Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo ciento sesenta y cuatro "Me preocupas"

El sonido sutil de las sábanas deslizándose me despertó. Entreabrí los ojos y, a través de mis párpados semiabiertos, vi a Scott vistiéndose en silencio. Se movía con cuidado, como si no quisiera que lo notara. Observé cómo se ponía la chaqueta y se preparaba para salir sin decirme una palabra. La duda me carcomía. ¿A dónde iba? ¿Por qué no me había mencionado nada?

Esperé en silencio, sin moverme. Cuando lo vi salir de la habitación, me levanté rápidamente, siguiéndolo de cerca. Lo vi dirigirse al garaje, y justo cuando estaba a punto de arrancar el jeep, me puse enfrente, obligándolo a detenerse. Su rostro se llenó de sorpresa y confusión.

—¡Han! ¿Qué haces ahí? —preguntó, claramente sobresaltado.

—Eso mismo podría preguntarte a ti —repliqué—. ¿A dónde vas?

Scott suspiró, visiblemente incómodo. —A... ninguna parte.

Me crucé de brazos, incrédula. —¿Y necesitas el jeep para ir a "ninguna parte"?

Él apartó la mirada, evitándome. —¿Qué ocurre, Han? —preguntó, tratando de cambiar el tema.

—No, Scott, la pregunta es por qué te vas sin decirme nada. ¿No confías en mí? —Mis palabras salieron más directas de lo que pretendía.

Scott se tensó, luego suspiró, derrotado. —No es eso... Es que... no lo sé —admitió, encogiéndose de hombros.

Me acerqué decidida y me subí al jeep a su lado. —Iremos juntos a donde sea que necesites ir.

Él negó con la cabeza. —No es necesario, Han.

—Por favor, Scott, déjame ayudarte —insistí, mi preocupación aumentando.

—¿Cómo se supone que me ayudes si ni siquiera yo sé lo que me pasa? —Su voz se quebró, frustrada, pero cargada de miedo.

—¡Habla conmigo! —exclamé desesperada. —¡Dime qué te está pasando!

—¡No puedo! ¡No lo sé! ¡No sé por qué me descontrolé, simplemente no lo sé! — se pasó las manos por el cabello, su frustración aumentando.

—¡Me preocupas, Scott! —Mi voz se suavizó. Todo lo que quería era entenderlo, ayudarlo.

—¡Deja de preocuparte por mí! —gritó de repente. —Lo has hecho desde... pues, desde siempre. Ya no soy ese niño patético con asma. ¡Ya no te necesito!

Sentí como si algo dentro de mí se rompiera. Su declaración me dejó sin aliento. Traté de mantener la compostura mientras asentía lentamente. —Está bien —murmuré, y alcé la mano para abrir la puerta del jeep, lista para irme.

Antes de que pudiera bajarme, Scott me detuvo, agarrándome suavemente por el brazo. —Espera... Lo siento, Ann. No quise decir eso. Yo...

Lo miré fijamente, viendo el conflicto en sus ojos. —Sé que estás asustado, ¿sí? —admití, mirándolo directamente. —Puedo sentirlo, así como puedo sentir todo lo que sientes.

—¿Cómo es posible eso? —frunció el ceño, confuso.

—No lo sé, pero desde la mordida, algo cambió en mí. Ayer, pude oír a la policía en el bosque cuando pensaste que eran cazadores. Yo no tengo oído de lobo como tú o Malia, y aún así lo escuché.

Scott me miraba sorprendido, tratando de procesar lo que le estaba diciendo.

—Soy tu reflejo, Scott. Siento lo mismo que tú, veo y escucho lo que tú. Creo que la mordida nos entrelazó de maneras que no imaginamos —suspiré, agotada por la intensidad del momento. —En fin... me voy a ir, ya que no me necesitas.

—Han, no es cierto. Claro que te necesito —se apresuró a retractarse. —Quizás eso es lo que me asusta. Quizás temo por tu vida y por la de Melody. Temo perderlas.

—Está bien tener miedo —dije suavemente, colocando mi mano sobre su rodilla. —Y es por eso que quiero estar contigo. No tienes que enfrentarlo solo.

Scott asintió, encendiendo el jeep una vez más. Pero justo cuando intentó dar marcha atrás, algo nos detuvo. Fue como si una fuerza invisible tirara del vehículo hacia adelante. Ambos nos miramos alarmados. Scott apagó el motor inmediatamente.

—Por Dios... —dije, con el corazón en la garganta—. Espero que no haya sido Melody.

Salimos apresurados del jeep y nos dirigimos a la parte trasera del vehículo. Lo que encontramos nos dejó atónitos: Lorelee, la hermana de Brett, estaba ahí, sosteniendo un palo de lacrosse partido y con sangre en una de sus manos.

La noche estaba envuelta en un silencio inquietante, roto solo por el débil sonido del motor del jeep cuando Scott intentó retroceder. Pero esa fuerza misteriosa que lo detuvo nos obligó a salir. Ahí, de pie, con la mirada abatida y un palo de lacrosse roto en la mano, estaba Lorelee, la hermana de Brett. El aire se cargó de tensión en cuanto la vimos.

—Loree... —murmuró Scott, dando un paso adelante.

Me acerqué rápidamente, la preocupación nublando mi mente. —Loree, ¿qué pasó? —pregunté con urgencia, observando la sangre en sus manos.

Ella levantó el palo de lacrosse partido, el cual tenía manchas de sangre. —Encontré esto —dijo, su voz quebrada—. Es de Brett... no aparece, y escuché disparos en el bosque.

