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Capítulo ciento setenta y uno "La última batalla"

Era un hermoso atardecer, el sol descendía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados. La luz cálida se filtraba a través de las ventanas, iluminando suavemente la sala y creando un ambiente acogedor. Scott estaba dormido en nuestra habitación, su rostro sereno en el silencio de la tarde, mientras Melody y yo estudiábamos en la mesa, los libros abiertos a nuestro alrededor.

El suave sonido del viento moviendo las hojas afuera y el canto distante de los pájaros me dieron una paz momentánea, pero fue el toque en la puerta lo que me sacó de mi concentración. Al abrirla, me encontré con Chris Argent, que sonreía con su característica amabilidad.

—Hola, Han —dijo, su voz tranquila contrastando con la energía en la habitación—. ¿Está Scott?

—Hola, Chris —respondí, haciéndome a un lado para dejarlo pasar. —Sí, solo... tengo que despertarlo.

—No es necesario, esperaré aquí —dijo, con una leve sonrisa, manteniendo una distancia respetuosa.

—Está bien, no me tardo. —Entré de nuevo y me dirigí a la habitación, sintiendo una ligera inquietud al ver a Scott. Su cabello oscuro caía desordenado sobre su frente, y un rayo de luz dorada iluminaba su rostro, acentuando los rasgos que tanto amaba. Me acerqué a él, sentándome al borde de la cama y observando su expresión tranquila. En ese instante, recordé todo lo que habíamos enfrentado en los últimos meses: los cazadores, el enfrentamiento con el anukite, las tensiones de la universidad, y la nueva vida que nos esperaba.

Con ternura, acerqué mi mano a su mejilla, acariciándola suavemente. —Amor —murmuré—, cariño, tienes que despertar.

—¿Mhm? —respondió, aún medio dormido, abrazándome y atrayéndome hacia él. Me acomodé sobre su pecho, riendo suavemente.

—Tienes que levantarte, Chris vino por ti —le recordé, intentando mantener la seriedad.

—No quiero —dijo, imitando a Melody, su voz aún adormecida y risueña.

—Tienes que, o no me dejarás salir nunca —contesté, riéndome mientras intentaba zafarme de su abrazo.

—Aun no, hay algo que quiero hacer primero —sonrió, sus ojos brillando con un destello travieso que me hizo sentir un escalofrío de anticipación.

—¿Ah sí? ¿Qué...? —No pude terminar la pregunta antes de que sus labios se encontraran con los míos, interrumpiéndome en una explosión de calidez y dulzura. El beso era suave, casi como un susurro, pero al mismo tiempo cargado de significado. Me dejé llevar, entregándome a esa conexión que siempre había entre nosotros.

—Scott —susurré contra sus labios, sintiendo su risa vibrar entre nosotros. Era un sonido que siempre me llenaba de alegría.

—Solo un momento más —respondió, sus ojos aún cerrados, como si quisiera disfrutar de la calidez de la cama y de nuestro pequeño mundo.

Su mano seguía acariciando mi cintura, dibujando suaves círculos que me hacían sentir como si flotara. Cada caricia parecía tener su propia melodía, y por un instante, el resto del mundo desapareció.

—Si continúas así, nunca vamos a salir de aquí —dije, tratando de mantener un tono juguetón mientras me resistía a caer de nuevo en su abrazo.

—Entonces no te muevas —sonrió, abriendo un poco los ojos para mirarme con esa luz especial que siempre me hacía sentir como si fuera la única persona en el mundo.

—Chris está esperando, y probablemente tiene cosas importantes que decirte —le recordé, aunque mi voz sonaba más débil de lo que esperaba.

—¿Importantes? —preguntó, como si la palabra tuviera un sabor amargo. —¿Desde cuándo los cazadores tienen cosas importantes que decir?

—Scott... —comencé, pero él me interrumpió con un nuevo beso, esta vez más profundo, más intenso.

Perdí el hilo de mis pensamientos, dejando que la sensación de sus labios me envolviera. Cada beso parecía contar una historia, recordándome cómo habíamos llegado hasta aquí, lo que habíamos superado juntos, y todo lo que nos esperaba.

Finalmente, se separó un poco, su respiración entrecortada mezclándose con la mía. —Lo sé, lo sé —dijo, riéndose suavemente. —Pero este momento es solo nuestro.

—Tienes razón, pero deberíamos...

—Deberíamos qué? —me desafió, su voz más grave.

—Deberíamos enfrentar la realidad, —dije, aunque sabía que no había mucha convicción en mis palabras. La verdad era que en esos instantes, quería quedarme así para siempre.

Me miró fijamente, y en sus ojos vi un destello de comprensión. —Está bien, solo un minuto más —admitió, sus dedos entrelazándose con los míos mientras me atraía hacia él.

Entonces, con un suspiro resignado, me acomodé de nuevo contra su pecho. Podía escuchar su corazón latir, fuerte y rítmico, y en ese momento, supe que estaba donde pertenecía. A pesar de todo el caos que habíamos enfrentado, el amor que compartíamos era el ancla que mantenía todo en su lugar.

—¿Eres feliz? —preguntó de pronto, tomándome por sorpresa con la sinceridad de su mirada.

—¿Qué? ¿Por qué preguntas eso? —respondí, tratando de ocultar la confusión.

—Solo... resuelve mis dudas. Responde, por favor —acarició mi cintura lentamente, su toque me llenó de calidez.

—Lo soy, soy extremadamente feliz —sonreí, sintiendo una ola de emoción en mi pecho. Nunca había estado tan en paz como en ese momento, junto a él, rodeada de la luz dorada del atardecer.

—Ahora, arriba ¡vamos! —exclamé, intentando levantarme, pero él no me dejó. Con un movimiento ágil, tiró de mí hacia abajo, haciendo que cayera suavemente de nuevo sobre él.

—¿A dónde crees que vas? —preguntó con una sonrisa traviesa, sus ojos destilaban diversión y complicidad.

—Scott, en serio —protesté, aunque no podía evitar sonreír. Su cercanía me hacía sentir segura y protegida.

—No, tú dijiste que eras feliz, y quiero asegurarme de que sigas así un poco más —dijo, acercando su rostro al mío, su aliento cálido se entrelazaba con el aroma del atardecer que entraba por la ventana.

—Eres un tonto, pero me gusta —reí, mis palabras apenas un susurro mientras él me miraba con intensidad.

Sin poder contenerme, le devolví el gesto, acercándome y presionando mis labios contra los suyos. Fue un beso suave al principio, pero creció en intensidad, reflejando la conexión profunda que compartíamos. Cada caricia, cada roce de su piel contra la mía, me hacía sentir como si el mundo se desvaneciera a nuestro alrededor.

—¿Ves? —murmuró, separándose un poco para mirar mis ojos—. Así es como quiero que te sientas siempre.

