Capítulo ciento setenta y dos "La gran boda"
Unos meses después de mudarnos a Los Ángeles, cuando todo parecía fluir de la mejor manera, decidimos con Scott que era hora de dar el siguiente paso: casarnos. La emoción me envolvía mientras pensaba en el futuro que teníamos por delante.
Me encontré organizando todo, desde los detalles más pequeños hasta los más importantes, y cuando quise darme cuenta, ya estaba en mi habitación, lista para arreglarme para la gran noche. La ceremonia se llevaría a cabo en el bosque, bajo la luz de la luna, un lugar que siempre había sido especial para nosotros.
—¡Han! —Lydia irrumpió en mi habitación, seguida de Malia, ambas vestidas con elegancia, listas para ayudarme a prepararme. La pelifresa llevaba su característico brillo y coyote sonreía con esa energía contagiosa que siempre la acompañaba.
—¡Chicas! —respondí con una sonrisa nerviosa—. ¡No puedo creer que finalmente esté aquí!
Lydia se acercó a mí, con una mirada de complicidad—. Sabía que llegaría este día. Scott y tú son perfectos el uno para el otro. Ahora, ¡vamos a hacerte lucir espectacular!
Malia se unió a la conversación, moviendo sus manos con entusiasmo—. Sí, ¡estás a punto de convertirte en una esposa! Esto es tan emocionante. ¿Tienes nervios?
—Un poco —admití, sintiendo cómo la ansiedad se mezclaba con la alegría—. Pero sobre todo, estoy emocionada. Quiero que todo sea perfecto.
La banshee tomó un cepillo y comenzó a peinarme—. Todo saldrá bien, y si no, ¡siempre habrá un plan B! Además, tenemos que hacer que Scott se quede sin aliento cuando te vea.
—Eso es lo que quiero —dije, sonriendo mientras me imaginaba su reacción—. Aunque estoy segura de que llorará.
Malia se rió—. ¡Definitivamente! Scott no puede evitarlo. Y con esta ceremonia mágica, ¡más le vale!
Lydia me miró en el espejo—. Ahora, mantén la calma. Vamos a hacer magia.
Mientras Lydia trabajaba en mi cabello, Malia se encargaba del maquillaje. Me miré en el espejo y me sentí un poco más tranquila. La idea de dar este paso con Scott me llenaba de felicidad.
—¿Y Melody? —preguntó Malia, mientras aplicaba un poco de rubor en mis mejillas—. ¿Dónde estará durante la ceremonia?
—Estará con Melissa y Stiles. Quiero que disfruten el momento, pero también quiero que lo celebren con nosotros después —respondí, imaginando a Melody corriendo feliz en el bosque.
Lydia terminó de peinarme, recogiendo mi cabello en un elegante moño con algunas ondas sueltas—. ¡Listo! Ahora, el maquillaje.
Me sentía como una reina, mientras Lydia se aseguraba de que cada detalle estuviera en su lugar.
—Esto va a ser mágico —dijo la castaña, mientras terminaba de aplicar el brillo en mis labios—. No olvides respirar.
—Intentaré hacerlo —bromee, sintiendo cómo la emoción crecía en mi interior.
Finalmente, el momento llegó. Miré a Lydia y Malia con gratitud—. Gracias, chicas. No podría haberlo hecho sin ustedes.
—¡Es tu día! —dijeron al unísono, y me abrazaron.
Al mirarme en el espejo una última vez, me sentí lista. Con el corazón latiendo con fuerza y la emoción iluminando mi rostro, supe que estaba a punto de vivir uno de los momentos más importantes de mi vida.
Luego de que Lydia y Malia terminaran con el maquillaje y el peinado, me ayudaron a ponerme el vestido. Era una hermosa creación de encaje y gasa, con un escote delicado y una falda que caía en suaves pliegues. Cuando finalmente me miré al espejo, lo que vi me dejó sin habla.
—¡Dios! Creo que... voy a llorar —admití, sintiendo las lágrimas asomarse a mis ojos.
Lydia se acercó y, al ver mi expresión, sonrió con complicidad—. Eso es normal. Es tu boda, Han. Es un momento emocional. Pero ahora no te pongas a llorar, porque después no podrás maquillarte de nuevo.
—Tienes razón —respondí, tomando un profundo respiro para calmarme. Pero la felicidad era abrumadora. Me sentía hermosa, como si cada detalle del vestido reflejara lo que Scott y yo habíamos construido juntos.
Malia dio un paso atrás, admirando su trabajo—. Wow, realmente te ves increíble. Scott se va a quedar sin palabras.
—Espero que no se desmaye —bromee, riéndome a pesar de la emoción que me invadía.
—¿Quién necesita un hombre desmayado cuando puedes tener a uno llorando de alegría? —dijo Lydia, mientras ajustaba el velo que caía delicadamente sobre mis hombros—. Este es el toque final.
—¿Lo has pensado? ¿Cómo le dirás a Scott que lo amas? —preguntó mi otra amiga, intrigada, mientras revisaba los últimos detalles en mi vestido.
—Creo que simplemente dejaré que el momento hable por sí mismo —respondí, sintiendo una mezcla de nervios y emoción—. Pero sé que quiero que sienta todo el amor que tengo por él.
Las dos chicas asintieron, sonriendo, y me miraron con complicidad. Sabían cuánto significaba este día para mí.
—Es un momento único, y solo sucede una vez —dijo la pelifresa —. Ahora, vamos a prepararte para que camines hacia tu futuro.
A medida que nos dirigíamos hacia la salida, sentí un cosquilleo en el estómago. Estaba lista para un nuevo capítulo en mi vida, y no podía esperar para compartirlo con Scott, mi amor, mi compañero, mi futuro esposo. Al dar el último vistazo a mi reflejo, supe que este era el inicio de algo hermoso, y que todo lo que había pasado nos había llevado hasta aquí.
—Vamos, chica —dijo Malia, dándome un empujón suave—. Es hora de hacer magia.
—¡Esperen! —las detuve, el pánico comenzando a asomarse en mi voz—. ¡Olvidé mis votos! ¡Oh Dios! Estoy en blanco.
Lydia se giró rápidamente, su expresión mezcla de sorpresa y diversión—. ¿Qué? No puedes olvidarte de tus votos en el día de tu boda, Han. Es lo más importante.
Malia arqueó una ceja, cruzando los brazos—. ¿Cómo te olvidaste de algo tan crucial? ¿No los escribiste?
—Sí, sí los escribí, pero... —mi voz se quebró mientras pensaba en el papel que había dejado sobre la mesa de la sala, donde había estado ensayando—. Simplemente no puedo recordar nada ahora. Estoy tan nerviosa.
—No te preocupes —dijo Lydia, dándome un empujón amable—. Todo estará bien. Vamos a buscar esos votos. Si los necesitas, podemos ayudarte a recordarlos.
—Sí, claro. Solo tienes que hablar desde el corazón —añadió la coyote, con una sonrisa alentadora—. Siempre hay tiempo para improvisar.
Las tres nos dirigimos apresuradamente hacia la sala. Mientras corría, mis pensamientos se agolpaban, recordando cada pequeño detalle que había planeado. Había estado trabajando en esos votos durante semanas, asegurándome de que capturaran todo lo que Scott significaba para mí.
