Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo ciento sesenta y cinco "Monstruos"

Más tarde fuimos a la casa de Liam, porque sabíamos que, después de lo ocurrido anoche, no querría salir ni de su casa. No podíamos permitir que se retraiga solo porque algunas personas vieron su verdadera naturaleza. Subimos al jeep y nos dirigimos hacia su casa. Una vez llegamos, entramos directamente a su habitación sin tocar.

El sol apenas comenzaba a iluminar la habitación cuando Scott y yo nos encontramos frente a la puerta del cuarto de Liam. Me apoyé en el marco, observando a Scott mientras tiraba de las mantas de la cama del rubio, con una mezcla de determinación y paciencia.

-¡Liam! -llamó Scott, en ese tono medio autoritario pero cariñoso que solía usar cuando entraba en "modo papá lobo".

-Ah... no, estoy enfermo -murmuró él desde debajo de las mantas, con la voz apagada. Se había acurrucado como si la cama pudiera protegerlo de su responsabilidad.

-No estás enfermo -replicó el alfa, mirando el bulto en la cama con una ceja levantada.

Yo no podía evitar sonreír. Ver a Scott en estos momentos, lidiando con Liam como si fuera su propio hijo, me derretía. Esa mezcla de firmeza y ternura era uno de los motivos por los que me había enamorado de él. Observaba desde la puerta, intentando no intervenir. Scott tenía todo bajo control, y me encantaba verlo así.

-Sí, de verdad estoy enfermo. En serio... -fingió toser con bastante dramatismo- creo que es gripe.

Scott tiró un poco más de las mantas, pero Liam las sujetaba con fuerza, como si de verdad creyera que podía ganar esta batalla.

-No estamos en temporada de gripe -respondió el castaño con esa calma inquebrantable, aunque ya se veía algo frustrado.

-Entonces debe ser neumonía -continuó Liam, sin rendirse, decidido a no enfrentarse al mundo ese día.

-¡Tío Liam! -interrumpió Melody, entrando con su pequeña voz cargada de energía- los lobos no nos enfermamos -luego miró a Scott con esos ojos llenos de confianza- ¿verdad, papi?

-Así es -le dedicó una sonrisa y asintió. Luego volvió a dirigir su atención al bulto que seguía aferrado a las mantas-. Liam, eres un hombre lobo, no te puede dar neumonía. Pero, si te puedes meter en problemas por llegar tarde a la escuela. Así que... ¡vamos! -Con un movimiento rápido, tiró las mantas por completo- ¡andando!

Liam, derrotado, dejó escapar un gemido, y entonces me acerqué, divertida por la situación.

-Leeyum, ya oíste a papá lobo -dije mientras me sentaba en el borde de la cama, mirándolo con complicidad- ¡arriba!

-Han, se supone que tú deberías ayudarme -protestó como un niño pequeño, con una mirada de súplica que casi me hizo reír.

Reí suavemente, dándole una pequeña palmada en el hombro-. Es por tu bien.

-No creo que deba ir a la escuela -insistió, volviendo su mirada a Scott-. O salir a ningún lado. Nunca más.

Scott suspiró, sabiendo que Liam no se rendiría fácilmente. Melody, por su parte, tenía otros planes. Con la agilidad propia de una lobita en entrenamiento, se subió a la cama de un salto y se tiró encima de Liam.

-¡Tío Liam! -gritó alegremente mientras brincaba sobre él- Vamos, los lobitos somos valientes, no tenemos miedo.

La risa se me escapó al ver a Liam forcejeando con Melody. Sin embargo, en un movimiento brusco, tiró de la manta con tanta fuerza que mi pequeña salió volando hacia atrás. Mi corazón se detuvo por un segundo.

-¡Scott! -grité alarmada.

Pero antes de que pudiera moverme, Scott reaccionó con una velocidad asombrosa y atrapó a Melody en el aire. La pequeña estalló en risas, ajena al susto que me había dado.

-¡Otra vez! ¡Otra vez! -exclamó Melody, agitando los brazos emocionada mientras se removía en los brazos de su padre.

Scott la sostuvo con fuerza, besándole la frente con una mezcla de alivio y cariño-. No, cariño, no más -dijo suavemente, dirigiendo una mirada seria hacia la cama-. Liam, tienes que tener más cuidado.

-Lo siento -murmuró el rubio, sin salir de su escondite bajo las mantas.