—Y así me siento, gracias a ti —le respondí, sintiendo que mi corazón se llenaba de amor y gratitud. En sus brazos, me sentía completa.

—No te dejaré ir —prometió, su voz firme y decidida.

—Nunca querría que lo hicieras —le aseguré, sintiendo que nuestras almas estaban entrelazadas de una manera que iba más allá de las palabras.

—Bien, entonces —dijo, sonriendo de nuevo—. ¿Listas para enfrentar lo que venga?

—Siempre que estés a mi lado —respondí, sabiendo que juntos podíamos superar cualquier obstáculo. La luz del atardecer seguía envolviéndonos, creando una burbuja de felicidad que parecía interminable.

Finalmente decidimos que era tiempo de que Scott fuera con Chris y yo regresara a mis estudios en compañía de Melody. Me sentía un poco nerviosa por dejar a Scott solo, pero sabía que él podía manejarlo.

—¿Todo bien, ma? —preguntó mi pequeña, mirándome con esos grandes ojos llenos de curiosidad.

—Más que bien —sonreí, tratando de transmitirle la calma que sentía por dentro, a pesar de que mis pensamientos estaban llenos de lo que podría pasar en su ausencia. Melody se encogió un poco, con su pelito rizado brillando bajo la luz suave del atardecer.

—¿Estudias sobre los monstruos? —inquirió, inclinando la cabeza, como si realmente le importara.

—Algo así —le respondí, recordando que siempre había tenido una fascinación por las historias de héroes y criaturas. Se sentó cruzando las piernas sobre la alfombra, ansiosa por escuchar. —estudio el cuerpo humano.

—¡Me gusta eso! —dijo emocionada, y la forma en que su rostro se iluminó me hizo sonreír aún más. —vas a ser una heroína —sonrió.

—Tú también serás una gran heroína algún día —le dije, acariciando su mejilla—. Siempre tienes que recordar que eres fuerte y valiente.

—Como tú, ma —dijo con admiración, y en ese momento supe que todo lo que había pasado había valido la pena, solo para escuchar esas palabras.

Con un último vistazo hacia la puerta donde Scott y Chris habían salido, me dirigí al escritorio con Melody a mi lado. Saqué los libros, lista para sumergirme en las lecturas que me esperaban. Pero antes de abrir la primera página, sentí la pequeña mano de Melody aferrándose a la mía.

—¿Y si los monstruos vienen por mí? —preguntó, con un toque de inquietud en su voz.

—No te preocupes, cariño —le aseguré, sonriendo con confianza—. Siempre estaré aquí para protegerte, y papi también. Juntos, somos más fuertes que cualquier monstruo.

Asintió, aún un poco dudosa, pero la chispa de valentía comenzaba a brillar en sus ojos.

Scott regresó poco después, cambiado y con su casco en la mano, irradiando esa energía que siempre me llenaba de alegría.

—Tengo que irme —dijo, tomando las llaves de su moto con una expresión seria, pero en sus ojos había un brillo de determinación.

—Está bien —me acerqué, sintiendo que la preocupación comenzaba a formarse en mi pecho. —Cuídate, ¿sí, mi amor?

Él asintió, y una suave sonrisa se dibujó en su rostro. —Regresa a mí —le recordé, como si esas palabras pudieran protegerlo.

—Siempre —respondió, su voz suave pero firme. Luego se inclinó para besar mis labios, un roce que me dejó el corazón latiendo con fuerza. Después, se agachó para acariciar la cabeza de Melody, quien lo miraba con admiración.

—Cuídate, papi —dijo ella con una dulzura que solo ella podía expresar.

—Prometo que volveré pronto —le aseguró Scott antes de levantarse y dirigirse a la puerta.

Lo observé salir, sintiendo una mezcla de orgullo y miedo. Sabía que era fuerte, que podía manejar cualquier cosa que se presentara en su camino, pero el mundo en el que vivíamos siempre era incierto. Cuando la puerta se cerró tras él, la casa pareció llenarse de silencio.

—¿Vamos a hacer algo divertido, ma? —preguntó Melody, rompiendo mis pensamientos.

—Claro que sí, pequeña —respondí, sonriendo al recordar que, aunque la vida podía ser complicada, siempre había momentos de luz que hacer brillar.

Mientras pensábamos en lo que haríamos, no pude evitar recordar aquel día, el día que peleamos contra el anukite y los cazadores. La memoria me golpeó con fuerza, como un eco lejano que reverberaba en mi mente.

...

Los cazadores no dejaban de dispararnos y yo solo rogaba en mi interior que se detuvieran; no quería morir aquí y no quería perder a nadie, aunque al parecer ya teníamos una baja. Deucalion estaba vivo, pero su respiración era entrecortada, y no le parecía quedar mucho tiempo.

Tuve que separarme de Scott y correr hacia otro escondite, ya que estaban destruyendo el nuestro. En la confusión, escuché su voz.

—¡Han! —gritó entre el estruendo de los balazos.

De repente, vi a un cazador acercarse, apuntándome con su arma. Cerré los ojos, preparándome para lo peor, posicionándome para que me diera a mí y no a Melody. Pero entonces, oí un golpe y, al abrir los ojos, me encontré con el jeep y el tipo tirado adelante.

—No pensaron que harían esto sin mí, ¿o sí? —dijo Stiles asomándose por la ventanilla, y una sonrisa iluminó mi rostro.

—¡Estás aquí! —exclamé, sintiéndome aliviada.

—Sin nosotros —corrigió Derek, quien estaba junto a él.

Derek bajó y comenzó a pelear contra los cazadores, rugiendo con fuerza. Sentí que mi pequeña se movía inquieta entre mis brazos.

—Derek —murmuró ella, reconociendo la voz de nuestro amigo.

—Sí, es él, mi vida —la contuve, tratando de tranquilizarla.

Abrí mis alas, dejando a Melody a la vista, y la acomodé en el lugar donde estaba.

—¿A dónde vas, mami? —preguntó, con los ojos grandes y llenos de preocupación.

—Voy a pelear. Tú quédate aquí y no salgas a menos que te lo diga, ¿sí? —le respondí, con una sonrisa alentadora. Ella asintió, aunque su rostro reflejaba un poco de miedo.

Salí y me uní a la pelea, derivando a un par de cazadores que se acercaban demasiado. La adrenalina corría por mis venas mientras me enfrentaba a ellos.

De repente, sentí que alguien me tomaba por detrás, inmovilizándome.

—Te tengo —dijo una voz masculina que no reconocí.

—Yo creo que no —respondió Scott, tomándolo y haciéndolo volar lejos de mí.

Lo voltee a ver y le agradecí con la mirada —gracias, amor.

Los pocos cazadores que quedaban se subieron a su camioneta y se fueron del lugar, dejando tras de sí un ambiente tenso, pero lleno de alivio.

—Melly, ya puedes salir, cariño —llamé, mirando en dirección a su escondite.