El rostro de Scott se tensó mientras tomaba el palo y lo examinaba detenidamente. —¿Cómo sabes que es su sangre? —preguntó con voz baja, pero firme.

—Porque es mi hermano, Scott —respondió, su tono lleno de una certeza oscura—. Es la mía también.

Scott y yo nos miramos en silencio, procesando lo que acabábamos de escuchar. Él apretó el stick ensangrentado en sus manos, sus ojos llenos de preocupación.

—Hay que llamar a los chicos —dijo finalmente, su mirada volviéndose hacia mí con determinación.

Asentí, sin pensarlo dos veces, mientras sacaba mi celular. Mis dedos temblaban ligeramente mientras buscaba los números de Liam, Malia y Lydia. Algo estaba terriblemente mal, y no íbamos a enfrentarlo solos.

El silencio se alargó mientras me guardaba el celular tras haber enviado los mensajes. La pregunta que había evitado formular hasta ese momento flotaba en el aire.

—Scott, ¿qué hacemos con Melly? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Él desvió la mirada por un momento, claramente preocupado. Melody estaba dormida en su habitación, ajena al caos que comenzaba a desatarse. Su respiración tranquila me traía un poco de calma, pero sabía que la situación podía tornarse peligrosa.

—No podemos dejarla sola —dijo finalmente, su tono bajo y reflexivo.

—Entonces, ¿qué hacemos? —insistí, sintiendo el nudo de la ansiedad formarse en mi pecho.

Scott se pasó la mano por el cabello, claramente en conflicto. —La llevamos con nosotros o la dejamos con mi mamá —dijo, aunque ninguna opción parecía perfecta.

—¿Crees que es seguro que venga? —pregunté, con miedo de exponerla a algo que pudiera hacerle daño.

Negó con la cabeza. —No lo sé... Pero si algo le pasa, no me lo perdonaría.

Nos miramos, compartiendo la misma angustia. Finalmente, tomé una decisión.

—Voy a mandarle un mensaje a tu mamá, está de guardia en el hospital —dije—. Ella puede quedarse con Melody mientras vamos a buscar a Brett. No podemos arriesgarnos a llevarla con nosotros.

Scott asintió, aliviado de que hubiera una solución temporal. Sacó las llaves del jeep de su bolsillo y me observó, esperando a que confirmara los planes.

—alcé la mirada —listo, dijo que la llevemos con ella. —guardé mi celular —iré por Melly.

Nos reunimos con Malia y Liam, y juntos con Loree nos adentramos en el bosque en busca de Brett. La oscuridad del lugar nos envolvía, pero la determinación de encontrarlo nos mantenía unidos. Mientras los chicos utilizaban sus habilidades lobunas para inspeccionar el área, mi mente no podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con Scott en el jeep, sus palabras resonaban en mi cabeza.

Vi a Liam de reojo, examinando un árbol. Se acercó a una mancha en el y la tocó, luego se giró hacia nosotros con una expresión de triunfo. —¡Aquí! —señaló un punto en el piso. Se agachó y recogió un celular, justo cuando nos acercábamos. —Creo que puso una trampa.

—Se está defendiendo —afirmó Scott, con el ceño fruncido.

—Sabemos que sigue vivo —dijo Malia, intentando ser optimista.

Loree se acercó al árbol y sacó algo entre la corteza. Era una flecha. —Pero está herido—notó, y su voz estaba llena de esperanza—. ¡Tenemos que avisarle que estamos aquí! —se giró a vernos, su expresión era una mezcla de determinación y preocupación.

—¿Quieres que el cazador también lo sepa? —la frenó la coyote, su tono firme.

—Mal —la miré, sintiendo la angustia de la rubia—. Es su hermano.

—Lo sé, pero no podemos avisarle sin ponernos en peligro —Malia insistió.

—Es nuevo —dijo Liam—. Podemos vencerlo.

—¿Y si Brett también aúlla? —inquirió la coyote, mirando a Liam con seriedad. —El cazador lo encontrará.

—Ella tiene razón —suspiré, sintiendo la presión de la situación.

—No, lo encontraremos primero —dijo Scott, mirándome intensamente—. Ningún humano puede rastrear más rápido que nosotros. Tenemos la ventaja; lo hemos hecho antes, sabemos lo que hacemos.

—Scott, yo soy diosa, no loba —le recordé, sintiendo la frustración crecer dentro de mí—. No sé rastrear.

—Puedes ayudar usando tus habilidades, tu conexión con la luna —insistió él.

—Espera un segundo —mi amiga lo interrumpió, mirando a Scott con una mezcla de sorpresa y confusión—. La noche que actuaste como un loco, ella oyó a las personas que estaban lejos de nosotros. Es raro, pero... creo que podría rastrear como nosotros.

—¿Cómo hiciste eso? —inquirió el beta, visiblemente intrigado.

—Ah...—negué, un poco avergonzada—. No lo sé. Creo que tiene que ver con la mordida que me hizo Scott; creo que me conectó con él más de lo que podríamos imaginar.

—Entonces... ¿tienes habilidades de loba? —preguntó Loree, curiosa.

—No lo sé —hice una mueca, sintiéndome insegura.

—Intenta usar tu olfato, cierra los ojos y concéntrate en lo que te rodea —sugirió Scott. Asentí y cerré mis ojos, enfocándome en los aromas a mi alrededor. Después de unos segundos, empecé a percibir diferentes olores, pero ninguno parecía ser Brett.