Scott bajó a Melody con suavidad, pero su tono cambió al recordar lo que había dicho Liam antes-. No importa lo que creas, Liam -empezó, su voz calmada pero firme-, porque tienes que ir. Solo tienes que fingir que nada pasó.

-¿Fingir? -preguntó, apartando finalmente las mantas-. ¿Qué se supone que finja?

-Piensa que es como cuando ven a Superman sin las gafas -intentó explicar Scott, tratando de usar una analogía que Liam pudiera entender-. Él no se da por vencido. Se las vuelve a poner y dice: sigo siendo Clark Kent.

-¿Quieres que use gafas? -preguntó el beta, confundido y un poco molesto.

-No -Scott frunció el ceño, ahora frustrado-. Quiero que vayas a la escuela. Que seas Liam Dunbar, como Superman tiene que ser Clark Kent, como el Hombre Araña, como el Capitán América.

-El Capitán América es Steve Rogers -respondió, cruzando los brazos-. No finge ser alguien más, y todos lo quieren. A diferencia de nosotros, a quienes todos odian. Nos odian por salvar sus vidas.

Scott se acuclilló frente a él, su expresión reflejaba la compasión y el entendimiento que siempre lo caracterizaba-. Tienes razón. Intentamos salvar vidas. Es por eso que te tienes que levantar y fingir que no pasó nada, porque si no lo haces, más personas podrían morir.

-Por mi culpa -afirmó el beta, su mirada abatida.

Lo miró, sabiendo a lo que su beta se refería, el dolor que cargaba por la pérdida de Brett y Lori.

-No conocía a Brett ni a Lori tan bien como tú -dijo Scott en un susurro-, pero te conozco a ti. -Le sonrió apenas antes de levantarse para tomar la mochila de Liam y ponerla sobre él. Volvió a acuclillarse frente al rubio -. Si te da miedo ver a más amigos morir, entonces irás.

Liam asintió lentamente, con un gesto de resignación. Al fin, se puso de pie, y supe que Scott había ganado esta pequeña batalla. Con él listo para ir, comenzamos a salir de la habitación.

Antes de que el castaño pudiera dar otro paso, lo detuve, jalándolo del brazo para plantarle un beso lleno de pasión.

-¿Y eso por qué fue? -preguntó sorprendido, con una sonrisa en sus labios.

-Es que te veías muy sexy en modo papá lobo -admití con una sonrisa traviesa.

-¡Agh! -Melody se cubrió los ojos, exagerando una expresión de disgusto.

Sonreímos ambos, sabiendo que estos momentos, por más caóticos que fueran, eran los que mantenían a nuestra pequeña familia unida.

-¿Y por eso dejaste que yo me encargara? -inquirió, con una sonrisa divertida mientras me miraba.

Le devolví la mirada, mordiendo mi labio inferior con una mezcla de picardía y sinceridad.

-No tienes idea de lo bien que te veías -admití, dejando que mis palabras llevaran un toque de coquetería.

Scott arqueó una ceja, acercándose un poco más, como si considerara aprovechar ese momento. Mi corazón dio un pequeño vuelco, encantada por cómo podía cambiar el ambiente entre nosotros con un simple gesto o mirada.

-¿Así que eso fue todo un plan para verme en acción? -bromeó él, su tono ligero pero con un brillo en sus ojos que delataba su propia satisfacción.

Me encogí de hombros, jugando con la situación-. Bueno, tal vez sí. Aunque no puedo negar que ver a "papá lobo" en acción es algo que nunca me canso de disfrutar.

Salimos de la casa de Liam y nos dirigimos al punto de encuentro con Argent, Malia y Lydia. La tensión era palpable en el aire, y lo primero que hizo Scott fue colocar el medio stick ensangrentado de Brett sobre la mesa frente a nosotros.

-Brett y Loree fueron asesinados -anunció, su voz grave y cargada de dolor. -Por el nuevo cazador en Beacon Hills. Al principio, cuando mató a un sabueso, pensamos que fue suerte... un novato -explicó mirando a Chris-, pero ahora sabemos que este cazador tiene un maestro.

-Gérard -confirmó Argent, frunciendo el ceño con una mezcla de rabia y culpa. -Eso significa que es mi culpa... yo lo dejé ir.

-No podías hacer nada más -intervine, intentando aliviar su carga.

-Puedo matarlo -dijo Malia de forma directa, causando que todos la miráramos sorprendidos. Aunque, si soy honesta, no me parecía tan mala idea. -Solo digo -añadió, al notar las miradas.

-No somos verdugos -intervino Lydia, con ese tono de lógica implacable.