Cuando llegamos, respiré hondo y miré la mesa. Mi corazón se hundió al ver que el papel estaba allí, pero que también había varios otros objetos que lo cubrían. Rápidamente, comencé a despejarlos, mis manos temblando ligeramente.
—¡Aquí está! —exclamé, levantando el papel con una mezcla de alivio y emoción—. Oh, gracias a Dios.
—¿Listas para practicar? —preguntó Lydia, mirándome con una sonrisa—. Porque creo que deberías hacerlo ahora, para que no te pongas nerviosa cuando llegue el momento.
—Tienes razón —respondí, mi voz temblando ligeramente—. Necesito asegurarme de que las palabras salgan como quiero.
Tomé un respiro profundo, mirando las líneas que había escrito con tanto cuidado. Sentía el amor por Scott resonando en cada palabra, y aunque estaba nerviosa, también estaba emocionada por compartir mis sentimientos con él frente a nuestros amigos y seres queridos.
—Aquí voy —dije, con un ligero temblor en mi voz mientras empezaba a leer—. "Scott, desde que te conocí, mi vida ha cambiado de maneras que nunca imaginé..."
Me detuve abruptamente —¿Qué estoy haciendo? —dejé el papel a un lado, sintiendo que el pánico se desvanecía y una oleada de determinación me llenaba—. No necesito practicar. He soñado con este día desde que lo conocí. Dejaré que mi corazón hable.
Lydia y Malia intercambiaron miradas cómplices, sonriendo con aprobación. Sabían que mis sentimientos eran genuinos y que, al final, eso era lo que importaba.
—Eso es lo que te hace única, Han —dijo Lydia, acercándose y dándome un suave apretón en el brazo—. Tu sinceridad es lo que hace que tus palabras sean tan poderosas.
—Y Scott sabe lo que siente por ti. La verdad siempre brilla más que cualquier discurso ensayado —agregó Malia, su voz llena de confianza.
Las palabras de mis amigas resonaron en mi interior. Me sentía más tranquila, pero también más emocionada. Miré a través de la ventana, donde la luz de la luna comenzaba a filtrarse a través de los árboles, creando un ambiente mágico en el bosque.
—Es hora de irse —dijo Lydia, tomando mi mano—. No hay razón para que sigas esperando. Scott te está esperando.
Mi padre apareció por el umbral de la puerta para escoltarme, y al mirarme, su expresión cambió de sorpresa a una mezcla de orgullo y ternura. Vi lágrimas asomarse en sus ojos cristalinos, y eso me hizo sentir un nudo en la garganta.
—Annieh —se acercó a mí con lentitud, como si temiera que un movimiento brusco pudiera romper la magia del momento—. Estás hermosa —admitió, tomando mis manos con un cuidado casi reverente—. Luces idéntica a tu madre cuando ella y yo nos casamos.
Bajé la mirada apenada, sintiendo cómo la nostalgia me envolvía. Me hubiese gustado que ella estuviera aquí, en este momento tan especial.
—Y lo está, cariño —dijo mi padre, señalando mi corazón con una sonrisa que, a pesar de la tristeza, brillaba con amor—. Aquí.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas mientras sentía la calidez de su mano envolviendo la mía. No podía evitar recordar cómo mi madre habría estado sonriendo, sus ojos llenos de alegría y amor. Esa imagen se convirtió en un refugio en mi mente, un consuelo que me daba fuerzas.
—Ella sabía que te casarías con Scott, era muy intuitiva —continuó mi padre, su voz suave y nostálgica.
Asentí, dejando que el recuerdo de mi madre llenara mi corazón de amor. Sabía que ella siempre estaría conmigo, en cada paso que daba.
—Gracias, papá —susurré, y al mirarlo, vi en su mirada que compartía mi tristeza pero también mi felicidad.
—No llores, Annieh —dijo él, limpiando suavemente una lágrima de mi mejilla—. Este es un momento de celebración. Vamos a hacer que sea especial, como ella lo habría querido.
Respiré hondo, sintiendo la fuerza de su apoyo. Miré a las chicas, a mis amigas, y vi la emoción reflejada en sus ojos.
—¿Listas? —pregunté, tratando de contener la alegría que se acumulaba en mi pecho.
—¡Listas! —respondieron a unísono, con sonrisas brillantes que iluminaban el momento. Eran mis damas de honor, y con ellas, me sentía como si el mundo entero estuviera a nuestro favor. Lydia, además de ser una de mis mejores amigas, también era mi madrina, y su confianza y amor eran un ancla en este mar de emociones.
Stiles, mi hermano, sería el padrino de la boda, y la idea de verlo esperando al final del pasillo me llenó de ternura. Era un recordatorio constante de que no importaba la distancia o las dificultades; siempre tendría una familia que me apoyaría.
—¿Y Melody? —pregunté, un poco ansiosa, recordando la pequeña florista que siempre traía alegría y luz a mi vida.
—Está con Melissa, esperando —dijo mi padre, y al escuchar su nombre, sentí una oleada de amor y orgullo. Melody era perfecta para el papel; su risa y su energía llenaban cualquier habitación. Era la niña de las flores y también la que entregaría los anillos, simbolizando la unión de nuestras vidas.
Caminamos entre los árboles, sintiendo la frescura del bosque alrededor. Cuando llegamos al claro, todo estaba decorado con luces tenues que colgaban de las ramas y con flores blancas y violetas en el suelo, creando un ambiente mágico.Melody iba delante de nosotros esparciendo las flores a su paso con una pequeña sonrisa.
En el centro del claro, iluminado por la luz suave de la luna llena, estaba Scott, esperándome. Vestía un traje negro sencillo, pero su sonrisa y su mirada cálida lo hacían ver como el hombre más increíble del mundo.
Cuando finalmente lo vi, todo lo demás se desvaneció. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y al mirarlo, noté que los suyos también brillaban, conteniendo la misma emoción, la misma intensidad. En ese momento, fue como si el tiempo se congelara, y solo existiéramos él y yo, rodeados de una paz profunda bajo la suave luz de la luna.
Avancé hacia él con pasos lentos, sintiendo cómo su mirada me envolvía, y cada paso parecía decirle todo lo que mi corazón no podía expresar con palabras. Al llegar frente a él, sentí la mano de mi padre soltando la mía con delicadeza, como un acto lleno de amor y confianza. Me entregó a Scott con una pequeña sonrisa, y con un gesto suave, se retiró a su lugar, dejando que esta nueva etapa comenzara.
Scott tomó mis manos con una ternura infinita, sus dedos rozando los míos como si se asegurara de que este momento era real. Nuestros ojos se encontraron y en ellos pude ver el reflejo de todo lo que habíamos vivido: la risa, el dolor, los sueños y las promesas que nos llevaron hasta aquí.
—Eres... eres tan hermosa —murmuró, su voz llena de emoción. Apenas podía contener sus propias lágrimas, y ver su vulnerabilidad, su amor tan sincero, me hizo sentir completa, como si, en ese instante, cada pedazo de mi vida encajara perfectamente.
Le sonreí, apenas pudiendo hablar por la emoción que me llenaba.
—He soñado con este momento desde siempre, Scott —logré susurrar, apretando suavemente sus manos—. Contigo, todo esto... es perfecto.
Él asintió, sus ojos llenos de lágrimas y devoción, y me acarició el rostro con una ternura que me derritió. La conexión entre nosotros era tan fuerte, tan pura, que no necesitábamos más palabras.
Mientras el viento susurraba a nuestro alrededor y la luna nos bañaba en su luz suave, supe que en sus brazos encontraría siempre mi hogar. En ese momento, supe que estábamos destinados a caminar juntos, a vivir, a luchar y a amarnos en cada paso del camino. Esta era la promesa que sellábamos, aquí y ahora, en el umbral de nuestra nueva vida juntos.
El oficiante nos miró con una sonrisa cálida y dio inicio a la ceremonia, su voz resonando suavemente en el bosque iluminado por la luna.
—Queridos amigos y familiares —comenzó—, hoy nos hemos reunido para ser testigos del amor que une a Hannah y Scott. Un amor que ha resistido pruebas, superado desafíos y que hoy nos demuestra lo fuerte y real que es.
Scott y yo nos miramos, y en ese instante sentí como si todo lo que había vivido hasta ahora tuviera sentido. Cada sonrisa, cada lágrima, cada pequeño momento de amor nos había traído aquí, al borde de esta promesa.
El oficiante continuó, hablando de la magia de compartir una vida juntos, de la importancia del compromiso y del sacrificio que el verdadero amor exige, y cada palabra parecía tocarme profundamente.
—Y ahora —dijo, haciendo una pausa y mirándonos con una sonrisa—, es momento de que intercambien sus votos, símbolo de su amor y su unión eterna.
Tomé una respiración profunda, tratando de controlar los latidos acelerados de mi corazón. Al mirarlo, todas las palabras que había querido decir parecían tomar vida propia, llenas de emoción y sinceridad.
—Scott —dije, sintiendo cómo mi voz temblaba de emoción—, desde el momento en que te conocí, supe que mi vida cambiaría para siempre. Has sido mi amigo, mi compañero y mi fuerza en cada momento. Has estado a mi lado en las sombras más oscuras y en las victorias más brillantes. Te amo por el hombre increíble que eres y por la forma en que cuidas y proteges a nuestra familia. Hoy, delante de todos nuestros seres queridos, prometo amarte incondicionalmente, apoyarte en tus sueños y caminar contigo en cada paso del camino. Prometo que siempre seré tu refugio y que, pase lo que pase, estaré a tu lado, como hoy y para siempre.
Scott escuchaba con sus ojos fijos en los míos, y cuando terminé, me sonrió, esa sonrisa que siempre me había dado fuerzas. Luego, tomó mis manos entre las suyas, y comenzó a decir sus votos.
—Hannah, eres todo lo que siempre soñé, y mucho más. Contigo he aprendido lo que realmente significa el amor y la entrega. Has sido mi razón para luchar, para mejorar y para seguir adelante, sin importar cuántos obstáculos enfrentemos. Te prometo, aquí y ahora, ser el hombre que mereces. Prometo amarte, protegerte y ser tu compañero en todas las aventuras que la vida nos ofrezca. Seré el padre que Melody y cualquier hijo que venga merecen, y seré el esposo que tú mereces. Hoy te entrego todo de mí, sin reservas. Te amo, Hannah, y siempre lo haré.
Sentí que el mundo se detenía al escuchar sus palabras, y mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad. En ese momento, todas nuestras luchas, nuestros sacrificios y nuestro amor cobraron un nuevo significado, y supe que este amor era eterno.
Ambos estábamos llorando en ese momento, pero no podíamos apartar la mirada el uno del otro. El oficiante continuó.
El oficiante nos sonrió y dijo —Con estos votos y el amor que han prometido, ahora están más unidos que nunca.
Entonces, Melody se acercó para entregarnos los anillos, como habíamos planeado. Llevaba una sonrisa tan radiante como el mismo sol, y cuando extendió la cajita, sus ojos reflejaban el orgullo de ser parte de este momento.
—Aquí tienen, mami y papi —dijo en un susurro emocionado.
Tomé el anillo de sus manos y, mirándolo con todo el amor de mi corazón, lo deslicé en el dedo de Scott.
—Scott, con este anillo, te prometo mi amor eterno.
Scott tomó el anillo para mí, y con una mirada que me prometía un futuro lleno de amor y aventuras, lo deslizó en mi dedo.
—Hannah, con este anillo, te prometo estar contigo en cada paso, en cada día.
El oficiante sonrió ampliamente, y en su voz había una mezcla de alegría y solemnidad:
—Hannah y Scott, ahora están unidos en matrimonio. Scott, puedes besar a tu esposa.
Scott me tomó entre sus brazos y me besó con una ternura que parecía decir más de mil palabras, sellando así nuestra promesa de amor eterno. Y mientras nuestros amigos y familiares estallaban en aplausos y vítores, supe que este era solo el comienzo de una vida llena de amor, risas y promesas cumplidas.
La noche avanzó en un parpadeo, iluminada por la suave luz de la luna y el resplandor de las pequeñas luces que decoraban el claro. Todos nuestros seres queridos estaban ahí, riendo y compartiendo este momento especial, mientras una calidez indescriptible envolvía el ambiente. Melody, con su vestido de flores, corría entre las mesas, girando y riendo sin parar, su alegría contagiosa llenando el aire de una dulzura que hacía que todo pareciera perfecto.
Scott me rodeó con sus brazos, y sin dejar de mirarme, me susurró al oído, con la voz llena de emoción:
—Nunca pensé que sería tan feliz, Hannah. Gracias por darme esta vida.
Me quedé mirándolo, observando cada detalle de su rostro iluminado por la tenue luz, y acaricié su mejilla suavemente, atrapada en ese instante donde solo existíamos él y yo.
—Tú eres mi vida, Scott —le respondí con la voz cargada de amor—. Tú y Melody son todo lo que siempre soñé.
Él me sonrió, y esa expresión contenía tanto amor y ternura que sentí que el tiempo se detenía. Nos quedamos así, rodeados de una paz indescriptible, mientras el sonido suave de la música y las risas de nuestros amigos llenaban el aire.
Mientras Scott me miraba, sus ojos se iluminaron con una chispa traviesa.
—Estás hermosa, pero... —dijo, mirándome de una forma que hizo que mi corazón diera un vuelco.
—¿Pero qué? —pregunté, sintiendo una sonrisa tímida en mis labios.
Él se acercó, extendiendo la mano hacia mi peinado con una suavidad que me hizo contener el aliento. Suavemente, sus dedos encontraron la hebilla que sostenía mi cabello en su lugar, y, con un leve movimiento, la retiró, dejando que mi cabello cayera libremente sobre mis hombros.
—Mucho mejor —susurró, esbozando una sonrisa mientras dejaba que sus dedos se deslizaran por mis mechones sueltos.
No pude evitar reír, divertida, y al mismo tiempo completamente cautivada por él. Todo parecía detenerse a nuestro alrededor.
—¿Así te gusta más? —le pregunté, entre broma y ternura.
Scott asintió, sus ojos fijos en mí. —Así eres tú, completamente tú... y no podría amarte más.
Sin poder resistirlo más, busqué sus labios y los uní a los míos en un beso profundo y lleno de todo el amor que llevaba dentro. El tiempo pareció detenerse cuando nuestras bocas se encontraron; era un beso en el que vertíamos cada momento compartido, cada promesa silenciosa, y cada sueño que habíamos construido juntos. Mis manos subieron hasta su rostro, enredando mis dedos en su cabello, mientras él rodeaba mi cintura con una ternura firme, acercándome aún más.
Sentí su respiración cálida contra mi piel, y cómo sus manos, seguras pero temblorosas de emoción, se deslizaban suavemente por mi espalda, cada roce enviando una oleada de electricidad que me dejaba sin aliento. En ese instante, era como si el mundo hubiera desaparecido, y solo existiéramos nosotros dos, bajo la luz de las estrellas y la luna, envueltos en nuestra propia burbuja de pasión y entrega.
Nuestros labios se separaron por un segundo, y él me miró con una intensidad que casi hizo que me derritiera. Sin dejar de mirarme, inclinó su frente contra la mía y, con un susurro apenas audible, dijo:
—Te amo... más de lo que podría poner en palabras.
Mis dedos rozaron suavemente su mejilla, sintiendo el calor de su piel, mientras una sonrisa temblorosa y llena de felicidad se dibujaba en mis labios.
—Y yo a ti... más de lo que las palabras pueden decir.
Con nuestras almas entrelazadas en esa confesión silenciosa, lo besé de nuevo, dejándonos llevar por la intensidad del momento, sabiendo que, pase lo que pase, siempre volveríamos a encontrarnos de esta manera: en un beso eterno, donde nuestras almas se unían, completas y perfectas.
Lydia se acercó con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro. —¿Listos para su primer baile como marido y mujer? —preguntó, con una chispa de emoción en sus ojos.
—¡Listísimos! —respondí, sintiendo cómo la adrenalina corría por mis venas. La idea de compartir ese momento especial con Scott me llenaba de alegría y anticipación.
Él tomó mi mano, y juntos nos dirigimos al centro del claro iluminado por la luna. La música suave comenzó a sonar, envolviéndonos en una melodía que parecía hecha a medida para nosotros. Los rostros de nuestros amigos y familiares se desdibujaron, convirtiéndose en meras sombras mientras el mundo exterior se desvanecía.
Cuando Scott me rodeó con sus brazos, mi corazón latía desbocado. Su mirada se encontró con la mía, y en ese instante, no había nada más que importara. La intensidad de sus ojos me hizo sentir como si estuviera flotando, como si cada latido de su corazón resonara con el mío en perfecta armonía.
Empezamos a movernos al compás de la música, y sus manos se deslizaron a mi cintura, tirando de mí hacia él con una fuerza que me hacía sentir segura y amada. Sentí su aliento cálido en mi oído mientras susurraba, —Eres la más hermosa de todas.
Una oleada de calidez me invadió, y una risa suave escapó de mis labios. —Tú no estás tan mal tampoco, McCall.
La música nos envolvía, y mientras danzábamos, mi cuerpo se movía en perfecta sincronía con el suyo. Cada giro, cada paso, era como un diálogo silencioso entre nuestros corazones. La conexión que compartíamos era palpable; la química entre nosotros iluminaba el claro.
Scott inclinó la cabeza, y con un gesto suave, sus labios encontraron los míos de nuevo. Este beso era diferente; era más profundo, más intenso. Era como si el mundo se desvaneciera una vez más, y solo existiéramos nosotros dos, rodeados de amor y promesas. Su beso ardía con pasión, y yo respondía, dejando que la corriente de nuestras emociones nos arrastrara.
Mientras nos movíamos juntos, sentí que el tiempo se detenía. En ese baile, en esa noche mágica, sabía que no había nada que deseara más que este momento. La felicidad llenaba cada rincón de mi ser, y me di cuenta de que había encontrado mi hogar en sus brazos.
Cuando la música comenzó a desvanecerse, nuestras frentes se unieron nuevamente. Con el corazón latiendo a mil por hora, le susurré: —No puedo imaginar mi vida sin ti.
Scott sonrió, su mirada llena de amor y promesas. —Y yo nunca dejaré de luchar por ti, por nosotros.
Aquel baile no solo marcó el inicio de nuestra vida juntos como marido y mujer; fue una celebración de todo lo que habíamos superado y de todo lo que aún nos esperaba.
La noche transcurrió llena de emociones mientras compartíamos nuestro primer baile como esposos. A medida que la música continuaba, Melissa y mi padre se acercaron para unirse a nosotros. Bailar con ellos me llenó de ternura y nostalgia, recordándome el amor que ellos siempre me habían mostrado y que hoy celebraban con nosotros.
Después, llegó el turno de Stiles, quien me hizo dar vueltas de una manera tan exagerada que ambos terminamos riendo. Mientras tanto, Scott bailaba con Lydia, quienes parecían tan elegantes y serenos como siempre. Poco a poco, más personas se unieron al baile. Raphael, mi suegro, me llevó a la pista con pasos firmes y una sonrisa orgullosa. A nuestro alrededor, Malia bailaba con Scott, riendo ante su torpe intento de seguirle el ritmo.
Finalmente, cuando pensé que ya había bailado con todos, me encontré frente a frente con Robbie. No pude evitar una pequeña sonrisa sorprendida al verlo acercarse, y él, con su habitual aire de indiferencia, tomó mi mano y comenzó a guiarnos suavemente en la pista.
—Aún no lo entiendo —murmuró de pronto, negando con la cabeza mientras lanzaba una mirada discreta a Scott, quien reía en ese momento junto a Stiles—. ¿Qué demonios le ves?
Solté una risa suave, divertida por su comentario, y sin apartar la vista de Scott, le respondí:
—¿Sabes? Tal vez nunca lo entenderías, porque no es algo que se pueda explicar. Simplemente lo siento —dije, sin poder contener la sonrisa—. Con él, todo es diferente. Es... mi hogar.
Robbie suspiró, y aunque su expresión parecía resignada, alcancé a ver un atisbo de aceptación en sus ojos.
—Supongo que no hay nada que pueda decir para hacerte cambiar de opinión, ¿verdad?
Negué con la cabeza, riendo suavemente.
—Nada —confirmé, mirándolo con sinceridad—. Estoy exactamente donde quiero estar.
Él asintió, soltando una sonrisa melancólica pero genuina.
—Entonces espero que te haga feliz. Te lo mereces, Hannah.
—Gracias, Robbie —respondí, apretando su mano en un gesto de gratitud.
Cuando terminó la canción, Robbie me soltó con una reverencia juguetona, y al girarme, vi a Scott, esperándome con una sonrisa. Sin pensarlo dos veces, volví a sus brazos, sabiendo que no había un lugar en el mundo en el que quisiera estar más que junto a él.
—¿Y qué hay de mí? ¿No bailarán conmigo? —Melody se abrió paso entre los invitados, con los brazos cruzados y una expresión de fingida molestia que solo lograba hacerla más adorable.
Scott y yo nos miramos, conteniendo la risa, y él se separó de mí para acercarse a nuestra pequeña.
—¿Cómo podríamos olvidarnos de la estrella de la noche? —dijo Scott, agachándose para quedar a su altura y extendiéndole una mano.
Melody, con una enorme sonrisa y ojos brillantes, tomó la mano de su papá y lo siguió hasta el centro de la pista de baile. La música cambió a una melodía suave y alegre, y Scott la levantó en brazos, haciéndola girar en el aire mientras ella reía a carcajadas, su risa iluminando la noche.
—¡Mami! —me llamó, estirando los brazos hacia mí—. ¡Tú también ven!
No dudé ni un segundo y me uní a ellos. Scott bajó a Melody, y ella nos tomó de las manos, guiándonos en una especie de baile improvisado, lleno de risas y tropezones. La veía reír, sus rizos rebotando con cada paso torpe que daba, y sentí que mi corazón estallaba de felicidad.
—Sabes, Melody —le dije mientras girábamos en círculos—, siempre soñé con este momento, con tenerte aquí, bailando juntos como una familia.
Ella me miró con una sonrisa amplia y luego miró a Scott.
—Yo también, mami. ¡Es el mejor día de mi vida!
Scott y yo intercambiamos una mirada cómplice, y él le dio un beso en la frente a Melody.
—Eres nuestra pequeña princesa, Mel —dijo Scott suavemente—. Gracias por hacer este día perfecto.
Y así, los tres seguimos bailando, envueltos en risas y abrazos, bajo la luz de la luna y las miradas de todos los que amábamos. Era un momento que jamás olvidaría, un recuerdo que llevaría en mi corazón por siempre.
—Espera, tengo una idea —dijo Scott, poniendo a Melody con cuidado en el suelo y tomando sus pequeñas manos con una sonrisa cómplice—. Súbete a mis pies.
Melody lo miró con ojos curiosos, pero enseguida entendió y, con una sonrisa llena de emoción, colocó sus pies sobre los de él. Scott le dio un leve apretón en las manos para asegurarla, y comenzó a moverse lentamente, guiándola en un baile suave mientras ella reía encantada.
—¡Mira, mamá! ¡Estoy bailando como una grande! —exclamó Melody, con la risa contagiosa y la alegría brillando en su rostro.
No pude evitar sonreír, llevándome una mano al pecho, conmovida por la ternura de la escena. Scott la miraba con una expresión de amor absoluto, y me di cuenta de lo afortunados que éramos de compartir momentos como este.
—¡Eres toda una profesional, Mel! —la alenté, uniendo mis manos en aplausos—. ¡Bailas tan bien como tu papá!
—¡Y pronto bailarás mejor! —agregó Scott, mirándola con orgullo mientras seguían moviéndose al ritmo de la música.
Los dos parecían tan sincronizados y felices que me sentí en una especie de sueño, uno en el que tenía a mi mejor amigo como esposo y a nuestra hija compartiendo con nosotros el amor de este día tan especial. Cuando la canción terminó, Scott levantó a Melody en brazos y ambos me miraron con una sonrisa idéntica, que era mezcla de picardía y amor.
Después de los aplausos y risas, el ambiente se llenó de una calidez única. Sentía el latido de mi corazón acelerado, aún emocionada por la sorpresa de Lydia y la increíble energía que había compartido con Scott y Melody en ese momento.
Mi papá se acercó, dándome un abrazo fuerte. Se notaba que intentaba contener la emoción, pero sus ojos brillaban.
—Estoy muy orgulloso de ti, Han —me susurró con la voz un poco quebrada—. Y sé que tu madre también lo estaría. Siempre supo que serías feliz y que algún día encontrarías a alguien que te amara tanto como tú lo mereces.
Esas palabras me llegaron al alma, y no pude evitar que unas lágrimas se deslizaran por mi rostro. Melody, al verme, me miró con curiosidad, pero en cuanto mi papá la tomó en brazos y comenzó a hacerle cosquillas, la escena se llenó nuevamente de risas y sonrisas.
Scott se acercó y puso una mano en mi cintura, como si supiera que necesitaba apoyo en ese momento. Nos miramos y, sin decir palabra, compartimos una de esas miradas profundas que solo él y yo entendíamos. En silencio, le agradecí por ser parte de mi vida, por cada sacrificio, y por hacerme sentir tan amada.
Finalmente, nos fuimos a nuestras respectivas mesas para la cena, pero antes de que nos sentáramos, comenzaron con los brindis. El ambiente estaba cargado de emoción y risas, y todos esperaban ansiosos lo que Stiles iba a decir.
Stiles se levantó, alzó su copa y sonrió con picardía. —Me gustaría decir unas palabras —dijo, mirando a todos con una expresión juguetona. Luego, dirigió su mirada hacia Hannah, su hermana gemela. —A esa mujer —dijo, señalándola—, la conocí un buen día en la matriz de mi madre. Ella ocupaba la otra habitación junto a mí.
El salón estalló en risas, y él continuó, sosteniendo la copa con firmeza. —No, pero en serio. Hay una foto que nuestros padres tomaron cuando nacimos, y siempre que la veo, pienso lo mismo: te protegeré hasta el fin de nuestros días, hermanita. Aun siendo muy pequeños, sabía que siempre la protegería y que haría todo lo posible para que fuera la niña más feliz del mundo.
Hizo una pausa, mirando a la multitud, y luego sonrió, añadiendo un toque de humor. —Pero entonces conocimos a mandíbula dispareja —señaló a Scott, quien se rió a pesar de su leve rubor—, y me di cuenta de que él sería el indicado. La forma en que la miraba cuando la columpiaba... Es increíble, porque recién la conocía hace escasos cinco segundos, pero ya había en sus ojos esa chispa especial que me decía que Hannah estaba a salvo.
Stiles se volvió hacia Scott y levantó su copa un poco más alto. —Así que aquí estoy, brindando por esta hermosa pareja. Que su amor siga creciendo y que siempre encuentren la forma de hacer reír a la otra persona, incluso en los días difíciles. ¡Por Hannah y Scott, por su felicidad eterna!
Con ese último comentario, todos levantaron sus copas y, en un eco de voces, brindaron por el amor y la unión, mientras las risas y los aplausos llenaban el aire. Sonreí, sintiéndome afortunada por tener un hermano tan protector y por el amor que Scott me brindaba. Era un momento que quedaría grabado en nuestros corazones para siempre.
Después de Stiles, Lydia se levantó y tomó su turno. Con su usual elegancia, sonrió mientras comenzaba a hablar. —Siempre he creído que las historias de amor son las más hermosas, y la de ustedes es un verdadero cuento de hadas.
—¡Mi turno! —anunció mi padre con una sonrisa amplia, levantándose de su asiento. La sala se llenó de murmullos de anticipación mientras él ajustaba su copa, mirando a todos con cariño.
—Recuerdo el día en que Annieh conoció a Scott. Regresó del kinder muy emocionada, casi sin poder contenerse, hablando de un niño que había llamado su atención. Al principio, no le dimos mayor importancia; solo era una pequeña niña experimentando su primer amor. Pero Claudia, mi difunta esposa, siempre vio más allá. Siempre que los veía juntos, decía: "Esos dos terminarán casados, lo sé".
Su voz se tornó nostálgica, y su mirada se perdió en recuerdos compartidos. —Yo le respondía: "Claudia, estás imaginando cosas". Pero ahora, al verlos aquí, en este momento tan especial, me doy cuenta de que ella tenía razón.
Una mezcla de risas y murmullos llenó el aire, y yo me sonrojé mientras todos miraban a Scott, quien sonreía con un aire de satisfacción. Mi padre continuó, su tono se volvió más emotivo: —A medida que Annieh crecía, su amor por Scott se volvió evidente para todos. Ella siempre lo defendía, siempre hablaba de él con una chispa en sus ojos que no se podía ignorar.
—Y, aunque Claudia ya no esté aquí para verlo, sé que estaría tan orgullosa de ustedes. —Hizo una pausa, tomando un respiro profundo, como si la ausencia de mi madre pesara en su corazón—.Nunca he visto a mi hija tan feliz como cuando está con Scott. Él no solo la ama, sino que también la respeta y la cuida. Estoy seguro de que juntos serán capaces de enfrentar cualquier cosa que la vida les depare.
Miré a Scott, y nuestras miradas se encontraron, compartiendo un instante que parecía eterno. El amor y la complicidad entre nosotros brillaban con fuerza.
—Así que, brindemos por el amor verdadero, por la familia que hemos creado, y por el futuro que les espera a mis dos maravillosos hijos. —Alzó su copa, y el salón resonó con el eco de "¡Salud!" mientras todos se unían al brindis.
Sentí una oleada de emociones mientras miraba a mi padre, sintiendo su orgullo y amor por mí, y al mismo tiempo, la certeza de que estaba entregando su bendición a nuestra unión. Era un momento mágico, uno que atesoraría para siempre en mi corazón.
—Bien, es mi turno, me toca avergonzar a mi hijo —dijo Melissa, con una sonrisa pícara que prometía un buen momento. La sala se llenó de murmullos de anticipación, y Scott se puso un poco tenso.
—Bien... ¿por dónde empezar? —continuó, haciendo una pausa dramática. —No es un secreto que mi hijo es algo despistado, un poco torpe, algo distraído...
—¡Mamá, ya entendieron! —protestó Scott, con una mezcla de risa y vergüenza mientras la audiencia soltaba pequeñas carcajadas.
—Pero, también es un caballero, un excelente amigo, un padre amoroso y ahora el marido perfecto —dijo Melissa, su voz se volvió suave y llena de cariño. Su mirada se posó en Hannah, quien sonreía con orgullo, sintiendo el amor que emanaba de cada palabra.
—No sé si saben, pero Scott era un niño con asma severa. Recuerdo que cuando era pequeño, a veces tenía dificultades para respirar en momentos inesperados. Y, Hannah, tú siempre estuviste allí para él —Melissa sonrió, nostálgica—. Siempre cargabas un inhalador de repuesto por cualquier emergencia, como una pequeña superheroína.
La sala se llenó de risas suaves, y Scott se sonrojó mientras miraba a Hannah, quien le devolvía la mirada con una mezcla de ternura y complicidad.
—Siempre estabas ahí para ayudarlo con sus tareas y sus travesuras, incluso cuando se metía en problemas. —Melissa continuó, sintiendo la emoción apoderarse de la habitación—. Esa dedicación que tuviste por él desde tan jóvenes me dio esperanza. No todos tienen el privilegio de encontrar ese tipo de amor tan pronto en la vida.
Hannah sintió que el corazón le latía más rápido mientras escuchaba las palabras de su futura suegra.
—Y a tan corta edad, tú fuiste lo suficientemente fuerte como para traer al mundo a mi nieta, a Melody. No puedo describir con palabras lo orgullosa que estoy de ti, Hannah. —Melissa levantó la copa en señal de brindis—. Así que, aquí estamos, celebrando el amor que tienen el uno por el otro. Brindemos por los recuerdos que han creado y por todos los que están por venir.
Con una sonrisa radiante, todos levantaron sus copas en un brindis, mientras Melissa cerraba su discurso con una mirada llena de amor hacia Scott y Hannah. —¡Por el amor, la familia y un futuro lleno de felicidad!
—¡Salud! —gritaron todos al unísono, la alegría y el amor llenando el aire. Scott, visiblemente emocionado, miró a Hannah, quien le devolvió la mirada con una luz en sus ojos que decía más de mil palabras.
—Yo también quiero decir algo —dijo Melody, levantándose en su silla con su vaso de refresco en la mano. Sus ojos brillaban con la inocencia y la sinceridad de una niña, y todos la miraron con una mezcla de ternura y curiosidad.
—¡Vamos, pequeña! —la animó Scott, con una sonrisa orgullosa en su rostro.
—Ustedes son los mejores papis del mundo —comenzó, haciendo una pausa para asegurarse de que todos la escucharan. —Papi es un héroe. Siempre me protege y me alegra cuando me siento mal. Me hace cosquillas, me da besitos de esquimal, que son mis favoritos. ¡Me hace la oruguita cuando no puedo dormir y hasta me hizo una canción!
Su voz se elevó con entusiasmo, y su mirada se volvió hacia mí.
—Y mami —me miró con los ojos llenos de amor—. Ella también es una heroína. Hacemos galletas, cantamos, bailamos, alegra mis días, me canta para dormir, hace noche de películas conmigo, me ayuda con mi tarea, sana mis heridas, me da muchos besitos y abrazos, y me protege con sus alas cuando estoy en peligro. Mis papis son los mejores y no los cambiaría por nada.
Una ola de ternura recorrió la habitación, y no pude evitar sonreír mientras escuchaba a mi pequeña. La miré y le dije con cariño:
—Y tú eres el fruto de nuestro amor, la razón por la que todo esto es posible.
—¡No soy una fruta! —exclamó Melody, haciendo que todos estalláramos en risas. Su risa era contagiosa, y la calidez en el aire era palpable.
—¡Tienes razón! —dijo Scott, acariciando su cabello con ternura—. Eres nuestra pequeña alegría, nuestro sol.
—Sí, y siempre serás la parte más dulce de nuestra vida —agregué, abrazándola mientras ella se reía, disfrutando del momento.
La risa y la alegría de Melody llenaron el ambiente, creando una atmósfera mágica en la que el amor de nuestra familia se hacía evidente. En ese instante, sentí que todo era perfecto, y no había nada más que pudiera desear.
—Scott —lo miré profundamente a los ojos, sintiendo una oleada de emociones—. Aún recuerdo el día que nos conocimos. Desde el momento en que tus ojos se posaron en mí, supe que nada nos separaría.
Suspiré, recordando cómo había sido nuestra conexión desde el principio, esa chispa que nunca se apagó.
—Fuiste el primer hombre para mí, en todos los sentidos. Me diste el privilegio de ser la madre de tu primera hija y ahora, de ser tu esposa. No puedo expresar lo agradecida que estoy por cada instante, cada desafío que hemos enfrentado juntos.
Scott me miraba con ternura, sus ojos llenos de amor y admiración. Podía sentir que cada palabra que decía resonaba en él también.
—Cada día contigo es un regalo —continué—. Hemos creado una familia maravillosa, y sé que esto es solo el comienzo. Prometo ser la esposa que mereces, la madre que nuestras hijas necesitan, y siempre estaré a tu lado, en las buenas y en las malas.
El murmullo de la sala se desvaneció mientras todos prestaban atención a mis palabras. Scott tomó mi mano y la apretó suavemente, como si estuviera sellando un pacto entre nosotros.
—Hannah —dijo, su voz llena de emoción—. Desde el primer momento que te vi, supe que había encontrado a alguien especial. Nunca imaginé que serías tanto para mí: mi compañera, la madre de mis hijas y ahora mi esposa.
Sonrió, su expresión llena de amor.
—Te prometo que siempre lucharé por nuestra familia y por ti. Me haces querer ser una mejor persona cada día, y no puedo esperar a ver lo que nos depara el futuro.
Ambos sonreímos, sintiendo la conexión que nos unía aún más fuerte en ese momento.
—Así que, brindemos por nosotros, por nuestra familia y por todos los momentos que aún nos esperan —dijo, levantando su copa nuevamente.
—¡Salud! —gritamos juntos, mientras nuestras copas chocaban, simbolizando el amor, la unión y un futuro lleno de promesas.
Con mi mano libre, guié su rostro hacia el mío, sintiendo la suavidad de su piel bajo mis dedos. Un momento de silencio se apoderó de la sala mientras nuestras miradas se entrelazaban, llenas de amor y complicidad.
Cuando nuestros labios finalmente se unieron, el mundo a nuestro alrededor se desvaneció. Era un beso lleno de promesas y recuerdos, un gesto que simbolizaba todo lo que habíamos compartido y todo lo que aún nos esperaba.
El murmullo de los invitados se detuvo por un instante, y el tiempo pareció congelarse mientras nos perdíamos en el abrazo de ese beso. Sentí la calidez de su cuerpo, su aliento entrecortado, y su amor envolviéndome como un manto protector.
Cuando finalmente nos separamos, ambos sonreímos, un poco aturdidos por la intensidad del momento.
—Eso fue... —comencé a decir, pero Scott me interrumpió.
—Perfecto —respondió, su voz cargada de emoción.
El aplauso estalló a nuestro alrededor, y nos miramos, un poco sonrojados, pero con una felicidad que nos llenaba. Era como si toda la sala estuviera celebrando no solo nuestra unión, sino también la magia que habíamos creado juntos.
La fiesta estaba en su apogeo, la música sonando con fuerza, las risas y los murmullos de nuestros amigos llenaban el aire, pero en ese instante, parecía que nadie prestaba atención a nuestro pequeño momento. Aproveché la oportunidad y tiré de Scott, guiándolo hacia la playa que estaba justo al lado.
El sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla nos recibió, y una brisa fresca nos envolvió, trayendo consigo el aroma salado del mar. La luna llena iluminaba la noche, reflejándose en el agua como un camino de luz que nos guiaba.
—¿A dónde vamos? —preguntó Scott, con una sonrisa intrigada, mientras lo conducía a un lugar más alejado, donde las luces de la fiesta apenas llegaban.
—Solo un momento para nosotros —respondí, sintiendo la emoción recorrerme. Quería disfrutar de este instante, lejos del bullicio, donde solo existiéramos nosotros dos.
Una vez llegamos a un rincón tranquilo, me detuve y me volví para mirarlo a los ojos. La luna nos rodeaba, y el silencio de la playa nos envolvió.
—Gracias por ser parte de mi vida, por hacerme tan feliz —dije, sintiendo la calidez de sus manos mientras las colocaba sobre mis caderas.
—No, gracias a ti por hacerme sentir completo —respondió, acercándose más.
Nos miramos en un momento de conexión pura, como si nada más importara. Scott se inclinó hacia mí, y nuestras bocas se encontraron nuevamente en un beso suave, pero lleno de esa chispa que siempre había existido entre nosotros.
—Quiero que esta noche sea perfecta —susurré, entre los besos.
—Lo es —dijo, sonriendo—. Y solo está comenzando.
Reímos juntos y, de repente, sentí una oleada de alegría y libertad. Era nuestro momento, un pequeño refugio en medio de la celebración, donde podíamos recordar por qué nos habíamos elegido el uno al otro.
—¿Te acuerdas de aquella vez que vinimos aquí y te conté sobre mi sueño de casarme bajo la luna? —pregunté, sonriendo al recordar ese momento.
—Claro —respondió—. Y mira, se hizo realidad.
—Lo sé, y no podría estar más feliz.
Scott tomó mi mano y me llevó a la orilla, donde las olas acariciaban nuestros pies descalzos. El frío del agua hizo que me riera y retrocediera un poco, pero él me detuvo, tirando de mí hacia adelante.
—Solo un poco más —dijo, riendo mientras el agua nos empapaba.
—¡Está helada! —exclamé, pero no pude evitar reírme.
Nos quedamos allí, riendo y disfrutando del momento, y me di cuenta de que había algo mágico en la noche, no solo por la celebración, sino porque estábamos construyendo recuerdos que durarían para siempre.
Scott buscó mis labios otra vez, pero me aparté justo a tiempo, sonriendo traviesa mientras me quitaba los zapatos.
—¿Qué haces? —rió, sorprendido.
—¿Quieres besarme? ¡Atrápame primero! —grité antes de salir corriendo hacia la playa, riendo mientras mis pies descalzos se hundían en la arena suave y cálida.
Sabía que, no importaba cuánto corriera, él lograría atraparme en un instante. Volteé a verlo y lo vi super cerca de mí, su lado lobo mostrándose en la rapidez con la que corría.
—¡Hannah! —gritó, su tono entre divertido y desafiante, y eso solo me hizo reír más, aumentando la velocidad.
Pero, en un parpadeo, sentí unos brazos fuertes que me tomaron de la cintura y me alzaron del suelo. Scott me levantó como si fuera tan ligera como una pluma, riendo mientras me giraba en el aire.
—¡Te tengo! —dijo, acercando su rostro al mío, su aliento cálido contra mi piel.
—¡No vale! —protesté, riendo mientras intentaba zafarme, pero su agarre era firme y reconfortante.
—La próxima vez que digas que quieres correr, asegúrate de estar lista para perder —respondió, su mirada llena de esa chispa traviesa que tanto adoraba.
—Nunca he dicho que quiero perder —le repliqué, sonriendo mientras trataba de mantenerme seria, aunque la diversión en su mirada era contagiosa.
Scott me llevó de regreso a la orilla, donde las olas seguían rompiendo suavemente. Me miró, y su expresión se tornó más seria, casi nostálgica.
—¿Sabes? Este momento es perfecto —dijo, su voz suave mientras me acercaba más a él.
—Sí —respondí, sintiendo que el tiempo se detendría si así lo deseáramos. —Nunca pensé que sería tan feliz.
—Yo tampoco —murmuró, sus ojos brillando a la luz de la luna.
Sin pensarlo, me incliné hacia él y lo besé, sintiendo la conexión que siempre había existido entre nosotros. Su beso era cálido y lleno de promesas, y mientras nuestras bocas se movían al unísono, todo lo que había pasado en nuestras vidas parecía desvanecerse, dejando solo el aquí y ahora.
Cuando nos separamos, ambos respirábamos con dificultad, pero con sonrisas amplias en nuestros rostros.
—Así que... ¿te vas a dejar atrapar la próxima vez? —bromeó, sus ojos llenos de complicidad.
—Quizás —dije, sintiendo un cosquilleo de emoción recorrerme. —Dependerá de cuán rápido corras.
Scott soltó una risa profunda y contagiosa, y lo miré con complicidad, sabiendo que esta noche era solo el comienzo de una vida llena de aventuras juntos.
Me colgué de su cuello, dejando que mis brazos se enredaran a su alrededor mientras él me abrazaba por la cintura. Con un giro sobre su eje, me alzó en el aire, y reí como nunca antes. La felicidad que sentía en ese momento era indescriptible; definitivamente, era la mujer más feliz del mundo.
—¿Ves? Esto es lo que pasa cuando decides correr —dijo Scott con una sonrisa traviesa, aún sosteniéndome mientras girábamos. El viento mecía mi cabello, y sentí que cada rayo de luna iluminaba nuestra alegría.
—¡No me arrepiento de nada! —exclamé, mirándolo a los ojos, tan llenos de vida y amor. Nunca había estado tan segura de algo.
La brisa marina nos envolvía, y mientras Scott me giraba, sentí como si el tiempo se hubiera detenido solo para nosotros. Era un momento perfecto, como sacado de un sueño del que no quería despertar.
—Te amo —susurré, sintiendo que cada palabra estaba llena de significado.
—Yo también te amo, Hannah —respondió, su voz baja y sincera. Me sostuvo más cerca, como si temiera que la magia de la noche pudiera desvanecerse.
Finalmente, nos detuvimos, y mi corazón latía con fuerza mientras nos mirábamos. No necesitábamos más palabras; nuestras sonrisas decían todo lo que teníamos que expresar.
—Vamos a regresar a la fiesta antes de que se den cuenta de que nos hemos ido —dije, sintiéndome aún llena de energía.
—No quiero que esta noche termine —respondió Scott, pero yo sabía que aún teníamos mucho tiempo para disfrutar.
—Siempre habrá más noches como esta —le aseguré, sintiéndome llena de esperanza y amor.
Con un último beso, bajé de sus brazos, y juntos comenzamos a caminar de regreso hacia donde se celebraba la fiesta. Las luces brillaban en la distancia, y las risas de nuestros amigos resonaban, pero en mi corazón, sabía que la verdadera celebración era la que teníamos juntos, en este rincón del mundo, bajo la luz de la luna.
—¡Es hora de que los novios corten el pastel! —exclamó Lydia al vernos llegar, su voz resonando con emoción. La atención se volvió hacia nosotros, y una oleada de aplausos y vítores estalló entre los invitados.
Scott y yo compartimos una mirada cómplice, sonriendo mientras nos dirigíamos a la mesa principal. El pastel, adornado con flores blancas y plateadas, brillaba bajo la luz suave de las velas. Era tan hermoso que casi daba pena cortarlo.
—¿Estás lista para esto? —me preguntó Scott, su expresión llena de diversión.
—Listísima. ¡Vamos a hacer esto! —respondí, con entusiasmo.
Nos acercamos al pastel, y mientras Scott tomaba el cuchillo, sentí una mezcla de nervios y alegría. Sabía que este era otro de esos momentos que quedaría grabado en nuestra memoria.
—En tres, dos, uno... —contó Scott, y ambos presionamos el cuchillo en la parte superior del pastel, cortándolo con cuidado.
—¡Sí! —gritó Stiles desde la multitud, levantando su vaso en señal de celebración.
Mientras levantábamos la porción de pastel, todos comenzaron a animar. Sin pensarlo, Scott me miró, y en un acto espontáneo, le metí un trozo en la boca. Él se sorprendió al principio, pero luego sonrió con complicidad.
—¡Eso no fue justo! —dijo entre risas, mientras tomaba otro pedazo y me lo ofrecía.
—¡No puedo dejar que seas el único que disfrute! —exclamé, riendo mientras le daba un bocado.
La diversión se desató entre los invitados, que comenzaban a gritar y aplaudir mientras veían nuestro pequeño juego. Melody se unió a la fiesta, riendo y vitoreando.
—¡Mamá, papá, el pastel es increíble! —dijo, sus ojos brillando con alegría mientras se unía a nosotros.
—¡Lo es, pequeña! —respondí, sintiéndome llena de amor al ver su felicidad.
—Ahora, ¡a bailar! —gritó Lydia, haciendo que todos comenzaran a moverse hacia la pista de baile nuevamente.
Tomé la mano de Scott, sintiéndome ligera y llena de vida. Nos dirigimos hacia la pista, rodeados de amigos y familiares, y en ese momento, supe que todo lo que había vivido nos había llevado a esta perfecta noche. Mientras la música comenzaba a sonar, me dejé llevar por el ritmo, disfrutando cada segundo, cada risa, cada mirada de amor que compartíamos.
La noche continuó, llena de bailes, risas y momentos entrañables, y mientras observaba a Scott reír y jugar con Melody, comprendí que no solo era el hombre con el que me había casado, sino también el compañero de vida que siempre había deseado.
Mientras bailaba, me dejé llevar por la música y el ritmo de la celebración, sintiendo cómo el amor y la alegría llenaban el aire. La pista de baile estaba iluminada por luces parpadeantes, y todos parecían estar disfrutando del momento tanto como yo. De repente, mis ojos captaron el ramo que había dejado cuidadosamente en la mesa principal.
—¡Oh Dios! —exclamé, sintiendo una mezcla de emoción y pánico.
—¿Qué? —dijo Scott, alarmado. —¿Qué pasó, amor?
—No he tirado el ramo —admití, llevándome las manos al rostro, consciente de que había olvidado ese importante ritual.
—¿En serio? Cariño, casi haces que me infarte —rió, llevándose una mano al pecho como si su corazón estuviera latiendo rápidamente.
—¡Oops! —dije, riendo nerviosamente mientras me mordía el labio.
Scott tomó mis manos, quitándolas de mi cara, y se acercó para besarme, pero justo en ese momento, sentí que alguien tiraba de mi brazo, alejándome de él.
—¡Malia! —exclamé, reconociendo su rostro sonriente.
—Te escuché decir que no has aventado el ramo. Hay que hacerlo ahora —dijo con una expresión de complicidad.
—¿Planeas atraparlo? —sonreí, sintiéndome un poco traviesa. —¿Te quieres casar? No creí que fueras de esas.
—No, no quiero, pero... —disimuladamente me indicó con la cabeza hacia Lydia y Stiles, quienes estaban conversando y riendo un poco más allá. —Mira, ellos deben ser los siguientes, ¿no crees?
—Sí, definitivamente tienen que ser los siguientes en casarse —asentí, sintiendo que la idea era perfecta.
Me dirigí a la mesa y tomé el ramo, sintiendo el peso simbólico de aquel pequeño grupo de flores. Regresé a la pista, lista para hacer que el momento fuera memorable.
—¡Es hora de aventar el ramo! —grité, atrayendo la atención de todas las mujeres presentes, que comenzaron a acomodarse detrás de mí con miradas de emoción y competitividad.
—A la cuenta de uno... dos... ¡tres! —grité, sintiendo la adrenalina recorrerme mientras tiraba el ramo sobre mi cabeza.
Me di la vuelta justo a tiempo para ver cómo todas las mujeres se movían con desesperación, algunas incluso estirando los brazos con ansias. Para mi sorpresa, el ramo cayó en las manos de Lydia, quien lo sostuvo con una sonrisa radiante, como si hubiera ganado un premio.
—¡Stiles, ve preparando tu sensual cuerpo! —bromee, mirando con diversión a mi hermano, que estaba a unos pasos de distancia y que, al darse cuenta, abrió los ojos como platos.
Stiles comenzó a hacer gestos exagerados de sorpresa, llevándose las manos a la cabeza y simulando que se desmayaba, lo que hizo reír a todos.
—No puedo creer que esto esté sucediendo —murmuró, pero había una sonrisa traviesa en su rostro.
La risa y la diversión continuaron mientras todos se reunían alrededor de Lydia, quien estaba claramente disfrutando de su nuevo rol de "próxima novia". La fiesta seguía fluyendo, llena de risas y promesas, mientras miraba a mi alrededor, sintiendo que la felicidad era palpable en el aire. A cada instante, recordaba lo afortunada que era de estar rodeada de amigos y familiares, y de haber encontrado el amor verdadero en Scott.
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