—Percibo aromas, pero... no a Brett —admití, frustrada.

—Yo tampoco —dijo Malia, su voz llena de inquietud—. ¿Por qué no encuentro su aroma?

—Se está escondiendo —respondió la rubia, su voz tensa.

—¿Pueden decirle que no lo haga? —inquirió la coyote, con sarcasmo.

—Sí, Mal, espera que me contacte con él telepáticamente —dije, intentando aliviar la tensión.

—Se fue por aquí —dijo Liam, percibiendo algo y echándose a correr hacia adelante.

—Su trampa no funcionó —noté, preocupada, y decidí expresarlo aunque no quería alarmar a Loree.

—Tal vez el cazador no es un novato —comentó Scott, su tono grave.

—Tal vez está aprendiendo —opinó Malia, mirando hacia el oscuro bosque.

Un escalofrío me recorrió por completo. —Scott —lo detuve antes de seguir adelante tras Liam—. Si ese cazador nos alcanza, si... se entera de nosotros... no dudará en cazarnos... en cazarte.

—Estaré bien —trató de tranquilizarme, pero podía ver la preocupación en su rostro.

—Sé que no quieres que me preocupe por ti, pero no puedo, no puedo. No solo porque eres el hombre que amo, sino porque eres el padre de mi hija.

—Yo no... no quería decirte eso en el jeep —admitió, su mirada avergonzada.

En ese momento, supe que ambos estábamos lidiando con un miedo profundo, uno que nos unía más que nunca. La posibilidad de perder a Brett nos impulsaba hacia adelante, pero también la necesidad de protegernos unos a otros en un mundo que se tornaba cada vez más peligroso.

Seguimos caminando tras Liam, la tensión en el aire era palpable.

—Ya no hay rastro —dijo Malia, deteniéndose de repente.

—Tal vez dejó de sangrar —supuso Scott, con un tono que revelaba su preocupación.

—Creo que deberíamos separarnos —propuso Liam, señalando un camino—. Loree, Malia y yo iremos por acá y ustedes dos vayan para allá.

—¿Y si cada quien toma un camino? —sugirió Loree, con un dejo de inquietud.

—No estoy cómoda con eso —respondí, mirando a Scott de reojo en busca de apoyo.

—Permanezcamos juntos —me apoyó Malia, agradecí su respaldo con una mirada.

—Tenemos la ventaja: cinco contra uno —insistió el beta, pero yo no estaba convencida.

—No si nos separamos —apunté, sintiendo que mi instinto me advertía de un peligro inminente.

—Mira, llevo haciendo esto tres meses sin tu ayuda —dijo Liam, sorprendiéndome con su arrogancia—. Creo que puedo tomar una decisión.

—Bueno, ¿cómo hacer algo estúpido y morir? —respondí, con un tono sarcástico—. Adelante.

—Es un cazador, un novato que no sabe lo que hace —repitió Liam, como si eso lo hiciera menos peligroso.

—Scott —lo llamé, esperando que me ayudara a frenar a su beta. Él estaba agachado, observando algo en el piso.

—El cazador está cubriendo su rastro —notó Liam, con una expresión de alerta.

—¿Hay otro? —preguntó Malia, su voz tensa.

—Tal vez más —respondió Scott, girándose para mirarnos.

—¿Cuántos cazadores han visto aquí en el pasado? —preguntó Loree, su tono grave.

—Muchos —asintió Scott, su mirada fija en el suelo.

—¿Y aún quieres separarte? —inquirí, mirando a Liam con desconfianza.

—Podemos hacerlo, solo hay que encontrar el rastro de Brett —respondió, tratando de sonar decidido.

—No lo creo —dijo Loree, desviando la mirada hacia un pequeño montón de rocas apiladas—. Equilibrio de rocas. Satomi nos enseñó —nos miró con firmeza—. Si es mi hermano, sé a dónde va —dije, sintiéndome un poco más optimista.

La seguimos hasta los acueductos. Estar aquí no me producía ningún placer, solo recordaba las experiencias traumáticas que había vivido en este lugar y un extraño mal presentimiento me invadía.

—Chicos, tengo un mal presentimiento —admití, mirando a mi alrededor, buscando algo que pudiera indicar peligro.

—Tranquila, todo estará bien —trató de tranquilizarme Malia, pero su voz no logró calmar mis inquietudes.

Loree se acercó a un charco de líquido oscuro, frunciendo el ceño. —Lo envenenaron —afirmó, mirándonos con preocupación.

—Por eso no ha sanado —notó Scott, su voz grave.

—¿Y si le quedan solo horas de vida? —preguntó Loree, su rostro reflejaba angustia.

—Si aullamos, podemos encontrarlo —dijo Liam, con una determinación temeraria.

—Es muy arriesgado —opinó Malia, advirtiéndolo.

—Ni se te ocurra hacerlo —lo miré con firmeza, sintiendo que esa decisión podría costarle caro.

—¿Eso qué importa? Podría estar muriendo —dijo la rubia, con frustración.

Malia notó el rastro—. Se sigue moviendo.

—Necesitamos pensar —dijo Scott, claramente estresado.

—Debe saber que estoy aquí y que lo estoy buscando —comentó Loree, su voz llena de esperanza.

—Loree tiene razón —dijo Liam, mirando a su alfa—. Debe saber que estamos aquí.

—Liam, espera —traté de detenerlo, pero fue demasiado tarde. Liam rugió con fuerza, rompiendo el silencio del lugar.