-Lo eres cuando se trata de una guerra -respondió la coyote con frialdad, su mirada fija en la pelifresa.

-Por eso haremos las paces -dijo Scott, decidido.

-¿Con Gérard? -pregunté, incrédula. La idea de sentarnos a negociar con él me hacía hervir por dentro.

Scott me miró, sabiendo que mi preocupación era válida-. Han, sabes lo que se avecina. No podemos dejar de usar esa palabra...

-Guerra -afirmó el cazador con seriedad, completando el pensamiento de Scott.

-¿Qué puede evitar una guerra? -preguntó Malia, cruzándose de brazos con expresión desafiante.

-Una cumbre por la paz -respondió Chris, con la frialdad del cazador experimentado.

Scott asintió-. Nos encontraremos cara a cara con Gérard. Veremos qué quiere y detendremos esto antes de que empeore.

-En la última reunión dejó ciego a Deucalion -recordó Lydia-, y luego mató a todos los demás, incluidos sus propios hombres.

Me quedé mirando a Melody, que estaba en una mesa alejada dibujando, completamente ajena a la gravedad de lo que estábamos hablando. Sentí un nudo en el estómago. No puedo permitir que algo le pase.

-No lo quiero cerca de Melody -dije, la voz quebrándose por un segundo mientras mis ojos se posaban en Scott. -No quiero que siquiera sepa de su existencia. -Volví la mirada al hombre frente a mí, tensa-. No te ofendas, Chris, pero tu padre es el verdadero monstruo aquí.

-No me ofende -respondió, acercándose más a nosotros. -De hecho, yo iré a hablar con él. No van a matarme a mí.

-¿Estás seguro de eso? -preguntó Malia, escéptica.

-No mucho -admitió con un toque de humor oscuro.

-Solo necesitamos descubrir qué quiere -dijo Scott-. Entonces podremos negociar.

-Aunque esté de acuerdo, sus términos podrían ser imposibles -advirtió Lydia.

-Por eso es una negociación -señaló mi chico-. No esperamos que nos dé algo sin pedir algo a cambio.

Chris lo miró con seriedad-. Entonces necesitas pensar qué estás dispuesto a ofrecer... y hasta dónde llegarías para detener una guerra.

Me estremecí. La palabra "guerra" parecía más real con cada minuto que pasaba, y yo solo podía pensar en Melody, en Scott... en lo que podríamos perder si esto no salía como esperábamos.

Luego de aquella pequeña reunión, Chris partió para hablar con su familia, mientras nosotros regresamos a casa. Apenas cruzamos la puerta, Melody corrió emocionada hacia su abuela.

-¡Abu Missy! -gritó, con su energía de siempre, abrazando a Melissa.

-Hola, pequeña -le respondió Melissa con una sonrisa cálida-. Hice galletas, ¿quieres?

-¡Sí! -respondió Melody con entusiasmo, tomando la mano de su abuela mientras la llevaba hacia la cocina.

Observé la escena con una sonrisa, pero pronto noté que Melody había dejado caer un papel en el suelo. Me acerqué a recogerlo y, al ver lo que era, sentí cómo los ojos se me llenaban de lágrimas. Scott, notando mi reacción, se acercó preocupado.

-¿Amor, estás bien? -preguntó con suavidad, colocando una mano en mi hombro.

Le tendí el papel sin decir nada, las palabras atrapadas en mi garganta.

-Tienes que ver esto -le dije, mi voz apenas un susurro.

Scott tomó el papel y lo leyó en voz alta:

"Mi papi, mi héroe. Mi papá es más fuerte que todos los lobos, más rápido que el viento y más valiente que cualquiera. Cuando tengo miedo, él siempre está ahí para protegerme. Él me enseña a ser fuerte, pero también a ser amable, y por eso lo amo. Mi papi es un verdadero héroe, no solo porque es un hombre lobo, sino porque siempre cuida de mí y de todos a los que ama."

Debajo del texto, había un dibujo: Melody había dibujado a Scott con su forma de hombre lobo, protegiéndola, mientras ella estaba abrazada a él.

Scott, conmovido, miró el dibujo y el párrafo en silencio por un momento, sus ojos brillando con emoción. Sin decir una palabra, se levantó decidido y fue en busca de Melody. No quise perderme lo que venía, así que lo seguí de cerca.

Lo encontré en la cocina, donde Melody estaba comiendo galletas junto a su abuela. Scott se agachó junto a ella y, con suavidad, le mostró el dibujo.

-¿Hiciste esto, Melly? -preguntó, su voz cargada de orgullo y ternura.

Melody asintió, con la boca llena de galleta-. Sí, papi... eres mi héroe.

Scott no pudo evitar sonreír mientras sus ojos se llenaban de emoción.

-¿Sabes qué, Melly? -dijo con suavidad, inclinándose más cerca-. Yo soy el que tiene suerte, porque tengo la hija más increíble del mundo.

Melody lo miró con sus grandes ojos brillantes, y luego se lanzó a sus brazos.

-Te amo, papi -susurró, abrazándolo con todas sus fuerzas.

Scott la sostuvo con la misma intensidad, acariciando su cabello.

-Yo también te amo, pequeña lobita -le respondió, besando su cabeza.

Desde donde estaba, observando la escena, sentí una oleada de calor recorrerme. Ver a Scott y a Melody juntos de esa manera, en un momento tan puro, me hacía recordar todo lo que habíamos vivido, lo mucho que habíamos pasado para llegar hasta aquí. Y a pesar de todo el caos que nos rodeaba, en esos momentos todo parecía estar en su lugar.

Melissa, quien había estado viendo en silencio, sonrió y se acercó para poner una mano en el hombro de Scott.

-Eres un buen padre -le dijo en voz baja, claramente conmovida también.

Scott asintió, aunque no dejó de abrazar a Melody. Cuando finalmente la soltó, ella corrió de nuevo hacia su abuela para seguir disfrutando de las galletas.

Scott se puso de pie y me miró, su mirada suave y llena de gratitud. Me acerqué a él, tomando su mano.

-Estás criando a una niña maravillosa -dije con una sonrisa.

-Lo estamos haciendo juntos -me corrigió, dándome un suave apretón en la mano.

Nos quedamos así por un momento, en esa tranquilidad tan rara en nuestras vidas. Pero, como siempre, sabíamos que ese respiro no duraría mucho. Con Gérard todavía por ahí, y los peligros acechando, teníamos que estar preparados para lo que viniera.

Pero en ese momento, viendo a Melody tan feliz, me permití disfrutar de la paz que teníamos. Aunque fuera solo por un instante.

Mientras observaba a Melody riendo en la cocina con su abuela, una pregunta atravesó mi mente: ¿Cómo alguien podría ver a esa pequeña como un monstruo? A veces, el mundo era cruel y ciego. Melody era un niña loba, sí, pero eso no la definía. No era una amenaza. No podría ni matar a una mosca, y sin embargo, había personas que la verían como algo a temer simplemente por lo que era.

Scott, parado a mi lado, parecía adivinar mis pensamientos.

-La gente siempre teme lo que no entiende -murmuró, su voz cargada de cansancio.

-Lo sé -respondí, sintiendo el peso de sus palabras. Pensé en todas las veces que nos habían tratado como monstruos. Todo lo que habíamos tenido que soportar por ser diferentes, por tener habilidades que los demás no comprendían. No importaba cuántas veces salváramos vidas, siempre habría quienes nos temieran, quienes nos odiaran.

Scott apretó mi mano más fuerte.

-Pero no dejamos que eso nos defina -añadió-. No somos lo que ellos dicen. Y Melody tampoco lo será.

Lo miré, agradecida por su fuerza, por su determinación de siempre proteger a nuestra pequeña sin importar las adversidades. No íbamos a permitir que los miedos de los demás ensuciaran la pureza de nuestra hija.

-No hay monstruos aquí -le dije, más para mí misma, como una afirmación.

Scott asintió, su mirada fija en Melody mientras ella seguía disfrutando de su tarde de galletas, completamente ajena a los peligros que acechaban fuera de nuestro hogar.

Una vez que Melody terminó de comer sus galletas y subió a su habitación, Scott y yo nos dirigimos a la nuestra. Nos sentamos en la cama, y pude sentir la tensión en el aire mientras ambos pensábamos en la nueva amenaza que se cernía sobre nosotros. Era agotador vivir siempre en alerta, pero más que nada, me dolía pensar en el futuro que le estábamos dejando a Melody.

Scott rompió el silencio, su voz baja pero firme.

-Solo quiero hacer de este un mundo mejor para Melody. No quiero que crezca escondiendo su verdadera naturaleza -admitió, mirando hacia el techo, como si buscara respuestas en algún lugar más allá de estas paredes.

Me quedé en silencio, dejando que sus palabras se asentaran. Entendía lo que quería decir. Siempre había sido una lucha para nosotros: ocultar quiénes éramos para protegernos de aquellos que no lo comprenderían. Pero Scott no quería eso para nuestra hija. Quería que pudiera vivir libre, sin miedo, sin tener que esconder la parte de ella que era diferente.

-Lo sé, amor -dije suavemente, alcanzando su mano-. Y haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que así sea.

Scott giró su cabeza hacia mí, sus ojos reflejando tanto cansancio como determinación.

-¿Y si no es suficiente? -preguntó, su voz apenas un susurro, cargada de preocupación.

Me acerqué más a él, acariciando su rostro.

-Lo será -respondí con una confianza que esperaba que fuera suficiente para ambos-. No podemos predecir el futuro, pero lo que sí sabemos es que haremos todo por ella. Siempre lo hemos hecho, Scott. No estás solo en esto.

Él asintió, aunque la preocupación seguía en sus ojos. Ambos sabíamos que las amenazas no iban a desaparecer de la noche a la mañana, pero en ese momento, lo único que podíamos hacer era estar juntos, fuertes para nuestra hija.

-Ella tiene a los mejores padres del mundo -añadí, intentando suavizar el ambiente-. Y a una manada que la protegerá siempre.

Scott esbozó una sonrisa leve y asintió.

-Sí, y no solo por ser nuestra hija -dijo, apretando mi mano-. Porque ella también es fuerte, incluso si aún no lo sabe.

Me incliné hacia él, apoyando mi cabeza en su hombro, ambos en silencio mientras el peso de nuestras responsabilidades seguía presente. A pesar de todo, estábamos juntos en esto. Y mientras siguiéramos luchando, tal vez podríamos darle a Melody el mundo que se merecía.

Busqué los labios de Scott y lo besé suavemente, intentando encontrar un pequeño momento de paz en medio de todo el caos que nos rodeaba. Pero justo cuando comenzábamos a perdernos en el beso, oímos voces provenientes del piso de abajo. Parecía que Chris había regresado.

-¿Ahora mismo? -preguntó Melissa, su tono lleno de preocupación.

-Hoy -respondió Chris con gravedad en su voz-. Tienen que irse a la universidad... salir de Beacon Hills. Todos tienen que irse.

Scott y yo nos miramos, desconcertados, y salimos de nuestra habitación para escuchar mejor la conversación.

-¿Gérard no aceptó tener una reunión? -preguntó mi suegra.

-No le interesa negociar -admitió con frustración evidente.

-¿Qué es lo que quiere? -interrogó ella, con la esperanza de que hubiera alguna solución que no incluyera más sangre.

Chris se tomó un momento antes de responder, su expresión sombría.

-Por lo que pude ver... genocidio -dijo, y sentí el miedo florecer otra vez en mi pecho.

Melissa pareció congelarse ante esa palabra, procesando lo que significaba.

-¿Entonces solo quiere matarlos a todos? -preguntó, incrédula, refiriéndose a Scott y a los demás.

-Y a Melody -añadió el cazador con una pesadumbre que me dejó paralizada. Me llevé una mano a la boca, incapaz de procesar lo que acababa de oír. -No sé cómo decírselo a Hannah y Scott -continuó -, pero Gérard lo sabe. Sabe de su existencia y sabe lo que es ella.

Un silencio pesado cayó sobre todos nosotros. La desesperanza parecía impregnar cada rincón de la casa.

-Si buscas que sea racional, creo que dejó eso atrás hace mucho tiempo -añadió -. Para él, Scott mató a la mitad de su familia... convirtió a su hija en un monstruo, y me puso a mí, su único hijo, en su contra.

Melissa permaneció en silencio por un momento, reflexionando.

-¿Se supone que... le diga que se dé por vencido? -preguntó, incrédula ante la magnitud de lo que se avecinaba.

-No le pido que se rinda -respondió Chris, Scott y yo bajamos las escaleras despacio, escuchando cada palabra con atención-. Solo quiero que sobreviva... él, Hannah y Melody.

-Nunca le he dicho que corra y se esconda -replicó Melissa con una firmeza implacable-. Y no voy a empezar ahora.

-Melissa... ya murió una vez entre los brazos de Hannah, y tuvieron que revivirlo, tú y ella... y si esta es la pelea que no puede sobrevivir... -intentó Chris, su voz cargada de preocupación.

-No tiene que haber una pelea -interrumpió Scott de repente, y ellos voltearon hacia nosotros.

Argent lo miró con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

-¿Sabes algo que yo no? -preguntó, esperando que Scott tuviera una solución.

-Sé de alguien -respondió con seguridad. Sacó su celular y se lo mostró-. Tamora Monroe. Es la nueva cazadora.

Liam nos había informado sobre esto después de una charla que tuvo con ella, y la preocupación no tardó en aparecer en mi rostro. Sabía que Monroe era la consejera escolar, alguien que había pasado desapercibida hasta ahora... pero ahora estaba claro que no podíamos subestimarla.

Desde el inicio, todo esto había sido más complicado de lo que podíamos imaginar, y ahora la situación se volvía aún más peligrosa.

Lydia había ido a hablar con Tamora Monroe. No fue una conversación fácil, pero finalmente llegaron a un acuerdo: se llevaría a cabo una reunión, una especie de cumbre por la paz, pero con una condición inquebrantable. Solo Scott estaría presente.

Cuando Lydia nos contó los detalles, la alarma en mi pecho fue inmediata. Descendimos las escaleras de casa rápidamente, cada paso pesado con preocupación.

-Es una trampa -dije, mi voz tensa.

-Ella dijo que vendría a hablar -Scott intentaba calmarme, pero sabía que en el fondo también estaba preocupado.

-Te vas a reunir a solas, en medio de los túneles, con una cazadora de lobos -insistí, casi sin poder contener mi ansiedad-. Es una trampa, Scott.

Se detuvo y me miró, exasperado pero aún tranquilo.

-¿Qué quieres que haga entonces? -preguntó, su tono cargado de frustración.

-No vayas -le dije, como si fuera la opción más obvia del mundo.

Scott se giró completamente hacia mí, sus ojos fijos en los míos. Podía ver la tensión acumulada en sus hombros, la carga de responsabilidad que sentía sobre sí mismo.

-Gérard está reclutando cazadores -me recordó-. Está matando a nuestros amigos, y si no hacemos algo, matará a Melody. No va a parar, a menos que lo convenzamos de que no somos sus enemigos.

-¿Y si no puedes? -mi voz tembló al imaginar ese escenario. La sola idea de perderlo, de que algo saliera mal, me llenaba de pavor.

-Entonces pensará que puede vencerme sin mí. -Scott intentaba mantenerse firme, pero yo sabía que él también temía lo que podría suceder.

-No es de eso de lo que hablaba -repliqué.

Scott frunció el ceño, confundido.

-¿De qué hablas entonces? -me preguntó.

Suspiré profundamente, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de decir.

-Bueno... ya sabes de lo que hablo. -Me costaba admitirlo, pero el miedo a perderlo me estaba consumiendo.

-Estoy un poco confundido -admitió él, todavía sin captar completamente mis preocupaciones.

-No, yo también estoy confundida -negué, sacudiendo la cabeza.

Scott se acercó y tomó mi mano con suavidad.

-Han, debo intentarlo. Monroe aceptó la reunión para hablar de paz, y si hay una posibilidad de que funcione, tengo que ir. E iré solo.

Cuando comenzó a alejarse, pasé una mano por mi cara, intentando calmarme, pero no pude evitar detenerlo, tomando su brazo.

-Tengo un mal presentimiento -murmuré, la angustia evidenciándose en mi voz.

Scott se detuvo, mirándome con una sonrisa triste.

-Todo va a estar bien -dijo, intentando tranquilizarme.

-No estaré tranquila dejándote ir solo allí -admití, mis miedos ahora a flor de piel.

-Te prometo que estaré bien -insistió, aunque ambos sabíamos que esa era una promesa que no podía cumplir.

Negué con la cabeza, luchando contra las lágrimas.

-No puedes prometer eso.

Scott me miró, su expresión se tornó seria.

-Si algo me pasa -comenzó, su tono solemne-, toma a Melody y vete. Huyan lejos de aquí y no miren atrás.

Mi corazón se hundió al escuchar esas palabras. No podía creer que estuviera diciéndome esto. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras lo miraba.

-No puedo creer que me estés diciendo esto -murmuré, mi voz quebrándose.

-No va a pasar nada -me aseguró-, pero solo por si acaso. Sabes que soy un hueso duro de roer.

Intenté sonreír, pero todo lo que sentía era el peso del miedo. No solté su brazo, y en lugar de hacerlo, lo atraje hacia mí, buscando sus labios en un beso desesperado, como si con ese gesto pudiera asegurar que regresaría a mí.

-Regresa a mí -susurré contra sus labios, rogando en silencio.

Scott asintió suavemente.-Siempre.

Finalmente, lo dejé ir, viéndolo caminar hacia la puerta. Se volteó una última vez para mirarme antes de salir.

Me quedé ahí por un momento, paralizada, pero no podía dejarlo ir solo. Sabía que me odiaría por esto, pero no podía quedarme de brazos cruzados mientras él enfrentaba un peligro tan grande. Somos un equipo, y no lo dejaría enfrentarse a esto sin mí.

Rápidamente saqué mi celular y marqué el número de Malia.

-Mal, en cinco minutos paso por ti y por Lydia -dije, mi voz aún temblorosa-. Vamos a seguir a Scott.

-¿Tuviste una visión? -preguntó Malia, conociendo bien la razón de mi preocupación.

Mi mirada se desvió hacia el dibujo en mi cuaderno, un boceto perturbador de un humanoide sin rostro ni piel. Me provocaba tal sensación de incomodidad que instintivamente estiré la mano para cerrarlo con rapidez.

Suspiré, tragando el nudo en mi garganta. El peso de lo que había visto seguía acechándome, y aunque no podía darle una forma clara, el miedo estaba allí, latente.-Sí -admití, mi voz algo temblorosa.

-Estaré lista -confirmó ella, sin hacer más preguntas.

Subí al jeep con Melody y conduje rápidamente para recoger a las chicas. Antes de ir con Scott, dejé a Melody con mi padre. No podía llevarla allí, no al lugar donde la vida de su padre podría estar en peligro.

Finalmente llegamos a los túneles y nos escondimos cerca, preparándonos para lo que fuera que pudiera ocurrir. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, mientras observaba a lo lejos, esperando el momento en que Scott apareciera.

La tensión en el aire era palpable. Sabía que estábamos a punto de enfrentar algo que podría cambiarlo todo.

-No debiste venir solo, Scott -dijo Monroe con una sonrisa de autosuficiencia.

Esa fue mi señal.

-No lo hizo -interrumpí, dejando claro que no estaba solo. Golpeé a uno de los cazadores mientras Malia, rápida y letal, se encargaba de otro. Salimos de las sombras, las tres, enfrentándonos a la mirada sorprendida de los cazadores.

-La bruja -dijo Gérard con desprecio, mirándome fijamente.

-Diosa, en realidad -respondí con una sonrisa amarga, dejando que mis ojos brillaran en un plateado intenso.

-Entonces es cierto -admitió, con una mezcla de asombro y calculada frialdad-. La niña es más poderosa de lo que pensábamos.

Un escalofrío me recorrió al escuchar esas palabras, pero lo encubrí con una amenaza cargada de furia.

-Tocas un solo rizo de su perfecta cabeza y te mandaré directo a tomar té con Hades -gruñí, lista para cumplir cada palabra.

-Mm... ambos sabemos que no lo harás -dijo, girando su atención hacia Scott con una sonrisa cínica-. No es la política de tu manada, ¿o sí?

-No, pero cuando se trata de mi hija, puedo hacer una excepción -respondió Scott con una firmeza que me tomó por sorpresa.

Monroe frunció el ceño, llena de desprecio.

-¿Cómo pudieron tener la osadía de reproducirse? -preguntó, visiblemente irritada-. El mundo ya tenía suficientes monstruos.

-Ella no es un monstruo -dije, sintiendo la furia hervir dentro de mí-. Es solo una dulce niña que no mataría ni a una mosca.

-Aún -agregó Gérard con una sonrisa siniestra, sembrando la semilla del miedo, como solo él sabía hacer.

Monroe sacó su arma y le apuntó directamente a Scott, avanzando mientras él retrocedía.

-Oye, oye, oye, no vinimos aquí a pelear -intentó razonar, levantando las manos en un gesto de calma.

-Bueno, entonces vinieron a morir -dijo Gérard con una sonrisa maliciosa.

Por instinto, levanté las manos, generando orbes de poder en mis palmas. Malia, a mi lado, dejó escapar un rugido feroz.

-Intentamos protegerlos -dije, con la firme determinación de quien sabe lo que está en juego.

-Deberías controlar a tu beta, Scott -comentó Gérard, mirándome con una expresión calculadora-. O mejor dicho... tu soulmate. -Su mirada se posó en mi cuello, y rápidamente me llevé una mano allí, cubriendo la cicatriz antes de dejar caer mi cabello sobre ella, intentando ocultarla.

-Podría hacer que los maten a todos -añadió con amenaza en la voz.