Ella salió despacito y, al ver que no había peligro, corrió hacia mí. Sin embargo, al ver a Stiles y Derek, se desvió hacia ellos, indecisa sobre a quién abrazar primero. Finalmente, fue por Stiles.

—¡Tío Mischief! —gritó, mientras mi hermano la atrapaba al vuelo.—¡Regresaste! —exclamó, abrazándolo con fuerza.

—Por supuesto, no los iba a dejar peleando solos —respondió el castaño, con una sonrisa amplia. —Te extrañé mucho, princesa.

—Y yo a ti —sonrió Melody, con una alegría que iluminó el momento.

Él la bajó de sus brazos un tiempo después, y ella se acercó a Derek, abrazándolo con fuerza.

—¡Sourwolf! —gritó con entusiasmo.

—¿Quién fue? —preguntó Derek, observándonos mientras la abrazaba, está claro que le tomó de sorpresa qué ella lo llamara así.

—¡Stiles! —respondimos todos al unísono.

—Sí, sí, bueno, respecto a eso, y ya que hablamos de mí —dijo él, —debo decir que no puedo creer que no me dijeron nada de esto, ni una palabra, ni una sola palabra.

—Teníamos nuestros motivos —respondió Lydia, con un aire de defensa. —Muy buenos motivos.

—Mi hermana estaba en peligro; creo que tenía derecho a saberlo —dijo, mirándome de reojo.

Mientras tanto, Scott se acercó a Deucalion para tratar de ayudarlo, intentando quitarle su dolor, pero ya no había nada que hacer.

—Gerard —dijo, con esfuerzo, —lo que más teme es... que no puede vencerte. —Lo miró intensamente. —Y lo... sabe. —Soltó una pequeña risa y falleció.

—¿De verdad empezó o no? —inquirí, sintiendo que una nueva oleada de preocupación me invadía.

—¿Qué cosa? —preguntó Stiles, confundido.

Scott se puso en pie, su mirada firme.—Una guerra total —nos informó, mientras nos miraba a todos con determinación. Al ver a Derek, se acercó y lo abrazó con fuerza.

—Aunque me fascina esta reunión familiar improvisada —dijo Peter, observando a su sobrino con una mezcla de cariño y sorpresa. —¿Qué haces aquí?

Scott se acercó a nosotras, buscando nuestro apoyo.

—Encontré una manada masacrada en Brasil —respondió Derek, con la seriedad en su rostro. —Había dos palabras escritas con sangre: "Beacon Hills".

Mi chico lo miró, asimilando la gravedad de la situación.

—¿Regresaste por Beacon Hills? —le preguntó, con un tono medio burlón.

—No, regresé por ti —admitió, su mirada fija en Scott.

—¡Alto! ¡Alto! Eh —me puse frente a Derek, sonriendo divertida. —Él es mío —señalé a mi prometido, bromeando.

—¡Han! —Scott soltó una pequeña risa, atrayéndome hacia él.

—¿Qué? Eres mío, McCall —lo miré, sintiendo que la calidez de nuestra conexión iluminaba incluso el momento más oscuro.

El peso de la guerra y la pérdida todavía estaba presente, pero en medio de todo, había algo que nos mantenía unidos: la familia, la amistad y el amor que siempre habíamos luchado por proteger.

Justo en ese momento, la radio policial del jeep comenzó a emitir señal, por lo que nos acercamos para escuchar.

—Sangre y destrucción —oímos la voz de Gerard— y las escenas de muertes tan familiares, las acciones—

Stiles abrió la puerta del auto y se subió, los demás lo seguimos.

—Bárbaras invocarán toda piedad y el espíritu de César, hambriento de venganza, vendrá en compañía de Atis, salida del infierno, gritará en estos confines con su regia voz —se detuvo un momento— ¿sabes lo que sigue, Scott? ¿Sabes algo de Shakespeare?

Scott le pasó el micrófono del radio a Derek.

—Matanza y desencadenará a los perros de la guerra.

—Guerra, así es —respondió el cazador— bienvenido de vuelta, Derek. Todos deben sentirse muy nostálgicos. ¿Te agrada la reunión familiar que organicé para ti, Scott?

—¿Por qué no vienes para que te lo agradezca en persona? —respondió Scott con una calma tensa.

—Hasta te traje algunos distinguidos visitantes desde Londres —continuó Gerard. Nos miramos entre nosotros, tensos, mientras escuchábamos al viejo— ni siquiera alguien como Jackson Whittemore pudo resistirse a volver a Beacon Hills. Saluda a Jackson.

De repente, se oyó un grito amortiguado del otro lado.

—Hazlo de nuevo, anciano —dijo Jackson— acércate más, ¡voy a meter esa cosa por tu trasero! —gritó molesto.

—No ha perdido el encanto, ¿cierto? —dijo Gerard, con una sonrisa burlona— puedes encontrarlo con nosotros en la armería. De hecho, te diré dónde... puedes encontrarlos a todos. Tu sabueso infernal se encontró con unos amigos mientras respondía a un llamado en la casa Eichen. Tu padre venía de regreso de San Francisco con la esperanza de unirse a la pelea, pero no llegó muy lejos. Deberías decirle a tu madre que esta noche no vaya a su turno en el hospital; Liam y sus amigos están ahí ahora. Un plan optimista pero desacertado. Y bueno, me hubiera gustado toparme con tu... cochorrita, pero su madre le tiene bajo sus alas.

Scott me miró con preocupación.

—¡Te mataré si osas tocar uno de sus rizos! —gruñó Scott, con una rabia contenida.

—Así es como se hace la guerra, Scott —continuó el cazador— colocas tu ejército estratégicamente contra el otro. Es por eso que vendrás a mí, intentarás salvar a todos los que puedas y puede que salves a unos pocos, pero tus recursos limitados intentarán abarcarte más y, al final, fracasarás. Los perros de la guerra, Scott, vienen por ti.

La amenaza de Gerard quedó resonando en el aire mientras nos preparábamos para la batalla que estaba por venir.

Scott se comunicó rápidamente con Theo para que fuera con Liam al hospital. Sabía que necesitaban a cada uno de nosotros en esta batalla. Una vez que se aseguró de que Theo lo había entendido, nos dirigimos a la clínica veterinaria, un lugar que había sido un refugio seguro en el pasado.

—¿Por qué no podemos ir a casa? —preguntó Melody, con su pequeño rostro lleno de preocupación.

—Porque hay personas malas que quieren hacernos daño, cariño —le expliqué suavemente—. Pero aquí estamos todos juntos y vamos a estar bien.

Los chicos aseguraron toda la clínica veterinaria, y luego nos reunimos en la sala de espera. Stiles, animado por la adrenalina de su historia, comenzó a contarnos cómo se había encontrado con Derek.

—Literalmente, el primer día de mi internado y veo la imagen de un hombre al que estaban persiguiendo por el bosque de Carolina del Norte —empezó, gesticulando con entusiasmo.