El sonido reverberó en el aire, como un eco de advertencia, y sentí cómo la tensión se intensificaba. Todo lo que podía hacer era esperar que su acto de valentía no atrajera la atención no deseada del cazador.

No recibimos respuesta, pero eso no nos detuvo. Seguimos el rastro de sangre negra que Brett había dejado, esta vez con más prisa, la desesperación apoderándose de cada paso.

—¿Por qué no respondió? —preguntó Loree, su voz temblando mientras avanzábamos.

—Tal vez no nos escuchó —intentó Liam, aunque ni él parecía convencido.

—Tal vez no puede... —dije en un susurro, el miedo erizando mi piel.

De repente, una visión me golpeó como un relámpago. Vi a Scott tirado en el suelo, su abdomen desgarrado por una herida, sangre brotando como un río oscuro mientras yo estaba a su lado, desesperada, llorando, incapaz de hacer nada más que ver cómo se apagaba. Salí de la visión apenas a tiempo para ver a Scott gritar— ¡Hannah, no! —me empujó con toda su fuerza, justo cuando mi piel rozaba una tensa, la trampa se activó. Una lanza voló con precisión mortal, atravesando el abdomen de Scott y clavándolo contra la pared.

—¡¡¡No!!! —mi grito desgarró el aire, el horror congelando mi alma mientras corría hacia él, mis manos temblorosas intentando en vano tirar de la lanza. Las lágrimas nublaban mi vista, mis manos manchadas de su sangre—. ¡No, no, no! ¡Scott! —mi voz se rompía con cada palabra, el pánico devorándome viva—. ¡Ayúdenme! —miré a los demás con desesperación. Ellos corrieron, agarraron la lanza conmigo, y cuando finalmente la sacamos, Scott se desplomó. Liam lo sostuvo, ayudándolo a sentarse en el suelo. El sonido de su quejido por el dolor me destrozó aún más.

—Sabían que vendríamos... —jadeó Scott, su voz rota.

—No hables —dijo Malia con firmeza mientras yo presionaba la herida con mis manos, intentando inútilmente detener el sangrado—. Solo sana, déjanos encargarnos de esto.

—Han estado un paso delante de nosotros... —continuó Scott, ignorando la advertencia, el dolor evidente en cada palabra.

—Perdón, pero no puedo esperar más. Tenemos que irnos —dijo Loree, su ansiedad palpable.

—Aún somos más —insistió Liam—. Cuatro contra dos, somos más rápidos, más fuertes...

—Pero son más listos —le recordó Scott, su mirada oscura de preocupación.

—No me importa quién es más listo o rápido, ¡mi hermano se está muriendo! —gritó Loree, sus ojos brillando de angustia.

—¡Mi prometido también está herido! —gruñí, mi voz temblando de ira y dolor—. ¡Y perdóname, pero él me importa más que nadie en este mundo!

—Algo no está bien... —murmuró Scott con esfuerzo—. La flecha, el alambre, el veneno... no son novatos.

—Nunca habían peleado con nosotros —dijo Liam, como si eso fuera suficiente.

—Y tú nunca has peleado con cazadores —replicó Scott, mirándolo directamente—. Permanezcamos juntos, es lo más seguro.

—Tengo que irme —insistió Loree, la urgencia en su voz quebrada.

—No, no irás sola —dijo Liam—. Iré contigo.

—Liam —Scott lo miró con dolor—, no tienes idea de quiénes son ni de qué son capaces.

Liam se acuclilló frente a él, mirándolo fijamente—. Sé quiénes somos, Scott. Nunca nos rendimos. No cuando hay alguien inocente, alguien solo... no cuando es uno de los nuestros.

Scott hizo una mueca de dolor, pero finalmente asintió—. Está bien, ve. Vayan todos... los alcanzaré.

Los chicos se fueron, pero yo no. No podía dejarlo. No iba a dejarlo. Scott me miró, su rostro pálido, el sudor cubriendo su piel perlada. —Ve, Han... ve con ellos —susurró con voz quebrada, intentando levantarse apoyándose contra la pared, solo para volver a caer con un gemido.

—Necesito un minuto —jadeó.

—Lo que necesitas es dejar de hablar —dije, colocando mi mano en su hombro, el contacto cálido pero débil—. Por favor, concéntrate en sanar. —Las lágrimas quemaban mis ojos, el miedo y la ira mezclándose en una tormenta dentro de mí. Pensar en la visión, en cómo había sucedido exactamente lo que vi, me llenaba de rabia. Había sido inútil, incapaz de hacer algo para detenerlo.

—¿En qué piensas? —murmuró, su mirada fija en la mía, aún preocupado por mí, a pesar de todo.

—Tuve una visión de esto... y no tuve tiempo para reaccionar —confesé, la culpa aplastándome—. Me siento impotente... no lo evité.

—Por eso estabas distraída —susurró, entendiendo.

—Lo siento... debería estar en tu lugar —mi voz se quebró, el dolor insoportable. Las lágrimas rodaron por mis mejillas sin control.

—No... —negó, su voz suave pero firme—. Prefiero ser yo, Han. No soportaría verte así... no otra vez. No quiero verte herida... no de nuevo.

—¿Y qué hay de mí? —mi voz salió rota—. Verte así me está matando, Scott. Me está rompiendo en pedazos.

—Mejor yo que tú... —suspiró, cerrando los ojos por un momento.

Me acerqué, sosteniéndolo más fuerte, mi corazón desgarrado por verlo sufrir. —Te necesito... no me dejes... —le susurré, la voz ahogada por las lágrimas.

Scott me miró con ternura, incluso en medio de su dolor, su amor por mí brillando en sus ojos—. No te dejaré, nunca... —prometió, aunque la incertidumbre del futuro nos envolviera.

Apoyé mi frente contra la suya, mi respiración entrecortada por la angustia, las lágrimas aún rodando por mis mejillas.

—¿Entiendes ahora por qué no puedo dejar de preocuparme por ti? —susurré, mi voz apenas audible, cargada de todo el miedo y el amor que sentía por él.

Scott cerró los ojos, su dolor evidente, pero aun así logró esbozar una pequeña sonrisa.

—Lo sé... —murmuró, su respiración irregular—. Pero prefiero cargar yo con este dolor... que verte sufrir por mí.

Un sollozo escapó de mis labios mientras nuestras frentes seguían unidas, el latido de su corazón debilitado resonando en mi pecho.

—No puedo perderte... no de nuevo —dije, mi voz quebrándose—. No lo soportaría.

—No me iré a ninguna parte... te lo prometo —respondió, aunque su promesa estaba teñida de un dolor que me asustaba.

—Tienes que sanar, por mí, por Melly —le supliqué, acariciando suavemente su mejilla, mi voz llena de desesperación.

—Melly... —murmuró Scott, cerrando los ojos mientras trataba de concentrarse en su curación. Podía ver el esfuerzo que hacía, el sudor en su frente, el dolor visible en cada respiración. Mi corazón se rompía un poco más al verlo así.

Mientras Scott se enfocaba en sanar, no pude evitar darle vueltas a lo sucedido. ¿Cómo había pasado esto tan rápido?

—¿Cómo no vimos eso? —pregunté, con la angustia anidando en mi pecho—. Quiero decir, antes de mi visión, antes de... todo esto.

—Lo subestimamos... —respondió, su voz tensa.

—Pero... —suspiré, tratando de buscarle sentido—. ¿Cómo hicieron una trampa tan grande si estábamos aquí en los túneles todo el tiempo?

Scott observó la tanza de la trampa, tomándola con manos temblorosas.

—No fue así... —dijo, estudiando la estructura con una mirada crítica—. La pusieron hace mucho tiempo.

—pero, hemos pasado por estos túneles cientos de veces —repliqué, confundida y frustrada. Nada de esto tenía sentido.

—Y quien sea este cazador... ha pasado cien más —reflexionó, frunciendo el ceño—. Sabía que estaríamos aquí. Estaba esperándonos, preparado, y nosotros no lo estábamos —dijo, con un aire de auto-recriminación. Estiró el brazo y tomó la lanza ensangrentada, la examinó detenidamente—. No hay muchas personas que pasen tiempo en estos túneles.

—¿Quién fue el último cazador que vimos aquí? —pregunté, y ambos llegamos a la misma conclusión al mismo tiempo.

—¿Argent? —murmuró Scott, pero su expresión cambió rápidamente cuando se dio cuenta, al igual que yo, de quién podía estar detrás de esto.

—Y... —completé la frase.

—Gérard —dijimos al unísono, el nombre resonando en el aire con un peso aterrador. Sentí una ola de rabia recorrerme.

—¡Ese viejo! —gruñí, apretando los puños. Miré a mi alrededor, algo no cuadraba, y no podía sacudirme la sensación de que todo esto era una distracción—. La trampa no era mortal.

—Nos hizo más lentos... —reconoció Scott, su mente trabajando a toda velocidad pese al dolor.

—Y nos separó —añadí, conectando las piezas.

—Está planeando algo más... —dijo Scott, su tono más preocupado que nunca—. Otra trampa.

Mi corazón dio un vuelco al darnos cuenta de lo que eso significaba.

—Y Liam, Malia y Loree están yendo directamente hacia ella —dije con urgencia, ayudándolo a ponerse en pie. Scott se quejó por el dolor, pero no se rindió, aferrándose a mi brazo para levantarse.

—Tenemos que alcanzarlos antes de que sea demasiado tarde —insistió, su voz cargada de determinación, a pesar del sufrimiento evidente en sus ojos.

Lo sujeté con más firmeza mientras caminábamos en busca de los chicos. Aunque intentaba mantenerme fuerte, no podía evitar sentirme cada vez más preocupada. Scott se quejaba de vez en cuando, y con cada gemido de dolor, sentía cómo mi impotencia crecía. No sabía cómo ayudarlo.

En un momento, el dolor pareció ser más fuerte que él, y lo vi apoyarse contra la pared. Se soltó de mí y casi cayó al suelo. Me apresuré a ponerme frente a él, ayudándolo a sentarse.

—Perdón... —murmuró con esfuerzo, respirando con dificultad.

—Voy a intentarlo de nuevo —dije, apoyando mi mano en su brazo, tratando de hacer lo que había hecho antes, lo que funcionó con Melody cuando la bestia la hirió. Pero nada pasó. Nada. Mi corazón se aceleró de pánico.

—No, no, no... no está funcionando —susurré, llena de frustración y miedo. Scott tomó mi mano, con la mirada adolorida y afligida.

—No creo que debamos perder más tiempo —dijo, con un hilo de voz que apenas lograba mantener firme.

—Por favor, no hables —supliqué, volviendo a intentar. Cerré los ojos, tratando de concentrarme, rogando a cada fibra de mi ser que funcionara. Pero nada cambiaba. Abrí los ojos con desesperación.