-No somos sus enemigos -intervino Lydia con tono firme-. Algo más está ocurriendo. No sabemos qué es, pero te aseguro que es un problema mucho más grande.

Monroe, con una sonrisa fría, preguntó:

-¿Algo peor que los caníbales sobrenaturales?

La miramos, sorprendidos por su conocimiento.

-Sí, ahora lo sé todo -continuó, dirigiendo su mirada entre Lydia, Malia y yo-. Wendigos, onis, mujeres coyote, personas asesinadas como sacrificios humanos...

-Intentamos detenerlos -dijo Scott, su voz cargada de frustración.

-¿Y cuántas personas perdieron la vida mientras lo intentaban? -preguntó Monroe, sin dejar de apuntarle.

-Demasiadas -murmuró Scott, sintiendo el peso de esas vidas.

-Fueron doce personas -Monroe se volteó hacia uno de sus hombres-. Su hijo fue una de ellas; le cortaron el cuello y aplastaron su cráneo. -Se volvió hacia otro cazador-. Su hermano, era oficial de policía; lo abrieron y despedazaron. El reporte oficial dijo ataque animal.

Mientras Monroe seguía hablando, una sensación extraña se instaló en mí. Esa misma sensación que había sentido al ver mi dibujo, como si algo siniestro estuviera presente pero invisible.

-Está amplificando su miedo -dije, sintiendo cómo la energía en el aire cambiaba.

-Todos aquí perdieron a alguien -añadió Scott-. Y todos quieren venganza, lo entiendo, pero escúchenme. Algo se escapó de la Cacería Salvaje...

-¡Scott! -interrumpí con urgencia, mis ojos abiertos por el miedo-. ¡Está aquí, ahora mismo!

-¿Qué? -preguntó Scott, sorprendido.

De repente, los cazadores comenzaron a disparar en todas direcciones, desatando el caos.

-¡Al suelo! -gritó Scott mientras se lanzaba sobre mí, cubriéndome con su cuerpo mientras las balas resonaban a nuestro alrededor.

-¡No, ya no disparen! -gritó Monroe, tratando de detener el caos que se había desatado.

-Esa cosa les provoca pánico -dijo Scott, observando el desorden que se había generado entre los cazadores.

Malia se levantó rápidamente y salió de nuestro escondite, intentando atacar a la criatura. Pero en cuanto sus garras estuvieron a punto de alcanzarla, la cosa desapareció en un destello. Frustrada, Malia regresó junto a nosotros.

-¿Qué hacemos ahora? -pregunté, viendo cómo el caos y el miedo seguían creciendo sin control.

De repente, una rejilla en el techo se abrió con un ruido metálico.

-¿Y ahora qué pasa? -murmuró Scott, mirando hacia arriba con desconfianza.

-Refuerzos -dijo Lydia, justo antes de que una bengala de humo cayera al suelo, seguida por Parrish. Sus ojos brillaban con un intenso color naranja, revelando su naturaleza de hellhound.

Parrish avanzó con determinación hacia la entidad que se encontraba al fondo del caos. Con una sola mano, la tomó por el "rostro", aunque no parecía tener uno definido. De repente, el fuego se encendió, envolviéndolo a él y a la criatura, disipando el miedo y apagando el caos. Las luces, que antes habían parpadeado y fallado, regresaron poco a poco.

Salimos de nuestro escondite mientras Scott se acercaba a Parrish, ayudándolo a ponerse de pie.

-Hiciste todo lo que podías.-le dije a Scott, viendo la devastación que había quedado atrás. -No vinieron a negociar -añadí, mi voz cargada de frustración.

-No, no todo -negó él, con los ojos aún fijos en el desastre-. No aún.

Nos fuimos rápidamente de allí. Pasamos a buscar a Melody y luego regresamos con las chicas a casa. Al entrar, encendí las luces, solo para encontrar a una joven herida en el suelo. Estaba malherida, su respiración era irregular.

-Scott... Scott McCall -murmuró la joven antes de casi desmayarse. Scott la atrapó a tiempo, ayudándola a sentarse en el sofá.

-Siéntate -dijo Scott, mirando a los demás-. Es una mujer lobo.

Me acerqué a la joven, preocupada.

-¿Quién te hizo esto? ¿Un cazador?

-Una oficial -respondió con voz débil.

-¿Era policía? -pregunté, sorprendida.

-Tienen a todo el mundo -afirmó Scott con seriedad, comprendiendo la magnitud de la amenaza que enfrentábamos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro