabras fueron como cuchillos, cortando más profundo de lo que imaginé.-No, Melissa... Pasaron cosas y... Solo vengo a despedirme de Melody -respondí, tratando de mantener la compostura, pero mi voz temblaba.

Ella me miró con confusión.-¿Te irás a algún lado? -preguntó, sus ojos buscando respuestas.

-No -negué, el dolor en mi pecho haciéndome difícil respirar-. Solo le estoy entregando la completa tutela de mi hija a Scott.

Melissa frunció el ceño, su mirada era una mezcla de tristeza y preocupación.-¿Qué pasó, Hannah? -preguntó con un tono que reflejaba su instinto maternal.

Con una respiración temblorosa, empecé a relatar lo ocurrido.-Tuve un enfrentamiento con alguien... No era mi intención. Me dijo que no me quería cerca, incluso me llamó asesina. -Sollozando, le expliqué-. Melissa, te juro que fue un accidente, en defensa propia. No quería que esto pasara.

Melissa me abrazó con una calidez que me hizo sentir la falta de lo que había perdido. Sus palabras fueron un bálsamo para mi herido corazón.-Conociendo a mi hijo, sé que no soportará estar lejos de ti. Te va a perdonar, pero dale tiempo. A veces, el perdón lleva tiempo, pero el amor de una madre nunca se olvida -dijo, su voz reconfortante.

En ese momento, Melody apareció en la entrada, sus ojos llenos de preocupación al verme tan abatida. La tomé de la mano con suavidad y la llevé a su habitación. El pequeño cuarto estaba decorado con los colores que a ella le gustaban, y me senté a su lado en la cama.-Mamá, ¿qué te pasa? -preguntó Melody con una voz temblorosa-. ¿Por qué estás llorando?

-No es nada, cariño -le dije, intentando sonreír-. Solo necesito decirte algo muy importante.

Mientras la arropaba, empecé a cantarle "You Are My Sunshine", mi voz temblorosa intentando transmitir amor y consuelo. Melody, sintiendo mi dolor, comenzó a hacer berrinche.

-¡No quiero que te vayas, mamá! -dijo entre sollozos-. ¡No me dejes!

-Lo sé, cariño -le respondí con voz quebrada-. Lo sé. Pero esto es lo mejor para todos. Te amo, siempre.

-¿Por qué no podemos estar juntas? -preguntó, sus ojos llorosos buscando una respuesta que no tenía.

-A veces, las cosas no salen como queremos -dije, tratando de contener el llanto-. Pero siempre estaré contigo en tu corazón. Nunca estaré lejos, solo no estaré aquí físicamente.

-No me gusta esto -dijo Melody con firmeza-. No quiero que te vayas.

A medida que mi voz se desvanecía en la canción, me despedía de la luz de mi vida. Mi pequeña, con lágrimas en los ojos, finalmente se quedó dormida en mis brazos. La sensación de su pequeño cuerpo contra el mío era una mezcla de consuelo y dolor, y mientras la abrazaba, el peso de la despedida me aplastaba el corazón.

Me quedé allí, acunándola y llorando en silencio, mientras el reloj marcaba el final de una etapa en nuestras vidas. La habitación estaba en calma, pero en mi interior, el tumulto de emociones seguía sin cesar.Me incliné hacia ella, tomando una de sus pequeñas manos en la mía.

-Te amo, Melody -susurré con voz quebrada-. Siempre te amaré, no importa lo que pase. Eres mi sol, mi luz en la oscuridad.

Coloqué un beso suave en su frente, mis lágrimas cayendo silenciosamente mientras me despedía.

Mientras me levantaba para irme, Scott apareció en la puerta de la habitación. Lo miré con una mezcla de tristeza y resignación.

-Descuida, ya me iba -dije con voz temblorosa-. Solo... vine a despedirme de mi hija.

Pasé por su lado, sintiendo el peso de la despedida en cada paso que daba. Pero antes de que pudiera salir de la habitación, Scott me detuvo al tomar mi brazo. Me hizo girar hacia él con una expresión que reflejaba una compleja mezcla de emociones.

Sin previo aviso, se inclinó y me besó, un gesto que me tomó completamente por sorpresa. Su beso era a la vez desesperado y lleno de cariño, y me aferré a él con una intensidad que solo el dolor y el amor verdadero pueden provocar. Colocando mis manos en sus mejillas, dejé que nuestras lágrimas se mezclaran mientras nos fundíamos en ese último contacto.El beso, aunque cargado de emoción, era también una despedida. Sabía que no era un comienzo, sino un final, y cada segundo que duró sentí la intensidad de todo lo que habíamos compartido.

Finalmente, nos separamos. Scott soltó mi brazo con una expresión que apenas escondía su propio dolor. Me miró por última vez antes de darme el permiso silencioso para irme.

En ese instante, Melody despertó de su sueño inquieto. Al verme, sus ojos se abrieron de par en par, y con una rapidez desesperada, corrió hacia mí. Se lanzó a mis brazos, abrazándome con una fuerza que me hizo sentir el dolor de su angustia.

-¡No, mamá! -exclamó entre sollozos-. ¡No te vayas!

Scott, con el corazón roto, intentó separarla de mí, su rostro lleno de dolor y frustración.-Melody, tienes que dejarla ir -dijo, tratando de calmar la situación-. Ella no puede quedarse.

-¡No, papá! ¡No quiero que se vaya! -gritó la pequeña, aferrándose más fuerte a mí-. ¡Por favor, mamá, no te vayas!

-Melody, cariño -le dije, mi voz temblando-. Tienes que ser fuerte. Esto es lo mejor para todos. Siempre estaré contigo en tu corazón. Nunca estaré lejos.

-¡No! ¡No quiero que te vayas! -siguió gritando -. ¡Prometiste que siempre estarías aquí!

Scott intentaba suavemente separar a la niña de mis brazos, pero ella se aferraba a mí con toda su fuerza, sin querer soltarme.-¡No, Melody! -dijo Scott con firmeza, pero con lágrimas en los ojos-. Tienes que entender que esto es lo mejor para ti.

-¡No entiendo! -chilló Melody-. ¡No quiero entender! ¡Quiero a mi mamá!

Tuve que apartar a Scott, sintiendo el dolor de ver a mi hija en semejante tormenta emocional. Mi corazón se rompía en pedazos mientras la abrazaba por última vez, sabiendo que tenía que dejarla ir.-Mel, escúchame -dije, mirándola a los ojos-. Esto es muy difícil para mí también. Pero debemos ser fuertes, ¿de acuerdo? Sé que tu papá te cuidará bien.

-Pero yo te quiero a ti, mamá -sollozó mi hija -. No quiero que te vayas. ¿No me quieres?

-Claro que te quiero, mi amor. Te amo más que nada en este mundo -le respondí, las lágrimas cayendo por mis mejillas-. Siempre estaré contigo, en tu corazón. Nunca olvides eso.

Con un esfuerzo desgarrador, me separé de ella, saliendo de la habitación con una sensación de vacío y pérdida, mientras el sonido de su llanto y súplicas se desvanecía en la distancia.

...

Estaba en casa, durmiendo, cuando comencé a sentir una incomodidad extraña. Una sensación de presión y ardor en mi espalda me despertó. Me levanté de la cama, confundida y un poco asustada. Me acerqué al espejo, tratando de ver qué estaba causando esa sensación tan extraña.

Despacito, comencé a quitarme la camisa, quedando solo en sujetador. Al hacerlo, vi algo que me dejó sin aliento. De mi espalda brotaron un par de alas majestuosas, similares a las de la diosa Selene, la diosa de la luna. Eran etéreas, brillaban con una luz plateada, y se extendían con gracia, ocupando casi todo el espacio de la habitación.

El pánico se apoderó de mí y grité, llamando a mi hermano.-¡Stiles! -mi voz llena de desesperación-. ¡Stiles, ven aquí rápido!

Escuché los pasos apresurados de Stiles acercándose a mi habitación. Abrió la puerta de golpe, con una mezcla de preocupación y alarma en su rostro.-¿Qué pasa, Hannah? -preguntó, deteniéndose en seco al ver las alas-. ¿Qué... qué es esto?

-No lo sé -respondí, mis ojos llenos de lágrimas-. Desperté con esta sensación en mi espalda y cuando me levanté... estas alas aparecieron.

Él se acercó lentamente, sus ojos llenos de asombro.-Han... esto es increíble. Nunca había visto algo así.

-¿Increíble? -dije, sintiendo una mezcla de miedo y confusión-. ¡Es aterrador, Michief! ¿Qué me está pasando?

Stiles extendió una mano para tocar las alas, pero se detuvo, dudando.-Tenemos que decirle a Sc... a papá -se retractó rápidamente, notando mi expresión de dolor al mencionar a Scott.

-¿Papá? -pregunté, tratando de procesar la información-. ¿Por qué a papá?

Mi hermano respiró hondo, tratando de mantener la calma.-Papá siempre tiene una forma de saber qué hacer. Pero... no podemos ignorar lo que esto podría significar.

Me miré al espejo nuevamente, observando las alas que se movían suavemente como si estuvieran vivas.-Stiles, no sé qué está pasando, pero tengo miedo -admití, sintiendo que mi voz temblaba.

Stiles se acercó y me abrazó, tratando de darme consuelo.-No estás sola en esto, Hannah. Vamos a descubrirlo juntos. Sea lo que sea, encontraremos la manera de manejarlo.

Asentí, sintiéndome un poco más tranquila con su presencia. Las alas eran un misterio, una parte de mí que no entendía, pero sabía que con Stiles a mi lado, podríamos enfrentar cualquier cosa.-Está bien, Stiles -dije, respirando hondo-. Vamos a descubrir que significa esto.

Stiles me observó con asombro y una pequeña sonrisa.-Hannah, pareces un ángel -dijo, su voz llena de asombro.

Me miré al espejo nuevamente. Mi cabello, que antes era de un castaño oscuro, ahora estaba completamente blanco plata, reflejando la luz de las alas que brillaban detrás de mí. Pero había algo que me faltaba, algo que no podía identificar, y esa sensación me dejaba aún más inquieta.-Pareces un ángel... -murmuré para mí misma, tratando de asimilarlo-. Pero no lo soy, Stiles. No sé qué soy.

Se acercó y puso una mano en mi hombro.-No importa lo que seas, Han. Eres mi hermana, y vamos a resolver esto juntos.

Miré mi reflejo, tratando de encontrar alguna pista, algo que explicara lo que estaba pasando. Pero mi mente estaba en blanco, incapaz de procesar todo.-Mi cabello... -dije, tocando un mechón plateado-. Todo esto es tan extraño, Stiles. Siento que hay algo más, algo que no entiendo.

Stiles asintió, su expresión seria.-Lo descubriremos. Pero primero, necesitamos ayuda. Vamos a encontrar a papá y a Scott. Ellos sabrán qué hacer.

Me volví hacia Stiles, buscando consuelo en sus palabras.-Tienes razón. No puedo enfrentar esto sola. Vamos a encontrarlos. Pero, a Scott no, él tiene asuntos más importantes.

Mi hermano me observó con una mezcla de asombro y preocupación.-Y... ¿puedes meterlas? -preguntó, señalando mis alas-. Porque no creo que sea buena idea salir así a la calle.

Miré mis alas, extendidas y luminosas, y luego volví a mirarlo a él. No había pensado en cómo esconderlas. La idea de caminar por la calle con un par de alas plateadas definitivamente no era ideal.-No lo sé, Stiles. No sé cómo controlarlas -respondí, tratando de concentrarme en ellas-. Pero puedo intentarlo.

Cerré los ojos y respiré hondo, tratando de imaginar las alas volviendo a mi espalda, escondiéndose. Sentí una ligera presión y un cosquilleo, y cuando abrí los ojos, vi que las alas comenzaban a retraerse lentamente, desapareciendo dentro de mi espalda hasta que no quedaba rastro de ellas.-¡Funcionó! -exclamé, sintiéndome aliviada y un poco impresionada.

Stiles sonrió, aunque aún se veía preocupado.-Eso es un alivio.

Malia vino por nosotros ya que el jeep no estaba en condiciones, y nos llevó a la estación de policía, Stiles y yo decidimos que íbamos a hablar con nuestro padre sobre lo que pasó con Donovan.

-¿Quieren que entre con ustedes? -preguntó la coyote.

-no gracias, quizás tomé mucho tiempo -respondió Stiles, ambos miramos la fachada de la estación con miedo y ansiedad.

Estábamos por salir -¿Le van a decir lo de Donovan?

Cerramos la puerta a la par y la observarbamos con confusión -¿lo sabias? -inquirí.

-lo adiviné -asintió -vi la mordida en tu hombro mientras dormías -se dirigió a mí hermano. Pude notar que se puso mal por eso, lo último que le faltaba era perder a Malia -a mi no me importa, por eso no dije nada.

Decidí bajar para darles privacidad, a mi me hubiera gustado que Scott me dijera eso mismo, aunque si importara.
Antes de irnos Malia se inclinó hacia la ventana y dijo -Me gusta tu nuevo look, Han-dijo con una sonrisa-. El cabello plateado te queda bien.

Sonreí débilmente, todavía sintiéndome un poco incómoda con todos los cambios recientes.-Gracias, Mal. Supongo que es algo a lo que tendré que acostumbrarme.

Entramos al departamrntonde policía y nos acercamos a la recepción, el policía intercambió unas palabras por teléfono y nos miró -el alguacil se fue hace media hora -nos informó -dijo que viene de regreso.

-si gracias, lo esperaremos en su oficina -nos giramos para ir hacia allí.

De repente, me desplomé, sintiendo un vértigo abrumador. La habitación comenzó a girar a mi alrededor y todo se oscureció. Cuando volví a abrir los ojos, me encontré en la biblioteca de la escuela, pero todo estaba en penumbras, iluminado solo por la luz de la superluna que se asomaba por la ventana.

Caminé lentamente, sintiendo que mi corazón latía cada vez más fuerte con cada paso que daba. Al acercarme, vi un cuerpo tendido en el piso, bañado por la luz plateada de la luna. Mi respiración se aceleró y el miedo me invadió.

-Scott... -murmuré, reconociendo su figura.

Mi voz se quebró al pronunciar su nombre, y corrí hacia él, cayendo de rodillas a su lado. Sus ojos, que solían brillar con intensidad, ahora mostraban un último destello rojo que se desvanecía lentamente.

-¡No, no! ¡Scott, no me dejes! -grité desesperada, tomando su rostro entre mis manos.

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, mezclándose con la lluvia que seguía cayendo en mi visión. Sentí su cuerpo volverse más frío bajo mis manos, y la impotencia me invadió.

-¡Scott, por favor, quédate conmigo! -sollocé, apoyando mi frente contra la suya-. Te necesito... Melody te necesita.

Pero sus ojos finalmente se cerraron, y un silencio mortal llenó la habitación. Mi corazón se rompió en mil pedazos, y un grito desgarrador escapó de mis labios.

-¡Noooooooooo!

De repente, la visión comenzó a desvanecerse, y volví a la realidad con un jadeo, encontrándome nuevamente en la oficina de mi padre. Stiles estaba a mi lado, su rostro lleno de preocupación.

-¡Hannah! ¿Estás bien? -preguntó, sacudiéndome suavemente.

-Vi... vi a Scott -murmuré, todavía temblando por la visión-. Estaba en la biblioteca de la escuela, y la superluna lo iluminaba... estaba muriendo, Stiles. Sus ojos se apagaban, y no pude hacer nada para salvarlo.

Stiles me abrazó con fuerza, tratando de consolarme.Me levanté de un salto, la determinación quemando en mi interior.

-Tengo que salvarlo -dije, mi voz firme-. No puedo dejar que muera.

Me miró con preocupación y una pizca de incredulidad.-Después de todo... ¿vas a hacerlo? -inquirió.

Asentí con vehemencia, la angustia y el amor luchando en mi pecho.-Es mi alma gemela, mi otra mitad y sobre todo es el padre de mi hija -respondí, sintiendo las lágrimas arder en mis ojos-.No puedo perderlo, Stiles. No después de todo lo que hemos pasado.

Stiles me tomó de los hombros, mirándome a los ojos. -entonces hazlo,ve, yo hablaré con papá.

De repente se oyó una alarma en todo el lugar, salimos y oímos a un par de oficiales -¿Qué pasa? -inquirió uno.

-¿alguien activó la alarma contra incendios? -respondió otro.

-¡revisa atrás! -dijo un tercero pasando por delante nuestro.

De repente vimos a Parrish, caminar hacia aquí con los ojos encendidos en llamas naranjas -¿Qué demonios? ¡espera!-dije mientras nos tirábamos sobre los oficiales que ya querían dispararle.

-¡espera! ¡espera! ¡No dispares! -Stiles se puso delante -¡No dispares!

Parrish salió de la estación parecía hipnotizado, iba seguramente por otra quimera.

-¡ve por Scott! -me recordó Stiles, su voz llena se urgencia.

Salí de la estación de policía a toda prisa, sacando mi celular mientras corría. Intenté llamar a Scott, pero no contestaba. La desesperación creció en mi interior y empecé a correr hacia la escuela, rogando por llegar antes de que fuera demasiado tarde. A medio camino, miré hacia arriba y vi que faltaba poco para la superluna.

Seguí corriendo, pero de repente me detuve al caer en cuenta de algo. Miré mi espalda de reojo y me concentré, permitiendo que mis alas salieran. Sentí una oleada de energía recorrer mi cuerpo y, aunque volar fue un poco complicado al principio, logré despegar y me dirigí hacia la escuela.Al llegar, choqué contra una barrera invisible que me hizo dar vueltas en el aire. Me estabilicé antes de caer y noté que la barrera estaba hecha de serbal.

Sabía que eso no iba a detenerme. Me acerqué y apoyé mis manos en la barrera, como había visto hacer a Scott. Puse todo de mí en ello, sintiendo mis ojos brillar con intensidad.La superluna apareció en el cielo, dándome más poder del que jamás había sentido. La barrera se rompió con un estallido y volé hacia la biblioteca, aterrizando justo en la puerta.La puerta se abrió con un estruendo, y entré a la biblioteca, mi corazón latiendo con fuerza.

Entré a la biblioteca y lo que vi hizo que la furia me envolviera por completo. Theo estaba allí, con sus garras clavadas en el pecho de un Scott transformado.

-¡Theo! -grité, mi voz llena de rabia.

Theo levantó la vista y me miró con sorpresa.-¿Hannah? -dijo, incrédulo-. Pensé que eras una bruja.

La superluna brillaba intensamente, llenándome de un poder que nunca había sentido antes. Sentí cómo ese poder recorría todo mi ser, dándome una fuerza inmensa. Estiré mis manos hacia Theo y, con un solo movimiento, lo lancé lejos de Scott. El castaño voló por el aire y chocó contra una estantería, derrumbándola.-No, no soy una bruja -respondí con una sonrisa fría-. Soy mucho más que eso.

No perdí tiempo. Corrí hacia Scott, que había caído al piso. Lo tomé en mis brazos, su peso familiar y reconfortante ahora una carga dolorosa.

-Hannah... -susurró, su voz apenas un murmullo.

-Shh, estoy aquí -dije, luchando por contener las lágrimas-. Vamos a sacarte de aquí.

-No, Han... -tosió, su sangre manchando mis manos-. Es tarde para mí.

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas-. No, por favor, no digas eso. ¡Tienes que luchar!

-Lo siento... -susurró, su voz quebrándose-. Lo siento por no haberte creído... por todo...

-Scott, no, no hables así. Te necesitamos, Melody te necesita -insistí, desesperada.

Con un esfuerzo titánico, Scott levantó una mano temblorosa y acarició mi rostro-. Siempre luché por ti... y por Melody. Cuídala... cuídala por mí.

-No puedo hacer esto sin ti -sollozé, sosteniéndolo más cerca-. Te amo tanto...Scott esbozó una sonrisa débil, llena de amor y resignación

-. Te amo, Hannah... siempre... -tosió -Mel...Y con esas palabras, Scott exhaló su último aliento, el brillo rojo en sus ojos se fue consumiendo hasta apagarse como una vela.

El vacío en mi corazón se hizo insoportable, un abismo de dolor y pérdida. Mi grito de dolor resonó por toda la biblioteca, una promesa de venganza y una declaración de amor eterno.Las lágrimas caían sin control por mis mejillas mientras sostenía el cuerpo sin vida de Scott.

De repente, reparé en su última palabra: "Mel". Un pensamiento desesperado cruzó mi mente. ¿Podría haber traído a Melody aquí?Con el corazón en un puño, me levanté y miré a mi alrededor, escudriñando cada rincón de la biblioteca.

-¡Melody! -llamé, mi voz quebrada por el dolor y la desesperación-. ¿Dónde estás, pequeña? ¡Melody!

Mis ojos recorrían frenéticamente las estanterías, las mesas, cada sombra. No podía perder la esperanza. Tenía que encontrarla. Tenía que salvarla.

-Melody, por favor, respóndeme -suplicaba, mientras avanzaba entre los estantes-. Mamá está aquí... te encontraré...

El silencio era opresivo, pero no me detuve. De pronto, escuché un leve gemido. Mi corazón saltó de esperanza.

-¡Melody! -corrí hacia el sonido, encontrando a mi pequeña acurrucada detrás de una mesa, asustada pero viva-. Oh, mi amor, estás bien...

La abracé con fuerza, sintiendo su pequeño cuerpo temblar contra el mío. Susurré-. Estamos bien, cariño. Todo va a estar bien...

En ese momento, Melissa llegó a la biblioteca y al ver todo el panorama, se dirigió a mí con urgencia.-Hannah, no podemos dejar que se vaya. ¡Debes hacerle RCP a Scott! -exclamó, su voz firme.

Miré el cuerpo de Scott, inmóvil en el suelo, y me dije que no me daría por vencida. No dejaría que se fuera así sin más.-Melody, quédate aquí y no mires, ¿de acuerdo? -le pedí, colocándola en un rincón donde no pudiera ver a su padre.

-¿Papá va a estar bien? -preguntó con lágrimas en los ojos.

-Voy a hacer todo lo posible, cariño. -Le di un beso en la frente y corrí hacia Scott.

Escuché los gritos de Melissa -¡Scott! ¡Scott! -Su voz estaba cargada de desesperación. Llegó y al ver todo el panorama dijo -No, no, no. ¿Qué pasó? -Me miró; ambas estábamos igual-. Hay que hacerle RCP. No podemos dejar que se vaya así.

Miré el cuerpo de Scott y me dije que no me daría por vencida.Corrí hacia él, para practicarle RCP.-Vamos, Scott. Respira -dije desesperada. Le hice respiración de boca a boca sin dejar las compresiones en el pecho-. Por favor, respira -repetí.

Melissa me miró con lágrimas en los ojos.-Hannah, sigue, no te detengas. ¡Vamos, Scott, eres fuerte, no puedes morir así!

Sentí un nudo en la garganta mientras continuaba con las compresiones. El tiempo parecía detenerse y cada segundo se alargaba eternamente. Los recuerdos de nuestra vida juntos pasaban ante mis ojos, desde nuestro primer encuentro hasta el nacimiento de nuestra hija. No podía perderlo, no de esta manera.

-Vamos, Scott, puedes hacerlo -sollocé-. Eres un alfa, ¡eres un alfa! Mi otra mitad, el padre de mi hija. ¡Por favor, Scott, ruge! Por favor, por favor, Scott! -En un momento de desesperación, golpeé con fuerza su pecho.-¡Ruge! -grité con todas mis fuerzas, sintiendo que mi corazón se rompía.

Entonces, como si mi voz hubiera alcanzado una parte de él que aún luchaba por volver, Scott abrió los ojos. Brillaban de un rojo intenso y profundo, y soltó un gran rugido que resonó en toda la habitación. Fue un sonido primitivo, lleno de vida y fuerza.Tomé su rostro en mis manos, sintiendo sus mejillas calientes bajo mis dedos temblorosos. Sin poder contenerme, lo besé.

Las lágrimas corrían por mi rostro mientras la esperanza y el alivio se mezclaban en un torrente de emociones.-¡Scott! -dije entre sollozos, mirándolo a los ojos-. Pensé que te había perdido.

Él me miró, aún recuperándose, y asintió débilmente.-Estoy aquí -respondió con voz ronca-. No me voy a ir a ningún lado.

Melissa, que había estado observando con el corazón en la mano, suspiró aliviada y se acercó a nosotros.-Necesitamos sacarlo de aquí -dijo, recobrando su profesionalidad-. Hay que asegurarnos de que esté completamente bien.

Asentí, sin soltar la mano de Scott. Miré hacia donde había dejado a nuestra pequeña, asegurándome de que estuviera a salvo y lejos de la conmoción.

Scott, con voz débil, preguntó -¿Dónde está Melody?

Miré hacia el lugar donde la había dejado. La niña salió de su escondite, con los ojos llenos de lágrimas y corrió hacia nosotros. Se arrojó sobre Scott, abrazándolo con todas sus fuerzas.

-¡Papá! -gritó Melody, sollozando-. ¡Pensé que te habías ido!

Él la abrazó con fuerza, besando su cabeza y murmurando -Estoy aquí, mi amor. Estoy aquí. No me voy a ir a ningún lado.

Las lágrimas de alivio y felicidad fluían libremente mientras los tres nos abrazábamos, sintiendo la fuerza del amor y la unidad que nos mantenía juntos, incluso en los momentos más oscuros.Melissa nos miró, conmovida por la escena, y se aclaró la garganta. -¡Vamos!

Fuimos a casa de Melissa y Scott. Después de la conmoción, todo lo que quería era que Melody se sintiera segura y reconfortada. La acosté en su cama, arropándola con cuidado. Ella me miró con ojos cansados pero tranquilos.

-Duerme bien, mi amor -le susurré, besando su frente.

Melody cerró los ojos y pronto se quedó dormida. Salí de la habitación en silencio, con la intención de ver cómo estaba Scott. Cuando me acerqué a la puerta de su habitación, lo oí hablando con su madre. Me detuve, sintiéndome culpable por escuchar, pero incapaz de moverme.

-Perdí, mamá -murmuró Scott, su voz llena de tristeza.

-Todos los líderes pierden -dijo Melissa suavemente-. A veces más de lo que creen que pueden soportar.

-Esta vez perdí a todos -susurró él.

-Los recuperarás, tienes que hacerlo -replicó Melissa con firmeza-. Pero déjame decirte que no has perdido a todos -hizo una pausa, y pude imaginar su mirada amorosa-. En la otra habitación hay una mujer y una pequeña que siempre estarán a tu lado sin importar qué.

Scott guardó silencio por un momento antes de hablar nuevamente.-Me porté muy mal con Hannah y los demás. ¿Por qué regresarían?

-Porque eres su líder y porque esa jovencita te ama -respondió Melissa-. Y aun cuando un líder cree que no tiene nada más que dar, siempre tiene algo más: esperanza. Dales esperanza.

Sentí a Melissa acercarse, así que fingí que no estaba espiando, mirando una foto en la pared. Ella me dedicó una pequeña sonrisa al pasar.

-Buenas noches, Hannah -dijo en voz baja antes de dirigirse a su habitación.

-Buenas noches, Melissa -respondí, con una sonrisa nerviosa.

Entré a la habitación de Scott y nuestras miradas se conectaron instantáneamente. Había tanto que decir, pero las palabras no parecían suficientes para expresar todo lo que sentía. Caminé hacia él, sintiendo una mezcla de amor y preocupación.

-Hannah -dijo Scott, su voz apenas un susurro.

Me acerqué y me senté junto a él en la cama, tomando su mano entre las mías.-Estoy aquí, Scott -dije suavemente-. Y siempre estaré aquí.

Él apretó mi mano con fuerza, sus ojos llenos de gratitud y remordimiento.-Lo siento tanto, Annah. Por todo.

Lo miré a los ojos, viendo el dolor y la sinceridad en su mirada.-Todos cometemos errores -respondí-. Pero lo importante es que estamos aquí, juntos. Y encontraremos la manera de seguir adelante.

Él asintió, sus ojos brillando con una nueva determinación.-Prometo que haré todo lo posible para arreglar las cosas.

Lo besé suavemente, dejando que ese simple gesto transmitiera todo mi amor y apoyo.-Lo sé, Scott. Lo sé.

Nos quedamos allí, juntos en silencio, permitiendo que el momento nos envolviera y nos diera la fuerza para enfrentar el futuro. Con Melissa y Melody cerca, y con el amor que compartíamos, sabía que podíamos superar cualquier cosa.Finalmente, rompí el silencio, separándome un poco de él.

-Tengo que decirte algo -dije, sintiendo un ligero temblor en mi voz.

Scott me miró con preocupación.-¿Qué sucede?

-Bueno, esta mañana me desperté con algo diferente en mí.

-¿Qué? -Su expresión se volvió aún más preocupada.

-Creo que... -Me puse en pie, frente a él-. Una imagen vale más que mil palabras.

Con lentitud, comencé a desabrocharme la camisa. Sentí sus ojos fijos en mí, llenos de confusión y anticipación. Me volteé despacio, dejando que la camisa se deslizara por mis brazos hasta caer al piso. Moví mis hombros y entonces mis alas salieron, extendiéndose majestuosamente.

El castaño se quedó boquiabierto, incapaz de articular palabra. Sus ojos recorrían cada detalle de mis alas, brillando con asombro y admiración.

-Han... -susurró finalmente-. ¿Cómo...?

-No lo sé -admití, mirándolo-. Simplemente sucedió esta mañana. Pero quería que lo supieras, porque esto cambia todo.

Scott se puso de pie y se acercó a mí, tocando suavemente una de mis alas.-Esto confirma mi teoría de que eres un ángel -comentó con una sonrisa.

-No soy un ángel -negué, sintiendo que las palabras no eran suficientes para explicar-. No me siento celestial.

Él me miró, sus ojos llenos de amor y comprensión.-No importa lo que seas -dijo suavemente-. Eres increíble, y te amo por lo que eres.

Sentí una ola de alivio y amor inundarme. Scott siempre había sido mi roca, y saber que estaba dispuesto a aceptarme, alas y todo, me dio la fuerza para enfrentar cualquier cosa.

-Gracias, Scott -dije, abrazándolo con fuerza-. Juntos podemos con todo.Él me abrazó, envolviéndome en su calor y su amor.

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