—¿Por qué no funciona? ¿Por qué el dolor no desaparece? —mi voz se quebró, y me pasé una mano por el cabello, completamente descontrolada.

—Está bien... —murmuró Scott, intentando consolarme.

—¡No! No está bien, nada está bien —dije, casi gritando—. Debimos llamar a Stiles.

—Prometimos no hacerlo —me recordó.

—Fue una promesa estúpida —admití, sin poder contener mi frustración—. Casi lo perdimos la última vez.

—Sí, y ahora te perderé a ti también —mis ojos se llenaron de lágrimas.

Él me miró con tristeza, comprendiendo lo que esas palabras significaban.

—¿Tú? ¿Vas a perderme...? —dijo, su voz suave y quebrada.

—¡Sí! Yo, y todos los demás —asentí con determinación—. Lo sabes bien, Scott.

Scott cerró los ojos un segundo, su expresión agotada y herida.

—A Stiles no le parecería esto —agregué, intentando suavizar el momento—. Si supiera todo lo que estamos haciendo sin él, nos... nos mataría.

Nos miramos unos segundos. Scott hizo una pausa antes de responder, y luego dijo algo que me dejó sin palabras.

—Creo que estaría bien... con esto —dijo él.

—¿Con esto? —pregunté, confundida.

—Con nosotros —respondió, con una sinceridad que atravesó cada pared que había puesto para proteger mi corazón.

Mis ojos se abrieron de par en par cuando lo escuché decir eso. Pero antes de que pudiera procesar lo que significaba, lo vi cerrar los ojos y apoyarse más contra la pared.

—¡No! No te desmayes, ¡por favor tienes que seguir conmigo! —rogué, apoyando ambas manos sobre su pecho—. ¡Scott, despierta!

No hubo respuesta. Un frío indescriptible recorrió mi cuerpo. Las lágrimas empezaron a caer, y entonces... sentí algo. Cuando bajé la vista, vi cómo mis venas se oscurecían y sentí que estaba quitándole el dolor. Estaba sucediendo, finalmente. Pude hacerlo.

Abrió los ojos lentamente, y cuando el dolor comenzó a desaparecer, nuestras miradas se encontraron. Aún sin apartar sus ojos de los míos, bajó mi mano de su mejilla, y en un impulso, uní nuestros labios en un beso profundo. Sentí cómo el calor de sus labios se fusionaba con el alivio que le estaba dando.

Cuando nos separamos, Scott me miró, confuso pero más tranquilo.

—¿Qué pasó? —preguntó, sorprendido.

—Funcionó —sonreí, apenas, sintiendo una mezcla de alivio y agotamiento.

Lo ayudé a ponerse en pie, esta vez con más fuerzas. Seguimos avanzando, un poco más rápido, juntos, con la esperanza de que aún no fuera demasiado tarde para salvar a los demás.

—Han... te necesito —admitió, su voz suave pero llena de emoción.

Me detuve en seco al escucharlo. Su confesión me dejó paralizada por un instante. Lo miré, tratando de procesar sus palabras, mientras mi corazón comenzaba a latir más rápido.

—¿Qué? —susurré, casi sin poder creer lo que estaba escuchando.

Él me miró con una intensidad que hacía imposible apartar la mirada. Sus ojos estaban llenos de sinceridad, vulnerabilidad... y algo más.

—Te necesito, más de lo que crees —repitió, con una voz tan suave pero firme que me atravesó.

Mi garganta se cerró un poco, y sentí una mezcla de emociones: alivio, miedo, y algo que había intentado ignorar por tanto tiempo. No sabía qué decir, pero el peso de sus palabras me envolvía por completo.

—Scott... —intenté hablar, pero me costaba. ¿Cómo podía siquiera responder a algo tan profundo en medio de todo lo que estaba pasando?

—No tienes que decir nada —negó, su voz temblando ligeramente mientras apartaba la mirada por un segundo—. Fui un idiota al decir que no te necesitaba.

Sus palabras me sorprendieron, dejándome sin aliento por un momento. Había tantas cosas que quería decirle, tantas emociones acumuladas, pero el arrepentimiento en su rostro me detuvo. Lo miré en silencio, dejando que procesara lo que estaba confesando. El dolor de ese  momento en los que me había sentido apartada por él regresó, pero al mismo tiempo sentí un alivio al escuchar su arrepentimiento.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, y no pude contenerlas más. Las palabras que había esperado tanto tiempo escuchar por fin salían de su boca, pero la situación, todo el caos que nos rodeaba, lo hacía más difícil.

—Scott, no sabes cuánto me dolió cuando lo dijiste —murmuré, secándome las lágrimas rápidamente—. Sentí que te estaba perdiendo, que habías dejado de contar conmigo.

—Lo sé, y me odio por eso —respondió, con el dolor reflejado en su voz —Pensé que alejándome te estaría protegiendo, que si no contaba contigo te mantendría fuera de peligro —explicó, su voz más suave, pero quebrada por el dolor. Sus dedos rozaron suavemente mi mejilla, limpiando una lágrima que ni siquiera me di cuenta de que había caído—. Pero estaba equivocado. Siempre te he necesitado, Han. Siempre.

Sus palabras se hundieron en lo más profundo de mí. Todo el tiempo que habíamos pasado juntos, cada batalla, cada herida, cada momento de incertidumbre, culminaba en este instante. Estábamos ahí, en medio del caos, heridos, pero juntos.

Tomé su mano, apretándola con fuerza, y me acerqué más a él. Dejé que el silencio entre nosotros hablara por mí, mientras lo miraba con la misma intensidad con la que él me miraba. No había necesidad de más palabras en ese momento. Lo único que importaba era que, a pesar de todo, seguíamos juntos.

—Te necesito, Han —repitió, esta vez con más firmeza, como si esas palabras fueran las que realmente importaban—. Siempre te he necesitado, y siempre te necesitaré. No puedo hacerlo sin ti.

El peso de sus palabras me golpeó con fuerza. Había pasado tanto tiempo intentando ser fuerte para él, para Melody, para nosotros. Pero en ese momento, escucharlo decir que me necesitaba, que no quería cargar con todo solo... me hizo sentir algo dentro de mí romperse y sanar al mismo tiempo.

—No tienes que hacerlo solo —dije, mi voz rota por la emoción—. Siempre estaré aquí, Scott. Siempre y no me importa lo que pase, no me importa cuán difícil sea. No quiero que vuelvas a sentir que no puedes contar conmigo, ¿entendido?

Nos quedamos en silencio por un momento, dejando que la gravedad de lo que acabábamos de compartir se asentara. Él me miraba con tanta intensidad que sentí que todo lo demás se desvanecía, como si el mundo fuera solo nosotros dos.

—No te vayas, ¿de acuerdo? —susurré, mi voz temblando—. No vuelvas a apartarme.

Scott negó con la cabeza y entrelazó sus dedos con los míos.

—Nunca más —prometió, apretando mi mano con fuerza, como si con ese simple gesto pudiera asegurarme que ya no habría más barreras entre nosotros.

Y en ese momento, supe que no había vuelta atrás. No importaba cuántas batallas tuviéramos que enfrentar, lo haríamos juntos, como siempre debió haber sido.

Mientras avanzábamos por los acuaedutos, un rugido resonó a través del aire, profundo y lleno de angustia. No era un buen augurio. Mis sentidos se agudizaron, y un escalofrío recorrió mi espalda.

—Liam —murmuró Scott, su voz apenas un susurro mientras reconocía a su beta.

El corazón me latía con fuerza en el pecho mientras nos acercábamos a la fuente del sonido. Al girar la esquina, la escena se reveló ante nosotros. Liam estaba transformado, su cuerpo musculoso y sus ojos dorados brillando bajo la luz tenue de la luna. Frente a él, un grupo de personas lo miraba con ojos desorbitados, sus rostros reflejando una mezcla de miedo y confusión.

A unos metros de distancia, la vista me paralizó: Loree y Brett yacían en el suelo, inmóviles, con el brillo de sus ojos apagados para siempre. La imagen era devastadora. Malia estaba junto a los cuerpos, su expresión seria y sombría. La fuerza de su dolor era palpable en el aire, casi como un peso que hacía que respirar fuera difícil.

El horror de lo que había ocurrido se asentó en mi pecho como una piedra pesada. La impotencia nos envolvió. No pudimos salvar a nuestros amigos, y esa simple verdad se sintió como una traición. La realidad de que algo muy malo estaba sucediendo, algo más grande de lo que habíamos imaginado, se hundió en nuestros corazones.

—No... no puede ser —murmuré, sintiendo las lágrimas asomarse a mis ojos. Scott apretó mi mano, su agarre fuerte y reconfortante, pero no podía apartar la vista de la escena desgarradora.

...

La mañana siguiente, a pesar de todo lo que habíamos pasado la noche anterior, me desperté con una suave caricia en mi rostro y besos delicados en mi cuello. Abrí lentamente los ojos, sintiendo el calor de su aliento en mi piel. Scott estaba a mi lado, con una expresión serena, como si el caos de la noche anterior no hubiera existido.

Me quedé quieta, disfrutando de esos momentos de ternura. A pesar de las heridas físicas y emocionales que ambos llevábamos, había algo en su toque que me hacía sentir segura. Me atreví a sonreírle mientras él continuaba con sus caricias, su mirada llena de un cariño que había estado oculto por tanto tiempo.

—Buenos días —susurró, su voz rasposa y suave.

—Buenos días —respondí, tratando de contener mi emoción. Era un nuevo amanecer, un nuevo comienzo.

Scott se inclinó un poco más cerca, sus labios rozaron mi frente antes de bajar hacia mis labios. El beso fue suave, casi como si tuviera miedo de romper el hechizo que nos envolvía. Pero en ese momento, no había nada más importante que estar allí, juntos, rodeados de un silencio que nos prometía calma.

—¿Cómo te sientes? —pregunté, mi preocupación regresando por un instante.

—Mejor —dijo, su mano ahora en mi mejilla, acariciando con suavidad—. Gracias a ti.

Sentí que un nudo de alivio se deshacía en mi pecho. Había temido que la conexión que habíamos construido se hubiera desvanecido entre la sangre y las promesas rotas, pero ahí estaba, tan palpable como el latido de su corazón.

—Me alegra escuchar eso —dije, y en mi voz había una sinceridad profunda que venía desde el fondo de mi ser—. Nunca más quiero que sientas que no puedes contar conmigo.

Scott asintió, y su mirada se tornó seria.

—Lo sé, y no quiero volver a alejarte —dijo, su voz firme.

Justo en ese instante, una parte de mí supo que todo lo que habíamos pasado había fortalecido nuestro vínculo. No importaba lo que enfrentáramos en el futuro; teníamos el uno al otro.

Élnbesó mis labios y se subió sobre mí, lo abracé, soltando una pequeña risa por las cosquillas que me generaban sus besos en el cuello. Su aliento cálido y su risa contagiosa llenaban la habitación de un ambiente ligero y divertido, como si el mundo exterior no existiera.