—¿No era en Sudamérica? —preguntó Malia, con una ceja levantada.

—Así era, los cuerpos de los hombres lobo que mencioné... me culparon a mí —respondió Derek, cruzándose de brazos.

—Y supe que el FBI acorraló a un sospechoso feral asesino en masa que... —Stiles intentó continuar, pero el castaño lo interrumpió.

—Encontré un grupo de cazadores reunidos en un solo lugar. Buscaba información.

—Bueno, el FBI se enteró de eso y planeaba una redada con el equipo S.W.A.T. para atraparlo vivo o muerto, y con Derek, todos sabemos que de preferencia es muerto —dijo mi hermano, riendo un poco.

Él asintió, haciendo un gesto con la cabeza. —De preferencia —afirmó con una expresión seria.

—Y los convencí de llevarme a una operación de campo —continuó Stiles.

—¿Convenciste al FBI de que... te llevaran a una misión de campo peligrosa? —inquirí, perpleja aunque no sorprendida.

—Me sorprende que no los convencieras de ser el líder —comentó el Hale, lanzando una mirada burlona.

—Lo intenté —admitió, sonriendo con orgullo—. No funcionó. Como sea, en resumen, básicamente tuve que salvar su vida —señaló a Derek.

Lo miramos sin creerle ni un pelo.

—¡Qué mentiroso! —exclamé, soltando una risa—. Eso no te lo crees ni tú, me arriesgaré a decir que fue al revés.

—Derek me guiñó un ojo—. Tienes buena intuición, Han —dijo, mirando a mi mellizo —. Eso no fue lo que pasó.

—Sí, bueno, no dije todos los detalles, pero es más o menos lo que pasó. Es la parte esencial —replicó Stiles, defendiendo su historia.

—No podías caminar —le recordó.

—Estaba cojeando —dijo Stiles, tratando de justificarse.

—No podías caminar, y lo sé porque te estaba cargando —confesó Derek con una sonrisa.

Solté una carcajada. —Eso sí me lo creo.

—¿Te cargó como a una princesa, tío? —inquirió Melody, con los ojos muy abiertos.

—De hecho, sí —respondió el castaño, intentando mantener la seriedad.

—¡Me dispararon en el pie! —se defendió, levantando su pierna—. ¿Quieren ver? Mi dedo estuvo en el fuego cruzado y lo destruyeron.

—Sí, olvida tu dedo —dijo Lydia, rodando los ojos.

—Destruido —comentó Stiles, con un tono dramático.

Todos reímos, pero la atmósfera cambió de inmediato cuando Scott intervino.

—Oigan, no solo son los cazadores —admitió, la preocupación en su voz—. Hay otro problema.

—Se llama Anukite —expliqué, mientras Stiles y Derek nos miraban, intrigados.

—Se mete en tu cabeza, te hace ver cosas —continuó el alfa, su expresión seria.

—¿Y cómo luce? —preguntó Stiles, con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Solían ser dos personas normales, pero, de algún modo, se fusionaron —respondí recordando las historias de aquella criatura —. Solo sabemos que tienen dos caras: una humana y una sobrenatural.

—Cambia de forma, como nosotros —especificó Scott—, pero sabe a lo que le temes, a lo que más miedo le tienes.

—Puede matarte solo con mirarte —dijo Malia, con un tono sombrío.

—Entonces, ¿están diciendo que tenemos que enfrentarlo a ciegas? —inquirió mi hermano, frunciendo el ceño—. ¿Y enfrentar nuestros peores miedos?

—Sí —afirmó mi chico—. ¿Por qué? ¿A qué le temes?

—A la ceguera —admitió, su voz temblando un poco.

—¿A quedar ciego? —preguntó Derek, levantando una ceja.

—Sí —asintió Stiles—. Me aterra. Siempre ha sido así, parece una coincidencia demasiado desafortunada.

—¡Qué conveniente! —rodé los ojos, intentando aliviar la tensión.

—Lydia, Stiles y tú tienen que encontrar a Argent y rescatar a Jackson —dijo Scott, cambiando de tema.

—No podemos esperarlo; ya atravesé esas puertas y lo haré de nuevo —respondió ella con determinación.

—¿Podemos detenernos un segundo? —pidió mi mellizo —. Quiero asegurarme de entender esto. ¿De verdad estamos hablando de hacerlo? ¿Vamos a hacer justo lo que Gerard quiere que hagamos? ¿En serio?

—Creo que si detenemos al Anukite, detendremos todo —dijo Scott con firmeza.

—¿Detener esa cosa puede parar a Gérard y a los cazadores? —inquirió el Hale, escéptico.

—No todos son cazadores —dijo el castaño, con un tono de verdad.

—Es verdad —lo miré y luego a los chicos—. Son personas ordinarias que actúan por miedo.

—Monroe no va a cambiar, pero podemos detener a los demás —continuó Scott—. A la mayoría, de hecho.

—El Anukite hace que actúen por miedo —seguí, reforzando su punto.

—El miedo es un buen motivador, sobre todo cuando termina en ira —opinó Derek, con una mirada profunda.

—Si logramos quitarles el miedo, también perderán las ganas de pelear —supuso el alfa—. Nos tienen miedo, pero no tienen por qué; deben convencerse.

—Tenemos que convencerlos —corrigió el ojiverde, con su habitual pragmatismo.

—Sí, podemos enfrentar al Anukite, podemos intentar pelear a ciegas, podemos enfrentar nuestros miedos, pero... —dijo Malia, frunciendo el ceño.

—Aún no sabemos cómo atraparlo —terminé por ella, mirando a Scott.

—Lo resolveremos; siempre lo hacemos —dijo él, con un atisbo de confianza.

—Es bueno ver que alguien no ha perdido el optimismo —dijo Derek, con una sonrisa irónica.

—No aún —negó Scott—. Tengo una muy buena motivación. —Miró a Melody y luego a mí, su determinación palpable.

—Yo sí —admitió Stiles, haciéndose a un lado con un gesto dramático.

—Te daremos tiempo, Scott —dijo Lydia—. ¿Quién sabe? Tal vez Jackson tenga la respuesta.

—Tal vez Argent regrese con una —dije, tratando de mantener el ánimo.

—Ustedes tres... cuatro —nos miró a Malia, Derek, Melody y a mí—. Vengan conmigo; necesitamos a Peter y a quien pueda ayudarnos a frenar esa cosa.

—¿A dónde vamos? —preguntó Malia, intrigada.

—A la prepa —dijo, su tono decidido.

—¿Ahí encontraremos a esa cosa? —inquirió Derek, mirando a Scott con cautela.

—No, él nos encontrará —admitió Scott, con una mezcla de confianza y preocupación.

El ambiente se volvió tenso de nuevo. Sabíamos que el peligro nos acechaba, pero también que teníamos que actuar. Nos miramos unos a otros, la determinación llenando la sala, listos para enfrentar lo que viniera.

Malia llamó a Peter, y al parecer, estaba en la prepa. Nos dirigimos rápidamente hacia allí, ya que había encontrado dos estatuas, lo que evidentemente indicaba que la criatura estaba cerca.

Al llegar a la escuela, la escena era inquietante. Allí estaba Peter, hecho una estatua de piedra.

—No está muerto —dijo Malia, observándolo de cerca—. No puede ser... —agregó, sorprendida.

—Tiene latido, pero muy débil —notó Derek, inclinándose para escuchar mejor.

De repente, se escuchó un ruido proveniente del pasillo.

—No estamos solos —advirtió, mirando hacia adelante con cautela.

—Melly —exclamé, tomando a Melody en mis brazos. Desplegué mis alas, cubriéndola con ellas para protegerla.

Scott, por su parte, se quedó mirando a Peter, su mente claramente trabajando a toda velocidad.

—¿Scott? —murmuré, sintiendo que la tensión aumentaba en el ambiente.

—Creo que sé cómo atraparlo —dijo él, su voz llena de determinación.

Scott le hizo una rápida llamada a Stiles para que nos trajera algo de la armería, y luego nos dirigimos hacia las escaleras, buscando un lugar donde escondernos. Nos agachamos tras una pared, y a través de una rendija, vimos a varios cazadores corriendo.

—No podemos escondernos. Peter no sobrevivirá mucho tiempo —dijo Malia, su voz tensa.

—Nosotros tampoco, si esa cosa nos encuentra —replicó Derek, manteniendo la calma.

—Tenemos que esperar a Stiles —insistió Scott.

—No voy a quedarme aquí —dijo la coyote, y salió del escondite. Sin pensarlo, la seguimos.

—¡Malia, espera! —gritó Scott, intentando detenerla, pero era demasiado tarde.

Mi corazón se detuvo al mirar hacia atrás y ver a Monroe apuntando con su arma hacia Scott.

—¡No! —grité y corrí hacia él, pero justo en ese momento, Derek me sujetó por detrás, tirando de mí para evitar que siguiera adelante.

El disparo resonó en el aire y Scott cayó al suelo, quejándose.

—¡Papi! —gritó Melody, corriendo hacia él. No pude contenerme, me zafé de Derek y corrí también hacia Scott.

—¡Scott! —exclamé, llena de miedo.

—Estoy bien —dijo, aunque su voz era débil y se le notaba el dolor mientras alzaba un poco la cabeza, sujetándose el hombro. —No dejes que se vaya.

Melody se detuvo de golpe, sus ojos brillando en un intenso color violeta mientras sacaba sus garras y soltaba un poderoso rugido que resonó por los pasillos de la prepa. Malia se unió a ella, ambas corriendo tras Monroe.

—¡No! —grité, pero ya era demasiado tarde.

Derek y yo nos quedamos junto a Scott, que intentaba contener el dolor.

—¡Scott! —le dije, con lágrimas en los ojos—. ¿Estás bien?

—No, no estás bien —dijo el Hale al ver la herida—. Es serbal amarillo, te va a matar.

—¿Qué? —pregunté en un hilo de voz, sintiendo que el mundo se desvanecía a mi alrededor. —¡No!

—No puedo perderte, Scott. No después de todo lo que hemos pasado —le dije, intentando contener el pánico.

Derek ayudó a Scott a ponerse de pie y lo llevó rápidamente al salón de biología, donde se detuvo.

—Rápido, siéntate —dijo, guiándolo hacia uno de los taburetes, pero Scott apenas podía mantenerse en pie.

—Váyanse —insistió Scott, su voz apenas un susurro. —Ayuden a Malia y a Melody.

—Ellas no me preocupan tanto —respondió el Hale mientras se dirigía al armario, buscando algo entre los suministros de laboratorio. —Hay que deshacernos de esto. Solo hay una manera de quitarte el serbal.

Me quedé junto a Scott, sintiendo la urgencia de la situación. —Por favor, resiste —acaricié su mejilla, tratando de infundirle un poco de fuerza.

Vi a Derek sacar un soplete de una caja. —¿Qué haces? —pregunté, sintiéndome horrorizada.

—Escucha, no podrás hacer mucho hasta que sanes —dijo con seriedad mientras se acercaba a nosotros.

—Si tengo razón, necesitamos que llegue Stiles —insistió Scott, su mirada ansiosa.

De repente, la puerta se abrió y Melody entró, sana y salva, aunque un poco agitada. —¡Mami! —gritó, corriendo hacia mí.

—Adelante —dijo mi chico, viendo el soplete con un aire de resignación.

Derek se acercó a la herida de Scott, encendiendo el soplete. Él gritó de dolor, su cuerpo se tensó mientras Melody tomó su otra mano, intentando aliviar su sufrimiento. Apoyé mi mano en su hombro sano, sintiendo su dolor.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Derek terminó. —Ya, ya, ya, tranquilo —dijo mientras Scott se desplomaba hacia adelante, lo acomodó en el suelo. —Ya pasó, tranquilo.

—Gracias, Derek —le dije, sintiendo un alivio momentáneo.

Pero la sensación de calma fue breve. Una oleada de inquietud recorrió mi cuerpo. —Ay no, no —murmuré, mirando hacia la puerta. —Está aquí, Derek —le dije, alarmada. —Melly, cierra los ojos.

Melody asintió, sus ojos llenos de preocupación.

—Quédense aquí escondidas y no salgan —dijo, asomándose por la mesada. Luego se puso en pie, sus ojos brillando en azul y los colmillos al descubierto, antes de salir del salón.

—Todo está bien, ¿sí? —atrajé a Melody hacia mí, tratando de mantener la calma.

—¿Papi va a estar bien? —preguntó, mirando a Scott, que aún yacía inconsciente.

—Lo estará, él es muy fuerte —respondí, aunque en mi interior rogaba que tuviera razón. Las palabras se sintieron vacías, pero tenía que creer que Scott podría salir adelante. Teníamos que salir de esta, todos juntos.

Scott abrió los ojos lentamente, y con un esfuerzo se incorporó.

—Cariño —susurré, acercándome para ayudarlo a levantarse. —¿Cómo te sientes?

—Estoy bien —respondió, aunque su mano se posó instintivamente sobre la herida, con el dolor aún latente. —Tenemos que salir de aquí. Deberíamos separarnos.

—No voy a dejarte solo —negué, determinada.

—Estaré bien —aseguró, mirándome con una mezcla de convicción y preocupación. —Por favor, cuida de Melly.

—Scott… —comencé, pero él llevó su mano sana a mi mejilla y la acarició, calmando mis miedos.

—Regresaré a ti —prometió, con esa mirada que me daba valor. —Tú regresarás a mí, ¿sí?

—Sí —asentí, tomando su mano un momento antes de soltarla.

Ambos salimos del salón, y mientras él iba en una dirección, yo tomé a Melody y corrí en la opuesta, refugiándonos en un rincón oscuro. Pero esa sensación de amenaza pronto volvió, mucho más fuerte. Sin perder tiempo, atraje a Melody y la envolví con mis alas, protegiéndola.

—No abras los ojos, cielo.

—Sí, mami —respondió ella, obediente y firme.

De pronto, escuché la voz de Scott. —Han —me llamó con tono apremiante, y yo cerré los ojos al reconocer su tono extraño. —Vamos, hay que irnos.

—Sé que no eres mi Scott —respondí, respirando profundamente para no dejarme engañar.

—Claro que soy tu Scott —insistió, con una dulzura que no encajaba. —Vine por ti.

—No, no lo eres —dije con seguridad. —Puedo sentirlo.

Se acercó aún más, con una sonrisa que no era la de Scott. —Selene… —pronunció mi nombre en un tono que me hizo estremecer. —Siempre he querido enfrentarme a un dios —admitió, disfrutando de la tensión.

—Es una lástima —respondí, manteniendo el sarcasmo en mi voz para cubrir mi miedo. —No me interesa enfrentarme a un monstruo con complejo de Medusa, gracias.

De nuevo, la voz de "Scott" resonó, esta vez con un matiz más inquietante. —Melly, hija, soy yo, papá —dijo, intentando atraer la atención de Melody.

—No lo escuches, Melody. No es papi —la abracé con más fuerza, protegiéndola bajo mis alas.

—Han —insistió, su voz intentando imitar el tono suave de Scott. —Claro que soy su padre.

De repente, sentí una mano fría en mi rostro.

—Mírame y lo sabrás —insistió, su tono persuasivo y envolvente.

—No —gruñí, cerrando los ojos aún con más fuerza. —No eres Scott. No eres él, y jamás podrías engañarme.

La criatura se quedó en silencio, su engaño frustrado. Sabía que solo tenía que resistir un poco más. Stiles llegaría con la ayuda que necesitábamos.

—Eres frustrante, Selene —dijo, manteniendo la voz de Scott, aunque con un toque de irritación—. Intento persuadirte usando a Scott, y nada.

—No importa cuánto te esfuerces —respondí, sin ceder un centímetro—. No puedes imitar lo que realmente es él para mí.

La criatura soltó una risa fría y burlona. —Lo dices como si fuera algo imposible, pero todos caen ante sus propios deseos. Y el tuyo es estar con él, ¿no?

—Ese deseo no te pertenece. No eres más que una sombra —espeté, sintiendo que mi coraje aumentaba.

Noté que Melody, aunque asustada, mantenía sus ojos bien cerrados y confiaba en mí. Su fortaleza me dio aún más determinación. La criatura, al ver que sus palabras no funcionaban, dejó de lado el tono de Scott y reveló su propia y oscura voz.

—Quizá las palabras no funcionan, pero no necesito convencerte. Pronto caerás como los demás.

—Jamás —respondí, alzando la cabeza desafiante.

La criatura dio un paso hacia atrás, sabiendo que había perdido terreno. —Nos veremos de nuevo, Selene. Cuando estés sola y sin esperanza —murmuró antes de desaparecer en las sombras.

Abrí los ojos, sintiendo un alivio y un cansancio profundo. La batalla apenas comenzaba, pero no iba a dejar que nos venciera.

—Ya puedes abrir los ojos, cariño —dije suavemente, mirando a Melody mientras acariciaba su cabello.

Ella abrió los ojos lentamente, todavía abrazada a mí, y me miró con una mezcla de temor y valentía. —¿Ya se fue, mami?

Asentí, sonriéndole con ternura. —Sí, ya se fue. Estamos seguras por ahora.

Melody respiró aliviada y me dio un abrazo fuerte. Sentí su pequeño cuerpo temblar, pero su valentía me hizo admirarla aún más.

—Lo hiciste muy bien, cielo. Eres más valiente de lo que crees —le dije, mientras le daba un beso en la frente.

—Gracias, mami —susurró ella, y pude notar la fuerza en su voz—. ¿Y papi? ¿Estará bien?

—Estará bien, Melody. Todos estamos juntos en esto, y papi siempre regresa a nosotras. —La abracé, sintiendo una renovada determinación de seguir adelante, no solo por mí, sino por ella y por Scott.

Escuché pasos acercándose nuevamente, y supe que la ayuda estaba cerca. Esta lucha no había terminado, pero mientras estuviéramos juntos, encontraríamos la manera de vencer.

Oí los gritos de Scott, desgarradores, llenos de dolor y desesperación. Mi corazón se aceleró y, de repente, un dolor punzante me atravesó los ojos, como si fueran quemados desde adentro. Me llevé las manos a la cara, tratando de aliviar el ardor, pero era inútil.

—¿Mami? ¿Estás bien? —escuché la voz temblorosa de Melody.

Intenté mantener la calma por ella, tragué saliva y, con voz débil, respondí —S-sí, cariño… Estoy bien.

Pero Melody no parecía convencida. Sus ojos grandes y asustados me miraban, buscando respuestas. Podía ver la preocupación en su expresión, y me dolía no poder tranquilizarla.

—Ese… ese era papi, ¿verdad? —preguntó con un hilo de voz. Sus ojitos se llenaron de temor—. Algo le pasa.

El miedo en sus palabras hizo eco en mi propio corazón, y, aunque apenas podía mantener los ojos abiertos, me armé de valor. Scott estaba en problemas, y, aunque el dolor en mis ojos era casi insoportable, no podía permitir que él enfrentara esto solo.

—Sí, cielo… creo que algo le está pasando a papá —dije, tratando de sonar tranquila, aunque sentía que mi voz temblaba. Me arrodillé frente a ella y la miré a los ojos—. Tenemos que ser fuertes ahora, Melody. Vamos a encontrar a papá y lo ayudaremos, ¿sí?

Melody asintió con determinación, aunque pude ver cómo sus manitas temblaban al tomar la mía.

—No quiero que le pase nada malo —murmuró, aferrándose a mí.

El coraje en sus palabras me dio la fuerza que necesitaba. No importaba lo que enfrentáramos, Scott necesitaba de nosotras, y, como familia, estaríamos a su lado para enfrentar cualquier cosa.

—Espera, cariño —la detuve suavemente, sosteniéndola con más firmeza—. No sabemos si es seguro.

Melody me miró con esos ojitos llenos de preocupación, pero asintió, aunque claramente quería ir en busca de su padre.

—¿Crees que…? —empezó a decir, con la voz entrecortada.

Le acaricié el cabello, intentando calmarla a pesar de mi propia inquietud—. Probablemente esté peleando con el Anukite, amor. Papi es fuerte, y sabe cómo enfrentar a esta criatura. Pero ahora mismo, necesitamos ser muy cuidadosas. Si esa cosa está cerca, debemos mantenernos a salvo para poder ayudarlo en cuanto tengamos una oportunidad.

Ella apretó mis manos, entendiendo la importancia de esperar. La valentía en su mirada reflejaba la de su padre, y aunque quería correr en su ayuda, sabía que a veces la espera también era una forma de proteger a quienes amamos.

Oímos un rugido potente que resonó en todo el edificio. Melody levantó la cabeza de inmediato, y una sonrisa de alivio iluminó su rostro.

—Está bien —susurró, con una mezcla de felicidad y tranquilidad, como si aquel sonido hubiese sido la señal que tanto necesitaba para calmarse.

Yo exhalé, sintiendo que una parte de la tensión que me había estado asfixiando comenzaba a disiparse. El rugido de Scott era más que un grito; era una promesa de que seguía luchando, de que estaba resistiendo, de que aún estaba con nosotras. Me arrodillé junto a Melody y la abracé con fuerza.

—Sí, cariño, sigue peleando —le dije suavemente—. Vamos a esperar un poco más. Si él puede enfrentarse al Anukite, nosotros podemos ser fuertes aquí también.

Melody asintió, con los ojos brillando de determinación, y juntas nos quedamos atentas, listas para actuar en cuanto Scott nos necesitara.

El sonido fue casi un susurro en el aire cuando Melody, siempre alerta, se detuvo de repente.

—Mamá —dijo en voz baja, sus grandes ojos oscuros llenos de seriedad—, ¿los oyes?

Me quedé inmóvil junto a ella, concentrándome. Y entonces lo sentí. Mis instintos se agudizaron, y un escalofrío recorrió mi espalda.

—Cazadores —murmuré, casi para mí misma.

Al instante, otro sonido invadió el aire, una vibración más sutil pero inconfundible. Melody me miró con esa chispa de comprensión.

—¿Crees…? —comenzó.

—Stiles —completé, y ella asintió con una expresión decidida. Ambos sabíamos lo que eso significaba.

Unos minutos después, algo en el ambiente cambió, como si el aire mismo se hubiera liberado de un peso invisible.

—Se ha ido —susurró Melody, exhalando con alivio—. El Anuk-Ite se ha ido.

Una sonrisa de júbilo se dibujó en su rostro.

—¡Sí! —exclamó con alegría, y antes de que pudiera reaccionar, tiró de mi mano con fuerza—. ¡Vamos con papi!

Nos apresuramos fuera de nuestro escondite, avanzando por los pasillos con la adrenalina aún presente. Al girar una esquina, vimos cómo, poco a poco, nuestros amigos que habían sido convertidos en piedra recuperaban su forma humana. La felicidad que me llenó al ver a cada uno de ellos volver a la vida era indescriptible.

Sin pensarlo, corrimos hacia el área donde escuchamos el estruendo de la batalla. La confrontación seguía, y me uní rápidamente al combate contra los cazadores, cada movimiento lleno de una rabia contenida que no había dejado escapar. De repente, la vi. Monroe, la líder de los cazadores. Una ola de furia me recorrió de pies a cabeza al recordarlo todo.

—¡Monroe! —grité con el peso de todas las veces que había callado mi odio hacia ella.

Se giró, con una mueca de sorpresa y algo de temor en sus ojos. Aproveché la oportunidad y le lancé un golpe con toda mi fuerza.

—Esto es por dispararle a mi prometido —gruñí, sintiendo que la rabia me fortalecía.

Ella se llevó una mano al rostro, sus ojos desorbitados por el golpe, y sin más, huyó despavorida.

—¡Eso, mamá! —exclamó Melody, y su entusiasmo me sacó una sonrisa fugaz, dándome fuerzas renovadas.

—Vamos por papi —dije, tomando su mano de nuevo y guiándola mientras corríamos por los pasillos en dirección a la biblioteca. Algo en mi interior me decía que Scott estaba allí, y cada paso me acercaba a él.

Al entrar, lo vi. Scott estaba sentado en las escaleras, rodeado por nuestros amigos, y el alivio que sentí se desmoronó en cuanto observé su rostro de cerca. Sus ojos… su mirada estaba empañada, enrojecida. ¡Dios mío! Supe de inmediato lo que había hecho, y mi corazón se rompió.

Sin pensarlo, me arrodillé frente a él, tomándolo delicadamente del rostro, mis manos temblando mientras acariciaba sus mejillas.

—Scott, ¿qué te hiciste? —mi voz se quebró al hablar—. ¿Qué le pasó a tus ojos? ¿Y por qué no estás sanando?

Scott tomó una profunda respiración, como si mi pregunta fuera más dolorosa que cualquier herida física.

—No había otra forma de enfrentarlo —murmuró, su voz llena de disculpas que no necesitaba darme—. Tuve que hacerlo, perdón.

Mis lágrimas amenazaban con caer al ver su dolor y su incapacidad para recuperarse. Derek dio un paso adelante, sus cejas fruncidas con preocupación.

—Scott, tienes que sanar —dijo, y su tono de voz tenía un matiz urgente—. Si tus ojos se quedan así más tiempo, el daño será permanente.

Stiles, junto a nosotros, no podía ocultar su preocupación.

—Vamos, Scott —le animó con esa mezcla de nerviosismo y desesperación—, concéntrate.

Scott cerró los ojos, intentando hacer lo que le pedían, pero vi cómo fruncía el ceño, exasperado.

—Eso intento, pero no funciona —murmuró, frustrado—. No puedo concentrarme.

Yo estaba al borde de las lágrimas, viendo al hombre que amaba tan destrozado, tan vulnerable, y sentí un deseo imparable de ayudarlo. Tomé su rostro entre mis manos, acariciándolo con ternura.

—Amor, tienes que hacerlo —mi voz era un susurro lleno de amor y angustia—. ¡Sé que puedes!

—Han… estoy bien —dijo él, tratando de tranquilizarme, aunque ambos sabíamos que no era cierto.

—No, no lo estás —negué, sin poder evitar que mis lágrimas cayeran.

—Papi —dijo Melody, acercándose a él con una determinación infantil. Su pequeña mano buscó la de Scott, entrelazando sus deditos con los de él, como si su amor pudiera darle la fuerza que necesitaba.

Scott la miró, su expresión endurecida por el dolor, pero el brillo de su hija parecía tocar algo profundo en su interior.

—Si yo pude resistirme al Anuk-Ite cuando intentó persuadirme usando tu voz, tú puedes con esto —admití, sintiendo que mi corazón latía con fuerza, enredado en la esperanza—. Sé que sí, solo concéntrate.

—No puedo, no puedo, no puedo hacerlo —negó, su voz apenas un susurro, un eco de desesperación que me desgarraba por dentro.

—¡Sí puedes, Scott! —exclamé, sintiendo que mis lágrimas amenazaban con brotar. La urgencia en mi voz se intensificó—. Por favor, solo… mírame.

Él hizo un intento de enfocar su mirada en la mía, pero el esfuerzo era evidente. Los músculos de su rostro se tensaban, y su frustración era palpable.

—Papito —dijo Melody con su voz suave, llena de confianza infantil—. Yo sé que puedes hacerlo.

Su inocente fe en su padre era una luz en medio de la oscuridad, pero Scott seguía negando con la cabeza, luchando contra sus propios demonios.

—No puedo, mi amor —respondió con un tono resignado, y mis entrañas se retorcieron ante su debilidad.

Lydia, que había estado observando la escena con intensidad, finalmente habló. Su mirada se movió entre Stiles y yo, como si estuviera buscando una forma de salvar la situación.

—Han —dijo con firmeza, rompiendo el silencio tenso que nos rodeaba—. Bésalo.

Las palabras me sorprendieron y me dejaron paralizada por un momento. Miré a Lydia, buscando claridad en su sugerencia. Ella asintió, como si estuviera segura de que esto podía funcionar.

—¿Qué? —pregunté, confundida.

Lydia asintió, sus labios formaron una débil sonrisa, y repitió con más firmeza.

—Que lo beses.

Lo miré a los ojos, sintiendo que el mundo a nuestro alrededor se desvanecía. Con un impulso irrefrenable, guié su rostro hacia el mío, uniendo nuestros labios en un beso apasionado que parecía absorber toda la angustia y el dolor que habíamos enfrentado. Era un beso que hablaba de amor, de lucha, de una conexión que había sobrevivido a las tormentas más oscuras.

Scott apoyó su mano sobre una de las mías, que permanecía en su mejilla, como si buscara anclarse a mí, a la realidad que compartíamos. En ese momento, la intensidad del beso se volvió un refugio, un lugar donde podíamos olvidarnos de todo lo que nos rodeaba.

Al separarnos, sentí el calor de su aliento y la electricidad de su toque. Mis ojos se agrandaron al ver cómo la sangre que había oscurecido su mirada comenzaba a desvanecerse, revelando los hermosos ojos que tanto amaba. La transformación era asombrosa; su mirada, que antes estaba llena de tormento, ahora brillaba con una luz renovada.

—¿Lo ves? —susurré, mi voz temblando por la emoción—. Estás volviendo a ser tú.

Sonreí, acariciando suavemente sus mejillas, sintiendo la suavidad de su piel bajo mis dedos. La conexión entre nosotros era palpable, un hilo dorado que unía nuestras almas. Scott llevó sus manos a mis mejillas, como si temiera que pudiera desvanecerme.

Volvió a besarme, y esta vez el beso era más que un simple acto; era una promesa. Era la declaración de que íbamos a salir de esto juntos. Mis sentimientos se desbordaron, llenando el espacio entre nosotros con amor y devoción.

—No puedo creer que haya estado tan cerca de perderte —dije, mis ojos fijos en los suyos, sintiendo que las lágrimas de alivio comenzaban a asomarse—. Eres mi todo, Scott.

Él sonrió, su expresión iluminada por una mezcla de amor y gratitud.

—No, Han. No me perderás. No volveré a dejar que me roben de ti —prometió, su voz profunda y reconfortante.

Y en ese instante, mientras el caos del mundo exterior continuaba, encontré la paz en su mirada. Era el hogar al que siempre había querido regresar.

Monroe huyó esa noche, dejando atrás el caos que había invadido nuestras vidas. A pesar de la adrenalina y el miedo que había experimentado, una extraña calma se apoderó de mí al saber que habíamos enfrentado lo peor. Todo volvió a ser como antes, más o menos; las cicatrices emocionales seguían ahí, pero estábamos juntos y eso era lo que importaba.

Al día siguiente, el aire estaba fresco y lleno de la promesa de nuevos comienzos. Nos reunimos con nuestros familiares para despedirnos. La tristeza y la alegría se entrelazaban en nuestros corazones, mientras los abrazos y las palabras de aliento se compartían. Sabíamos que esta partida era una nueva etapa, un paso hacia adelante después de todo lo que habíamos vivido.

Finalmente, salimos a la calle donde había dejado el jeep. Mientras Scott y yo metíamos nuestras valijas, la emoción comenzó a crecer dentro de mí. Sentí cómo mi corazón latía al ritmo del motor, y mi sonrisa se amplió cuando vi a Melody, con su cabello al viento, lista para la aventura.

Scott se subió a la moto y, mientras ajustaba el casco, me miró con esos ojos que aún destilaban amor y determinación.

—¿Lista para el viaje? —preguntó, una chispa de entusiasmo brillando en su mirada.

—Siempre —respondí, subiéndome detrás de él y rodeando su cintura con mis brazos. La sensación de seguridad que me proporcionaba era reconfortante.

Cuando el motor rugió, la vibración se sintió en todo mi cuerpo. Era un sonido que simbolizaba libertad y renovación. Melody se acomodó en el asiento trasero del jeep, riendo con emoción al vernos.

—¡Vamos! —gritó, su voz llena de alegría.

Scott sonrió, y sin más demora, aceleró, llevándonos por el camino que nos llevaría a Los Ángeles. La brisa del mar se mezclaba con el olor a tierra y libertad, mientras pasábamos por paisajes que se deslizaban ante nosotros. El sol brillaba en el horizonte, proyectando un resplandor dorado que iluminaba el camino.

—Esto es solo el comienzo, Han —dijo Scott, su voz resonando en mis oídos mientras disfrutábamos del viaje—. Un nuevo capítulo para nosotros.

Asentí, sintiendo que la emoción burbujeaba en mi interior. Sabía que había desafíos por delante, pero en ese momento, todo parecía posible. La aventura apenas comenzaba, y con Scott a mi lado y Melody con nosotros, no podía imaginar un futuro mejor.

...

—¿Mami? —La voz de Melody me sacó de mis pensamientos mientras estaba sentada en el sillón, observando por la ventana. Su pequeño rostro mostraba una mezcla de curiosidad y emoción, y no pude evitar sonreír ante su energía contagiosa.

—¿Ya pensaste en algo divertido que podamos hacer? —preguntó, saltando ligeramente en su lugar, como si estuviera a punto de estallar en un baile.

Me tomé un momento para reflexionar. La vida había sido un torbellino últimamente, pero Melody siempre encontraba la manera de traer alegría a los días más oscuros. Su inocencia y entusiasmo me recordaban que había mucho por descubrir y disfrutar, incluso en medio de la adversidad.

—Hmm, déjame pensar —respondí, haciéndome la pensativa mientras giraba el cabello entre mis dedos—. ¿Qué te parece si hacemos una tarde de películas? Podemos hacer unos bocadillos deliciosos y tal vez algunas galletas.

Los ojos de Melody se iluminaron al escuchar la palabra "película".

—¡Sí! ¡Eso suena increíble! —exclamó, haciendo saltar sus rizos mientras se movía de un lado a otro.

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