Acaricié su cabello corto, sintiendo la suavidad de sus mechones entre mis dedos mientras disfrutaba de ese momento de intimidad. Scott se detuvo un segundo, mirándome con una mezcla de complicidad y alegría en sus ojos.

—Eres increíble —dijo, su voz suave y llena de admiración.

—Y tú eres un desastre —bromee, haciéndolo reír. —Pero eres mi desastre.

Se inclinó nuevamente, atrapando mis labios en otro beso, este más profundo, lleno de la promesa de un nuevo comienzo. Era un abrazo que hablaba de vulnerabilidad y fuerza al mismo tiempo, como si supiéramos que, a pesar de todo lo que habíamos pasado, estábamos decididos a seguir adelante juntos.

—Este lobo tiene hambre de ti —admitió, mirándome con una sonrisa antes de besarme.

Su sonrisa era contagiosa, y no pude evitar devolverle el gesto mientras mi corazón latía con fuerza. La calidez de su beso me envolvía, haciéndome olvidar todo lo demás, incluso por un momento.

—¿Y qué piensas hacer al respecto? —pregunté, desafiándolo con una mirada juguetona mientras me alejaba un poco, disfrutando del juego.

Scott se inclinó hacia mí, su mirada intensa y decidida.

—Voy a hacer lo que sea necesario para satisfacer ese hambre —respondió, su tono lleno de complicidad.

Mientras estábamos en nuestro mundo, abrazados aún y Scott dejando suaves besos en mi cuello, una pequeña mata de rizos hizo acto de presencia. La puerta se abrió de golpe, y allí estaba Melody, con su cabello desordenado y una expresión de sorpresa en su rostro.

—¡No, papi, no te comas a mami! —exclamó, con un tono de voz tan serio que no pude evitar soltar una risa.

Scott se apartó un poco, claramente sorprendido por la interrupción. Nos encontramos con la mirada curiosa y traviesa de nuestra hija, que nos observaba con los ojos muy abiertos, como si hubiera interrumpido una escena que no estaba destinada a ser vista.

—No me estoy comiendo a mami... aún —dijo con picardía, mientras su mano deslizaba suavemente por mi pierna bajo las mantas.

—Pues parece que sí —replicó la niña, riendo mientras nos observaba.

Scott, siempre dispuesto a seguirle el juego, sonrió y se inclinó hacia mí, fingiendo que estaba a punto de "comerme".

—¡No, amor, no me comas! —bromeé yo, siguiendo su juego y fingiendo miedo.

—Papi, no eres el lobo feroz —rió Melody, su sonrisa iluminando la habitación. —¡no puedes comerte a mami!

—¿Cómo que no? ¡Yo creo que sí! —respondió, levantandola en sus brazos. —¡Entonces te comeré a ti! —exclamó

—¡Noooo! —gritó, riendo mientras Scott le hacía cosquillas sin piedad.

La risa de Melody llenó la habitación mientras Scott la bajaba a la cama y fingía morderle la barriga. Su pijama se levantó un poco, y él aprovechó para soplarle suavemente en la piel, haciendo ese ruido chistoso que tanto la hacía reír.

—¡Papi, no! —rió Melly a carcajadas, intentando escapar de las cosquillas, pero él seguía implacable, fingiendo ser el lobo feroz que tanto temía... o al menos eso pretendía.

—¡Prométeme que no me comerás! —dijo ella, tratando de negociar en medio de las risas.

—Mmm, está bien —cedió, abrazándola fuerte—. Pero solo porque eres la niña más dulce del mundo.

Melody sonrió triunfante mientras se acurrucaba entre nosotros, su risa ahora convertida en una sonrisa de satisfacción.

—¿Dónde está mi terremotito de amor? —bromeó Scott, mientras seguía haciéndole cosquillas, fingiendo buscarla como si fuera una presa.

—¡Aquí! —dijo Melody, levantando las manos, entre risas. Era como si disfrutara que la "atraparan". El castaño la envolvió en un abrazo suave y, por un instante, la risa disminuyó mientras ella lo abrazaba de vuelta con fuerza.

—Prometo que no me comeré a mamá, ni a ti —dijo con una sonrisa cálida, sus ojos llenos de amor al mirar a nuestra hija.

—¡Pero papi! —dijo ella, recuperándose de la risa—, si fueras un lobo feroz, ¡serías el más dulce del mundo! —Y con esa inocente declaración, ella le plantó un beso en la mejilla, haciendo que Scott se derritiera aún más.

—¿Qué haremos hoy? —inquirí, acomodándome en la cama y buscando en sus ojos alguna idea brillante.

—Tengo que ir a casa de Liam a sacarlo de su cama. Te apuesto a que no querrá salir de su casa —dijo, sonriendo mientras pasaba una mano por su cabello.

—¿Y lo culpas? —respondí con un ligero tono de sarcasmo—. Muchas personas lo vieron transformado. No es fácil enfrentarse a eso.

Scott asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Sí, pero necesita salir. No puede encerrarse para siempre. Además, quizás una salida con nosotros le haga olvidar un poco lo que pasó —sugirió, con esa fe que siempre tiene en sus amigos.

—¿Y si no quiere salir? —pregunté, recordando cuántas veces había estado atrapado en sus propios pensamientos.

—Entonces, lo arrastraremos. —se encogió de hombros, mostrando su determinación—. Siempre hay maneras de motivarlo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro